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Capítulo 15:

VICENZO:

Me equivoqué al papá me meterme en el negocio como mercenario y pensar que mi situación no podría empeorar. Sí podía. Cuando me dijo que trabajaría en el restaurante tenía en mente un puesto en el equipo de seguridad, pero Constantino hizo que me pusiera un traje y me convirtiese en anfitrión de sus clientes, en una copia del personaje sanguinario retirado de las calles en el que venía convirtiéndose desde hace un par de años.

Ahora mi reflejo es la definición de enjaular a la bestia.

¿Listo para visitar a tu chica?

Separo mis dedos de la manija del auto para darme la vuelta y enfrentarme a los ojos oscuros, pozos negros sin fondo, de mi padre. Él ya sabe la opinión que tengo al respecto, así que no le veo sentido a expandir el fuego. En lugar de responder tomo la pequeña mano de Penélope, quién me dedica una sonrisa pequeña para darme ánimos, antes de subir las escaleras resguardadas por dos tipos macizos, nuestros padres detrás, de la casa de los Cavalli.

─Buenas noches ─saludo a Carlo cuando otro de sus hombres abre la puerta, a quién le tiendo la botella de vino que trajimos y toma con un gruñido─. ¿Cómo está, señor? Espero que el viaje haya estado bien.

Carlo asiente mientras aprieta mi hombro con una sonrisa.

─Consternado, ¿quieres saber por qué, hijo?

Trago.

─Sí.

─Esta es la primera vez desde que supe que Arlette y tú se casarían que tu presencia me causa algo parecido a la alegría. ─Mira a mi padre más allá de mi hombro─. Sin ofender, Constantino. Estoy seguro de que te sentirás igual cuando tengas que entregar a Penélope a un imbécil que sabes que no apreciará a tu pequeña como merece.

─Por supuesto que sí ─responde él.

Mi hermana aprieta mi mano tan fuerte que recuerdo que aún se encuentra a mi lado. Me doy cuenta de que debe estar pensando en el momento al que hace referencia Carlo. No la miro, pero él sí lo hace.

Oh, aquí estás, dulce niña. ─Extiende la mano y aprieta su mejilla. Es su padrino, pero mentiría si digo que alguna vez he visto a Carlo ser cariñoso con alguien además de Arlette. Penélope es hermosa, pero es baja y regordeta. Su cabello es negro como el ébano. Sus ojos verdes. Su personalidad frágil. No hay nada en ella que le pueda recordar a su hija─. ¿Por qué no vas al jardín a jugar con Flavio? Está leyendo un libro, pero estoy seguro de que puedes encontrar cómo distraerlo.

Inocentemente, Penélope asiente antes de apartarse de mi lado para correr en dirección a los cristales que dan con la salida al jardín de rosas de los Cavalli. No pierdo de vista la tela púrpura de su vestido hasta que se aleja tanto, perdiéndose entre los arbustos para alcanzar la cúpula central dónde Flavio se encuentra, que es imposible para mí obtener un vistazo de esta.

─Volviendo al tema central. ─Acepto la copa con el vino que traje que me ofrece. Mamá se separa de nosotros para seguir a Penélope cuando papá, él y yo nos dirigimos a la sala. Su saludo con Carlo, dos besos en la mejilla, fue cariñoso sin rozar lo irrespetuoso. Se tienen un viejo afecto amistoso─. Sé que Francesco ya se acercó a ti para hacerlo, pero me gustaría darte las gracias por ayudar a Arlette cuando no estaba para ocuparme del asunto. Aunque nunca esperé que fueras la primera persona a la que llamaría estando en problemas, fue un buen gesto de tu parte.

Me encojo de hombros, restándole importancia.

─No se preocupe, señor, me encontraba cerca.

Papá se aclara la garganta antes de unirse a la conversación echándose hacia atrás y extendiendo sus brazos sobre los reposabrazos del sofá.

─Carlo, con respecto a Marcelo...

─Le expliqué la situación. Lo entendió, pero temo que está siendo algo difícil para él permanecer de brazos cruzados. ─Sus cejas se unen. Le da un sorbo al vino antes de continuar─. Frederick era un viejo amigo.

─¿Tengo que tomar precauciones?

Carlo asiente.

─Yo lo haría.

Me inclino hacia adelante.

─¿Marcelo no sabe que los asesinamos por Arlette?

La mandíbula de Carlo se endurece.

─No. ─Sus nudillos, tanto los que rodean la copa como los que permanecen sobre la fina tapicería, se vuelven blancos─. Jamás lo sabrá. No puedo permitirme enemistarnos. Puedo terminar con su reinado en esta ciudad tan rápido que ni siquiera sabrá que está siendo derrocado cuando la bala atraviese su cráneo, pero estoy a punto de ser padre de nuevo. Arlette y tú se casarán en unos meses. Flavio es un niño. Francesco sigue en formación. No quiero una guerra. ─Mira a mi padre─. Por eso le pedí a Constantino que asumiera la responsabilidad bajo la promesa de contener a Marcelo. ─Sus dientes resplandecen cuando sonríe─. Les pagaría más de lo que tu padre y yo acordamos por las molestias que podrían presentarse, pero protegernos es lo que la familia hace, ¿no?

