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VII. Resurgir de las cenizas

Sachiko miraba atentamente la varita entre sus manos, con todos mirándola a ella fijamente con expectativa mientras trataba de adivinar los materiales de la varita de Jangmi.

—Me sorprende que no los supieras de antes —dijo la dueña de la varita.

—Seguro se hace la tonta —soltó Ryuko.

—Entonces que luego lo haga con la tuya, Ryu. Esa seguro que no la conoce —intervino Taro antes de que se armara una pelea.

—Sauce con núcleo de pelo de kitsune —dijo Sachiko—. Rígida y de un shaku. Esperable. Eres bastante tímida, y el núcleo compensa la madera con firmeza.

La vista de todos los presentes se fijó en Jangmi, a la espera del veredicto final. La chica miraba con asombro a su amiga. Todo eso había empezado porque Sachiko le había dicho a Jihyun los materiales de la varita de Aikawa desde que lo había perseguido por dos pisos para devolvérsela cuando se le cayó entre clases.

—Correcto...

Todos soltaron exclamaciones de asombro, y Ryuko le pasó su varita con incredulidad. Sachiko la observó por un rato.

—Naranjo con corazón de dragón. Demasiado rígida, mide un shaku y cuatro sun. No me extraña de ti, Ryuko, con el temperamento que tienes.

La boca de la mencionada se abrió desmesuradamente por la sorpresa, dejándoles a todos clarísimo que Sachiko sabía más sobre varitas de lo que pensaban.

—Ahora la mía —pidió Minho.

—Hmmm... Melocotón, núcleo de dragón de río. Nueve sun... Flexible. Eres paciente y leal, pero tu varita no. No la pierdas.

—Maldición...

Lo siguiente que hicieron fue seleccionar tres varitas sin que Sachiko las viera para que adivinara a quienes pertenecían. Después de un rato las dejaron sobre la mesa y la chica tomó la primera.

—Esta es de Boj con escamas de Kappa. Es de Jihyun.

—¿Cómo estás tan segura? —preguntó Taro.

—Es tímido y calmado como la madera de Boj, además de que es un núcleo fácil de manejar. De todas formas, ya la había visto antes.

—¡Eso es trampa! —se quejó Nana.

—Ustedes la eligieron —repuso antes de tomar la siguiente—. Murta y Kitsune, ideal para un artista... pequeña como las manos que la usan... Es de Nana.

La dueña de la varita abrió la boca con sorpresa y Sachiko procedió a estudiar la última varita.

—Conífera... Barba de dragón de río... Es de alguien que no deja el culo quieto nunca... Y que le gusta buscar información. Es de Taro.

—¿Cómo carajos es que sabes tanto de varitas? —preguntó Taro mientras recogía la suya.

—Mi padre trabaja con Iida.

—¿El fabricante de varitas? —preguntó Jihyun.

—Ya está muy viejo y ninguno de sus hijos quiso aprender el oficio —respondió encogiéndose de hombros— Mi padre hace las varitas tal y como él le enseñó, así que siguen siendo Iida. Me está enseñando por si acaso decido trabajar con él.

—¿Cómo compraban las varitas antes de anexarse a Japón, Hana? —preguntó Taro con curiosidad.

—Mi abuelo me cuenta que teníamos una fabricante de varitas. Lee Yonggi. Parece que era pariente lejana de Iida.

—¿No siguió fabricando? —preguntó Nana.

—La asesinaron —dijo Minho con sequedad—. La tienda se quemó.

—¿Por qué dices que la asesinaron? ¿No murió por el incendio? —preguntó Nana con burla.

Minho tomó aire para hablar, pero Jangmi le puso una mano en el hombro, llamando su atención para que la mirara. Con los ojos le pidió que se quedara callado, y él lo hizo.

—El incendio fue provocado, Nana —dijo Jangmi con calma—. Un mago puede escapar, o incluso apagar el fuego. Ella ya estaba muerta cuando ocurrió.

—¿Saben quién fue? —preguntó Taro.

—Hay... sospechas —respondió levantándose, llevándose con ella a Minho para que no dijera nada más justo cuando la tetera empezó a silbar en la estufa, dejando a los demás chicos con la incertidumbre.

Sachiko y Jihyun llegaron hasta el patio junto a ellos. La nieve del día anterior se empezaba a derretir con el calor del suelo. Dejando un enorme barrial en lo que era un pequeño jardín ornamental.

—No hay sospechas, Jangmi. Todos sabemos quiénes fueron —alegó Minho en coreano.

