Capítulo 5:
ARLETTE:
Para el miércoles mi rutina vuelve a la normalidad. Como papá tuvo que extender su viaje y mi familia regresó la madrugada del martes, no es hasta hoy que encuentro a Flavio ocupando su sitio en el comedor cuando termino de alistarme. Revuelvo su cabello rizado antes de sentarme a su lado. Está usando su uniforme para el colegio, aunque en su primaria no usan uniforme, lo que lo hace ver elegante y sofisticado mientras come su cereal. Heredó tanto los ojos azules como el cabello rubio oscuro de papá. Sus mejillas son regordetas y cada vez que lo veo siento ganas de pellizcarlas, pero me he contenido de hacerlo desde que cumplió ocho y me reprochó que nunca sería tomado en serio por sus hombres si seguía haciéndolo. Eso me conmovió.
Flavio tiene once y es más maduro que Vicenzo.
─Buenos días, Flavi, ¿cómo te preparas para hoy?
Flavio frunce el ceño.
─No me llames Flavi, Arlette. Luego Luc se burlará de mí.
Le sonrío. No quiero que sepa que estoy molesta y lo proteja.
─¿Luc hace eso?
Afirma antes de llevarse otra cucharada a la boca.
─Luc dice que debería vestirme de rosa y usar un sombrero de flor ya que dejo que me llames Flavi. ─Cuando termina de masticar apuñala su cereal─. Lo odio.
Comienzo a cortar mis waffles.
─¿Te sentirías mejor si te digo que castigaré a Luc por eso?
Sus ojos brillan con curiosidad mientras detiene los movimientos de sus manos para verme.
─¿Cómo lo harías?
─Quizás pueda hacer que me acompañe a ir de compras. ─Eso es una tortura para cualquier hombre, más aún para un cerdo sexista de La Organización. Lo que no le digo a Flavio es que probablemente también haré que se pruebe lencería femenina y que se prostituya con ella en uno de los bares de Constantino. Nadie se mete en nuestra relación─. ¿Te parece?
Flavio asiente con lentitud.
─¿También le dirás que deje de decirme niña? En realidad me gusta que me digas Flavi. ─Me mira directamente─. Puedes seguir haciéndolo si haces que se detenga. Ya Fósil le dijo que lo matarías si lo escuchas, pero no hizo caso.
─Me encargaré de ello ─le prometo.
Separa los labios para preguntar por los detalles, sabe que no me conformaré con llevarlo de compras, pero Beatrice lo interrumpe apareciendo en escena. Lleva un camisón rosa chillón que llega hasta el piso y acentúa su embarazo. También es rubia, pero rubia ceniza como Vicenzo. Me extiendo y tomo una manzana de la bandeja de frutas mientras la escucho hablar.
─Arlette, buenos días. ¿Dormiste bien?
Todos los días de mi vida me hace la misma maldita pregunta y siempre recibe la misma maldita respuesta.
─Sí. ─No—. Tuve un sueño bonito. —Anoche soñé que mi madre volvía y hacía lo que papá siempre le impidió: saltar a la cuerda con mis intestinos, pero todo fue oscuridad una vez me desperté y me tomé mis pastillas para dormir─. ¿Tú?
─Dormí muy bien, gracias por preguntar.
Mi mirada desciende a su estómago.
─¿El bebé?
Cubre su vientre en algo que asocio como un impulso maternal, lo cual no entiendo. No tiene por qué temer de mí. Lo amaré aunque papá sea polvo cuando mi hermano vaya a la secundaria y Flavio y yo tengamos que enseñarle a andar en bicicleta porque su columna no lo dejará. Si ya se queja de molestias en la zona lumbar, dudo que en cinco o diez años pueda inclinarse y trotar empujándolo hasta que aprenda.
─Está bien también ─responde con tono cortante, una sonrisa ancha en su rostro segundos después─. Me encanta cómo te queda ese vaquero. Te vi desde la cocina cuando bajaste.
Flavio se inclina y mira mis piernas por debajo del mantel. Lo que ve no le gusta porque arruga la frente de nuevo. Está usando la expresión seria que le enseñé a hacer.
