아홉. Horizonte
Una noche más, Jangmi bajó de la tarima al acabar una nueva canción. Tras cambiarse de ropa en el camerino, salió para encontrarse con Jihyun en la barra para descansar de su último día laboral esa semana. El chico ya la esperaba con una copa para ambos y su chaqueta sobre una de las butacas para apartarle el espacio a ella.
Pasaron un buen rato hablando tonterías de sus trabajos mientras las copas les hacían un poco de efecto. Ella había terminado temprano, así que tenían bastante tiempo para evadirse de sus vidas, y se tomaban con calma ese pequeño descanso.
Estaban tan separados de la realidad que no se dieron cuenta de la hora, ni de que un conocido se acercó a ellos con discreción hasta que llamó la atención de Jangmi tocando su hombro levemente.
—Me disculpo por molestarlos. —dijo Edward en japonés, con tono formal.
—Has mejorado.
—Gracias, Jangmi... —con las manos inquietas sobre su vaso de vidrio, observó hacia la puerta, a Jihyun por un instante, y finalmente a ella— ¿Me permites un momento a solas?
—Esto... Está bien.
Pidió a Jihyun que se mantuviera al pendiente. No porque desconfiara del auror. No estaba segura del motivo de esa petición de apoyo a su hermano, pero lo necesitaba.
Ambos salieron por el tapiz de samurái y se pararon ahí. No era tan temprano como para que más gente llegara, ni tan tarde para que los clientes salieran. El guerrero en el tapiz los observó con cautela.
—¿Pasa algo? —preguntó ella
—Llevo tiempo pensando en algo, pero temo que hacerlo me haga perder algo que aprecio.
—¿Necesitas consejos? No sé si te pueda ayudar...
—Más bien... necesito una respuesta de tu parte.
Algo en sus ojos le resultaba conocido, algo efímero que se consumía por el miedo y por un leve arrepentimiento apresurado que se asomaba.
—No sé cómo se hacen las cosas aquí, nadie me lo ha dicho, así que tendré que hacerlo a mi manera.
—No te entiendo.
—Me gustas, Jangmi. Me di cuenta hace poco, pero creo que ya lo sabía.
En la tenue luz de la entrada escondida, su cabello tomó un tono rojo tan intenso que podía verlo reflejado en los ojos del auror. Ese brillo camuflaba el sonrojo que él mismo tenía.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Me gustaría que seamos algo más, Jangmi.
Lo único que escuchaba era el latido de su corazón retumbando en sus oídos. Clavó la vista en el suelo, completamente apenada antes de siquiera decir nada.
—No puedo, lo siento.
—¿No puedes o no quieres?
—No puedo porque no quiero tener nada atándome a este país cuando la guerra acabe. Te tengo aprecio, pero no puedo... No puedo decirte que sí y largarme cuando los diálogos terminen. Lo siento en serio.
—No te disculpes, no tengo nada que reclamarte... Espero que podamos seguir como amigos.
—Claro que podemos.
Tras un momento en silencio, en que Jangmi no quitó la vista de sus zapatos, observó al hombre frente a ella, quien observaba hacia la calle, donde la usual lluvia del inicio de la primavera empezaba a caer con suavidad sobre los tejados.
Jangmi observó al guerrero en el tapiz, único testigo de lo que acaba de pasar. El samurái se inclinó para asegurarle que no diría nada. Justo en ese momento, Jihyun salió del bar con gesto inquieto.
—Nuná, ya es hora.
Ella asintió, y empezó a caminar junto a Jihyun hacia la calle. Se despidió con la mano de Edward, todavía apenada, y él le respondió con el mismo gesto y una sonrisa triste.
Ambos llegaron hasta el callejón, cubiertos por sus varitas para no mojarse. Aparecieron en el callejón aledaño a la pensión, y retomaron su camino con un poco de prisa para que sus pies no terminaran inundados.
—¿Qué te dijo? —preguntó Jihyun, con tono de broma—. Parece que tienes el cabello incendiado.
—Jihyun ¿tienes pareja?
—No, es difícil encontrar a alguien ¿A qué viene la pregunta? —un gesto de sorpresa se asomó por su rostro— ¿Tiene algo que ver con ese hombre?
—Pues... Un poco.
