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Capítulo 28:

ARLETTE:

Desde que somos amigas, Verónica y yo no solemos separarnos entre clases, así que cuando, durante la salida, Jamie se da cuenta de que tiene la oportunidad de acercarse, lo hace. Fósil aún no ha llegado, probablemente atascado en el tráfico, y mi mejor amiga está consiguiendo botanas de la máquina expendedora en la cafetería. Dejo de lado el libro de historia universal que hojeaba para la elaboración de nuestro ensayo cuando se me hace imposible continuar ignorándolo. También a sus amigos observándonos y cuchicheando. Al azar la mirada descubro que no solo está pinchando mis piernas con la punta de su dedo índice, sino también observándome como un fenómeno de circo.

Sus labios gruesos se curvan cruelmente hacia arriba.

─¿Lista?

Ladeo la cabeza y cierro el tomo con fuerza, causando que se estremezca.

Bien, pienso, ya no tiene esa estúpida sonrisa.

─¿Para qué?

Alza las cejas mientras reajusta la correa de la mochila sobre su hombro.

─Elaborar nuestro ensayo de pensamiento feminista, ¿o lo olvidaste? ¿Es la mala memoria algún tipo de efecto adverso del electroshock? ─Separo los labios para replicar, pero se roba mi respuesta extendiéndose para arrebatarme el libro. Lo persigo cuando empieza a caminar hacia el estacionamiento, dónde Fósil ya ha aparcado y está haciendo cambio de luces para que lo note─. Ya que no te veo muy dispuesta a compartir tu lugar, iremos a mi casa ─suelta antes de, sin pedir permiso, abrir la puerta y entrar a la camioneta─. A West Garfield Park, por favor.

Nuestro chófer responde mirando hacia atrás con una pistola en la mano.

─¿Por qué mejor no al infierno, niño? ─suelta.

Jamie palidece. Verónica no tarda en unírsenos, su rostro fruncido con una mezcla de confusión, preocupación y curiosidad cuando se da cuenta de que no tenemos tanto espacio como es usual. Bajo el seguro de la puerta de forma manual, extendiéndome sobre él, cuando el intruso hace ademan de huir.

─No ─susurro, una sonrisa tirando de mis labios─. Tenemos un ensayo, ¿o lo olvidaste? ¿Es la mala memoria algún efecto adverso del miedo? ─pregunto robando sus palabras.

****

Verónica estuvo aliviada cuando le concedí un día de descanso y la dejé en su nueva casa, un apartamento de una sola habitación en un lindo conjunto residencial cerca de la heladería, para internarme luego en uno de los peores barrios de mi ciudad. Mi opinión sobre trabajar con Jamie cambió a penas dijo dónde vivía, la curiosidad adueñándose de mí.

Jamie es el capitán del equipo de fútbol.

Es adorado, pero  no solo es becado. Es la definición de pobreza, así que ahora sé qué es lo que quiere y no es regodearse de haber cumplido una estúpida apuesta.

─¿Son tus padres? ─pregunto tras entrar en una pequeña casa de ladrillos y dos plantas, moho cubriendo cada centímetro de la entrada, que deja la antigua vivienda de Verónica como una mansión en el Valhalla.

La pintura coral de las paredes es tan vieja que cae hacia abajo en deprimentes trozos desgastados. Sobre ella hay varios portarretratos con variadas fotos familiares, pero una de ellas llama particularmente mi atención: una pareja de veinteañeros, una mujer rubia y un hombre moreno bastante parecida a Jamie, en lo que parece una fiesta de gala.

─Sí ─contesta secamente.

Aún sin despegar mi vista del fondo de la foto, dónde los invitados ríen y celebran, ajenos al contexto o a la realidad que los rodea, o tal vez solamente ignorándolo, le hago una pregunta tan típica como reveladora.

─¿A qué se dedican?

Escucho a Jaime tragar antes de responder.

─Mi madre es cajera en un supermercado. Mi padre era dueño de una constructora.

Me giro para mirarlo.

─¿Era?

Asiente con aire ensombrecido, sus ojos azules evitando los míos.

