XV. Ukiyo
—Creo que haces demasiado vibrato. Intenta hacerlo solo en las notas más largas para que no se sienta tan cargado.
Sakuragi hizo mala cara y puso los ojos en blanco antes de volver a cantar, haciendo caso omiso a su corrección, aunque Jangmi no estaba segura si era a propósito o un mal hábito nada más.
La campana retumbó de manera mágica en el espacio aislado, y la chica se apresuró a recoger sus cosas para salir.
—Espera un momento, Sakuragi. Saya me pidió que te diera la partitura para el festival, pero quiero preguntarte ¿sabes leerlas?
—Claro que sé leerlas ¿Qué clase de persona entra sin saberlo?
Extendió el papel, conteniendo la vergüenza que quería mostrarse en su cabello, hasta que la chica agarró la partitura con brusquedad, saliendo a paso rápido por la puerta.
Jangmi soltó un suspiro de frustración. Con Ogawa era un poco complicado, pero esa niña le estaba haciendo las cosas imposibles desde hacía un par de meses. La semana de exámenes le había regalado cierta paz al no ver a sus aprendices a cambio de una pequeña oleada de estrés y estudios para no reprobar nada, permitiéndole regresar a la rutina solo hasta el último día de evaluación.
Cerró la puerta para aprovechar un rato libre antes de la cena para practicar esos ejercicios de voz mixta que le había dado Saya. Había aprendido a cantar en voz de cabeza toda su vida, intentado compensar lo grave que era su voz con el registro agudo que alcanzaba, pero con Uchiyama había aprendido a valorar un poco más sus bajos con la voz de pecho, tal vez, por al poca fe que su anterior sempai le tenía. Al cantar, debía elegir en qué registro de su voz hacerlo para que no se quebrara sin querer al alcanzar el pasaje entre ambos registros, por lo cual la voz mixta le ayudaría a cantar en ambas sin problemas.
Ambas sempai le habían dicho en su momento que esos ejercicios de técnica vocal no debían durar mucho, así que, tras veinte minutos, salió del teatro camino al palacio. No hacía frío, pero, aun así, se envolvió el cuello con la bufanda, que había hecho de un tono similar al obi verde del kimono. En cuanto salió de la sala de ensayo, vio que había hecho bien llevándola consigo al escuchar los golpeteos de la lluvia en el tejado. Con su varita conjuró un paraguas para caminar hasta el comedor.
Desde la puerta pudo ver a sus compañeros, conversando entre risas mientras comían.
Cuando había llegado a la escuela por primera vez, había sido extraño convivir con ellos. Ser de diferentes nacionalidades y hablar a medias el idioma había complicado las cosas, pero desde el año anterior sentía cierta conexión con todos, como si fueran una familia. Ya no podía ver su vida sin ellos, y era extraño. Sus inicios fueron complicados, con problemas cada vez que los encontraban hablando en coreano, burlas y peleas con Ryuko por motivos variados. De alguna manera misteriosa se habían empezado a tolerarse y aceptarse con el tiempo. Aun con las discusiones, los secretos y los malos entendidos, le alegraba tenerlos.
Pasó junto a la mesa de cuarto año, donde estaban las dos chicas a las que estaba entrenando junto a sus demás compañeros. Caminó lo suficientemente cerca para escuchar un pedazo de la conversación que tenían sobre el ensayo.
—... Ni siquiera sé cómo se supone que puede cantar con una voz tan grave... —se burló Sakuragi.
—¿No la escuchaste antes? —preguntó Ogawa con impresión.
—Linda bufanda, Hanako ¿dónde la conseguiste? —preguntó Kou en cuanto alcanzó la mesa de su curso.
—Pregúntale a Minho.
—Les sorprendería la cantidad de cosas que se encuentran en Hahoe.
—¿Hahoe?
—Era nuestra capital mágica antes de... —Jangmi le dio un golpe por debajo de la mesa para que no dijera una tontería—... Antes... Aún hay un mercado mágico escondido.
—¿Ahí estaba la tienda de varitas?
—Si. Es un lugar muy bonito.
—Algún día deberíamos ir todos —dijo Ryuko.
—¿Desde cuándo te interesa tanto Corea, Ryu?
—No lo sé, tal vez desde que conocí a estos tres idiotas —respondió con fideos en la boca.
—Pensaba que no te agradabamos —dijo Jangmi.
—Les he tomado cariño.
