7. El pastel amargo
Mi nombre es Lincoln Loud, rey de los tontos.
No creas que estoy siendo demasiado duro conmigo mismo al llamarme así. Es un título que me gané a pulso, y que no le deseo a nadie en el mundo.
Por jugar al astuto, al que tiene un plan para todo, quise alejar a Maggie de mi hermana Luan. ¡Grandísimo tonto! Ahora ella no me dirige la palabra, ni siquiera procura verme de reojo. En cambio, pasa más tiempo con mis hermanas mayores, charlando animadamente y riendo con ellas, y todavía dedica unos minutos para jugar con Lily o las gemelas.
He intentado disculparme con ella, pero me rehuye.
No hay nada que yo pueda hacer, nada más que pasar el rato en el pórtico. La tarde está fresca. Lisa ha dejado de trabajar en su búnker, Así que todo se ha vuelto bastante silencioso.
Rayos. Si pudiera recibir consejos de alguien que no descubra que me estoy refiriendo a Luan... Pero, ¿quién? Luna lo sabrá de inmediato. Podría ser Leni, pero acabo de verla chocar contra la pared al regresar caminando de su paseo con Stuart, así que mejor la descarto.
Un momento. ¿Stuart?
Tras el golpe en la pared, Leni me dio una sonrisa desorientada y entró con torpeza a la casa. El ex metiche venía atrás, usando su eterna bufanda y apurando el paso para socorrer a mi hermana rubia. Al pasar a mi lado, le detuve.
—¡Oye! ¿No ves que debo auxiliar a tu hermana?
—Tranquilo. Le pasa con una frecuencia asombrosa. Ya se acostumbró —respondí.
—Entonces, ¿qué quieres?
—Necesito tu ayuda. Imagino que sabes mucho de chicas.
Al escuchar eso, Stuart tomó una pose que buscaba mostrar madurez y respondió:
—Sí... Una que otra cosa.
Ladeó un poco la cabeza, y yo proseguí.
—Hay una chica que me gusta mucho. Pero hice que se enfadara. ¿Cómo la recupero?
—Los chocolates no fallan. O las flores
—Eso lo sé, pero no las aceptará. En verdad me odia.
—Okey. Háblame de ella entonces. Necesito saber como es.
—Pues... Es bonita e inteligente, y tiene una risa muy bella. Además su sentido del humor es...
Aun no terminaba mi discreta descripción cuando Luan asomó su linda cara por la puerta y nos vio en el pórtico. No tardó ni un segundo en dejar de verme y concentrarse en el visitante.
—¿Qué tal, Stu? Mamá y papá quieren invitarte a un té, así que si no entras, té verde-rás el postre. ¡Jajajaja! ¿Entiendes?
Y volvió a entrar, riendo con ternura.
La mirada que Stuart me lanzó era incómoda. Segundos después, empezó a abrir los ojos al máximo, y terminó exclamando:
—¡Rayos! ¡La chica que te gusta es...!
Tuve que agarrarle de su bufanda para cubrirle la boca con ella.
—¡Silencio! —le reproché en voz baja. —¿Acaso quieres que mi familia escuche? Necesito ayuda con ese problema, no que me generes uno nuevo. ¿Queda claro?
El pobre tipo asintió. Entonces solté su boca.
Lo primero que comentó al ser liberado fue: —En verdad tienes un tornillo suelto, Loud.
Me dediqué a narrarle de forma somera mi historia reciente con Luan, desde que intenté que anduviera con Clyde, hasta lo del beso con Maggie. Tuve la delicadeza de omitir ciertos detalles en cuanto al sábado romántico con mi hermana. Tú entiendes de qué hablo.
Stuart puso atención a todo en silencio, sin opinar nada. Al terminar mi historia, fue su turno.
