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Capítulo 14:

ARLETTE:

Verónica no asiste a clases hasta el viernes. Durmió la mitad de las noches luego del incidente en una de nuestras habitaciones de invitados, reacia a volver con su madre hasta que la convencí de lo contrario. Aunque papá prometió tenerlo cubierto, estar allá la hace lucir menos culpable. También me interesa que sea capaz de enfrentarse al escenario que marcó su vida sin desmoronarse. No quiero que sea un miedo con el que tenga que cargar después. Prefiero que sufra ahora, lo suficiente hasta desarrollar inmunidad, a que esos bastardos sigan teniendo algún poder sobre ella.

A pesar de su protesta, debo darle créditos.

Su recuperación ha sido más rápida de lo que tenía previsto. A veces la descubro intentando curvar los labios. Aunque el resultado es un gesto deforme y sin esperanza, es algo. Se lleva bien con Flavio. Él es una de las razones por las que sonríe. Dice que es adorable. Mi hermano fue de ayuda durante el primer día uniéndose a la ronda de preguntas. Además de querer conocer cuál sería el papel que jugaría, Verónica no mostró interés en profundizar en el tema por detalles. Me alegró. En ese momento significó que no tendría que revelar información que luego pudiese usar en mi contra, pero ahora, mientras juego con la pasta servida en la bandeja de mi almuerzo, me hace pensar. Tal vez anteriormente, gracias a su padrastro, se hizo una idea o un panorama completo del submundo de Chicago. Lo que encontré en su casa fue más que un grupo de violadores reunidos. Cuando bajé al sótano antes de irnos visualicé una mesa con pilas de dinero en el centro, las cuales estaban rodeadas de fichas y cartas. Verónica era la moneda de apuesta de su padrastro. Aunque ninguno de ellos trabajase para los Ambrosetti, estoy segura de que no eran trigo limpio.

─¿Estás bien?

Afirmo con la mirada clavada en mis rodillas antes de concentrarme en su rostro.

Ya que cuando se lo corté quedó ligeramente disparejo, Beatrice trajo un estilista para que le hiciera un corte pixie con fleco que termina unos cinco centímetros por debajo de sus orejas. Resalta sus ojos marrones. También se dejó hacer un tratamiento completo para la piel después de que el médico de La Organización la hizo tomar una pastilla abortiva, por lo que esta luce radiante. Los imbéciles no usaron condón. Verónica está asustada porque piensa que contrajo una enfermedad. Si ese es el caso dudo que exista algo en el mundo que sacie mis ganas de revivir a cada uno de ellos para torturarlos en la mazmorra de papá antes de concederles la muerte.

─Sí. ─Me pongo de pie al verlas levantarse─. Llegó el momento. ¿Me acompañas?

Verónica afirma antes de echar su silla hacia atrás y seguirme. Ellas, el triangulo de la anorexia, no tocan su comida. En su lugar gastan el tiempo del almuerzo retocándose el maquillaje en el baño del primer piso. A excepción de nosotras cinco se encuentra vacío. Saco el par de sobres de mi bolsillo antes de plantarme frente a ellas.

─Kimberly. ─Ella lo toma─. Jenna.

Ambas se miran entre sí cuando lo abren.

Antes de que puedan hacer cualquier cosa, como protestar, digo una última cosa con la mirada clavada en la expresión consternada de Hether.

─Mi padre agradecería la presencia de ambas. ─Le dedico una sonrisa─. Hola, Peps.

****

El miércoles encontré un paquete forrado con terciopelo, negro en su totalidad, junto a la camioneta cuando salí del club. Contenía una peluca rosa con el mismo corte de Verónica, un sobre e instrucciones en un elegante papel. Ya que lo segundo tenía el nombre de Constantino grabado en el exterior, supuse que era lo que debía dejar en su oficina. La nota que hice ceniza, junto a la caja, en la chimenea de mi habitación lo confirmó. También añadía que debido a las complicaciones que últimamente se han presentado para reconocerme, tengo que usar la peluca cuando vaya a Fratello's ya que él estará ahí para asegurarse de que cumpla con mi palabra. Tomando en cuenta la naturaleza de nuestra relación, no lo tomo como un insulto. Habría hecho lo mismo.

