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Capítulo 34

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—Gracias por recibirnos tan rápido, señorita Durán —comenta Aylin en cuanto nos sentamos. En mi caso, mi cara de «alguien máteme» lo dice todo.

¿Por qué yo?

Durán coloca sus manos sobre el escritorio a modo de entrelazar sus dedos.

—Me dijeron que es una emergencia —dice, viéndonos a ambos.

—Así es, señorita Durán —empieza a explicar Aylin, manteniendo su espalda recta—. Se trata de Benja —Durán me mira con interés—. Llevamos cinco minutos saliendo. Cinco... Cuando descubro —coge un poco de aire. Yo me hundo en mi asiento— que me es infiel.

No puede ser...

—¿Infiel? —Durán tiene que acercarse lo más posible a Aylin para tratar de comprender.

—Así es. Tiene otras, señorita Durán.

Ni cómo hacerla entender.

—¿Otras?

—Muchas otras... Claro que, qué importa —Ahora me mira con indignación—, yo no soy su novia. Al menos no la oficial.

¿Cómo?

—¿O sea que tengo que pedírtelo? —cuestiono, lógicamente.

—Por supuesto —alega ella, cruzando sus brazos sobre su pecho.

¿Qué hice para merecer esto? Muchas cosas, supongo. La lista, para ser sincero, es larga.

—Asumí que, como ya te comportabas como tal, no era necesario —me justifico y tarde me doy cuenta de que le prendí la mecha a la bomba.

—¿Escucha ese tonito, señorita Durán? —me señala Aylin viendo a Paola.

—¿Qué tonito? —me quejo, también cruzándome de brazos.

Ese. ¿Cómo vamos a progresar si me hablas de esa manera?

Así hablo yo, Aylin.

Durán mira de uno a otro como si estuviese contemplando una partida de Ping Pong.

—No siempre —zanja ella—. Debemos ser sinceros con nuestra terapeuta.

—No puede ser —Meto mi cabeza entre mis manos.

—¿Nuestra...terapeuta? —pregunta Durán, parpadeando muchas veces.

—Sí. Mis papás también tienen una.

Eso explica muchas cosas...

La señorita Durán trata de reprimir una sonrisa. —Aylin, yo no...

—Pero mejor hablemos de esas —le corta Aylin.

—Que le escriben a mi hermano, no a mí
—objeto, lo que al instante llama la atención de Durán. Hablé demasiado...

HABLÉ DEMASIADO.

—¿A-Armando? —pregunta, titubeando. Oh, Dios...

—Le voy a mostrar —dice Aylin, todavía sosteniendo mi móvil y entregándoselo a las peores manos que pudo haber encontrado. No. No. No... Ahora sí puso el último clavo a la tapadera de mi ataúd. Armando es pacífico, su mayor virtud es la paciencia; pero tiene un límite.

A regañadientes le explico a Durán cómo desbloquear mi teléfono y procede a mirar todo.

Todo.

—¿Esto... —Hace un gesto con su mano mostrando duda y su rostro indica que posiblemente esté al borde de un colapso nervioso.

Armando me va a matar. Va a cambiar la contraseña de wifi y después me matará.

Y es que iba a eliminar la cuenta ayer mismo hasta que descubrí que una de ellas sabe mucho. Demasiado. Ahora estoy pensando qué hacer.

A. Fingir demencia.

B. Echarle la culpa a Capitán Pantaletas.

C. Huir.

—Según él son amigas de su hermano —explica Aylin, entrecerrando sus ojos en mi dirección.

—Armando es tu único hermano —dice Durán, mirándome como si en el fondo esperara que diga no. Asiento.

Si confirmo que fui yo quien mensajeó con esas lunáticas, Aylin me terminará antes de empezar o, en el peor de los casos, en verdad nos llevará a terapia de parejas. Si digo que fue Armando...

Lo positivo en este caso es que, como actualmente Armando sale con Iara, dudo que le interese mucho la opinión de la señorita Durán. Al menos tanto, tanto... no creo. Puede que todavía le interese poquito, sí, pero poquito.

—Sí... Son amigas de Armando —resuelvo.

Durán, sin poderlo creer, vuelve a poner atención al teléfono.