Sé lo que va a decir antes de que lo diga.
─Eso está muy ajustado, Arlette.
Me levanto y beso su mejilla antes de despedirme de ambos, tomar mi mochila y dirigirme a la salida. Flavio no va conmigo porque su colegio está en el otro extremo de la ciudad. Lo extrañé tanto estos días que ni siquiera me molesto por su comentario sobre mis vaqueros, pero tiene razón. Son ajustados y van contra el código de vestimenta Cavalli, pero nada luce tan bien con mi chaqueta de cuero y las botas rojas de látex que llegan hasta mis tobillos.
Algunas personas se expresan a través del arte, yo lo hago mediante la ropa.
****
Tres horas más tarde estoy saliendo de mi clase de tecnología avanzada, una optativa, cuando me toman desprevenida y cogen mi muñeca, instándome a caminar más rápido y a apretar mi cuaderno contra mi pecho con la otra mano a menos que desee que termine en el suelo. No hemos dado dos pasos cuando logro zafarme. Asesino con la mirada a mi agresor mientras acaricio mi piel, atónita. El bullying se está volviendo una molestia. Puedo pasar por alto insultos, sus voces son fáciles de ignorar, pero más episodios como este y el del baño harán que me quiebre.
─Necesito un favor ─intenta justificarse.
Las pulsaciones de mi corazón disminuyen en intensidad al reconocer la desesperación en sus ojos.
─No vuelvas a tocarme. ─Cualquier molestia que su arrebato pudo haberme ocasionado desaparece cuando noto rasguños recientes en su cuello. Siguiendo una corazonada, me doy la vuelta y le hago una seña con el dedo para que me siga. No me detengo hasta que terminamos en el mismo sitio en que me chantajeó. En el camino nos miran como si fuéramos fenómenos─. ¿Puedes prometerme no ser tan agresivo la próxima vez?
Sus cejas se alzan hasta casi rozar el inicio de su cuero cabelludo, pero luego sus labios se curvan.
─¿Recibes un mejor trato en el manicomio?
Hago una mueca.
Si alguna vez entro en un manicomio no será por esquizofrenia.
─Nunca he estado internada ─respondo bajo la incapacidad de enojarme con él aunque esté burlándose y su mirada sea cruel─. Pero dudo que sus enfermeros sean animales.
Se ríe.
─Ese comentario demuestra mi teoría acerca de ti.
─¿Cuál teoría?
─Tu enfermedad no te ha dejado tener la vida de una chica normal. ─Muerdo el interior de mi mejilla. Estoy segura de que tenemos distintos conceptos de normalidad, pero tiene razón, solo que él no sabe que lo que me enferma son las reglas anticuadas de la mafia─. Por eso no has visto series o películas a las que asocies mi comentario sobre los manicomios. Ni siquiera te dejan salir a la calle salvo para venir a ver clases. ─Me mira de arriba abajo─. Por eso estás tan asquerosamente pálida.
Tomo asiento en el banco. Quiero reír, estamos hechos del mismo material que aprecia el humor negro, pero también quiero saber cómo continuará nuestra conversación. Es la más larga que he tenido con un estudiante desde mi primer día de clases en la preparatoria. A la edad de mi hermano sí tenía un par de amigos.
─Prefiero leer.
─¿Cincuenta Sombras de Grey? ¿Crepúsculo?
─No. Maurice Druon.
Se mete las manos en el bolsillo y me mira.
─¿Ves? Nadie salvo tú sabe quién es ese. ─Se sienta junto a mí─. Lo inventaste no porque estás loca, soy testigo de que te medicas, sino porque no te dejan salir de casa y no sabes cómo responder sin quedar mal.
Las comisuras de mis labios tiemblan.
─Si no me dejan salir de casa es porque estoy loca.
Se encoje de hombros como si fuera irrelevante.
─Como sea, el punto aquí es que necesitas salir más.
