여섯. Primavera
Inari Roji se había convertido en un lugar más habitual para Jangmi y Jihyun desde su graduación. Ya no lo visitaban solo para buscar calderos y libros, sino que también para hacer compras más habituales.
Mientras que algunos alimentos los compraban en un mercado mahonai, otros solo los conseguían en el callejón mágico, tales como algunos de sus dulces favoritos y los ingredientes de la poción para no soñar que Jangmi preparaba cada semana.
En lugar de hacer esa labor de la compra solos y en silencio, habían acordado ir juntos a donde fuera necesario y conversar entre tanto. Solían hablar en coreano, tal y como en casa, no por necesidad de ocultar algo a la mayoría de la población, sino porque les resultaba más cómodo.
—Empezaron a delegar proyectos del ministerio —dijo Jihyun de manera animada mientras escogía unos rábanos, que iba dejando en la canasta que Jangmi cargaba—. Espero que me dejen proponer algunos.
—¿Tienes algo en mente?
—Reunir familias que se separaron por la guerra.
Jangmi permaneció pasmada por un momento. No se le hacía raro que Jihyun quisiera ayudar a la gente, pero no se imaginaba que había estado planteando un proyecto tan ambicioso como aquel.
—¿Ya sabes cómo?
—Estuve pensando en un registro. Quienes busquen a sus parientes pueden registrar sus datos familiares para facilitar la búsqueda. Se necesitan alianzas con ministerios de los países a los que las familias migraron para localizarlos, y maneras de dar a conocer la iniciativa para que las personas se registren, aunque eso ya se verá luego.
—Vaya, lo has pensado bien...
—Espero que se pueda realizar algún día, o colaborar en algo similar. No me importa. Quiero ayudar.
—Eres muy buena persona, Jihyun. No vayas a dejar que nadie se aproveche de eso.
—No soy tan tonto, Nuná.
—No dije eso, solo que eres muy noble y, en general, la gente es una mierda y lo sabes.
—Bueno... tienes razón... por cierto ¿qué ha pasado con esa Kim Yeonjin últimamente?
—Todo sigue igual, y el señor Taguchi quiere que cante con ella.
—¿Por qué?
—Pues le parece que las cuatro haríamos buen equipo.
—No suena mal.
—Yo no quiero tener que organizar una presentación con alguien que me odia.
—Lo estabas haciendo con Ryuko en quinto.
—Eso fue diferente. Ya no nos llevábamos mal.
—Si Kim Yeonjin se disculpara ¿aceptarías el trato?
—Solo si es sincera.
—¿Cómo lo sabrías?
—Eso se nota, Jihyun. La sinceridad es como un cristal, y ves incluso que esa sinceridad es trasparente o es opaca.
—Supongo que tienes un sexto sentido para eso.
—Tal vez —rió Jangmi—. Así que cuando quieras saber si un chico es sincero contigo, me avisas y lo someto a mi sexto sentido.
Las mejillas de Jihyun se enrojecieron tanto como los tomates que llevaba a la canasta. Se rió al igual que Jangmi y empujó su hombro de manera juguetona.
—Vamos a Inari Roji —dijo ella—. Necesito los ingredientes para hacer las pociones esta noche, o no dormiremos en toda la semana.
—Como mande, capitana.
Tras salir de la tienda, ambos caminaron hasta ocultarse tras unos arbustos, donde Jangmi agarró del brazo a Jihyun para ir a su siguiente destino.
花
Las semanas de Jangmi empezaron a resultar tremendamente maratónicas desde que empezó a cantar como segundo trabajo. Con tal de llegar a tiempo a ese compromiso nocturno, debía salir unos minutos antes de Okuninushi. Para que su jefe permitiera eso, ella debía cumplir más horas extras que cualquiera en compensación por su salida temprano por dos días.
Aquel día había salido como de costumbre, y apareció en directamente frente al tapiz del samurai que ya empezaba a reconocerla, así que le permitía entrar sin que tuviera que sacar la varita.