—Deberíamos ir a la playa —sugirió Taro.
—¿Por qué deberíamos?
—Los exámenes terminaron y estar en quinto año es estresante. Seguramente mañana hará buen clima.
—Si lo pones así no es mala idea.
—¡Hiro! ¡Habla con la profesora Hamasaki!
—¿El fin de semana?
—Mañana, sábado —confirmó Taro—. Tengo ciertos planes que nos pueden dejar indispuestos el día siguiente.
—¿Qué estupidez se te ocurrió ahora?
—Es una sorpresa.
Por más que insistieran a lo largo de la cena, el chico no dio ni un solo detalle.
Jangmi bostezó de camino a su habitación, con el estómago lleno por la comida, cansada de enseñarle a alguien que no quería escuchar y de la escuela. Sachiko la alcanzó en el pasillo antes de que pudiera entrar a su habitación.
—¿Qué pasa, Sachi?
—Hace meses me dijiste que debías contarme algo —reclamó—. No te estarás haciendo la tonta para...
—No es eso —la tranquilizó, y bajó la vista para escapar de su mirada insistente—. No sé cómo decírtelo o si deba...
—Puedes contarme lo que sea.
—Ya lo sé. Es que... no es algo bonito.
Sachiko le tomó la mano que reposaba en la puerta corredera, dándole ánimo solo con ese gesto.
—No cargues con todo tú sola.
En ese momento entendía a su madre, y lo difícil que era la insistencia de alguien para sacar un secreto tan amargo, y, aun así, sabía que lo mejor era sacarlo de una vez.
Le hizo una señal con la cabeza para que entrara, encendió la lámpara y aisló la habitación. No quería que nadie más se enterara.
Ambas se sentaron con la espalda en la pared y las piernas extendidas sobre el tatami, tal y como siempre hacían cuando se contaban cualquier cosa en privado.
—No quiero hablar mucho de eso ¿de acuerdo? —Su amiga asintió—. Mi madre me contó lo que yo sospechaba, pero es... diferente a lo que había pensado.
—Hablas de...
—Sí. —Tomó aire para hablar—. La armada imperial... la secuestró y...
La garganta se le cerró de improviso. Sachiko lo notó y tomó su mano, dándole aliento, para que se sacara ese dolor. Unas lágrimas rebeldes bajaron por sus mejillas momentos más tarde al recordar el mismo dolor de su madre al contarle todo. Su boca se negaba a decirlo, como si eso hiciera que fuera menos real. Sentía una horrible opresión en el pecho al pensar en todo aquello.
—Cientos de ellos... por dos años hasta que escapó... Sachi... tenía nuestra edad...
No pudo hablar más. Ya estaba todo dicho, lo sabía porque ambas se entendían muy bien, y sabían cuándo parar de insistir y cuándo hacerlo para ayudar. Jangmi rompió en lágrimas, abrazando con fuerza a su mejor amiga, liberando la tormenta de su interior.
No había querido reaccionar mal frente a sus tíos o familia más allá de aquella noche para que no le recriminaran a su madre habérselo dicho, ni que ella misma se arrepintiera de contarle la verdad, pero ya no aguantaba la impotencia y la rabia.
Se desahogó agarrando a puñados la tela del kimono verde de Sachiko. Lloraba sin importarle nada, y si no fuera por el encantamiento, seguramente varios la habrían escuchado.
—Ya, tranquila. Estoy aquí —susurró Sachiko, con la voz temblorosa al pensar en lo que había pasado la madre de su amiga.
—Quiero matarlos a todos ellos... Por mi madre y todas las demás... No es justo.
Sachiko la abrazó con fuerza, entendiendo ese dolor solo por la manera en la que había estado llorando. En un momento se separó de ella y pudo ver algunas lágrimas silenciosas bajando desde sus ojos.
—Ni se te ocurra pedir perdón, Jangmi —interrumpió cuando ella había intentado hablar—. Gracias por confiarme esto.
Con suavidad se las limpió usando la manga del kimono. Agradecía profundamente el simple hecho de que, todos esos años, Sachiko estuviera con ella. Si no se imaginaba su vida sin los demás, sin Sachiko era impensable. Todas las veces que ella le ayudó a leer un libro, mientras Jangmi le daba consejos para las pociones, cuando se apoyaban en sus desgracias y en sus mejores momentos, le habían eliminado esa imagen de que todos los japoneses los odiaban, dándole la mejor amiga que pudo haber pedido.
