En las apacibles aguas de mi interior,
donde todo está en calma,
donde flotan los inmemorables sentimientos,
y yacen los recuerdos indelebles.

Quietas y tranquilas,
cual plaza vacía en medio de la penumbra;
claras y transparentes,
cual suizo río verzasca poniéndose el albor.

Donde sólo se escuchan musitar,
apenas débil y sutilmente
aquellas voces estrepitosas,
que alguna vez allí pertenecieron.

Y así, arrancadas fueron,
las ramas del inocente sentir;
purgadas y eliminadas,
culpadas de un agravio haber sido.
Evaporadas resultaron súbitamente,
debido al fuego de aquel impío ser,
que sin justa razón
destruye todo frente a su paso.

Pero dulce y pacientemente,
volverá la emancipación a mi ser;
como imán a metal,
como corona a legítimo rey,
como perro a su amo,
como niño a brazos de su madre.

Tal vez suave, tal vez ásperamente;
pero de una forma u otra,
volverán a su adorada cabina perteneciente.