Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17:

VICENZO:

Marcelo no es el único en su oficina en un segundo piso en descenso. Hay alrededor de una docena de tipos con el mismo aspecto rudo apuntándonos con sus armas que despide con un movimiento de mano. Uno de ellos lo mira esperando una confirmación de su orden. Al tenerla se marcha con un gruñido y un escupitajo a nuestros zapatos, lo que uno que otro de sus compañeros imita. Si no estuviésemos en una situación tan compleja los haría pagar por ello, pero la verdad es que tenemos suerte de continuar respirando. Solo imaginar el precio que pagaremos por ello trae migraña a mis sesos. Desearía tener, al menos, una semana libre de problemas. Existe la posibilidad de que huya en una isla en el Caribe en lugar de en la Universidad en lo que todo esto acabe. Necesito un descanso de esto.

La reacción de Marcelo, sin embargo, no es la que esperábamos.

Este nos sonríe mientras nos contempla con sus mocasines italianos sobre la escritorio, las manos entrecruzadas tras su nuca. Son los mismos que suele usar papá, pero él no es como Constantino. Tampoco como Carlo. Su actitud no es vil, pero sí inquebrantable. A veces tengo la sospecha de que nunca quiso estar en la posición en la que se encuentra, la seguridad de que solo quería venganza por el secuestro de su familia cuando asesinó al viejo jefe de jefes. También es el único tipo que creo que podría vencerme en una palea cuerpo a cuerpo a pesar de que soy más grande.

¿Qué me darán a cambio de no llamar a Constantino y a Carlo por el desastre que hicieron en mi gimnasio? ─Al notar nuestra incredulidad se inclina hacia adelante. Ninguno de los dos sabía que esto le pertenecía. Estábamos seguros de que era de La Organización─. Hedes ya estaba oxidado. No obedecía órdenes. Empezaba a creerse inmortal. Me hicieron un favor. ─Me señala─. Pero necesito algo a cambio de borrar tus huellas. Eres un experto en eso. Sabes a lo que me refiero.

Asiento. Habla de cubrir el asesinato. Eliminar las cintas de las cámaras de seguridad. Deshacerse de los testimonios y posibles deseos de venganza que cualquiera cercano al luchador podría tener en mi contra. Miro a Francesco. Su respiración está agitada. Las zonas en su torso dónde el mazo impactó lucen mal. A penas puede respirar. Tomo aire antes de enfrentarme de nuevo a la mirada del capo. No estamos en nuestro mejor momento. Pelear y huir no es una opción. Solo nos queda complacerlo como un par de putas buenas. Aprieto mis puños.

Todo, de nuevo, por culpa de Arlette.

¿Qué quieres?

La cicatriz en el rostro de Marcelo resalta por la amplitud de su sonrisa.

No me intimida.

Todos en los integrantes de la mafia tenemos cicatrices.

─Un favor, por supuesto.

****

Cuando regreso a casa, Tiffany no está. Tomó el turno de su compañera en la cafetería para hacer algo de dinero extra. La ayudaría, pero eso sería contraproducente tomando en cuenta que ya le di treinta mil dólares y que aún me debe. Dejo las llaves de mi deportivo sobre la mesa en la entrada antes de guindar la chaqueta de mi traje en uno de los ganchos en el armario. Para mujeres como mamá, Arlette y Beatrice, eso es nada, pero estoy seguro de que para ella es bastante. Arrugo la frente mientras me acuesto sin siquiera molestarme en quitarme la ropa. Estoy exhausto, pero no tanto como para no dirigir la mano a mi pene tras alcanzar una pieza de ropa íntima femenina en el suelo y preguntarme qué mierda hizo con el dinero que le quitó a mi padre o cómo llegó a él mientras huelo su aroma.

Unos minutos más tarde suelto un gemido acostándome de perfil, el semen empapando mis dedos. Mi garganta está seca. Por más que lo intento, no puedo evitar pensar que este ha sido uno de mis mejores orgasmos, casi tanto como los que tengo con Tiffany, y lo he tenido a solas.

La verdad nos hará libres... me estoy aburriendo de las prostitutas.

****

─¿Mi vida vale el transporte de tres toneladas de droga?