Estando más calmada, le aclaró algunas partes de la historia, con su garganta cerrándose de tanto en tanto por los crueles detalles que decidió no contar, pero que estaban presentes en su memoria. Seguramente su madre también había intentado ser prudente con eso, haciendo que aquello que llevaba años quemándole no le causara el mismo daño. Le dijo cómo la habían intentado engañar, cómo había escapado, y el momento en que supo que estaba embarazada.
—¿Crees que... eso siga pasando?
—Hace un año me ofrecieron con mucha insistencia un trabajo en una fábrica de uniformes. Incluso amenazaron a mi familia...
—¿Qué clase de ser humano permite eso?
—Uno que jamás lo va a vivir... Ni los generales ni el emperador tendrán que ver a sus hijas siendo secuestradas y... Ningún soldado entiende su sufrimiento porque no ven más allá. La guerra es una mierda, y este país lleva años en eso.
—De una manera u otra, pronto va a terminar.
—¿Qué quieres decir?
—Ayer escuchamos la amenaza de Estados Unidos en Potsdam. Quieren que nos rindamos.
—¿Crees que se van a rendir al fin?
—Quiero que se rindan... pero no lo veo muy probable.
—Espero que tengas razón y todo acabe. Tal vez los aliados se den cuenta de todo lo que ocurrió aquí... y tal vez puedan hacer algo.
Sachiko la reconfortó, frotando su espalda con cariño.
—Gracias, Sachi. No sé qué haría sin ti.
—Siempre voy a estar para ti.
Al día siguiente, Jangmi y Sachiko fueron las ultimas en levantarse. Llegaron tarde al comedor para el desayuno, con los ojos todavía rojos por llorar, una más que la otra. Nana hizo un comentario de lo mal que lucían, pero el resto decidió no preguntar y dejar lo que hubiera ocurrido entre ellas para no enturbiar el día en la playa.
Pasaron la mañana preparando algunas cosas, como la comida que llevarían, una tela para poner en la arena y diferentes cosas para pasar el rato. Un par de horas después del almuerzo, se pusieron en camino a la costa.
Algunos chicos se lanzaron a correr por la colina en una carrera, dejando a Kiyoshi y Nana cargando las cosas junto a la profesora Hamasaki.
—¡Si se caen me voy a reír mucho! —amenazó la chica.
Taro y Minho tropezaron con unas piedras sueltas y rodaron pocos metros por la pendiente de arena. La preocupación de algunos pasó a risas cuando confirmaron que no se habían lastimado, y ambos chicos empezaron a discutir quién había sido el ganador con base en las marcas que habían dejado en la arena.
Hizo buen clima toda la tarde, y lo aprovecharon para pasar un largo rato metidos en el mar. Jangmi aprovechó lo que había aprendido en Control de los Elementos para fastidiar a algunos, lanzando un chorro de agua a sus espaldas para iniciar una lucha de agua con la persona más cercana sin ningún motivo aparente. Las risas le duraron un par de horas hasta que Ryuko se dio cuenta y todos empezaron a perseguirla por la playa. Minho logró alcanzarla y correr con ella sobre su hombro hasta arrojarse al mar para mojarla por completo.
—¡Idiota! —le gritó en cuanto salió del agua.
—¡Mira quién lo dice!
Hizo un movimiento rápido con la mano debajo del agua para que un chorro le diera en la cara al chico.
—¡Jangmi! —gritó en cuanto el agua salada le entró en los ojos.
No esperó ni un segundo y empezó a nadar hacia la orilla para escapar.
El ambiente estaba tan relajado que incluso la profesora Hamasaki se tomó un momento para caminar descalza por la orilla, siempre vigilando que no les ocurriera nada.
Regresaron a la vivienda cuando el sol ya empezaba a ponerse, agradeciendo a la profesora por haberlos acompañado al llegar al jardín de las residencias con una reverencia.
Ryuko se quejaba a ratos por el ardor en la piel, que ahora se veía roja y quemada por el sol, con lo cual Kou se ofreció a aplicarle un ungüento para eso.
Todos se retiraron a sus habitaciones para quitarse la ropa mojada y ponerse cómodos para la noche. Jangmi se estaba terminando de abotonar la camisa cuando unos golpes en la puerta llamaron su atención.
—Adelante —dijo pensando que era Sachiko, pero quien entró en su lugar fue Ryuko.
—Lamento molestar, Hanako.