─Sí. La perdió frente a sus accionistas antes de morir en un accidente. No llevaba puesto el casco en el área de construcción y una biga cayó sobre su cabeza. Fue hace dos años. ─Mi atención ahora va a la forma en la que sus puños se aprietan─. Descubrimos que no teníamos nada unos días después de su fallecimiento. No solo perdimos a mi padre. Perdimos nuestra vida tal y como solía ser. No me gusta sonar melodramático, pero seguramente lo harán sonar aún peor si se lo preguntas a alguien más. La caída de los Davis es una historia que todos en la escuela conocen.

Aunque estoy perdida en mis pensamientos, en el dolor y el rencor que tiñen sus palabras, consigo extender la mano y apretar su hombro.

─Lo siento.

Jamie niega, sus ojos azul bebé ligeramente cristalinos.

─No te preocupes.

Intentando aligerar el ambiente de la única manera que sé, sigo subiendo las escaleras hacia su habitación soltando un comentario humorístico. El humor negro es bastante necesario en mi mundo. Lo único que a veces logra sacarme una sonrisa cuando siento que todo se desmorona. Podría ser peor es mi broma más concurrida.

─Bueno, al menos no viven en la calle.

Jamie ahoga una risa.

─Bien podría ser así. El agua cae sobre nosotros cuando llueve. Tengo dos hermanos, así que el salario de mamá está destinado a la comida y los servicios. No alcanza para nada más. Me gustaría ayudarla, pero la exigencia académica de San Antonio no me lo permite. Prefiero que hagamos un par de sacrificios ahora y tener la esperanza de un futuro mejor a no tener absolutamente nada bueno que esperar.

Me detengo abruptamente.

─Jamie ─gruño, de repente odiándolo por permitir que su familia viva de esta manera, que una pobre mujer viuda sea la única que luche─. Si tu madre se encarga de la comida y permites que el agua caiga sobre ustedes, ¿qué mierda haces con el dinero que le sacas a mis pastillas?

Esta vez no aparta la mirada, sus ojos azules destellando con ira.

─Cuando papá murió ─dice─. También nos quedamos sin seguro médico.

La tensión en mis hombros se relaja.

─¿Quién de ustedes lo necesita? 

En lugar de responder con palabras, Jamie empuja una de las tres puertas del pasillo superior de su hogar. Siento cómo el aire abandona mis pulmones, la lástima y la incredulidad ahogándome, cuando noto una pequeña cama de sábanas blancas y aún así el contraste entre el tono y la palidez de la piel de la niña, sus ojos como los de Jamie, sobre ella.

─Hola ─nos saluda con una sonrisa─. Soy Ivy.

Me obligo a mí misma a caminar cuando siento la respiración entrecortada de su hermano en mi nuca. Por qué confió en mí para enseñarme esto, la tristeza y la felicidad de su mundo, lo sospecho, pero hasta que no tenga una idea clara de ello lo único que puedo hacer es tratarlo con el cuidado y el respeto que una bomba nuclear merece. Aunque Jamie no lo sepa todavía, él es un arma de destrucción masiva. Mis labios se curvan cuando me doy cuenta de que después de todo sí tenía razón. Cuando descarté la idea de que fuera un adicto porque pasó el test sanguíneo del equipo, perdí todo mi interés en él.

Justo ahora acaba de renacer.

Jamie es como yo, grita una voz dentro de mí.

Él es destrucción, confirma otra.

─Yo me llamo Arlette ─me presento sentándome en la orilla del desgastado colchón chirriante, mi mano extendida─. Hola.

****

El viaje de regreso a casa es silencioso. No fui al club. Pasé toda la tarde haciendo el ensayo de pensamiento feminista con Jamie. No porque alguno de los dos no supiera qué hacer, él me tomó por sorpresa teniendo algo que aportar a la asignación, sino porque dejamos que Ivy nos ayudara. Sus ideas sobre cómo deberían las leyes favorecer la igualdad entre hombre y mujeres están plasmadas en nuestro trabajo.

Me descubro a mí misma sonriendo ante el recuerdo de ellas.

