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열둘. Cuatro Flores

Jangmi bajó del escenario una vez más, como ya llevaba años haciendo. Al igual que siempre, pasó al camerino a cambiarse de ropa y caminó hasta la barra para descansar un momento, a la espera de que sus amigas terminaran sus propias presentaciones y llegara el momento de ir a casa.

Con el tiempo, la cantidad de personas que la saludaban en su camino a la barra había incrementado. Mientras firmaba algunas notas de periódico en las que aparecía, recordó la primera vez que alguien le pidió un autógrafo y lo apenada que se sentía.

Llegó junto a su usual compañía en la barra. Edward tomaba una botella de soju del sur, y la dejó a un lado al verla llegar.

—Te has vuelto muy famosa ¿cómo se siente?

—Es abrumador. Parece tan de repente.

—Ya lo llevas cultivando un buen tiempo. Ha llegado el momento de recoger los frutos ¿Vas a beber algo?

—No esta noche. Mañana debo trabajar en algo.

—¿Me vas a dar un adelanto?

—Hablando de trabajo... —cambió el tema con una sonrisa— ¿Cómo va la investigación?

—Después de lo último, descartamos que se tratara de alguien nacido de no-maj... mahonai... —aclaró, con una sonrisa, en cuanto Jangmi alzó las cejas como si no le entendiera— o un mestizo. Usó la expresión Yogoretachi en la última víctima, así que podemos decir que es alguien de sangre pura.

—La lista se reduce. Espero que lo atrapen pronto.

—Estamos investigando a la familia Hirai a profundidad. Hay un antecedente de violación al código de los magos, así que es un inicio.

—¿Sabes lo que hizo el chico?

—No, solo sé que está el antecedente. No descarto que sea el mismo.

—Yo sí. Él hizo sepukku. También le dicen harakiri.

—Dios...

—Todavía estaba en la escuela cuando eso pasó. Era un par de años mayor que yo. Aun recuerdo la cara de su hermana...

—¡¿Vieron eso?! —exclamó escandalizado.

—Solo el tribunal. —Jangmi lo tranquilizó con una mano sobre su hombro—. Luego nos enteramos de su muerte.

—Supongo que entonces esa pista no me sirve.

—¿Quién te la dio? Pensaba que tenían acceso a todos esos datos.

—Puedo solicitarlos y verlos, pero otra cosa es que logre entenderlos. Alguien los tradujo para mí... No recuerdo su nombre ¿Crees que haya sido a propósito?

—No lo sé, pero tal vez debas buscar más de un traductor.

—Voy a tener que pedirte tu ayuda.

—Dudo que pueda ver eso, y se puede decir que estoy influenciada por que somos cercanos o porque conozco a la mitad de los sospechosos o a sus parientes.

—Ya que hablas de su hermana... Hirai Ryuko ¿Ya no vives con ella?

—No, me fui hace cosa de un mes ¿por qué?

—Fui a buscarte ayer.

—Perdona por no decirte, ahora vivo con Baenhab.

—No esperaba que te mudaras con tus compañeras de trabajo.

—Ryuko está embarazada, así que quería dejarle su espacio a ella y a su familia.

—Pudiste haberme dicho.

—Lo siento, se me pasó con todo lo que tengo en mente.

—Me refiero a que te hubiera hecho un espacio en mi piso.

El cabello y la cara se le enrojecieron con intensidad, como todas las veces que él le proponía una locura y ella terminaba aceptando.

—No es buena idea ahora... Sería muy pronto.

—Como a tí te parezca. —dijo con una sonrisa, que se le contagió a ella, mientras la tomaba de la mano—. ¿Y todo va bien?

—Mejor que bien. Puedo molestarlas para que ensayen más seguido. Ahora lo necesitamos.

—¿Vas a estar ocupada mañana?

—Volvemos a presentarnos en la radio en la noche, así que debemos ensayar y preparar todo desde la tarde, y luego tenemos que venir aquí. Yuhye hizo que se nos cruzaran los horarios ¿Necesitabas algo?

—Quería invitarte a comer, pero ya será otro día.

—Ya me encargaré de organizar yo los horarios de la próxima semana. Te voy a abrir un espacio.

—Que honor.

