Capítulo 6:
ARLETTE:
Sé que estoy en una crisis cuando me empiezo a sentir mal con respecto a lo que otros piensan o sienten sobre mí.
La auténtica yo no se preocupa por eso.
Extendiéndome a través de la cama, traspaso el tul que la recubre y abro el primer cajón de mi mesa de noche. Ya no entra luz por mi ventana. Imagino que debe ser cerca de las once. Tomo un par de píldoras, el doble de la dosis que necesito, de un frasco sin abrir. No son para dormir, por lo que me levanto y bajo a la sala. Papá me ayudó a desvestirme, por lo que estoy usando una bata de seda por encima de mi conjunto de lencería.
Las personas a nuestro alrededor piensan que nuestra relación es extraña.
Tienen razón.
Carlo Cavalli me sobreprotege demasiado. ¿El motivo? Simple. Tiene la teoría de que cualquiera que se acerque podría aprovecharse de mis debilidades y quebrarme todavía más, impulsándome a terminar como mamá. ¿Por qué no intento detenerlo? Porque tal vez tiene razón.
No soy como ella, pero tengo cosas de ella.
─¿Dónde está mi padre? ─le pregunto a Fósil reclinado sobre la puerta principal, quién deja de charlar con Moses para dedicarme su expresión preocupada de anciano.
─Está en su estudio. Beatrice y tu hermano duermen.
─¿Sabes si Francesco está en su habitación?
Fósil afirma.
─Carlo le pidió que pasara la noche aquí. Pensó que lo podrías necesitar.
Necesitar no es la palabra correcta para describir la urgencia que siento cada vez que olvido tomar mis pastillas y su presencia es lo único que logra apaciguarme, pero es lo que más se le parece. Luc ni siquiera me mira a la cara cuando paso por su lado. Se lo agradezco. No es el único que no sabe cómo tratar con la vergüenza que ocasiona mi debilidad.
Yo tampoco lo sé.
Toco suavemente su puerta antes de ir por la manija. Cuando entro me encuentro con que está vistiéndose, su amplio y pálido pecho desnudo. A pesar de que no es especialmente robusto como Vicenzo o Marcelo, Francesco es alto y su constitución atlética abarca espacio. A diferencia del resto de los Cavalli que aún viven, su cabello es negro carbón y está lleno de rizos. Sus ojos son del mismo tono azul océano, sin embargo. La nariz la tiene recta y perfilada como la mía aunque no somos parientes tan cercanos. Creció con nosotros cuando sus padres, primos segundos de papá, fueron asesinados en la Toscana. Llegó siendo un bebé, así que es como Flavio para mí.
Lo abrazo desde atrás, lo cual hace que su abdomen se contraiga debido a la temperatura de mi piel, mientras me inclino sobre su oído.
─¿Pensabas escapar de mí?
─Arlette. ─Su rostro tiene una sonrisa tensa mientras se deshace de mi abrazo y se da la vuelta colocando sus manos sobre mis hombros─. ¿Estás bien? El tío Carlo me dijo que habías tenido una recaída.
Bufo mientras me dejo caer en su cama.
─¿Podrías hacer esto menos incómodo para ambos y olvidarlo?
Niega mientras se sienta a mi lado, sus manos abotonando la sencilla camisa blanca con la que tiene pensada romper corazones hoy. Francesco es hermoso de una manera sutil. Tiene el tipo de belleza, facciones, que te dan ganas de llorar. Suelto una risita, manteniendo la broma para mí misma, imaginando que esa fuera la reacción de sus admiradoras femeninas al verlo, la cual, por desgracia, no es. Ellas expresan su amor dejando ropa interior esparcida a lo largo y ancho de su habitación o departamento de soltero.
─No, Arlette. ─Toma mi pie y lo coloca en su regazo, dándole suaves cosquillas como cuando éramos niños y teníamos guerras llenas de ellas. No lo quito ya que su toque me resulta reconfortante─. No me interesa si tienes tu mierda de rebeldía tardía saliendo con el tipo más malo que encuentres o si jodidamente te vuelves lesbiana, pareja de una mujer de cuarenta, lo que en realidad es algo ardiente, para llenar el vacío que dejó tu madre al morir. ─Se inclina hacia mí, su mirada feroz─. Con lo único en lo que no tendrás mi apoyo es decidiendo abandonar tu medicación.