De acuerdo con la hermana de nueve años de Jamie, palabras como feminismo y machismo suenan mal y hacen que los adultos discutan y simplemente deberían ser borradas del diccionario. Eso lo traduje como parte de nuestra conclusión a que todos seremos libres cuando no sintamos ningún tipo de diferencia en el trato que recibimos de la sociedad por ser mujer, hombre o presentar una o más cualidades que te distingan de los demás. No lo dije en voz alta, pero allí, en  la habitación con olor a chicle y servicio de televisión cortado, lo que Ivy no deja que la moleste, sino que usa como excusa para leer las novelas de su madre, conecté con dos personas  de una realidad completamente diferente a la mía, pero que son como yo, lo que no creí que podría pasar.

Jamie, atrapado en un espiral de rabia que no entiende.

Ivy, atrapada en la debilidad de su propio cuerpo.

Es eso lo que me mantiene en silencio. Lo que no hace que pierda la cordura por haber sacrificado un día de trabajo. La pasé bien, pero no debo olvidar que a diferencia de Verónica, Jamie se acercó por algo en concreto y que arrastró a su hermana a ello.

─Señorita Arlette ─murmura una de las chicas de servicio a penas entro en mi casa, su expresión asustada─. El señor Ambrosetti la está esperando en su habitación. Intentamos detenerlo. 

Tras arrugar la frente y mirar de soslayo a Fósil, quién se encoje de hombros con una sonrisa, su actitud sospechosa, subo rápidamente las escaleras. Una vez más soy sorprendida con lo que encuentro al otro lado cuando abro la puerta; hay un montón de papeles y archivos desparramados en mi cama que hacen un camino hasta el acceso a la terraza. Fotos. Información clasificada que sé que ha sido tomada del despacho de mi padre porque me sé de memoria cada párrafo impreso en sus hojas. Me quito las botas y permito que la tela de mi falda se ajuste y suba sobre mis muslos mientras subo los peldaños de la escalera que da con la terraza. Una vez el mar, tanto la visión de él como el sonido de las olas, se expone ante mí, un ruido de incredulidad escapa desde lo más profundo de mi garganta.

Inclinado sobre la mesa de mimbre y cristal, está Vicenzo.

La agenda que le di y una caja con una pizza del restaurante de su padre se halla frente a él, más papeles y carpetas alrededor. Está usando un apretado suéter de cachemira que marca sus músculos, color tinto, y un pantalón caqui con mocasines marrones. Se ve casual, pero tan letal.

Hermoso.

No entiendo qué hace aquí.

No recuerdo haber invocado ninguno de sus demonios hoy.

─Llegas tarde ─gruñe.

Termino de subir los escalones antes de mirarlo, recobrando la compostura. Lo menos que quiero es dejarle saber que me atrapó con la guardia baja. Que no planeé que estuviera aquí por voluntad propia cuando estuve toda la mañana pensando en nuevas maneras de extorsionarlo para que continuáramos con los preparativos. Incluso llegué a plantearme la idea de involucrar a Aria.

─No pensé que fuéramos a reunirnos hoy.

Hace una mueca mientras niega, pasando de mi comentario.

─La seguridad es una mierda complicada. Fui un idiota al aceptar, ¿no?

Mis labios se curvan hacia arriba mientras echo hacia atrás la silla frente a él para sentarme, un gesto exhausto porque nada ha cambiado desde ayer, seguimos odiándonos, pero profundamente satisfecho porque ha encontrado la manera de pasar a través de ello para estar aquí y hacer lo que tiene que hacer. Mi padre me está poniendo a prueba con esto, quizás en un futuro me permita tener el control de mi propia compañía, como ha hecho con Beatrice, pero a él también. De lo contrario no lo habría involucrado. Lo que no entiendo es con qué fin.

─Sí.

─Eso creí. ─Gira su agenda hacia mí cuando tomo un triangulo de pizza. Hay un círculo trazado alrededor de un punto central en un mapa; el punto en el que nos encontramos ahora─. He cubierto un perímetro de cinco kilómetros alrededor de la casa esta mañana con cámaras y vigilancia. Nadie que no tenga una invitación o viva en Gold Coast podrá acercarse. También me encargué de los hombres que estarán a cargo de la seguridad del evento. Todos ellos trabajan para Constantino, pero son felices de responder a mis órdenes. Fósil me ayudó. ─Eso explica su sonrisa cuando llegué. También su tardanza al recogerme de la escuela─. Lo único a lo que no le he prestado suficiente atención es a la tensión entre los invitados, pero el único conflicto lo suficientemente serio y reciente, que en mi opinión merece que nos involucremos, es el cuadrado amoroso entre Morello, Luciano, Marcelo y tu padre. No dudo que alguno de ellos estimule una riña.