—Ni se te ocurra repetir eso frente a los demás ¿O quieres que Taro corra con el chisme por toda la escuela y nos saquen las tripas a golpes?

—No entiendo... —dijo Sachiko— ¿Qué pasó?

Los tres coreanos miraron en todas direcciones, comprobando que no había ningún fisgón en los alrededores, se alejaron lo máximo posible de la sala, caminando hacia los sanitarios de la casa. Se apretujaron en el cubículo, procurando que sus pies no entraran en el agujero del suelo. Estando dentro, Jangmi sacó su varita e hizo un movimiento ondulatorio.

—Anjing —susurró.

—¿Qué fue eso? —preguntó Minho.

—Es el hechizo que tienen las salas de ensayo para que no se escuche nada desde afuera. Nadie va a saber lo que decimos.

—¿Pueden explicarme, por favor? —pidió Sachiko.

Jangmi y Minho miraron a Jihyun, y tras un momento, el chico asintió con timidez y una leve tristeza.

—Ya te dijimos que "aparentemente" Lee Yonggi era pariente de Iida —explicó Jangmi y Sachiko asintió—. Bueno, ese "aparentemente" sobra. Todos saben que ambos son descendientes de Li Gao, el primer fabricante de varitas de Asia.

—Sé quién es Li Gao, Jangmi —intervino Sachiko en voz baja.

—Aunque aquí lo dejan en supuesto —continuó Minho.

—La cosa es que, cuando se firmó el tratado de anexión de los mahonai, los magos japoneses se dieron cuenta que permitir que los coreanos tuvieran un fabricante de varitas no les favorecía en nada. Les venía mejor que comparan varitas Iida.

—No es solo eso. También nos intentaron quitar nuestra identidad mágica —exclamó Minho— Tú misma sabes lo importantes que son las varitas, Sachiko. Cada fabricante tiene algo distinto, y las de Lee Yonggi nunca fallaban.

—Ella era muy talentosa en eso, según me ha contado mi abuelo. Las varitas de él y de Dalhyun son de Lee. Son varitas muy precisas y dóciles, aprenden muy rápido y jamás causaron ningún accidente.

—Antes de que Japón tuviera intenciones de invadir Corea, los comerciantes mágicos compraban varitas de Lee por su calidad.

—Obviamente no le convenía al imperio, ni económica ni políticamente.

—¿Así que la mataron? —preguntó Sachiko.

—Los vecinos vieron a unos hombres vestidos de azul entrar a la tienda justo antes de que empezara a arder —dijo Minho— Se perdieron todas las varitas...

—Supongo que también se perdió la manera en la que las hacía —suspiró Sachiko—. Hubiera sido interesante saber cómo las hacía tan estables.

—Hay una parte de la historia que solo saben pocos —dijo Jihyun—. Una parte que no queremos que Japón sepa. Es casi un milagro.

—¿De qué hablas? —preguntó Sachiko.

—Lee Yonggi tuvo un bebé. Nadie lo supo, solo sus padres. Ni siquiera el padre del bebé lo sabía. Es un misterio el por qué lo ocultaron.

—No me digan que su hijo murió en el incendio...

—Como te digo, nadie lo sabía. La familia se lo llevó lejos de la ciudad cuando se firmó el tratado.

—¿Sabían que podía pasar?

—Lo suponían...

—Esto es muy surrealista.

—Lo dice la que habla con piedras —se burló Jangmi, y Sachiko le dio un codazo.

—Por eso te digo que es como un milagro —dijo Jihyun—. Lee Yonggi se sacrificó para que el imperio dejara a su hijo en paz. Nadie sospecharía que un niño de apellido Lee pudiera ser su hijo, pues se supone que todos heredamos el apellido del padre y es uno de los más comunes ahora.

—¿Y qué pasó con él? ¿Cómo saben todo eso? —preguntó confundida.

—Sachi, te dije hace tiempo que a menos que fueran de la misma ciudad, dos personas con el mismo apellido no tenían por qué ser familia. Su familia es de Incheon ¿te suena?

—No me digas que...

—Jihyun es nieto de Lee Yonggi —concluyó Minho—. Si la comunidad mágica de Japón es muy pequeña, imagina la de Corea.

—Es un secreto que guardamos por su memoria —intervino el chico—. En realidad, no podemos hacer nada más. Todo lo que logró se hizo cenizas.

—¿No has pensado en aprender a hacer varitas?

—No creo poder. Tal vez a mi hermana le vaya mejor en eso. Desde que le contamos está muy interesada.