Al entrar al camerino solo se encontró a Baenhab, sentada junto a la ventana con un cigarrillo encendido.
—Buenas noches.
—¿Has pensado la idea del cuarteto? —preguntó Baenhab de manera directa.
—No tengo nada que pensar. Sobro en la propuesta.
—Te voy a decir lo que pienso, Unnie —Apagó el cigarrillo contra el marco de la ventana y lo tiró al exterior, observando a Jangmi en todo momento—. Las tres somos buenas, y juntas nos irá bien, pero hay algunas cosas que nos faltan.
—Baenhab-ya, no insistas.
—Escúchame por un minuto. Nos hace falta un registro diferente. Las tres llegamos a notas similares. Falta algo más grave. Eres muy talentosa en muchas cosas de la música. No te necesitamos para ser buenas, te necesitamos para destacar, para ser mejores.
—Esperas demasiado de mí.
—Espero lo que se debe de una vocalista principal de Mahoutokoro.
Jangmi estaba punto de decirle que eso estaba en el pasado justo cuando Yuhye entró en el camerino, saludando con mucho ánimo y alegría a las dos chicas que ya estaban allí, hasta que Baenhab, sin disimulo alguno, le lanzó una mirada fulminante que la hizo retroceder.
Yuhye empezó a retirarse justo cuando Yeonjin entró. Ambas se tropezaron, y la más pequeña pidió perdón sin que nada más pasara entre ambas. Jangmi aprovechó ese momento para alejarse de Baenhab. Las cuatro empezaron a prepararse.
El señor Taguchi atravesó la cortina con mirada seria, observándola acusatoriamente a través del espejo mientras se arreglaba.
—Hoy Yuhye y Baenhab decidieron presentarse juntas, así que, primero irán ellas, luego Yeonjin y termina Jangmi.
Las cuatro asintieron, mientras a las dos mayores se les escapó una maldición en un susurro al tener que pasar juntas, como mínimo, tres minutos.
Cerca de las nueve, las dos chicas salieron para presentarse. Sus voces combinaban a la perfección, sin opacarse entre sí, sin desafinar ni un poco, compensándose la una a la otra.
—¿Por qué no has aceptado? —preguntó Yeonjin, apartando a Jangmi de la música.
Ella giró a verla con desconcierto por la pregunta, y a modo de respuesta, la miró de arriba abajo antes de tomar su cepillo para eliminar nudos inexistentes en el cabello que ese día estaba de color azul.
—Así que el problema soy yo.
Permaneció en silencio, tratando de ignorarla por la rabia que le causaba, así que se levantó para ver bien en el espejo el atuendo que llevaba. Con su sueldo, le había encargado a la señora Kubi un par de trajes para ella, pero con un corte distinto que no hacía parecer que le había robado los trajes a Jihyun, sino que siempre habían sido suyos. La costurera la tomó como una broma en primer lugar, pero, tras un par de visitas insistentes, había aceptado el pedido. Ciertamente era extraño, pero le gustaba usarlos.
—Tu odio es infundado...
—¿Tengo que recordarte lo que insinuaste cuando nos conocimos? ¿O que me llamaste ladrona?
Yeonjin no respondió por un momento, y dejó el pintalabios rojo que había estado usando con desprecio en la mesa.
—No te conocía. Solo podía desconfiar de tí.
—No trates de excusarte.
—No es eso... Yo... —hizo una larga pausa, en la que respiró hondamente—. Estaba celosa.
—¿De qué salí temprano en mi primer día? —cuestionó con incredulidad.
—Mira, simplemente te dieron un beneficio que ninguna de nosotras había tenido en su primer día, y cualquiera pensaría...
—No fue así.
—Al parecer no. Si fueras su "favorita" no te tendría hasta tan tarde bajo ninguna circunstancia.
—El orden ha cambiado varias veces, Yeonjin nim.