—Pero... —Está en la etapa de negación y por mi bien espero que no pase de ahí—. Él no se llama Christian. Son sus fotos pero...

—¿Sus fotos? —pregunta Aylin, saltando un poco en su asiento.

—Sí —asiente Durán—. El de las fotos es Armando.

Para confirmar la información, Aylin se pone de pie y rodea el escritorio de Durán para instalarse junto a ella. Ahí ambas ven la pantalla del teléfono.

En clase se enfadó tanto que antes de escuchar razones corrió hasta acá conmigo siguiéndola. Puede que cambie de opinión ahora.

—Oh —exclama, más tranquila y viéndome con un poco de vergüenza. Já. En cualquier caso, que ahora me crea inocente no disminuye mi problema—. ¿Y por qué la cuenta está abierta en tu teléfono —quiere saber—. ¿Tu hermano te lo prestó?

Asiento una vez más. ¿Qué tan rápido irá Durán de chismosa con Armando?

—¿Pero por qué usar el nombre Christian? —pregunta—. Yo estudié con él. No tiene otro nombre.

—Esa cuenta la usa como juego —intento justificar, buscando una forma de salir de esto—. Solo para, ya sabe, ejercitar sus métodos de seducción.

No funciona.

—Pero estás mujeres están enfadadas —exclama Durán, molesta.

—Por eso es que ahora las está ignorando —explico.

—Entonces tú no me engañaste —concluye Aylin, sentándose otra vez a mi lado para jugar con mí cabello. Salí de un problema pero sigo en otro.

La miro de reojo. —¿No?

—Perdón por la escena de celos —se disculpa y hago uso de toda mi fuerza de voluntad para no poner en blanco mis ojos.

Durán me devuelve mi teléfono.

—Ya pueden retirarse —indica mientras empieza a revolver algunos papeles. Busca algo.

—Gracias, señorita —se despide Aylin—. ¿Podemos volver cada semana?

Oh, Jesús...

Durán asiente sin realmente poner atención a sus palabras, está abriendo y cerrando gavetas. ¿Qué busca?

Que no le diga nada a Armando... Que no le diga nada a Armando...

Lo último que le veo hacer cuando salimos de su oficina es relajar su rostro un poco al encontrar una agenda. Espero que el motivo no tenga que ver con nosotros.


Armando

Prácticamente estoy viendo solo la película, Iara no ha dejado de levantarse del sofá para ir al baño o atender su teléfono. Desde anoche se comporta de forma extraña. Le pregunté si se siente mal o pasó algo, pero asegura que no. Aun así su conducta me resulta sospechosa. ¿Tiene algo que esconder?

La conozco poco...

Casi nada en realidad.

Es decir, sé lo que me ha dicho. ¿Hay más? ¿Cuánto más?

¿La estoy juzgando de forma apresurada?

¿Acaso no debí preguntarme todo esto antes de involucrarnos?

Lo que si es cierto es que tuvimos una noche fantástica. En cuanto terminé de reanimar al moco cenamos, bebimos las cervezas light que me quedaban en la nevera, platicamos, bromeamos, y por último, aunque no por eso menos importante, nos fuimos a la cama. Mi cama.

Todo iba bien hasta que hoy por la mañana, al contestar una llamada, se descompensó. Únicamente sé que la persona al otro lado se llamaba Adela. Pero no pregunté, ella debe elegir si quiere decirme.

...

Benja regresa a casa más temprano que de costumbre, usualmente me pide permiso para ir al parque a grabar vídeos... Pero hoy está aquí. Visiblemente ansioso, además. ¿Qué le pasa a todo mundo hoy? Deja caer su mochila y se acerca a mí para saludar. Otra cosa extraña. El moco nunca me saluda.

—¿Todo bien? —pregunto y él respinga al notar que percibo que algo va mal—. ¿Pasó algo con Aylin?

Estoy recordando nuestra conversación de anoche, quizá de ahí venga el problema.

—Eso no importa ahora —dice Benja, limpiando sus manos en su pantalón y tomando asiento—. Prefiero hacerte una pregunta.

—Adelante.

Respira profundamente y parece estar armándose de valor. También luce incómodo. ¿Qué diablos?

