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열하나. Germinar

Era temprano en la mañana cuando las cuatro llegaron hasta las instalaciones de la emisora Mahou Hoso Kyokai cerca al Ministerio de magia.

Mientras las más jóvenes conversaban emocionadas sobre la propuesta y lo que una presentación así supondría para ellas, las dos mayores permanecían más pensativas.

Jangmi meditaba la idea de que aquello le sirviera para que, al menos, su madre pudiera saber que estaba bien si lograba conseguir una radio y sintonizar la frecuencia adecuada. Por otro lado, la idea de obtener éxito con esa presentación la aterraba. Era muy diferente a ser conocida en la escuela, o que un par de personas externas supieran su nombre. Sería el país entero, para bien o para mal.

Sentada junto a ella, Yeonjin observaba en todas direcciones, escrutando a aquellos empleados de la radio que pasaban cerca de ellas con una mirada inquieta.

—Unnie ¿Todo bien? —preguntó Jangmi en un susurro.

—Esta idea ya no me gusta tanto...

—¿Te da miedo?

—¿Qué tal si no nos pagan? ¿O si quieren estafarnos?

—No creo que eso pase. Igualmente podríamos denunciar.

—Para lo que sirve...

Antes de que Jangmi dijera nada más, un joven las hizo seguir hasta la oficina de un hombre bajito, quien las recibió con una sonrisa y les ofreció café, nihonshu y soju para la reunión. Jangmi se decidió por el soju, Baenhab por el nihonshu y las dos restantes bebieron café. Yeonjin observó a las dos que eligieron el alcohol con reproche.

En la estancia tambien estaba una mujer muy elegante que, incluso sentada, se veía más alta que las tres, y que se presentó como la presidenta de la emisora. La señora Saito.

—Nos gustaría llegar a un acuerdo con ustedes para una presentación de prueba. —dijo el hombre más pequeño tras los saludos y presentaciones —. Se les pagaría un poco más que una de sus noches en la taberna...

—¿Cuánto exactamente? —preguntó Baenhab.

—Tres mil yenes a cada una.

—Suena bien. —susurró en coreano, y las otras tres asintieron.

—De obtener una buena recepción de la audiencia, se las volvería a contactar para otra presentación en vivo.

—¿Habrá regalías de ser así? —preguntó Jangmi.

—Eso se debatirá más adelante, pero es un derecho laboral, así que las tendrán.

—Parece un buen trato. —habló Yuhye, en coreano, para debatir entre las cuatro con tranquilidad.

—No me terminan de convencer. —dijo Yeonjin.

—Puedes preguntar lo que te inquiete. —Baenhab chasqueó la lengua y la observó con un leve fastidio.

—Van a pedirnos otra cosa, mi instinto me lo dice.

—Para lograr este acuerdo... —habló la presidenta, usando un tono suave para regresar a las cuatro la conversación— Me gustaría pedirles que cantaran algo para mí. No he tenido el placer de oírlas.

—Se los dije —protestó Yeonjin en coreano, y se levantó. Jangmi la agarró de la muñeca, y ella regresó al japonés para que sus interlocutores entendieran su disgusto— ¡No vine a que me cuestionaran!

—No es la intención, señorita Kim —tranquilizó Saito—. No dudo que tengan talento. Si el señor Nobuharu las trajo es porque vio unas buenas habilidades en ustedes, pero yo no las conozco. Entiendo su molestia y pueden marcharse si quieren.

Las cuatro chicas se observaron por un largo rato hasta que Yeonjin volvió a sentarse con más calma.

—No nos cuesta nada probar. —alentó Jangmi —. Puede ser algo de una sola vez, o lo que tenga que durar. Deberíamos intentarlo.

—¿Qué canción? —preguntó Yeonjin con un deje de pena.

—Nuestra canción.

Jangmi chasqueó los dedos para marcar el ritmo, y empezaron a cantar la primera canción original de su cuarteto, permitiendo que todas mostraran su potencial individual y la manera en que sus voces se combinaban en armonía.

A cada segundo, los del señor Nobuharu y la señora Saito daban más pasos desde la sorpresa hasta la satisfacción, hasta que la canción terminó y ambos aplaudieron.