—Por supuesto que sí —sonrió con cierto pesar—. Estaba equivocada. Fue una tontería y lo siento de verdad.
—Gracias. Espero que dure —contestó sin creérselo.
—Lo digo en serio. Espero que la paz pueda darse entre nosotras. —Yeonjin se levantó, acomodándose el ceñido vestido color rojo que llevaba hasta acercarse a ella—. Seon Jangmi, lamento haber pensado mal de ti.
Su atuendo y el espacio no permitían que se inclinara con la frente en el suelo como solía hacerse, pero en su mirada vio que, en otras circunstancias, lo habría hecho, pero se adaptó a lo que había, e hizo una inclinación pronunciada.
El señor Taguchi abrió la cortina de repente y las encontró en ese cuadro, poniendo una cara de sorpresa que Yeonjin pudo ver al levantarse, respondiendo con un leve enarcamiento de su ceja.
—Es tu turno, Yeonjin.
La chica salió taconeando por el pasillo, y Jangmi se asomó con discreción para oírla. Su voz era suave y dulce al principio de la canción, llena de sentimientos. La melodía era alegre, y se había atrevido a cantar a capela, iniciando con solo el chasquido de sus dedos para marcar el tiempo, que fue reemplazado por las palmas del público.
En esa voz suave, Jangmi notó una fuerza que se contenía por el tono de la canción, que, de no ser por el ambiente que le daba ese lugar y la falta de un instrumental, podría haber jurado que era música tradicional.
Se pasó la canción entera embobada, viendo como conquistaba al público solo con su voz y su presencia.
—Talentosa ¿no es así? —dijo el señor Taguchi a su espalda, y ella le respondió asintiendo.
En el escenario era carismática, llamativa y confiada, como si hubiera nacido para eso. Subía sin vacilación, y de la misma manera entonaba cada nota. Era una artista.
Si sus disculpas eran sinceras y de verdad no habría más problemas a futuro, cantar junto a ella no era mala idea.
—Creo que acepto, señor Taguchi.
—¿De qué hablas?
—Cantaré con ellas, pero tengo un par de condiciones.
—Espero que no me pidas que te aumente el salario.
Esa misma noche, las cuatro se pusieron de acuerdo en cuanto a la canción y al horario de los ensayos como parte de las condiciones de Jangmi: Si cantarían juntas, no sería de la noche a la mañana, y debían ensayar al menos tres días a la semana hasta que todas se sintieran preparadas. Obviamente, el señor Taguchi protestó al respecto, pero las otras tres chicas estuvieron de acuerdo con ella. Ese era un cambio que debía tomar su tiempo.
Habían elegido una canción popular de una artista estadounidense que Baenhab y Yuhye adoraban, y que a todas les sonó como una buena idea para lograr su cometido: llamar la atención.
—Unnie, esto es muy complicado —se quejó Baenhab.
—Ustedes eligieron la canción —recriminó Yeonjin.
—Sí, pero no pensé que fuera tan complicada de cantar.
—No es necesario que quiebres la voz tanto como ella —indicó Jangmi—. Solo haz un quiebre suave.
Baenhab repitió esa parte que le daba problemas desde un par de frases antes con la ayuda del piano que tocaba Jangmi hasta conseguir la nota adecuada para ese quiebre, y así lo hicieron las cuatro.
Cada una se aprendió la letra completa, y en la segunda semana de ensayo, dividieron las partes que cada una cantaría y determinaron en qué momento harían armonía con las otras.
—Creo que para que el quiebre salga mejor, debemos cantar en voz de pecho —sugirió Jangmi— Si no usamos la voz mixta, al llegar al passagio, el quiebre nos va a salir mejor.
—Unnie, la voz sale por tu boca —se burló Yuhye.
—¿Cómo sabes tanto de técnica vocal? —preguntó Yeonjin.
—Aprendí en Mahoutokoro.
