Capítulo 30:
VICENZO:
Si alguna puta vez hubiera escrito una lista de cosas que nunca haría en mi maldita vida, estoy seguro de drogarme con una pandilla de trata de blancas junto a mi prometida de diecisiete años luciendo tan apetecible como el estofado de mamá la encabezaría. No puedo evitar que mis manos se cierren en puños cuando Luciano coloca una de las suyas en la espalda baja de Arlette, quién no hace más que corresponder todos sus cumplidos con una sonrisa amable, mientras nos guía a su despacho privado para una conversación sin interrupciones. Siento ganas de tomarla de los hombros, alejarla lejos de él y zarandearla hasta que se dé cuenta de que este hombre no es su padre, de que si lo mira de la manera en la que lo hace solo lo hará peor, pero eso también empeoraría la situación.
Él la deseará más si piensa que ella significa algo para mí.
─Tu madre... ─Continúa con su discurso sobre Sveta, el cual ya me trae aburrido, mientras recorremos el ancho pasillo por el que pasamos al entrar, solo que en dirección contraria. Estoy de acuerdo con que era excepcional, pero muchos hablan de ella como si hubiera sido santificada por el Papa después de morir─. Es de lejos la mujer más hermosa e interesante que alguna vez haya conocido. Su muerte fue una tragedia. También lamento que nuestros negocios hayan salido mal.
Justo cuando termina de hablar, empuja una de las pesadas puertas de metal con las que nos topamos y nos guía dentro de una habitación de estilo victoriano con un escritorio de roble en el centro y bibliotecas en lugar de paredes. Permanecemos en silencio mientras selecciona un libro de la estantería que más cercana a su silla. Arlette me mira por debajo de sus espesas pestañas llenas de brillo mientras no observa. Está tan confundida como yo. Una vez abre el tomo frente a nosotros, mi expresión se vuelve incrédula. Arlette rápidamente extiende su mano y arranca la foto instantánea de la boda de sus padres del álbum. En ella Carlo y su madre posan junto a Luciano y Constantino en el altar de la Iglesia en la que se casaron: una capilla aislada en la zona más recóndita de Chicago en la que mamá sueña que Arlette y yo también contraigamos matrimonio.
Le ofrezco una mirada de disculpa a nuestro anfitrión cuando mi prometida se da la vuelta para quedar de pie junto a la única ventana de la habitación, la cual da con un jardín repleto de árboles, dándonos la espalda.
─Arlette es ese tipo de chica con problemas... maternales ─me burlo.
Luciano sonríe.
─¿Una relación tóxica madre e hija?
Me encojo de hombros. Padre e hija también, pero no lo menciono ya que estoy seguro de que no es eso lo que le excita.
─Algo así.
─Me habría gustado presenciar su competitividad. ¿Dos princesas rusas peleando entre ellas? Habría pagado un montón de dinero por un asiento en primera fila. ─Niega mientras ríe─. Carlo era un hombre con suerte. No tienes ni idea de lo mucho que los demás lo envidiábamos por ser quién le arrebatase a Sveta a Iván y al viejo Mark. Él cuidaba de su hija justo como Carlo cuida de la suya. ─Baja la voz lo suficiente para que tenga que esforzarme para oírlo, pero no lo suficiente para que Arlette no lo haga─. Como si todos quisiéramos secuestrarla. Una autentica locura, ¿no?
El rumbo que está tomando nuestra conversación no tiene ningún punto de conexión con la razón por la que estamos aquí, así que me limito a asentir mientras Arlette continúa paseándose por la habitación con la fotografía de nuestros padres en la mano. Ni siquiera nos mira, perdida en sus pensamientos y teorías conspirativas que de una u otra forma terminan teniendo sentido. No entiendo su comportamiento. Ni el por qué no despega sus ojos del viejo trozo de papel rectangular, ni el por qué hizo del tiro a las botellas un espectáculo. Es como si le hubiera pedido que brillara como un cometa en lugar de pasar desapercibida.
─Es por eso que dudo que hayas tomado el riesgo de traerla aquí sin un buen motivo de por medio. ─Despego mi atención de Arlette para concentrarme al cien por cien en él─. ¿A qué han venido realmente?
Por fin.
─Este año nos haremos cargo de la fiesta de diamantes y...
Soy interrumpido por el sonido de Arlette aclarándose la garganta.
Tanto Luciano como yo dejamos de lado nuestra charla para concentrarnos en mi acompañante, la cual nos mira con una expresión que conozco malditamente más que la palma de mi mano: la manera en la que sus pupilas se dilatan, pero el resto de su rostro permanece pétreo.
Es el rostro del desastre.
─¿También estabas enamorado de ella?
