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Capítulo 41:

ARLETTE:

Mi ensayo con Jamie Davis es un éxito. Estuvo tan increíble, al parecer de la profesora Gigants, de pensamiento feminista, que esta decidió contactar a su amiga periodista de un periódico de renombre de Chicago para publicarlo. Aunque estoy orgullosa de mi trabajo, es un tipo de éxito que me hace sentir nerviosa. Aunque las cosas hayan cambiado significativamente de un tiempo para acá, llamar la atención de esa forma sigue siendo malo. Mis labios, sin embargo, se curvan en una sonrisa al pensar en Ivy. Espero que Jamie le diga a su hermana lo bien que nos fue. Ella me inspiró.

Estoy recogiendo mis cosas, una pluma y mi cuaderno, cuando una mano se posiciona sobre la superficie de madera y me bloquea el paso hacia el pasillo entre los pupitres. Suelto un suspiro. Me senté junto a la ventana, como siempre, así que no hay salida para mí a menos que se quite. Podría empujarlo y romper su nariz, pero eso me enviaría a la oficina del director. Mi ceja se eleva cuando noto que está usando la chaqueta del equipo y mismo par de vaqueros rasgados que llevaba cuando nos conocimos: el día de partes de animal en el suelo y la sangre en las paredes. Pensándolo bien, es con lo que lo veo puesto la mayoría del tiempo. Probablemente no tiene más ropa. Hago una mueca sin bajar mi ceja. Eso está mal.

─¿En qué puedo ayudarte? Ya hemos terminado.

Niega, inclinándose tan cerca que sus mechones negros rozan mi mejilla.

─Ni siquiera hemos empezado.

Podría directamente enviarlo a la mierda, pero el trasfondo de su mirada azul bebé me dice que no aceptará un no por respuesta.

─¿Podemos hablar sin que me hagas sentir claustrofóbica?

Jamie me observa por unos cuantos segundos antes de asentir y retroceder. No planeo huir, así que nos guío al patio. Sonrío tranquilizadoramente cuando mi mirada se topa con la de Verónica. No puedo evitar abrazarme a mi abrigo cuando una ráfaga de aire helado me roba un estremecimiento. El invierno, mi estación favorita, ya está aquí.

─¿Y bien? ─pregunto cuando nos encontramos lo suficientemente lejos del resto de los estudiantes─. ¿Qué es tan importante?

Jamie desciende su atención al suelo antes de concentrarla nuevamente en mí. Esta vez no se trata de curiosidad o avaricia cuando me ve, sino de absoluta desesperación. Debe tener una vena italiana si se enteró del tipo de cosas en la que mi familia está involucrada. Eso o ha trabajado o intentado hallar algo en otro sitio. Ya que después de la muerte no tan accidental de su padre vive en una de las peores, sospecho que existe la posibilidad de que se trate de la combinación de ambas.

─Ivy está muriendo ─responde─. Si no obtiene una operación para retirar un tumor cerebral pronto, mi hermana morirá. Los médicos dicen que podría recuperarse a un cien por cien si la obtiene, junto con un par más, y empieza sus siguientes sesiones de quimioterapia. ─Traga audiblemente─. No te estoy pidiendo caridad, solo que me consigas un trabajo. He preguntado en otros sitios, pero no pagan lo suficiente. Tu padre sí lo hace.

El recuerdo de la pequeña niña de cabello rubio y piel tan clara como el mármol viene a mi mente. Es tan inteligente y educada para la época en la que creció. Probablemente tuvo una buena crianza, antes de que su padre muriera, pero ahora, sin importar si es una buena chica o no, su mundo está derrumbándose sobre su pequeño cuerpo de una manera que difícilmente soportará. El peso de los escombros será demasiado grande.

Me recuerda tanto a mí que no puedo evitar apreciarla.

Aún así, no puedo decirle a Jamie que sí.

─No puedo ayudarte, Jamie. Lo siento por Ivy, pero no puedo.

Me doy la vuelta para alejarme lo más rápido que pueda, pero su mano me detiene a penas me alejo unos centímetros de él. Aunque no me gusta ser agarrada así, entiendo su reacción. Yo también lo haría por Flavio.

─Arlette, por favor.

Niego rotundamente.

No. Te lo dije una vez y mi respuesta sigue siendo la misma. ─Esta vez soy yo quién se acerca. Bajo la voz─. Podrías sentirte invencible por unos días, tal vez meses, ¿pero quién cuidará de tu familia cuando la más mínima cosa salga mal? ¿Crees que ellos estarán a salvo si tomas esta decisión? También, si te ayudo, significaría que te conozco y te considero un amigo, lo cual no hago. Si acepto, sería responsable de ti. Ese es un riesgo que no estoy dispuesta a correr. No por un extraño.