Jangmi le dio un codazo, y continuaron hablando por un par de horas hasta que sus compañeras terminaron de presentarse por esa noche. Salieron juntas a un callejón cercano rumbo al pequeño departamento.

Los micrófonos se apagaron nuevamente tras varios meses presentándose, repitiendo algunas canciones a petición del público, lanzando nuevos temas, e incluso cantando en solitario en algunas ocasiones.

Tenían planeado ir a beber un poco después de aquel compromiso para iniciar bien la semana, pero desde antes habían notado la presencia de la presidenta Saito en la sala.

—¿Qué querrá? —preguntó Yeonjin, en coreano, cuando terminaron de cantar. Sabía que los ingenieros de sonido podían escucharlas.

—Dos opciones: Nos va a echar o va a pedirnos hacer algo más —dijo Baenhab.

—Esperemos que sea lo segundo.

Al salir, Saito les indicó que se sentaran a la vez que el programa pre grabado iniciaba.

—Señoritas, tengo una propuesta que hacerles.

—Espero que no sea algo extraño —susurró Baenhab en coreano.

—¿De qué se trata? —preguntó Yeonjin, que había tomado el papel de líder con el tiempo al ser la mayor, la más realista y la más desconfiada de las cuatro.

—Quisiera que graben un álbum.

—Perdone la ignorancia, pero ¿Qué es eso? —preguntó Jangmi.

—Una colección de sus canciones. Se publica en un disco de vinilo.

—¿Cuál es la diferencia con cantarlas en vivo? —preguntó Yuhye.

—Pues que las personas no las escuchan en vivo, sino que lo hacen cuando quieran, donde quieran, claro, si es que tienen un gramófono cerca.

—¿Eso es posible?

—Es tecnología mahonai, pero varios artistas mágicos de Europa y Estados Unidos la están usando. Creo que sería muy bueno para ustedes.

—Bueno, no parece mala idea —dijo Yuhye en coreano.

—Tienes razón —respondió Jangmi.

—Unnie, dile que sí —pidió Baenhab.

—No lo sé, ¿necesitamos hacer eso? —dijo Yeonjin—. Ya nos va bien cantando en vivo, y no sabemos cuánto nos van a pagar por eso.

—Puedes preguntar.

—¿Cómo va a ser la distribución del dinero? —preguntó en japonés.

—Dependerá de mucho, pero por ser las intérpretes y titulares del nombre artístico, tendrán el cuarenta por ciento de las ventas totales para repartirse entre las cuatro.

—¿Y el resto?

—Se debe distribuir entre la manufactura y producción de ejemplares, promociones, que serían un treinta por ciento, diez por ciento para la emisora, y los derechos de autor son un diez por ciento más para quien componga.

—Esos los tendría Jangmi.

—Se estarían llevando la mitad.

—No suena mal —dijo Baenhab.

—Nada mal. —complementó Yuhye, observando a Yeonjin, quien seguía pensativa.

—Podemos intentarlo una vez. —alentó Jangmi.

—Aceptamos.

Pese a que tres de ellas tenían licencia y sabían aparecerse, las cuatro adoraban caminar por Kioto, disfrutando de la brisa, el cielo y un buen rato juntas sin tener que trabajar.

Llegaron hasta el bar del señor Taguchi cuando este reventaba en clientela pese a las diversas expansiones que se habían hecho, tanto en la parte cubierta como en el jardín, que albergaba más mesas alrededor de un estanque pequeño con diferentes criaturas nadando en él.

Pese a que entraron con disimulo, los gritos no se hicieron esperar. De donde no tenían, los clientes sacaron servilletas y plumas para pedirles un autógrafo, mientras ellas trataban de cumplir a todos y luchaban por llegar hasta el pasillo, de donde el señor Taguchi había aparecido para ver la fuente de aquel escándalo en su establecimiento.

—Chicas, hoy no es su día de trabajo aquí —recordó.

—Queríamos compartirle una noticia —dijo Yeonjin.

—Espero que sea buena...

—Vamos a grabar un álbum.

Por un momento, parecía que su jefe no comprendía de lo que estaban hablando, pero cuando Yuhye trató de explicarle lo que era un álbum, él soltó un grito de alegría y empezó a saltar por el pequeño pasillo.