Ignoro el tono insultado de Francesco mientras abro una de las cervezas junto a nosotros. Carlo nos invitó a una parrillada, hoy, miércoles, pero los que no somos un saco de pasas huimos del olor a carbón de las hamburguesas de Beatrice a la piscina. Francesco y yo estamos en la zona no profunda que se convierte en jacuzzi. Flavio le enseña a nadar a mi hermana en un extremo, su expresión llena de odio mientras la ayuda a salir del agua cada vez que se ahoga, una extraña petición de Carlo con la que mis padres estuvieron de acuerdo. Arlette, por otro lado, está sentada con los audífonos puestos a unos metros de nosotros. Mandaría a callar a Francesco si no estuviese seguro de que su mente está concentrada en el libro que devora y en la música extraña, una especie de himno para las sectas, que escucha. Lo que menos quiero es involucrarla.

Lo miro con una ceja alzada.

─¿Prefieres tener problemas con Carlo?

Su expresión es indiferente, pero un tic se apodera de su barbilla.

─No.

─Exactamente.

Ambos contemplamos la pared frente a nosotros, llena de medallas y estantes de cristal con trofeos de Flavio, Francesco y Arlette, mientras nos preguntamos cómo mierda vamos a salir de esto. Si nos atrapan terminaremos en prisión. Si perdemos la mercancía, le deberemos millones de dólares a Marcelo que probablemente nuestras familias pagarán, pero estas sacarán provecho de cada cero en la cantidad fuera de nosotros. Me maldigo. Mi intención al ir al sótano de mierda era escavar más hondo en los motivos de Marcelo, pero no a favor de Arlette. La información es poder. Si hay algo que la involucre y pueda usar en su contra, lo quiero. Que tenga un poco de control sobre ella no le hará daño a nadie.

Pero ahora es él quién tiene control sobre nosotros.

─¿Cómo demonios haremos eso, Vicenzo? Es decir, tengo un montón de ideas en mente y no estoy asustado, pero no es nuestra área, ¿me comprendes? ─Se pasa la mano por la cara, deformándosela, en una clara señal de frustración─. Mierda, el hecho de que ni siquiera nos pagarán es la mejor prueba de ello. ─Coloca los brazos sobre el borde─. Yo...

Desvío mi atención al mismo punto que está visualizando, entendiendo la manera en la que olvidó continuar con su oración. Arlette en algún punto de nuestra conversación dejó de leer y se sumergió en la piscina. Ahora sale de ella con la tela blanca de su traje de baño transparentando el contorno de sus pezones y la forma de su pequeña vagina. Me relamo los labios. No puedo evitarlo. Quiero comerla. Francesco quiere comerla. Es instinto. Si su padre estuviera aquí nos sacaría los ojos. Lo peor es que después de salir de ella, inclinándose sobre la escalera, proceso en el que también notamos la raja de su culo, se dirige directamente hacia nosotros con una sonrisa conocedora, pero a la vez inocente, en el rostro. Mi pene está duro. Palpitante. Estoy seguro de que el de Francesco lo está aún más. A diferencia de él, que debe estar fantaseando con un encuentro en privado con su prima, sangre de su sangre, por más diluida que esta esté, no puedo dejar de imaginarla pidiendo clemencia entre nosotros.

─¿Les molesta si me quedo aquí con ustedes? Tengo frío.

─Sí ─respondo al mismo tiempo que Francesco niega.

Ella lo mira con los ojos entrecerrados debido a la magnitud de su sonrisa.

─Gracias, primo.

No debería hacerlo, pero se inclina sobre nosotros, situándose en medio de dos pervertidos, para alcanzar una botella de vidrio. Le da un sorbo después de conseguir que uno de los hombres de su padre la abra.

─¿De qué hablaban?

Abro la boca para mandarla a la mierda, pero Francesco responde primero.

─De temas que encontrarías aburridos. ─Traga cuando la inclinación de la cabeza de esta, molesta, ocasiona que el tirante de la parte superior de su bikini caiga─. No porque seas mujer, sino porque no tienen nada de interesante. ─Mi erección crece cuando toma su mano y la insta a sentarse entre nosotros. Aunque se trate de ella, el calor que emana su cuerpo me llama de la misma manera que lo hace el de cualquier mujer. No lo puedo evitar. Soy el dios de la fertilidad. Es mi obligación depositar mi semilla en tantas putas como pueda─. ¿Qué te parece si jugamos algo? ─Renuncio a la fantasía en mi mente de un templo en mi honor para observar a mi amigo. Su mirada pide que le siga la corriente─. A qué harías si.