Afirmo.

─Yo tampoco. ─Ya que está tomando vino de una de mis botellas, no me siento mal cuando tomo su copa y la relleno para tomar un trago─. No puedo responder por mi padre, por Morello o por Luciano, pero estoy segura de que a Marcelo no hará nada al respecto.

Las cejas de Vicenzo se unen.

─¿Por qué?

─Dudo que vaya a la fiesta en primer lugar.

El rostro de Vicenzo se crispa.

─¿Cómo lo sabes?

Me encojo de hombros.

Intuición.

De ninguna manera aceptaré su propuesta. Marcelo no me hará ver como su puta. De todas formas insistiéndole solo le hacía un favor a Chicago. Si su ausencia hace que los enemigos de papá piensen que hay enemistad entre ellos y que tienen la oportunidad de derrotarlo aliándose con él en su contra, bien. La sangre teñirá de rojo las calles de la ciudad y no me sentiré en lo absoluto culpable porque hice todo lo que pude, inclusive tocar el dinero de mi madre, para evitarlo.

En lugar de presionar más, de exclamar en voz alta que no me cree, de recordarme que aún le debo una parte de nuestro trato, Vicenzo se echa hacia atrás en su silla y me impresiona una vez más dejándolo pasar. No guardo la esperanza de que sea para siempre, pero momentáneamente se siente como un alivio que agradezco. No quiero si quiera imaginar su reacción si le cuento sobre nuestra conversación.

Sobre todas ellas, en realidad.

─¿Qué propones hacer al respecto?

No puedo evitar una sonrisa de satisfacción.

Tampoco que la esperanza, a veces un alivio necesario, a veces un mal innecesario, me llene. Esperanza de que el monstruo frente a mí por fin haya entendido las reglas de nuestro juego. Las reglas que rigen la gloria de nuestra familia y el éxito de La Organización: personas como él y Marcelo son peones que personas como papá y yo movemos. Luchar contra ello solo ocasionará problemas.

─Tal vez debemos escuchar los únicos puntos de vista que no conocemos primero. Papá hará lo que quiera al final del día. ─No puedo evitar resignarme a que sea lo que él quiera que pase, pasará─. Estoy segura de que Marcelo no perderá su tiempo con esto, de verdad, así que concentrémonos en Luciano y Morello. ─Me levanto─. Si queremos saber lo que piensan, vayamos ahora. No perdamos más el tiempo. Papá no se molestará si me acompañas. ¿Por qué sentarnos aquí y suponer cuando podríamos obtener sus promesas de no causar una pelea?

Vicenzo alza la cabeza de sus anotaciones para verme a los ojos.

─¿Quieres ir a molestar a dos capos que nos odian en medio de la noche? ¿Solos tú y yo? ¿Dos adolescentes en contra de la mafia siciliana?

Afirmo.

─Sí ─digo.

Él simplemente sonríe.

Me sonríe por primera vez desde que tengo memoria.

Es una sonrisa ladeada y oscura, pero sumamente sincera.

─Estás loca.

─Sí ─admito─. Pero algún día te darás cuenta de que solo soy una más.

****

Además de garantizar la seguridad interna de las personas, los anfitriones debemos asegurarnos de que estos no sean perseguidos o acosados por las autoridades u otros desagradables miembros no bienvenidos de nuestra comunidad. También tenemos que hacernos cargo de que no se lleve a cabo ningún conflicto entre los invitados, lo cual es aún más difícil. El drama entre Vicenzo y yo palidece en comparación a la historia de muchas otras parejas, familias y antiguos amigos que ahora son enemigos o viceversa. Estando todos reunidos, la tentación de crear un desastre es sumamente grande, pero por la cabeza de la mayoría nunca pasaría faltarle el respeto a mi familia dejándose llevar por ella.