En eso tiene razón. Sonrío ante la sorpresa de sentirme a gusto. Ni siquiera Vicenzo pudo hablarlo conmigo cuando tuvo la oportunidad y no porque estuviera drogado. Es porque genuinamente piensa que soy como mi madre y eso lo hace miserable. ¿Quién no lo estaría estando condenado a una demente que no ama? Lo entiendo. No es bonito. Papá sigue siendo un cascarón vacío por culpa de la mujer a la que decidió entregarle su corazón. A Vicenzo ni siquiera le gusto, pero aún con la lógica de todo el asunto lo odio por no darse cuenta de que no soy como ella. Giro el rostro y todo pensamiento negativo sobre mi vida debido al tema se desvanece cuando me topo con sus ojos azules, tan claros que casi parecen blancos, esperando una respuesta. Creo que he descubierto por qué no me molesta que hable de mi esquizofrenia. Es la primera persona que conozco capaz de manejarlo y encararme, no importa que lo tome como una broma.
Es como si realmente no lo creyera.
Como si, de ser verdad, no le importara.
─Hagamos un trato ─suelto, a lo que no tarda en afirmar porque sabe que sé lo que quiere. Es evidente. ¿Qué otra cosa buscaría en mí?─. Te daré estas. ─Saco el tubo con pastillas del bolsillo de mi chaqueta. Intenta tomarlas, pero las alejo─. Si me haces un favor a cambio. Es simple.
─¿Qué quieres?
Mmm.
─Aún no lo sé.
Junta sus cejas. De repente toda la seguridad que ha mantenido a lo largo de la conversación desaparece de su rostro.
No solo es lindo, también es listo.
─Déjame ver si lo he entendido. ¿Me estás diciendo que me darás tus pastillas para la esquizofrenia a cambio de un favor que no sabes en qué consistirá?
Suspiro.
─Por un momento pensé que tendría que buscar un traductor.
─¿No tienes ni la más remota idea de lo que necesitarás? ─Niego─. ¿Te das cuenta de que este tipo de cosas la hacen personas desequilibradas?
─¿Quieres las pastillas o no?
Echa el cuello hacia atrás y gruñe, exasperado. Mientras piensa lo que le he propuesto me dedico a mirar las marcas en su cuello. No son lo suficientemente profundas como para ser de una chica y se ven recientes. Se las hizo él. Mis labios se curvan al llegar a la misma suposición que llegó a mi mente cuando las vi en el pasillo.
Puede que sea como yo.
─Está bien ─acepta tomándolas de mi mano─. Espero que no tenga nada que ver con cubrir las obras de tu desequilibrio mental.
─No te preocupes.
Para eso ya tengo a alguien.
La campana de incendios suena justo en el momento en el que empieza a alejarse. A los segundos los alumnos empiezan a correr a la salida mientras los profesores dan indicaciones. Borrando cualquier rastro de nuestra conversación de mi mente, me levanto del banco y los imito. Me sigue de cerca, pero no me alcanza. A medida que avanzo soy empujada, pero no porque crean que soy un monstruo. Ni siquiera reparan en mí hasta que llegamos a las puertas de cristal por las que entramos y salimos cada día, pero que ahora es el sitio de congregación de expresiones de espanto.
Hay partes de ratas desmembradas frente a la puerta. Cabezas. Patas. Porciones de su cuerpo picadas a la mitad o un cuarto de ellas colocadas de tal forma que sean visibles sus vísceras. Las chicas lloran mientras los chicos hacen sonidos de sorpresa o se dan media vuelta. Escucho cómo algunos vomitan. Mi atención, sin embargo, está puesta al cien por cien en la palabra escrita en una pared blanca de los laterales. Debajo de ella también hay un charco de la misma sustancia roja.
Esquizofrenia.
Sintiendo los ojos de todos en mí, me doy la vuelta y me dirijo a mi próxima clase.
****
Decidieron suspender el resto de las actividades por el resto del día porque la policía recibió una amenaza anónima de bomba en el edificio, así que tuve que salir del salón en el que me refugié y toparme con sus caras en un estacionamiento no solamente lleno de idiotas, sino también de sus padres. Algunos de ellos me felicitan entre risas porque les postergué un examen o porque simplemente querían irse a casa, pero la mayoría me mira con asco o terror. Incluso un chico del equipo de fútbol escupe tras de mí. Mis manos tiemblan para el momento en el que hurgo en mi bolsillo para llamar a Fósil. La presencia de un hombre mayor y robusto me detiene de marcar cuando llego al final de las escaleras. Es el director junto a dos agentes.