Arlette se encoje de hombros.

─Está bien.

Empieza tú ─le indica.

Ella me mira.

Vicenzo... ─Sonríe aún más─. ¿Te gusta el sexo anal?

Me atraganto con la cerveza.

¿Qué mierda? Así no es el juego.

Francesco ríe entre dientes.

Responde a la pregunta, hombre.

─gruño.

La sonrisa de Arlette se vuelve maliciosa.

Bien, ¿qué harías si un día quiero hacértelo?

Me doy la vuelta para atrapar su garganta entre mis manos, al parecer solo haciéndole daño es capaz de tomarme en serio, pero Francesco la arrastra a su regazo y los hombres de su padre carraspean. Al alzar la mirada hacia ellos descubro que no somos los únicos con una erección por su culpa. Maldición. Uno de ellos incluso ajusta su pene. A este paso, aunque no lo quiera, estaré en la obligación de castrar a la mitad de La Organización.

─Francesco ─continúo con el juego sin responder a su pregunta de mierda─. ¿Qué harías si tuvieras mi pene?

─Me suicidaría ─responde, a lo que Arlette y él vuelven a reír.

Gruño una vez más antes de tomar un sorbo de mi cerveza y hundirme en el agua, miserable. Odio cuando no pueden evitar sacar a relucir el lazo invisible entre ellos y forman una especie de equipo en mi contra. Aunque se supone que soy con quién ambos deben estar agradecidos por aceptar su extraña relación, en realidad siempre ha sido todo lo contrario.

─Arlette. ─Todo el amor del mundo está contenido en la mirada que le ofrece mientras le acaricia la espalda. Ella también lo observa con adoración. Deseo ahogarlos. Enseñarles una lección que haga que nunca olviden que estoy aquí─. ¿Qué harías si tuvieras que transportar tres toneladas de droga desde los muelles de tu padre al área de los Vólkov?

Arlette rueda los ojos.

─Los rusos abrieron túneles hacia el territorio Cavalli cuando nací. Aprovecharon su conexión con el viejo Fiscal del Distrito y con el alcalde. Una especie de canal anexo al sistema de alcantarillas. Incluso justificaron la construcción ante la comunidad como un desagüe segundario. Papá cerró las salidas, pero no las entradas. Era mucho trabajo, así que no los rellenó. Los abriría de nuevo. ─Su frente se arruga mientras se guinda al cuello de mi mejor amigo. Tanto él como yo estamos en silencio─. Pero para eso necesitaría el permiso de Iván, lo cual es prácticamente imposible de conseguir. Más si soy yo quién lo pide. ─Ella besa su mejilla antes de volver a su lugar inicial frente a nosotros. Lo que Arlette no sabe es que Marcelo e Iván trabajan juntos─. También el de mi padre, lo que es aún más imposible, además de que no es seguro que sigan transitables. Por el desuso puede haber un desplome, pero por lo que Fósil me contó están hechos en su mayoría de base y concreto, así que existe la posibilidad de que sirvan. Tras estudiar su estado, definitivamente los consideraría para un par de envíos, pero no demasiados. En algún punto se correría la voz de su existencia y dejarían de ser una opción. No se pueden esconder.

Mierda.

Carlo es la única variable que me preocupa, pero del resto... creo que acabamos de conseguir algo. Francesco, pensando lo mismo, asiente en mi dirección mientras toma una hamburguesa de la bandeja que le ofrece una de las chicas de servicio. Hago lo mismo haciéndole una seña a Penélope para que salga de la piscina y coma. Debido a su peso, suele contenerse de hacerlo, lo que es molesto porque es hermosa estando regordeta. Si tuviera el don de las palabras o la forma de decirle que las curvas son atractivas para los hombres sin sonar grotesco, la aconsejaría, pero esa no es mi área, así que solo la obligo a comer cuando estoy cerca. Con respecto a los túneles, estoy seguro que de haber recordado su existencia Francesco los habría mencionado, así que no estaré resentido con él por no hacerlo. En su lugar debemos concentrarnos en descubrir la ubicación exacta de estos. Dándose cuenta de que Arlette ha empezado a observarnos con sospecha, sus cejas perfectamente arqueadas frunciéndose, mi mejor amigo se aclara la garganta y retoma la charla.