─No tenía pensado dejar nada.
Muerde mi mejilla, con fuerza, antes de alejarse con una sonrisa suficiente.
─Lo que digas al respecto ya no tiene importancia. ─Se dirige a la puerta y llama a Fósil. A los segundos este vuelve con alguien más. Francesco abre aún más la puerta para permitirle el acceso. Me enderezo─. Miriam, Arlette. Arlette, Miriam. ─La anciana regordeta de piel oscura, probablemente contemporánea a la época de Petrushkha, entra luciendo inexpresiva. Alzo una ceja al reparar en su uniforme de enfermera inspirado en la segunda guerra mundial─. Tu propia enfermera las veinticuatro horas del día. Considera este mi regalo de cumpleaños adelantado.
Hago una mueca. En un par de meses cumpliré dieciocho, lo cual debería significar libertad, pero no. Acabando la celebración de ello empezarán los preparativos para mi boda con Vicenzo. Fuerzo una sonrisa en mi rostro antes de mirarlo. Sé que sus intenciones son buenas y que se preocupa por mí, siendo huérfanos la familia lo es todo para nosotros, pero esto no ayuda.
─¿Se supone que debo llevarla a la escuela? ─La miro de pies a cabeza mientras me levanto─. Miriam, ¿acaso te conviertes en llavero?
─No ─responde Francesco por ella mientras la guía a la salida al oírla gruñir, probablemente evitando su despido o renuncia temprana─. Descansa, Miriam. ─Tras cerrar la puerta de nuevo se dirige a mí con las cejas fruncidas─. No seas grosera. Su presencia en esta casa y en San Antonio...
Mi mandíbula se tensa.
─¿Me estás diciendo que sí va a ir a clases conmigo?
─Carlo arregló que la aceptaran en la enfermería a cambio de no demandar a la escuela por señalarte como la culpable de la masacre de psicópatas principiantes. ─Se encoje de hombros─. Estoy seguro de que podrás arreglártelas para pasar por ahí un par de veces sin ser vista.
─Francesco...
─Tu padre pensaba castigarte prohibiéndote ir a los clubes.
Dejo caer mis hombros.
─¿Lo hiciste cambiar de opinión?
Francesco asiente con la barbilla apoyada en mi cabeza cuando lo abrazo.
─Eso lo hará feliz, Arlette. Conserva a Miriam por un par de meses y luego, cuando tenga pruebas de que no estás jugando con el asunto, la devolvemos a La Organización.
Una sonrisa se extiende por mi rostro al pensar en cómo la vida de Miriam, probablemente acostumbrada a sacar balas y coser heridas de extremo a extremo mientras es apuntada, cambió a darle su medicina a una princesa de la mafia antes de dormir. La más afectada aquí, claramente, no soy yo.
No será difícil engañarla.
Asiento para mí misma en acuerdo, lo cual llama la atención de Francesco. Probablemente piensa que solo me estaba frotando contra él como cuando estábamos pequeños. Pasábamos un cincuenta por ciento de las noches durmiendo juntos después de que papá conoció a Beatrice y esta me robó a mi compañero de cama. Parpadeo ante la calidez de sus manos cuando toma mi rostro entre ellas. Francesco, como todos los hombres de la mafia, tiene varios talentos. El más destacado entre ellos, aún por encima de su inteligencia en los negocios, es disparar. Cómo algo tan letal puede ser tan hermoso y dulce es un misterio.
─Tenía pensado salir, pero puedo cancelar si quieres.
Niego.
─No, yo...
Sus ojos brillan.
─¿Por qué no vienes con nosotros? Salgamos como la mierda de aquí.
Me tenso, mis manos en sus muñecas.
─No puedo. Mi padre no me dejará.
─¿Por qué tiene que saberlo?
Frunzo el ceño.
─Francesco, sabes que va contra las reglas. Es miércoles, además. ─Le sonrío─. Que no salga no significa que sea una ignorante. Solo nos llevamos un año de diferencia. Crecí alrededor de ti y de Vicenzo saliendo a escondidas por la terraza. Los miércoles no sucede nada en las calles.
Francesco acaricia mi mejilla con la yema de su pulgar.