—Déjame contarte algo. Tú sabes bien lo que siento por tu hermana Leni. Desde que la conocí en Reiningers supe que ella era alguien que yo deseaba en mi vida. Tras todo lo de "Oro Puro" y mi mudanza a Montreal, mis sentimientos no cambiaron. Y fue en ella que pensé en estos días de viaje en motocicleta, añorando encontrarla de nuevo frente a mí. Ahora que por fin salgo en una cita con ella, de forma sorpresiva nos encontramos a Chaz.
En ese momento me sentí mal por el sujeto. No dije nada, pero de seguro algo en mi rostro cambió. Stuart prosiguió:
—Noté dos cosas en ese encuentro. Que Chaz es un buen tipo, y que no tengo oportunidad contra él. Pero está bien. No significa que haya perdido a Leni. Ella me tiene un aprecio inmenso, y lo demuestra constantemente, incluso frente al chico que le gusta.
—¿Y cuál es tu punto? —pregunté de un modo algo grosero —¿Que debo rendirme y dejar que alguien cambie a Luan por capricho?
—Así es. Es un decisión que ha tomado y debes respetarla. Además, ella no ha dejado de amarte. Yo tengo una hermana mayor también, y sé que a pesar de las peleas, los sentimientos no cambian en realidad. Quizás hasta yo pierda a Leni algún día, pero tú nunca perderás a tu hermana. Es un vínculo que jamás se destruirá.
Me dolía escuchar tantas verdades juntas, pero estaba bastante claro que no me iba a ser fácil aceptarlo. Cuando estaba a punto de preguntar cómo podría hacer que ella dejara su enfado, mamá llamó a Stuart desde adentro.
El visitante me dijo: —Vamos, Lincoln. El té nos espera.
Yo no iba a unirme a un evento al que no estaba invitado, pero él me empujó hacia adentro de la casa.
En la mesa nos esperaban papá, mamá, Leni y Luan, cada uno de ellos con una taza humeante y con galletitas. Una más aguardaba a nuestro invitado.
—¡Gracias por la paciencia, amigos! —clamó Stuart de forma juguetona. —Espero que no haya inconveniente de que Lincoln nos acompañe, ¿o sí?
Papá respondió de inmediato: —¡Claro que no! No hay ningún Linconveniente con nuestro querido hijo.
Luan había dejado de sonreír al verme cerca, por lo que nuestro visitante se dirigió a ella.
—¡Jajaja! Buen chiste, ¿verdad, Luan? Ya veo de dónde sacaste tu sentido del humor.
Ella respondió con una sonrisa fingida: —Si, papá es genial. Él nunca me decepciona.
Y me vio de reojo, enfatizando esas últimas palabras. Grandioso. Por fin me dirige la mirada, pero se siente como si deseara transformarme en piedra.
Papá se asomó desde la cocina y comentó:
—Gracias, cariño. Oye, hijo... Lamento informar que no tengo más galletas para ti, pero puedo alistar un buen postre de frutas y crema batida para ti. ¿Te gustaría?
—¡Por supuesto! Desde que Luan me dio uno a probar lo declaré mi postre favorito.
—Tan solo esperemos que no lo eches a perder, como a otras cosas —refunfuñó Luan. La reacción de mamá fue inmediata.
—¡Luan! ¿Por qué dices eso de tu hermano?
Ella le respondió: —Tranquila, mamá. Es por lo de un... Pastel de cumpleaños. Uno muy lindo que él echó a perder.
"Metáforas, ¿eh? Dos pueden jugar ese juego", pensé entonces. Así que afirmé:
—No era un pastel muy bueno. Quizás solo si te gusta saborear lo amargo...
—¿Y qué tal si por fin entiendes que me gusta tanto lo amargo como... el dulce de coco? ¿Por qué no estar juntos ambos sabores?
—¡Porque ese pastel iba a hacerte daño! Y jamás permitiré que algo así te ocurra.
—A ver, experto en postres. ¿Tú cómo lo sabes?
—¡Te está haciendo cambiar! ¡Y te amo tal como en realidad eres, sin ningún cambio!