—¿Entraste al club de música? —exclamó asombrada.
—Ella es la única coreana que ha entrado hasta la fecha —dijo Baenhab.
—Ni siquiera sabía que aceptaba coreanos.
—¿Lo intentaste? —preguntó Jangmi.
—Ni se me pasó por la cabeza.
—¿Cómo es que no se conocieron? —preguntó Yuhye, señalando a las dos mayores— Entiendo que nosotras no nos viéramos con Yeonjin Unnie, pero ustedes no se llevan tantos años.
—¿En qué año te graduaste, Yeonjin-ssi? —cuestionó Jangmi.
—En abril del cuarenta y cuatro.
—Yo entré al club ese año en mayo. Puede que por eso no me vieras antes.
—Yeonjin Unnie está vieja —se burló Baenhab.
—Ya quisieras llegar a mi edad así —contestó con burla.
—Buenas tardes, señoritas —saludó el señor Taguchi, quien acababa de entrar por el tapiz del samurái, acercándose a ellas con una sonrisa que ya les era familiar—. ¿Cómo van los ensayos?
—Bastante bien, de hecho —respondió Yeonjiin—. Creo que estaremos listas para el fin de semana.
—¿E-escuché bien? —dijo con impresión, y las cuatro se limitaron a asentir— ¡Excelente! Se tardaron bastante.
—El arte toma su tiempo —sonrió Jangmi.
花
El bar se llenó, como de costumbre, de un público variado. Había grupos de medimagos, empleados del ministerio, tenderos de Inari Roji, yoakes y aurores que pasaron buena parte de la noche bebiendo con sus compañeros hasta que el señor Taguchi subió al escenario un poco más tarde de lo usual.
—¡Buenas noches! —saludó con alegría—. Seguramente han extrañado las actuaciones de nuestras cuatro talentosas cantantes ¿no es así?
Desde el camerino, las cuatro escucharon varias voces dándole la razón.
—Pues esta noche les tenemos una presentación especial que de seguro nadie se esperaba. —El público aplaudió—. Por primera vez juntas ¡Demos la bienvenida a Kim Yeonjin, Seon Jangmi, Tang Yuhye e Im Baenhab!
En lo que el señor Taguchi colocaba el disco con la música, las cuatro salieron del camerino con ropa a juego, imitando a los cuartetos estadounidenses que empezaban a tomar popularidad: Yeonjin subió antes que el resto, usando una camisa sin mangas blanca y una falda amplia de color negro, seguida de Jangmi, con un traje de pantalón y chaqueta de color negro con una camisa blanca. Yuhye usaba un vestido negro de cuello blanco de estilo sencillo, y Baenhab un vestido largo y entallado de color blanco con un cinturón negro. Se veían como parte de un todo sin llegar a perder su autenticidad.
La música inició de inmediato, y Baenhab empezó a cantar con un falsete que le dejaba cierto aire coqueto. El resto empezó a marcar el tiempo con las palmas, y algunos estadounidenses las imitaron, animados por una canción tan familiar.
Las voces de las dos más chicas siempre sonaron muy bien en conjunto, pero la armonía de las cuatro fue inesperadamente asombrosa.
Se fueron turnando las estrofas y el quiebre repetitivo del coro que tanto les costaba, pero que esa noche les salió bien en cada caso.
El pequeño público estalló en vítores y aplausos, y Yuhye tuvo que agrandar el tarro de cristal que dejaron para las propinas por la cantidad de monedas que iban cayendo. Varios comensales se pusieron de pie, repitiendo sus nombres en una barra mientras conjuraban diversos tipos de flores para lanzarlas a la pequeña tarima.
花
Las notas de piano inundaban el espacio vacío del bar el domingo en la mañana. Las secciones de notas se iban repitiendo en el piano hasta conseguir una secuencia armónica y un ritmo adecuado. Las letras solían salirle con más facilidad, pero la melodía era otra historia, en la que debía respetar ciertas reglas y mantener una coherencia a lo largo de la canción.