─Arlette, ¿Qué harías si...?

─Es mi turno, Francesco. ─Ella me observa directamente. De alguna manera sus ojos azules lucen más oscuros de lo que son en contraste con la luz blanca de las lámparas sobre nosotros. La intensidad con la que me mira se rompe cuando su enfermera, una mujer de piel morena que últimamente veo deambulando a su alrededor, le entrega un par de pastillas que Arlette traga con cerveza en contra de las indicaciones de esta. Beatrice ha protestado cuando las mezcla con vino enfrente de su padre, así que sé que él no hará nada al respecto. Mientras las tome, es malditamente feliz. Su voz es seria, pausada y cruel cuando por fin continúa con nuestro juego─. Vicenzo, ¿qué harías si contrato a tu puta para los hombres de mi padre? Espero que no sea muy costosa porque es perfecta para ellos, ¿tal vez diez dólares la noche o menos? ─Frunce los labios─. Lo único que hacen en es pensar en comida y sexo, así que...

Me levanto, mi pecho hundido debido a la opresión que me produce pensar en las sucias garras de Arlette sobre Tiffany.

─No te acerques a ella.

Ella me imita. Francesco nos observa con cautela, pero su mirada contiene algo de diversión, lo cual no hace sino aumentar mi mal genio. Esto no es gracioso. Tiffany no es suya para destruir. Es mía para joder. Tampoco me ha terminado de pagar. Mientras no lo haga, me pertenece.

No lo haría ni aunque me dieran tu peso en oro ─suelta en italiano, pero no cualquier italiano, sino siciliano, un idioma en peligro de extinción que su padre debió enseñarle, que solo miembros importantes de la Cosa Nostra conocen, antes de aceptar la bata blanca que le ofrece la misma chica que nos ha atendido toda la tarde─. Quédatela. Solo tuve que estar un par de minutos a su lado para saber que no vale el riesgo que representa tenerla bajo tu mismo techo. La llamaría campesina, pero eso sería un insulto a los campesinos. Ni siquiera vale la pena el tiempo que gastaría buscando una palabra para llamarla, así que no lo haré.

Tomo su codo cuando salgo del agua para alcanzarla.

─¿Estás celosa?

Arlette niega.

─No. ─Acerca su boca a mi oído. La composición de su perfume es diferente al de Tiffany, pero igual de suave y envolvente. Ambas son mujeres a tomar en cuenta─. Pero ella sí, Vicenzo, y una mujer celosa hace cosas que no debería. Recuérdale cuál es su lugar o lo haré yo.

****

Arlette claramente no es una opción válida para obtener la ubicación de los túneles, pero Francesco y yo aún permanecemos en la casa de su padre cuando este da por finalizada la parrillada encerrándose en su oficina, momento en el que mi familia se va. Constantino me dirige una mirada de advertencia al marcharse. Una hora después, cuando por fin lo encontramos a solas, acorralo al viejo pervertido contra una de las paredes del sótano, detrás de un Audi rojo cereza que huele a concesionario.

Hola.

Fósil se relame los labios antes de responder.

Ya veo de dónde Arlette aprendió el gesto.

Hola, niño.

─¿Podemos hablar en inglés? ─gruñe Francesco alejándolo de mí─. Fósil, lamento los modales de Vicenzo, todos aquí sabemos que no es el más cordial, pero el asunto es que necesitamos hacerte una consulta. ─El rostro de Fósil permanece inexpresivo mientras se concentra en él─. Por favor.

─¿Cuántas veces le tengo que decir a los Cavalli que trabajo para los Vólkov? ─gruñe finalmente mientras acomoda su cuerpo arrugado en una de las tumbonas, de vuelta al área de la piscina, y le hace una seña a una chica diferente del servicio, esta es más bonita, quién se va y vuelve minutos después con una bandeja llena de mariscos─. Sabes que cobro, ¿no? ─pregunta mientras le quita la cola a un camarón antes de comérselo.