─Señorita Cavalli, ¿puede venir conmigo, por favor? ─Me ofrece una sonrisa que pretende ser amable─. Estos dos agentes, Ling y Reason, tienen algunas preguntas que hacerle. Lo rutinario.
─Yo... ─No encuentro mi voz. Está atascada en mi garganta─. Lo siento, director, pero no entiendo por qué tendrían que hablar conmigo. No tengo nada que ver. He asistido a cada una de mis clases y cuando sonó la alarma de incendios estaba en el jardín.
Uno de los policías bufa, pero el director sigue sonriéndome.
─¿Ven? ─Mira al otro, pero este no deja de verme─. Les dije que no tenía nada que ver. La señorita Cavalli es una alumna ejemplar. Está en nuestro cuadro de honor y...
─Tus compañeros señalan que eres la culpable. Todos en el edificio, en realidad ─lo corta el que bufó. Es un gordo pelirrojo─. Por eso debemos pedirte que nos digas si estabas con alguien cuando te encontrabas en el jardín para confirmar tu coartada.
─Sí, estaba con... ─Justo en ese momento viene pasando junto a nosotros con un par de porristas, por lo que tomo su brazo y lo halo hasta colocarlo frente a ellos, aliviada─. Estábamos juntos cuando sonó la campana. Hablando.
Los policías lo miran.
─¿Es eso cierto? ─pregunta el pelirrojo, Reason, que al parecer es el único que habla de los dos.
Él frunce el ceño mientras niega.
─No, lo siento, ella debe estar confundida ─responde mirándome con fingida lástima─. ¿Necesitan que les diga algo más?
─No, chico, gracias. Puedes irte. ─Por fin conozco la voz de Ling. Es grave y rasposa, nada que esperaría de un hombre asiático. Estoy ideando mil maneras de asesinarlo en mi mente cuando veo como se rasca el trasero antes de montarse en el deportivo de uno de sus amigos, el sitio donde guardó las pastillas, y entonces lo entiendo. Si las encuentran en mí es legal. Si las encuentran en él no. Si se dan cuenta de que se las di es narcotráfico─. El director nos dijo que... tienes cierto trastorno. ¿Te medicas?
─Sí.
─¿Necesitas una dosis mientras estás en clase?
─Sí.
─¿Podrías mostrarnos el frasco de tus pastillas?
─Solamente traje las que debía tomar ─miento.
─¿Por qué mentiste acerca de estar en el jardín?
Me encojo de hombros.
─Si creen que miento pueden revisar las grabaciones de las cámaras ─propongo deduciendo que si me preguntaron por testigos es porque quién lo hizo seguramente las desactivó, puesto que de lo contrario ya tendrían al culpable y no habrían venido a molestarme.
─Las cámaras fueron desactivadas ─lo confirma Reason.
─Estaba ahí. ─Miro al director. Con un poco de esfuerzo logro que un par de lágrimas escapen de mis ojos─. Lo saludé y le dije que sus zapatos eran lindos, pero él ni siquiera me miró. Supongo que eso confirma lo que ya sabía.
─¿Eso qué es? ─pregunta Ling anotándolo en su libreta.
Dejo escapar un sollozo ahogado.
Beatrice estaría tan malditamente orgullosa de cuán bien la puedo imitar cuando se rompe una uña.
─Ni siquiera se acuerda de mi rostro. ─Sueno tan patética que por primera vez siento asco de mí misma, pero logro mi cometido. Ellos se miran entre sí, incómodos─. Nunca se fijaría en mí.
─Señorita Cavalli, necesitamos que se enfoque únicamente en los hechos. No solamente hicieron un desastre perturbador con partes de animales y activaron la alarma de incendios, sino que nos llamaron por amenaza de bomba. Eso es grave. ─Reason me mira directamente a los ojos─. Pero ya que está demasiado limpia como para haberlo hecho usted y este es un trabajo que amerita a más de dos personas... ─Seguramente le dijeron que soy una antisocial─. Estoy forzado a creer que no fue usted.