—¿Si te interesa mucho la opinión de la señorita Durán? —pregunta—. Antes de responder toma en cuenta que ahora sales con Iara —Lo observo sin dar crédito—. Y debes serle fiel... Muy fiel.

—¿Qué pasa, Benja?

—¿Si te interesa? ¿Verdad que no?

De repente es como si otra vez tuviera cinco años y me estuviera pidiendo permiso para dejarle jugar con agua.

—¿Qué hiciste esta vez? —cuestiono, acomodándome mejor en mi asiento. Percibo problemas.

—Yo nada —responde él, respirando fuerte—. Ella es la que por alguna razón siempre anda pensando mal de ti.

Sacudo un poco mi cabeza. —Benja...

Sin embargo, antes de que pueda responder, escucho a Iara salir de su habitación, recorrer el pasillo y llegar hasta nosotros. Nos encuentra en pleno interrogatorio.

—¿Todo bien? —pregunta al notar que no.

—Benja esconde algo y sabe que detesto eso —indico, lo que le pone incomoda. Abre y cierra su boca al menos dos veces y después me mira con temor. Es en serio, ¿qué diablos le pasa a todo mundo hoy?

—Yo no hice nada —insiste Benja, pero salta al escuchar el timbre de la puerta—. ¡Yo abro! —avisa, corriendo hacia esta. Lo sigo.

Cosa extraña número dos: Benjamín, como el holgazán que es, siempre espera a que yo abra la puerta. En todo caso, al llegar, lo veo respirar más tranquilo al ver que se trata del repartidor de comida china. Le pago al muchacho y regresamos a la sala mientras lo miro con sospecha.

—Te pedí chow mein —le advierto, entregándole un recipiente con comida y un tenedor.

Y me estoy preparando para una pataleta...

Chow mein está genial —agradece, sentándose inmediatamente a comer.

¿Qué?

Cosa extraña número tres: Benjamín nunca hace algo sin renegar primero.

—A ti te pedí rollitos de primavera —digo a Iara que parece salir de un trance cuando nota que esta vez me dirijo a ella—. Una vez dijiste que te gustan —aclaro, asiente un par de veces y se apresura a tomar de mis manos su recipiente. Después, al igual que Benja, se sienta a comer sin pronunciar palabra.

Yo pedí chop suey, es mi favorito desde que Heydi lo pedía todo el tiempo cada que salíamos a comer. Abro mi recipiente y procedo a empezar a comer mientras observo a Iara y a Benja hacer lo mismo sentados en el sofá frente al mío... Ambos únicamente miran su plato al mismo tiempo que, sin pausas, llenan de comida su tenedor y lo llevan hasta su boca. Así muchas veces sin mirarse o mirarme.

Niego con la cabeza y busco con la mirada a Capitán Pantaletas. Está echado sobre otro sofá mirando, una vez más, un punto lejano. No me mira pero si gruñe y me deja ver sus dientes cuando siente mi mirada sobre él. Aún me odia. Hoy por la mañana que quise llenar su plato con croquetas también descubrí que tiene sin comer las de hace dos días. Espero que el paquete con más consoladores llegue pronto. Alguno tiene que gustarle, maldición.

—¿Quieres un camarón? —le pregunto, ofreciéndoselo, pero me lanza un ladrido feroz. Agudo... pero feroz. En definitiva hoy todos se comportan de forma chocante.

Pues no.

Estoy por volver la atención a mi plato cuando de perilla descubro que Iara y Benja están mirándome. Sin embargo, al mirarlos yo de vuelta ambos me vuelven a incomodar cuando sonríen de manera automática. Y no es una sonrisa genuina.

—Alguno de los dos tiene que hablar primero —señalo, dejando caer mi tenedor y haciendo a un lado mi plato.

Ellos se miran el uno al otro.

¿Será el mismo problema? ¿Es distinto? En eso estoy pensando cuando Benja brinca al sentir vibrar su teléfono, se apresura a sacarlo del bolsillo de su pantalón, lo desbloquea y, para avivar más mi incertidumbre, esboza una mueca de dolor y avisa que se tiene que retirar.