Luciano, indiferente a ello, sonríe más ampliamente.
─Por supuesto. Todos lo estábamos.
En lugar de corresponder a su sonrisa o reaccionar positivamente a su respuesta, Arlette arroja la fotografía al escritorio y se inclina para tomar mi mano. No entiendo ni una mierda. Sea lo que sea que esté pasando por su mente para actuar de esta manera, me está haciendo quedar mal, así que hago fuerza y la halo para arrastrarla a mi lado antes de que alcance el pomo de la puerta. Sus ojos son feroces cuando es forzada a mirar atrás. Con ella comportándose así, ya ni siquiera recuerdo por qué estamos aquí.
No lo entiendo.
Arlette no solo es el tipo de persona que acepta ser follada por quién más odia para obtener lo que quiere, sino que lo hace sin pestañear, y sé que lo que más quiere en el mundo es complacer a Carlo, por lo que no puedo estar enojado con ella por arruinar nuestro plan cuando debe haber una buena razón debajo de su comportamiento irracional. Aún así, debemos encontrar la manera de salir de aquí con vida. Tengo un par de hombres infiltrados en la subasta de esclavas y algunos a los alrededores del perímetro de la construcción, pero preferiría no desatar el caos cargando con la responsabilidad de mantenerla a salvo. Él le hace un solo rasguño a su bonita cara y le diré adiós a algo más que a mis testículos.
Carlo me asesinará.
─¿Qué le sucede?
─No lo sé ─le respondo a Luciano torciendo el brazo de Arlette sobre su espalda, lo que consigue mantenerla lo suficientemente inmóvil para ser tomado en serio en mi papel de prometido de mierda, el cual debo admitir que no está muy lejos de la realidad─. Está loca. La droga lo empeora.
Arlette, como si también estuviera interpretando un papel, echa el cuello hacia atrás y ríe, un sonido ahogado y desquiciado que envía un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral porque sé que no estoy tan lejos de la verdad. Su sangre es un cóctel de químicos. La coca es lo opuesto al pariente de la heroína que consume, así que debemos estar lidiando con su versión cucú elevado al cuadrado en este momento. Si no me sintiera levemente intimidado por Luciano y este no negociara con niñas de la edad de mi hermanita como mercancía, sentiría un deje de lástima por él.
─¿Qué me sucede? ─Escupe encima de su mesa─. Que dejé de sentir cualquier clase de respeto o miedo por ti cuando aceptaste en voz alta que la amaste. No eres más que un patético imbécil con la necesidad de follar niñas para que así su diminuto pene sienta algo. ─Arlette deja caer la cabeza hacia adelante, sus hombros sacudiéndose mientras ríe─. Patético.
Mi garganta se cierra ante sus palabras, es como si esperara que en cualquier momento las balas salieran de las paredes o entrara un grupo de sus hombres a asesinarnos, pero Luciano solo se posiciona frente a ella con la misma sonrisa tranquila que poseía hace unos segundos.
─Lo que más me gustaba de tu madre ─dice con las manos tras la espalda─. No era su belleza o su carisma, era el hecho de verme reflejado en ella. Conozco cada reacción o expresión que pueda haber en el rostro de una mujer. Ninguna puede engañarme. Ni siquiera tú. ─Ahora sí su sonrisa se desvanece, gesto que reemplaza con un pensativo fruncimiento de ceño─. Sveta unía los puntos tan rápido como tú lo haces. Lo noto. La diferencia entre ustedes... ─Me tenso cuando extiende su mano para acariciar su mejilla─. Es que ella aceptaba su don con gracia en lugar de hacerlo como un animal salvaje que no sabe ni una mierda del regalo que se le ha sido dado. Ahora entiendo por qué Carlo siempre la escogió por encima de ti, su propia sangre y carne ─escupe─. Eres incontrolable.
Luciano ha ido demasiado lejos tocándola, pero no es hasta que me doy cuenta que las risas de Arlette se han convertido en lágrimas que la suelto y doy un paso en su dirección para alcanzar el cuello de su camisa. El idiota ni siquiera luce sorprendido a pesar de que se está quedando sin respiración. Tengo la leve sospecha de que su única intención al traernos aquí era ponernos a prueba. Ver hasta qué punto puede presionar a un par de adolescentes de la mafia siciliana antes de que estallen.
─No la toques.
Sus malditos ojos violetas brillan.
─No lo haré siempre y cuando estés ahí para evitarlo. A pesar de que se dejó llevar por Carlo y su idea de que soy demasiado peligroso para estar en su círculo de confianza, sigo considerando a Constantino un amigo. ─Rodea mis muñecas con sus manos, pero no lo suelto, la excitación de lo fácil que sería romper su cuello mientras Arlette mira y tal vez consigue ensuciarse con su sangre trayendo una erección a mis pantalones. Cualquier rastro de diversión se borra de su expresión cuando se da cuenta de lo mucho que me gustaría acabar con su vida aquí y ahora solo por el subidón que viene con ello─. Por eso mismo los dejaré ir en paz.