—¿Qué fecha les parecería la mejor para presentarse? —preguntó Saito con una sonrisa.

Tras esa breve reunión, habían firmado un contrato para esa presentación, y la señora Saito les hizo unas cuantas sugerencias, como que eligieran un nombre como grupo, y, si querían, uno artístico para ser recordadas.

Yuhye fue la que más se emocionó con esa idea, y en todo momento, le pedía ayuda a las demás para elegir el suyo, en especial durante los almuerzos, cuando las cuatro estaban en la misma estancia. Esa vez, Yeonjin cocinaba junto a Banejab, Jangmi escribía la canción para su presentación y Yuhye se encargaba de molestarlas en busca de inspiración.

—Unnie ¿Ya has pensado uno? —preguntó a Jangmi.

—Quiero usar mi nombre.

—Eres aburrida como Baenhab ¿Qué hay de ti, Yeonjin-unnie?

—Pues... Lo estuve pensando... Tal vez Yeonkkoch.

—¿Y eso por qué?

—Así me llamaba mi hermano —dijo con nostalgia en la voz, pero pareciera ser que solo Jangmi la notó.

—¡Entonces soy la única que no tiene uno!

—Pues haz como nosotras y usa tu verdadero nombre. Deja de complicarte la vida. —dijo su mejor amiga.

—Al menos sus nombres son originales —protestó con un puchero—. Seguramente hay muchas Yuhye en Corea.

—Espera un momento... —susurró Yeonjin— Los nombres de ustedes dos son flores ¿no es así? Yeonkkoch es una flor ¿Por qué no eliges uno así?

—¡Por supuesto! —se burló—. Mi nombre es Tyullib y nosotras somos un jardín.

—Has dado en el clavo, pequeña.

—El día de hoy tenemos un evento especial para despedir nuestro informativo. —anunció el presentador de radio encargado del programa musical—. Hemos estado preparando una presentación en vivo con cuatro señoritas que algunos de nuestros oyentes ya conocerán si frecuentan el establecimiento Senshi no Izakaya.

—Kombawa. —saludaron las cuatro al unísono, creando una armonía improvisada que les sacó una risa a todas por la sorpresa.

—Como ven, las cuatro desbordan talento natural. Antes de empezar, agradecería que se presentaran a la audiencia que no las conoce.

Jangmi había compuesto un breve instrumental en piano para que se presentaran al mejor estilo que podían tener: cantando. Se presentaron con sus nombres artísticos en orden de edad descendente, y anunciaron el nombre de su grupo con una armonía entre las cuatro.

—Somos Madang.

La canción inició de inmediato, tal como tenían planeado que pasara, y Baenhab empezó a cantar de manera coqueta.

Mira mis ojos
Mira mis labios
Mira mi cuello
Sólo mira, no toques

Baenhab había sugerido el tema para la canción, y de toda la lluvia de ideas que las chicas lanzaron en base a sus experiencias trabajando en un bar, Jangmi había sacado una letra y melodía pegajosa, que se les quedó de inmediato a todos los presentes en el ensayo. Incluso llegaron a escuchar al señor Taguchi tarareándola.


Dondequiera que vaya siento
Ojos en mi, caliente al igual que el fuego
Poco a poco acercándose a mi, mis pequeños monstruos
Es suficiente

Ahh! Oop!
Tan bonito
Oh querido, por favor
Compórtate bien
Para con las típicas historias
Me iré lejos
No hay nadie que tenga tiempo para esto

Les había quedado la maña de agregar palabras en inglés, así llamaban la atención de los extranjeros que seguían en Japón, y a todos les gustaba. Su comunidad se estaba convirtiendo más internacional con los años, y no podían quedarse quietas.

¿De qué sirve si sólo eres valiente?
¿Ser atractivo en todo?

Sólo escuchas ecos en tu cabeza, vacío, vacíoSigues queriendo besar
Está bien, podemos hablar si nuestros niveles son iguales, ¿Sabes?
Sólo mira, no toques

No olvides lo que estoy diciendo
No uses tus manos primero
Tienes que respetar a una chica

Ese día resultaba particularmente extraño cantar. Dando todo de sí mismas, pero sin un público al frente, y, en su lugar, tenían unos micrófonos, a tres operarios de radio y, posiblemente, más oyentes de los que cabrían en el bar del señor Taguchi.