Ambos se metieron a la habitación de Jihyun tras quitarse los zapatos en el genkan, y Jangmi aisló el sonido con su varita para que Jiseo, que seguramente estaría pegada a la pared de papel tras verlos entrar juntos, no escuchara nada. Jihyun se sentó frente a la mesa, pero ella permaneció de pie mientras le contaba todo, con el cabello más rojo que nunca. Jihyun la observaba con una sonrisa burlona.
—No es por decir que te lo dije, pero... te lo dije.
—¿Cómo iba a saberlo en ese momento? No me lo esperaba.
—¿Te gusta?
—No estoy segura.
—¿Hace cuánto que se conocen?
—Desde la primavera pasada. Casi un año... pero es como si fuera más tiempo.
Jihyun le dio unas palmadas al suelo para mandarla a que se sentara junto a él. Le puso una mano sobre su hombro con suavidad al notar que ella mantenía la vista en sus rodillas.
—¿Cómo te sientes junto a él?
—La verdad... Bastante bien. Es cómodo estar con él, pero también me siento cómoda contigo.
—No es el único determinante, Nuná. Sigue pensando.
—Maldición, esto es difícil... Es extraño. Son unos nervios extraños. Los más intensos que he sentido, pero me siento feliz. Es raro. Es alguien muy expresivo y malditamente directo, pero no me incomoda.
—¿Te gustan las personas así?
—No lo sé... Al menos me gusta que él sea así.
—Ya ves. Parece que sí te gusta.
—Mierda ¿Hice mal, Jihyun? No estoy segura de nada.
—Recuerda cuando empezó la guerra...
—¿Hacia dónde vas con eso?
—Cierra el pico y escucha. —En un momento de silencio, Jihyun atrajo hasta ellos un par de vasos que guardaban para beber juntos. En ellos generó un poco de agua con la varita. Dio un largo trago antes de volver a hablar—. Cuando esto empezó dejaste de cantar, no te presentaste en el festival porque te faltó fuerza para eso...
—He vuelto a hacerlo.
—A lo que voy es que esto no te deja vivir. Te está limitando. No eres tú quien decide, es la guerra la que limita lo que haces.
Ella se quedó en silencio, pero asintió para darle la razón a lo que decía. No buscaba justificarse ni reclamarle que él también había estado igual de mal que ella. Sabía que él era consciente de eso, pero se limitaba a escucharlo.
—Si no estuvieras en esa situación ¿hubieras aceptado?
—Tal vez. Lo más probable es que sí.
—Entonces ahí está tu respuesta.
Jangmi lo observó a los ojos con una mezcla de sentimientos que no lograba sintetizar para entenderlos del todo. Estaba nerviosa y sorprendida, pero también contenta y aliviada. Su amigo la tomó de la mano para mostrarle su apoyo, y ella se lanzó a abrazarlo.
花
Si bien Jangmi siempre había sido consciente de sus planes de irse en cuanto tuviera la oportunidad, temía dejar sin más el pequeño proyecto que había iniciado con las otras tres chicas. Llevaba la semana entera pensando en sí debería decirles que se iría o simplemente desaparecer de sus vidas cuando ese momento llegara. Tal vez ellas lo verían como un impulso desesperado por recuperar a su familia y la entendería, o como una traición que jamás perdonarían aunque no la vieran de nuevo.
El viernes en la noche llegó al camerino con un gesto más sombrío y el cabello desteñido por la preocupación, aunque ellas no la conocían lo suficiente para distinguir ese detalle. Banehab se limitó a comentar que parecía una anciana con el cabello así.
Las saludó como de costumbre y empezó a prepararse para su presentación de esa noche. Las cuatro se sumieron en un silencio extraño en el que solo se escuchaban los calentamientos vocales de cada una y peticiones de compartir algo de maquillaje.
Cuando el señor Taguchi entró para anunciarles su orden de esa noche se sorprendió al encontrarlas en ese ambiente, pero se limitó a dar su mensaje e irse por donde llegó.
—Chicas... —Las tres giraron a la vez a observarla, con inquietud en sus miradas—. Tengo que decirles algo. Espero que no lo tomen a mal.
—Ya decía yo que estabas muy rara hoy —dijo Baenhab—. Desembucha.
—Si han escuchado de la guerra, sabrán que están dialogando, y que deseo volver a Corea cuanto antes.
—¿Vas a irte? —preguntó Yuhye, notablemente decaída.
