Tengo sentado frente a mí a un hombre que se ha disculpado cinco veces por haber llegado tarde y que me ha animado a pedir lo que quiera de la carta. Aprovechando la oportunidad, ya que tengo que ahorrar dinero, ordeno una porción de nachos con mucha carne y queso.
Usualmente, cuando estoy en una cita, para dar una buena impresión, pido ensalada y agua con gas... Pero mis intenciones con Armando no irán más allá de una relación casual.
—Es una pena que no podamos pedir algo más sofisticado —dice, pidiendo para él una hamburguesa y una soda.
—Es un bar, supongo que el anfitrión prefiere que las cosas se den de forma casual.
No es como si esto fuera una cita romántica. Una primera salida en un bar me parece adecuada.
—Tiene razón.
Claro que tengo razón, yo siempre tengo la razón.
Armando coge con nerviosismo la pajita de su soda e intenta beber de esta. Pensé que trataba con un hombre seguro de sí mismo, yo he tenido que llevar la conversación.
—Así que es abogado...
—Sí... Me especialicé en Derecho laboral —sonríe. Eso es nuevo—. Soy parte del Bufete S&T Asociados.
—Creo que he escuchado hablar de él... —digo, tentativamente, en tono un tanto cómplice. ¿Tendría demasiada suerte si revela haber formado parte del caso Saviñon?
—Estamos por todos lados —Armando le resta importancia a sus palabras, no quiere decir mayor cosa sobre el bufete—. ¿Usted se dedica a...?
—Psicóloga educativa.
Eso le dije a la chica que me inscribió. Tenía que dar datos que congeniaran con lo que, supongo, dijo Paola Durán a la hora de inscribirse.
—¿Trabaja en el campo de la docencia?
No, qué horror.
—Sí... —miento—. Formo parte de una consultoría que mide el rendimiento educativo actual a nivel nacional.
¿De dónde me salió eso? Hoy estás creativa, Iara.
—Suena interesante.
—Suena más interesante lo que hace usted —lo halago y Armando sonríe abiertamente. Quiero que nuestra conversación trate sobre él.
Somos la pareja dieciséis de acuerdo al registro de participantes inscritos, gracias a mí estamos sentados en una de las mejores mesas. El bar está ambientado con música instrumental, y aunque estamos bebiendo y comiendo barato, tengo que hacer que funcione y ganarme la confianza de Armando.
—¿Tiene familia?
—Un hermano —dice—. Él es lo más cercano que tengo.
—Oh. ¿Él ya tiene familia?
—Qué va —Armando ríe un poco—. Aún es adolescente.
Creo que acabo de encontrar el tema de conversación adecuado para saber más de su vida personal.
—Adolescencia... Hormonas... Los dos sabemos lo difícil que es pasar por eso.
—Ni hablar. Recién lo visitó una chica que parece haber tenido algo con él y... reaccionó mal... —La mirada de Armando se torna esquiva un segundo—. Aunque no sé por qué le estoy contando eso.
—Sólo dejemos que la conversación fluya —digo, alentándolo a continuar hablando—. ¿Su hermano ha tenido novia?
—No que yo sepa.
Apoyo mis codos sobre la mesa, entrelazo mis manos y apoyo mi barbilla sobre estas. —¿Qué edad tiene?
—Quince.
—A esa edad por lo menos ya le atrajo alguien.
—Eso es seguro...
Armando se distrae en sus pensamientos, pero regresa instantes después. Aún luce tímido. Guardo silencio para que esta vez sea él quien hable, pero en lugar de eso se pone a jugar con una papa frita en su plato y mira de forma distraída le mesa en la que está sentada Paola Durán. Lo veo trastabillar, sudar un poco y hasta suspirar... hasta que finalmente habla:
—Lamento si la estoy aburriendo.
—¿Por qué piensa eso?
Él me mira de forma tímida. —Las palabras no se me dan fácil cuando estoy con alguien que acabo de conocer...
A mí tampoco, Armando.
—Finjamos que ya nos conocemos —propongo y le pido volver a estrechar nuestras manos—: Armando, tanto tiempo sin vernos —digo, de forma más jovial—. Soy Iara de la universidad, ¿me recuerdas?
—Eso creo... —dice él, intrigado por mi actitud relajada—. ¿Qué gusto de verte?
Vuelvo a apoyar mi barbilla sobre mis manos. —¿Qué has hecho todos estos años?
—Me gradué y empecé a trabajar en el bufete S&T —repite. Le gusta decir eso como símbolo de estatus.
—¿Y qué has hecho aparte de eso?
Armando mira sus manos como si estuviese preguntándose lo mismo. ¿No sabe qué ha hecho todos estos años?
—En realidad... no lo sé —confirma, sonrojándose levemente—. Al parecer mi hazaña más grande ha sido entrar a ese bufete y fracasar en el amor dos veces mientras tanto... Por otro lado, asumo que usted si tiene mucho que contar sobre qué hizo el tiempo que estuvimos alejados.
Levanto un poco mis cejas. —¿Qué hice después de salir de la universidad?
—Ajá.
—Trabajé para una revista.