─¿Estás segura de que tienes que hacerlo? ─Francesco coloca su barbilla sobre mi hombro. Nuestro reflejo en el espejo causa una opresión en mi pecho. La manera que tiene su cuerpo de encajar con en el mío es tan natural que en ocasiones me hace desear que pudiéramos estar así para siempre. Es mi definición de comodidad─. Ya el trabajo está hecho. Podemos llamarlo y decírselo. No se enojará. No es de ese tipo.

Dejo la peluca sobre la superficie de mi peinadora y me doy la vuelta.

─No se trata sobre enojarlo o no. Si no lo enfrento continuará pensando que puede usarme. Eso tiene que parar. ─Rodeo su cuello con mis brazos antes de ponerme de puntillas para besar su frente. Amo que sea más alto que yo─. Lo hiciste bien, Francesco. Papá estaría orgulloso de ti si lo supiera, pero espero que ambos sigamos de acuerdo en que no debe enterarse. Si sabe que estoy involucrada... no quiero ni pensar en lo que sucedería. Estoy segura de discutiría con Marcelo. Quizás terminaría matándolo, lo cual iniciaría una guerra. Te castigaría. Me encerraría. Si pregunta por qué pidió hablar conmigo, mantendremos la versión de que quería una confirmación de que se encontraba en Sicilia debido a la gravedad del asunto con Salvatore.

Francesco afirma en silencio, de acuerdo, el conflicto en sus ojos azules.

─Es la primera vez que traiciono a un amigo ─suelta al cabo de un rato de mirarnos en silencio, lo que hace que, internamente, ruede los ojos y entienda un poco más la educación que papá les da a Flavio y a él para endurecerlos.

Para asegurarnos de que Vicenzo no estuviese en casa y no reconociera a Emi mientras conseguíamos poner el sobre en su despacho, Francesco tuvo que crear una distracción que lo mantuviese fuera por un par de horas. No sé exactamente qué fue lo que hizo, pero funcionó. No ha dejado de comportarse de manera extraña desde entonces. Cuando lo saludé esta mañana no me devolvió el saludo. Solo subió a mi habitación porque insistí. Me preocuparía por ello si el trabajo no estuviese hecho.

─Lo sé. Por eso estoy tan orgullosa. ─Me separo─. ¿Crees que Vicenzo no te ha traicionado nunca? ─Bufo mientras me alzo para tomar un vestido de mi armario─. Lo dudo, primo. ─Lo coloco sobre mi cuerpo para que pueda darme su opinión. Niega. Tampoco estoy convencida del resultado que obtendré con la combinación de colores, así que lo devuelvo─. Me acompañarás, ¿verdad? No puedo hacer esto sin ti.

─Sí. ─Se dirige a la puerta. Antes de salir, su mano en el pomo, algo hace que decida que es un buen momento para besarme, así que regresa. Cuando termina separo los labios para protestar, pero me calla con sus palabras─. Cada vez que mi corazón se acelera, sea cual sea la razón, la única cosa en la que puedo pensar es en matar. ─Acaricia la línea de mi mandíbula con sus pulgares─. A menos que esté contigo. Eres el único estímulo que mantiene viva mi humanidad. ─Me imita presionando sus labios contra mi frente por un largo instante─. No pienses que me arrepiento de lo que hice. No lo hago. Eres lo más importante para mí. Haría lo que fuera por ti.

Paso el dorso de mi mano por su mejilla.

─Gracias.

Niega, lo cual hace que los mechones de su cabello oscuro se agiten.

─Somos familia...

No puedo evitar el temblor en mi barbilla.

─... y protegernos es lo que hacemos ─completo antes de separarme y continuar con la tarea de descubrir qué me pondré más tarde─. Tenemos que parar, Francesco ─susurro cuando se dirige de nuevo a la salida─. Lo siento, pero ya no habrá más besos. No te perderé. Papá no dudará en acabar contigo, familia o no, si alguna vez lo descubre. Debemos minimizar el contacto para evitar que algo malo suceda.

Me estremezco cuando cierra la puerta con fuerza tras de sí.

****

─¿Estás bien? ─pregunta Verónica cuando entra en el Range.

Ya que Francesco está con nosotros y estaré moviéndome de una zona segura a otra, papá me dejó venir con Fósil cuando llamó más temprano para saber cuáles serían mis planes. Justo como tenía previsto, Jenna y Kim están esperándonos en la entrada para cuando ingresamos en el estacionamiento. La victoria no suaviza mi fatal estado de ánimo. Indiferente a ella, le echo un vistazo a Francesco antes de responder.

─¿No debería ser yo quién hiciera esa pregunta?