—Esto... no pasa nada ¿Necesitas algo?
—Tengo una propuesta que hacerte —respondió con seriedad.
Jangmi le hizo una señal para que entrara y se sentara si quería, a lo cual la chica accedió, acomodándose cerca a la puerta con cierta tensión notoria.
—¿Ya tienes pensado tu acto para el festival? —preguntó con rapidez.
—No. He estado hasta arriba con esas dos chicas nuevas.
—Bueno, este año los superiores somos pocos, y Chiba me dijo que estaba planeando un dueto con Narita.
—Ya veo...
—Así que quería preguntarte si tú querías hacer uno conmigo.
—Espera ¿Qué?
—Tu cantando y yo con el shamisen ¿te parece bien?
—Es un poco repentino. Pensaba que ibas a presentarte con Nana.
—No después de lo que dijo —respondió con cierta tristeza—. Si no te agrada la idea, lo entiendo...
—No es que no me agrade, es que me tomas por sorpresa. Solo nos quedarían dos meses para ensayar y...
—Tres si nos quedamos en las vacaciones. Tú decides.
—¿Por qué quieres presentarte conmigo? Siempre te he desagradado.
—Las cosas cambian, Hanako. La gente también. Antes solo eras la chica coreana, y por eso sentí que debías desagradarme, pero ahora te conozco. No puedo odiarte solo porque eres de un país diferente. Lamento haberte tratado mal todo este tiempo. No es excusa, pero... eso fue lo que me enseñaron como correcto.
No hizo falta que se inclinara para demostrar que estaba realmente arrepentida de todas esas discusiones, insultos y humillaciones que les había hecho pasar a los tres durante los años anteriores. Jangmi la miró sorprendida por un momento, y luego solo le atinó a sonreír y extenderle la mano a su compañera.
—Acepto la disculpa, y también presentarme contigo.
La chica le devolvió la sonrisa con una timidez extraña en ella y se estrecharon la mano.
—Además de lo que te dije, todos apostamos que te iban a elegir a ti como vocalista principal, y la decisión de Asahi me pareció un poco injusta desde el principio, así que tal vez podrías ganar un poco de atención con esta presentación.
—¿Cómo que apostaron?
—Bueno, eso intentamos. Todos apostaron por ti.
—No te creo...
—Te digo la verdad. Nana tiene una voz... normal, si hay que describirla de alguna manera. Pero si tuviera que describir la tuya...
—Es rara.
—Pero en un buen sentido. Es cálida.
—Antes decías que tenía voz de chico.
—Era solo para fastidiarte. Jamás me imaginé que cantaras, ni mucho menos así.
—Gracias... ¿Qué hicieron con el dinero de la apuesta?
—Creo que tendrás que preguntarle a Taro. Él dijo que tenía un plan en caso de que no te eligieran.
Justo en ese momento, unos golpecitos dieron contra su puerta en intervalos irregulares, pero no pudo ver ninguna sombra a través de los paneles de papel.
—¿Quién es?
No hubo respuesta, así que se levantó sin más a abrir y ver qué ocurría. No se esperaba que una piedra le diera justo en el hombro desde el jardín.
—¡Hana! ¡Lo siento! —se disculpó Taro.
—Maldita sea ¿Qué pasa?
—¿Puedes llamar a las demás chicas? La sorpresa que les dije ya está en la sala.
—Vamos en un momento.
El chico asintió y regresó a la sala de estar con una sonrisa. Desde ahí pudo ver que los demás chicos habían juntado las mesitas y estaban sentados alrededor.
—¿Qué locura estarán haciendo? —preguntó Ryuko.
—Ni idea. Voy a llamar a las demás y ya iré para allá. Voy a escribirle a mi madre para avisarle que me quedaré en las vacaciones.
—Mañana empezamos a concretar todo ¿te parece?
Asintió, y la chica sonrió antes de caminar hacia la sala. Jangmi cumplió con su labor de llamar a las demás, quienes llegaron a la sala un rato después.
Ella se volvió a encerrar en su habitación un rato para escribir la carta, preguntándose cómo le diría a su madre que no iría en vacaciones a casa.
Querida Omoni.
Creo que te tengo bastante al día sobre los chismes de mi clase, además de lo que pasa en el club.
Esta semana no hubo mucha novedad por culpa de los exámenes, pero Sakuragi no deja de sacarme de quicio. Nunca pensé que enseñar fuera tarea fácil, pero tampoco que fuera tan imposible.
