Capítulo 13:
VICENZO:
Aún no soy tan valioso como para tener a mi disposición a alguien que se ocupe las veinticuatro horas de ella sin que termine delatándome con Constantino. Tengo los recursos para conseguirlo, pero cada persona de confianza que se me viene a la mente terminaría soltándoselo a papá. Todavía no quiero que sepa que estoy involucrado en el pago de su deuda. Si pudiera ocultarlo para siempre permanecería tal y como está, como un secreto, pero no puedo. No existe esa clase de mentiras en mi familia. Menos si involucran el negocio. Tampoco quiero iniciar otra pelea cuando estamos teniendo una buena racha después de que Carlo llamara, así que me veo en la obligación de invitar a Tiffany a mi departamento. Necesito mantener un ojo sobre ella. Sacarla del maldito barrio de mala muerte en el que vive. Después del incidente con la mascota de Arlette, recordé el peligro que corre cualquier mujer que no cuente con una docena de escoltas siguiendo cada uno de sus pasos.
La verdad es que sería bastante lamentable que muriera antes de pagarme.
─¿Estás segura de que estarás bien? ─pregunto colgándome la mochila, lo único que podría incriminarme, sobre el hombro, puesto que el resto, a excepción de la coca en mi baño, forma parte de la indumentaria de cualquier apartamento de soltero.
─Sí ─gime enterrando el rostro en las sábanas, su cuerpo cubierto por una de mis camisetas─. ¿Cómo no lo estaría? Este lugar es increíble. Es el sitio más bonito en el que he estado desde que llegué a Chicago. La vista es hermosa.
─Solo estarás aquí hasta que hayas pagado lo que debes.
Su expresión se vuelve indescifrable durante un instante. Rápidamente vuelve a ser risueña aunque al paso que vamos, viéndonos todos los días, habrá terminado con ello en menos de un mes. No me molesta la idea de pasar a la siguiente. En realidad no soy bueno en esto. No puedo conformarme con una sola mujer. Quizás sí estoy cansado de las putas, pero a tan solo días de iniciar este experimento con Tiffany me di cuenta de que la palabra compromiso no se encuentra en mi vocabulario. Mis dedos pican con ansiedad de amasar un trasero más voluptuoso que el suyo. Unas tetas más pequeñas. Mi pene pide a gritos otro par de labios para la próxima mamada. Probablemente cuando me case necesitaré un hotel para mis amantes.
─Lo sé. ─Se incorpora sobre sus rodillas─. Estaré aquí mañana después de mi turno.
Me doy la vuelta antes de obtener un vistazo más completo de su cuerpo desnudo y consiga retenerme por más tiempo, conformándome con él para saciar mis deseos. Si no me voy ahora no habrá nada de estofado de mamá cuando llegue a casa.
****
Una hora más tarde me dejo caer de espaldas sobre el colchón de mi cama, mi verdadera cama, con el estómago lleno. Soy un hombre fácil de complacer. Sexo. Comida. Dinero, pero no tanto. No necesito gran cosa para sentirme satisfecho. El problema es que ninguna de mis putas cocina como mamá. Cuando pruebas su comida sientes que estás en Italia. Específicamente en Florencia, dónde fue criada en un convento. No hizo estofado, como me prometió esta mañana cuando hablamos por teléfono, sino pollo a la parmesana. Mis ojos se entrecierran a medida que decido dejarme llevar por el sueño para tener una siesta antes de que papá me necesite para algún trabajo, pero me interrumpen. No giro la cabeza para saber quién entró cuando la puerta se abre. Sus pasos no suenan pesados, así que estoy seguro de que es Penélope. Me incorporo cuando otro sonido se le une. Mis hombros se relajan al identificar a Francesco. No hemos hablado desde que me ayudó con los rusos. Quiero pensar que es porque ha estado ocupado jodiendo a Luciano, como dicen los rumores, pero tengo la sospecha ha estado distante porque le hice prometer no decirle nada sobre los galpones a Carlo. Eso debe ser incómodo para él. Sería incómodo para mí esconderle algo así a mi padre, por lo que mi estima a él ha aumentado.
─No pude decírtelo en la cena, pero te he extrañado ─dice ella.