Verónica y yo, en cambio, tenemos una historia. Sé que nunca me traicionará, no intencionalmente, al menos, porque sé que nunca olvidará lo que hice por ella. Nos une la sangre. A Jamie y a mí no nos une nada.

─Arlette...

No lo dejo continuar.

─No. Llénate de deudas. Ve a una ONG. Crea un fondo de donación en internet. Haz cualquier cosa menos esto ─murmuro─. Es lo que Ivy querría.

Tras mirarnos, su respiración errática, se separa abruptamente.

─¿Crees que no lo he intentado ya? He hecho todo lo que me has dicho, pero no obtengo ningún sí lo suficientemente rápido. Todos me dicen que no o que debo esperar sentado y ver cómo mi hermana se desvanece ─dice─. Y con respecto a lo que ella quiere, sé que lo que más quiere en el mundo es poder salir por sí misma de esa maldita habitación y ser normal. No eres tú quién la observa todos los días mirando a los otros niños por la ventana. ─Giro mi cabeza hacia otro lado. Por primera vez en mi vida siento más que ausencia y vacío ante el hecho de no tener sentimientos como los demás. Siento vergüenza. Lo que dice debería importarme, pero no lo hace tanto como debería. Lo único en lo que pienso mientras habla es en la cantidad incorrecta de personas en mi curso que saben sobre mi familia. Hether. Bartolomé. Verónica. Jamie. Son demasiados. Lo que es peor de toda esta situación es que solo la mitad de ellos están forzados a mantener la boca cerrada─. Ya te ayudé una vez, ¿recuerdas? Lo hice bien. Mantuve tu secreto e hice lo que tenía que hacer.

Sí. Lo hizo. Lo hice pagar por todas las pastillas que le he dado para que revenda disparándole al neumático de una de las camionetas de papá en movimiento con la esperanza de que mi accidente mantuviera a Francesco en Chicago, pero no funcionó. De nada sirvió que tanto Jamie como yo nos arriesgáramos. Además, en ese tiempo no tenía nada que perder.

Ahora tengo mi libertad.

─Lo siento, Jamie. ─Vuelvo a negar─. No puedo.

Tampoco puedo darle más explicaciones, decirle que las cosas que tendría que hacer serían muchísimo peores, puesto que, al igual que pasó con Hether, no incriminaré mi apellido así. Esta vez no intenta detenerme cuando me alejo, pero grita tan fuerte, un sonido desgarrador, que todas las personas a nuestro alrededor giran la cabeza hacia él para mirarlo.

Yo no lo hago.

****

Como cada tarde, paso por club antes de ir a casa. Diana y las chicas me saludan, deteniéndome de camino a la oficina para que les de la opinión de su nueva rutina. Eso es algo que ha cambiado. Antes solíamos ignorarnos mutuamente. Ahora la mayoría de ellas me ve con estima. Imagino que les sienta bien saber que tienen a alguien que no las juzga por encima de ellas. Realmente considero que son buenas en lo que hacen, lo cual me genera ingresos, y que aunque algunas de ellas lo disfruten, otras no tanto, mientras continúen llenando el club todo estará bien entre nosotras.

No las veo como objetos, sino como recursos.

Supongo que eso es más de lo que pueden decir de cualquier otro jefe de bailarinas exóticas. Ayudándome con Vicenzo y luego actuando tras de mí en la fiesta de diamantes, realmente me han sido de utilidad. No puedo evitar sonreír cuando su líder pasa a mi oficina tras tocar la puerta.

─Adelante.

─Jefa. ─Asiente antes de situarse frente a mí─. Las chicas y yo hemos terminado de ensayar. Iremos a comprar algo en la heladería de su padre y regresamos, no más de quince minutos, lo prometo.

Arrugo la frente. Kenneth no está, está de baja por enfermedad, así que supongo que no hay nadie a quién puedan pedirle permiso.

─Está bien. Mientras cumplan con su trabajo, pueden hacer lo que quieran.

Sus dientes blancos quedan expuestos mientras sonríe, negando.

─No estaba preguntándole si podíamos ir ─dice─. Estaba invitándola.

Ah.

Normalmente me negaría, pero he tenido un día pesado. A pesar de que se me hizo fácil decirle que no a Jamie, no dejo de pensar en Ivy. En sus lindos ojos azules cerrados y enterrados nueve metros bajo tierra después de perder a su padre y pasar años añorando vivir como una persona saludable. Es tan fuerte por solo sobreponerse a lo primero. Yo nunca sobreviviría a la ruptura de mi familia. El apellido Cavalli lo es todo para mí.

