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Capítulo 24

Iara

¿Cuánto tiempo tengo antes de que me descubra? Le di mi nombre real. Y es que lo he pensado y quiero verle con dignidad cuando llegue el momento de confrontarlo. 

Soy, Iara Lécuyer, Armando. Periodista. Y te tengo. Te he descubierto. ¿Por qué finges ser alguien más? 

No tengo un plan en concreto para llegar a ese punto. Avanzo conforme las cosas se dan. Armando es un buen tipo... deduzco hasta ahora, aunque claro, sé poco de él en este punto. Supongo que podría saber más si le entrevisto. Lo que no quiero es mentiras. Porque, a mí parecer,  algunas cosas parecen mentira. Y basta de máscaras y mentiras. Quiero saber cuál es la verdad entre el Calaschi que publica en Instagram y el que, en este momento, cuando salgo al pasillo, veo discutir con un chihuahua. 

Armando está de rodillas frente al perro, sosteniendo el dildo en una mano, mientras este le está dando la espalda. 

—Vamos, juega con él —ruega, pero el chihuahua ni siquiera se digna a mirarlo—. Es casi igual. Casi igual —insiste, enfatizando sus palabras. No puedo evitar reír un poco. 

Tendré que darle la duda razonable sobre si el objeto realmente pertenece al perro.

—Hey —saludo y Armando se incorpora, escondiendo tras de él la mano que sostiene al dildo. 

Oye, amigo, ya lo vi. 

—¿Todo bien? —pregunta, sudando un poco. Realmente le preocupa lo que yo piense de él, asumo.

—Todo bien —digo, rodeándole. El también gira sobre sus pies para que continuemos cara a cara y no descubra el dildo. Una vez más contengo mis ganas de reír—. Esta casa tiene un ambiente agradable. Tan agradable que lo lamentaré mucho cuando tenga que irme. 

—Quédese todo el tiempo que necesite —invita, sonando caballeroso. Cualquiera en mi lugar pensaría que este tipo es perfecto—. Benjamín y yo no somos muy hogareños pero intentaré que se sienta cómoda. Casi siempre pedimos pizza o hamburguesas, pero podemos ir al supermercado si quiere comer saludable.

Últimamente sólo como porquerías, pero comer saludable suena bien. 

—Soy más o menos buena cocinado. Puedo intentar preparar algo para ustedes en agradecimiento.

—Eso suena bien.

O puedo empezar con mi trabajo.

—También me gustaría ayudarte con Benjamín —digo, bajando el tono de mi voz. El chico no está en casa pero es mejor no correr riesgos.

—¿Qué propones? —pregunta Armando, realmente interesado. Es evidente lo desesperado que está por recibir un poco de ayuda con esto. No es papá, no sabe criar chicos. Yo tampoco sé de crianza, pero sé investigar. 

—Soy psicóloga —le recuerdo—. Quizá podría...

—La señorita Durán ya lo está ayudando en ese aspecto —me recuerda, consiguiendo que aprete mis dientes.

Cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a la otra. No me agrada Paola Durán desde que me echó del instituto. 

—Pues no está haciendo bien su trabajo —señalo, tratando de mostrarme objetiva—. Aún no sabemos qué le pasa a tu hermano —Armando quiere decir algo. Algo para defender a Durán, pero no le dejo—. Tiene su propia habitación, ¿no? —digo, mirando las puertas que componen el pasillo—. Podemos investigarlo.

Armando abre mucho su boca y balbucea antes de hablar. —No me parece correcto invadir... —Aunque parece pensarlo mejor y su semblante cambia de reflexivo a molesto—. ¿Sabes qué? Él me graba y se entromete en lo que hago. Está bien, veamos qué esconde.

¡Bingo!

Mi fin, en este caso, es averiguar más cosas de Armando a través de Benjamín, utilizando a Benjamín, por lo que mostrar interés en el chico da resultado.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunto, siguiendo a Armando cuando abre la puerta de la habitación de Benjamín. Una habitación que huele a queso. 

... aunque no creo que sea queso. 

—Tres horas.

Tres horas. 

No veo a Armando muy cómodo o seguro de querer fisgonear, pero se esfuerza. Mi plan para que no se eche para atrás es preguntarle qué tanto le ha hecho Benjamín. Eso le mantendrá enfocado y molesto. Muy molesto. Abre cajones, el armario, revisa debajo de la cama... de donde empieza a sacar calcetines. Calcetines sucios.