Francesco afirma.

─¿Cuánto?

Fósil se encoje de hombros.

─Dime para qué me quieres y luego te haré un presupuesto.

Francesco cruza las manos antes de soltarlo, sentado junto a él mientras yo permanezco de pie, atento a cada movimiento del hombre.

─Cuando Arlette nació, Iván abrió unos túneles a...

─Adiós ─dice mientras se levanta sosteniendo la bandeja─. Ni todos los diamantes en esta casa merecen que vaya en contra de Carlo tan abiertamente. Esos túneles son un tema delicado para él, por ellos casi secuestraron a Arlette, así que les recomiendo a ambos que se mantengan al margen. Sea lo que sea que vayan a hacer, encuentren otra forma. ─Se detiene bajo el umbral del acceso a las escaleras para mirarnos una última vez─. Por cierto, por ese consejo y por mi silencio también cobro.

Miro a Francesco después de que desaparece de nuestro campo de visión.

─¿Ahora?

─Puedo intentar hablarlo con Arlette, pero...

─No ─lo corto─. Hablaré con Iván. Es mejor.

Después de pensarlo por unos segundos, Francesco me da la razón.

─Sí, está bien. Te acompañaría, pero debo seguir ocupándome de un asunto de mi tío. Llámame cuando sepas dónde está. Reuniré a los chicos.

─Sí ─gruño.

Aunque tratar con Iván será más fácil que hacerlo con Arlette, este sigue siendo un ruso, también alguien ajeno a la familia en el que no puedo confiar. De camino a los barrios bajos, dónde me informaron que estaba manteniendo una partida de póquer, una corazonada me lleva a desviarme de la ruta e ir hasta la fábrica dónde hice el encargo para él. Estaciono mi motocicleta junto a la caseta de la entrada antes de internarme en la infraestructura. Sigue vacía y desprovista de vigilancia. Paso directamente al galpón sin prestarle especial atención a los cuervos revoloteando entre los árboles que rodean el camino de la entrada. Estoy seguro de que no estaban aquí la última vez que vine. Una vez dentro, me dirijo específicamente a la oficina dónde Alik estaba. Está en una planta baja, por lo que inspecciono el piso. Estoy listo para darme por vencido cuando noto que el suelo bajo el escritorio en el que murió luce irregular. El concreto suena hueco bajo mis zapatos, lo que hace que entienda qué hacía aquí y el por qué de la insistencia de Iván de mantener lo que pasó en secreto.

El ruso había llegado a la misma conclusión que Arlette.

Me pregunto si Marcelo era consciente de sus planes de usar los túneles para distribuir la mercancía. Si Carlo sabía, lo que dudo ya que Francesco no tenía ni idea, su mano derecha para este tipo de asuntos, por no mencionar el hecho de que cosas como estas nunca suceden en su zona. El crimen está prácticamente prohibido aquí porque disminuye el valor de sus inmuebles. Toda La Organización y el bajo mundo de Chicago lo sabe. Es un principio simple. Si vas contra ello y vienes y cagas sangre en su patio y lo haces perder dinero, mueres. Él solo pone a disposición sus muelles privados para asuntos importantes. No me extrañaría que Marcelo fuera uno de ellos, pero los túneles están en otra categoría.

****

Francesco consigue reunir a los chicos para la medianoche. Para ese entonces ya he roto el concreto que se interponía entre nosotros y la entrada del túnel, mi camisa fuera, cada centímetro de mi piel cubierto de sudor. Media hora atrás llamé a Marcelo y le pedí que sus hombres descargasen lo más cerca posible de nosotros sin que este supiera que usaríamos cómo distribuiríamos la mercancía. Kai trajo una plataforma móvil a control remoto capaz de mover trescientos kilos a la vez que Emi espera del otro lado con Iván, el único además de nosotros que sabe lo que sucede. Francesco y yo nos palmeamos la espalda mutuamente cuando este llama para decir que la prueba funcionó. Le llegó el condón que su hermano colocó en la superficie de acero. Confirmando mis sospechas, el ruso nos dejó claro que Alik había intentado abrir los túneles sin el permiso de nadie cuando hablamos antes de empezar. Iván, por otro lado, accedió a arriesgarse esta noche debido a la presencia de Francesco, quién prometió hacerse responsable de mantener calmado a Carlo si de alguna manera llegaba a enterarse, y el acuerdo de cerrar de ambos lados al terminar.

