Epílogo: Volver a florecer
Los aplausos se ahogaban con la distancia cuando Jangmi bajó del escenario hacia el camerino en el teatro Inari. Después de una vida cantando, aquella sensación de los nervios desvaneciéndose con cada segundo y luego la satisfacción al acabar seguía siendo insuperable. Estar en un escenario era una de las pocas cosas que amaba profundamente.
A su paso, recibía felicitaciones en japonés de los empleados del teatro que la apoyaban en cada una de sus presentaciones en Inari Roji desde hacía veinte años, así que les agradeció con una inclinación repetitiva hasta que estuvo cerca de su destino, cuando uno de los empleados llegó un poco agitado.
—Señorita Seon, el corresponsal de Nihon no Kitsune insiste en que le dé una oportunidad...
—Ya he dicho que sin entrevistas —respondió con calma.
—¿Ni siquiera por un viejo amigo, Hana? —dijo una voz conocida a su espalda.
—¡¿Taro?!
—¿Qué tal todo, Jangmi-chi?
—P-pues qué decirte... Estoy mejor que nunca.
—Entonces ¿Me das una oportunidad? Por los viejos tiempos.
—Espero que no tergiverses las cosas —bromeó.
—Me ofendes...—dijo en burla—. En mis más de veinte años de carrera, jamás he hecho eso, y a ti te consta.
—Te creo, chismoso —rió—. Entra. Aquí es más cómodo.
Taro celebró de manera rápida ser el primer periodista en conseguir una entrevista suya en más de diez años, y entró al camerino.
—¿Puedo empezar? —ella asintió, y él sacó una vuelapluma de un maletín— De acuerdo... ¿Cómo te sientes tras terminar esta gira por Asia?
—Pues... fue interesante conocer otros países. Mi vida era Japón y Corea. Conocer lo que hay más allá fue una experiencia increíble.
—¿Te has planteado hacer una gira con mayor alcance?
—Varias veces, pero todo se consigue poco a poco. Sigue siendo un plan que no descarto.
—Puede que te moleste la pregunta, y no hay necesidad de que la contestes si no quieres. Existen muchos rumores sobre la separación de Madang hace años. Tal vez quieras dar una versión interna de lo que ocurrió.
—¿Qué dicen ahora? No he escuchado nada.
—Bueno... en resumen, piensan que las otras chicas se hartaron de que no las dejaras componer nada. Yeonkkoch ya no tiene una vida pública y las otras dos chicas tampoco responden.
—Algunas me ayudaron con las letras. Tuvieron un porcentaje de los créditos por eso.
—¿En serio?
—Yo por lo general hacía las melodías porque estudié para eso en la escuela, tú lo recordarás, pero Baenhab me ayudaba muchísimo porque es buena con la poesía, más que nada en las letras en japonés. Yeonkkoch y Tyullib aportaban siempre que querían. Además, todas nos involucramos en el proceso creativo de cada álbum. Yeonkkoch nos organizaba, Tyullib hacía los vestuarios y Baenhab los diseños del álbum.
—Entonces ¿Cuál fue el motivo?
—Creo que podemos resumirlo en "familia" —dijo con una sonrisa nostálgica—. Encontré a mi familia, Yeonkkoch tuvo la oportunidad de formar una y las otras dos chicas ya eran una por su cuenta. Fue raro para todas, pero ninguna era capaz de detener a las demás.
—Bien ¿Cuáles son tus planes a futuro? La gente se pregunta si a tu edad seguirás con el ritmo de siempre.
—Un artista muere dos veces, y planeo que ambas lleguen a la vez... Casi no digo eso, solo lo pienso a menudo, pero ya que lo preguntas, seguiré cantando por el resto de mi vida, y si puedo compartirlo con el público, eso me haría muy feliz. Por ahora me va bien como llevo las cosas, así que no bajaré el ritmo en unos años. Y no estoy tan vieja.
—Lo sé, tenemos la misma edad...Tú has compuesto tus canciones desde el principio. Todas tienen un toque sentimental ¿De dónde sale todo aquello?
—Pues... de experiencias propias. Algunas son tristes y lo sé.... Escribir es como una manera de liberar lo que siento, aunque creo que he logrado ser optimista sin perder el toque.