Ya decía yo que no era queso. 

—Oh Dios —bufa, tomándolos con dos dedos. De esa forma saca un calcetin detrás de otro hasta juntar quince o veinte—. Llevaré esto a la lavadora, regreso en un segundo —se disculpa, saliendo a toda prisa de la habitación mientras yo continúo revisando entre papeles que parecen tareas inacabadas. 

Cansada y ansiosa por encontrar información importante, miro en redondo todo hasta que mis ojos finalmente se posan sobre un ordenador rodeado de vasos vacíos, cajas de pizza y demás basura de comida rápida. Cojo la silla delante de este, la acomodo y tomo asiento.

—Enciende —le digo, presionando el botón de encendido y apartando un poco de basura—. Que no tenga contraseña, que no tenga contraseña, Dios. Que no tenga contraseña... —empiezo a rezar viendo primero el logo de Windows. 

Y no. No tiene contraseña. Asumo que no la necesitaba al vivir únicamente con su abuela. Pero ahora está aquí Iara Lécuyer. 

—¿Por dónde empiezo, Cielo santo? —me digo, viendo detenidamente lo que el chico tiene en el escritorio, y como usualmente lo más interesante está en la Papelera de reciclaje, empiezo a husmear ahí para hacerme una idea sobre qué debería buscar primero.

Vídeos. A este chico le gustan los vídeos. Memorizo el nombre de algunos y con eso comienzo a buscar archivos que no haya eliminado. Además de la vieja confiable carpeta de Archivos temporales e historial de búsqueda. Ése es el paraiso de un buen stalker. 

Tras media hora de investigación, cotejando lo que encontré en el historial de Google, YouTube y Gmail, puedo concluir tres cosas:

1. A Benjamín no le gusta hacer tareas y es defensor entusiasta del Copy Paste.

2. Es bulleador/troll profesional.

3. Ama las matemáticas.

Esto último no me lo esperaba. Amor. Por. Las. Matemáticas. ¡Puaj! Es eso o está enamorado de Aylin Shin. Una chica que sube a YouTube vídeos enseñando cómo resolver problemas de álgebra y aritmética. Lo segundo me parece lo más meridiano.

Así que estás enamorado, Benjamín.

Nada revela más de una persona que sus historiales en internet, pero de igual forma encuentro buen material en el ordenador. Muchas carpetas con vídeos dentro.


Armando

No puedo reclamarle al Moco tener tantos calcetines bajo su cama porque se supone que no debo entrar a su habitación sin estar el presente, por lo que al terminar de guardar todo dentro de la lavadora la activo y saco más prendas de vestir que tengo en la secadora. 

Agradezco que Iara me ayude con Benjamín. No sé cómo llegar a él de otra manera que no sea a la fuerza. Además, quizá eso le distraiga y olvide el incidente con Capitán Pantaletas. Ir al supermercado también es buena idea. Debo mostrar la apariencia de un hombre normal, por lo que pondero hablarle más sobre mi faceta como abogado. Pensando en eso reviso y doblo cada prenda hasta que recuerdo que estoy distrayéndome y dejé a Iara sola en la habitación de Benja. Ay no. ¿Y si encuentra algún otro objeto vergonzoso? Sumemos a eso que tampoco está bien confiar en un extraño. 

Dejo sobre la lavadora mi ropa y  hago mi camino de vuelta a la habitación de Benjamín. Nada de preocuparse, la puerta está abierta. Aunque mi desconcierto va en aumento cuando entro y la veo ocupada con el ordenador. Se ve absorta mirándolo. ¿Qué encontró?  Sólo deduzco que está viendo un vídeo grabado en el instituto. Carraspeo un poco para que se percate de que volví, sin embargo me ignora y se toma su tiempo para volver su atención a mí. Eso no me lo esperaba. 

—Bingo —es lo primero que dice tras un minuto y baja el volumen al vídeo para a continuación finalmente verme. 

—¿Bingo? —repito. 

—Creo que sé que le pasa a tu hermano.

—Llevas una hora aquí —río, nervioso. ¿Quién es? ¿Sherlock Holmes?—. No puedes haber...

—Todo está en su historial de YouTube y esta carpeta —explica, señalando con un gesto casual la pantalla del ordenador.

—¿Cómo entraste a su cuenta de YouTube? —pregunto, asombrado mientras me acerco al ordenador para ver. ¿Es un hacker?