─¿Estamos listos para empezar a cargar la mercancía? ─le pregunto a Kai mientras los hombres de Marcelo empiezan a llenar la habitación contigua a la nuestra de paquetes envueltos en cinta adhesiva plateada.

─A la plataforma le toma veinte minutos realizar cada viaje. Cuarenta minutos cada trescientos, máximo trescientos cincuenta, kilogramos. Ya viene de regreso. ─Suelta un suspiro al despegar la vista de la pantalla de su computadora─. A este paso nos tomará diez horas terminar esto.

─¿Tu padre nos está guardando las espaldas? ─pregunto.

Kai afirma.

─Hace lo que puede. Le pedí a Francesco que se diera prisa porque hubo un incendio en el centro que todos están atendiendo. ─Se echa hacia atrás mientras enciende un cigarro. Su camiseta de algún personaje de caricaturas asiáticas o de un videojuego grita presente. Me gustaría incinerarlo con ella puesta. Son una basura. ¿Cómo alguien del negocio lo tomará en serio luciendo así?─. ¿Les molesta si invito a mi chica? Está enojada porque cancelé nuestra cita para venir, pero esto es más aburrido de lo que pensé. No será un estorbo. Lo prometo. No habla mucho.

Uno las cejas.

¿Qué mujer no habla mucho? Todas las mujeres que conozco son la definición de ruido. Tiffany ha convertido mi cocina en un concierto. Arlette no pierde ninguna ocasión para susurrar en mi oído. Si decirme qué hacer fuera un deporte, mamá estaría en las olimpiadas. Penélope tiene sus momentos cuando la ropa no le queda, lo que es obvio que suceda si sigue en crecimiento. Incluso las prostitutas de papá no dejan de chillar como animales en el matadero cuando las follo, estimulando mi oído con palabras dulces para sacarme más dinero después de que termino con ellas.

─¿Tu novia es un holograma?

Las malditas mejillas de Kai se sonrojan.

─O puedes ayudar a cargar la droga a la plataforma ─añade Francesco a modo de sugerencia mientras desabrocha los botones de las mangas de su camisa blanca para doblárselas─. Nos vendría bien algo de ayuda.

El gemelo finge pensarlo.

─No, gracias, prefiero ser... ─Enfoca sus ojos asiáticos en mí─. ¿Cómo es que me llamas siempre? ¿Friki marica? Sí, friki marica. Definitivamente un friki marica sin músculos para ayudar a sus amigos narcos. ─Se encoje de hombros─. Lo siento, pero hasta ahí no llega mi contrato con Francesco. Si querían fuerza bruta, debieron tener a Emi de este lado del túnel.

─Como sea ─gruño

Francesco, el único tipo en la habitación que tomo en serio, me ayuda a cargar la plataforma con el próximo envío a pesar de su apariencia de príncipe. Debo darle créditos tanto a él como a la loca de su prima. Aunque encontré el túnel, nunca pensé que el plan de Arlette funcionaría. Iván nos llama para felicitarnos cuando recibe las dos primeras toneladas unas horas después. A ese punto los tres estamos borrachos, ya celebrando, por culpa de Kai y sus pócimas con alto contenido de alcohol, también malditamente cansados. Es por ello que nos excedemos y en el último cargamento enviamos quinientos kilos, los cuales se quedan estancados a medio camino, ocasionando un derrumbe en una de las pocas zonas sin concreto. Lo hicimos porque mandamos cuatrocientos cincuenta en el anterior y no sucedió nada. Decidimos irnos para recogerlos en el punto de la ciudad en el que están tras varios intentos por recuperarlos desde nuestra posición, pero cuando llegamos mi respiración se traba. Eso es justo debajo de los oficiales agrupados debido al incendio del que habló Kai. Incluso el que identifico como su padre se encuentra pisando la alcantarilla por la que debemos entrar para recuperar la cocaína. Podemos buscar otra manera de acceder a ellas, ir directamente al acceso al sistema de acueductos, pero eso tomará tiempo, así que llamo a Marcelo.