─Tan adorable... ─Su tono de voz es bajo mientras se inclina sobre mí─. ¿Confías en mí? ─Afirmo. Con mi vida─. Te prometo que nada malo pasará si aceptas huir conmigo esta noche. Carlo no lo sabrá. Volverás sana y salva. Si decides faltar a clases mañana será por cansancio. Después hoy nadie sospechará si quieres tomarte un respiro para poner tu mente en orden.
─Francesco...
─Me duele ver cómo desperdicias tu juventud porque Carlo, aunque justificadamente, te impide vivirla con libertad. ─Besa mi frente antes de dirigirse a su armario y sacar una peluca morena. No pregunto─. Hay mucho más sobre la mafia, sorprendentemente cosas buenas para personas de nuestra edad, que no conoces y se te han sido negadas. Déjame enseñártelas. Sé que suena egoísta, pero no se trata de ti. Necesito hacerlo o no me lo perdonaré a mí mismo. El tiempo es limitado e inestable para nosotros. ─Me la ofrece─. Si te niegas ahora sé consciente de que es probable que una oportunidad como esta no venga de nuevo para ninguno de los dos.
Hazlo.
Presionando mis labios juntos, asiento, la adrenalina por mis venas, tomando la peluca de sus manos y guardándola en el interior de mi bata.
Si no soy capaz de ir contra las reglas y salirme con la mía no soy digna de la mafia, mucho menos de mi apellido.
****
Nadie sospecha cuando Francesco sube a mi habitación. Fósil incluso luce relajado mientras vuelve a su guardia junto a la puerta. Probablemente él, sobre mi padre, es de quién más debería preocuparme. Revisa mi habitación dos veces durante la noche. Cuando estoy con mi primo se limita a vigilar las cámaras. Ya que estoy casi segura de que vamos a un club de mala muerte y la idea es pasar desapercibida, tomo una camisa de encaje que normalmente usaría debajo de algo y un par de vaqueros rotos que están a la moda y no había tenido la oportunidad de usar porque hay más roto en ellos que vaqueros. Está siendo una noche calurosa, así que omito mis ostentosos abrigos para ir a por la chaqueta y los botines que usé durante el día. Me maquillo en exceso y trenzo la peluca para que quede sujeta con en la cima de mi cabeza, solo pequeños mechones acariciando mi rostro.
Tomo un par de cadenas y anillos, con diamantes reales, antes de girarme hacia Francesco, quién se encuentra apoyado en la barandilla de mi balcón y deja de fumar para mirarme.
─Luces como una prostituta que me daría una mamada en el auto por cinco dólares. ─Libera humo de su boca mientras habla y sonríe al mismo tiempo. Hay genuina aprobación en sus ojos─. Me gusta.
─A mí también ─admito echándome otro vistazo en el espejo de cuerpo entero que adorna una de las esquinas de mi habitación.
Esto es completamente diferente a lo que soy, pero hay algo en ello que me divierte. Tal vez el poder de actuar como quiera fingiendo que soy otra persona. Ajusto la cadena que pasa entre mis pechos, como un arnés, para hacerla más apretada. Voy por mi perfume y un último retoque mientras Francesco habla por teléfono en voz baja.
Cuelga cuando regreso.
─Ya llegaron por nosotros.
─Está bien.
Afirma, incómodo.
─Eso significa que tenemos que subir.
Uno las cejas.
─¿Vinieron en un helicóptero?
─Casi ─ríe tendiéndome la mano, la cual acepto con un presentimiento agridulce en el pecho.
Vamos a divertirnos hoy.
Espero que el precio no sea muy caro.
****
Entendí lo que quiso decir Francesco con casi cuando escalamos el techo de la casa junto a la nuestra, una mansión un piso más baja, porque es la única manera de salir de aquí sin ser vistos, para lo cual tuvimos que ir a la terraza montándonos por mi balcón porque seguramente hay alguien custodiando la entrada regular a ella y luego saltar. Una vez estamos en tierra firme gracias a la escalera con rosas que nuestros vecinos, afortunadamente de vacaciones, tienen en el jardín, toma mi mano de nuevo y nos dirige a un par de motocicletas estacionadas a unos metros de nosotros. El chico, un asiático, que conducía una se baja y me tiende su casco.
Su rostro se me hace conocido al instante.
─¿Tu apellido es Ling?
Él sonríe, una sonrisa que no llega a sus ojos.