─Sigo sin entender cómo tu padre te ha dejado a cargo de una tarea como esta ─suelta Vicenzo antes de hacer sonar la bocina de su deportivo frente al mayor enemigo de Marcelo; Salvatore Morello, el amante de las langostas que es solo un poco menos poderoso que su superior y solía blanquear su dinero con Luciano, el especialista en trata de blancas de la región, quién siempre ha sido enemigo de papá.

Todo es tan innecesariamente complicado.

─Yo sigo sin entender cómo Beatrice era capaz de desempeñarla.

Con todo lo que incluso a mí se me ha hecho difícil hacer, admito que tengo miedo de estar empezando a sentir respeto por mi madrastra. Quién diría que algo, cualquier capacidad en lo absoluto, podría estar escondido bajo sus uñas postizas. Esta mañana eran color rosa Barbie.

Incluso yo admito que esa es una estrategia válida.

Pretender que no sabes nada.

Así que sí. Existe la pequeña posibilidad de que toda la vida la haya subestimado, pero aún así sigue siendo una traidora que se dedica a conspirar a mis espaldas cuando no estoy mirando. La conversación que oí entre ella y papá no sale de mi cabeza por más que intento olvidarla. Cómo le pedía, no, le suplicaba que me fuera. Tampoco puedo dejar de pensar que cada una de las veces que me dijo que me amaba como si fuera su propia hija, que no entendía cómo Sveta nunca lo hizo o por qué, probablemente fueron una actuación.

Solo son mentiras.

Mentiras para distraerme por años de su oculta y clara aversión hacia mí, pero ahora que esta ha sido expuesta sé que no dejará de molestarme, siendo como púas clavándose directamente en mis nervios cuando la veo, hasta que encuentre la forma de castigarla sin herir a Flavio.

─¿Quiénes son ustedes?

Desvío la mirada de mis manos al guardia de seguridad asomándose en la ventanilla. Antes de que Vicenzo responda de su primitiva e impulsiva manera, coloco una mano sobre su antebrazo, empujando el arma de vuelta a su escondite entre el asiento de cuero y la palanca de cambios, y sonrío gentilmente. Se supone que estamos aquí para hablar y quizás comer langosta, no para una balacera sin sentido alguno.

─Mi nombre es Arlette Cavalli. Él es...

Antes de que pueda terminar, el hombre me corta presionando el botón del intercomunicador sobre su hombro derecho.

─Señor, la hija de Carlo Cavalli está aquí.

La persona con la que debe estarse comunicando le da instrucciones de dejarnos pasar, puesto que la verja de hierro se abre y hace un movimiento con el brazo que indica que nos da permiso para continuar, así que Vicenzo acelera. Su deportivo recorre rápida y bruscamente el camino de graba antes de frenar abruptamente frente a la entrada. Asqueada con su poca elegancia, reajusto la peluca morena sobre mi cabeza y el escote de mi vestido corto antes de salir. Cuando me posiciono junto a él frente a la gigantesca puerta victoriana de madera, Vicenzo gruñe. No le doy importancia, pero él sigue insistiendo.

─Qué bien. Ya no seré el único en saber que mi prometida es una puta.

─Es mejor así. ─Si algo me pasa y debemos huir, estar disfrazada es bueno. En especial si tanto la mafia siciliana como la Bratva rusa desean tu cabeza. Sin importar si papá e Iván hacen dinero juntos, siempre seré una amenaza─. ¿Listo?

Vicenzo afirma y se me adelanta, cubriéndome con su cuerpo, antes de empujar las puertas. Ambas ceden fácilmente a la fuerza de sus manos, lo que hace que arrugue la frente. Al otro lado, sin embargo, ya se encuentra Morello rodeado de sus hombres. Todos son bajos, latinos, de aspecto común, sosteniendo un rifle.

Están alerta.

Y ellos no sabían que Vicenzo estaba aquí, así que su actitud es por mí. Su miedo es por mí.

Salvatore. ─Extiendo mi mano en su dirección─. Gracias por permitirnos la entrada a tu hogar a esta hora. Te prometo que nuestra visita será breve. Estoy feliz de, por lo visto, no haber despertado a tu esposa e hijos.

