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Outro: ἀρχή

Arkhé

Todo tiene su comienzo, desde la existencia misma, hasta lo último que no podrías creer. Claro, no todos los inicios fueron perfectos, algunos aún siguen siendo enigmáticos y puntos de controversia, pero existen algunas primeras veces que marcaron un antes y después de lo que conocemos como amor.

Eso ocurría en los remotos tiempos dónde nada más que la libertad, paz y algo de dolor convivían en armonía. Bajo los prados verdes con los transparentes arroyos y lagos, desde los trinares de pájaros hasta las luciérnagas que danzaban ante la noche azulada.

Cuándo el conocido bigbang colisionó ante lo que llamamos hoy a día vida, creación. Dónde lo religioso y científico del cómo todo apareció, detonó la rivalidad eterna entre ambas opiniones igual de fuertes.

En aquellos días luego del destierro de los humanos del Edén, un pequeño niño de cabellos dorados caminaba ante ese mar de taraxacum officinale* que soltaba de sus mágicas florecillas ante el aire. Fielmente acompañado por el arcángel Gabriel, sujetando levemente de la mano de un pequeño ser quién reía y contaba animadamente unas anécdotas del día.

— ¡Y luego el arcángel Miguel sacó su gran espada y asesinó a la serpiente! — su risa brillaba espléndida y sus ojitos garzos se escondían detrás de esas medias lunas que formaban sus párpados.

— ¡Oh eso es magnífico! — el gran ser alado sonreía dulce y amenamente, inundando de calma el ambiente blanquecino y lleno de una suave brisa — Pequeño, ahora me iré, tú quedáte por aquí, juega con los otros ángeles pero no te acerques mucho al límite ¿Entendido? Apenas vuelva iremos a jugar más.

El niñito de cabellos oro sonreía dando besitos en el rostro del mayor, quién luego de ciertas indicaciones se despidió desapareciendo de la vista celestina del mismo. El pequeñito daba saltitos, sobre sus hebras rizadas caían florecillas, su túnica era teñida de un blanco y por la terminación los colores amarillo y lila se mezclaban además de qué traía constelaciones impregnando su extensión.

La sensación de paz lo rodeaba, a cada pasito que daba, entre las nubecillas salían pequeños destellos de luz que rápidamente formaban un juego alrededor suyo, haciendo que su risa resonara entre todo el inmenso bosque.

Sus mejillas se pintaban de un carmín a la par que tarareaba una canción que ni siquiera el sabía de dónde oyó, mientras jugaba con las lucecillas que bien el sabía que eran almas esperando a bajar al plano terrenal.

A veces el iba hasta una fuente, la cuál estaba próxima al árbol Yggdrasil* el cual él bien entendía que no debía de visitar ya que los límites estaban puestos por una razón, pero algo lo llamaba en aquel día, debía de ir a ver, además a través de esa fuente el veía el mundo humano, el cuál le fascinaba.

Le gustaba observar cómo eran los humanos y cómo no poseían alas cómo las suyas y los arcángeles. A veces se sentía mal por ellos puesto que sabía que no podían levantar vuelo y él amaba volar.

¿Cómo vivían sólo caminando? Él se cansaba rápidamente al usar sus cortas piernitas. A veces se preguntaba el por que los humanos estaban allí y él en ese lugar. No entendía muy bien del porqué fueron desterrados de su hogar. Pero sabía que algo tenía que ver con el pecado. A su bella y corta edad de 10.000 mil años no de fijaba mucho en los detalles del comienzo de la tortura humana, pero pronto entendería lo involucrado que estaría.

Llegó hasta el viejo lugar y apreció las galanthus nivalis* que decoraban la extensión de esa gran fuente. Caminó un poquito más y se puso de puntillas para observar el agua que reflejaba a personas en un desierto montados en animales que por lo que le comentó el Arcángel Gabriel, eran camellos. Le aburrió y rozó el agua cambiando el panorama a un lugar lleno de flores y verdes árboles, dónde dos humanos se estaban uniendo a través de sus brazos, juntando sus cuerpos.