─Claro que sí. ─Probablemente un brownie de chocolate blanco me hará sentir mejor. Cierro el libro de contabilidad frente a mí y lo guardo bajo llave antes de tomar mi abrigo de piel colgando de la pared─. ¿Cómo se llama la canción que bailarán hoy? ─pregunto mientras acomodo mi cabello.

Son apenas las tres y media. No veré su show, pero eso no significa que no esté interesada. De verdad me gusta la música que usarán y el nuevo estilo moderno que probarán. Parecerán Drag Queens sobre sus zapatos altos y excesivo maquillaje, del cual me enseñaron una foto, pero siempre me han llamado la atención las Drag. Su estilo. Me explicaron que el cambio era solo por hoy, una estrategia publicitaria de redes sociales en las que le pidieron a sus seguidores escoger el tema de su siguiente rutina, lo cual es una lástima. Realmente me quedaría para todos los espectáculos si fueran tan interesantes como el de esta noche. Probablemente venga.

─Animals. Es vieja. De Martin Garrix.

Ni idea.

─Por supuesto. Ya la recuerdo. ─Le sonrío por última vez antes que el resto de las chicas se nos una. Cuando llegamos a la heladería, me siento en una mesa con ellas en lugar de hacer fila. Las animo a pedir lo que quieran─. Yo invito ─murmuro antes de ponerme de pie y dirigirme a la trastienda, dónde Verónica usualmente está cuando no se encuentra atendiendo a los clientes. Es extraño que tampoco haya visto a Marianne. Mi frente se arruga cuando encuentro todas las luces de apagadas, menos la que se haya al final del pasillo de suministros. La cocina dónde preparan los brownies y fabrican los helados se encuentra a parte─. ¿Verónica?

Sé que está aquí porque vinimos juntas de la escuela, así que sigo avanzando hasta que identifico la suela de sus Vans detrás de una repisa llena de chispas de colores y brillo azucarado. Mi frente se arruga cuando también noto las converse rosas de Marianne. Cuando llego a la esquina, ambas dejan de limpiar la mancha roja entre ellas para mirarme.

Sangre.

O sirope de fresa, si somos optimistas.

─¿Qué sucedió?

****

─El show ha sido increíble. Gracias por invitarme.

Dejo de concentrarme en la manera en la que las chicas lucen hermosas mientras aceptan tomarse fotos con el público para ver a Bartolomé, quién se ha convertido en la única persona en mi vida que no trae drama. Bueno. A excepción del asunto de las drogas. Realmente quiero abofetearlo cada vez que se regodea de tener unos cuantos gramos de coca o una pastilla de éxtasis. Realmente, como le dije, habría dicho que no si hubiera tenido la oportunidad. Si no me hubieran convertido en una adicta desde niña.

Probándolo, llevo dos círculos blancos a mi boca y los bajo con champagne. Ahora no solo me encantan mis drogas, sino también el licor de niñas. El whisky iría más acorde a mi personalidad, pero esto me gusta más. Adoro el sonido de explosión de la botella cada vez que abren una para mí. Es decir, en cada trago. Me gusta tanto que llevo seis de ellas.

Con la siguiente, siete.

─Arlette, ¿de verdad desperdiciarás miles de dólares así? ─pregunta con un hipido, puesto que debido a que he comprado tanto alcohol no le ha quedado de otra que beber champagne conmigo, la cual le causa gases─. ¿Estás bien? ¿Necesitas que llame a tu padre?

Niego rotundamente. Por primera vez en mi vida mi pesar no se debe a Carlo Cavalli, sino a la estupidez de las personas que no conocen los riesgos de una determinada acción y aún así la ejecutan. Como Jamie. Como las chicas. Brindo por ello antes de darle otro sorbo a mi copa y levantarme. Mañana es viernes, así que he tenido suficiente. Me despido de las bailarinas, dejando el resto de las botellas para ellas, antes de salir a la calle. Fósil me mira con una sonrisa en el rostro, negando, mientras hace que los clientes se aparten para dejarme pasar. Luc, quién al parecer se ha vuelto mi escolta oficial, junto con el ruso, abre la puerta del Cadillac para mí. Estoy tan ebria que no recuerdo que Bartolomé se encuentra conmigo hasta que este posiciona una mano sobre mi antebrazo, ocasionando que las luces altas de la G-Wagon se enciendan, y me veo forzada a alejarlo.

Se ve decepcionado.

─Pensé que quizás te gustaría que te acompañara a casa. No te ves bien.

Mi mal humor se suaviza.

─Estoy bien, Bart. ─Me inclino para besar su frente. La vena de mi cuello se hincha cuando la camioneta que me sigue casi a todas partes pasa junto a nosotros a toda velocidad, llamando la atención─. Solo me encuentro cansada. Tengo muchas cosas en mente. Estoy en medio de un dilema.

El hecho de que hable tanto con él de cómo me siento solo es otra prueba de lo ebria que estoy. Quiero irme a casa lo más pronto posible, pero Bartolomé suena tan preocupado que no puedo simplemente ignorarlo.

─¿Por qué no me dices cuál es? Quizás te pueda ayudar a resolverlo.

Suelto un suspiro antes de hacerle una seña a Fósil y a Luc para que nos den privacidad, lo cual hacen permitiéndonos que nos montemos en el asiento trasero sin que ellos nos acompañen. Bartolomé sostiene la puerta entre abierta. Tiene un lindo deportivo de su padre aparcado en algún lugar.

─Mi debate es entre hacer lo que se supone que debo hacer en lo referente a un tema ─suelto, puesto que algunos secretos no son míos para contar, una regla de oro que nunca rompería─. Y lo que quiero hacer.

Bartolomé frunce el ceño.

─Solo haz lo que consideres correcto, Arlette, como siempre haces.

Apoyo la parte posterior de mi cabeza en el respaldo del asiento para mirarlo. No entiendo cómo no tiene novia. Es tan atractivo. Presiono mi mano contra su mejilla antes de descender mis dedos por su cuello. Aunque su corte de cabello es horrible, se ve bien. Me gustaría tanto besarlo ahora. El momento es perfecto. Fósil y Luc están lejos. Mi padre nunca se enteraría. El problema es que aunque mi compromiso con Vicenzo está roto, sigo teniendo uno con mi familia.

Conmigo misma.

─Me idolatras mucho ─susurro.

Luciendo aún más decepcionado que antes, toma la manija de la puerta.

─Si no te gusta debes parar de darme razones para hacerlo ─dice─. Antes de que me hagas sentir como un imbécil, para tu información, no, no soy el único a tu alrededor que se siente así. Tienes un séquito y ni siquiera lo sabes. O, lo que es peor, lo sabes y estás esperando el momento adecuado para usarlo a tu favor, lo cual solo es otro motivo para desearte. ─Se baja. No puedo evitar que mi corazón se acelere cuando se inclina hacia adelante─. Ese día en mi casa, Arlette, lanzaste un hechizo sobre mí. No he podido dejar de pensar en ti desde entonces, pero sé perder. Si solo quieres que seamos amigos, eso es lo que seré para ti.

No respondo.

No tengo nada que decir, así que da media vuelta y se va.

****

No es la primera vez que Luc me lleva en brazos a mi habitación, pero sí la primera vez que me deposita en mi cama y me cubre con las mantas cuando se da cuenta de que no puedo hacerlo por mí misma. Sonrío contra la tela de algodón cuando cubre mis labios con ella. Estoy tan relajada y exhausta que siento que no extiendo la mano para tomar mis pastillas para dormir. Solo cierro los ojos a pesar de que siento que estoy en un sueño mientras siento cómo Luc se acerca más de la cuenta.

─Él tiene razón.

Arrugo la frente, todavía sin abrir los ojos.

─¿Quién?

─Bartolomé. Su amigo ─murmura─. Él tiene razón.

Separo mis labios, pero no logro enfocarlo en la oscuridad. Lo único que logro ver cuando mis ojos se adaptan a tener el resplandor de la luna como único recurso es el movimiento de la puerta al cerrarse.

****

Al día siguiente, jueves, la escuela se siente pesada. Cuando busco a Jamie con la mirada durante las demás clases que compartimos, me encuentro con que se ha ausentado. Mi estómago empieza a retorcerse a la hora de la salida. Ya no son dos, sino tres pastillas las que necesito para mantenerme enfocada. La situación mejora después de que las tomo, pero vuelve a empeorar cuando llega la hora de la salida y le pido a Fósil que me lleve con mi padre. No hemos tenido una conversación real, a pesar de la sorpresa de mi cumpleaños, desde que le revelé que conocía la verdad sobre Luciano. Estoy segura de que aceptará ayudarme con Ivy, da mucho dinero a varias organizaciones de caridad, pero no sobre cómo me sentiré estando cerca de él. Si continuaré triste o decepcionada.

O lo que es peor, si no sentiré absolutamente nada. 


Maratón 1/2 listo

Si yo fuera ustedes no me dormiría. 

Llegamos a los 1000 comentarios y publico el siguiente <3 

Puede ser hoy

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