—Existe esa posibilidad. No sé qué tan cercana sea, pero es lo más seguro que tengo en este momento.
Permanecieron en silencio un rato, sin hacer nada, con la mirada baja por la tristeza y la pena. Jangmi las observó con timidez. Tal vez no se conocieran desde hacía mucho tiempo, pero empezaba a sentirse cómoda con personas similares a ella tras dos años de haber empezado esa nueva vida. Le resultaba extrañamente difícil dejar esa parte de su vida que no pensó llegar a querer.
—Gracias por todo este tiempo. Jamás me imaginé cantar con alguien más, y ha sido increíble hasta ahora. Me gustaría que durara más, y les pido perdón por el esfuerzo que han invertido en esto y que estoy haciendo que pierdan...
—No puedo enojarme por eso. Debes hacer lo que te haga feliz, Jangmi-ssi —susurró Yeonjin—. Piensa en ti y en tu familia ya que tienes la oportunidad. Nosotras estaremos bien.
Las otras dos chicas asintieron de manera comprensiva. Los ojos de Jangmi se llenaron de lágrimas que se secaron antes de presentarse esa noche.
Jihyun había tenido que quedarse haciendo horas extras, así que se fue directo a la pensión a descansar un poco. Aun así, Jangmi bajó del escenario camino a la barra para darse un pequeño descanso rápido antes de irse a dormir, aunque también iba con la intención de quitarse la pena para hablar con alguien que ya estaba sentado en su lugar de siempre.
—Lo hiciste bien hoy —Edward la felicitó antes de que ella se sentara.
—Gracias. Me siento tranquila.
—¿Y eso a qué se debe?
Antes de hablar, pidió con prisa una botella de nihonshu, a la que le dio un trago rápido y largo que le sacó una risa a su acompañante. Haber tomado alcohol le empezaba a ayudar para disimular el sonrojo en su cabello y su rostro, además de eliminar el miedo que había estado sintiendo.
—¿Sabes lo que es el Ukiyo?
—No conozco esa palabra.
—No me extraña. Según me han enseñado, no tiene una traducción exacta. Viene a ser como "el mundo flotante".
—¿Es una filosofía?
—Algo así. Es apreciar lo efímero de la vida. Vivir cada día como el último y dejar de preocuparse. Perdona si parece que me desvío.
—Justo te iba a preguntar a qué viene eso.
—No me sale ser tan directa como tú... Tenme paciencia.
—Te escucho.
—Aquí somos más discretos con eso que me preguntaste hace unos días. En la escuela alguien simplemente me dijo que era una idiota por no darme cuenta. Con otra persona solo surgieron las cosas y jamás se declaró, pero eran otros tiempos más fáciles de llevar.
—¿Crees que me equivoqué con la forma?
—No es eso... Yo me equivoqué con la respuesta. Al igual que tú, solo me hacía falta darme cuenta de lo que ya sabía.
—Entonces...
—Supongo que hay que vivir. Mis planes siguen igual, pero ahora no me parece bien dejar pasar las cosas por algo que no sé cuándo va a ocurrir.
Simulando estar un poco distraída, colocó un mechón de su cabello tras la oreja. Aprovechó el movimiento para dejar caer su mano sobre la de él, quien la observó con sorpresa. Ella se limitó a soltar una risa suave cuando sintió un leve apretón.
花
Los sábados, al tener más clientela por ser ser el último día laboral para muchos magos, era el elegido para sus presentaciones grupales, ya fueran las cuatro completas o duetos. Además de ser sábado, también era verano, y había un ambiente mucho más alegre y despreocupado en el establecimiento.
Las cuatro subieron a la tarima vistiendo prendas de un mismo color, en diferentes estilos que habían terminado por definirlas en escena.
Yeonjin se paró en una punta del escenario, las dos más jóvenes se quedaron en la otra y Jangmi se sentó en el piano. Se miraron entre sí con los ojos llenos de ilusión y nervios, como si esa fuera su primera vez en un escenario, sin saber lo que pasaría después ni cómo saldría.
Jangmi había tardado más de lo habitual en componer la canción debido al poco tiempo del que disponía, tanto para eso como para los ensayos, así que no estuvieron del todo convencidas de hacer esa presentación hasta haber ensayado por meses.