Ambos seres sonrojados y llenándose de palabras dulces. El sonrió puesto que sabía que aquello era el amor. Cosa que para él estaba prohibido, el sentir eso más que por el gran padre. Pero no comprendía cómo los humanos podían amar a otros y seguir fieles a su creador sin desatar su destierro y manchar sus alas.

Quizá era muy pequeño para entender o quizá no. Tampoco buscaba comprender todo lo que sucedía. Se sumergió en sus pensamientos sin notar que alguien más estaba a admirando también las aguas mágicas.

Ninguno de los dos podía verse puesto que la fuente estaba dividida por una trinqueta* cuyas divisiones se veían ocupadas por las florecillas que habitaban allí, algunas enredaderas creciendo entre ellas ofuscando la mirada del que se encontraba en frente.

— Oh, debe ser bonito eso del amor — decía el rubiecito soltando un gran suspiro. Sus manitas regordetas danzaban entre los círculos que creaba ese líquido cristalino.

— Si, debe serlo — una voz de un tono levemente más profundo respondió haciendo que el dueño de las alas blanquecinas tintadas de naranja se sobresaltara.

— ¿Q-quién esta allí? — cuestionó tomando las mangas de su túnica retrocediendo. Quizá el haber ido allí no fue buena idea.

¿Y si era un demonio que querría tentarlo? No, el sabía que no podían cruzar los límites del Edén, aunque mil veces oyó las advertencias de los arcángeles de que estar muy cerca del Yggdrasil era peligroso para sí, aunque esa fuente era su único entretenimiento ya que los demás ángeles no deseaban jugar con el, quizá se debían a sus alas tintadas de dos tonos. Pero el no tenia la culpa de eso, claro que no.

Respiro lentamente mientras veía al dueño de esa voz salir lentamente de dónde estaba.

Sus ojitos garzos atraparon los contrarios que eran de un índigo potente, sus facciones eran sutiles y finas, pestañas largas, labios rosáceos y finos. Pero lo que sin duda captó por completo su atención fueron sus alas.

Las cuáles estaban tintadas de un azulaceo brillante, al igual que sus cabellos.

—¿Quién eres? — preguntaron al unísono causándose una inocente risa.

El dueño de esas alas azulaceas miraba con delicadeza al niño que estaba en frente suyo, jamás había visto a alguien tan precioso cómo él. Sus mejillas se sentían algo calientes y sus manos temblaban.

— Ahm... y-yo — trataba de articular el niño causando en el algo realmente extraño, un leve golpeteo en su ser y unas ganas inmensas de aproximarse aún más a ese ser —. Me dicen Jimin — responde de pronto, con una sonrisa pasando su manita ante el contrario, intentando dejar levemente su timidez.

— Oh a mi me dicen Yoongi — respondió mirando esa mano con extrema ternura, no era mucho mas pequeña que la suya pero era más linda sin duda, se aproximó aún más a él — ¿Nos habíamos visto antes? — sus orbes brillaban expectantes.

— No lo creo, el arcángel Gabriel no me deja relacionarme con muchos ángeles — pausó sintiendo el gélido pero acogedor tacto del niño frente suyo, extrañamente sintió la calidez recubrirlo — ¿Porqué me tocas? — habló observando cómo Yoongi lo estudiaba con vehencia y pasaba sus yemas deleitándose con la suavidad de su piel.

— No sé — replicó pellizcando suavemente de los mofletes de Jimin — eres demasiado bello, jamás vi alguien cómo tú.

Eso hizo que el rubio sólo se sonrojara aún más.

¿Porque rayos ese niño que jamás vio lo estaba toqueteando y además diciendo esas cosas? Pero algo era seguro le gustaba y demasiado, por alguna razón le encantaba esas leves, tímidas y curiosas manos sobre su anatomía, era como si su cuerpecito estuviera acostumbrado. Cómo si no fuera la primera vez que esas sensaciones creaban remolinos en sí. Cómo si todos esos milenios él hubiese esperado esos roces.