Jangmi inició su parte cantando bastante grave, con poca fuerza, justo para dejar que Yeonjin usara toda la que tenía.

Perdiste al pescado que ya has atrapado
Es como un acuario, sólo duerme con las manos
Un oppa fiable, ¿Todos los chicos son así?
Como lo dijo mamá, todos los chicos son lobos.

Hey tú bueno para nada
Sigues mirando mis piernas
No eres mi tipo
Nunca, tu corbata no se ve bien
Arréglalo ahora mismo
No quiero verte, adiós


Ahh! Oop!Tan bonitoOh querido, por favorCompórtate bienPara con las típicas historiasMe iré lejosNo hay nadie que tenga tiempo para esto.

Baenhab terminó la canción con una frase hablada, y tanto el presentador junto a ellas, como los ingenieros de sonido tras el cristal aislante aplaudieron con fuerza por su presentación.

Salieron tras un rato, en el cual el locutor recordó a la audiencia sus nombres con una voz bastante animada. Antes de continuar con la programación musical pregrabada, avisó al público que podían enviar cartas a la emisora si querían escucharlas de nuevo.

—Lo hicieron muy bien para ser su primera vez al aire, señoritas. Felicidades.

—No es diferente a un ensayo privado —apuntó Yuhye.

—Pero las han escuchado en todo el país.

—Esto es un gran paso, chicas —dijo Yeonjin—. Puede que vengan cosas muy buenas.

—Lo dice la que no quería hacerlo en primer lugar. —recriminó Jangmi.

Yeonjin le empujó la cabeza y luego la abrazó junto a sus compañeras. Solo se separaron al ver que la señora Saito atravesaba la puerta con cuatro sobres en la mano.

—Esto es por lo de hoy —señaló—. Les enviaré un paiño para una segunda oportunidad.

Las cuatro regresaron a casa con unas cuantas botellas de Soju que el señor Taguchi les regaló a la salida de la emisora, y se sentaron juntas en la pequeña sala de estar del departamento que inicialmente solo compartían Yuhye y Baenhab. Era lo bastante grande para que las cuatro se sintieran cómodas, pero no lo suficiente para desear estar ahí todo el día.

Solían ir al bar desde el mediodía tras despertarse para dedicarse a los ensayos y a la composición de nuevas canciones, usando ese espacio solamente para dormir y comer.

Celebraron su primera presentación en la radio con una considerable cantidad de copas por cada una, cantando en voz baja algunas de las canciones de su repertorio con una técnica espantosa, pero completamente felices.

—Yeonjin-unnieeee... —llamó Baenhab, completamente borracha— ¿Qué hacías antes de llegar a Kioto?

—Estudiaba en Mahoutokoro.

—¿Y despuéees?

—Fui traductora.

—¿En serio? —preguntó Yuhye— ¿A quién ayudabas?

—A profesores de Mahoutokoro. Fui a Corea varias veces para ayudar a los nacidos de Mahonai como yo, y también traduje unos exámenes hace unos años.

—¿No vivías en Corea antes de la guerra?

—Bueno... sí. Hasta que mi hermano desapareció.

—¿Qué le pasó? Si no te molesta que te pregunte —dijo Jangmi, un poco más sobria y tapando la boca de Banehab para que no soltara nada inapropiado.

—Era soldado, aunque jamás quiso serlo. Pasó varios años en la guerra. Uno de sus amigos me llevó sus pertenencias un día. He estado sola desde entonces.

—¿Y tus padres?

—Casi no los recuerdo. Éramos muy pequeños cuando murieron. No me quedaba nada en Corea, y por eso me quedé aquí. Parecía que este país estaba mejor.

—¿Piensas volver algún día?

—Tal vez. Cuando encuentre un motivo. Por ahora, este es mi hogar.