Había encantado a un pincel para que le hiciera de copero, y que escribía y tachaba las notas que salían del instrumento a medida que ella las tocaba, reemplazaba o descartaba.
Hasta ese entonces, habían estado cantando canciones populares de Estados Unidos, Japón y Corea, pero la idea de crear una identidad propia para ese pequeño grupo llevaba un tiempo rondando en su cabeza. Las cuatro lo habían dialogado y meditado bastante tiempo hasta que decidieron tomar el riesgo con una primera prueba.
Jangmi le había dado una muestra a Yeonjin de la única composición que tenía, convenciéndola por fin de aceptar la idea.
Había decidido imitar el estilo de Estados Unidos, que también se estaba popularizando bastante en Japón, pero no disponía de la gran mayoría de instrumentos para trabajar, así que solo usaría el piano.
Desde el primer borrador pudo notar en qué momento le iría mejor la voz de cada una. Llevaban ya varios meses con esa modalidad, y ya conocía las limitaciones vocales y talentos de cada una, así que ese trabajo de composición sería más sencillo.
—¿Cómo va todo Jangmi?
Ella se sobresaltó un poco por la interrupción del señor Taguchi, quien se acercaba con una sonrisa desde el depósito.
—Veo que estás muy dedicada a eso —dijo señalando la partitura.
—Debió ver el fin de semana en que compuse mi primera canción.
—¿Fue interesante?
—Si interesante es no comer ni dormir por tres días, entonces sí. —Él la miró con los ojos abiertos, y trató de decir algo, pero las palabras no le salían— Tranquilo, esta mañana desayuné.
—No arriesgues tu salud por eso.
—Ya aprendí la lección.
—¿Tardarás mucho en terminarla?
—Casi acabo de empezar, y con dos trabajos no sé si tenga todo el tiempo que me gustaría. También falta que ensayemos y hagamos correcciones con eso.
—Ustedes y sus ensayos...
—Si no la ensayamos, no saldrá bien. Usted quiere que salga bien y nosotras también. Todos salimos ganando.
—Entonces háganme el favor de no tomarse tanto tiempo ¿sí? También deseo que el dinero entre rápido, y eso les incumbe.
—Sí, señor.
Taguchi se giró para irse, y Jangmi regresó al piano para terminar el trabajo del día, cuya meta estaba en componer la introducción. Él ya estaba dando las primeras zancadas hacia el pasillo y ella las primeras notas del piano cuando recordó algo.
—Señor Taguchi ¿puedo pedirle un favor?
—Espero que no me pidas que te preste dinero.
—No es eso. Me preguntaba si esta noche podría cantar algo más personal.
—¿En qué sentido?
—Pues... son canciones especiales. Las primeras que compuse.
—Espero que no deprimas a mis clientes al punto de que no regresen.
—Regresarán. Siempre lo hacen.
—¿Dos canciones? —Ella asintió—. ¿Son tristes? —Volvió a asentir—. Entonces saldrás segunda.
—Muchas gracias.
Jangmi continuó trabajando por un par de horas en la canción para las chicas, y se dedicó a practicar su acto de esa noche antes de regresar a la pensión para almorzar con Jihyun y descansar un poco antes de la noche.
En el exterior, la suave brisa de primavera agitaba los arboles de cerezo de todo Kioto y se colaba por los callejones más estrechos para refrescarlo todo. Los pétalos rosados de aquellas flores volaban por toda la ciudad como en cada primavera.
Caminó hasta la pensión, donde encontró a Jihyun lavando a mano sus camisas en el patio sin ayuda de la varita, con las mangas arremangadas e inclinado para no mojarse. La recibió con una sonrisa cansada.
—¿Cómo te fue, Nuná?
—Esta noche va a ser especial, Jihyun. Algo me lo dice.
Próximo Capítulo : 2023-10-08
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