─Eres inteligente. ─Mira a Francesco─. Es de las mías.
Francesco sonríe mientras ajusta el casco en mi cabeza. Rodeo su cintura con mis brazos cuando nos subimos en su motocicleta con el fin de seguirlos. No he visto el rostro del otro de ellos, pero su constitución es similar a la de Ling Jr., por lo cual sospecho que sus genes provienen del mismo continente.
El ambiente nocturno de Chicago acaricia mis costados a medida que aumentamos la velocidad sobre sus calles. Mi cuerpo empieza a tensarse cuando reconozco hacia dónde nos dirigimos. De niña no solamente estaba obsesionada con tener una letra hermosa, sino también con conocer cada milímetro del mapa de geográfico de nuestra ciudad. Me sé cada calle de memoria. Cada territorio, así como, en la actualidad, quién lo maneja.
Estamos en el territorio Vólkov.
─Francesco ─gruño cuando nos bajamos en una calle llena de luces de neón atestada de motociclistas y personas entrando a los diversos establecimientos─. ¿Tu idea de diversión es traerme con los rusos?
─Eres rusa y todo lo que ves solía pertenecer a tu abuelo. ─Me quita el casco de las manos para guardarlo en el compartimiento de la motocicleta─. Los extraños aquí somos nosotros, no tú.
Tomo una profunda respiración antes de aceptar su codo y encadenarlo con el mío. No me asusta enfrentarme lo que solía ser el imperio de mi sangre, sino la fuerza con la querré después. Debe tener algo de razón con respecto a mí perteneciendo a esto, puesto que a medida que nos acercamos a sus amigos, los cuales ahora confirmo que ambos son asiáticos, el ritmo de mi corazón se normaliza.
─Este es Kai. ─Señala al gemelo que nos dio su moto. Lo reconozco porque a diferencia de su hermano u otro asiático muy parecido a él, está usando una sencilla camiseta y vaqueros. Los dos son tan altos como Francesco. Asiento en su dirección cuando me sonríe de esa forma vacía, pero reconfortante, de nuevo─. Este es Emi.
El otro chico niega.
─No estoy de acuerdo con esta mierda. ─Saca un cigarro del bolsillo trasero de sus pantalones y nos mira mientras lo enciende─. ¿Eres consciente de que cualquiera que la conozca la reconocerá y nos meterá en problemas con su papi?
Francesco endurece la mandíbula, pero no lo niega.
─La cuidaremos.
─¿Le dijiste que saldría contigo? ─Miro a Francesco─. No entiendo.
Emi gruñe.
─Asistimos a la misma escuela, pero nos graduamos el año pasado.
─Oh.
─Sí, oh. ─Se da la vuelta y para empezar a encaminarse hacia uno de los clubes, Ex sesos, sin nosotros─. Oh es lo que diremos cuando piensen que te trajimos para que reclames la mierda de tu abuelo y nos maten.
Antes de que pueda detenerme o Francesco, me deshago de su agarre y alcanzo a su amigo. Le doy un empujón que termina haciéndole perder el equilibrio y caer sobre un tipo más grande que él.
─Oh ─susurro siguiendo mi camino.
En la entrada ni siquiera me piden una identificación para permitirme el acceso. Esta basura alguna vez perteneció a alguien que sí la sabía administrar, puesto que la decoración ahora es decadente y el aire es sucio. Termino conmigo sintiéndome extraña una vez me doy cuenta de que puedo respirar sin pensar en cómo mi abuelo y su hija murieron debido a una enfermedad que no supieron controlar. Francesco toma mi mano cuando llegamos a la pista de baile. Todo a nuestro alrededor es negro. El sitio está semivacío, pero es perfecto para mí. Lo único que necesito es un lugar en el que sentirme libre de ser quién soy para estar deslumbrada.
No soy la única que está cómoda. Tras dirigirme una mirada asesina, Emi y Kai se sientan con un par de chicas, que lucen sorprendentemente bien para esta ratonera, en una esquina. Francesco sostiene mis caderas mientras suena Go F*uck Yourself de Two Feet y me mezo contra él. Esconde el rostro en mi cuello mientras envuelvo mis dedos detrás del suyo, enredando algunos mechones oscuros entre ellos. Su colonia. El olor a cigarro. A billetes en efectivo. Huele a hogar.