—¿Está en la escuela?

—Va a iniciar el próximo curso.

—Puedo enseñarle lo que sé —dijo Sachiko—. Cuando crezca puede intentar trabajar con Iida para aprender más, y recuperar el conocimiento de su familia.

—¿En serio, Sachiko?

—Te digo que sí. Me gustaría poder ver una de las varitas que dijiste, Jangmi.

—Tal vez mi abuelo te deje en las vacaciones.

—¿Desde cuándo saben esto? —recriminó a Jangmi y a Minho, señalandolos.

—Desde primer año —Respondió Minho, sin pensar demasiado.

—¡¿No pensaban decirmelo hasta ahora?!

Unas semanas más tarde, Jangmi tuvo que explicarle toda la historia a su abuelo y a su tío, quienes ignoraban que Lee Yonggi tuviese un hijo y que uno de sus compañeros de clase era su nieto.

La primera vez que Minho y ella habían escuchado la historia había sido por un despiste de Jihyun, así que prometieron no contarle a nadie, ni siquiera a Sachiko o a sus familias para proteger el secreto, y que fuera Jihyun quien decidiera sobre su legado familiar.

Tanto su abuelo como Dalhyun aceptaron que Sachiko revisara sus varitas para identificar sus propiedades.

—Es de Haya. Iida también usa esa madera... —dijo Sachiko, muy centrada en la varita—. El núcleo... me suena de algo, pero no lo conozco en realidad. Puede que Lee usara núcleos distintos.

—Tiene la escama de un Hetae.

—¿Hetae?

—Es un león que tiene escamas y un cuerno. Los emperadores los usaban para determinar la culpabilidad de un acusado.

Sachiko anotó todo lo que el abuelo decía en una libreta, tratando que no se le escapara ningún detalle para poder investigar más tarde. Tras un rato, estudió la varita de Dalhyun.

—Parece ser una madera que proviene de un árbol floral y que no se usa en Japón. El núcleo es parecido al Kitsune, pero tiene algo distinto.

—Es de Azalea. El núcleo es de Kuminho. Es un zorro de nueve colas como el kitsune.

—¿Nadie más tiene una varita de Lee? —preguntó Sachiko tras anotarlo todo.

—La del Dalhyun era de mi madre. Él nació justo el año en que mataron a Lee, así que el resto de mis hijos consiguieron varitas de Iida.

—¿No conoce a nadie que tenga una? ¿Algún amigo?

—Dos viejos conocidos.

—¿Recuerda los materiales de esas varitas?

—Solo las maderas.

—Eso es de ayuda. ¿Después podría preguntarles por los núcleos? Puede decirles que Jangmi está interesada en las varitas coreanas si el problema es que yo soy japonesa.

—¿La familia de ese chico no tiene esa información?

—Solo Lee Yonggi sabía la manera de hacer las varitas, y no se lo dijo a nadie antes de morir —dijo Jangmi—. Están muy contentos de que intentemos ayudarles.

—Bueno, chicas —dijo Dalhyun levantándose—. Debo ir a supervisar unas cosas de la boda. Nos vemos más tarde.

—Te acompaño, hijo —dijo el abuelo.

Ambas se quedaron en el comedor solas. Sachiko escribía como loca, mezclando los tres alfabetos de su idioma con el hangul cuando era necesario de una manera que Jangmi encontró mareante.

—Espero que no te confundas después.

—Luego lo voy a ordenar mejor. Por ahora solo me preocupa tener todo.

Jangmi se quedó callada un rato para dejarla concentrarse, viendo cómo escribía acelerada hasta soltar el pincel con un suspiro.

—Es como aprender desde cero.

—Gracias por todo lo que haces, Sachi.

—No hay de qué. Es muy interesante.

—Sachi... Tengo que decirte algo. —Su amiga alzó una ceja con interés—. No te vayas a molestar. —La chica negó con la cabeza, manteniendo un gesto sereno—. Creo que, si quiero mejorar en la música, debo darle más tiempo a ensayar, así que pensé en dejar el club de lectura.

—No me puedo molestar contigo por eso, Jangmi. Tampoco creo que el quinto año nos dé mucha libertad para tener dos extracurriculares.

—Gracias, Sachi.

—Oh, por cierto ¿Cómo va lo de la especialización?

—Ya tengo 135 yenes. Creo que, cantando en verano y si nos va igual de bien en el festival el próximo año, podré completar todo en sexto. Quizá me sobre un poco.