—Buenas noches a todos —saludó Yeonjin con una sonrisa—. Esta noche es muy especial para nosotras, y esperamos que también lo sea para ustedes. —Hizo una pausa, en la que vio a todas sus compañeras—. Esta canción es fruto del trabajo de Seon Jangmi. Esperamos que la disfruten.
El público aplaudió y ellas se acomodaron, tomaron aire, y Jangmi empezó la canción junto a Baenhab.
I'm ready for some action
Are you ready for perfection?
Hey, piano man.
La chica lanzó un beso al público, y Yeonjin empezó a marcar el tempo chasqueando los dedos.
Mis tacones y el pintalabios
Cuidadosamente aplicados
Sus ojos ni siquiera lo notan, tan aburridos son ellos
Creo que fue entonces cuando viniste
Las tres se movían por el escenario, lanzando miradas coquetas al público mientras Jangmi las acompañaba con el piano, teniendo pocos versos que le quedaban bien a su voz, aunque no le preocupaba.
Todos los presentes habían empezado a aplaudir al ritmo de la música, silbando y ovacionándolas sin que la canción hubiera llegado a su final.
Cuando sus dedos tocan el piano
Tengo pensamientos pícaros
Me late fuerte el corazón
Mi cuerpo es igual que un piano
Yuhye había empezado a hacer un pequeño baile que coincidía con algunos de los versos de la canción, moviendo los dedos como si tocara un piano imaginario.
Las cuatro hicieron una armonía, en la que la voz de Yeonjin destacó con potencia, acompañada de aplausos descontrolados por la emoción.
Querido, tú eres mío.
Hey, piano man
Cuando termine esta canción ven a mi
Se acabó la charla
La última melodía
Quiero que sea tu y yo
Quiero escucharla
Mañana, el día siguiente, seguimos encontrándonos.
Los aplausos continuaron por un largo rato, en el que las cuatro se juntaron para hacer una reverencia. Al inclinarse, notaron como varias flores caían a sus pies. Un destello de luz las cegó desde algún lugar del público, pero no estaban seguras de qué había sido. Pese a esa repentina interrupción, todo se mantuvo tranquilo, así que no cambiaron su estado de ánimo.
Jangmi se agachó para tomar una rosa roja que Edward le había lanzado desde la barra, y que había caído a sus pies, colocándola con delicadeza en el bolsillo exterior de su chaqueta. Baenhab recogió un girasol y un tulipán naranja, poniéndose el primero en el cabello, y el segundo en la cabeza de Yuhye, y Yeonjin recogió una pequeña margarita que llegó levitando desde el fondo con una amplia sonrisa.
Bajaron entre risitas de emoción hasta el camerino, donde no pudieron evitar abrazarse para celebrar aquel logro.
—¡Les juro que se va a convertir en mi canción favorita! —gritó Yuhye.
—¡Vas a tener que seguir escribiendo, Unnie! —dijo Baenhab.
Un puño golpeó la puerta que había reemplazado la vieja cortina hacía un par de semanas. Las cuatro exclamaron al unísono el permiso para que esa persona pasara, y el señor Taguchi entró con una sonrisa.
—Incluso cuando hablan a la vez suena como una melodía —susurró asombrado.
Las carcajadas de Yeonjin destacaron entre las risas de las otras, generando que también se carcajearan como ella. Solo se detuvieron con sorpresa al ver los cuatro sobres que el señor Taguchi les entregaba.
—Disfruten la noche —dijo con una sonrisa—. Si quieren algo, la casa invita.
Se miraron extrañadas. Regalos como aquel jamás habían ocurrido bajo ninguna circunstancia. El señor Taguchi valoraba sus inversiones y la manera en las que recuperaba el dinero. Que ellas cantaran atraía muchos clientes, justificando para él la paga que les daba. Un beneficio así era anormal. Aun así, se cambiaron de ropa, y caminaron juntas hasta la barra.
Baenhab y Yuhye se apresuraron a pedir un buen trago en la barra, pero Yeonjin se sentó en un rincón con alguien cuyo rostro no alcanzaban a ver. Jangmi se sentó con Edward en la barra como iba siendo costumbre desde hacía tiempo.
—Creo que me estoy volviendo repetitivo, Jangmi... Lo hiciste muy bien.
—Gracias... Siempre hace falta que alguien lo diga.