Me ofrece una sonrisa triste.

─¿Para qué si ya conoces la respuesta?

La última vez que intenté consolarla terminamos riéndonos porque me exigió que no la tratara como un perro, así que me limito a mirarla antes de desamarrar el nudo de mi abrigo y salir cuando Fósil me abre la puerta. Él asiente en mi dirección antes de situarse en segundo plano junto a Francesco para no robarnos el protagónico. Las chicas lucen incómodas mientras nos saludan a Verónica y a mí con un par de besos. No me interesa. No están aquí para sentirse cómodas, sino como carne de cañón.

─Te queda preciosa ─halago los mechones de cabello rosa en la cabeza de Jenna, la menos insoportable entre sus amigas, antes de entrar con ellas a mis costados.

****

Hemos acabado de cenar para el momento en el que decido ponerme en acción. Me disculpo con una sonrisa y me dirijo al baño. En el camino, sin embargo, soy interceptada por una cabellera rubia de mal gusto que no entiendo cómo ha logrado entrar. Supongo que se coló. Continúo sin prestarle la más mínima atención hasta que nos encontramos rodeadas de baldosas rosas.

─Estás loca ─dice─. Cuando le distes las invitaciones pensé que solo estabas abusando de la posición de tu padre para ponerlas en mi contra, pero cuando me dijeron que las obligaste a lucir así bajo la excusa de que habría una fiesta de disfraces, la cual claramente no hay, y que encima las enviaste a sus casas...

Hether grita cuando rompo el cristal del espejo con mi mano. El corte que me produce el impacto no es tan profundo, así que tomo uno de los trozos que cayeron sobre el lavado y abro aún más la piel en la unión de mi muñeca con mi mano. La sangre amenaza con manchar las lentejuelas plateadas de mi vestido con mangas, así que tomo un trozo de papel higiénico y aplico presión para detener la hemorragia.

─¿Qué decías?

No estamos en horario escolar. Si toca una de mis fibras sensibles haré que Fósil incendie su casa. La rodeo antes de salir, lágrimas de dolor que dejo escapar de mis ojos recorriendo mis mejillas, y dirigirme a la oficina de Constantino. Este abre tras un par de golpes. Su expresión molesta desaparece cuando me ve. Despacha a quién sea el sujeto con el que hablaba, quién al oír mi apellido deja de quejarse, y me toma del hombro para instarme a que me siente en uno de sus sofás de cuero.

─Espera aquí, mia bella. Iré por el botiquín de emergencias.

Solo tengo un par de minutos, así que me levanto apenas sale para dirigirme a un cajón en específico de su archivador. Es dónde sé que coloca la información de sus víctimas más recientes para completar el proceso de borrar sus huellas. No suelen durar más de una semana aquí, por lo que mi urgencia por venir tiene sentido. Mis labios se curvan cuando extraigo la carpeta más gruesa. Es la correcta. Han sido cuatro, no uno, así que el trabajo es más pesado. La hojeo antes de regresarla a su lugar justo en el momento en el que Constantino regresa con Verónica, quién se suponía que lo seduciría para ganar más tiempo, Fósil y el botiquín. Afortunadamente no conté con ella. De haberlo hecho estaría en una situación incómoda justo ahora.

─Deberíamos llamar al doctor de La Organización ─dice él cuando termina improvisar con curitas y puntos caseros, los cuales tengo planeado quitarme a penas me vaya. He dejado de sangrar. No necesito nada más que una limpieza. Miriam se encargará─. No se ve bien. Sería lamentable que terminaras con una cicatriz adornando tu piel. Tengo el presentimiento de que Carlo no estará contento con ella.

─No te preocupes. ─Me pongo de pie─. No termino de entender cómo el cristal del espejo se encajó en mi mano, pero has sido de mucha ayuda. Estaba muy astillado. ─Beso su mejilla no una, sino dos veces, con efusividad─. Nos vemos el miércoles. Me aseguraré de que papá no cancele. Estoy... ─Trago mientras rezo para que mi incomodidad no sea evidente─. Ansiosa de ver a Vicenzo. Se ha portado como todo un caballero. ─Aprieto el brazo de Verónica, quién parpadea varias veces antes de asentir─. De no ser por él no sé qué habría pasado con nosotras. Es nuestro héroe.

─Arlette está un poco más enamorada de él ahora ─añade con una risita.