El fuego consume mis entrañas. Nunca he deseado acabar con alguien, aparte de su hija, tanto como deseo alcanzar el atizador de la chimenea y enterrarlo en su pecho. Los múltiples ejemplos de hombres abusando del poder que les confiere su posición a lo largo de la historia palidecen en comparación con su expresión. Sus ojos azules gritan que no tienen dudas de que papá, su amigo, hará exactamente lo que quiere.

No hay nada que pueda hacer al respecto sin terminar muerto, arrastrando a mi familia conmigo, así que me levanto mientras afirmo y aprieto su mano. La actitud de papá permanece fría mientras mueve la cabeza de arriba abajo con aprobación. Hay algo de molestia en él, los Ambrosetti no nacimos para ser controlados, nuestro dinero viene de la sangre, de dejarnos llevar por los impulsos, pero aún así no guardo la esperanza de que actúe conforme a ella cuando lo mejor que podemos hacer para asegurar nuestra posición con él es callarnos a pesar de que nos ha arrojado toda la mierda de Arlette para que lidiemos con ella.

¿Papi?

Los tres concentramos nuestra atención en el umbral, dónde Arlette y su madrastra se encuentran. Esta última nos sonríe mientras se acerca a su esposo para arrastrarlo al comedor. Es una rubia con la que me acostaría sin dudar, pero no quiero darle más razones a Carlo para deshacerse de mi pene. Arlette, por otro lado, capta particularmente mi atención. Su padre le besa la mejilla, deteniendo a Beatrice por unos segundos en los que susurra en el oído de su hija, una imagen que me hace sentir incómodo, antes de apartarse inclinando la cabeza en mi dirección y hacerle una seña a papá para que lo siga. Este me aprieta el hombro antes de dejarnos.

─Creo que le caes mejor ─dice ella.

─Maté por ti ─gruño─. Claro que le caigo mejor.

Arlette curva las comisuras de sus labios mientras niega.

─¿Eso es lo que crees que hiciste? ─se acerca tanto que no huelo nada más a parte de su perfume─. Contéstame algo, Vicenzo. Si fuera una chica que conociste en la escuela o yendo un fin de semana a la playa, ¿habrías matado por mí? ─Mi cuerpo se tensa cuando roza la cicatriz que dejó en mi abdomen con la punta de sus dedos. Su mirada azul se torna aún más oscura, llena de satisfacción, cuando no respondo─. Eso pensé. ─Se aleja─. Mataste por él, por tu padre, por la posición en la que estarás cuando nos casemos. ─Arlette y yo nos miramos por un momento más antes de que se dé la vuelta─. No por mí.

Alcanzo su brazo y hago que lo enrede en el mío.

Solo por esta noche necesito aparentar que le tengo cariño. Carlo es lo único que está entre Marcelo y nosotros. Podríamos con él, pero entiendo su punto al no desear una guerra. Cuando tienes a otras personas en mente, personas que significan algo, que pueden usar en tu contra, la evitas, pero eso no impide que esté enojado con ella por meterme en esto.

─La verdad nos hará libres. ─Me pego a su costado para poder susurrar en su oído. Si ya estuviésemos casados la obligaría a cambiarse de zapatos. Aunque los centímetros extras del tacón hacen que su figura se logre ver apetecible en el vestido rosa de niña buena, odio que aumenten la diferencia de altura entre nosotros─. Tu padre está feliz porque comprobó que puedo cuidar de su loca e inestable niña consentida.

Tienes razón, Vicenzo ─susurra de vuelta cuando llegamos al comedor y se deshace de mi agarre─. Comprobó que al menos sirves para ser un obediente perro guardián.

No puedo responderle porque su padre está mirando el sitio en mi cuerpo que estuvo en contacto con el suyo con la frente arrugada, persiguiéndolo aún cuando me siento en el extremo opuesto. Estoy entre Penélope y Francesco, así que tengo con quién hablar mientras mis padres, Arlette, Carlo y Beatrice nos ignoran deliberadamente charlando acerca de las últimas inversiones de los Cavalli. Mi hermana le sonríe a Flavio cuando este alza la mirada de su cuchara de sopa hacia nosotros, respondiéndole con un fruncimiento de entrecejo antes de regresar a su comida en silencio.

─Oí lo que pasó el jueves ─suelta Francesco en voz baja─. Nos vimos el viernes, hombre. ¿Por qué no me dijiste nada? Te habría ayudado.