—¿Vas a tomar algo?
—Creo que estoy bebiendo demasiado desde que trabajo aquí.
—Entonces no.
—Digamos que hoy me lo merezco.
Él soltó una risa mientras Jangmi acercaba más su silla a la de él y le pedía al tendero que le pasara una copa de nihonshu. Fue entonces cuando notó un objeto diferente sobre la mesa. Era rectangular, con una protuberancia cilíndrica en uno de sus lados y varios engranajes.
—¿Qué es eso?
—Mi cámara ¿no habías visto una?
—Sí, pero pensaba que eran más grandes.
—Esta es no-maj.
—Recuerda que aquí se llaman diferente.
—Yo les digo así. —se encogió de hombros mientras le pasaba la cámara a Jangmi para que la viera cuando se volvió a sentar.
—Pero estás en otro país. Debes hacerte entender... ¿Este fue el destello que vimos hace un rato?
—Es el flash. Se usa cuando el lugar es oscuro.
—¿Cómo ves las fotos?
—Se deben revelar. Toma su tiempo.
—¿Por qué te gusta la fotografía?
—Porque es como congelar el tiempo.
Cuando le regresó el aparato, enganchó su brazo con el de Edward de una manera que ya era habitual para ambos. Estando así, de tanto en tanto, podían tomarse de la mano sin problema y sin que nadie lo notara demasiado.
—¿Y tu hermano?
—Se quedó a hacer horas extra.
—Son muy estrictos con eso ¿no es así?
—Es una mierda. Si al menos las pagaran sería diferente.
—¿Por qué las hacen entonces?
—Por compromiso. Es lo que se espera que hagamos.
—En Estados Unidos ya habrían armado una revuelta.
—No me des ideas. Creo que mi mejor amigo hubiera hecho un movimiento.
—¿Es de ese tipo de persona?
—Siempre fue un poco revoltoso.
—Me imagino que también hacía travesuras.
—Era el que menos las hacía. Era buen estudiante. El resto éramos un desastre.
—¿Qué fue lo peor que hicieron?
—Nos emborrachamos dos veces, una en quinto y la otra dos años después. Solo una vez se dieron cuenta, y nos castigaron. ¿Qué hiciste tú?
—Yo era un alumno ejemplar.
—No te lo crees ni tú.
—Pues... Nos escapamos al bosque por unos tres días hasta que nos encontraron.
—¿Por qué?
—Ni idea, solo nos fuimos a acampar después de unos exámenes.
—¿Los castigaron?
—Obviamente.
—¿Qué fue?
—Asear el bosque durante unos tres días.
Jangmi se echó a reír sobre la barra, y continuaron hablando por un par de horas que no parecían transcurrir.
Tras unas cuantas rondas de bebidas, las emociones de cada una se potenciaron por culpa del alcohol: Yuhye y Baenhab se reían por cualquier gesto que la otra hacía, y bailaban juntas entre las mesas. El cabello de Jangmi estaba más rubio que nunca por la felicidad que le producía el éxito de aquel trabajo, aunque pudiera ser el último, pero Yeonjin mantenía la cabeza gacha después de que su acompañante se había ido del lugar.
La puerta del bar se abrió de golpe, y todos se quedaron en silencio. Jihyun entró a trompicones, se quedó observando a todos los presentes por un momento con una sonrisa enorme, deteniendo su mirada en Jangmi.
En cualquier otra situación, Jihyun le habría hablado en coreano sin importarle que nadie más entendiera, como la mañana en que recibió la carta de sus padres al inicio de la guerra hacía ya tres años, pero esa noche, lo que quería era que todos supieran la importancia de todo aquello.
—¡La guerra se acabó!
花
A la sorpresa la siguió la felicidad, que no pudo ser opacada por los problemas que se presentaban a cada paso que daban para estar más cerca de su país y sus familias.
El señor Taguchi le dio su liquidación sin problema, pero con una evidente pena al dejarla ir, mientras que el hospital Okuninushi le exigía terminar el periodo de su contrato para recibir el salario correspondiente. Las prisas por irse le impulsaron a renunciar a aquel pago con tal de llegar lo antes posible junto a su madre.
Jiseo se pasó esos días de un lado a otro, hecha una bola de alegría por regresar a su hogar y con sus padres, aun sin saber que se encontraría al cruzar el mar. Jihyun permanecía más realista que las dos, y había empezado un plan de acción para encontrar a sus padres en lo que ahora era Corea del Sur.