—¿Qué? —No puedo creerlo—. No —Me opongo—. Dime qué pasó.

Él se pone de pie. —Cosa de Aylin —intenta justificar.

—Esa no es una explicación, Benjamín. Siéntate y termina de comer —ordeno, sonando realmente enfadado. Hasta Iara me mira con miedo.

No obstante, Benja, pese a todavía verse perturbado por lo que sea que leyó, me hace caso.

¿Me hace caso?

Cosa extraña número... ya perdí la cuenta: Benjamín sin contradecirme. El caso es que termina de comer.

—¿Ya me puedo retirar? —pregunta después de un rato. No dejó ningún fideo o verdura sin comer.

¿Benjamín preguntándome si puede retirarse?

—Sí... Pero ten a la mano tu teléfono —indico al verlo ir a su habitación para sacarse el uniforme.

Miro a Iara, aún no termina de comer.

—¿En serio todo está bien? —vuelvo a preguntarle.

Ella suspira con pesadez. —¿Qué te parece si hoy salimos a comer? —pregunta, tímida.

—Claro.

Asiente y una vez más señala que debe ir al baño. No puede ser... 

De cualquier manera, aunque suene paranoico, en ningún momento la escucho bajar la palanca del váter. ¿Por qué se esconde? En cualquier caso, cuando Benja se marcha me encierro en mi habitación para que no se sienta obligada a acompañarme. Ahí pongo música y me recuesto en mi cama. Después de un rato me quedo dormido.

...

Siento vibrar mi teléfono. Bostezo y lo busco a un lado. Todavía está sonando con soundtracks de películas. Me gusta escuchar soundtracks de películas.

Es un mensaje de Daniel.

Daniel: ¿Todo bien? :) 

¿Qué rayos?

Armando: ?

Daniel: ¿?

Armando: ¿A qué viene eso?

Daniel: ¿Recargo de consciencia por no escribirte más seguido?

Armado: Te llamaría si por algún motivo te necesito.

Daniel: Cierto. 

Daniel: Gracias.

Armando: Sigo sin entender.

Daniel: :)

Otro comportándose extraño.

Miro mi ventana. Ya oscureció... ¿YA OSCURECIÓ? Miro la hora en mi teléfono. 07:19 p.m. y Benja no se ha reportado.

Lo llamo.

Contesta a la primera.

—Benja...

Armando, justo te iba a llamar... —dice, nervioso.

Paso una mano sobre mi cara para alejar el sueño. —¿Necesitas que vaya por ti?

¿Por favor? —Suena como si estuviera al borde de las lágrimas. Pero recuerdo que se trata de Benja. No lloraría por algo simplón. Algo realmente malo le debe estar pasando.

—¿Todo bien? —pregunto en lo que salgo de mi cama y busco mis mocasines.

¿Sí?

—Benjamín —lo regaño. 

Dile que venga —escucho que le pide una voz que no suena a Aylin.

¿Qué mierda? ¿Quién es?

Solo ven... —dice Benja, sonando más cohibido.

—¿Seguro que estás bien? —insisto.

—Su voz suena demasiado aguda—. Sí...

Y una mierda... 

Le pregunto dónde está, cuelgo, termino de ponerme mis mocasines, voy al baño a lavar mi cara y mi boca, salgo, busco en mi armario una camisa limpia, trato de acomodar un poco mi cabello y finalmente salgo de mi habitación llamando a Iara. Está sentada en un sofá de la sala luciendo espléndidamente arreglada y maquillada. Me quedo boquiabierto. ¿Qué...

—Aceptaste salir a cenar —me recuerda.

—Sí —titubeo—. Justo voy por Benja a un restaurante —La miro de pies a cabeza. Wow—. ¿Te importa sí...? —Estoy arrastrando mis palabras. 

—¿Si come con nosotros? No. Al contrario... Me encantaría.

Y aunque ese Me encantaría sonó a amenaza, no pregunto más; quiero llegar pronto con Benja.

Iara no se comporta tan extraña como horas antes, pero aún luce un poco... ¿preocupada? ¿Tímida? ¿Incómoda? Aunque puede ser solo mi imaginación... 