─Ya estaba controlado.

Su mirada permanece indescifrable mientras niega.

─No estoy de acuerdo. ─De repente las comisuras de sus labios se curvan─. Como sea, tu chica sabe cómo cocinar.

Me tenso.

─Francesco, ¿pudiste...?

Afirma.

─Ayer, cuando me dijiste, y hoy en la mañana. Emi irá en unos minutos.

Me relajo. Desde que papá hizo que empezara a trabajar con él en el restaurante, el viernes, no he pasado por mi apartamento. Es lunes, así que Tiffany debe estar haciendo más que preguntarse dónde estoy. Le pedí a Francesco que le diese un par de vueltas. No temo que ella termine como Roza debido a él. Es leal. No hemos hablado del tema, aunque en algún maldito momento tendremos que hacerlo. No es normal matar a una puta sin razón. Menos sin haberla follado antes.

─Gracias.

─No hay de qué ─responde llevándose un bocado de filete a la boca.

Separo los labios para repetirle una vez más que le debo una jodida extremidad de mi cuerpo, pero las palabras no salen. Carlo nos interrumpe alzando la voz para que todos seamos capaces de escucharlos. Flavio deja de comer para oír a su padre. Penélope me mira antes de mirarlo a él.

─Como todos saben, cada año los Cavalli hacemos una fiesta en honor a las joyas de la familia, a la que, por cierto, como siempre están oficialmente invitados. ─A través de la mesa alcanza las manos de Arlette y Beatrice─. Desde hace ocho años Beatrice se ha hecho cargo de la labor, un trabajo excelente. ─La mencionada sonríe ampliamente. Mamá le sonríe de vuelta, pero su rostro está tenso. Nunca le ha perdonado ser quién suplantara el puesto de su mejor amiga─. Pero considero que Arlette ya es lo suficientemente mayor para tomar la tarea que le corresponde por nacimiento. ─Besa el dorso de su mano─. Puedes manejar un poco más de responsabilidad, mi dulce niña, ¿no?

─Sí, papá, pero... ─murmura viendo a su madrastra, cuyos dedos tiemblan, sus ojos verdes llenos de lágrimas que se limpia discretamente con una servilleta mientras asiente.

─No, Arlette. Está bien. Es cierto. Ya eres mayor.

─Me gustaría esperar al menos un año más. ─Arlette me mira─. Sé que es algo que amas hacer. Lo amaré también, pero dentro de nada mi tarea principal será los preparativos para la boda.

─Después de tu cumpleaños ─gruñe Carlo─. Para eso faltan tres meses.

Por favor, papá. No quiero estar exhausta.

─Bien ─acepta él levantándose abruptamente mientras Beatrice y ella intercambian sonrisas discretas─. Beatrice, por favor, acompáñame un momento. ─Nos mira─. Lo siento. Continúen disfrutando la comida.

─Ya volvemos ─añade ella antes de desaparecer escalera arriba tras él, su vientre hinchado dificultándole mantener el paso.

Sin darle excusas a mamá, con quién hablaba, al cabo de un par de minutos Arlette también se levanta. No sé qué me impulsa a hacerlo, pero la sigo a pesar de la mirada de advertencia en el rostro de Constantino. No se da cuenta de mi presencia hasta que me sitúo tras ella. No pretendía espiar a Carlo, lo que está haciendo, sino encontrar un sitio dónde quejarme por los problemas en los que su mascota metió a mi familia. Si no fuera por ella no tendríamos que preocuparnos por Marcelo.

─Te lo dije, Beatrice. Lo sabías cuando nos casamos. ─Carlo está apoyado en el escritorio en su oficina. Beatrice de pie junto a la ventana─. Nunca te metas en la relación entre mi hija y yo.

─No lo he hecho, Carlo, yo solo...

─¿Qué pretendías cuando impediste que Luc la retuviera en casa? Me alegra que socialice con chicas de su edad, pero de ahí a permitir que ella sola se enfrente a una pandilla de violadores... ─Sus manos se aprietan en puños. No suelo estar de acuerdo con su sobreprotección, pero le doy la razón. Si no hubiera estado ahí para ella... probablemente se las habría apañado, pero no tan sencillamente─. No tienes permitido influir de esa manera en su educación.

Arlette avanza hacia ellos, pero impido que los interrumpa agarrando su brazo. Mis labios se curvan en una sonrisa cuando escuchamos la dulce y susurrante voz de Beatrice tras darse la vuelta, sus ojos verdes llenos de lágrimas no derramadas. De nuevo, de no ser porque está casada y embarazada de Carlo me plantearía la idea de follarla. Es mi tipo.

─Lo mejor para todos es que aplique a una universidad en el extranjero.

Las comisuras de los labios de Carlo se amplían lentamente.