─¿Podría dar su teléfono para registrarlo y al menos saber que no fue quién llamó a la policía? ─pregunta Ling.
Se lo tiendo sorbiendo por la nariz. No hay nada fuera de lo común en él. No soy estúpida. Precisamente por cosas como estas es que papá y yo preferimos utilizar papel.
─¿Halló algo?
Ling niega mientras me lo entrega, momento en el que el director se acerca para consolarme colocando una mano sobre mi hombro y una figura enorme nos cubre. Papá. Carlo Cavalli, junto a tres guardaespaldas, llega a nosotros luciendo un traje de tres piezas y expresión fría. Sus ojos están preocupados y se llenan de alivio cuando me enfocan. Busco refugio en sus brazos, los cuales me reciben con fuerza. Sus labios no tardan en besar la cima de mi cabeza, sus dedos acariciando mi cabello. Su voz es un bálsamo cuando decide unirse a la conversación.
─¿Qué se supone que está pasando aquí? ─exige saber.
─Hablamos con sus compañeros de clase y nos dijeron que ella podría ser la culpable del desastre de sangre y ratas desmembradas allá adentro, sonar la alarma contra incendios y llamar a la policía alertando la presencia de una bomba en el edificio. ─Ling le enseña el contenido de una carpeta que lleva consigo, la cual tiene fotos del escenario que encontramos en la entrada. Papá me aprieta más cuando repara en la palabra escrita en la pared─. Las cámaras fueron desactivadas, así que no podemos confirmar su coartada porque no hay testigos, pero revisamos su teléfono celular y no hay ninguna llamada registrada el día de hoy. No hay nada que la incrimine salvo las acusaciones de los otros alumnos.
Papá mira al director.
─¿Es así como los educa? ¿Para aprovecharse de los más débiles? ¿De los más frágiles? ─Sin dejarle responder enfoca su atención en Ling─. Quiero una lista con todos los nombres de quienes dijeron que Arlette pudo hacer tal cosa.
─Yo... señor, no puedo...
─Bien. ─Mira de nuevo al director─. Entonces eso significa que tendré que demandar al instituto por no saber controlar a sus estudiantes. Más que un acto cometido por Arlette, veo esto como algo que se hizo en su contra debido a su enfermedad, la cual está medicada y no representa ningún riesgo.
─Le preguntamos a la señorita Cavalli si tomó sus pastillas y nos dijo que sí, pero cuando le preguntamos si nos podía enseñar el frasco se negó porque solamente había traído el par que le tocaba tomar ─escupe Reason entrecerrando los ojos, lo cual hace que papá me apriete más fuerte─. También nos dijo que había estado hablando con un chico en el jardín, que él era su coartada, pero él negó haber estado con ella cuando lo quisimos confirmar.
Papá me está asfixiando para cuando termina de hablar.
─No me interesa nada de lo que digan. Arlette es mi hija. La conozco y sé que nunca haría nada de lo que se le acusa. ─No sin motivo─. Agentes, si yo fuera ustedes temería por mi puesto. No estoy de acuerdo con que hayan hablado con ella sin mi presencia o la de un abogado, por lo que la conversación que haya mantenido con ustedes puede quedar anulada. ─Me suelta parta tomar mi mano─. Nos vamos.
Lo sigo tan rápido como puedo a la camioneta. Luc mantiene la puerta trasera abierta para nosotros y la cierra cuando papá entra tras de mí. No hay rastro de Fósil. El que maneja es Moses. Me asomo por la ventana para darme cuenta de que somos el centro de atención. Un vehículo blindado está delante de nosotros y otro más nos sigue. Apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento. Sé que pude haberme evitado la conversación con los detectives alegando que quería un abogado, pero de haberlo hecho parecería culpable y mi primer crimen no será dejar un par de ratas muertas, literal, en la entrada de una escuela. No quiero que se centren en mí. Ser arrestada por ello me haría el hazmerreír entre los miembros de La Organización.
Estamos abandonando el estacionamiento cuando un destello plateado en la calle llama mi atención, pero no logro concentrarme del todo en él porque papá por fin habla.