No es hasta que su cuerpo se relaja con resignación que lo suelto. A pesar de su dinero y hombres, del poder del que alardea, es consciente de que podría morir aquí y ahora como si no valiera una mierda. Ya que continuamos en riesgo, le hago una seña con la cabeza a Arlette para que salga antes que yo. Será más fácil huir si solo me preocupo por mí.
─Vete y enciérrate en el auto. Llámame cuando estés dentro.
Ella asiente con la cabeza y desaparece con pasos tambaleantes que hacen que me pregunte si será capaz de llegar por sí misma. Mientras espero que la pantalla de mi teléfono se alumbre con su nombre, tomo asiento en una de las sillas para invitados, decidiendo aprovechar el tiempo. Mi hombro, el punto donde recibí la puñalada de Arlette, duele, así que aplico presión sobre él mientras dejo que la influencia de Carlo y de mi padre se apodere de mis acciones y palabras. Corrí un gran riesgo al venir aquí con Arlette. Lo menos que puedo hacer es que valga la pena. De lo contrario no habría tenido sentido y ya estoy más que cansado de que piensen que solo soy un niño estúpido sin idea de cómo es el negocio.
─Le dijiste que si rompía una de las botellas nos darías lo que queríamos. ─Me inclino hacia adelante, mis codos sobre mis rodillas mientras me deleito con su expresión─. ¿Pero qué nos darás por haberlas roto todas?
****
Luciano termina aceptando mis términos para que me vaya antes de que Arlette llame, por lo que no tiene que esperar por mí demasiado. El silencio entre nosotros es espeso y palpable de regreso al centro de Chicago, cada quién perdido en sus propios pensamientos. Solamente el sonido de sus respiraciones entrecortándose es capaz de que esté dispuesto a renunciar a la burbuja de paz previa al apocalipsis que nos envuelve.
─Mierda, ¿qué necesitas? ─pregunto orillándome en la carretera.
─No hay nada que puedas hacer ─susurra con la cabeza gacha, a lo que respondo extendiendo mis manos y alzando su rostro.
Mierda.
Sus pupilas están más allá de dilatadas. Sus dientes castañean. Cuando presiono una mano sobre su frente, la encuentro tan fría como un cubito de hielo dentro de uno de mis tragos. El pulso en las venas de sus muñecas también es tan débil que casi no lo encuentro. Enciendo la calefacción y hago que se beba una maldita botella de jugo de naranja abandonada en la alfombra de la parte trasera. No sé si ayudará, pero supongo que es mejor si tiene algo en el estómago mientras tiene una sobredosis a tenerlo vacío. Ya que siento que se desvanece a medida que nos acercamos a las luces de Chicago, le hablo de cosas que sé que la mantendrán lúcida.
─Cuando estábamos con Luciano sentí que hablábamos de más de un tema a la vez ─empiezo─. ¿Por qué?
Funciona. Mis palabras captan su atención. En lugar de dormirse contra la guantera, Arlette gira su descompuesto rostro hacia mí para dedicarme un gesto extraño que termino clasificando como un intento de sonrisa.
─Luciano se equivoca. No es tan difícil, así que no es un don.
─¿Qué cosa?
Tan rápido como la esperanza de que pudiera mantenerse despierta por si misma llega, se desvanece. Arlette vuelve a cerrar los ojos tras un aleteo. Es como si hablar la dejara sin energías para nada más.
─Unir los puntos ─susurra.
Aprieto el volante con fuerza. ¿Unir los puntos? ¿Qué mierda significa eso? ¿Está delirando? Como último recurso, al verla tiritar, lo intento. Intento unir los puntos para resolver esta mierda: cuando salió de la oficina de Luciano lucía inestable, pero no al borde del colapso. Arrugo la frente, forzándome a recordar y notar que cada vez que Arlette se ha emocionado o excitado con respecto a algo, ha sido sedada. Antes por su padre, ahora por sí misma. Esnifamos cocaína, lo contrario a su medicación. Después de drogarse con un estimulante en lugar de un sedante y hablar de su madre, un tema sensible para ella, simplemente pudo no soportarlo y recurrir a su salvación.
Pero ya era demasiado para su estómago por hoy.
Maldición. Antes de esto casi había olvidado su adicción y el motivo de ello.
─¿Tomaste tus pastillas mientras me esperabas?
Afirma débilmente, llenándome de alivio porque aún está aquí.