Ya Iván tiene dos toneladas y media en su poder, así que estoy seguro de que entenderá. Su respuesta, sin embargo, es de nuevo lo que no esperábamos ninguno de nosotros.

Hicimos un trato, niño ─suelta─. Quiero mis tres toneladas con Iván hoy. No quedaré mal con mis distribuidores por ti. Encuentra la forma de ponerla en sus manos o, en su defecto, el dinero para pagarme la media tonelada al precio de calle en un par de horas. De lo contrario llamaré a sus padres ─continúa riendo─. Mierda, estos niños me hacen sentir como el puto director de un colegio ─escuchamos cómo le dice a uno de sus chicos antes de colgar, lo que hace que, ya que estaba en altavoz, Francesco golpee el volante mientras Kai toma un sorbo de su elixir japonés y yo entierro el rostro entre las palmas de mi mano, preguntándome de dónde sacaremos treinta millones de dólares para pagarle, jodido.

****

─¿Estás seguro de que no hay otra manera?

Francesco niega mientras golpea su puerta con suavidad. Son las seis de la mañana. A esta hora debe estar preparándose para ir a clases. En efecto, cuando abre lo hace con expresión soñolienta a pesar de la toalla enrollada en la cima de su cabeza y la que cubre su cuerpo que grita que acaba de salir de la ducha. No hay vapor por ningún lado, así que asumo que la tomó con agua fría. Me estremezco. No hace precisamente calor.

Sus párpados se separan ampliamente cuando me nota.

─Vicenzo, ¿qué...?

─Tu plan funcionó ─la corta Francesco empujándola hacia el interior de su habitación con delicadeza, a dónde la seguimos─. Transportamos dos toneladas y media de cocaína hacia el territorio de los rusos como un favor a Marcelo, pero quinientos kilos se quedaron estancados. Debemos entregárselos, pagárselos al precio de la calle o tener una riña con él. Sinceramente no me interesa que nos peleemos, pero sí la reacción de tu padre cuando descubra que usamos los túneles de Iván.

Arlette se sienta en el borde de su cama, asimilando la información. Cuando termina de procesarla mira a su primo con las cejas juntas.

─¿Por qué no los recuperan?

─Hay policías custodiando la zona. Hubo un incendio.

─¿En la fábrica de caramelo? Sí. Lo vi en las noticias. Mucha gente murió. Continúan allí porque muchas personas quedaron atrapadas entre el caramelo y alguna otra cosa. Están intentando deshacerlo para no arrancarles la piel ─murmura levantándose y dirigiéndose a su armario─. ¿Les devolverá el dinero si se le regresa la cocaína? ─continua hablando antes de que cualquiera de los dos pueda responder eso─. Por cierto, ¿en la piscina no escucharon la parte dónde dije que los usaría luego de un estudio? ¿Son idiotas o probaron la mercancía antes de enviarla?

─No lo sabemos ─respondo, ignorando lo último que dijo porque no teníamos tanto tiempo para ello, mientras saca un vestido blanco y lo sostiene sobre su cuerpo, a lo que mi amigo, por alguna razón, afirma.

Tras su respuesta desaparece en el baño con expresión preocupada, pero en calma, mientras tomo asiento frente a la chimenea de su habitación y Francesco se inclina sobre el ventanal. Cuando sale lo hace luciendo el modelo ajustado hasta las rodillas y una chaqueta del mismo material, su cabello lacio sobre su espalda. Hay algo diferente en ella estos últimos días, una especie de descontrol sobre sus acciones, un eco del pasado, que ha ido en ascenso desde que cosió mi herida en su cuarto de invitados, pero que no sé si se trata de un cambio en ella o en el hecho de que no habíamos estado tan cerca como ahora en los últimos años.

Extraño esos días.

Ignorarla y joder a una puta rusa de La Organización en el viejo territorio de los Vólkov para herirla es más fácil que hablarle.

─Pasaré a ver a Marcelo. Necesito que ustedes vayan con Iván.

─Arlette...