Eso último que dije hizo que la atmósfera del comedor se sintiera diferente. El rostro de mamá se veía pálido, el de Leni, bastante confundido y el de Luan parecía en shock. Ella se puso de pie.
—Mamá, Stuart, Leni... Me disculpo. Debo irme.
Salió con rapidez rumbo a la puerta de la casa. Me levanté para seguirla, y entonces escuche una pequeña risita por parte de Stuart.
—¿Te parece gracioso? —le dije en tono amenazante.
—No —respondió. —Solo me alegro de que por fin te haya dirigido la palabra.
Proseguí mi salida para encontrar a Luan. Alcancé a Leni decir:
—¿Por qué hablan de pasteles y no hablan de las galletas que horneé hoy?
Stuart le respondió: —¡Mmm! Están muy sabrosas.
Mamá suspiró decepcionada.
—¡Espérame, Luan! —le grité en el patio. Ella no se detuvo, y respondió sin voltear:
—¿Qué diablos quieres?
—Que me disculpes por lo de la otra vez con Maggie. Fui un tonto.
—Un gran tonto. En especial por quejarte de mis cambios. ¿Por qué lo haces?
—Porque te amo. Eres mi chica.
Escuchar eso la hizo detenerse, y girar hacia mí. Sus ojos tenían lágrimas. Y entonces lo dijo.
—No soy tu chica, estúpido. Soy tu hermana. Ya supera lo que pasó entre nosotros. ¿Quieres?
Ella no debió decirme eso. Ni yo responderle esto:
—¿Superar? Lo dice quién no puede superar a Benny, y que seguramente por eso busca reemplazarlo con una chica emo. ¿Te volverás emo también? "Buuu, soy tan triste... soy un payaso triste". Pasé días buscando alegrarte, pero tú en realidad querías sentirte "única y diferente". ¡Qué ridiculez!
No debí decir eso. Pero ya no pude seguir conteniéndolo dentro de mí.
El rostro lloroso de Luan empezó a mostrar furia. Sus ojos se enrojecieron. Sus dientes metálicos se apretaron. Cerró los puños y lanzó un fuerte derechazo hacia mí. Por instinto lo esquivé, igual que al siguiente izquierdazo. Fui retrocediendo, esquivando sus descontrolados ataques. Ni siquiera la voz de Lola nos detuvo.
—¡Papá! ¡Luan y Lincoln están peleando en el patio!
Casi todas mis hermanas asomaron sus cabezas por la casa.
—¿Qué rayos les pasa? ¡Dejen de pelear en este momento! —ordenó Lori.
Desde el otro lado de la calle sonó la ceceante voz de Lisa.
—Hermanos... No me parece en absoluto recomendable que resuelvan sus conflictos cerca de mi búnker.
—¿Qué? —exclamé, y caí hacia atrás. Pude sentir la escotilla del búnker muy cercana a mi espalda. Luego, sentí un vigoroso puntapié en mi pierna derecha. Rodé hacia un lado, y algo vibró bajo mi costado. Del susto, di un brinco instantáneo. Luan no fue igual de rápida. Resulta que bajo esa parte del césped estaba oculta una trampa... Una catapulta terminó elevando a la comediante, a quien alcancé a notarle el terror en su rostro y un vano intento de extender su mano hacia mí, como buscando ayuda. Quise tomársela. Pero fue todo muy rápido. La vi ascender varios metros, cerrando las piernas y apretando su falda. Tras un par de giros, terminó cayendo sobre la copa de un nogal cercano.
—Puse un sistema de seguridad en el búnker, previendo el inminente día de las bromas. Pero temo que no está bien calibrado y tiende a activarse de forma aleatoria —terminó de explicar Lisa, parada junto a mí.
—¡Cariño! ¿Estas bien? —preguntó nuestro padre.
—No —respondió Luan con debilidad.
—¿Te duele algo? —fue la interrogante de mamá.
—El corazón. Y las pompis, también.
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