─La coca... es... lo contrario... a ellas. ─Arlette hace una mueca una vez más, pero esta termina en puchero─. Mi corazón latía muy... rápido. No pude soportarlo. Mi padre no puede enterarse, V. ─Toma una honda bocanada de aire─. Me internará si descubre que he tenido otra sobredosis.
La cantidad que inhalamos solo incrementó a duras penas la percepción de mis sentidos; colores, sonidos y aromas más intensos, más energía.
¿Acaso no pudo soportar sentirse viva?
¿Eso es el trasfondo de lo que quiso decir?
─Lo resolveremos ─la tranquilizo mientras nos desvío hacia una cafetería abierta las veinticuatro horas; allí termino sosteniendo su cabello en la cima de su cabeza mientras vomita en uno de sus retretes durante media hora.
****
Ya que, como Arlette mencionó, es mejor que seamos castigados por Carlo porque me he atrevido a meter mis sucias manos de carnicero debajo de su falda y no por ir con Luciano, nos dirijo directamente a mi departamento tras enviarle a papá una fotografía de Arlette dormida en mi asiento copiloto, a lo cual responde con dos pulgares arriba y un mensaje diciendo que él y mamá nos cubrirán y se encargarán de nuestros nietos mientras estamos en la universidad. Está cálida e inconsciente, pero aún respirando, cuando la tomo entre mis brazos para subir al ascensor y luego el pasillo y la entrada de mi casa. Su expresión es tan tranquila, sus mejillas sonrojadas y sus labios fruncidos, que me esfuerzo tres veces lo que debería, en especial después de que me llevó la contraria delante de una cantidad grande de miembros de La Organización, por no despertarla. Ya la he visto desnuda, así que trabajo con cuidado en el cierre de su vestido para quitárselo. No lleva sujetador, por lo que permanezco unos segundos viendo sus pezones rosados erizarse debido al frío antes de hacer ademán de cubrirla con la manta. Me detengo al notar tinta de bolígrafo cubriendo la pálida piel de su antebrazo de una manera que apenas entiendo.
Iván.
Secuestro.
Sveta.
Mal negocio.
Mentira.
No es que no comprenda el significado de las palabras porque estén mal escritas, sino porque no entiendo cómo se relacionan o, en primer lugar, la razón por la que están ahí, pero esa claramente es su letra de princesa.
La reconocería en cualquier parte.
****
Son pasadas las tres de la madrugada cuando tocan suavemente mi puerta principal. Si la persona tras ella sigue las instrucciones que le di al pie de la letra, solo lo hará una vez para no correr el riesgo de despertar a Arlette. Ella se encuentra en la habitación de huéspedes, por lo que conduzco a mi invitada a mi cama sin sentir ningún tipo de remordimiento de por medio. Su cabello rubio se enreda en mis dedos cuando entierro mis manos en él mientras mis piernas la obligan a acostarse sobre el colchón y luego, ya encima de ella, a abrir las suyas para acogerme en medio. Es una chica buena, así que no llevaba nada más que un abrigo que dejó caer sobre el piso de la sala apenas entró. Inhalo su aroma, a limpio y pie recién horneado, antes de guiar mi pene a su estrecha entrada y empujar dentro de ella. Es tan suave y cálida como recuerdo. Nunca debí haberla dejado ir.
─Te extraño ─murmura en mi oído tras dejar salir un par de gemidos.
Sus piernas se envuelven en mi cintura para animarme a ir más profundo. Lo hago y siento cómo llego unos centímetros más hondo de lo que debería, arrancándole un pequeño grito de éxtasis que apaciguo juntando nuestros labios. Si quiero que las cosas salgan exactamente como planeo, Arlette ni siquiera debe acordarse de la existencia de la mujer que se retuerce debajo de mí. La venganza viene mejor de improvisto. Además de ello, la conozco y sé dónde golpear para que en verdad le duela.
Una vez, cuando era niño, creí en ella.
Luego la vi besándose con su padre.
Lo hice de nuevo y no resultó ser como pensaba: devota a la familia y al honor, al código de la mafia, sobre todo lo demás. Descubrí que no únicamente estaba atrapado en un triangulo amoroso entre ella, mi mejor amigo y yo. La subestimé al creer que mantendría su palabra.
No puedo permitirme cometer el mismo otra vez.
Arlette debe ser castigada.
Espero que les haya gustado, el siguiente es la party rock jaja
¿Cuál fue su parte favorita?
¿Esperaban ese final?
Este capítulo está dedicado a @NazBet23 a pedido de su novia @lady_frances001. Son una pareja que lee Arlette y los amo por eso <3 es tan kiut
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Love
#yaencasa
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