Ryuko me hizo una propuesta interesante e inesperada. Ella iba a acompañar a Nana en su debut, pero ambas discutieron por algo muy grave y no se hablan hace ya tiempo, así que me propuso presentarnos juntas.
Es algo repentino, pues solo nos quedan dos meses para montar algo desde cero, así que he tomado la decisión de quedarme estas vacaciones para practicar. Tú más que nadie sabes que me encanta ir a casa, pero quiero aprovechar esta oportunidad. Espero que no les moleste.
Los exámenes de este año estuvieron más pesados que el anterior, pero creo que a todos nos fue muy bien, en realidad.
¿Cómo va todo allá? ¿Cómo sigue la abuela? Espero que haya mejorado. Si no es así, pueden usar el dinero que he ahorrado para pagar al médico. No hay problema alguno.
Salúdalos a todos.
Con cariño, Jangmi.
Dejó el sobre en la mesa con la intención de enviarlo al día siguiente. Ya era muy tarde para enviar una carta ordinaria.
Nada más salir al pasillo, pudo escuchar las voces de sus compañeros opacando la del periodista en la radio. Ryuko los callaba con insistencia para que dejaran escuchar la noticia.
—El gobierno ha tomado esta amenaza como una simple copia de la Declaración de El Cairo, y, según las palabras del primer Ministro, será ignorada —informaba el corresponsal en la radio.
—No se van a rendir —concluyó Taro.
—¿Qué es esa declaración? —preguntó Jangmi, sentándose entre Sachiko y Minho.
—Hace unos años Estados Unidos amenazó a Japón con quitar el territorio en las islas del pacífico, China y Corea para restituirlos, pero la ignoraron. Van a hacer lo mismo con esta.
—Solo que ahora han añadido que "enfrentaremos una pronta y total destrucción" —completó Ryuko.
—En palabras del Ministro —continuó el periodista— "...la declaración conjunta de Estados Unidos de América, Inglaterra y China, no transmite algo que tenga algún valor significativo, y posiblemente es algo a ser mokusatsu"
—¿Qué es eso de mokusatsu? —preguntó Minho.
—No lo había escuchado antes —respondió Ryuko—. Si se escribe como yo creo, puede ser "asesinato silencioso"
—¿Van a matar a alguien? —preguntó Jihyun con temor.
—Más bien creo que van a ignorar a los aliados y ya —corrigió Taro.
—No tiene sentido que sigan dando largas a algo que ya está más que perdido —dijo Sachiko.
—No creo que se rindan hasta que vean que todo se les viene encima —dijo Ryuko.
—Ojalá eso no tenga que ocurrir.
—¡Bueno, ya! Dejemos todo eso de lado por un momento —dijo Taro mientras apagaba la radio.
—¿Nos vas a decir qué es lo que te traes con tanto misterio?
De debajo de la mesa sacó una cesta llena de botellas verdes con una palabra clara en la etiqueta: Sake nihonshu.
—¡¿De dónde mierda sacaste eso?! —dijo Jangmi, agarrando una.
—Mi hermano las envió.
—¿En esto te gastaste nuestro dinero? —se quejó Ryuko.
—Más tarde verán que es una buena inversión —respondió guiñando el ojo— Hana ¿es verdad que fuera de las salas de ensayo no se oye nada?
—Esto... sí.
—¿Sabes hacer eso?
—Sí ¿acaso quieres que aísle toda la casa?
—Exactamente eso es lo que quiero.
Ninguno estaba seguro de cuánto rato había pasado, pero tras aislar la sala, habían vuelto a encender la radio en cuanto terminó el informativo y se dió paso a una programación musical. Por obvias razones en la casa no había copas para nihonshu, así que usaron las tazas de té para servirse.
—¿Solo se van a poner a beber? —cuestionó Kiyoshi, dejándoles claro que no iba a unirse.
—¿Quieren juegos para beber? —preguntó Ryuko y todos asintieron— ¿Conocen Konpira fune? No creo que nadie me pueda derrotar.
—Pareces experta en beber.
—Mi hermana me lo enseñó, pero no suelo usarlo para esto. Con ella apostábamos yenes, no tragos.
—¿Cómo se juega? —preguntó Minho con interés.