—¿Ya decidiste cuál vas a estudiar?

—Estoy entre las pociones y la medimagia.

—Son buenas opciones. Tendrás trabajo seguro.

—Eso espero.

Unos golpes en la puerta llamaron la atención de ambas. Jangmi sacó la varita del jeogori igual que su madre había hecho antes. De alguna manera, no saber quién era le había impulsado a protegerse en ausencia de los adultos.

Se acercó a la puerta y la corrió levemente, escondiendo la varita tras de sí. Soltó un suspiro de alivio al ver a Sunhee parada ahí con una sonrisa.

—Buenas tardes, Sunhee unnie.

—Hola, Jangmi-ya ¿Está Dalhyun?

—Salió hace un rato, pero puedes quedarte a esperar si quieres.

—Gracias.

Sunhee se quitó los zapatos y entró a la casa, sorprendiéndose al ver a Sachiko sentada en la mesa. La chica también se sorprendió, guardando su varita de manera disimulada y rápida antes de levantarse para hacer una reverencia.

—Mi nombre es Yamada Sachiko. Mucho gusto en conocerla, Yoon Sunhee nim.

—Igualmente —respondió.

—¿Quieres algo de té? —preguntó Jangmi.

—Sí, muchas gracias.

Mientras Jangmi preparaba el té en la estufa, no pudo evitar notar cierta inquietud entre las dos personas sentadas en la mesa, y tampoco pudo evitar reírse levemente al entender lo que pasaba.

Sachiko no sabía que Sunhee conocía el secreto de la magia o si era una bruja, así que estaba tensa por el miedo de que se descubriera su secreto. Sunhee no sabía que Sachiko era una bruja, y parecía que estaba pensando mucho en qué preguntas hacer para no revelar el secreto de su nueva familia. Jangmi dejó la tetera en la mesa y sirvió las tres tazas.

—Jangmi, casi no te veo por aquí —dijo Sunhee— Solo en verano. Dalhyun me dice que estás en Japón ¿Qué haces allá?

—Estudio lo mismo que hace mi familia. Sachiko es mi compañera de clase. —Sunhee la vio con cara de extrañada por un instante hasta que pudo atar todos los cabos, poniendo una expresión de "¿cómo no me di cuenta?"—. Sachi, Sunhee ya sabe que somos brujas.

—¡¿Por qué no me dijiste antes?! —se quejó dándole un golpe en el hombro que la tiró hacia un lado.

—Eres cruel... No sabía que había una escuela de magia —dijo Sunhee.

—Debieron ver sus caras —dijo en un ataque de risa.

—Sunhee nim. Felicidades por la boda.

—Gracias, Sachiko nim. La verdad es que no sabía cómo iba a lidiar con la magia, pero la señora Seon Eunyeong me ha dicho que no es difícil.

—Bueno, no te extrañes si tus hijos son magos, igual si son metamorfomagos —la tranquilizó Sachiko.

—¿Meta qué?

—¿Dalhyun nim no te ha dicho eso? —Ella negó con un leve miedo en los ojos—. No te preocupes, no es la gran cosa. Son magos o brujas que pueden cambiar partes de su cuerpo a voluntad. Jangmi es metamorfomaga.

—¡¿En serio?! —preguntó con los ojos muy abiertos.

—Sí, es hereditario —confirmó—. Mi bisabuela era metamorfomaga, así que no sería raro que Dalhyun lo pase a sus hijos.

—¿Qué puedes hacer?

—Lo que más hago es cambiarme el cabello.

—¡No hables, Jangmi! ¡Solo hazlo! Di un color, Sunhee. Vas a ver que es divertido.

—No se están burlando de mí ¿verdad? —las dos negaron con la cabeza, Sachiko con ganas y Jangmi con seriedad— De acuerdo... Naranja.

Sus ojos se abrieron cuando el cabello de Jangmi cambió de un negro brillante a naranja desde las raíces hasta llegar a las puntas.

Cuando su abuelo y Dalhyun regresaron, las encontraron riendo con las imitaciones de narices que Jangmi estaba haciendo. La sorpresa le duró poco a su tío, pues las observó con una sonrisa al ver que hacían a Sunhee parte de la familia.

❀Unnie: Hermana mayor de una mujer. Se usa con personas que se consideran cercanas pero mayores.

Próximo Capítulo: 2022-09-11

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Capítulo Extra: Trilogía "La Primera Carta; La Bahía de Incheon"

Disponible en "Hanto" el 2022-09-09

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