Le devuelvo el abrazo cuando se inclina sobre mí. Sus ojos son grises como los de mamá. No hay nada de papá en ella. Todo es Aria. Tal vez por eso la adoro tanto. Está usando un vestido rosa que deja sus brazos descubiertos. Sus pequeñas manos tienen rojeces ocasionadas por las cuerdas del chello, lo que significa que está preparándose para un concierto. Aspiro su aroma antes de deshacer el contacto.
─Y yo a ti.
─Iba camino a tu habitación cuando lo encontré ─añade señalándolo.
Mi hermana intenta sentarse junto a mí, pero niego.
─Déjenos a solas, Penélope.
Sus ojos de cordero me hacen sentir ruin, pero estoy seguro de que estamos a punto de hablar cosas que sus oídos no pueden oír. La resignación se adueña de sus facciones regordetas mientras asiente. Mira de soslayo a Francesco antes de salir.
─Tiene la misma edad de Flavio, ¿no? ─pregunta cuando se retira.
Afirmo.
─Nacieron el mismo año.
─Interesante.
Hago una mueca, reservándome cualquier comentario para no insultarlo. Si un Cavalli pone sus garras sobre ella significa que estoy muerto. Mi hermana es un ángel. Aunque los finales felices no existan en nuestro mundo, haré hasta lo imposible para que al menos contraiga matrimonio con un capo normal. Tal vez alguien bajo mi mando que pueda controlar para que nunca le haga daño. Lo que, estoy seguro, no sucederá si corre con mi suerte. Flavio me agrada, le agrada a muchos miembros de La Organización, pero malditamente no. Por suerte para Pen, por alguna razón Beatrice y mamá no se llevan bien, lo que significa que no son lo suficientemente íntimas para juntarse a tomar el té y planear cómo destruir sus vidas.
─¿Cómo ha ido todo?
─Estoy seguro de que has oído hablar de Luciano.
No puedo evitar sonreír mientras me incorporo.
─¿Carlo está listo para las repercusiones?
Francesco afirma.
─Dudo mucho que haga algo al respecto, pero sí. Lo está. ─Luciano está más dedicado al tráfico de blancas que a cualquier otro negocio, en realidad es el único que se dedica a ello en la ciudad si no se toman en cuenta uno o dos rusos con pequeños harenes, pero eso no significa que no vaya a ir en contra de Carlo por quitarle a Salvatore o que no tenga mucho que perder si lo hace. Todos poseemos pruebas para enviarlo a prisión o motivos para asesinarlo, La Organización ha estado limpiando sus desastres desde que tengo uso de razón, así que a nadie le sorprendería si decide permanecer callado. Es Carlo, por otro lado, no cualquier Cassetto─. Pero no vine para hablar de eso. Quiero darte las gracias por estar ahí para Arlette a pesar de la opinión que tienes de ella. Estaba fuera. No me enteré hasta que llegué. Ni siquiera sabía que había hecho una amiga. Es extraño. ─Junto las cejas cuando se sienta a mi lado, su mirada clavada en la chaqueta del equipo de fútbol colgada en mi pared. Fueron días de gloria para los dos─. Toma.
Miro el cheque que saca de su cazadora de cuero.
─¿Perdiste tu mierda? ─le pregunto al ver la cantidad de ceros.
─Mi tío insistió. ─Niego. No sé a dónde me llevará aceptarlo. No sé si de alguna forma esta es una prueba de Carlo, por lo que considero que es mejor evitar cualquier mierda de su parte─. Tómalo, Vicenzo. Si lo rechazas será una ofensa a mi familia.
─¿No será una ofensa aún peor si lo acepto?
─No. Hiciste el trabajo. Si no lo tomas pensará que quieres que se sienta en deuda.
Aún con dudas en mi cabeza, lo guardo en el bolsillo de mi pantalón. No quiero hablar de Arlette. Hacerlo es ahogarnos en un pantano de mierda. Francesco no sabe del concierto. No tiene idea de nuestros tratos. Eso hace que sienta que lo estoy traicionando, pero no puedo negar que estos fueron necesarios. No voy a seguir peleado con papá. No por una estupidez que puedo controlar siguiéndole el juego. Que traerá repercusiones a mi vida. Se supone que en este momento estaría relajándome. Disfrutando. Renunciando a las tareas que mi apellido conlleva hasta que esté completamente listo para asumirlas por completo.
Nunca me he arrepentido más de algo como me arrepiento de haber ido a su casa.