─Ese es el motivo por el que la dejaste ir, ¿no? Pensaste que me enojaría con ella al punto de que la echaría o algo por el estilo, pero haga lo que haga Arlette nunca la echaré.

Ella deja caer los hombros.

─Este bebé no será feliz hasta que ella se vaya.

─¿Soy el tipo del padre que pone la felicidad de sus hijos por encima de todo? ─Se cruza de brazos─. Lo que me importa es que sean fuertes y estén seguros. Sin todo lo demás pueden sobrevivir.

Beatrice ríe histéricamente.

─¿Crees que estará seguro con Arlette en casa?

─Arlette ama a Flavio.

─No como una hermana debería. Lo ama con la misma oscuridad que posee toda tu familia. Ustedes son como Los Borgia. Tengo años viviendo en esta casa y cada día soy más consciente de que un Cavalli solo puede amar a otro Cavalli. ─Se cubre el vientre con las manos, su mirada una mezcla de emociones─. Aunque ya me resigné a nunca pertenecer a ustedes, no necesito que más personas amen a mis hijos como tú lo haces.

─No termino de entender cuál es la diferencia entre cualquiera de nosotros.

─Arlette está enferma, Carlo. No tiene los límites que Francesco y tú sí.

─Nunca le haría daño a sus hermanos.

─¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que le pide a Flavio que asesine por ella sin medir las repercusiones? Vicenzo lo hizo. Francesco lo ha hecho. Tú... mataste a la mitad de los rusos por ella. Todos en esta casa la protegemos sin descanso ─murmura─. Debe irse.

─¿La odias, Beatrice? ─La mueca en el rostro de Carlo es de asco e incredulidad, pero su expresión permanece fría. No como el hielo, sino como el acero─. Si la respuesta es sí, he desperdiciado diez años contigo.

─Te amo, pero odio que el ochenta por ciento de nuestra vida gire en torno a ella. Tienes dos hijos más. ─Coloca la mano de su esposo sobre su vientre. Este lo acaricia antes de retroceder─. Piensa en ellos.

Carlo niega.

─Eres estúpida. ─Se dirige al minibar─. Mi vida no gira en torno a mi hija. Mi vida es mi hija. Es la única persona que siempre me necesitará. Flavio crecerá. El bebé crecerá. Francesco expandirá sus alas y más pronto que tarde volará lejos del nido. ─Arlette ha dejado de respirar. Está peligrosamente cerca del campo de visión de Carlo, así que la hago retroceder. Si no estuviera con ella no me importaría delatarla, pero no quiero que él sepa que estoy aquí─. Mi dulce niña, por otro lado, siempre necesitará que esté ahí para protegerla. Lo sabes. Tú misma lo acabas de mencionar. Está enferma. ¿Qué crees que pasaría si dejara de tomar sus pastillas? ─gruñe─. Ni siquiera debería preguntártelo. Lo sabes.

─Carlo...

─Hemos terminado. Deja de conducirla por el camino incorrecto. Lo que digo es lo que se hace. ─Al ver que su esposa va a replicar una vez más, la interrumpe─. Lo pondré así, Beatrice. Cualquier cosa que le pase a mi hija gracias a un comportamiento propiciado por ti, sufrirás lo mismo.

Arlette se resiste hasta que oímos a su madrastra hablar de nuevo.

─Si no se va cuando se case con Vicenzo, me iré yo.

Estoy a favor de eso.

De ninguna jodida forma voy a vivir aquí. Prefiero el apartamento de Tifanny, con insectos y fantasmas, a dormir y respirar rodeado de secretos.

─Se irá. ─Arlette se estremece al escuchar la voz de su padre. Unos segundos después confirmo que estuve en lo correcto al no celebrar tan pronto─. Conseguiré un chalet para ella y Vicenzo a un par de minutos de aquí. Contrataré más hombres. Tendrá a Fósil. Estará segura.

─¿No podemos adelantar la boda?

─No me tientes. Si fuera por mí nunca se casaría. ─Mi frente se arruga ante la repentina risa de Carlo─. Ahora, esposa, pórtate bien y dame una mamada a menos que desees que amenace tu vida de nuevo. Quiero que todos piensen que nos tardamos porque no puedes evitar ser una puta.

Por más que suela atraerme la idea del porno en vivo, es del pene de Carlo del que estamos hablando. He pasado la mitad de mi niñez pensando cosas desagradables sobre él y Arlette, aún lo hago, así que tiro de ella hacia atrás y evito que tropiece con sus propios pies. No necesito que muera cayendo por las escaleras. No conmigo como el único al que podrían señalar como culpable. Una vez llegamos al final, sin embargo, me sorprende tomando mi brazo.

─Ni una palabra de esto a nadie.

─¿A quién se supone que iba a decírselo? No soy un soplón.

Me mira antes de pasarme de camino al comedor.

─Más te vale.