En su rostro está la primera sonrisa completa que ha tenido desde la violación. Ya que no hay más una cortina de humo entre nosotras, conoce mi relación con él. Que nos odiamos y no hacemos mucho por ocultarlo porque sería como negar que respiramos. La miro intentando transmitirle que se está excediendo antes de hacerle una seña a Fósil. Él abre la puerta para nosotras. Me despido de Constantino con un movimiento de mano, quién no deja de sonreír, entes de salir de su campo de visión y pellizcarla. Ella ríe mientras camina a mi lado. A medio camino se nos unen Kimberly y Jenna, pero Francesco me detiene siendo la personificación de la frialdad.

Una de ellas suspira, no me molesto en averiguar quién, pero no puedo contradecir su reacción. Parece que después de salir de mi habitación se desquitó trabajando en su apariencia. A diferencia de su habitual estilo, está usando la combinación de jeans ajustados y una camiseta negra que marca la forma de sus músculos. Hay un cigarro tras su oreja que en otro momento le habría robado. Sus rizos también están perfectamente peinados hacia atrás, lo cual afila sus pómulos y me hace desear enredar mis extremidades alrededor de él para besarlo hasta que nos quedemos sin oxígeno. Es una necesidad que puedo controlar, así que escucho lo que sea que tiene que decir sin pestañear. No le permitiré a nadie, ni siquiera a él, descontrolarme.

Me lo prometí.

No puedo seguir contigo ─suelta─. Necesito trabajar.

No me gusta la sensación que sus palabras crean en mi pecho, pero afirmo.

No hay problema.

Observo cómo se da la vuelta y se dirige al segundo piso del restaurant, la azotea, dónde lo interesante se lleva a cabo. Continuamos con el camino hacia la salida, esta vez sin interrupciones, pero mis ojos se cruzan con los de Marcelo antes de que me vaya. Está mirándome desde una mesa en la esquina. Sus hombres lo rodean. Luce molesto. No me devuelve la sonrisa, sino que se inclina hacia adelante y endurece la mandíbula mientras me ve salir con mis chicas. Ha logrado identificarme entre ellas, pero sé que no ha sido lo suficientemente rápido como quería.

****

La noche no ha hecho más que empezar. Mi único consuelo es que lo más difícil ya fue llevado a cabo. Papá me sorprendió por segunda vez dando su brazo a torcer aceptando que pasara un momento por casa de Bartolomé, lo cual sé que también se debe a que está a tan solo unas calles de la nuestra y a un montón de otras medidas de seguridad posee la vivienda. Me despido de Fósil con la mirada antes de entrar. Lo llamaré cuando esté lista. Dudo que eso sea pronto, así que no me esperará afuera como suele hacerlo. Sonrío cuando una cabellera verde nos recibe en la entrada. El jardín delantero es igual de estrecho que el mío, así que no tenemos que recorrer mucho para alcanzarla. Debido a que ya no son necesarias y me disculpé con las chicas, les dije que había cometido un error pensando que tendríamos que disfrazarnos para venir, siento el roce de mi cabello contra la piel expuesta de mi espalda mientras me abraza tras hacer lo propio con las demás. La chispa en sus ojos me complace. Verónica me mira antes de internarse con Jenna, Kimberly se separa de ella a penas puede, en el pasillo que da con la piscina en la parte de atrás, a dónde también nos dirigimos, pero a un paso más lento que el de ellas.

─Gracias por hablar personalmente con mi padre ─empiezo.

Bartolomé nota los estremecimientos de mi cuerpo, así que se quita la chaqueta del equipo de fútbol, de la que a ninguno de sus miembros les gusta deshacerse, antes de responderme. La encuentro cálida. También huele a algodón de azúcar, lo que sí me causa algo de náuseas. No sé cómo lo logra, pero ha tenido ese aroma desde que éramos niños y mi padre empezó a financiar la carrera del suyo.

─No fue nada. ─Se guarda las manos en el bolsillo. Una sonrisa ancha se apodera de sus labios cuando nos sentamos en un banco de cemento lejos de la multitud. Sus amigos reunidos en un círculo en el que hay más chicas que chicos, chicas que no reconozco de los pasillos de nuestra escuela, han comenzado a silbar haciendo señas en nuestra dirección. Al parecer ahora no importa tanto que sea un fenómeno. Leyendo mi mirada, me da un codazo amistoso─. No te imaginas la cantidad de veces que me pregunté por qué no te defendías. Ese día en la cafetería entendí la razón.