—Una de las más populares es Mil Grullas, y creo que cada persona tiene su teoría, además de que muchas de esas personas lo relacionan con Hiroshima desde que la cantaste por la conmemoración ¿Quisieras aclararlo?
—Tú ya lo sabes, idiota.
—Esto es una entrevista, Jangmi-chi. Se supone que tú debes decirlo, o la vuelapluma no lo va a anotar, cabezota.
—De acuerdo —suspiró—. Pues es por Sachiko. Ella estaba en la ciudad cuando la bomba cayó, y fue algo que... me dejó destrozada por mucho tiempo. Esa canción fue mi impulso para salir de un agujero.
—Ya que te conozco, me atrevo a adivinar que Naui Dal es para tu madre.
—Correcto. La escribí en medio de la guerra, cuando no sabía dónde estaba o si estaba a salvo. Es muy infantil, pero la extrañaba demasiado.
—¿Qué hay de Nal noh ji ma?
—¿Qué con esa?
—Las personas que la escuchan describen la sensación de "extrañar repentinamente a alguien", y creo que todos queremos saber de qué trata —dijo de manera sugerente—. Tienes ese extraño talento para decir demasiado sin ser detallista.
—Tal vez te desilusione la respuesta —advirtió—. Mi tío está desaparecido desde la evacuación de Hungnam. —hizo una pausa y respiró hondo—. Tengo la esperanza de que algún día la escuche y sepa que lo esperamos en Geoje.
—Seguramente lo hará.
—Eso espero.
—Hablando de familia, muchos se han cuestionado por qué tardaste tanto en reencontrarte con tu madre ¿cuánto fue?
—Diez años. Las guerras son difíciles, ambos países lo saben. No tenía un indicio de dónde buscarla, y cuando intenté ir al norte tras el armisticio la frontera ya estaba cerrada. Decidí llevar las cosas con prudencia, pero jamás dejé de pensar en ella... Ahora pienso en la gente que no tuvo la misma suerte que yo y que llevan veinte años sin saber de sus familias.
—Muy sabias palabras, Jangmi-chi, eres buena para las entrevistas. No entiendo por qué no las aceptas.
—Los buenos periodistas escasean. No puedo confiar en todo el mundo.
—Para terminar ¿Qué harás ahora?
—Regresar a Corea. Tengo algunos asuntos pendientes allí.
花
Aún antes de la separación de la península, las construcciones de las casas más tradicionales eran completamente distintas en cada lado del río Han. La casa de la familia Seon en Geoje constaba de tres bloques conectados por puertas entre sí, y cada uno llevaba a una habitación, al menos como fachada. La forma lineal de la casa permitía que la brisa refrescara cada estancia, mientras que en el norte era prioridad conservar el calor con una estructura cuadrada que limitaba el acceso del viento.
Jangmi apareció justo en frente, sujetando el baúl con su mano. El sol del verano calentó su piel en un instante.
Su nombre se cruzó con las palabras Unnie y Nuná en las voces emocionadas de sus primos. Hyunsuk había crecido mucho más que todos en la casa, llegando a chocarse incluso con los marcos de las puertas al pasar. Por el contrario, Hyunjoo era mucho más pequeña que Jangmi. Llevaba el cabello castaño rojizo desde que pudo controlar su habilidad, y sus ojos, antes negros como los de Sunhee, eran grises y llamativos, pero manteniendo la forma.
—¿Cómo estuvo Kioto? Hace años que no voy. —preguntó con emoción.
—Un poco más grande.
—¿Y Pekín? ¿Qué tan grande es?
—Enorme, la vista desde el Templo del cielo es impresionante.
—¡Llevame la próxima vez!
—Hyunjoo-ya, aquí tienes trabajo.
—Escaparme un día no le hará mal a nadie.
—¿Todos están en casa?
—No. Salieron a mercar y a terminar de negociar lo que pediste... ¡No me cambies el tema!
—No me parece una buena idea que te escapes.
—Puedo pedir permiso para ser tu guardia personal.
—Hyunjoo...
—¡Solo di que sí! Solo un día, lo prometo.