─¿Fuiste tú?
La decepción que siento con su pregunta es grande.
Lo miro con una ceja arqueada.
─¿Crees que perdería mi tiempo en dramas adolescentes?
─Eres una adolescente, Arlette. ─Mira por la ventana─. Aunque no me guste, ya no eres una niña.
─Papá, por favor...
─¿Te tomaste tu medicina esta mañana?
Afirmo.
─Sí.
─No sabes cómo me sentí cuando me dijeron que posiblemente había una bomba en tu escuela. Tantos esfuerzos por alejarte de nuestros enemigos para que... para que una mierda terrorista te arrebate de mí. Cuando te vi, aunque estuvieses con la policía, volví a respirar. Sabes que no sobreviviría a perderte. No a ti ─susurra sin importarle que sus hombres estén escuchando su debilidad─. ¿Por qué no tenías el frasco? Siempre lo tienes. Ya que estás aquí y no veo ni un solo rasguño en tu cuerpo, eso me preocupa más que este escándalo.
Sé que lo que me dice es verdad porque luce atormentado. Consciente de lo que necesita, me desabrocho en cinturón y me siento en su regazo para permitir que me abrace. Papá lo hace escondiendo el rostro en el arco de mi cuello mientras acaricio su cabello. Su amor es mi fuente de energía. Sin él no sería nadie.
─Lo dejé en casa ─miento.
─¿Qué hay del chico de la coartada?
Me acurruco contra él.
─Es solo un idiota.
─¿Estaba coqueteando contigo? ¿Tiene novia?
Hago una mueca. En lo absoluto coqueteaba conmigo y no tengo idea de si tiene novia o no. Tampoco me interesa, aunque supongo que debe tener una o dos de entre todas las chicas que lo siguen.
─No lo sé. No lo conozco.
Papá se separa para tomar mi rostro entre sus manos y asegurarse de que estoy cien por ciento concentrada en él. Los cuarenta le sientan bien. Es incluso más atractivo de lo que era hace diez años. Sus cejas son pobladas. Tiene una mandíbula cuadrada de estrella de cine. Ojos como los míos. Pestañas espesas. Nariz recta. Barba perfectamente recortada. Pudo dejar la mafia y ser modelo o actor si hubiera querido.
─Júrame que ese imbécil no quería poner sus manos sobre ti.
Coloco mi mano en su mejilla.
─Lo juro.
Me observa atentamente por un momento antes de asentir. Si hubiera hecho lo mismo con la pregunta de las pastillas probablemente habría sido delatada por mí misma.
─Bien, pero estás castigada. Irás de tus clases a casa por lo que queda de la semana. Le diré a un contador que no sea Felipe que vaya a hacerse cargo durante estos días. Tal vez Kenneth vuelva a utilizar sus neuronas. No era tan malo.
Resoplo, indignada.
─¿Por qué demonios es eso?
─Ya sabes por qué.
Alzo las cejas y vuelvo a mi asiento.
─No, no lo sé. Ya te dije que no fui yo. No nos haría eso.
─Lo sé, princesa, pero eso no es por lo que te castigo.
─¿Entonces por qué? ─gruño ya que Luc se está riendo desde el asiento delantero, el cual pateo para que se calle.
─Luc. ─El mencionado sí se calla cuando papá lo llama. Si no es porque en este momento me está castigando quitándome lo que más amo hacer me reiría de su miedo─. ¿Podrías decirle a Arlette por qué la estoy castigando? Estoy seguro de que tú, como cualquier otro hombre, te diste cuenta.
─Señor Cavalli, con todo respeto...
─Hazlo o quedas despedido por desobedecer una orden, lo cual sabemos lo que significa.
Muerto.
Escucho con un poco de regocijo cómo traga. Esto no es ni la mitad de malo de lo que sufrirá cuando lo haga pagar por meterse con Flavio, pero me entretiene.
─Señorita Arlette, espero que esto no cree enemistad entre nosotros. Sabe que la aprecio. Es mi co-patrona favorita ─empieza─. Su padre la está castigando por llevar ese par de vaqueros que resaltan tan bien sus...
Papá gruñe.