Nunca la he odiado tanto.
Cada vez que la veo quiero deshacerme de ella, pero soy lo suficientemente listo como para darme cuenta que ahora mismo lo mejor es evitar complicaciones. No molestarla. Seguirle la corriente. Un día, sin embargo, deseará no haber nacido. En unos años tendré una cámara de tortura con su nombre. La cicatriz que dejó en mi cuerpo será nada en comparación a cómo terminará tras nuestra noche de bodas.
─Lamento que tengas que guardar el secreto de los rusos por mí.
─No te preocupes. ─Enciende un cigarrillo─. Ya los limpié.
─¿Qué tenían ahí?
─Un almacén para su coca. No encontramos paquetes, pero el piso estaba lleno de esa mierda. ─Suelta una carcajada baja─. Kai se convirtió en una aspiradora. Ni siquiera tuve que contratar a alguien para que barriera.
─¿Cuándo lo hiciste?
Su expresión se tensa.
─Es lo que hacía mientras Arlette y tú se divertían sin mí. Ya había acabado con Luciano. ─Se levanta y se dirige a mi ventana─. Aunque me alegra saber que cuento contigo para protegerla, fue una sorpresa la manera en la que mi tío se tomó todo esto. ─Expulsa una nube de humo por la boca─. Pensé que te partiría en dos por montarla en el asiento trasero de tu motocicleta. ¿Soy el único al que su reacción le parece extraña? Necesito que tengas cuidado. No vuelvas a acercarte sin su permiso.
─Fósil...
─Sí. Sé que estaban ahí, pero él sabe que te llamó primero.
Inhalo y exhalo con profundidad antes de arrojarme de nuevo sobre el colchón.
─¿Por qué todo esto tiene que ser tan complicado?
Tengo diecinueve. Quiero follar. Drogarme. Nunca me he puesto en contra de Carlo. Nunca he roto abiertamente sus reglas. No me interesa quebrantarlas porque, en primer lugar, su hija no vale el riesgo, pero a veces parece que todo mi esfuerzo de estos años por mantenerlos a papá y a él contentos ha sido en vano. Ambos siguen sin conocerme. Sin aceptar que no soy un estúpido y que, al igual que ella, pongo a la familia primero. No somos los más ricos. Puedo entender por qué a Constantino le interesa que me case con una Cavalli. Lo necesitamos. No es de vital importancia, pero si queremos evolucionar y ascender, no estancarnos, debo hacerlo. Es la candidata más cercana a mi edad entre las familias de la mafia siciliana con un poder a tomar en cuenta. Hay un par más, pero solo pensar en ellas me da náuseas. De no ser porque nuestro compromiso ha estado pactado desde hace años, estoy seguro de que otros hombres habrían ido tras ella. No únicamente es codiciada por los rusos.
Sí.
No solo pasaré mi vida asegurándome de que no enloquezca, sino protegiéndola.
Si eso no es una mierda, ¿entonces qué es?
─Solo mantente al margen.
─Lo dices como si no pudiera mantenerme alejado ─gruño.
Francesco ríe de nuevo.
─Te entendería si ese fuese el caso.
─¿Podemos cambiar de tema?
─Claro. ─Me sorprende arrojándose boca arriba a mi lado─. También vine porque quería pedirte un favor. En realidad... pedirte ayuda. ─Su rostro pierde color cuando giro el mío para ver su expresión. Si papá entra en mi habitación sin tocar probablemente nos matará por maricas, pero sigo demasiado lleno como para levantarme─. Quiero saber si me puedes acompañar a uno de los clubs de tu padre.
Me enderezo de golpe.
─¿Estás pidiéndome lo que creo que estás pidiéndome?
Asiente.
─Entiendo si tienes planes y no...
Antes de que pueda terminar de hablar, me levanto y me dirijo al armario para tomar una chaqueta. Le lanzo un paquete de condones con sabor a uva que ataja con una mueca de disgusto. Estoy bastante seguro de que somos la misma talla.
Jodidos chicos afortunados, nos decían en las duchas.
─Vamos. He estado esperando toda mi vida por esto.