—Es su ordenador, la tiene abierta —explica—. Todas sus cuentas en redes sociales están abiertas. 

No puedo evitar resoplar. ¿El Moco no cierra sesión? O confía mucho en mí o sabe que soy tan bueno investigando como buscando pareja. 

Iara se levanta del asiento y me pide que ahora sea yo quien lo ocupe. Quiere que de toda mi atención a un vídeo. Le hago caso y espero a que me explique. Ella coge el ratón del ordenador y empieza a dar clics, guiándonos hacia el material que encontró. 

—Dentro de esta carpeta está la mejor información —explica—. Hay muchos vídeos. Lo que más hace tu hermano aquí es editar vídeos. En sus Archivos temporales hay ediciones de ellos más que cualquier otra cosa.

—No olvides que con eso hace dinero —le recuerdo y ella asiente. 

Mientras me explica está más o menos recostada sobre mí, lo que me permite tenerle cerca. Bastante cerca. Wow, realmente es bella. ¡Concentrate en tu hermano, Armando!, me digo obligándome a sólo ver la pantalla del ordenador. Esto no es sobre tí, es sobre Benja. 

Lo siguiente que descubrimos es que las carpetas en el escritorio están ordenadas de forma extraña. 

—Tienen un nombre pero dentro tienen otra cosa —explica Iara—. Por ejemplo, esta que tiene el nombre Abuelitas —señala—, dentro tiene vídeos de Capitán Pantaletas, y la que tiene por nombre Capitán Pantaletas, dentro tiene lo que parece un concierto. 

Leo los nombres de las carpetas archivadas: Material especial, Tareas, Opiniones, Señor con cara de perro, Perros, Un trasero enorme, Música, Peleas graciosas, Discapacitado cantando, Señorita Durán, Gatos graciosos para YouTube, Caídas, Vecinos, Armando, Familia, Aburrido, Aburrido II, Aburrido III, Vídeo tutoriales, Ediciones sin terminar, Basura, Basura II, Basura III, Basura IIII, Basura V, Basura VI.

Hay una carpeta en especial que lleva por nombre Cosas de la iglesia que tiene porno dentro. Por Dios, Benjamín

Pero Iara tiene razón, si entro a la carpeta Vecinos, ahí encuentro tareas de Benja. Tareas mal hechas, por cierto. Los vídeos y fotos de nuestros vecinos están, por el contrario, en Vídeo tutoriales y los Vídeos tutoriales en la que tiene por nombre Señorita Durán. Me da curiosidad ver qué tiene Benjamín de Paola, pero no sé en cuál carpeta buscarla. Además Iara la ignora. 

—En Basura VI está el motivo por el que Benja es como es —dice, llevándome ahí.

—¿En serio? —pregunto, mirándola con asombro. En serio es buena haciendo esto.   

—Sí, revisa por fechas esa carpeta —me anima, señalando Basura VI, y lo hago. Hay más vídeos. Hay por lo menos veinticinco vídeos—. Da play a... —Iara empieza a buscar—. Este. Aquí. Este es el que debes ver primero. 

El vídeo empieza mostrando el rostro de un chico que tiene el mismo uniforme que Benjamín usa en el instituto, lo que por obviedad nos lleva a concluir que se trata de un compañero suyo. En el fondo se escuchan risas y a Benja decir, molesto:

Dame mi teléfono.

Estrecho mis ojos y arrugo mi frente mostrando a Iara mi extrañeza. Esto no puede ser bueno. 

No te voy a dar nada —dice el chico, riendo, y coloca al teléfono a modo de que esta vez grabe a Benjamín. En el trayecto pude ver que están en un salón de clases.

¡Dámelo!  ¡Dame el puto teléfono! —vuelve a pedir Benjamín y las risas al fondo aumentan. Son sus compañeros de clases riéndose de él.

Empieza a leer, Seco —pide el chico a otro y acto seguido direcciona el teléfono hacia este. El tal Seco está de pie frente a la pizarra y tiene en sus manos otro teléfono móvil. 

Primero vamos a explicar a los demás qué es esto —dice Seco, conteniendo sus ganas de reír mientras los demás se empiezan a chitar entre ellos para escuchar mejor qué dirá—. ¿Sabían que tenemos de compañero a un poeta?

¿Un poeta? —pregunta el que carga el teléfono de Benjamín y graba esto, exagerando por mucho su sorpresa. 