Pertenece a mi mundo, así que no dudo que entienda la impotencia.

─¿Cuál?

─No eres buena rebajándote a su nivel. ─La sonrisa en su rostro ojeroso se expande aún más mientras coloca una mano en mi espalda, animándome a compartir nuestras anécdotas difíciles en común, como si estuviéramos en un grupo de apoyo de hijos de mafiosos de La Organización o algo así─. Cuando lo haces deseas ir aún más bajo, ¿no? El anhelo es malditamente doloroso, pero debes controlarlo porque de lo contrario quedarás expuesta. ─Sus dedos me hacen cosquillas─. Desnuda.

─Sí.

Demasiado cansada para cualquier tema en particular, abro mi bolso.

Los párpados de Bartolomé se abren de par en par al ver el contenido. Sin perder el tiempo, me toma de la mano y me arrastra consigo de vuelta al interior de la casa.

─Vamos a mi habitación ─dice cuando subimos al segundo piso, el cual está lleno de puertas, pero todavía hay gente en él, por lo que no me llama la atención.

Nunca he ido más allá de aquí, así que este es terreno desconocido para mí. Presiono mi mano contra una de las puertas cuando llegamos al tercero. Pongo una sonrisa traviesa en mi rostro, mis dedos jugando con el dobladillo de mi vestido, mientras dirijo mi mirada al bulto entre sus piernas que no ha hecho más que crecer desde que le enseñé la cocaína que robé del cuarto de Luc.

─¿Qué hay aquí? ─susurro.

─Un baño.

Paso a la siguiente.

─¿Aquí?

─El estudio de grabación de mi madre.

Su madre es una locutora famosa. Por más que me llame la atención descubrir si la habitación se encuentra insonorizada, continúo.

─¿Esta?

Me regocija ver cómo traga. Su mirada dura, pero deseosa.

─Esa es la oficina de mi padre.

─Me sirve.

Le doy la vuelta a la manija antes de que pueda detenerme. No puedo evitar soltar una risita cuando cierra tras de mí sin protestar por mi elección. Sé que lo odia. Bartolomé es demasiado noble y dulce para las cosas que su padre hace. De cierta forma me recuerda a Francesco. Me mira con una ceja alzada cuando hago cuatro líneas en la mesa de ébano frente a la que nos sentamos. Le dedico una sonrisa antes de inclinarme y aspirar con la pajita que me ofrece, la cual no le importa compartir unos segundos después. El efecto es bastante parecido al de algunas de mis medicinas, así que lo sé manejar echándome hacia atrás sobre el respaldo, mis piernas en su regazo mientras la emoción se abre paso en mis venas, eclipsando las preocupaciones y problemas que me agobian y no hacen más que acumularse.

Las voces que me susurran que estoy yendo demasiado lejos.

Minutos después, en un determinado instante que no anticipo, nuestros rostros se encuentran demasiado cerca. Su sonrisa, completa y desinteresada, es un reflejo de la mía. Debido a la cercanía puedo notar que su rostro realmente está lleno de pecas. El lunar marrón junto a una de sus cejas. Los finos, pero provocativos que lucen sus labios entre rosados y marrones. El blanco de sus dientes, de los cuales veo uno de sus colmillos asomarse. Luce más como un vampiro que como un jugador de fútbol.

─Sígueme viendo así y tendré que hacer algo al respecto, nena.

─¿Por qué no lo haces?

Sus cejas se unen.

─¿No estás comprometida?

La arruga en su frente se profundiza más a medida que me incorporo para poder sentarme a horcajadas sobre su regazo. Bartolomé acaricia mi cadera mientras me pongo cómoda. Cuando encuentro una posición que nos gusta a ambos, me inclino hacia delante de tal manera que mi cabello forma una cortina alrededor de su rostro.

─Hay cosas que podamos hacer sin que se dé cuenta, ¿no?

La duda en sus ojos me molesta.

Vicenzo no era el más amable con él, así que no entiendo por qué no cede.

─No sé si sea...

Corto la oración presionando mis labios contra los suyos. El beso es igual de excitante a los que comparto con Francesco. Bartolomé es atractivo de una manera abstracta que solo un artista puede entender. No es el típico chico bonito, como mi primo, pero tampoco musculoso, como Vicenzo. Es más del tipo que pasa desapercibido, pero su cabello verde trébol de cuatro hojas logra hacer que destaque. Muerdo su labio antes de acostarme en el sofá, halando su camiseta para traerlo conmigo.