Salvatore no tiene niños pequeños, sino hombres un par de años mayores que Vicenzo y Francesco. Son cinco, así que la disputa por el puesto de su padre cuando este muera será entretenida. Tal vez una oportunidad que Marcelo tomará para asumir el control completo de la ciudad. Caos. Un medio para un fin.

Bienvenida ─responde con una sonrisa tensa, sus ojos marrones sigilosos. A diferencia de mi padre y de Constantino, no es robusto o precioso en la vejez, simplemente un vejestorio barrigón de pelo canoso que todos conocen porque ama comer langostas, no por sus logros─. ¿Te ofrezco agua, jugo, algo de beber o de comer? Lo que sea para la hija de un buen amigo. ─Niego. Su atención pasa a Vicenzo cuando este hace un sonido con la garganta. Algo parecido al orgullo hincha mi pecho cuando sus pupilas se dilatan con terror─. Ambrosetti.

Mi prometido afirma.

Morello.

Bienvenido ─responde el anciano con la mandíbula apretada.

No paso por alto el hecho de que no le ofreció nada.

No lo puedo juzgar. 

No muchos reciben a la muerte con hospitalidad.

─Solo estamos aquí para hacerte una agradable petición. ─Fijo mi atención en sus hombres─. Pueden bajar sus armas. ─Les sonrío amablemente─. Venimos en paz.

Morello, en bata de dormir y pantuflas, afirma.

─Hagan lo que la señorita dice. ─Muchos de ellos lucen aliviados por su orden. Solo algunos, los inteligentes, permanecen recelosos mientras cumplen. Una vez lo han hecho, fija su atención en mí de nuevo─. ¿Tu padre sabe que estás aquí? ¿Esta conversación será un secreto?

─No ─miento─. Mi padre sabe que estoy aquí.

Vicenzo se tensa con sorpresa a mi lado, pero no me contradice.

─Bien. ─Morello entrecruza sus manos por encima de su prominente abdomen─. ¿En qué puedo ayudarte?

Me encojo de hombros.

─Solo queremos la promesa de que no alentarás o formarás parte de ningún tipo de conflicto o conversación mal intencionada durante la fiesta de diamantes de mi familia.

Morello aprieta la mandíbula, por fin algo más que el miedo o la amabilidad apoderándose de su rostro.

Lo siento, niña. No sé en qué mundo en el que puedes irrumpir en la casa de un capo a mitad de la noche y obligarlo a que no hable mal de alguien que es su enemigo, que ha asesinado a sus hombres, a su familia, vives, pero sin duda no es este. ─Algo dentro de mí se agita cuando me mira con desprecio─. Ahora entiendo por qué tu padre te mantiene encerrada. ─Se enfoca en Vicenzo─. Todo lo que decías de ella es cierto. Está loca.

Observo a Vicenzo con recelo.

Esto es lo que hiciste con mi reputación, intento decirle a través de mis ojos. Él lo entiende. Aparta la mirada y aprieta los puños. Me doy la vuelta para irme, indispuesta a perder la compostura, pero me detengo bajo el umbral. Cuando llegué malinterpreté su miedo. No era por mí. Era por él.

Por lo que podría pasarme estando aquí.

Sus hombres no están protegiéndolo, están protegiéndome. 

¿Estoy loca por querer evitar un derramamiento de sangre bajo mi techo? ¿Bajo la hospitalidad de mi familia? ─Ya que regresé a la habitación y estoy cerca de uno de ellos, ahora con la guardia baja, se me hace fácil extender la mano y tomar uno de sus cuchillos antes de alejarme de nuevo─. ¿Estoy loca por haber pensado que, en nombre de mi padre, serías lo suficientemente cortés? ─Morello separa ampliamente los párpados, sus fosas nasales extendiéndose, cuando paso la hojilla por mi brazo─. ¿E irrumpí en tu casa, como dices, o entré con tu permiso, confiando en tu hospitalidad, en que no sufriría ningún tipo de daño bajo tu techo? ─Vicenzo, que se acercó para quitarme el cuchillo, se detiene al darse cuenta de lo que pretendo con las pequeñas gotas de sangre que han empezado a caer sobre el piso de madera bajo nosotros─. ¿Me equivoqué contigo? ─Una sonrisa se apodera de mi rostro, de extremo a extremo, cuando me acerco peligrosamente a mis muñecas─. ¿Mi padre se equivocó contigo, Morello? ¿Malinterpretó tu comportamiento? ¿No eres, como dijo, uno de los socios más inteligentes que ha tenido?