"Porque el pecado original nació de dos almas demasiado enamoradas y una pequeña mala decisión."

Dos almas puras caminaban ante el claro y el bosque de tulipanes rojos que por derecho eran suyos, apenas hacían unas horas el cielo había llorado y el aroma a tierra mojada, plantas dejando caer su sudor, corrían ante sus presencias, risas siendo el cántico celestial resonaba entre todo ese inmenso follaje de flores, animales escondidos y dulces melodías. Dos almas que escapaban ya hacían milenios del Edén y del infierno encontrándose en el claro límite de los tres planos, los cuáles se unían en ese puente de tres entradas el cuál daba a aquel plano que ellos nombraron de Eudakhé.

Un inmenso plano que era sólo suyo, que ambos entre sus escapadas de amor hallaron, en aquella tarde dónde Jimin había mentido para encontrarse con Yoongi, había tomado la brújula del Arcángel Uriel, la cuál siempre lo guiaba a la cárcel que era el Edén, pero que también lo ayudo a hallar aquel espejo de agua que era una leve ilusión y en realidad daba paso a ese mágico y tan bello lugar.

Porque ese ya no era su lugar. Ningún espacio sería jamás suyo sin Yoongi a su lado, sin ese ser alado con esas plumas pigmentadas de azul y blanco que le recitaba poemas al oído, quién acunaba su rostro, quién acariciaba descarada y dulcemente su anatomía. Quién lo reclamaba cómo suyo en palabras, sin importar que su lugar fuera bajo el manto eterno de los ángeles y el de Yoongi bajo las alas manchadas de los demonios.

Porque Yoongi vivía bajo las reglas de los demonios sin serlo él y Jimin era el que debía de vivir bajo los mandatos de los ángeles, ellos ignorando sus verdaderas esencias.

¡Yoonie! — un joven de cabellos de oro caía ante el césped mojado, manchando su túnica antes blanca — ¡Yoonie! — volvió a pronunciar, entre melodías salidas de sus rojos labios, sus ojitos formaron unas medias lunas y su tersa piel era pintada de un sonrojo suave y adorable —¡No me hagas cosquillas Yoonie! — reía estrepitosamente — ¡Para, para Yoonie!

Todo en él hacía que su acompañante no pudiera contener esa curva formada en sus pálidos labios, su cabello azulado contrastaba con la tenue luz que emitían las nubes de ese lugar.

Dímelo, dime lo que quiero oír y pararé Jiminie.

El menor seguía con sus risas suaves pero adictivas.

Mi amor, para, no Yoonie ¡Mi amor!

Las risas fueron disminuyendo al tener al pelicielo sobre su cuerpo, cubierto de esa capa transparente de agua, su rostro algo rojizo y esos ojos brillando en ese tono azul precioso.

Los ojos de su acompañante emanaban demasiada belleza.

Todo en Jimin era demasiado precioso, los lunares que enmarcaban esa piel tersa y lechosa, esa voz acaramelada que causaba cosquilleos en sí. Todo era una mezcla de sentimientos que ninguno podía contener.

La necesidad de tocarse las manos, la piel contraria, acariciarse, abrazarse ya no era suficiente para demostrarse ese doloroso y mágico sentimiento que ellos dieron comienzo.

Puesto que las primeras almas en amarse a tal punto de ser una sola eran los enigmáticos Yoongi y Jimin, pues ellos vieron su origen del barro, siendo así bautizados cómo las anima animarun de los cuentos astrales, las primeras almas en ser creadas de la nada misma. Y las primeras en probar el pecado.

Pero necesitaban algo más para expresarse ese amor en bruto que se tenían. Una proximidad diferente.

¿Pero qué?

Yoongi quería, no, necesitaba demostrarle a Jimin cuánto lo amaba, cuánto su pequeño significaba para él ¿Pero qué?