—Está bien. Tendrás que esperar un año.
—¡¿Tanto?!
—Quiero descansar un poco.
—Jangmi-unnie ya está vieja.
—Ya quisieras llegar así a mi edad.
—¿Solterona?
—Así estoy bien por ahora. Tú también vas un poco tarde. A tu edad, muchas de mis compañeras ya estaban casadas.
—¡Eso fue hace veinte años! Las cosas han cambiado.
—Hyunjoo, ya fue suficiente —dijo su hermano—. Deja que descanse un poco, lleva como dos meses en conciertos.
El chico se acercó para ayudarla con el baúl, y ella se inclinó un poco para agradecerle. Entraron por la puerta central de la casa, que daba a un pequeño comedor y la habitación que compartían ella y Dalmi.
Hyunsuk preparó una buena cantidad de té negro para darle la bienvenida a casa, y los tres se sentaron en el pequeño comedor para ponerse al día.
—... Y no sé cómo, pero su cabeza había entrado en una tetera pequeñísima —dijo el chico.
—¿Qué hicieron? —preguntó Jangmi.
—Agrandar la tetera, pero su cabeza seguía con la misma forma.
Hyunjoo se carcajeaba con las historias del hospital de su hermano, mientras ella contaba algunas situaciones de los aurores en Corea. La diferencia de edad entre ellos jamás había sido un impedimento para que se divirtieran juntos. Tal vez ellos eran muy maduros, o ella lo opuesto, pero incluso con veinte años entre ellos, y la mitad de esos años separados, parecían hermanos que habían vivido juntos toda la vida.
Las voces de sus familiares se acercaban desde el camino de tierra hasta llegar a la puerta. Su prima se giró hacia ellos para ver sus caras en cuanto vieran a Jangmi, pues ninguno les había dicho que ese día regresaba.
Sunhee dejó caer la cesta de la compra, Dalmi le lanzó la suya a Dalhyun, y corrió a darle un usual regaño por no avisar mientras la abrazaba con fuerza.
Su tío empezó a acomodar lo que habían comprado, y sus primos salieron al bar que más les gustaba de la isla.
Jangmi arrastró el baúl que llevaba usando desde la escuela a través de la puerta del bloque central hacia un pasillo que habían logrado mediante la extensión indetectable de la construcción. Este dirigía cinco puertas, que llevaban a las habitaciones de cada persona en la casa, además de la matrimonial de Dalhyun y Sunhee.
Su habitación se mantenía sencilla, con su io doblado en un rincón, una mesa donde pasaba la mayor parte del tiempo y un estante con sus objetos más preciados.
Guardaba alineados todos los álbums en los que había trabajado, tanto en solitario como con Madang, además de fotos con sus seres queridos y recortes de periódico de momentos importantes, a los que ahora se sumaría la entrevista que Taro recién había publicado esa mañana.
Empezó a desempacar la enorme cantidad de cosas que llevaba en el baúl. Su madre entró en la habitación tras un rato, y ella se sentó con un poco de dificultad en el suelo frente a la mesita de la habitación.
—¿Sigue doliendo? —preguntó Dalmi.
—Voy a tener que pedirle a Hyunsuk que me ayude con eso. Nunca me había dolido así.
—¿Crees que sea grave?
—Creo que me he caído demasiado.
—Pero siempre te levantas.
Jangmi sonrió. Ambas permanecieron calladas un rato, pero no era incómodo. Era un silencio tranquilo, pacífico y confortable. Dalmi sacó de detrás de su espalda una caja que había tenido escondida, la dejó sobre la mesa y de ella sacó un sobre que le extendió a Jangmi.
—Omoni ¿Qué es esto?
—Una carta de un admirador para la mejor cantante del país. Llegó esta mañana, así que ya suponía que vendrías pronto —respondió con una sonrisa extraña.
—Últimamente envían muchas ¿Qué tiene de especial...? —Jangmi giró la carta, dándose cuenta de quién era el remitente, y de que el sobre estaba abierto. Su cabello empezó a ponerse rojo como no le había ocurrido en años y el corazón se le aceleró hasta retumbarle en los oídos—. No me digas que la leíste.
