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Ꜥꜥֶָ֢🪖ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo 27

Kim despertó sintiendo algo de frío en su cuerpo. Aún seguía desnudo y en la habitación del coronel Jeon. La cama yacía desordenada, y él estaba solo en ese cuarto que, a diferencia de la cama... todo lucía impecable y pulcro. 

Con esfuerzo pudo sentarse en la cama. 

— Jodida mierda — Su trasero dolía tanto que creía que no podría entrenar nunca más. 

En la mesita de noche permanecía su ropa doblada. Bueno, solo su pantalón y chaqueta, gracias a que su camiseta fue rota brutalmente por el coronel. De tan solo recordarlo, se le hacía agua a la boca. 

— Basta de pensar tanto — Se dijo a sí mismo, empezando a vestirse lentamente, pues su cuerpo dolía como si hubiese entrenado más de diez horas sin descanso. 

Cuando estuvo listo, optó por salir y tragó duro al darse cuenta de que era de noche. ¿Cuánto había dormido? Ni modo, solo tenía que llegar a su habitación. 

¿Pero dónde se habrá metido el coronel Jeon? 

— ¿Pero está seguro? Los ataques no deberían ser tan seguidos. 

Eso ya lo sabemos, Jeon, pero al parecer Corea del Norte se siente amenazada por el último enfrentamiento. 

— Es gracioso que ellos se sientan amenazados cuando, en realidad, ellos son los que buscan joder nuestra paz. 

Sí, lo sabemos, pero eso no quiere decir que debamos hacer todo sin control. Tomarás en cuenta abandonar si no hay peligro. 

— No doy por asegurado nada. 

Mantén la vida de tus hombres a salvo, recuerda que más de la mitad están aquí en la capital y no lograrás nada enfrentando al enemigo en esas condiciones. Que solo sea si es necesario. 

— Está bien, como diga. 

Hablamos luego, coronel. Espero no tener que encontrarme con malas noticias luego de que regresen del frente de batalla. 

— Esperemos que así sea. 

JungKook quitó el teléfono de su oreja, dejándolo en su escritorio. El ministro MyungHee puede ser muy mandón cuando quiere. 

Solo hace un par de horas había tenido una de las mejores rondas de sexo - con un hombre, por cierto-. Ahora estaba allí de nuevo, frente a su escritorio, a casi media noche, meditando lo que haría para no arriesgar la vida de los soldados. El entrenamiento con avionetas tendría que esperar un poco, porque otra vez debían arriesgar sus vidas y, con mucha suerte, regresarían vivos de aquel enfrentamiento. 

Día Siguiente

— ¿Adónde vas, Kim? — JungKook llamó al menor. 

TaeHyung se enteró de que debían ir de nuevo a defender el territorio en la frontera como la vez pasada, así que, como un soldado obediente que es, se alistó como los demás. 

— ¿Adónde cree usted? — Trató de ser lo más normal posible, pero en realidad sus palabras salieron algo toscas. 

— Usted se queda — El mayor enarcó una ceja porque TaeHyung se rió — ¿Qué es tan gracioso? 

— El hecho de que usted me está pidiendo que me quede mientras todos los demás están yendo a quizás una muerte segura — Le dio la espalda al rubio — No me pida que me quede porque no lo haré. 

Su cuerpo dolía como el demonio, pero era soportable. No dejaría que el coronel Jeon le prohibiera ir con ellos. No estaba molesto o algo parecido. ¿Cómo estar molesto con el hombre que te hizo enloquecer el día anterior con una exquisita follada? Pero se sentía irritado en que lo tomaran tan a la ligera. 

¿Ir todos y quedarse él? Era humillante. 

JungKook maldijo miles y miles de veces mientras se montaba en su camioneta negra. TaeHyung se mostró tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada ayer. Ese idiota era tan testarudo que a JungKook comenzaba a fatigarlo. 

— Idiota, imbécil — Golpeó con su palma el volante descargando su rabia.

¿Por qué TaeHyung no podía obedecerlo? 

Lo raro de todo esto era que, hace solo minutos, hablaban y sus ganas de comerle la boca al menor dominaban casi toda la fibra de su cuerpo, el arrebatador impulso de acorralarlo en la primera pared que viera. Porque, mientras TaeHyung estaba tranquilo, JungKook no podía decir lo mismo. 

Y a rogar que no cometa una estupidez en batalla. 

— TaeHyung, ¿en serio estás listo para estar al frente? Ni siquiera controlas tu miedo por las armas y quieres ponerte allí — Jackson se escondió en los arbustos, y detrás de él permanecía TaeHyung — Si yo fuera tú, valoraría un poco más mi vida. 

Kim rodó los ojos. 

— En vez de estar dándome consejos, pon tu vista al frente, que en cualquier momento te pueden volar la cabeza. 

Jackson tragó duro antes de colocarse en su posición, y TaeHyung se fue alejando poco a poco casi hasta la zona enemiga. 

JungKook estaba adentrado en el bosque, puesto que él era el coronel y debía ser el que menos debía salir lastimado. 

Todos muertos antes que él. 

Pero a él no le gustaba esa idea. Aunque todos tuvieran que dar la vida por la paz y seguridad... él no se quedaría escondido tras un árbol viendo cómo todos los demás mueren. 