Él lo había acariciado y abrazado tal y cómo su instinto había dicho, puesto que nadie más jamás había hecho eso. Algo faltaba, otro tipo de proximidad.

"Otra manera de llenar su propia alma de rebosante felicidad"

Jimin dibujaba las perfectas facciones de su amante de cabellos azules al igual que sus ojos. Sentía paz y dulzura, dejaba que sus sentidos se embriagaran de ese ser que extendía sus alas pigmentadas en esos tonos entrelazados, moviéndose grácilmente ante el árbol Yggdrasil quién se veía a lo lejos.

Ambos estaban sumidos en sí mismos, necesitaban que sus sentidos quedaran paralizados, demostrar de alguna manera ese sentimiento tan abrumador, algo palpable.

Yoongi se impulsaba ante esos belfos carmesí brillantes y apetecibles ¿Y sí los rozaba?

¿Qué pasaría si unía sus labios con los de Jimin? No, era una locura ¿quién querría rozar su boca con otra? Si sólo servía para acunar la voz y comer. No, era una locura. No, no.

" Pero entre tanta inocencia el deseo ganó terreno"

Pero ¿Y si lo intentaba? Posó sus orbes índigos en esos garzos uniéndose en un lazo de observaciones contrarias.

Relamió sus belfos resecos aproximándose a su enamorado. Un temblor los arrullo ante tal proximidad.

Jamás ellos habían llegado a tal punto, la mayoría de veces sólo eran abrazos, tomarse de las manos y observarse durante largos periodos, pero ya no estaban saciando sus ansias.

Ambas respiraciones estaban ansiosas, con sus ojos puestos en el contrario, la ansiedad de experimentar algo que fue susurrado por lo bajo a los oídos de Yoongi.

— »Une tus labios con los de él y conocerás la verdadera magia«

Entre las nubecillas flotando, las mariposas llenando de colores neón, las florecillas, el aroma a vainillas, naranjas y menta orbitando alrededor de ellos.

No, no debía, no podía. Sabía de dónde provenía esa voz. Él bien conocía al mal que lo incitaba a corromper a aquel ser que logró encadenarlo, hechizarlo luego de tantos milenios juntos. Aquel ser que él llevó a mentir y hurtar, aquella alma que el lentamente estaba llevando a su sentencia extrema del destierro.

Lentamente paso sus manos a través de la línea filosa y suave del rostro de Jimin, él cuál ante tal toque se acarició a sí mismo con esa palma fría y aporcelanada, dejándose abrazar por ese sentimiento que desbordaban sus poros.

Yoongi esta completamente absorbido por la escena llena de deseos que le regalaba su amante, su vida. Deseaba tomar ya esos labios, hacer algo más. Claro que estaba perdiendo lentamente cada hilo que lo ataba a la cordura.

Oír sus voces internas no era recomendable, pero su deseo por probar esos rosados y carnosos labios de su pareja era demasiado tentador aunque jamás lo hubiese pensado.

¿Rozarlos, morderlos? Si, todo. Pues tanto deseaba Yoongi a Jimin que anhelaba fundirse más con él. Deseaba probarlo de todas las maneras posibles. Porque el traía el pecado impregnando su ser.

"Pero el pecado nació de dos almas enamoradas "

Yoongi se aproximó más aún a Jimin, manteniendo ese leve golpeteo de su corazón acelerándose y los temblores de sus manos.

— Y-Yoongi — pronunció en un susurro necesitado el rubio, claramente se veían sus ojos dilatados y mejillas sonrojadas a causa de lo que estaría por hacer.

Jimin estaba sumido en el manto del deseo, de la maldad reinante en alguna parte de su ser, sus alas estaban quemándolo, su cuerpo entraba en un frenesí de sensaciones incontenibles, deseaba probar de lo que Yoongi lo estaba incitando.

Cómo si los labios de Yoongi fueran la manzana qué liberó al pecado y él Adán un enamorado inocente que cayó por las manos de Eva quién sólo deseaba sentir algo más que la calma de la inocencia, algo más cómo la turbulencia de los deseos más ocultos y lujuriosos del pecado.