—Se canta la canción del juego. Cuando el vaso de licor está en la mesa, debes poner la mano abierta. En caso de que yo lo agarre, debes poner el puño cerrado sobre la mesa. Nos turnamos para tocar el vaso. Solo puedes agarrarlo tres veces seguidas o pierdes, si te equivocas y pones la mano de manera incorrecta, pierdes. Si pierdes, bebes.
—Quiero jugar —se atrevió Minho.
—Va a ser fácil ganarte, Hiroshi.
Ryuko comenzó la canción, con el ritmo aumentando cada cierto tiempo. Todos miraban fijamente las manos de sus compañeros sobre la taza. Ryuko cerró la mano sobre el borde para levantarlo, pero de inmediato lo soltó, haciendo que Minho colocara el puño sobre la taza. Con el otro golpeó la mesa frustrado y luego bebió el nihonshu, haciendo mala cara por el alcohol.
—Revancha —dijo.
Pasaron otras rondas con el mismo resultado, hasta que Minho decidió hacerle a Ryuko el mismo amago que ella le había hecho, consiguiendo ganarle por primera vez. El resto de rondas fueron un tira y afloja entre ambos, con lo cual ya habían tomado una considerable cantidad de sake. Algunos habían estado bebiendo mientras los veían jugar, pero ya se habían agotado una botella ellos solos mientras los demás en conjunto llevaban lo mismo.
—Venga, muy divertido y todo, pero nos estamos quedando afuera —se quejó Taro.
—Tengo otro juego en el que entran todos —exclamó Ryuko—: Verdades y mentiras. Se cuentan dos historias, una es verdad y una mentira. El resto debe intentar adivinar la mentira. Si lo logran, el mentiroso bebe, pero si la persona que habló falla, debe beber ¿les parece bien? —Todos asintieron—. De acuerdo. Empiezo yo.
—Me pregunto cómo es que sabes tantos juegos de beber.
—¡Vivo en Gion! ¡Tengo treinta geishas como vecinas y una casa de té al frente! Antes sería raro que no me acordara de nada de eso —se excusó con insistencia—. A ver, la primera historia: En mi pueblo, el día en que nací, pescaron un pez que hablaba. Y la segunda: Amarraban mi mano izquierda para que escribiera con la derecha.
—La primera es mentira —dijo Jangmi.
—¿Cómo estás tan segura? —cuestionó alzando una ceja y reclinándose sobre la mesa.
—Los ríos en Kioto son muy pequeños para pescar algo, tú no eres de otro pueblo y acabas de decir que vives en Gion. Además, eres zurda. Obviamente eso de amarrarte la mano no funcionó.
Ryuko llenó el vaso de sake y lo alzó en dirección a Jangmi antes de beberlo todo.
—Tu turno, Hanako.
—La primera historia: Mi cabello era morado cuando nací. La segunda: Me caí de la montaña de la ciudad donde vivo.
—La primera es mentira —dijo Taro con cara de estar muy convencido.
Jangmi sirvió una buena cantidad de alcohol en su taza, y cuando el chico ya estaba celebrando, se la puso en frente.
—Bebe.
—Pero ¿cómo...?
—Soy metamorfomaga, Taro —se burló y pasó del cabello negro al violeta que su madre le había contado.
—Mierda —maldijo mientras bebía.
—Vas de nuevo, Hana —mandó Ryuko.
—La primera: Odio que me llamen Hanako, y la segunda... Me escapé de casa porque quería ver el mar.
—La segunda es mentira —afirmó Sachiko y Jangmi bebió de inmediato.
—¿Cómo puedes odiar tu propio nombre? —cuestionó Taro, que comenzaba a arrastrar las palabras como el resto de ellos.
—Ese no es mi nombre, idiota ¡Me llamo Jangmi! ¡Seon Jangmi! Aquí fue donde me cambiaron el maldito nombre. Soy coreana, no japonesa, maldita sea...
—Vas tú, Sachiko.
—La primera historia: Crecí en un campo de arroz. La segunda historia: Le dije abuelo al señor Iida.
—La grimeah... —dijo Minho.
—¿Qué?
—Que eh mentsira.
—¿Cómo lo supiste? —dijo con un puchero antes de dar un trago y hacer mala cara.
—Sé ónde vives, Sachiko, y con lo tonta que ereh, no dudo que haias hesho eso. Ahora voy sho —se mesó la barbilla, pensativo, hasta que su rostro se iluminó—. La primea: Hereé la varita e mi abuelo. La segunda: Estoy enamorado de Jangmi desde segundo año.