****
Llegamos al club en menos de veinte minutos. Papá casi nunca está aquí porque mamá le arrancaría los testículos si lo pillara visitándolo más de una vez a la semana, la cual puede ser la razón por la que casi es mi sitio favorito en el mundo, así que hay alguien de confianza manejándolo por él. Don me recibe con una palmada en la espalda y va en búsqueda de mis dos chicas favoritas cuando le explico la situación con un trago en la barra, Francesco concentrado en las strippers frente a nosotros. Sus hombros están tensos. Su expresión es la de alguien que quiere huir. Le coloco una mano en el hombro, transmitiéndole ánimos, antes de dirigirle la palabra.
─Antes de que entres ahí... ¿te molestaría contarme por qué decidiste hacerlo?
Traga antes de mirarme.
─¿Cómo se supone que no le haga daño a alguien que me importa si no sé cómo manejarlo? ─me pregunta con la mueca que ha estado permanentemente en su rostro desde que salimos de mi casa.
─Estás en lo correcto. ─Le doy una palmada─. Nunca he estado tan orgulloso.
─¿Hay algo más que deba saber?
─A parte de que no debes meter a San Francesco en ningún agujero sin condón, no.
Mi exagerada pronunciación italiana logra sacarle una sonrisa.
─Entendido.
─Ahí vienen. ─Termino mi trago y dejo el vaso sobre la barra antes de acercarme. Tomo a Melanie de la cintura mientras animo a Roza a acercarse a él. Sus ojos brillan cuando lo ve. Tiene treinta, así que cuenta con la experiencia y, como prácticamente trabaja para mí, le garantizará total discreción─. Suerte.
Lo último que veo antes de internarme en el pasillo lleno de habitaciones es a Francesco le dedicándole una sonrisa encantadora, todo lo contrario a lo que debería estar haciendo, pero si lo que le calienta es pensar que está haciendo el amor con mi prometida en lugar de follando a una puta no soy nadie para juzgarlo.
Conozco mentes más retorcidas.
****
Por alguna razón mientras permanezco sentado con la espalda apoyada en el respaldo de terciopelo, Melanie follándose a sí misma sobre mí, un cigarro en mi mano, no logro concentrarme del todo en el movimiento de sus tetas o en la presión de su vagina alrededor de mi erección, lo que se hace imposible cuando alguien empieza a tocar la puerta con insistencia. Gruño mientras inclino la cabeza hacia ella. Melanie se levanta, mi pene duro e insatisfecho, para ir a abrirla.
Me levanto de golpe cuando de repente suelta un grito, retrocediendo.
No tardo demasiado en alcanzar mi arma. Con la sabana envuelta alrededor de mi cintura, siendo sostenida con un nudo, apunto hacia la puerta. La bajo cuando visualizo a Francesco absorto en la sangre que cubre sus manos. Su camisa ya no está cerrada. Los botones han desaparecido. Hay arañazos cubriendo su pecho.
Miro a Melanie.
Aprieto su mano hasta que sale del shock, una mueca de dolor adornando su rostro.
─No quiero oír ni una sola palabra de esto. ─Me inclino sobre su oído─. O te haré lo mismo que él le hizo a Roza. ─Aprieto todavía más cuando no consigo una respuesta instantánea─. ¿Entendiste o debo adelantarme a los hechos?
─Entendí ─solloza y corre lejos de nosotros, en dirección a las escaleras que conducen a la oficina de Don, a penas la suelto.
Sabiendo que él se encargará, me enfoco en Francesco.
─¿Qué pasó?
─Ella quería que fuera agresivo.
Rezando para que la puta aún respire, me meto de vuelta en mis pantalones antes de salir al pasillo y hacer que me lleve a su habitación, dónde hay un montón de sangre salpicando las paredes. También manchando las sábanas que alguna vez fueron blancas. Cualquier esperanza de que Roza siguiese con vida se desvanece cuando veo las múltiples puñaladas en su pecho. Hay un picahielos junto a sus manos hechas puños. Su cabello combina, teatralmente, con el color de su propia sangre. Los pétalos de rosas a su alrededor me confirman que, en un principio, Francesco intentó ser un caballero. Tomo la cantimplora con gasolina cuando Don regresa por segunda vez sosteniéndola. Para ese entonces mi mejor amigo ha reaccionado y es capaz de cargar con su cuerpo, envuelto en una bolsa de basura, para llevarlo al callejón.