─No, Francesco. Sea lo que sea que hayan hecho para deberle traicionar a mi padre, estoy segura de que lo sacó de proporción.

Me aclaro la garganta antes de hablar.

─Yo... puede que asesinara uno de sus mejores luchadores.

Arlette gira abruptamente la cabeza hacia mí.

─¿Arrastraste a Francesco a este problema por tu falta de contención?

─¿Te suena familiar? ─pregunto levantándome, guardándome las ganas de decirle que en realidad estamos en esta mierda por su culpa, pero la necesitamos, así que no puedo excederme.

─¿Podemos irnos? ─nos interrumpe Francesco, ganándose una mala mirada por parte de ambos─. ¿Qué? Marcelo dijo dos horas. Ya ha pasado una. ─Mira a su prima─. ¿Puedes prestarnos el dinero? ─El dinero de Sveta. El único dinero que, según él, Carlo no vigila porque Arlette nunca lo usa. La odia al punto de renegar millones solo porque provienen de su herencia─. Usaría el mío, pero está dentro de la contaduría de mi tío.

Arlette afirma mientras se dirige a su peinadora. Del cajón saca una chequera, un brazalete de diamantes deslizándose de arriba abajo sobre su muñeca que tengo el presentimiento de que vale más de lo que le pagaremos a Marcelo. Los Cavalli son así de ricos. Sus uñas son rosa suave. Sus dedos delgados se mueven ágilmente mientras escribe. Tras firmarlo, le entrega a Francesco un cheque en blanco de un banco suizo.

─He escuchado a papá y a Marcelo hablar algunas veces. El precio oscila entre sesenta y doscientos noventa dólares por gramo. Depende de muchos factores. Treinta millones es lo más barato que esto puede salir, así que le daremos un cheque en blanco para evitar cualquier protesta. ─Su frente se arruga lo toma de regreso─. ¿Solo hubo un derrumbe en esa zona? ─Francesco afirma con lentitud─. Bien. Iré con Marcelo. Le entregaré el cheque, pero lo haré sola. ─Aprieto los dientes. Estoy a punto de decirle que no debe meterse cuando habla de nuevo, su atención en su primo─. Necesito que vayas y cierres la entrada en el área de Iván. Asegúrate de que él esté ahí para verlo y de que acepte que nunca más se volverá a abrir. Hazlo o de lo contrario tendré que hablar con mi padre. Que estén abiertos es un peligro para todos nosotros. Podrían usarlos para hacerle daño a Flavio. A mi nuevo hermano. A papá. Una cosa era usarlos y manejarlos yo, pero dejaste que mucha gente supiera de ellos. Arréglalo.

Ante la mención de Carlo ambos terminamos de aceptar.

****

Aunque conseguimos el concreto y a Iván en tiempo record, nos tenemos que hacer a un lado cuando borbotones de agua comienza a salir del agujero. La entrada o salida del lado de los Vólkov se encuentra tras uno de sus clubes cerca de la playa, así que esta corre sobre el asfalto por unos metros hasta finalmente unirse al mar. Un sonido de mierda escapa de mi garganta cuando veo cómo los paquetes empiezan a aparecer a tiempo que Francesco recibe una llamada de Fósil, quién con ello deja más que claro por quién sí se ensuciaría las manos.

Iván sonríe ampliamente mientras palmea mi espalda.

─Eres inteligente, chico. Marcelo tendrá que tragarse sus palabras.

─Sí ─murmuro mientras tomo diez kilos del suelo.

La cocaína en él se encuentra en perfecto estado cuando pincho la cinta adhesiva para probarla y comprobar que se encuentra en perfectas condiciones. ¿Inteligente? Sí. Está loca, pero incluso yo admito que lo es. 


Hola jajaja sé  que es pronto, pero estaba inspirada, ya me pongo a trabajar en mis otras novelas. Pronto cap de FAVP. Hoy de Bajo tus órdenes. Con respecto a este capítulo, ¿qué les pareció?

¿Cuál fue su parte favorita?

¿Ya quieren leer la reunión entre Marcelo y Arlette? ¿Cómo creen que irá eso?

Cap dedicado a Goyetza <3 

Siguiente a la que + comente. Las amo. Espero que nos veamos pronto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: #mafia