Sachiko, Jihyun y Kiyoshi, quienes estaban sobrios, abrieron la boca con sorpresa por esa declaración. Todos se quedaron en silencio, mirándola a ella, quien apenas se daba cuenta de lo que acababa de decir por culpa de los tragos, y se limitaba a pensar en cuál sería la verdad.
—No puede ser...—suspiró Ryuko con frustración—. La primera es mentira.
—¡¿En serio?! —se inquietó Jangmi cuando vio a Minho beber del vaso.
—Eres tan cabezota... Mi familia es Mahonai. Ni dejándolo así de simple te das cuenta.
—P-pero...
—Vas, Ryuko —intervino Taro con una sonrisa traviesa.
—No se los voy a dejar fácil. La primera historia: Mi padre me obligó a quedarme en la escuela durante el verano por sacar malas notas en primer año, la segunda historia: Mi madre era una geisha y mi padre su danna.
—La segunda es falsa —dijo Taro.
—No. Ambas son verdad.
—¡Eso no se vale! ¡Estás ebria!
—¡Tú también!
—¡Alguien que esté sobrio y le diga que es trampa!
Observó a Sachiko y Jihyun, quienes se miraron entre sí y luego se encogieron de hombros, dejándole claro que era un simple juego sin importancia para ellos.
—Un momento...—dijo con el ánimo más calmado— ¿Dónde están Kou y Kiyoshi?
Nadie se había percatado de su ausencia hasta el momento. Fue Junko quien se dio cuenta que la puerta del patio estaba abierta, haciéndoles una señal para que se acercaran. Todos abrieron la boca con sorpresa, agitándose unos a otros con emoción al ver a sus dos compañeros besándose en la oscuridad.
Junko cerró la puerta con suavidad para no molestarlos, y todos se pusieron a gritar de alegría por los tórtolos. Tomaron unos tragos de más a su salud antes de quedarse dormidos poco a poco en la sala.
花
A la mañana siguiente, despertaron en una sala de estar completamente limpia, con las botellas desaparecidas y con un dolor de cabeza culpa de la resaca y del retumbar de la campana en toda la isla.
Les costó bastante ponerse en condiciones para ir a desayunar y disimular la resaca. Cualquier ruido mayor a un murmullo era como una explosión de caldero en sus cabezas.
—Estuvo interesante la noche ¿no es así? —se burló Sachiko.
—No hables tan fuerte —pidió Jangmi—. No me acuerdo de nada.
—¿En serio?
—Más allá del juego ese entre Minho y Ryuko, nada más.
—¿Jugué a algo con Ryuko? —preguntó Minho.
—¿Quién ganó? —preguntó Ryuko.
—Buena pregunta —secundó Taro.
—Creo que Ryuko.
Ella celebró en voz demasiado alta para sus cabezas, logrando que se encogieran por el retumbar de su voz.
—Sachi... Necesito un favor.
—¿Qué pasa?
—Siento que la cabeza me va a explotar ¿puedes llevar una carta a la pajarera? Es para mi madre.
—No hay problema.
—Te debo una.
—Les dije que necesitaríamos este día para reponernos —dijo Taro entre risas.
—Yo necesitaré más de uno... —dijo Jangmi.
—La próxima vez voy a tener que controlar cuánto beben ustedes dos —los regañó Sachiko.
—Sí, mamá —respondieron ambos al unísono.
❀Sobre el título: Ukiyo significa "el mundo flotante". Hace referencia a vivir el momento y alejarse de las preocupaciones de la vida.
❀En técnica vocal, el pasaje o quiebre (passagio) es el punto en que del registro de voz de pecho debe pasar a voz de cabeza para seguir con notas altas. Al llegar a ese punto, es normal que la voz se quiebre.
❀La palabra Sake abarca cualquier bebida alcohólica, aunque fuera de Japón se utiliza para referirse a la bebida alcohólica que se produce por la destilación del arroz en ese país, este en realidad se llama nihonshu.
❀Un danna es el patrón o protector de una geisha. Suelen ser hombres mayores. Antes era un honor y una muestra de riqueza tener a una geisha bajo su protección. Generalmente les regalaban kimonos, adornos para el cabello, entre otras cosas, y las geishas podían determinar qué tipo de relación tener con su danna.
Próximo capítulo: 2023-01-08
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Capítulo Extra: "Rojo"
Disponible en "Hanto" el 2022-12-31
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