Capítulo 25
Benjamín
Es la segunda vez que el profesor me pide que me siente bien en clase, tengo mis piernas completamente estiradas y mi espalda apenas toca el respaldo del asiento. Le lanzo una mirada de Yo a usted no lo respeto, lo tolero y me acomodo de la forma que me pidió. Hazte grande, hombre, que seguramente en tu casa no te dejan mandar. La telaña en el ventilador del techo es más entretenido que tu clase.
Está hablando de Física elemental, sin embargo, aunque lo estoy viendo, no lo escucho. No puedo. No quiero. Es demasiado fácil distraerse cuando tienes tanto en qué pensar: negocios, posibles negocios, temas de...
El sonido de un borrador deslizándose con fuerza sobre papel me distrae, busco el origen y mis ojos caen en las manos de Aylin, sentada en el banco a mi derecha. Está borrando algo que anotó en la esquina de una hoja. Entorno mis ojos e intento ignorarla. ¿Por qué finge que se equivocó en algo? Puedo apostar las nalgas de Armando a que en cualquier momento el viejo le preguntará si su resultado coincide con el de él.
Cada día desde sexto primaria pasó horas preguntándome cuánto falta para terminar con esta tortura. Sólo un par de años más, me intento animar, viendo con odio el calendario. Una vez termine la Prepa seré libre a menos que Armando se ponga más nena y me obligue a entrar a la Universidad. Lo va a hacer, Benja, me convenzo, resoplando audiblemente. Una vez incluso mencionó que le gustaría que también sea abogado.
—¿Pasa algo, Benjamín? —me pregunta el profesor, deteniendo su diatriba al escucharme bufar.
—No, nada —respondo, arreglándomelas para esbozar una sonrisita estúpida—. Por favor continúe deleitándonos con su clase.
Mis compañeros empiezan a reír y el profesor vuelve su vista a la pizarra diciendo: —No te voy a sacar de la clase si eso es lo que quieres.
Mierda. Gracias, señorita Durán.
Siendo ése el caso, y pasando a mi lista de Cosas que no me importan la posibilidad de que me vuelva a regañar, me vuelvo a acomodar en mi banco como si este fuera una silla de playa cuando ya no me está viendo. ¿Cómo es que iba aquella canción?
Quiero hacer cosas imposibles. Cosas imposibles...
El sonido del borrador consigue distraerme una vez más y mi atención vuelve a lo que está haciendo Aylin. Sentado de esta forma puedo ver mejor su cuaderno. Un dibujo. Y parece ser del profesor. Abro con sorpresa mis ojos y tardo un par de segundos en cerrar mi boca. Miren quién decidió pasarse al lado de los malos.
Dibujó en varias esquinas superiores del lado izquierdo de su cuaderno a un muñequito barbón con anteojos. Una caricatura del profesor. Apreto mis labios para no reír mientras ella mira por el rabillo del ojo mi interés y se yergue un poco para darme una mejor vista del dibujo. A continuación sonríe y comienza a impeler las hojas de tal modo que el muñequito empieza a bailar moviendo las caderas. Vuelvo a contener las ganas de reír para no darle gusto y vuelvo mi vista a la pizarra.
Ayilin no baja la guardia y consigue llamar de nuevo mi atención con un carraspeo, la miro otra vez para ver qué quiere y esta vez desplaza las esquinas inferiores de las páginas, que muestran una carita triste llorando. Me obligo a ignorarla totalmente.
—Señorita Shin, ¿tiene la respuesta? —le pregunta el profesor.
Ella busca en su cuaderno y se la da, acertando... como todos los días... como siempre. Es una presumida.
Cuando suena el timbre que avisa que es hora de receso soy de los primeros en levantarme. Hago mi camino entre dos filas de bancos y llego primero a la salida del salón, evitando así codearme con el resto. No los quiero ni tocar.
Tengo mi lugar para pasar el rato, una de las bancas escondidas entre la cafetería y el salón de audiovisuales. Nadie se sienta ahí a esta hora excepto yo. Desde ahí puedo ver casi todo el patío del instituto y también puedo grabar vídeos.
En el camino, pasando por alto mis muecas y miradas de fastidio, se pega a mí Karen, la mejor amiga de Aylin, que está soltando como mil palabras por minuto. ¿Cómo puede hablar tan rápido y aún así no decir nada?
—... y mis papás tienen una casa en Ontiva, que es genial y fuimos todos el fin de semana. ¿Tú sales el fin de semana? Mamá dice que debo salir más porque me estreso fácilmente con las clases y no es bueno para cutis y mi cabello, y los necesito así como que mucho porque quiero ser modelo. ¿Qué revistas lees? Mi meta es ser portada de revista. Mamá ya me está buscando un agente. ¿Sabes dónde puedo buscar un buen agente? De momento sólo me estoy enfocando en ganar más seguidores en Twitter e Instagram, ya tengo veinte mil. ¿Has visto mis fotos en Instagram? Recibo muchos Me gusta por minuto. ¿Me sigues en Instagram? Soy la que tiene más seguidores en todo el instituto. También estoy por abrir un canal en YouTube...