Así no funcionan las cosas. 

Todos estaban escondidos donde pudieran camuflarse mejor, esperando algún ataque para responder de la misma manera o más fuerte. 

De pronto un disparo. 

Otro disparo. 

Y otro, y otro, y otro. 

Cada vez eran más, y los soldados del Sur comenzaron a reaccionar, disparando a todo lo que se moviera del lado contrario. 

TaeHyung escuchaba los disparos tan lejanos, pero a la vez tan cerca. Podía sentir el aire caliente rozar contra su piel a medida que las balas pasaban cerca de su pequeño cuerpo tembloroso. 

Trató de cargar la escopeta que traía consigo, pero sus manos sudaban y temblaban. Era tortuoso para él estar bloqueado de esa manera: incapaz de poder hacer algo. 

— JiYun — El rubio recargó ambas armas que tenía en mano. El soldado volteó a mirarlo — Necesito que te muevas conmigo. Hay que ir donde está el mediocre de Kim y traerlo antes de que le den. 

El otro solo asintió, un poco desconfiado, pues el coronel Jeon no debería ser visto por los demás, ya que toda su atención recaería en un solo objetivo...  El coronel Jeon JungKook, por supuesto. 

Si lograban asesinarlo, las fuerzas armadas quedarían desamparadas por un tiempo hasta conseguir reemplazo, y eso era lo que los soldados enemigos esperaban: matarlo y no darles tiempo ni para pestañear cuando estuvieran imponiendo autoridad en su territorio. 

Todo sería tan fácil. Solo debían matar al coronel. Pan comido, ¿no? 

JungKook tenía una sonrisita socarrona en sus labios porque, después de tanto tiempo teniendo que resguardarse para guiar a los otros, después de estar tanto sin hacer lo que haría ahora... podía matar a esos hijos de puta como mejor le plazca. 

Tanto tiempo sin sentirse libre, pero ahora podía hacer lo que sea con ellos, y no importaba si salía herido. Él no moriría. 

No hoy. 

Después de tener sus armas cargadas, le dedicó un asentimiento de cabeza a JiYun para salir al mismo tiempo; contra las balas, contra el peligro, contra el miedo, contra todo. 

Las balas no asustaban en lo más mínimo. Al contrario, le sumaban mucha diversión a este juego de "pistolitas", de quién toma la vida de quién primero y quién cae rendido. Definitivamente, JungKook no caería. 

JiYun se quedó detrás del coronel, quien parecía disfrutar de toda la complicada y suicida situación. Estaba soltando disparos como un demente psicópata que había perdido toda humanidad. Pero JungKook, en realidad, lo estaba disfrutando. 

Disparar... 

Disparar... 

Más certero... 

Disparar... 

Matarlos... 

Solo disparar... 

Una y otra vez. 

Los soldados enemigos no tenían ni un poco de tiempo para esconderse o, en estos casos, correr. JungKook se encargaba de ponerlos a dormir tan rápido que ni ellos imaginaron una muerte con tal velocidad. 

Disparaba sin vacilar, dando justo en el blanco. Su objetivo. La sangre chispeaba por todo el suelo de tierra a medida que los cuerpos de los soldados enemigos caían sin vida o a segundos de perderla para siempre. 

Sus brazos extendidos al frente, rectos, apretando fuerte las armas en sus manos para disparar sin detenerse. Su chaqueta estaba recogida hasta los codos, y se podía notar sus venas resaltar en la piel de sus brazos gracias a la presión y fuerza que transmitía al disparar en descontrol. 

Su cabello largo y parte frontal del mismo saltaban abundantes con cada pisada del despiadado coronel, rubio cabello danzante ante una melodía silenciosa dedicada por el viento que acompañaba los disparos y los quejidos de quienes morían. 

Seguía caminando sin parar, y pareciera que, mientras más cerca estaba, nadie podía tan siquiera herirlo. Era sorprendente. Sus movimientos eran casi robóticos y espontáneos, como si supiera dónde le dispararían, y enseguida mataba al cabrón que intentaba matarlo a él. 

Magnífico. 

Los gritos, las balas siendo disparadas, los cartuchos cayendo, JiYun jalando de su brazo para sacarlo de la zona tan peligrosa donde se encontraba para salir corriendo de regreso al bosque, el dolor... 

El dolor en su pierna. 

Ahora es cuando cae en cuenta de que ha sido herido y, a pesar de que no siente que esto pueda matarlo, igual duele, e igual es dificultoso mantenerse en pie. 

— ¡CARAJOS, KIM! ¿QUE NUNCA PUEDES ESCUCHAR CUANDO TE HABLO? — Decía mientras pasaban por su lado y los cubría para que no fueran heridos. 

TaeHyung clavó sus ojos en él. Se veía jodidamente sexy disparando, tan experimentado, que temía que JungKook fuese sacado de una película de acción en Hollywood. 

— ¡Mierda, mierda y más mierda! 

En menos de lo que imaginó, todos los enemigos disparaban hacia ellos sin perder tiempo, pero Jeon era como una máquina de matar, creado para acabarlos sin contemplaciones ni remordimientos. 

Porque JungKook era alguien a quien debían más que simplemente obedecerle y respetarlo. 

Era alguien de quien debían temer. 


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