Don ha desalojado el club. Nadie entorpece nuestro camino. Le hago una seña para que la arroje a un contenedor de metal. No he dejado de fumar desde que me interrumpió, así que mi cigarro sirve para iniciar el fuego. Como si la situación no fuese suficiente, escucho varios pasos acercándose a nosotros desde la calle.
─Miren a quién tenemos aquí ─suelta Alesi, uno de los hijos de Greg, junto a sus otros dos hermanos─. Nada más y nada menos que a la marica Ambrosetti con su...
El imbécil se calla cuando Francesco se da la vuelta.
Ya no está usando su camisa, la cual quemamos con el cuerpo, pero su torso y manos siguen llenas de sangre. Sus ojos están vacíos. El sujeto que está junto a mí no es mi mejor amigo, sino el arma que Carlo creó para sí, por lo que no me sorprende sus expresiones. Suelto una carcajada silenciosa mientras tomo la manguera y empiezo a extinguir las llamas. No había sacado mi mochila del auto que tomamos para venir, así aún tengo un par de cosas para acelerar el procedimiento.
─Francesco ─saluda uno de ellos, el mayor, con un asentimiento que él devuelve antes de concentrarse de nuevo en Roza y ayudarme, ellos retirándose.
Cuando Roza no es más que una espesa mezcla líquida que el metal absorberá, aclaro mi garganta antes de dirigirle la palabra recordando, una vez más, que no soy quién para juzgarlo. Tal vez me equivoqué pensando que su mente no estaba al nivel de la mía, pero aún así he hecho cosas peores y mi pene no ha conseguido dormirse por completo a pesar de los acontecimientos, lo que dice mucho de mí.
─¿Al menos la perdiste?
Su mandíbula permanece apretada mientras niega.
****
Ya que insistió en que no quería volver a casa de su tío y no estoy seguro de lo que pueda suceder con él si lo dejo solo, regreso a mi apartamento antes de lo que tenía planeado. Tiffany nos recibe rodeada de sus libros de enfermería en el sofá. Su expresión se llena de terror cuando visualiza a Francesco. Él se dirige a mi habitación de huéspedes sin dirigirle la palabra. Aún si camisa, enciendo un pase que tomo de mi cajón de medicinas en la cocina y me siento en el sofá frente a ella.
─Hola, dulce, decidí volver antes.
Su expresión se vuelve agria mientras aleja el humo que llega a ella con un manotazo.
─¿Sería inapropiado que te pidiera que fumases en el balcón?
Es, probablemente, la primera persona en mucho tiempo que me pide algo por favor, sin una exigencia, negociación o sentido de lealtad de por medio, así que asiento antes de levantarme. También tengo deseos de darme una ducha, así que me dirijo al baño entrando por el acceso a mi habitación cuando lo termino y arrojo la colilla a la calle. Cuando salgo no me sorprendo cuando un par de manos cubren mis ojos. Su agarre no es fuerte, así que consigo darme la vuelta entre sus brazos y en dos segundos mis manos están en su trasero, animándola a que me rodee con sus piernas. Nos llevo a mi cama con ella guindada en mí, su boca con sabor a muffin sobre la mía. Cuando me doy cuenta de ello separo nuestros rostros.
─¿Cocinaste?
─Sí. Bajé un momento a la tienda cuando te fuiste ya que no tenías los ingredientes que necesitaba. ─Me ofreció una sonrisa casi tan dulce como la mirada en sus ojos. Cuando la obligué a acostarse conmigo pensé que me odiaría, pero estar con ella está siendo una experiencia demasiado fácil─. Son de chocolate con chispas de menta.
Tifanny ríe cuando me separo de ella para dirigirme a toda prisa a la cocina.
Una vez he acabado con la mitad de la bandeja, ella revoloteando a mi alrededor mientras habla sin parar sobre la receta, la cual memorizo para dársela a mamá, dejo un par en un plato de plástico frente a la puerta de Francesco. Lo acompaña un vaso con leche caliente que Tiff preparó cuando me preguntó por qué no salía a compartir con nosotros, a lo que respondí que no era un sujeto al que le iba bien con las mujeres. Una vez regresamos a mi habitación, enredo mis dedos en su cabello rubio y acerco su rostro al mío preguntándome cómo mierda pude haber preferido a Melanie por encima de ella. Ella regresa el movimiento de mis labios contra los suyos con el mismo interés, sus brazos sobre mis hombros mientras estos me acercan todavía más y ella me permite que deshaga el nudo de sus shorts de algodón.