—¿Una revista?
Oh, no, se asomó un poco la verdadera Iara.
—Educativa —miento—. Nada importante en realidad.
—¿Y qué hizo además de eso?
Veamos... —Me enredé con un par de tipos. Uno le huía al compromiso y el otro... supongo que al final no resultó ser mi tipo.
—Ajá... ¿y qué más hizo?
Abro mi boca levemente, dejo de entrelazar mis dedos y sacó un poco más mi pecho... pensando. Sí, ¿qué hice además de trabajar cual esclava y fracasar en el amor ridículamente?
Nada.
—¿Iara? —pregunta Armando, cuando tardo en responder.
Pero nada sale de mi boca. Oh, Dios mío, he fracasado más en la vida de lo que estaba consciente. Moriré vieja... y sola... Mi vida girará en torno a la del resto de mi familia y Felicia. Asistiré a despedidas de soltera y me preguntarán "¿Y tú para cuándo?", me animarán a luchar por el ramo de novia al final de las bodas y ni hablar de los Baby Shower o fiestas de Fin de Año, atragantándome con uvas en lugar de darle el beso a alguien.
Los ojos cetrinos de Armando continúan fijos en mí. —¿Iara... estás bien?
Sumado a todo eso, ni siquiera soy buena cuidando gatos o conservando empleos más de medio año. ¿Viviré del gobierno? Y ni dinero para viajar tengo. Hola, soy Iara y soy una fracasada.
Alzo mi mano manteniendo mi vista en dirección a Armando y el mesero viene rápido.
—Un whisky en las rocas, por favor.
Armando parpadea un par de veces y añade otro whisky al pedido.
—¿Todo bien?
—Creo que nuestra conversación reveló más de mí de lo que necesitaba.
—Si le hace sentir mejor, yo también estoy en medio de una crisis —Al instante parece arrepentirse de haber dicho eso—. Ya lo arruiné otra vez —añade, sin dejar de mirarme.
—¿Por qué?
Armando sonríe triste. —Se supone que tenía que mostrarle "lo mejor de mí" y ya me puse a decir cosas que no debería.
No sé qué decir sobre eso. En realidad no sé qué decir respecto a nada. Me preparé mentalmente para tratar con un megalómano, arrogante y presumido... no este tipo.
Me quedo sin palabras, por lo que, buscando una ruta de escape, aviso que iré un momento al tocador.
Antes de virar hacia el lugar en el que me indicó un mesero que está el tocador, miro sobre mi hombro hacia donde está sentado Armando. Él sacó su teléfono móvil y está mensajeando. Me pregunto con quién o quiénes y si estará comentando qué opinión tiene respecto a mí.
Entro al cuarto de baño y me encierro en un cubículo. Necesito la opinión de Felicia. Busco en mi escote y saco de este mi móvil.
Yo: S.O.S
Felicia: ¿Ya te presumió cuántos yates y casas tiene?
Yo: Todo lo contrario... Se comporta como un fracasado.
Felicia: ¿Será una estrategia? Tal vez intenta provocar lastima.
Yo: ¿Causar lastima es una técnica de seducción?
Felicia: De chantaje y funciona con mujeres débiles. Tú mantente alerta.
Felicia tiene razón. No había pensado en que Armando puede estar buscando encontrar mi lado sensiblero.
Yo: Sabía que necesitaba tu opinión.
Felicia: ;)
Felicia: ¿Al menos es guapo en persona?
Me tomo mi tiempo para conversar unos minutos con Felicia y al salir del baño, camino de vuelta a la mesa, observo detenidamente a Armando. ¿Guapo? Bastante promedio si me permiten opinar, aunque tiene una mirada que te hace sentir a salvo. Es como si él fuera... demasiado tierno. Es tímido, torpe y emotivo.
Cuando tomo de vuelta mi lugar guarda su móvil en su saco.
—No me extrañó. Admítalo —bromeo.
—Es raro estar en una mesa solo mientras se está rodeado de muchas parejas.
Me acomodo mejor en mi asiento y miro una por una el resto de las mesas.
—¿Les estará yendo mejor o peor que a nosotros?
Armando concentra su atención en una sola mesa, la de Paola Durán. Ella está riendo y platicando a lengua suelta, parece estar pasándola bien con su pareja.
—Eso creo...
¿Le gusta? ¿Tan mal gusto tiene Armando?
—Oh, trajeron los whisky —digo, mirando con agradecimiento mi vaso—. ¿Brindamos?
La atención de Armando vuelve a mí. —Claro.
Cogemos nuestros vasos, los chocamos y bebemos mientras silencio teñido con música instrumental se instala entre nosotros. Miro por el rabillo del ojo la mesa de Durán, llamamos su atención con el brindis... Ojalá acepte que de ninguna manera es mi competencia.
—Usted es muy hermosa —suelta Armando, de pronto—. ¿Qué hace buscando citas de esta manera?
—¿Soy guapa pero no soy fácil de tratar? —digo, preguntándome lo mismo que suelen decir mi familia y mis amigos.
Armando ríe. —Y acá entre nos yo soy demasiado tímido como para buscar mis propias citas.