Y por más que la ignoro sigue hablando y hablando...
—¿Crees que sería buena YouTuber? Hablar no es un problema para mí. ¿Me has visto exponer en clase? Los profesores siempre me felicitan...
Y eso es lo malo de hacerle creer a alguien que es genial cuando no lo es.
—¿A qué YouTubers sigues? ¿Cuál es tu favorito? ¿Alguna idea para nombrar a mi canal? Porque si te había dicho que quiero tener mi propio canal, ¿cierto?. Aunque no estoy muy segura de sobre qué quiero que sea. ¿Maquillaje? ¿Moda? No, ya hay muchos así. Quiero algo diferente. ¿Has visto el de Aylin? Es genial, pero yo quiero algo como que más random y que todos digan "Wow, Karen es genial". Aunque mamá dice que puedo generar envidias, algo así como haters. Igual yo le dije que eso es de cajón y que ya tengo unos tantos. ¿Me sigues en Twitter? Ahí ya tengo.
Y yo soy uno de ellos.
—Me pusieron de apodo la cotorra. ¿Puedes creerlo? Malditos haters. Los detesto.
Y sigue y sigue y sigue.
Cuando llego a mi banca ya habló sin parar por lo mejor dos minutos. Tomo asiento, con desagrado la miro sentarse frente a mí y saco de mi bolsillo mi móvil y mis auriculares para enviarle un mensaje claro: Eres guapa, pero no te soporto. Largo.
Karen es diferente a Aylin, sobre todo el lo físico. Aylin es pálida y tiene el cabello largo, muy negro y muy lacio, por ser de ascendencia asiática. Karen es Karen con su cabellera rojiza y piernas de flamingo con anorexia. Porque una cosa es tener piernas de flamingo y otra de flamingo con anorexia.
—El otro día fue a caminar a un centro comercial y me quedé un rato viendo zapatos y ropa de playa solo por si me veía algún agente. ¿Sabías que a Naomi Campbell la descubrieron en un centro comercial? Yo quiero lo mismo. Aunque mamá dice que también debería hacer algún casting para aparecer en alguna película, insiste en que mi meta no solo debe ser aparecer en Vogue o modelar para Victoria's Secret, Tiffany, Hermès, Fendi o Helena Rubinstein.
Con suerte consigue trabajo como colocadora en Zara.
—¿Has escuchado de los influencer? Le dije a mamá que si consigo suficientes seguidores en redes sociales mi carrera puede despegar de esa forma y, wow, las mismas marcas me van a buscar. ¿Sabes quién es buen influencer? En mi opinión...
Cuando subo todo el volumen a la música esa voz chillona es sólo un mal recuerdo.
Si un amor cayó del cielo...
Si me concentro suficiente en la canción no escucharé nada a Karen.
No pregunto más
En mis sueños nunca pierdo
La oportunidad.
Ella hace una señal para que me saque los auriculares y le doy a entender que no lo haré. Ni muerto. Junta sus manos como si estuviera suplicando y, asumiendo que por fin irá al punto sobre lo que realmente me quiere decir, me saco los auriculares y le doy de mala gana una última oportunidad.
—Ya sé que no te gusta hablar con nadie —empieza, adoptando un tono paciente que sólo me enoja más—, y no es que acepte que eso me incluye a mí, pero le prometí a Aylin que iba a investigar si todo está bien entre tú y ella. Ya sabes que es amiga. Casi mi mejor amiga. Es un poco intensa con esto, ya sé, pero comprende que como que no te olvida. No es como que hayan sido pareja o algo, pero si te quiere, creo. Yo le dije que debe darte espacio, que no eres como los demás chicos y que necesitas tiempo. Yo sé que tú ya no la quieres. Te veo y como que siento que quieres cambiar página y lo comprendo. Yo tampoco quiero saber nada de mi ex. Nos parecemos bastante, ¿viste? Con esto no digo que Aylin sea tu ex. Por ello, creo, que no está mal si te digo que si quieres hablar, salir o escribirte con alguien que no sea tan, ya sabes, pues acá estoy yo y... Creo que me sigues en Instagram y tienes mi número...
Comienzo a acomodarme otra vez los auriculares y Karen empieza a hablar más alto y más rápido, consciente de que no volveré a darle mi sagrada atención.
—O puedes necesitar más tiempo, digo...