Un fuerte golpe a la ventana llamó la atención de las dos mayores, quienes estaban más sobrias que sus otras dos amigas, y cuya reacción fue más tardada. Jangmi se levantó para ver qué ocurría, con la varita en la mano por cierto instinto protector que se le había despertado al ser cuatro mujeres coreanas viviendo solas.

En cuanto la abrió, solo se encontró con el cielo nocturno y el aire frío de Kioto en completo silencio. Observó extrañada en varias direcciones, buscando la posible fuente del ruido, hasta que, al ver hacia arriba, un par de ojos se cruzaron con los suyos.

Pegó un grito que alertó a las demás chicas. Las tres se pusieron de pie. Baenhab se cayó sobre Yuhye, y Yeonjin sacó su varita y se acercó a ella, para encontrarse con un paiño bastante gordo, que cargaba una enorme caja.

—Estúpido pájaro...—dijo Yeonjin.

El animal graznó molesto, tiró la caja hacia el interior y se fue volando. Jangmi recogió el paquete, y lo dejó en la mesa para que todas lo vieran.

—¿Para quién es, Unnie? —preguntó Yuhye.

—Para todas nosotras.

—¡Ábrelo! —ordenó Baenhab.

Apenas abrir las tapas Jangmi encontró una carta de fina caligrafía sobre cinco paquetes de sobres bien acomodados atados con un cordel y con una pequeña etiqueta que indicaba a quien iba dirigido usando sus nombres artísticos.

—¿De quién es?

—De la señora Saito

—¿Qué dice?

Respetables señoritas,

Debo admitir que esperaba una respuesta positiva a su presentación esta noche, sin embargo, lo que no esperaba era que fuera tan inmediata.

Seguramente llegarán más cartas en días venideros, y debido a esto, es evidente que tienen una segunda oportunidad cuando lo deseen.

Atentamente,

Saito Satsu.

Baenhab empezó a cabecear sobre la mesa hasta quedarse dormida cuando la carta acabó, así que Jangmi le entregó su paquete a Yuhye para que lo leyera en mejores condiciones.

Las tres se pasaron la noche leyendo las cartas del quinto paquete, que se dirigía específicamente a las cuatro como grupo, donde diversas personas les comunicaban su admiración desde Sapporo hasta Ogasawara. Dejaron algunas para el día siguiente, y se fueron a dormir para cumplir con sus obligaciones cotidianas.

Cerca del medio día, Jangmi era la única despierta, y debían irse hacia el bar para preparar sus siguientes presentaciones. Levantó a Yeonjin tirándole una almohada a la cabeza y se apresuró al cuarto de las más jóvenes.

Entró tras tocar varias veces, dispuesta a tirarles los pies hasta que se levantaran, pero se detuvo en seco al verlas de una manera inesperada.

Habían juntado los dos futones y colocado una sábana sobre ellos para que permanecieran como uno solo. Bajo la misma manta, ambas dormían abrazadas en el centro de la habitación.

Jangmi se quedó parada hasta que Yeonjin salió de su habitación rumbo a la cocina. Aprovechó que estaba distraída para empujarle la cabeza hacia el marco de la puerta, con el que se golpeó más fuerte de lo que se esperaba, y fue el sonido el que despertó a sus compañeras.

Jangmi pasó el desayuno con una sonrisa que Baenhab describía como "idiota". Algunas de las cartas eran de conocidos, como algunos de sus compañeros de clase, el profesor Asahi, Saya e incluso de Uchiyama.

—Jamás pensé que esto sucedería... —dijo Yeonjin, con una carta en la mano.

—Pero está pasando —respondió Jangmi—. Aprovechémoslo mientras dure.

Un paiño entró por la ventana que estaba abierta para ventilar la casa, y dejó caer junto a Jangmi el periódico del día. Permaneció en el suelo un rato, hasta que ella le entregó los diez yenes correspondientes.

—¿Algo nuevo, Unnie?

—Bueno... no es nuevo lo de Eikando ¿verdad?

El titular ocupaba la primera plana, señalando a un doble asesinato en Inari Roji, en el que una de las víctimas era un hombre, descendiente de coreanos de tercera generación.

Parecía algo de nunca acabar.

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