Salimos de la casa, caminamos hacia el coche de mi abuela, le abro la puerta del copiloto invitándola a pasar y después entro yo. Salgo del aparcadero y conduzco hacia Seúl, un restaurante de comida coreana. No lo conozco pero escuchar que Benja está ahí me calmó un poco. Al menos es un lugar donde, supongo, hay gente.

Trato de sacarle conversación a Iara pero me contesta con monosílabos y mira distraída su ventana. Me inquieta no saber qué le pasa, de verdad; sin embargo puede que de eso quiera hablar durante la comida. Espero que sea eso o enloqueceré.

Estaciono el coche en el parqueo de Seúl, bajamos y busco mi teléfono para marcarle a Benja.

—Estoy aquí —le aviso.

Entra.

¿Qué?

Miro a Iara. —¿Comemos aquí? —le pregunto. Ella asiente sin si quiera verme, otra vez luce nerviosa—. Voy —le digo a Benja, molesto por culpa de él, Iara y todo.

Te voy a decir hacia dónde caminar —indica el moco.

—¿Qué?

Solo entra —insiste como si otra vez le estuvieran apretando el cuello.

Trato de avanzar rápido para saber ya qué pasa y Iara me sigue el paso.

¿Ya entraste? —pregunta Benja.

—Sí —digo, de pie en el vestíbulo del lugar. Un mesero me saluda y le hago saber que me están esperando. 

Camina hasta el fondo. Busca el jardín trasero.

Arrugo mi entrecejo. ¿Cómo? —¿No puedes simplemente salir a recibirme?

No —suspira, pasándose de dramático. Aunque puede que en verdad algo suceda...

Me apresuro a avanzar. 

—Ya estoy aquí —digo al llegar al jardín. Es un sitio bonito. 

¿Ves un templo? —pregunta ahora Benjamín. 

Miro en redondo el lugar y lo encuentro. —Sí.

Camina hacia ahí.

—Benja, me estás asustando.

No contesta y avanzo con Iara todavía siguiéndome. 

El templo que indica Benja parece ser una zona exclusiva. Muy exclusiva. Sin embargo, sea lo que sea, me quedo de piedra cuando cruzo la puerta y observo todo. Sí, ahí está Benja...

Aunque luciendo completamente cohibido, sentado en una silla colocada en medio de Daniel y Marco. ¿DANIEL Y MARCO?

Ni siquiera puedo cerrar mi boca. Los tres están en una mesa. Pero eso no es todo, en las sillas continuas se hallan Carolina y Vanesa. ¿CAROLINA Y VANESA? Y TODOS están mirándome con un poco de culpa. ¿Qué mierda pasa aquí?

Y ahí no termina lo extraño: Junto a la mesa está de pie la señorita Durán que, como siempre, luce seria. Aclara su garganta cuando mis ojos se posan en ella y, sin saber qué decir, otra vez dirijo mi atención a mis amigos.

—Hola, Armando —saluda Daniel en voz baja, muy baja.

—¿Qué es esto? —consigo decir. Iara, de pie junto a mí, también luce sorprendida. A punto de desmayarse en realidad.

Al instante la señorita Durán procede a sacar detrás de ella un sobre tamaño carta del que extrae hojas que tienen impreso... ¿Fotos mías? Fotos mías y de coches, yates, vino...

¿QUÉ EN EL INFIERNO... ?

Me acerco a verlas y leo: Christian Calaschi. Abogado, bohemio y solitario en busca del amor. Miro a Paola sin comprender nada, no obstante ella no me ve. Me está ignorando deliberadamente... Eleva su barbilla de forma digna y hace un gesto con su mano a Carolina que asiente y me muestra una hoja que sostiene en sus manos. En esta se lee la palabra: INTERVENCIÓN.

Una vez más miro a todos sin comprender nada. Absolutamente nada.


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¡ESTÁN REUNIDOS TODOS! MUAJAJAJAJAJAJAJJAAJA xD

¿Teorías sobre qué va a pasar? 7u7

Nada más les voy a advertir que el siguiente capítulo es uno de los más HILARANTES que he escrito xD :p Ya me conocen. 

Gracias por todavía seguir a Armando, votar y comentar ♥

Instagram: TatianaMAlonzo

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