—Espero que no se olviden de este viejo en unos años...

—Eso jamás. Muchas gracias por juntarnos, señor Taguchi. Sin esa idea, no estaríamos en este punto.

Lo que había sonado como una buena idea para Jangmi terminó convirtiéndose en una enorme carga. Una de las pautas era que, en total, el álbum debía contener diez canciones propias como mínimo. Por fortuna, eso lo cumplían en ese momento, pero la cuestión estaba en elegirlas entre todo su repertorio y hacer un arreglo con instrumentos que ella no conocía.

Pasó varias semanas reunida con músicos de todas partes de Japón e incluso de otros países, que traían artefactos extraños que producían sonidos interesantes, y que cada vez cazaban mejor en las canciones que antes solo habían sido en un piano. Empezó a conocer los nuevos instrumentos al hacer preguntas constantes sobre cómo funcionaban, qué registro alcanzaban y pidiendo que tocaran escalas para conocer el sonido de cada nota y efecto.

Además de los ensayos con los músicos, debía cumplir con los ensayos junto a las demás, así que terminaba completamente agotada. En las noches, tras cantar las canciones de siempre en la radio o en el bar, cosa que ya iba siendo sospechosa para su público habitual, y caminar desde la estación hasta su apartamento, no se molestaba siquiera en cenar o en pensar nada más.

Cuando terminaron con aquello, pasaron varios días en sesiones de fotos que irían añadidas en el álbum de una manera que todavía no terminaban de comprender, pero dejaron que la presidenta Saito hiciera su trabajo mientras ellas cumplían con su parte.

Aprovecharon aquella ocasión para tomarse una foto que sería solo para ellas, en la que simplemente posaban como una familia, sonriendo ampliamente para un recuerdo que siempre tendrían.

En cuanto aquellas semanas pasaron, Jangmi se limitó a dormir todo el día, escribir uno que otro verso para una nueva canción, comer un poco y repetir el mismo proceso. A partir de ese momento, todo quedaba en manos de la presidenta Saito.

Estaba en un duermevela cuando alguien golpeó a la puerta de la habitación que compartía con Yeonjin con poca delicadeza, exaltándola de inmediato y reemplazando el cansancio por un estado de alerta. Tomó la varita que descansaba junto a su futón, y se tambaleó hasta abrir la puerta con fuerza y encontrarse a Baenhab con cara de asustada.

—¿Qué pasó?

—Lo siento, Unnie. No quería despertarte —dijo de prisa.

—Yo creo que sí —replicó—. ¿Qué mierda pasa?

—Turner está aquí.

—¿Qué?

—Creo que pregunta por ti.

—¿Cómo que crees?

—Unnie, no hablo inglés.

—Mierda... trata de decirle que espere un momento.

—¿Cómo hago eso?

—Dile "wait a minute" y no hagas ninguna estupidez.

La chica asintió, y echó a correr por el pasillo hasta la puerta principal. Jangmi azotó la suya, y se colocó un simple vestido blanco, dejando el cabello de un tono naranja para variar la monotonía que llevaba. El ingreso de productos extranjeros al país había hecho más normal entre los mahonai los cambios radicales de aspecto, siendo más frecuente encontrarse a personas con el cabello rubio o rojizo de tanto en tanto. Seguía siendo mal visto por los mayores, pero a Jangmi ya le iba dando igual.

En cuanto estuvo presentable, salió apresurada a la sala de estar, donde Edward estaba sentado en silencio y con cara de pocos amigos frente a Baenhab, quien fumaba un cigarrillo mientras lo miraba inquisitivamente.

—Lamento la demora.

—No hay problema.

—¿Pasa algo?

—Bueno, me preguntaba si estabas libre para caminar un rato.

—Esto... claro.

—¿Qué está diciendo? —preguntó la chica.

—Vamos a salir.

Baenhab alzó la ceja de manera sugerente, y el cabello de Jangmi se puso rojo.

—No pienses estupideces.

—Entonces tú no las hagas.

—Eres una...

—Disfruta la tarde, Unnie.

Ella apagó su cigarrillo y caminó hasta su habitación. Jangmi recogió un pequeño bolso de color negro, en el que guardó su varita antes de salir a la calle.