No le creo.
—Es un hombre atractivo... Tiene algo que evita que uno deje de mirarlo.
No dice nada en respuesta a eso. En general, Armando parece ser un tipo que no sabe recibir halagos. ¿Con quién diablos he platicado en Instagram?
—Y no, no, no. Dudo que te vaya mal en el amor —agrego, seria.
Él me mira con extrañeza. —¿Por qué?
—Eres un tipo atractivo —repito y lo señalo con gesto de obviedad—. Y no puede irte mal con el dinero.
Armando ríe nuevamente. —No tengo ni un quinto.
Arrugo mi entrecejo recordando las fotos que publica en Instagram. —Pero trabajas en S&T...
—Pero no soy socio —Él me mira de forma cómplice—. Soy empleado —añade. Oh...— Y la mayor parte del dinero que gano lo invierto.
—¿En qué? Si no es imprudencia preguntarlo, claro.
Él ladea su cabeza un poco. —Pagar la casa donde vive mi hermano, un apartamento en el que vivo solo... y también mantenía contenta a mi ex.
—¿Vanesa? —cuestiono, sin pensarlo.
—No, Vanesa, no... —Armando va a continuar hablando, pero reacciona en el último momento y me mira de forma seria—. ¿Cómo sabe que el nombre de mi ex es Vanesa?
Trago saliva y trato de conservar la calma. Concéntrate, Iara. —Usted la mencionó.
—¿Yo?
—Claro.
Tiene que creerme.
Tras pensarlo un segundo, resuelve que sí habló de ella. —Claro... no sería extraño que la mencione inconscientemente —dice, mirando sus manos.
—¿La amó mucho?
Sonríe de forma tierna. —No era para mí... Pero es una de esas personas que uno desea conservar como amistad.
—¿Aunque le haya roto el corazón?
Con actitud soñadora Armando mira un punto lejano. —No me lo rompió... me engañé yo solo.
No me esperaba esa respuesta.
—¿Es imprudente si pregunto por qué terminaron?
—A decir verdad... creo que nunca empezamos —dice y ríe un poco—. Ella siempre amó a alguien más.
—Suena cruel.
—Tendría que conocer a fondo la historia para emitir un juicio... ¿Usted por qué motivo terminó su último relación? —cuestiona. Ese sí que es un tema incómodo...—. Si quiere hablar de eso, claro.
Tendré que hacerlo si quiero que empaticemos. ¿Le digo la verdad o miento?
—Él... encontró a alguien...
—Lo lamento. ¿La engañó?
—No realmente —Esta vez soy yo la del aspecto incómodo—. De alguna manera fui yo la que lo alejó.
—Nadie merece que lo engañen.
—Lo sé... En realidad es complicado —sonrío con tristeza al recordar—. Dejé de apoyarlo... Me hice a un lado... Yo busqué que nos separáramos.
—Pero tuvo que haber un motivo para usted hiciera eso.
¿Por qué simplemente no dije "No funcionó"? Eso evitaría que tenga que dar detalles.
—Sí, eso creo.
Nunca me había puesto a pensar detenidamente en el por qué no evité que las cosas se echaran a perder con Fabrizio. Cuando le informé a mi amiga Felicia que terminamos ella dijo "Ya era hora. Ni hables de eso. Simplemente sácalo de tu sistema". A mamá no puedo contarle nada sin que me juzgue de forma severa, a mi hermana no le interesa... Por lo que, supongo me guardé todo hasta hoy.
Sinceramente, ¿por qué alejé a Fabrizio?
—No me sentía segura con él —suelto, más para mí misma que para Armando—. No confiaba del todo en él como pareja... Es político.
—Uh —Armando bufa de forma graciosa y me hace sonreír—. ¿De los deshonestos?
—¿Acaso hay buenos y malos entre ellos?
—Bien señalado.
—Ni siquiera le permití verme vestir mi pijama favorita —añado, acomodando mejor mi cabello.
—¿Pijama favorita? Eso suena importante.
—Lo es —digo, seria, aunque conservando mi reciente buen humor—. Es una camiseta vieja con el rostro de Homero Simpson que me llega hasta las rodillas.
—Suena sexy.
—Y tiene la leyenda "D'oh!"
—Definitivamente me encanta.
—A Fabrizio sólo le mostré pijamas costosas de Victoria's Secret. Sólo-a-Victoria.
—No merecía a Homero.
—No —zanjo, preguntándome qué clase de idiota soy—. Es una tontería, ¿cierto? ¿Quién demonios rompe una relación porque no se siente segura de que su pareja le mire dentro de su pijama favorita?
—Es cuestión de confianza, Iara. Tú debes estar con alguien a quien no temas mostrarle cómo te ves sin maquillaje... y no estoy hablando de rubor, sombras o cómo se llamen las cosas que ustedes usan.
No le digo nada a Armando en respuesta, únicamente me vuelvo a preguntar con quién carajos he platicado en Instagram.
------------------
Este capítulo me encanta. ¿Impresiones? ¿Qué creen que pase ahora?
Gracias por votar y comentar ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro