Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32:


VICENZO:

La mitad de los casi cien hombres encargándose de la seguridad trabajaban para mi familia. La otra mitad estaban en la nómina de Carlo, así que había una exótica mezcla de amor a la sangre y al dinero resguardando el patrimonio de la familia de Arlette. Eso hacía casi imposible que cualquiera pudiera salirse con la suya si intentase acercarse a la colección con la intención de tomar alguna pieza y esconderla en su bolsillo, pero aún así el imbécil cubierto de sangre frente a mí lo intentó. Un guardaespaldas del maldito gobernador. Aprovechó el escándalo que mi prometida ocasionó y puso sus manos sobre un joya en la lista de diamantes con el valor más bajo, lo que lo hace parecer aún más estúpido. Si me hubiera arriesgado a morir, lo habría hecho por algo que valiera la pena, no por un estúpido anillo de compromiso.

─¿Qué crees que pasará contigo ahora?

Ni siquiera conozco al tipo frente a mí, así que la compasión está fuera de su alcance, pero esta vez no es como otras veces. No disfruto del olor de su miedo, a orine y sangre, o del poder de acabar con él como quiera porque mi mente está en otro sitio.

En el infierno que me espera fuera del granero de Carlo, exactamente.

─Moriré ─susurra.

Afirmo.

─Tienes razón. ─Me levanto. Había estado arrodillado para poder verlo directamente a los ojos mientras escuchaba su confesión. No estoy particularmente interesado en él, es solo un ladrón, pero había querido saber por qué un hombre haría algo tan estúpido como robar a un Cavalli en su propio terreno sin ningún tipo de planificación, apoyo o experiencia─. Pero debido a tu estupidez, arrastrarás a tu familia contigo.

Los ojos del sujeto se abren abruptamente ante la idea de los seres que ama siendo asesinados o heridos por su culpa. Intenta deshacerse de las ataduras que mantienen sus manos alzadas mientras maldice, todo su cuerpo cubierto de hematomas y sangre, pero ya no hay nada que pueda hacer. Decido que es su momento cuando se desploma con resignación, llorando y agitándose con la cabeza escondida en su pecho, poniendo una bala en su cabeza. No dudo que sus motivos para hacer lo que hizo sean ciertos: hijo enfermo, deudas, desesperación. Primero, no fue tras una pieza grande, sino tras algo que, como él mismo dijo, pudiera reponer en un futuro. Segundo, Milad confirmó su historia yendo al hospital en el que el pequeño Jeremy estaba recibiendo su sesión de quimio. Tercero, después de un tiempo, cuando haces este tipo de cosas, aprendes cuándo alguien miente y cuando no.

Me pregunto si es por eso que veo a Arlette por quién realmente es.

O si estoy equivocado y ella es la excepción.

─Hazlo desaparecer. Dale un cierre a su esposa. Haz que parezca que la enfermedad de su hijo fue demasiado y se fugó a Las Malvinas con su amante. ─Le tiendo el anillo a Milad. El odio es mejor combustible para avanzar que la pena. Jeremy necesita que su madre siga adelante. No tengo intención de asesinarlos, no tendría ningún sentido, pero el fallido intento de ladronzuelo no merecía morir en paz─. Empéñalo y dales el dinero. Estoy seguro de que a Carlo no le importará. Le encanta la caridad.

Milad me mira con el ceño fruncido.

─No estoy tan seguro de eso.

─No le importará ─repito con los dientes apretados, irritado con el hecho de que dude de mis órdenes y no las ejecute directamente: eso no pasaría si me tomara en serio como el jefe─. Estoy completamente seguro.

Después de que él y su difunta esposa estafaron a mi familia comprometiéndome con una mujer más que defectuosa, un anillo como ese no vale una mierda al lado de todos los dolores de cabeza que Arlette me ocasiona.

─Bien, pero si sus hombres van tras de mí...

Achico mis ojos en su dirección, mis puños apretados.

No disfruté convirtiendo al hombre del que se tiene que hacer cargo en un cadáver, pero probablemente disfrutaría con él.

─Solo hazlo.

Además de ayudar a una familia que ha terminado de perderlo todo, llevarle la contraria a Carlo, aunque sea de esta manera, me hace sentir mejor. Estoy siendo un idiota, sin embargo, ya que no debería sumar más basura a la gigantesca montaña en mi patio. Arlette no solo me humilló desnudándose frente a toda La Organización, sino que creó insinuaciones sobre ella y Marcelo, uno de los únicos hombres a los que no puedo tocar, lo cual es, como siempre, un movimiento bien ejecutado de su parte.

Si se hubiera sentado en el regazo de cualquier otro, podría matarlo y limpiar mi nombre, pero si los rumores son sobre él follando a la mujer con la que me casaré, tocándola públicamente después de seguirla y perderse con ella en el laberinto de rosas de su familia, lo que ya de por sí solo es sospechoso, no puedo hacer una mierda salvo cortarle la lengua a quién hable sobre ello en mi presencia.

Es tan malditamente irónico.

Cada vez que la engañé frente a ellos, lo superaron, pero esto no lo dejarán ir. Todos, menos Arlette, olvidarán que me presenté aquí con Tiffany, pero nadie olvidará la forma en la que ella se restregó contra él, la sonrisa de medio lado que le dedicó arrodillada en el escenario, o la perfecta forma de sus tetas y culo adiamantados.

Hola, chico ─me saluda uno de los hombres de papá con un cigarro en la boca, sus manos apilando sillas─. Siempre nos dijiste que estaba loca, pero ahora pensamos que el que está loco eres tú, ¿cómo ignoras esas curvas?

Los que lo ayudan ríen ante su comentario.

Yo soy más consciente de los vasos sanguíneos de mi cuello que nunca.

Pero en lugar de hacer exactamente lo que mis instintos me gritan que haga, acabar con ellos para que así dejen de molestar, continúo con mi camino. Otro obstáculo, sin embargo, se interpone en él. Noto a Flavio arrodillado en el suelo junto a la cúpula central, dónde los diamantes más costosos se encontraban, un evidente golpe en su pómulo. Alrededor de él hay dos guardaespaldas que se enderezan cuando me ven.

─¿Qué le pasó? ─pregunto.

─Fue él quien atrapó al ladrón. Está sobrellevando la adrenalina ─responde el más joven, Luc, encogiéndose de hombros─. Es su primera captura.

Miro al hermanito de Arlette con una ceja alzada. Se me hace imposible creer que haya sido capaz de contener al hombre que asesiné hace unos minutos, por no decir segundos, dos o tres veces su tamaño. La intensidad de su mirada azul, por otro lado, lo confirma. Su expresión es la de un ser humano que sabe que ha enviado a otro a la muerte. La última vez que supongo que se enfrentó a una situación como esta no fue él quien apretó el gatillo, sino su padre, pero ahora es como si lo hubiera hecho.

─¿Todo va bien?

Flavio parpadea varias veces antes de enfocar su atención en mí. Al principio me mira como si quisiera decirme cómo ser responsable de la muerte de un hombre lo está destruyendo por dentro, forjando el camino para ennegrecer su alma para que esta termine como la cualquier otro hombre de La Organización, pero luego me ve como si esperara ansiosamente una invitación a mi funeral.

─Cada vez que Penélope y tú vienen a visitarnos, papá bromea conmigo preguntándome si quiero casarme con ella. ─Me tenso. Su voz es la de un niño, pero sus palabras han dejado de serlo─. Siempre le digo que no, pero tal vez mañana le diga que sí solo para poder, en unos años, preguntarte si todo va bien después de que seas testigo de cómo la humillo y trato como tú humillas y tratas a mi hermana.

Me acerco a él, listo para sacar la mierda fuera de su pequeño cuerpo hasta hacerlo recapacitar y jurar que nunca hará algo como eso, pero los dos guardaespaldas que lo acompañan se interponen en mi camino con el pecho hinchado de orgullo. Miro a Flavio entre ellos, pero él ya no me mira a mí, sino al suelo mientras sus hombros se agitan y se esfuerza por controlar su respiración. Con una maldición, continúo con mi camino y entro en la casa con la sensación de haber sido apuñalado en el estómago por un niño. Mi familia se encuentra reunida en la sala, pero ninguno de ellos reconoce mi existencia. Están enojados y decepcionados, nada innovador.

Si conocieran la razón tras mi comportamiento no podrían juzgarme.

─Vicenzo ─exclama Tiffany mientras se acerca con una manta sobre sus hombros, su maquillaje y peinado hechos un desastre, al verme entrar─. ¿Todo está bien?

Afirmo mientras me deshago de su abrazo, sintiéndome mal por haberla olvidado.

─¿Tú estás bien?

─Sí. Todos me ignoran, en especial tu familia, pero hay una ancianita que es bastante amable conmigo. Fue ella la que me dio esta manta. Oh, aquí viene. ─Me doy la vuelta para ver a Petrushka, la mujer que cuidó de Arlette cuando su madre murió, trayendo una taza con un líquido humeante dentro. Usa un vestido sencillo, pero dos gigantescos diamantes cuelgan de sus orejas. Sus facciones gritan que alguna vez fue una joven hermosa. Al igual que Fósil, es parte de su herencia rusa─. Gracias ─exclama Tiff con una sonrisa que luego se llena de chocolate caliente, formando un bigote sobre sus perfectos y carnosos labios.

Lo tierna que se ve me relaja y enoja en partes iguales. No entiendo cómo puede actuar así cuando hace unos minutos hubo una balacera en la que pudo resultar herida. Sin poder soportar su falta de sentido de la realidad por mucho más, el hecho de que no pertenezco a su cuento de hadas, me siento junto a ella en el sofá hasta que termina su chocolate y luego la envió a mi apartamento en un taxi. No sé si mi padre ya la recordó y reconoció como una de sus clientes, pero después de lo que pasó no puedo arriesgarme a otro escándalo. La verdad, superaría cualquier cosa que pasara con ella por mi culpa. Le tengo cariño, amo su pequeña y apretada vagina casi tanto como sus postres, pero esta noche solo ha sido un motivo para un fin.

Desequilibrar a Arlette.

Lo logré, pero subestimé las consecuencias.

¿Dónde está ella? ─le pregunto a Beatrice cuando la veo bajar las escaleras, a lo que la rubia se encoje de hombros con los ojos hinchados.

El vestido que hace una hora brillaba como un autentico diamante al estar cien por ciento compuesto de pequeños espejos, destacándola entre los presentes, ahora se encuentra opaco y lleno de suciedad. Su mano no deja de cubrir su vientre en ningún momento. Está claro que ha llorado. Eso no me sorprende, no es la mujer más fuerte, pero lo que sí llama mi atención es el desdén en su voz cuando me habla.

Al parecer ella y su hijo se han puesto de acuerdo para odiarme esta noche.

Después de que arruinaste todo lo importante para ella paseándote con esa puta barata en nuestra propia casa, ¿te importa?

No eres quién para hablarme así. Ni siquiera te interesa ─escupo, cansado de que todos los Cavalli me miren por encima del hombro─. No eres su madre. No eres su amiga. No eres más que una hipócrita.

Beatrice retrocede como si mis palabras la hubiesen golpeado, pero rápidamente da un paso al frente y me abofetea. Con fuerza. No lastimaré a una mujer embarazada, está entre mis límites, así que me echo hacia atrás y respiro profundamente mientras el calor se esparce por mi rostro.