Suelto un gemido contra su barbilla cuando siento un par de dedos introducirse en el elástico de mi ropa interior. El contacto es áspero, pero placentero. Justo lo que necesito. Mezo mis caderas al ritmo de sus movimientos mientras siento su respiración pesada contra mi cuello, su cuerpo frotándose contra el mío a la vez. Encajo el lóbulo de su oreja entre mis dientes, nada que le haga mucho daño, cuando roza un punto especialmente sensible, lo cual repite una y otra vez, riéndose cuando me quejo, hasta hacerme llegar mientras tiro de mi cuello suavemente.

─Mierda, eres sexy ─dice echándose hacia atrás, su rostro serio.

Por alguna razón siento ganas de reír cuando se lleva los dedos a la boca y gime.

─Gracias ─murmuro fijando mi atención en su erección─. ¿Quieres que yo...? ─Pongo mi mano sobre su muñeca, deteniéndolo, cuando empieza a desabrocharse el cinturón─. No lo haré sin un condón. Lo siento, Bartolomé.

─¿Qué chica da una mamada con condón?

Me encojo de hombros.

─Yo.

Gruñendo, se levanta con expresión indescifrable.

─No tengo aquí. Ya vuelvo.

─Aquí estaré ─canturreo extendiéndome el diván con una sonrisa que se deshace a penas estoy a solas y me dirijo a la computadora de su padre, de la cual tengo la contraseña porque el mío posee acceso completo a todo su sistema de archivos.

El plan original era asegurarme de que Verónica no estuviese siendo investigada echándole un vistazo a los archivos del Fiscal del Distrito, el original antes de ese empezar a trabajar en nuestra vida social, pero lo llevo a cabo tan rápido que termino tecleando el nombre de mis cercanos por curiosidad. Cuando llegue a casa planeo comprobar que coincidan con los datos que arrojan el supuesto acceso de papá. Bartolomé regresa al cabo de cinco minutos, pero ya es demasiado tarde. Lo veo subir a través del ventanal con vista a las escaleras que desde el que se puede ver desde la calle, Verónica hablando de lo insoportable que es Kimberly junto a mí. Mis labios se curvan cuando lo observo bajar de nuevo con expresión frustrada, pero llega hasta el segundo piso. Una chica lo intercepta y se besan apoyados en el vidrio con azulejos.

Lo superará.

****

Una vez dejamos a mi amiga en su casa, Fósil y yo hacemos una rápida parada en la playa medio kilómetro antes de llegar a mi hogar. Confío en papá, pero no en Constantino, así que tomo el frasco de sus manos al alcanzar la orilla, mis pies enterrados en la arena. Entrecierro los ojos para evitar que un grano se cuele en ellos.

─¿Esto es lo que queda de sus cuerpos?

Fósil afirma.

─Estaban donde dijiste ─dice sin poder ocultar las notas de orgullo en su voz.

Constantino, al igual que Vicenzo, es un hombre sencillo. Corta donde debe cortar. Apuñala dónde debe apuñalar. Entierra sus cuerpos en el sitio más obvio para que pase desapercibido por todos, en ocasiones durante la eternidad, si no consigue hacer que pareciese que nunca existieron. El hecho de que este último no haya sido el caso con los violadores de Verónica, un encargo de mi padre, es sospechoso. Por suerte para nosotras, los enterró en el patio trasero del vecino, lo cual deduje al tomar en cuenta que eran cuatro hombres, no uno, que fueron asesinados sin premeditación.

¿Tenemos que decir algunas palabras?

Fósil ama oírme hablar en ruso porque fue quién me enseñó, así que sonríe ampliamente mientras afirma, la brisa agitando los escasos mechones de cabello gris que aún conserva sobre su cabeza.

Por ti, no por ellos. Fueron tus primeras víctimas.

Trago mientras asiento y giro la tapa para arrojar las cenizas al mar.

Si no creo en Dios, no creo en el diablo, pero espero que haya un infierno diseñado para hombres como ustedes.


Espero que les haya gustado.

Estos dos caps han estado impactantes, ¿no creen?

¿Cuales son sus personajes favoritos?

Capítulo dedicado a leilasolange1 <3

Próximo cap a quién comente +

Por cierto, lean el cap escuchando las canciones que les dejo si pueden 

Las amo. Nos vemos pronto

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