Tan familiar como el sonido del seguro del arma siendo liberado tras él.
─¿Tengo que matarte frente a todos o irás conmigo al callejón?
Vicenzo.
─Eres, probablemente, el idiota más grande que conozco ─lo insulto pasando junto a él tras instar a Francesco a darse la vuelta, lo cual hace que se relaje, aún así la ira en sus ojos, cuando lo ve.
No se supone que deba tomar alcohol con la medicación, pero lo hago. Francesco no debe saber al respecto, pues no me impide llevar el trago con vodka a mis labios. Kai brinda en el aire, luciendo divertido, acompañándome en el segundo. Emi ni siquiera nos presta atención. Vicenzo toma mi codo, deteniéndome, cuando estoy llevando el tercero a mi boca.
─Estás dejándome en ridículo. Debes volver a casa. ─Mira a Francesco─. No entiendo qué querías ganar sacándola de ahí. Casi consigues que te mate.
Miro a la chica con la que Kai está congeniando.
─Hola, ¿sabes quién soy?
Ella niega.
─No, lo siento. No te he visto nunca.
Me enfoco en él.
─Solo tú me reconoces. ─Me levanto─. Voy a tomar aire.
Francesco me mira, imitándome.
─Te acompaño.
─No, yo voy ─ladra su mejor amigo, siguiéndome, ante lo cual mi primo no puede hacer nada porque ahora que está aquí la responsabilidad de lo que suceda o no conmigo recae sobre él.
Al igual que el resto de los clubs de Mark, este tiene una salida trasera que da con un callejón que se conecta a la calle en un dado caso de que haya que escapar. No lo sé por los mapas, en ese entonces la tecnología satelital no era tan accesible para una niña de ocho años, sino por las historias que Fósil me contó sobre la Bratva mientras crecía.
Las paredes de ladrillos se me hacen sorprendentemente clichés cuando llegamos, la puerta cerrándose tras nosotros. Hay un par de parejas y hombres vendiendo droga acompañándonos, pero no me asustan. Hurgo en el bolsillo trasero de mis pantalones, yendo por otra de mis pastillas, antes de enfrentarme a sus ojos oscuros.
Vicenzo es precioso.
Si pudiera juntar a Marcelo y a Francesco, él sería el resultado. No es tan alto como ellos, es unos centímetros más bajo que yo, pero no se nota debido a lo robusto que es. Su cabello rubio siempre está peinado hacia la izquierda, rapado en los laterales, lo cual resalta sus pómulos y barbilla cuadrada. Sus facciones no me dan ganas de llorar aunque sean hermosas, sino de tomar un martillo y golpearlas hasta que la sangre salpique mi rostro. Su cuerpo, por otro lado, despierta en mí las ganas de poner en práctica años de tutoría en tortura a manos de los hombres de mi padre.
Ellos no me enseñaron, pero le enseñaron a Francesco y él me enseñó a mí.
Entrecierro los ojos, mi cuerpo relajándose.
─¿Me das una?
─No.
─¿Por qué no?
─No te las recetaron a ti. ─Me alejo cuando siento que está a mi lado─. No comparto mis drogas con extraños.
─Hay una diferencia muy grande entre lo que tomas y las drogas, Arlette.
En realidad no.
─¿Entonces por qué quieres tomar una?
─Quiero saber qué se siente.
Relamo mis labios antes de separar mis parpados y verlo.
─¿El qué? ¿La gloria?
─No. ─Niega─. La desgracia de tener que apagarte para no ser un desastre para las personas que te rodean. ─Una sonrisa cruel adorna su rostro─. Cómo es ser una carga. Un estorbo. Un peligro innecesario.
En lo absoluto afectada por sus palabras, extiendo mi mano y acaricio su mejilla. Vicenzo se estremece con mi toque.
Bien.
─Suena a que tendrás mucho trabajo.
Vicenzo endurece su expresión ante el recordatorio de nuestro compromiso.
─¿Desde cuándo sales a escondidas de tu casa vestida como puta?
Dejo caer la cabeza ligeramente hacia adelante mientras suelto una risita.
Estoy segura de que muchas putas tienen más diversión y libertad que yo.
─¿Debería sentirme insultada?
Golpea la porción de pared junto a mi rostro, acorralándome.
─¿Tu locura te impide mantener una conversación normal?