─Suficiente.
─Sí, señor. Lo siento. Pensé que quería que fuera claro.
─No tanto.
Lo miro.
─¿Es en serio?
Papá afirma con suma seriedad. Luce como Flavio esta mañana en la mesa. Me siento mal por no haberlo escuchado. De haberlo hecho podría estarme dirigiendo al club ahora y no a un infierno de soledad y aburrimiento porque Francesco no está viviendo con nosotros y Flavio llega en la tarde con Beatrice de sus lecciones de boxeo.
─Sí, Arlette, no entiendo qué pretendías cuando los compraste y mucho menos cuando decidiste ponértelos para ir a esa guarida de lobos donde no estoy para mantenerlos lejos de ti.
Me cruzo de brazos.
─Esto es injusto.
─No, no lo es. Injusto es ver cómo todos esos idiotas devoran a tu pequeña con la mirada.
Mi barbilla empieza a temblar.
─Si supieras que no tienes nada de qué preocuparte.
─¿Qué quieres decir?
─Nadie me quiere, papá. ─Me rompo. Ya hemos llegado a casa. Me bajo de la camioneta cuando estacionamos frente a ella y cierro con un portazo─. Todos piensan que acabaré como mamá. ─Esta vez las lágrimas que caen de mis ojos son reales. No tomé mi dosis. La olvidé. La pastilla sigue en el bolsillo de mis pantalones. Eso ayuda a que los sentimientos fluyan─. Nunca ninguno de ellos me tomará en serio. Incluso Vicenzo siente asco por mí. Le parezco repugnante a mi prometido.
La mandíbula de papá se endurece.
─Hablaré con él. Estoy seguro de que no es así.
Dejo caer mi mochila. Estamos frente a la puerta esperando que alguien la abra. Luc y Moses permanecen lejos de nosotros. Me señalo con ambas manos. Abrirme a la única persona en la que confío plenamente se ve como un escape al que no me resisto.
─¡No! ¡No has entendido nada de lo que quiero decir! ¡No se trata de Vicenzo! ¡Se trata de mí! Aunque me digas lo contrario cada día de mi vida, no soy hermosa. ─Mi voz se desvanece─. Estoy rota, papá. Soy como un espejo que se fracturó cuando mamá murió con pedazos que cortarán a quién sea que se atreva a acercase. No puedes culpar a Vicenzo por no querer salir lastimado.
─Princesa...
─Solo tú me puedes amar porque estás igual de roto que yo.
─Maldición, Arlette, no te acerques tanto al borde de la escalera. ─Papá me abraza y permite que llore sobre su pecho hasta que Petrushka abre la puerta. Una vez en la sala me siento junto a él, que probablemente ha tenido que dejar de hacer un negocio multimillonario para estar aquí, y continúo sollozado sobre su camisa. Sus dedos enredándose y alisando mi cabello son el único consuelo que tengo─. No necesitas que nadie te ame, Arlette. Puedes juntar y enamorar a un centenar de chicos, sobre mi cadáver, y ninguno de ellos te amará tanto como te amo. Ni siquiera contará si sumas el amor que cada uno de ellos sentiría por ti.
Escondo aún más mi rostro en la tela de su camisa mientras asiento. Aunque suene poco creíble, continuamos así por el resto de la mañana hasta que me toma en brazos y me sube a mi habitación como cuando era una niña y me quedaba dormida en el sofá escuchando la radio. Papá tiene razón. Nunca nadie me conocerá tan bien, mi dolor más profundo, mi vergüenza más oscura, por lo que nadie me amará como él.
En el fondo siempre seremos nosotros dos.
¿Les está gustando el rumbo de la historia?
¿Quién crees que hizo el desastre en la escuela de Arlette?
¿Sienten curiosidad por el chico misterioso?
Espero que les haya gustado el capítulo. A partir de ahora tendrán que esperar un poquito más para conseguir actualización, pero ya con lo que tienen pueden ir formulando teorías.
Capítulo dedicado a misscoqueta <3
No olviden comentar (si lo hacen mucho seguramente tendrán dedicación) y votar si quieren que me apresure con la actualización.
Las amo.
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