Morello mira a Vicenzo.

─Tú no te prestarías para esta mentira, ¡no les he tocado ni un pelo!

Antes de que mi prometido pueda responder, desplazo mis atenciones a él. Aprieta cada músculo de su cuerpo cuando apuñalo su hombro. No se mueve. Sigue respirando tranquilamente. Tampoco se queja.

Su silencio es toda la respuesta que Morello necesita.

Mi padre solo te mataría tras una hora o dos de tortura. Todos sabemos que odia ensuciarse las manos de sangre. Es una pérdida de recursos, dice ─río─. ¿Pero qué crees que haría Constantino?

Ante la mención del torturador número uno de Chicago, Morello cede. No tiene de otra.

No le dirigiré ni una sola mala mirada a Marcelo o a sus hombres ─dice, su voz temblorosa, una nueva perspectiva de la vida apoderándose de él.

Al parecer un mundo donde pueda controlarse a sí mismo durante un par de horas frente a la persona que ha asesinado a sus hombres, hombres que él aceptó enviar a su muerte, sí es posible. Es tan gracioso que no haya mencionado a los hombres de Marcelo que murieron por él.

Bien.

Solo durante la fiesta ─gruñe.

Asiento.

Eso es suficiente. Si cumples con tu palabra, mantendré esta conversación en secreto. ─Le sonrío una última vez─. Buenas noches.

****

─No lo siento ─digo mientras paso la pomada por su herida.

Afortunada, o desafortunadamente, no fue tan profunda.

─Lo merecía ─gruñe cuando vuelvo a rociarla con alcohol─. Al igual que ayer merecía que me golpearas. ─Sus ojos negros se concentran en mí. Estamos estacionados frente a una farmacia cerca de casa, dónde compramos algodón, alcohol y materiales para cerrar nuestras heridas.

─Sí ─respondo─. Pero me alegra no haberlo hecho.

Sus músculos se tensan cuando ríe.

─No dejo de pensar en el rostro de Morello cuando te cortaste frente a él. Creo que personalmente habría recogido cada gota de sangre que derramaste y puesto de vuelta en tus venas si hubiera podido. ─Presiono mis labios juntos cuando me mira, ignorando el dolor que le debe estar ocasionando los puntos que coloco sobre su hombro─. Te excediste. Podría llamar a tu padre y delatarnos.

Niego.

─No lo hará.

─¿Cómo estás tan segura?

─Si pudiera presentar algún tipo de pruebas en nuestra contra, no se habría dejado humillar frente a sus hombres ─digo─. Y lo merece. Me llamó loca. Toda mi vida pensé que me daba igual que las personas me dijeran así, pero me he empezado a dar cuenta de que me molesta.

Su frente se arruga con confusión, la luz de las farolas alumbrando su tanto su rostro como la piel de su torso. No puedo ignorar cuán atraída me siento por el contraste entre su palidez y su sangre, por la manera en la que esta se estanca en los pliegues entre sus músculos y los llena como ríos entre la tierra.

─¿Desde cuándo? ─pregunta.

Dejo de coser su herida para mirarlo fijamente.

─¿Desde cuándo qué?

─¿Desde cuándo te molesta?

No encuentro ningún motivo por el cual mentirle, nada que me beneficie positiva o negativamente, así que se lo digo.

─Desde que dejaste de ser el único que lo hacía.


Hola, espero que les haya gustado el capítulo. Gracias por todos sus votos y comentarios. Las ganadoras de dedicación por su bonita opinión son las siguientes (hay muchas lindas opiniones +, pero a esas ya les he dado dedi :c):

@Lovely_Odeth

@radioctive-danger

@Airamfer14

@FreyScar30

Las amo a todas ustedes, dedicación a la que comente más.

Nos vemos pronto, los próximos capítulos harán que se coman las uñas jaja <3

Eres #TeamVinette o #TeamArletteYVicenzoSeparados?

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