¡Son unos imbéciles! —les grita mi hermano y camina hacia Seco para tratar de arrebatarle el teléfono. No lo consigue. 

—Benjamín publica poemas en una red social utilizando un seudónimo.

¡Yo no escribí nada! —estalla Benja dirgiendo un segundo su mirada hacia el resto de la clase. Iara pone pausa al vídeo. Está comenzando y ya estoy preocupado. Muy preocupado. 

—¿Escribe poesía? —me pregunta, respirando con pesadez. Creo que también está preocupada por Benja. 

—Antes —intento recordar—. Bueno, mi abuela me lo comentó y para leerle abrí una cuenta en donde publica... o publicaba. Wattpad. Así se llama el sitio —Busco mi teléfono y abro Wattpad para buscar la cuenta en la que Benjamín publica sus poemas. Ya no está—. Creo que la eliminó —digo, mirando a Iara volver la vista al vídeo.

—No me sorprende —dice, y asumo que su tono de preocupación se debe a que ya vio completo el vídeo. 

—Cambió a Wattpad por YouTube, supongo.

—Sólo te diré que tras pasar por esto —Ella señala el vídeo en pausa— tu hermano aumentó su actividad en YouTube. El 90% de lo que ha publicado ahí fue después de esto.

El vídeo continúa y mientras Seco anuncia que empezará a leer el chico que graba aumenta el zoom en dirección a una chica. La misma chica que vino a buscar a Benja ayer. Aylin. La cara de ella es de preocupación. Está negando con la cabeza y le pide a Seco que deje en paz a Benja.

Aylin —empieza a leer Seco—. No hay número par o impar que me sirva para enumerar mis razones para quererte, sólo me puedo valer del infinito... Realmente eres cursi, Benja. 

Recuerdo ese poema. Aunque no empezaba con "Aylin". Benja no colocó ningún nombre en los poemas. 

Veo a Aylin ponerse de pie para caminar hacia Seco. Pero no es necesario. Benjamín se las arreglas para golpearle, arrebarle el teléfono y a continuación le veo venir para también recuperar el suyo de las manos del chico que está grabando.

¡Dame mi maldito teléfono! —reclama Seco mientras más risas estallan en la clase.

¡Búscalo en tu trasero, animal! —protesta Benja, saliendo a toda prisa de su clase con su teléfono todavía grabando. Aunque este ahora sólo enfoca el piso y parte de los zapatos de Benjamín. 

—No ha terminado el vídeo —dice Iara. 

Las risas todavía se ecuchan a lo lejos, pero el resuello de mi hermano es más audible. No parece estar llorando. Por el contrario, se escucha cabreado. Muy cabreado.

Sus pasos son cada vez más lentos y permiten escuchar otra vez el abrir y cerrar de la puerta.

¿Benja? —escucho que pregunta la que reconozco como la voz de Aylin. Benja no le responde—. ¡Benja! —le llama. 

Ahora veo a mi hermano volver un poco sobre sus pasos. —¿Y tú qué mierda quieres? —le gruñe, conteniendo mucha ira.

Aylin no habla inmediatamente. —Yo... Es que... —La voz de la chica se escucha temerosa. 

—¡Largo! 

—¿Qué mierda le pasa al Moco? —exclamo, colocando mis manos sobre mi cabeza—. Así no se le habla a una mujer.

—Sigue escuchando —pide Iara.

¡Benja! —vuelve a llamar Aylin y a continuación se escucha algo metálico caer con fuerza. 

Ahora veo a mi hermano correr. ¿Dejó a la chica hablando sola?

Sus pasos vuelven a aminorarse cuando se percata de que el teléfono continúa grabando. Maldice, lo cambia de posición y ahí se detiene el vídeo.

—No puedo creerlo —musito, colocando mis dedos sobre mis sienes.

—Y hay más vídeos sobre Aylin —dice Iara, cogiendo el ratón del ordenador para desplazar el puntero—. Hay muchos, Armando. 

—¿Acosan a Benja en el instituto? —quiero saber. Eso no. Eso no, Dios...

—En realidad se vengó. Creo que es una guerra sin cuartel entre él, Seco y otros. 

—Bendito Moco —digo, viendo a Iara dar clic sobre otro vídeo. 

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¿Qué tal? xD

¿Si recordaban que en Vanesa entre líos Armando menciona que su hermano escribe poemas? Espero que sí. 

El siguiente capítulo lo narra Benjamín c: 

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