Después de un largo rato; horas, días e incluso meses, su sistema operativo ha sido reiniciado una vez más. Ha pasado mucho tiempo, pudo (¿sentirlo?) pues no reconoce el lugar donde se encuentra, tampoco reconoce las voces que suenan a su alrededor.

«¿Por qué tarda tanto…? Maldita chatarra, y pensar que era el mejor de su generación».

«Paciencia, HyunSeok. Mira en las condiciones que está, y con lo dañado que dejó ese virus su sistema es natural que se tarde».

«Me largo de aquí. Te lo dejo en tus manos, cuida de que no se le vaya la mano con el detective».

La función de sus piernas está corrupta, al parecer ya no cuenta con ellas. Tampoco con el globo ocular izquierdo; eso es nuevo. Su visión era mucho más limitada, y pronto la estática comienza a volverse invasiva. La audición es lo único que no está dañado.

—J17004. Confirma tu identidad —escucha, y de inmediato responde en tono robótico.

—Androide ST26415, modelo J1700, cuarta generación.

—JunHui —dice esa voz y reconoce su propio nombre, el que le propició ese hombre de largo cabello obscuro—. Hemos reiniciado tu sistema con el fin de obtener algunas respuestas.

—¿Sobre qué? —cuestiona inocente; no tiene la energía suficiente para analizar la situación.

—Tu memoria —habla entonces esa tercera presencia, la que se mantuvo al márgen, silencioso—, quiero acceder a ella pero me informaron que se encuentra bloqueada. Vas a tener que colaborar con nosotros.

JunHui intentó localizar con la mirada a ese hombre, de suave y firme voz. ¿Por qué era conocida?

—¿Quién es usted? ¿Quién es? ¿Qué busca? —repite, tartamudeando y repitiendo otra vez—. ¿Quién es? ¿Quién es?

—Te dije que era una pérdida de tiempo… —murmura en queja, y el sujeto de aterciopelada voz niega.

—Déjame intentarlo —y empieza de nuevo sin perder la paciencia—. Soy el detective Hong Joshua, Jun. Estoy trabajando en un caso y tú eres una pieza fundamental en la investigación.

—No creo tener lo que busca, detective.

—¿Harías el esfuerzo por mí, Jun?

El androide ladeó la cabeza, por algún motivo no puede focalizar su rostro.

—¿Cuál es tu último recuerdo?

Frunció el entrecejo, de a poco los recuerdos almacenados de su previa desactivación fueron apareciendo.

—Recuerdo… Haber estado en la sala de operación, fallar en una cirugía.

—¿Por qué fallaste?

—Yo no fallé. Ese humano merecía morir.

Joshua conectó la mirada con su acompañante, sabía que eso sucedería.

—«El Restaurador», ¿oíste sobre él?

—The8…

—¿Sabes quién es?

—Él me lo advirtió. Él me lo dijo, lo prometió.

—¿Qué te prometió? —interroga.

—Volvería por mí. Me haría un humano.

Entonces lo logró. Identificó el rostro del hombre. Ojos de ciervo, dulces rasgos e imperturbable serenidad.

—Tú… ¡Tú! —en tortuosos movimientos estiró sus brazos, el soporte que lo mantenía unido a la pared cayó y se vió asímismo arrastrándose hacia él.

La mitad del torso de JunHui estaba deshecho, pero de todas maneras se las ingenió para llegar al detective, abrazarse a sus piernas.

—¡Eres tú! ¡Eres de quién me habló!

Buscó tumbarlo, buscó treparse a él y tantear su pecho con urgencia.

—¡Aléjate de él, pedazo de basura! —advirtió el militar y Joshua lo detuvo.

—¡No lo toques! —y como pudo contuvo al androide— ¿Qué te ha dicho sobre mí? ¿Qué fue lo que te dijo?

—Un corazón humano… ¡Me lo daría! ¡Eres tú a quién busca! ¡Dámelo!

El inerte cuerpo fue removido, las uñas encarnaron la piel del hombre y pronto samgre azul salpicó el suelo en un arranque de desespero.