Quiero hacer
Cosas imposibles
Cosas imposibles...
El sonido de la canción de Cerati vuelve a ser lo único que entra por mis oidos y veo a Karen alejarse de mal humor. Aylin no la envió, lo tengo claro. Ella es de las que pelea sus propias batallas y de ninguna manera se expondría de esta forma. No me queda la menor duda de esto cuando, esquivando a más de nuestros compañeros, veo a Karen llegar hasta Aylin, que le mira con horror. Se acaba de dar cuenta que la cotorra vino a hablar conmigo. No puedo escuchar lo que dicen, pero si puedo ver que Aylin me señala, creyendo que lo hace disimuladamente, y hace gestos de reclamo. Karen luce tranquila y empieza a intentar calmar a Aylin, que pasa ambas manos sobre su cara y gira sobre sus pies, mostrándose preocupada. Querrá saber qué me dijo Karen. Mujeres.
Y todo va bien de mi lado hasta que la señorita Durán, plantada en una esquina del patio, se percata de la actitud de las chicas y camina hasta ellas para preguntar qué pasa. Ay no. Las tres me miran, hablan y finalmente Durán, con actitud demandante, empieza a hacer su camino hacia mi.
Mierda.
Cuando está cerca me indica con gesto que debo sacarme los auriculares y lo hago, aunque para manifestar mi molestia dejo escapar un resoplido.
—Ya sé que te enfada que te interrumpa... —empieza, procurando no elevar su tono. Le quiero soltar un No me diga, pero con eso solo conseguiría que mis castigos pendientes lleguen hasta el año 2040 e igual ella hablaría. Así que mejor la escucho—. Pero ya hablamos sobre tu forma de tratar a tus compañeros, y compañeras también, pero en este momento el tema es tus compañeras.
—Ni siquiera les hablo —me defiendo.
—Y ése es el problema.
Quién en el infierno les entiende.
—¿Me va a obligar a hablar con alguien?
—No —La señorita Durán cruza sus brazos sobre su pecho—. Lo que quiero es que te esfuerces en no irte a los extremos. Convivir con tus compañeras no es ponerles apodos, decirles majaderías o reírte de lo que dicen, Benjamín. Pero tampoco está bien ignorarlas.
—No puede obligarme a hablar con alguien que no me cae bien —insisto.
Durán acorta distancias y se planta lo suficientemente cerca de mí para colocar su mano sobre mi hombro. Oh, no.
—Claro que no puedo obligarte y no es esa mi intención —dice, queriendo aparentar que me entiende—, pero si quiero intentar cambiar tu forma de ver las cosas y que la experiencia en el instituto no sea tan mala. Porque eres tú el que la hace mala, Benjamín. ¿Acaso no esperas el día en el que por fin sonrías por estar aquí?
—Claro, último día de clases le llaman.
—No me refiero a eso —dice, otra vez sonando demandante—. Y como no quiero quitarte todo tu tiempo de receso, solo voy a insistir y te voy a invitar otra vez a que compartas con tus compañeros y compañeras. Conócelos. Acércate a ellos. Debe haber al menos uno que te caiga bien.
—Está ese mudo de segundo...
—Que no seas majadero y no lo llames mudo —me regaña—. Yo sé que Armando no es el mejor ejemplo, pero se esfuerza. Le pedí que hablara contigo y te dedicara tiempo...
No puedo evitar echar hacia atrás mi cabeza para manifestar que mi enojo va en aumento. —Eso explica por qué está tan nena.
—Y por favor no uses el término nena para referirte a alguien que se queja o se preocupa —zanja, por cuarta o quinta vez en lo que va del año.
—¡Pero si eso es lo que acaban de hacer Karen y Aylin!
—Ellas no se quejaron, yo les pregunté —dice, defendiéndolas. Ay, ajá—. Sabes bien que le prometí a tu abuela ver por ti...
—No. No. No —digo y niego con la cabeza hasta que le hago callar—. No mencione a mi abuela.
La mirada de la señorita Durán se suaviza un poco. —¿Cómo voy a ayudarte si no quieres hablar?
—¡Dejarme en paz es una buena manera de ayudarme! —digo, terminante, y me levanto de la banca decidido a irme. Afortunadamente Durán no insiste en hablar y tampoco me detiene.
Cruzo el patio esquivando miradas entrometidas, sin embargo busco los ojos de Aylin.
—Ahí estás —musito, cuando descubro que también está mirándome. Está con sus amigas, entre ellas Karen. El zoológico le llamo a todo ese grupo.
Su mirada es de aflicción pero la mía es de odio. ¿Ves? Por tu culpa Durán fue a buscarme. Te odio Aylin Shin. Te odio.
Te odio.
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https://youtu.be/kNvTIyNpYSE
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