****
Mi noche, sin embargo, se encuentra lejos de terminar para el momento en el que decido que es momento de ponerle un fin. Papá explota mi telefóno con llamadas que en un principio no atendí por estar ocupado deshaciéndome de mi condón en el baño.
─¿Todo está bien?
─No ─gruñe─. Se han metido a nuestra casa.
****
No pensé que sería de ayuda, así que no molesté a Francesco para que me acompañase presintiendo que seguramente estaría dormido. Estaciono mi motocicleta en la acera antes de asentir en dirección a dos de los hombres de papá en la puerta. Me sorprendo cuando identifico a Moses, uno de los hombres de confianza de Carlo, en la sala. Su gesto es serio mientras papá le explica lo que pasó. Consigo mi resumen cuando terminan de hablar, Moses dirigiéndose al segundo piso, y me acerco. Constantino luce tan alterado que no me extrañaría que un par de deudores fuera de plazo muriesen pronto. Es decir, justo cuando mamá y Penélope consigan dormir. Enderezo los hombros antes de que su puño impacte contra mi pómulo.
─¡¿Dónde estabas cuando la familia te necesitaba?!
─Lo siento.
─Lo siento no es suficiente esta vez, Vicenzo ─gruñe─. A partir de hoy estarás en el restaurante desde la seis de la mañana hasta que cierre. No seguirás quedándote en tu departamento. Me niego a seguir permitiendo que huyas. Si lo que necesitas es que te trate como si tuvieras la edad de Penélope, dónde parece que te estancaste, para que madures, lo haré. ─Toma el cuello de mi camisa y lo hace puño con sus dedos para acercarme─. Solo podrás descansar cuando tengas que cobrar algo por mí. Lo feliz que está Carlo contigo, justo ahora, es la razón por la que no rompo cada uno de los huesos de tu condescendiente rostro, pero si lo jodes de nuevo con ellos... ─Me sonríe, una sonrisa cínica y maliciosa, antes de dejarme ir─. Te mostraré un par de trucos sobre causar deformidades permanentes que olvidé enseñarte, ¿entendiste?
Afirmo.
─Sí, señor.
─Bien. ─Se dirige al minibar─. Con respecto al ataque, ya todo está resuelto. Carlo me echó una mano con sus hombres a penas llamé para informarle de la situación.
─¿Qué sucedió? ─pregunto─. ¿Por qué lo llamaste? Pudimos habérnosla arreglado.
─Era necesario. ─Acepto la copa con whisky que me da─. Uno de los hombres que me debía dinero y que pagó su deuda sin reconocer los intereses trabajaba para Marcelo. Lo dejé estar para evitar confrontaciones con él, pero estoy seguro de que le dijo mentiras para obtener su protección y sacarle más dinero ya que era él quién pagaba. Está molesto porque piensa que continúo exigiéndole dinero y arrojaron una especie de granada al vidrio para que esto... ─Me muestra un sobre, el cual está intacto y blanco a pesar de la explosión, que tomo. Lo abro─. Pudiese entrar después.
Aléjate de Frederick.
─¿Carlo hablará con él? ─No conozco a Marcelo, no personalmente, pero sé que es un tipo justo que no se mete en problemas que no le conciernen. También es letal. De otro modo no estaría en el escalafón más alto de la Cosa Nostra─. No tenemos problemas con Marcelo. Sigo sin entender por qué no te acercaste sin involucrarlo. Hasta dónde sé sigue en Sicilia y su ayuda, aunque sean amigos, costará algo, papá, no necesariamente dinero. Sé que te pedirá un gran favor a cambio.
Papá niega.
─Esa no es la razón por la que lo llamé.
─¿Entonces?
Saca una foto de su bolsillo.
─Este es Frederick.
Miro al sujeto de barba negra que me enseña.
─¿Lo conozco?
Asiente.
─Lo conociste. ─Intento recordar cuándo, dónde, pero no puedo─. Es uno de los hombres que Arlette pidió que asesinaran por ella.
Auxilio, me desmayo :c
Tengo mucho sueño, así que seré breve. Capítulo dedicado a Heart por sus comentarios <3 Siguiente a quien comente + Chau. Las amo.
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