Saboreó detenidamente sus labios, la adrenalina corría entre sus venas, la ansiedad por el momento ¿Debía de hacerlo?

¿Valdría la pena manchar a su pequeño ser? Lo dudaba no quería pero su cuerpo actuaba solo. El aroma dulce a vainillas y flores rojas de Jimin estaban llenando sus fosas nasales, el color rosáceo de esos mofletes, y esos labios esponjosos, rojos levemente abiertos esperando por él lo volvían loco.

Sin mucho más pasó, un leve y tímido roce unió dos labios repletos de anhelos silenciosos, pensamientos escondidos y una incontrolable sensación de calidez y amor.

El sabor a fresas de Jimin, el agridulce contraste del de Yoongi creaban una mezcla adictiva y serena. Era cómo si no hubiese sido la primera vez, cómo si ya hubiesen hecho eso en algún punto de sus vidas.

Se separaron mirándose. Ninguno se dio cuenta de lo que habían experimentado más que de la extremas ganas de volver a sentirse pero más fuerte, más cercanos, más y más.

"Ese beso, fue el inicio de su eterna condena".

Ambos clamaban por más contacto, por más probadas de la suavidad de los belfos contrarios, ambos danzaban en un silencioso baile de demostración de fe y esperanza.

El mundo se detuvo, estaban siendo uno, ambos mostrando que eran la excepción a cualquier regla y palabrerio de las demás almas.

Podría llegar incluso hasta Neptuno, tocar el cielo no podría compararse a ese segundo. Ambos estaban siendo la demostración de que el amor podía ser puro y verdadero.

¿Quién dijo que el corazón no podía tener orgasmos?

Pues los de Jimin y Yoongi se contraían al compás de ese exquisito momento que derrochaba deleite. Sus manos no se quedaban quietas y sus respiraciones eran erráticas, puesto que no se separaban siquiera unos segundos.

Los amantes entendieron que un beso era capaz de demostrar lo que para las palabras eran imposibles.

Las alas imponentes de Jimin de ese tono naranja blanquecino se comenzaban a manchar rápidamente de un negro, lo mismo sucedía con los de Yoongi.

A ambos les ardía a medida que su beso se intensificaba, y sus alas comenzaban a en fundarse de ese contraste de colores obscuros y vivos, pero poco o nada les importaba en ese instante. Puesto que ambos estaban sumidos en ese deleite de percepciones de esas nuevas sensaciones tan hipnotizantes cómo incontrolables.

Ambas alas se imponían ante la gravedad y la lluvia que acababa de comenzar, sus mejillas rojas y esos labios hinchados. Su inhalación de aire tratando de acallar su nerviosismo y excitación.

— Yoongi — habló Jimin separándose del mayor tratando de recobrar un poco de aire, con sus manos sobre el pecho de su amado el cuál bien podía sentir que palpitaba con locura —, me siento algo raro — miró levemente al cielo —. Hemos roto las reglas Yoonie — su mirada llena de preocupación exalto a su acompañante.

Jimin — habló su pareja tratando de calmarlo vanamente —, hemos roto las reglas desde el primer día en que nos vimos — suspiró — desde el primer día en que te vi, desde el comienzo de tú inocente caminata por los prados del árbol de la vida, desde el primer día yo estuve observándote, desde allí yo ya rompí la primera regla desear algo que no podía ser mío.

— ¿Cómo dices Yoongi? — Jimin batía sus pestañas negras de la impresión. ¿Eso significaba que su amante lo mantenía en su campo de atención desde mucho antes de su primer encuentro?

— Yo te observaba todos los días que tú ibas hasta esa fuente. Me parecías demasiado bello e inocente, tan único y reclamando para robarme mi alma con cada risita que salia de tus labios cuando jugabas con las animas — se sinceró — siempre hiciste que mi corazón se desnudara lentamente sin saberlo ante ti. Cohibias a mis miedos ante lo que fuere que podría dañarte, deseaba hablarte pero a la vez era muy tonto y tímido puesto que tú eras un ángel, pero tenías las alas iguales a las mías y eso me parecía único. Ya qué en dónde yo vivía nadie tenia las alas iguales a las mías y por eso me llenaban de heridas las mismas que con verte se curaban al instante.