¿Tu madre no te enseñó a mantener la boca cerrada ante un tema del cual no sabes nada? ─gruñe rodeándome para dirigirse a la cocina, pero en el camino es interceptada por mi madre, quién está siendo tomada del brazo, como si quisiera retenerla de hacer algo como clavar un cuchillo en el pecho de Beatrice, por mi padre.

Penélope está sentada, mirando hacia el jardín, en una esquina.

Probablemente está asustada por todo lo que sucedió y está sucediendo.

Debe.

Nunca más vuelvas a tocar a mi hijo, Beatrice, o me importará muy poco que estés embarazada y arrastraré tu bonita cara por el suelo.

La voz de mamá, usualmente entusiasta y llena de amor, me hace estremecer por lo agresiva y llena de fuego que suena. Hago ademán de acercarme a ella, pero mi padre niega sin mirarme a los ojos. No lo ha hecho ni una vez desde que llegué aquí con Tiff. Trago el nudo de decepción que se instala en mi garganta y subo los escalones en dirección a la habitación de Arlette. Toco antes de entrar, pero con eso solo consigo empujar una puerta ya abierta. Las luces están apagadas, pero el resplandor que entra por la ventana es lo suficientemente potente para que pueda distinguir la silueta de mi prometida y de su padre sobre la cama.

Las náuseas se apoderan de mi garganta.

Considero dar la vuelta y desaparecer, pero su voz me detiene.

─Siéntate ─suelta mientras deshace del agarre de su hija sobre él, aún con diamantes incrustados en su piel, resplandeciendo, y se levanta para poder cubrir toda la extensión de su cuerpo, su desnudez, con las sábanas, su respiración tan suave y la expresión de su rostro tan angelical que nadie creería que una criatura tan bella e inocente como ella acabara de desatar el apocalipsis.

Coloco mi culo en el primer asiento que encuentro a mi alcance, el cual resulta ser un sillón que hace juego con la peinadora de Arlette. Mi pecho se llena de una sensación pesada cuando mi mirada se topa con la agenda que usó para preparar la fiesta cuyo mechón para su destrucción encendí. Carlo se posiciona frente a la ventana, dándome la espalda. De esa manera bloquea la entrada de una gran cantidad de luz del exterior. A sus pies hay una jeringa vacía, lo cual explica el profundo sueño de su hija.

A escondidas de Mark, su madre solía hacer el tipo de apariciones que ella ha hecho esta noche. Se volvió un icóno de La Organización por ello. Además de su belleza, se veía fuerte. Poderosa. Capaz. Simplemente maravillosa ─susurra─. Erase una vez un idiota que pensó que todo lo que Sveta Vólkov hacía era transcendente y extraordinario. En efecto, lo era, pero era aún más trascendente y extraordinario sentir que poseía toda esa magia para sí mismo, junto a la envidia y los celos de otros hombres. Era como si hubiese sido elegido por los dioses para una misión especial. ─Carlo se da la vuelta. Aún no hay la suficiente luz para que pueda ver su expresión, pero sus ojos están llenos de la más pura devastación─. Esta noche se sintió como volver a esa época. Vi a mi hija brillar, pero no muchos se darán cuenta de que el tipo de resplandor por el que se sienten atraídos proviene de una pila de cristales rotos.

Yo...

Cállate.

Lo hago. Permanezco en silencio mientras Carlo se acerca a mí y me obliga a levantarme halándome del cuello de la camisa. Estoy listo para luchar contra él, mis manos en sus muñecas, pero las lágrimas deslizándose por sus mejillas lo impiden.

No todos los días ves a un demonio como él llorar.

La única razón por la que sigues vivo, Vicenzo Ambrosetti, por la que no acabé contigo a penas pusiste un pie en mi casa con una golfa del FBI como acompañante, es porque no te sientes ni en lo más mínimo atraído por el resplandor de Arlette, así que no cometerás los mismos errores que yo cometí y que condujeron a la muerte de la persona a la que más he amado. ─Me empuja al soltarme, así que mi espalda choca contra la pared─. Y por lo que has hecho hoy, no hay mejor castigo para ti y para tu familia que ser tomado como estúpido de esta manera. Le iba a pedir a tu padre que se encargara de ella, pero por fortuna para ti mi hija ya limpió tu mierda. ─Se da la vuelta─. A pesar de todo lo malo que pueda haber en ella, no la mereces.