****

Beatrice y Carlo regresan veinte minutos después. El labial rojo de esta se encuentra corrido. Carlo logró su cometido. Luce como una puta. Mamá no puede contener un resoplido. Constantino ríe y asiente en dirección a su amigo y socio de negocios. Lo realmente interesante, sin embargo, llega con el postre. Para ese entonces Francesco ya no está acompañándonos. Por asuntos del negocio tuvo que salir con Kai y Emi. Arlette se aclara la garganta, ganando la atención de todos, antes de hablar en voz alta.

Papá, Beatrice... ─Les sonríe─. Vicenzo y yo estuvimos hablando mientras no estaban. Me hizo reconsiderar la idea de organizar la fiesta anual de los diamantes Cavalli. ─Me estremezco cuando alcanza mi mano, inclinándose sobre mamá, antes de ver de nuevo a sus padres─. Beatrice, estás embarazada. Mi hermano nacerá en cualquier momento. Lo mejor es que te cuides. Concéntrate en el bebé. Me ocuparé de la celebración.

Carlo es el primero de los dos en decir algo.

Eso me parece... estupendo.

Sí, ¿verdad? ─Ella pincha su postre desinteresadamente cuando vuelve a su asiento─. ¿Sabes qué sería aún más interesante?

Su padre niega.

¿Qué, mi dulce niña?

─Vicenzo y yo nunca hemos tenido una cita. ─Su voz se oye tan triste que por medio segundo le creo─. ¿Podríamos ir a comer helado?

─¿No acabo de dejarles tener un momento a solas en la sala?

Mi cuerpo se tensa.

─Papá...

─¿Qué hay de la vez que entró en esta casa sin permiso?

Ella niega.

─Estuvo inconsciente. No cuenta.

─¿Y cuándo te ayudó con tu amiga Veruskha?

─Es Verónica, papi, guatemalteca, no rusa, y no. No cuenta.

Él mira a Constantino.

─¿Por qué tu hijo no dice nada?

Papá ríe.

─Es su prometida, Carlo. Es de esperar que esté ansioso por algo de privacidad ─dice─. ¿Tengo que recordarte lo que Sveta y tú...?

─Suficiente ─lo corta él antes de mirar a Arlette─. Está bien. Programaremos un día entre semana para que puedan cenar en Fratello's en una mesa junto a la nuestra. ─Constantino alza las cejas cuando lo ve─. Eso se puede arreglar, ¿no?

─Sí, pero...

─Ahora, papá, quiero salir ahora ─insiste Arlette─. Iremos por un helado.

─No. Es tarde.

Arlette se pone de pie.

─Iremos con Fósil. Estaremos en la zona más segura de la ciudad. ─se inclina para besar su mejilla─. Volveremos en una hora. Por favor. Vicenzo ya te ha demostrado que es capaz de cuidarme.

─Estás desafiando el código, Arlette ─gruñe Flavio estampando su pequeño puño contra la mesa─. No estoy de acuerdo.

Carlo lo mira con orgullo antes de regresar a nosotros.

─¿Realmente lo deseas, mi niña? ─Él suspira cuando Arlette afirma, mirándome ahora a mí─. ¿Cuidarás de mi princesa, Vicenzo?

Afirmo sintiendo la punta de un cuchillo contra mi espalda.

Mamá.

─Sí.

─Bien. Los dejaré ir. ─Mira más allá de la mesa─. Fósil, quédate. No arruinarás la primera cita de mi hija. No soy tan anticuado.

Arlette besa su mejilla de nuevo antes de tomar mi mano y obligarme a salir del comedor. El suflé de chocolate que estábamos devorando, casi tan buenos como los postres de mamá, permanece en mi mente mientras descendemos por las escaleras que conducen al sótano, la advertencia de Flavio de acabar con mi estirpe, sea lo que sea que eso signifique, si algo le sucede a su hermana haciendo eco tras nosotros.

─¿Qué mierda acaba de suceder ahí arriba? ─le pregunto mientras toma un par de llaves y me las tiende.

Sonrío al comprobar que son de la Range. Los autos grandes son para hombres que buscan compensar su falta de masculinidad, pero debo admitir que el padre de Arlette es bueno encontrando ediciones especiales que valen la pena, aunque a veces no cada cero en el cheque que ofrece a cambio. Esta es blanco perlado. Sus asientos son de cuero rojo. Acelero a toda velocidad cuando las puertas del garaje se abren, Arlette protestando, pensando que en cualquier momento Carlo se arrepentirá y enviará otro auto lleno de guardias tras nosotros. Conducir esta mierda se siente bien.

─Necesitaba alejarme de ella ─responde sacando un par de pastillas de su bolso y llevándoselas a la boca─. ¿Puedes ir más rápido?