Yoongi había quedado arrodillado a la altura de su novio entee una vista un poco borrosa. Sucumbía ante una sensación rara.

Jimin también cayó sobre sus rodillas apretando su estómago, un sabor ácido recorría su garganta.

Ambos se observaron y vieron cómo el cielo se pintaba de un color asustador, las grices nubes taparon rápidamente ese anterior panorama calmado. Sus alas contrastaban la una con la otra.

Los herederos del Eudakhé con ese simple gesto reclamaron su posición entre el cielo, la tierra y el infierno. Siendo los dueños del plano Intenum. Pero a la vez rompieron una de las reglas que los condenaría para toda la eternidad.

Los tulipanes rojos nacían a la par que ellos perdían la noción de todo. Sus manos entrelazadas con un especie de tatuaje de enredaderas de una flor atípica, las lycoris radiata impregnaba sus dermis en un contrato silencioso de dolor y renacimiento, abarcando ambas muñecas uniéndose en el centro de sus palmas.

Sus anillos brillaban a la par del umbral a unos cuántos metros de ellos. Nadie podía negar que el amor no estaba plagado en ambos seres.

Ellos no eran divinos, mundanos, demoniacos. Eran más que eso y a la vez menos. Ambos eran imposibles de definir.

Te amo Jimin pronunció difícilmente Yoongi, con la mirada borrosa tratando de observar esos ahora obscurecidos ojos de su compañero.

Te amo... — respondió Jimin entre la falta de oxígeno y las lágrimas.

Se oyeron gritos desgarradores de parte de ambos antes de caer en un sueño completamente paralizador.


Dos guardianes del cielo y el infierno traían ambos cuerpos pálidos y débiles ante dos tronos separados por una línea incolora.

— Ellos jamás podrán ser separados mi señor — habló uno de los guardianes observando con pena a los cuerpos débiles — le pido por favor clemencia, estas almas fueron el inicio del mundo, no merecen tal final mi señor, por favor tenga piedad.

Un silencio ahogaba cualquier sonido en una angustia atípica en algunos cuerpos.

— No eres quién para decir eso, ya que el supremo es quién decidirá el destino de estos pecadores — irrumpió un ser alado quién mantenía una mirada desairada contra esos pobres seres —, no merecen perdón, puesto que volvieron a caer ante sus errores.

— Con el mayor respeto Uriel, ellos son las animas animarum, su destino a su creación fue el amor, de manera que es eso lo que harán siempre. Buscarse para amarse — dirigió su mirada ante el ser que resplandecía un brillo que no dejaba ver su rostro — mi señor si quiere castigarlos por favor, deje que al menos sigan juntos, la ira de los cielos y los infiernos no deben perecer en estas almas que con tanto esmero usted creo de la nada.

Las discusiones se oían en aumento ambos seres que estaban en los tronos mantenían un prudente silencio, observando y oyendo cada palabra sin emitir opinión.

La conmoción y disputa era tal que no notaron que Yoongi despertó levemente tratando de acobijar a Jimin sobre su pecho.

Todos pasaron sus palabrerios observando cómo ellos sin importarles que se demostraban amor y preocupación.

— Le su-suplico — tragó intentado sacar la voz de algún lado, su ser ardía y sus fuerzas eran más que escasas, pero aún así el sólo ver a su precioso amor sufriendo lo hacían buscar fuerzas para protegerlo, aunque el perdiese la existencia — oh señor, no me separe de Jimin, o si quiere descargar su ira en alguien, yo con resignación me abstengo a mis consecuencias, mi amante y pareja no debe sufrir las consecuencias de mis actos desairados ante su ser.