Tres días antes de su partida conversaron con la señora Xin para pagar simplemente esos días restantes. La anciana aceptó de mala gana, aunque levemente aliviada de que los tres extraños abandonaran su casa.
En su último día en Kioto Jangmi caminó por la ciudad para despedirse de sus compañeras de escenario y de Ryuko, dejando para el final una de las despedidas que más le dolía.
Llegó hasta un edificio moderno en la periferia de Kioto tras caminar por un largo rato para prolongar un poco su tiempo ahí.
La entrada al edificio no estaba vigilada, así que subió sin problemas hasta el segundo piso por un camino familiar, a un pasillo más similar a un balcón que daba a un patio con un árbol enorme rodeado por distintos apartamentos.
El color naranja del atardecer bañó el rostro de Jangmi en cuanto Edward abrió la puerta. En silencio la dejó pasar a un pequeño espacio en el que solo había una mesa pequeña junto a la cocina y un futón junto a la puerta de papel que daba a un balcón pequeño. Las paredes estaban adornadas con algunas fotografías que se movían.
—Ya me preocupaba que no vinieras.
—Perdona por tardar. Estuve donde Ryuko y vine caminando.
—Estás loca. Siéntate ¿quieres tomar algo?
—Agua está bien.
Se sentaron junto a la mesa en silencio, sin mirarse entre ellos. Jangmi intentaba beber del vaso, pero un nudo en su garganta no le dejaba hacerlo.
—¿Ya prepararon todo? —Ella asintió en silencio, con la vista fija en el piso—¿Cuando salen?
—Mañana antes de amanecer. —susurró.
—Tal vez podamos vernos en Corea. En unos días nos van a enviar allá.
—Pero yo voy al norte. Si es como la Unión Soviética, no sé si vuelva a salir de allí.
—¿Crees que tu familia está allá?.
—No lo sé, es una posibilidad. No los veo moviéndose al sur.
—Entonces esto es todo. —Jangmi volvió a asentir con tristeza—. Jamás te había visto el cabello así.
—¿Cómo? —Edward se acercó a ella hasta darle una caricia en la cabeza. Terminó por sostener con suavidad un mechón de cabello gris para que ella lo viera—. Hace tiempo que no me pasaba.
—¿Estás preocupada?
—Creo que tengo demasiadas cosas en mi cabeza... No sé por dónde empezar.
—Agarra el primer pensamiento que tengas.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Por todo... De cómo han pasado las cosas...
—¿Te arrepientes de que esto haya pasado?
—No... Me duele que tenga que terminar así.
Desvió la mirada hacia la pared con pena mientras contenía las ganas de llorar. Jamás se había imaginado estar en esa situación, ni un sentimiento tan intenso como ese en un tiempo tan reducido que parecía un sueño.
Con el codo apoyado en la mesa se cubrió los ojos por la vergüenza, pero Edward sostuvo su mano y la tiró con suavidad hasta abrazarla.
—Ojalá no te quisiera tanto.
Jangmi se apretó más contra él. El sol terminó de ponerse sin que ellos se soltaran.
—¿Al amanecer? —le preguntó él en un susurro.
—Antes de eso.
—Como me hubiera gustado verlo por última vez contigo.
—Que curioso, justo ahora aprendes a delcararte como un japonés.
花
Los tres abandonaron la pensión rumbo a Osaka en la mañana bajo los tenues rayos del sol que empezaban a aclarar el azul de la noche después de que Jangmi regresara con prisa a la hora acordada.
Al ser un país recientemente establecido, el nuevo Ministerio Surcoreano de Magia se había apresurado a resolver las cuestiones locales más importantes, como un censo, divisiones administrativas y una ley muy apresurada para evitar el caos en la comunidad, así que la aparición internacional estaba prohibida hasta que la situación se calmara. Eso les dejó como única opción viajar en barco.
A lo largo del puerto se la pasaron preguntando por un barco que los llevara hasta sus ciudades, pero la mayoría no salían de las islas de Japón. Decidieron separarse para buscarlo después de la quinta respuesta negativa. El amanecer ya se les acercaba. Si no conseguían un pasaje temprano, perderían la oportunidad de irse ese día, y los tres estaban cortos de dinero.