Aunque su solicitud me extraña, no es lo más raro que he escuchado. Definitivamente no en la vida y definitivamente no de su parte. También estoy por debajo de mi límite de velocidad, así que nos complazco. El asunto se torna serio cuando abre la ventanilla y saca la mitad de su cuerpo. Estoy obteniendo una vista de su trasero blanco y una idea de su vagina rosada por debajo del encaje que usa, pero sus gritos no son divertidos. En un punto se vuelven fuertes y sin sentido, así que freno en un semáforo mientras halo la tela de su vestido para que vuelva dentro.

─¿Enloqueciste?

En lugar de responder toma dos pastillas más. Considero que ya han sido demasiadas, así que intento quitárselas. Es una puta rápida, así que las bebe antes de que consiga arrebatárselas. Al menos luego se relaja contra el cuero y me permite conducir en paz hasta la heladería. Tomo sus manos en las mías, apretando, cuando me estaciono frente a ella. Necesito que entienda algo antes de que complazca su capricho. También asegurarme de que aún haya pulso en sus delicadas venas.

─Tienes que dejar de utilizarme. No soy Francesco. No soy tu padre. No me puedes manipular. ─Ya que no hay ninguna expresión de dolor en su rostro, aprieto hasta que hay un destello fugaz de él en sus ojos azules─. Recuérdalo ─gruño─. Y amenázame con matarte y echarme la culpa tanto como quieras, pero se acabaron los favores. Por tu culpa Marcelo piensa que matamos a uno de los suyos, que lo retamos por un par de dólares.

Sus párpados se abren ampliamente.

─¿Qué...?

─Uno de los hombres que violó a Verónica era su amigo. También le debía dinero a papá que Marcelo pagaba. Ya no había deuda cuando murió, pero le seguía pidiendo dinero a Marcelo haciéndole creer que le exigíamos intereses. No lo reconocí porque es imposible memorizar cada rostro en la ciudad que le debe dinero a mi padre, pero el punto es que terminamos enemistándonos por tu culpa. ─Sus frágiles huesos crujen─. ¿Ahora entiendes la seriedad del asunto? Ya no eres una niña, Arlette, lo que haces trae consecuencias. Esta vez es mi familia, pero podría ser Flavio.

Su barbilla tiembla mientras asiente.

─Sí. Suéltame.

─Buena chica ─la felicito complaciéndola y bajándome del Range.

Las amigas de Arlette nos saludan a penas entramos. No soporto ver a una de ellas, la que nos atiende trayendo dos porciones de brownie de chocolate blanco, debido a lo parecidas que son. Con una tengo más que suficiente. Una vez nos abandona, el empalagoso sabor a almendras y chocolate en mi paladar, mi teléfono empieza a sonar. No creo que nada malo pueda pasarle en dos segundos, así que la dejo con Verónica y me pongo de pie para salir a la calle.

─Hola ─respondo ya afuera.

─¿Hola? Pensé que habías muerto.

─Lo siento. No podré visitarte hasta nuevo aviso.

─Bueno ─murmura Tiffany al cabo de un rato─. ¿Puedo quedarme?

─Sí. No seas grosera cuando Francesco vaya a visitarte.

─No soy grosera. Él es el grosero. Lo único que hace es observarme en silencio, registrar la casa y comerse lo que horneo.

Pocas cosas pueden llegarle a un brownie Cavalli.

Los muffins de Tifanny están en la lista.

─Volverás a verme pronto. No he follado desde que nos vimos. Estoy caliente. ─Es la verdad. No recuerdo haber pasado tanto tiempo sin una mujer desde los dieciséis─. Ten lista una bandeja de...

─Hola, niño.

Cuelgo antes de alzar la mirada.

─Marcelo ─lo saludo con un asentimiento.

Él sonríe ampliamente antes de mirar hacia el interior de la heladería, dónde Arlette y Verónica ríen mientras miran a Marianne luchar con tres bandejas. Al final ambas se levantan para ayudarla. No es algo que esperaría que ella hiciera, así que me distraigo lo suficiente como para que dos de sus hombres me tomen de los brazos y me arrastren al callejón junto al club de las mantarrayas de Carlo. No peleo contra ellos. No aún. Masacraría a uno con mis propias manos, pero dos, más los dos más que siguen a Marcelo, son demasiado. Lo mejor que puedo hacer en este momento es dejar que se concentren en mí. Rezar por vivir. Por el bien de Chicago, Arlette debe permanecer lejos de su radar. Mientras que no salga de la heladería, dónde está protegida, todo estará bien.

─¿Tu padre y tú creyeron que podrían asesinar a uno de los míos y quedar impunes? ─me pregunta mientras recibo una patada en las costillas.