Unas carcajadas se oyeron, hicieron que la piel de Yoongi se pusiera de puntas, una corriente eléctrica recorrió su espalda y sus alas, las cuales el no podía sentir bien.

— Un pecador pidiendo piedad ante sus errores — otra carcajada altanera salia de esos labios — no eres quién para suplicar ni dirigirte al señor.

— Calla Uriel — interrumpió Gabriel tratando de amenar su mirada llena de empatia y tristeza ante esas dos inocentes amantes — tú tampoco eres quién para hablar.

— A mi nadie más que el supremo me calla Gabriel.

—«Silencio»

El ser supremo habló con una paz iluminando a ambos cuerpos.

—«¿Preferirían desaparecer antes de separarse verdad?»

Yoongi asintió, besando la frente fría de su amado quién con pocas fuerzas recuperaba su conciencia, ambos unieron sus miradas, eran sólo dos almas llenas de una locura interminable de necesidad por tenerse, siquiera un roce, abrazo, tenerse era todo lo que querían.

— Y-yo no podría vivir sin Yoongi — pronunció Jimin alzando su palma posandóla en el rostro de su amado quién en un instinto inconsciente se acaricio a sí mismo y beso esa mano que con sólo pasearse por su cuerpo le llenaban de explosiones cósmicas.

El ser los miraba con tranquilidad.

Los flashes de sus vidas pasaron ante ellos. Desde su creación, sus vidas pasadas, desde su destierro y su adjudicación de las alas. Desde que uno fue enviado al infierno y el otro permaneció en el cielo cómo tratando de reivindicar sus errores.

Pero todos en vano puesto que ellos no podrían vivir separados.

—«Entonces su vida ha sido dictada por ustedes mismos, vivan»

Entonces se dictó, que esas almas dejarían sus alas y bajarían al plano terrenal, que sus vidas serían plan e juego de la realidad y la fantasía, de la verdad, la mentira. Que ambos son la definición de amor verdadero y que para pagar sus errores deberían de sufrir en cada realidad tratando de superar sus pecados.

Porque en los cielos a Jimin se lo conocía como Arkhé que era el comienzo de todo, cómo Adán y en los infiernos a Yoongi se lo llama de Apeirón, que significaba lo indefinido cómo declinaban que era Eva en los prados terrenales luego de hacer que ambos cayeran en la tentación más grande del amor; el pecado de la desobediencia ante sus deseos ocultos.

Pero siempre los ángeles sabrían qué Jimin era el comienzo, Yoongi era lo indefinido y que jamás existirá un amor más real, eterno, dulce, armonioso, envidiable, cómo el de ellos.

" Nadie puede definir el comienzo del amor, puesto que nació de la necesidad por saciar un vacío que atormentaba a los humanos. Por eso nadie puede decir que manera de amar esta mal, jamás "

( 🌙 )
a yoonmin story;
artlher©
¡!

Datos curiosos:

-; El Yggdrasil (o Yggdrasill) es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica. Su raíces ramas mantienen unidos los diferentes mundos.

-; Los tulipanes rojos significan el amor eterno, el amor perfecto.

-; las Taxacum officinale, son las que conocemos por dientes de león.

-; Eudakhé es la unión de Eudamonia que significa felicidad y Arkhé que significa principio. Ese mundo es literalmente el principio de la felicidad.

-; La flor de galanthus nivalis es la campanilla de invierno, que significa esperanza.

-; Esta historia fue modificada por completo en 5 ocasiones. Sólo por esa razón tarde mas de lo previsto en publicarlo.

-; La lycoris radiata es la flor del infierno y esta unida a todo este concepto y también al concepto de beautiful & damaged.

-; el color de la ropa de Jimin simbolizan dos cosas; el lila simboliza empatia, dulzura. Y el amarillo alegría.

-; El plano Intenum viene de la palabra Intemerata planum, que significa el plano intocable. De dónde Jimin y Yoongi son dueños por ser las animas animarum, los primeros seres.

Sin más, gracias por leer este relato, espero que haya sido una buena travesía de lectura.

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