─No lo sé, Vicenzo, ¿por qué no le preguntas a tu ego cada vez que te sientes humillado por no saber cómo manejar mis respuestas?
Su cuerpo empieza a temblar sobre mí.
─Debería matarte.
Rodeo su cuello con mis brazos.
─Deberías, pero no puedes.
Sin esperar una respuesta, me escabullo fuera de la trampa de músculo, enojo y odio. Lo miro antes de regresar a Francesco, con quién estoy molesta por no advertirme sobre Vicenzo. De haberlo sabido no habría venido. No porque le tenga miedo o algo por el estilo, sino porque es un riesgo innecesario. No me sorprendería que se apareciera en casa y nos delatara con mi padre solo para fastidiarme.
─Querías saber qué se siente. ─Desciendo la mirada al suelo antes de enfocarla de nuevo en sus ojos─. Te daré un adelanto. ─Sus puños se endurecen, aún apoyado en los ladrillos, mientras me oye─. Es mucho mejor ser quién arroja la basura a quién la recoge, lo cual significa que, a menos que alguno de los dos muera, pasarás el resto de tu vida recogiéndola por mí. ─Relamo mis labios─. ¿Me ves llorando por eso? ─Extiendo la mano para tocar su mejilla, dónde veo una lágrima imaginaria, una sonrisa en mi rostro─. No, pero tú casi estás ahí. ─La dejo caer─. Mátate, mátame o sé un hombre y aprende a vivir con ello. Ambos sabemos que no hay otra salida.
La opción de una tregua ya no está disponible.
Francesco estaba en lo cierto al decir que para nosotros no hay segundas oportunidades. Lo intenté. Intenté tenerlo como aliado en lugar de como enemigo, pero si algo me enseñó la muerte de mi madre es que a veces las personas simplemente no nacen para amarte.
Si no lo hacen después de veinte años conociéndote o siendo tú una extensión de ellos, no lo harán jamás.
****
La magia de la noche vuelve cuando Francesco se alista a una carrera de motocicletas, lo cual era la verdadera sorpresa, tras disculparse conmigo por la interrupción de Vicenzo, quién se suponía que no estaría presente por sus problemas recientes con Greg, un ruso que perteneció al círculo íntimo de Mark. Él dejó de interesarme una vez volvió dentro y encontró un par de piernas entre las cuales perderse. Lleno mi pecho de aire antes de abrazarme a Francesco y reír en cada una de sus aceleraciones por la ciudad. No vamos en la delantera, sé que teme por mí, pero Emi y Kai sí. Mi corazón empieza a latir más rápido cuando nos desviamos de la carrera, los motociclistas tras nosotros pasándonos, en su lugar dirigiéndonos al centro. Mis ojos se llenan de lágrimas que el viento barre de mi rostro cuando volvemos al área de los Vólkov, sin detenernos, pasamos por la de los Ambrosetti y terminamos en una sección de playa cerca de nuestra casa en territorio Cavalli. Toma mi mano mientras caminamos sobre la arena.
Lo amo.
Lo amo por atesorar cada dulce recuerdo de nosotros. Me acuesto con mi costado pegado al suyo, mi oído jugando a captar el sonido de su corazón, mientras dejo que me acaricie la espalda.
Cuando era niña tenía un sueño.
Robar a mamá de las hadas. Recuperar el reino del abuelo. Vivir felices.
También casarme con Vicenzo, asesinarlo, apoderarme del territorio Ambrosetti y casarme con Francesco, a quién le abría mi corazón, explicándole mis dibujos, a cambio de compartir el peso de los horrores de su aprendizaje como miembro de La Organización. Papá es la única persona que alguna vez veré superior, pero él sería la primera opción en mi mente si necesito un aliado. Francesco es familia. La familia no traiciona. Junto mis labios contra los suyos en un silencioso agradecimiento por estar ahí para mí. Por arriesgarse a tener problemas con Carlo, lo único que tiene, por mí. Al igual que ha sucedido desde que nos volvimos adolescentes, veo la lucha en sus ojos, el conflicto, pero me complace limitándose a estrecharme aún más fuerte a pesar del deseo que lo consume.
Él nunca traicionaría mi confianza.
;-;
Capítulo dedicado a: Karkjj
Próximo capítulo dedicado a la mejor teoría sobre la historia que tengan, no importa sobre qué <3
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