—¿Qué ha pasado todo este tiempo? —le preguntó Edward—. Siento que llevo siglos sin verte.

—Es una sorpresa, así que no le digas a nadie.

—¿Están planeando algo?

—Un álbum.

—¡Jangmi! ¡Eso es increíble! Tienen que guardarme una copia.

—Voy a tratar.

—¿Cuándo estará listo?

—No tengo idea. Parece que esas cosas tardan mucho. Ya llevamos casi dos meses desde que firmamos el contrato. —suspiró— ¿Cómo va todo para ti?

—Pudimos descartar a la familia Hirai de la lista.

—Bueno, son casi diez personas menos.

—Pero todavía estamos lejos. Parece que ese maldito se deshace con el viento.

—¿Hay alguna pista nueva?

—Nada. Llevamos mucho tiempo estancados.

—Espero que se resuelva pronto.

—Todos lo esperan. Yo no dejo de estar intranquilo.

—¿Por qué?

—Hasta que no lo atrapemos, ni tú ni tus compañeras están del todo seguras.

—Podemos cuidarnos.

—Eso espero... No podría perdonarme que les pasara algo.

—A veces es necesario volver atrás para encontrar cosas nuevas. Me pasa un montón cuando escribo.

—Soy auror, no compositor, pero tomaré ese consejo.

Terminaron en un lugar conocido para ambos: un largo camino bordeado por árboles de cerezo, que en esa época del año ya no tenían flores en sus ramas, sino unas cuantas hojas que luchaban por no caer.

—¿Sabes qué más eres? Un mentiroso.

—¿Por qué?

—No me terminaste de contar por qué terminaste en Japón.

—Ah ¿no? —preguntó, confundido y ella negó con la cabeza—. No recuerdo en qué quedé.

—Que no te gustó venir al principio.

—Fue como si me arrancaran de lo que pensaba que era el cielo. Cuando me eligieron fue muy repentino todo. Rompió con los planes que tenía, pero ahora puedo decir que caí del cielo para conocer algo mejor.

—¿En serio?

—Tardé un tiempo en darme cuenta que jamás me gustó el caos que me pareció extrañar.

—Tienes potencial de escritor.

—¿Te parece?

—Te sale sin esfuerzo. Podrías hacer un libro.

—¿De dónde sacas tus ideas?

—Ahora las saco de muchos lugares, no solo de cosas personales.

—Pensaba que todo te pasaba.

—Hay unas que es obvio que sí. Una de las cosas que mi profesor me aconsejó fue no basarlo todo en la tristeza, así que he ido buscando otras cosas.

—¿Y eso es...?

—En este momento, cualquier cosa me ayuda.

—Dame un ejemplo.

—Hace un tiempo alguien me dijo que la manera como tocaba el piano le hacía pensar en otras cosas.

—¿Qué clase de cosas?

—No voy a decirlo aquí... Fue hace mucho tiempo, pero me causó gracia cuando lo recordé, y de ahí salió la primera canción que hice para Madang.

—Me gusta que seas más optimista.

—Solo en las letras.

—Seguramente están bien, donde quiera que estén.

—Todavía tengo la esperanza de encontrarlos, pero cada que aparece una pequeña posibilidad la vida me apuñala.

—Vas a encontrarlos, ya verás.

—¿Y si no? Es doloroso cada vez que estoy tan cerca de algo y no lo consigo.

—Jangmi, dale tiempo al tiempo. Siempre es mejor ser paciente para encontrar lo que se busca. Ten un poco de fe, pero no dejes que te ciegue. Hay que ser realista, pero no pesimista en extremo.

El viento atravesó el sendero con sutileza, esparciendo el olor de las pocas flores que quedaban por todo el camino. Edward posó una mano en su hombro de manera reconfortante, y ella suspiró.

—¿Qué haría sin ti?

—No lo sé. —se burló— ¡Ven! este lugar es perfecto para una foto

La tomó de la mano para llevarla hasta el borde del camino, donde había un único árbol que se negaba a perder sus flores pese a que la temporada de florecimiento había terminado.

—Es una lástima que no se vea el color...

—Siempre puedes imaginarlo.

—Conseguí unas entradas para un partido de Quidditch la próxima semana ¿Estás libre?