—Buenos días—saludó Jangmi a un hombre alto y obeso que jugaba a las cartas con su tripulación bajo una carpa— ¿Va a Corea?
—Paro en varios puertos, pero tengo cupos limitados.
Jangmi le pidió que la esperara, y corrió en busca de Jihyun y Jiseo, a quienes encontró preguntando a varios pescadores. Juntos corrieron de regreso junto a su última esperanza.
—¿Cuánto cuesta un pasaje a Busan? —preguntó Jihyun.
—Mil yenes por persona.
Jihyun abrazó a Jiseo con fuerza y empezó a contar el dinero, dándole la espalda al capitán para que no los embaucara más de la cuenta.
—¿Y hasta Hungnam? —preguntó Jangmi.
—Hasta allá no llego —dijo entre risas.
—¿Dónde es el último puerto en el que atraca? —preguntó, desesperada.
—Ninguno más allá del paralelo 38.
—¿Hay alguna manera de cruzar? —Un nudo empezó a formarse en su garganta, así que habló con más fuerza y rapidez, aunque no se le entendiera casi lo que decía. Hacía su mayor esfuerzo porque su cabello no delatara sus emociones.
—No sin morir.
—Puedo pagarle un poco más si lo desea...
—A ver si te queda claro, lindura: Las personas están cruzando hacia el lado de tu amigo. A menos que seas una suicida o comunista, tomarás mi consejo y no pasarás del río Han.
Las palabras le cayeron como un balde de agua fría. Jihyun la observó con inquietud, y ella se alejó de allí hasta llegar a la orilla, decaída, tras haberle agradecido al capitán y haberse disculpado por molestar.
El mar era distinto en cada lugar. Se notaba en sus diversos tonos de azul, la manera en que las olas golpeaban la playa y el sonido que producían. Dependiendo de la época del año, el mar en Hungnam podía ser más frío y oscuro que el de Osaka, o el de Iwo Jima, pero siempre le había resultado cálido al estar con su familia en la orilla, o flotando en un barquito.
Parecía que al destino le gustaba golpearla una y otra vez como las olas en la costa, sin darle la oportunidad de levantarse, solo la simple ilusión de que podría hacerlo. Tal vez debía dejar de tener esperanzas para poder seguir adelante sin lastimarse cada vez que estas se quebraban.
—Nuná —llamó Jihyun.
—Tienes que aprovechar que tú si puedes regresar con ellos.
—No pienso dejarte sola.
—Y yo no pienso hacer que te quedes por mí.
—Entonces ven con nosotros.
—Jihyun, no podré aguantar estar en el sur sabiendo que mi familia se encuentra a pocas horas de distancia. —Él se quedó callado, y Jangmi pudo ver la tristeza en sus ojos—. No puedo hacerlo...
—Podemos buscarlos.
—Si no los encuentro en el sur, tal vez haré una locura... y si es verdad lo que dicen, es imposible cruzar hacia cualquier lado. —Aspiró hondo la brisa marina en busca de una leve similitud con el aire de Hungnam, pero tal vez todo aquello solo quedaría en su memoria—. Le prometí a mi madre quedarme aquí hasta que todo terminara y pudiéramos encontrarnos. Aunque ella no lo sepa, voy a cumplirlo.
—Jangmi, no pienso...
—Hazlo. Regresa a casa. Yo ya encontraré la forma de hacer lo mismo.
El chico bajó la cabeza con evidente tristeza. Ambos lo habían compartido absolutamente todo durante tres años, siendo el único apoyo del otro por mucho tiempo. Llegaron a pensar que las cosas serían así para siempre cuando la guerra inició, pero finalmente había acabado, y tener que separarse era desgarrador para ambos.
Jangmi se acercó muy despacio, queriendo postergar la despedida, pero Jihyun se lanzó a sus brazos con fuerza.
—Saluda a tu madre por mí, Jihyun. Escríbeme cuando puedas. Yo voy a estar bien.
Él asintió, y así permanecieron un largo rato, hasta que el capitán dio la orden de zarpar.
Jiseo corrió hasta ella cuando vio que se quedaba en el mismo lugar, y la abrazó con fuerza mientras lloraba. Jangmi permaneció serena hasta que el barco se alejó lo suficiente para que no la vieran llorar también.
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