
XVI - Caminé Por La Borda
Caminé por la borda,
aquella hecha de caoba
con extremos rojizos;
la que hacía matiz de colores
con la helada noche de ese día.
Caminé por la borda,
la de ornatos humedecidos
por las lágrimas del Jazmín;
las cuales amé como si fuesen mías,
sin saber que escondían mi reflejo.
—¿Por qué estás allí? —preguntó la gaviota.
—Por mis simples vestiduras —con dolor musitó el Jazmín.
Miró luego la flor con
ojos aciagos al cielo,
deseando ver allí el
espejismo del arrecife
con aspecto irisado;
y lo intentó, al menos.
Pues se mantuvo inerte
y muda el agua de
aquel espeso mar,
pero desconocía que una
tormenta petulante
se avecinaba inminente.
—¡Despójate o cae! —gritaron los tripulantes cuyas vestiduras fueron hechas de oro y diamante.
Y así corrió el Jazmín
tan rápido como pudo,
pero sus débiles pies
no fueron suficientes
porque al voltear su cabeza
hacia aquellos pasajeros,
los desalmados lo empujaron
al inmenso mar.
Las de ellos,
eran de oro y diamante.
Las mías,
sólo de polvo y arena.
Y por eso lo merecí.
Sí, ese día caminé por la borda.
Y caí.
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