Escucho cómo mis huesos crujen, el dolor infla mis venas, empapándome. No es lo único que hacen. También tuercen mi brazo hacia atrás, en un ángulo doloroso, mientras hacen que mi mejilla quede presionada contra el asfalto. Raspan mi rostro contra él tras dislocar mi hombro. He sufrido un montón de dislocaciones a lo largo de mi vida, así que no es la gran cosa. Envía aguijonazos de molestia, sin embargo, cuando me obligan a enderezarme de nuevo. La manera en la que algo se interpone en la visión de uno de mis ojos me hace pensar que tal vez consiguieron mover la piel de mi rostro. La sospecha se confirma cuando esta se oscurece debido a la sangre que gotea del interior de mi párpado inferior.

─Había que hacerse ─contesto cuando vuelve a hacer la misma pregunta.

─Sí. ─No agacho la mirada cuando me apunta con su arma. La mía está en incrustada en la parte trasera de mis pantalones. Mi hombro continúa dislocado, por lo que podría alcanzarla de tener más tiempo y una distracción─. Al igual que esto, niño. Frederick era un amigo. No creo que haya sido personal, pero se lo advertí a tu padre. Pudimos haberlo arreglado. Impedido este alboroto si hubiese sido capaz de dejar la avaricia.

No cierro los ojos.

Veo los suyos mientras espero que termine.

─Marcelo. ─Me estremezco mientras maldigo. Una cosa es morir por ser demasiado estúpido. Sacrificarme. Otra que mi familia termine muerta, incluyendo a Penélope, si le hacen algo a ella─. Para, por favor. ─Arlette toca su hombro. Es entonces cuando él se da la vuelta, notándola─. No vas a empezar una guerra con los Ambrosetti por un niño y un mentiroso muertos. No vale la pena.

Verónica, tras ella, sostiene un arma con temblorosas manos.

─¿Tienes idea de lo que dices? ─gruñe él─. Desde afuera parece que todo este tiempo te estuviste burlando de mí. Seguramente abriste el sobre y le dijiste a su padre. ─Esta vez la apunta a ella. Arlette traga sonoramente cuando la coloca bajo su linda barbilla. Intento moverme, pero sus hombres no me dejan─. Me equivoqué contigo. Ambos son niños atrapados en el negocio. Tal vez mereces no ser tomada en serio por nadie. Ni siquiera por tu padre. Carlo se amputaría un brazo antes de dejarte ir. ─Aunque se inclina sobre ella, puedo escuchar lo que le dices─. Es una lástima que aquí termine para ustedes.

─Detente, por favor.

─¿Por favor? ¿Es eso lo que él decía antes de que lo mataras? ─Presiona aún más la punta del arma contra su piel─. ¿Que por favor pensaras en sus hijos? ¿En su esposa? ¿En la familia que quedaría sin su sustento?

Ella alza la barbilla.

No. ─Sus ojos brillan como fuego azul en plena combustión─. Por favor era lo que Verónica decía mientras él la violaba. ─Marcelo permanece inmóvil, pero por el rabillo del ojo le echa un vistazo rápido a la chica que ella señala─. Por favor era lo que gritaba mientras sentía que su cuerpo era dividido en dos. ─Los hombros de verónica se sacuden, pero aún así no baja el arma─. Vicenzo lo mató porque yo se lo pedí. Frederick estaba en una fiesta privada que organizó el padrastro de Verónica. Una partida de póquer en la que la usó como moneda de cambio. Eso sucedió antes del sobre. ─De la nada escucho el sonido del seguro de un arma siendo retirado. Cuando desciendo la mirada por el cuerpo de Arlette, descubro que está apuntando su estómago─. Te recuerdo que también por favor puede ser lo que tu hermana o tu madre estén murmurando en este preciso momento.

Mierda. Marcelo se estremece de pies a cabeza. Por la manera en la que se tensa después de que esta menciona el secuestro de su madre y hermana, puedo decir que no sabe si quiere matarla más de lo que aprecia su propia vida. Aunque es el Capo di tutti capi, Carlo Cavalli lo destruiría antes de que pudiese encontrar un refugio dónde esconderse.

En lugar de salpicar sangre, mira a Verónica.

─¿Cómo se llama tu padrastro?

─Llamaba ─lo corrige ella─. Héctor, señor, el poseedor.

─¿Tenía un club de strippers?

Ella asiente, a lo que Marcelo baja el arma mientras maldice. Les hace una seña a sus hombres para que me suelten. Ellos lo hacen. Ajusto mi hombro a penas consigo ser libre, tragándome mis quejas, antes de cojear a ellos.

─Héctor lo corrompía. Debí matarlo hace mucho tiempo. Frederick era un buen hombre hasta que lo conoció ─se lamenta─. ¿Ahora cómo justificaré esto ante tu padre? ─le pregunta mientras acaricia su mejilla con el metal, a lo que respondo presionando el de mi pistola contra su cabeza.

─No lo harás.

─Vicenzo...