****

No tengo idea de cómo logré llegar a mi apartamento en tres minutos, mucho menos de lo que la mayoría de las canciones tardan en terminar, pero lo hice. Las náuseas que sentí cuando vi a Carlo y a Arlette habían terminado convirtiéndose en sudoraciones escapando por cada poro de mi piel y en temblor en mis manos. No estaba listo para enfrentar este tipo de situaciones.

Entendía la muerte.

Pero no había sabido nada de la traición hasta ahora.

Buscándola, inspecciono cada centímetro de mi apartamento sin éxito. Tiffany no está en mi habitación, dónde solía esperarme, ni en la cocina, su sitio favorito, lo que solo puede significar que algo realmente malo le sucedió de camino aquí.

Pero el pomo de la puerta estaba caliente cuando entré.

Vuelvo a echarle un vistazo a todas las habitaciones, concentrándome en la mía, e incluso miro debajo de las camas. Mi respiración se atora cuando, a través del espacio creado entre las sábanas y el suelo, identifico la silueta de Tiffany desparramada en el piso del balcón. Mis pasos hacia dónde se encuentra son vacilantes, pero se vuelven veloces cuando me doy cuenta de que su pecho se mantiene estático. Hay sangre que se ha escapado de su nariz, labios, ojos y oídos coagulándose sobre su piel llena de pecas, convirtiendo su expresión risueña en una obra de arte oscuro. Me arrodillo junto a ella y alcanzo sus párpados para deslizarlos hacia abajo, sus pestañas, todavía vivas, haciéndome cosquillas, privando al mundo de la belleza de sus ojos.

Si hubiera sabido que la última vez que la vería sería con un bigote de chocolate encima de los labios, quizás hubiera sido lo suficientemente amable de limpiarlo. Nunca entendí por qué estaba aquí, conmigo, cuando podría estar comiéndose el mundo, pero resulta que lo estaba haciendo a escondidas y nunca me di cuenta.

Me levanto, teniendo un último vistazo de nuestros trajes combinados juntos, y me dirijo a la cocina por un trago. En el camino un destello llama mi atención. El teléfono de Tiff. Tomo uno de sus últimos cupcakes de la barra y me acerco a él.

─¿Katherine? ¿Cómo te fue hoy? Sé que es difícil para ti volver a este caso por todo lo que tienes que soportar de ese niño o, ¿cómo lo llamas tú? ¿Cerdito psicópata? ─El idiota que habla ríe─. Por favor, dime que terminaste para que pueda tenerte en mi cama de nuevo. Créeme. No te habría enviado con él si no pensara que acostarte con el eslabón más débil de La Organización fuera nuestra única entrada. Él...

Cuelgo.

Termino de beber mi cerveza de golpe y me acerco a Katherine, Tiffany ha muerto, arrastrándola dentro de mi habitación antes de que algún vecino la vea y llame a la policía. Ya que no puedo contar con el apoyo de papá para esto, corto su vestido en tiras y me deshago de él incendiándolo en la chimenea antes de ir por el resto de ella. Inicié este maldito día queriendo vengarme de Arlette por burlarse de mí, pero ahora solo quiero vengarme de mí mismo por el mismo motivo. También la odio mucho más de lo que lo hacía esta mañana. No solo me humilló, sino que se robó mi venganza.

No una, sino dos veces.



¿Qué tal quedaron con el capítulo?

Yo estoy K0

Jajajaja

Dedicado a Ellieayalar por la opinión más completa <3, siguiente a quien comente +, no olviden darle amor al capítulo

Hasta el domingo 

PD: ¿Creen que ya Vicenzo sufrió suficiente?



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: #mafia