—Creo que sí. Por fin tenemos un descanso.

Un patronus con forma de lince llegó hasta ellos, siendo poco visible a la luz del sol. No pasó ni un segundo hasta que empezó a emprender un nuevo camino.

—Jangmi, lo siento... Parece que algo ha pasado.

—Anda, ya llegaré a casa.

—Ten cuidado.

—Lo prometo.

Él empezó a correr tras el animal, y ella decidió disfrutar un rato más del aire fresco, y luego emprendió el camino de regreso con bastante calma, flotando entre la gente que pasaba y caminando de manera instintiva por las calles estrechas que se le habían vuelto tan conocidas.

De un camino perpendicular que conducía a una casa de té popular entre los magos, un hombre llegó corriendo sin consideración, y chocó con ella lo suficientemente fuerte para hacerla caer tras golpear el muro detrás de ella, sin embargo, siguió su camino a trompicones, ignorando haber chocado a una persona.

Jangmi trató de levantarse, pero fue entonces que notó unas enormes manchas rojas en su vestido que emanaban un fuerte olor a óxido.

Estuvo a punto de gritar, pero de la nada, tres desconocidos y un rostro más familiar llegaron desde el mismo lugar en que ese hombre había aparecido, aumentando su confusión.

—¡¿Hacia dónde se fue?! —preguntó uno en japonés.

Jangmi señaló la dirección en la que había visto correr a la persona cuya identidad no quería confirmar.

Los tres japoneses empezaron a correr en esa dirección, mientras Edward se agachaba para asegurarse de que no estuviera herida, con notable preocupación en el rostro.

—Era él ¿verdad? —Él le respondió asintiendo, y sus manos comenzaron a temblar— ¿Mató a alguien? ¿Quién es?

—Por fortuna hemos llegado a tiempo. Es una anciana, logró dar la alerta.

—Pero... ¿y esta sangre?

Edward la vio directamente a los ojos, y los de ella se abrieron como platos sin necesitar de palabras para entender que ese monstruo disfrutaba jugando con sus presas antes de matarlas.

—Pudo haber sido más grave —susurró, quitándose la chaqueta para dársela a ella—. No llegó a tocar su cara, y en Okuninushi pueden reconstruirle los dedos.

Edward le acomodó la chaqueta sobre los hombros, cubriendo lo suficiente la sangre en su vestido como para no alterar a nadie más.

—No puede ser...

—Calma... —Extendió su mano. Jangmi la tomó con poca fuerza, y se levantó temblorosa, respirando con agitación.

—Lo tuve de frente... no le vi la cara... Soy una idiota, no vi su cara ni teniéndolo cerca ¡mierda!

—Ya pasó, Jangmi. Vas a estar bien. El malnacido escapó a pie para que no lo podamos rastrear, pero vamos a encontrarlo, te lo prometo.

Edward la abrazó, y con un chasquido, aparecieron en el portal de su apartamento. Llamó a la puerta con suavidad, y Yeonjin la abrió con una sonrisa, que se esfumó al ver sus expresiones y las manchas en el vestido.

Pasaron largos minutos de problemas de comunicación por la incapacidad de las chicas de hablar inglés, el japonés chapurreado de Edward y las traducciones flojas de Jangmi, quien seguía pasmada.

Yuhye preparó un té de manzanilla que bebieron en completo silencio, hasta que, por fin, Jangmi pudo articular una frase coherente en inglés.

—Ya estoy bien.

—¿Segura?

—Sí, estoy segura. Deberías ir a ver qué ocurrió.

—Vendré luego.

—No te preocupes, he salido de cosas peores, y estoy con ellas.

—No duden en decirme si necesitan algo.

Jangmi asintió, tradujo aquello a sus amigas, y sonrió levemente para despedirse de él.


Con este capítulo acabo las publicaciones maratónicas de diciembre para retomar el horario habitual en enero. Desde ahora, los capítulos van a ser quincenales el segundo y último domingo del mes.

Por cuestiones de tiempo me es imposible publicar extra de navidad y año nuevo, pero desde aquí les deseo un prospero 2024 lleno de alegría y metas cumplidas.

Gracias por leer.

Próximo Capítulo : 2024-01-14


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