─Cállate. ─No soy estúpido. Acabo de descubrir quién hizo explotar una granada contra la ventana de mi casa. En este momento lo menos que deseo hacer es escuchar cualquier cosa que salga de su inestable cabeza. Sé que su padre no tiene nada que ver en esto porque él nunca la usaría como un arma, así que todo se trata de ella y de su tóxica presencia─. Regresen a la heladería. Estaré ahí en un minuto.

Por primera vez en la puta vida, Arlette me hace caso. Arrastra a Verónica consigo sin miedo a que Marcelo le dispare, lo que no hace más que reafirmar que entre ellos hay complicidad.

Me llamaste inmaduro ─escupo cuando se da la vuelta para enfrentarme─. ¿Pero te puedes decir a ti mismo hombre? Estás usando a la niña inestable de tu socio para que te facilite el trabajo. ─Sus hombres me apuntan. Dejan de hacerlo tras una negación suya─. Aléjate de ella y de mi familia. Me importará una mierda tu rango cuando deslice un cuchillo alrededor de tu garganta mientras duermes.

Tienes agallas, niño. ─Asiente─. Prometo que me mantendré lejos de tu principessa, pero no prometo que ella se mantenga lejos de mí. Asumo la culpa. Debí haberme conformado con la historia de Carlo. Cuando el rey habla, hay que escucharlo. Ahora entiendo su insistencia con el tema.

─Hablaré con Arlette. Ninguno de los dos comentará nada.

Marcelo une las cejas, una sonrisa en su rostro deformado por una cicatriz.

─¿Qué quieres a cambio?

─Necesito que averigües algo por mí. ─Devuelvo mi pistola a su lugar después de que él hace lo mismo con la suya. Quiero matarlo. Esta noche he querido matar a un montón de personas, pero no puedo ser tan imbécil─. He oído rumores de que hay coca cerca de Carlo, ¿quién mierda la maneja? ─No me interesa saber eso por ninguno de los Cavalli, sino por mí. Debo tener algo que ofrecer si alguna vez termino jodido. Iván la distribuye, pero no estoy seguro de que sea el dueño. Ni siquiera tenía idea de que estaría ahí─. ¿Iván?

─¿Eso? ─Marcelo ríe mientras asiente─. Está bien, pero no tengo nada que averiguar─. Palmea mi espalda antes de dirigirse a su auto─. Es mía.

─¿Estás trabajando con los rusos?

Se encoje de hombros.

─¿Por qué no? Un italiano fue el que organizó el secuestro de mi familia. Después de algo como eso te da igual con quién trabajes.

─¿Carlo lo sabe?

Marcelo, ya dentro del Mercedes, baja el vidrio para responderme.

─¿Hay algo en esta ciudad que Carlo no sepa?

****

Arlette permanece en silencio durante todo el trayecto de regreso, pero cuando me estaciono frente a su casa, tomándome la libertad de devolver el Range por la mañana, se gira hacia mí.

─Lo siento, Vicenzo. Tenía que hacerlo.

─¿El qué? ¿Atentar contra mi familia o convencer a Francesco de traicionarme? ─Si me dejo llevar por mis impulsos haré más que apretar sus manos, así que sujeto el volante con fuerza en su lugar─. No me sorprende, Arlette. Si piensas que por algún momento pensé que, tras leer la nota en la que decías que podíamos terminar la guerra entre nosotros, podría esperar algo bueno de ti, estás equivocada. Sé quién mierda eres.

─¿El demonio?

─No. ─Me extiendo para abrirle la puerta, proceso en el cual intento ignorar el embriagador y dulce aroma de su perfume─. Una Cavalli.

─Vicenzo...

─Beatrice tiene razón. Un Cavalli solo puede amar a un Cavalli. ─Me fuerzo a mirar hacia adelante. Tomo su mano, sin embargo, antes de que se vaya. Fósil está esperándola bajo el umbral─. ¿Por qué no dejaste que me matara? Hubiese sido más sencillo. Probablemente era lo que querías. Así podrías seguir absorbiendo la vida fuera de Francesco, de Flavio y de tu padre sin tener que lidiar conmigo.

─Aún lo quiero ─responde echándose hacia atrás, su tono sincero y suave─. Pero te debía un par de favores. Salvé tu vida, así que ahora no te debo nada.

La suelto y me despido con un asentimiento.

Esta vez cuando cierra la puerta y arranco, no miro atrás.

Ya no soy ese idiota.



¿Cómo se sienten después de leer este capítulo?

Fue súper largo ;-; lo escribía y lo escribía y pensé que nunca lo terminaría, pero aquí está, cuáles fueron sus partes favoritas?

¿Qué opinan de Vicenzo?

Cap dedicado a: LauraNill

Anterior dedicado a: XandraNogal

El siguiente a la que + comente. Las amo. Ahora sí hasta el domingo <3

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