—A alguien la están esperando en Kioto, al parecer. Y eso que acabas de estar allá.
—¿Cómo sabías...?
—Jihyun me lo dijo.
—Voy a colgar a ese idiota la próxima vez que lo vea.
—Ten piedad de él, se le escapó hace tiempo. Parece que quien escribió la carta va en serio contigo.
—Omoni...
—Lo único que me importa es que te haga feliz, mi niña.
—Te aseguro que sí.
—De acuerdo... Aquí hay más cartas. Estas son las más importantes. El resto son opcionales. Te dejo para que las leas.
—¿Las leíste? —cuestionó alzando una ceja.
—No lo necesito. Sé quiénes son importantes para ti. Esa solo me daba mucha curiosidad.
—Omoni ¿Hiciste el favor que te pedí?
—El contrato llega en una semana. Técnicamente el local ya es tuyo.
—Muchas gracias.
—Seguro tu idea sale bien. Ya va haciendo falta un sitio así para los magos.
Dalmi salió y cerró la puerta. Ella se quedó observando los nombres en los sobres, debatiéndose con cuál debía empezar. Decidió dejar el sobre abierto para el final con tal de pasar el impacto de ver ese nombre después de tanto tiempo y saber que su madre había leído lo que fuera que hubiera dentro. Revolvió el contenido de la caja y sacó el primer sobre que pudo agarrar.
Llevaba sin ver a Yeonjin desde que se mudó a Inglaterra, y la mantenía al día con sus novedades por medio de cartas desde entonces.
Su boda había sido en Kioto al día siguiente de su concierto final. La pareja decidió mezclar elementos japoneses y coreanos en la ceremonia y la recepción, y justo después de la boda tomaron un barco hacia Inglaterra.
En varios intercambios de cartas se había ido enterando de su vida en otro país y lo difícil que le fue adaptarse a él, de su embarazo y el nacimiento de su hijo, que en ese momento debía tener unos seis años. Tenía muchas ganas de ver a su amiga nuevamente.
Después de tanto tiempo, no terminaba de asimilar que había recuperado parte de su vida a cambio de otra. Yuhye y Baenhab estaban a pocos días de distancia, que se convertían en breves instantes gracias a la magia. Ambas seguían en Kioto, cantando juntas como siempre prometieron.
Había tratado de volver a ver a Minho después de recuperar el contacto con él tras años de creerlo muerto, pero el destino no cooperaba con ellos. Ya fuera por imprevistos en casa, viajes de Jangmi o que alguna de las hijas de Minho se había enfermado, les había sido imposible encontrarse de nuevo, aunque Jihyun le aseguraba que se encontraba bien.
Él y su hermana habían logrado abrir de nuevo la tienda de su familia, y Jangmi había tenido la oportunidad de cantar aquel día que había resultado ser igual de importante para la familia Lee como para el país entero, convirtiéndose en uno de los últimos avances que su independencia había conseguido. El chico al que seguía considerando su hermano pequeño se había convertido en un funcionario respetado del Ministerio de Magia Surcoreano, donde había reunido a casi cien familias que se habían separado en la guerra. La felicidad lo había alcanzado de varias formas, incluso como un chico que Jangmi llegó a conocer, con el que llevaba una relación discreta pero formal desde hacía cinco años. Aunque eso no evitaría que Jangmi lo colgara del techo por su indiscreción.
A veces sentía que todo era un sueño, y que aquella libertad y felicidad desaparecería en un parpadeo, pero ni siquiera los constantes pellizcos que se propinaba o el dolor en la cadera lograban arrancarla de esa fantasía. Había terminado por acostumbrarse a las ausencias que le pesaron por años, dejando que esas memorias siguieran su rumbo sin forzarlas a quedarse a su lado.
El destino actuaba de maneras extrañas, uniendo y separando lo que se le antojaba hasta quedar satisfecho por un momento, iniciando de nuevo el ciclo del cambio que jamás paraba. Aun así, Jangmi tenía la pequeña esperanza de que este se detuviera para ella lo suficiente como para gozar de aquella vida que por mucho tiempo solo había padecido.
Se burló de sí misma en silencio. Llevaba semanas deseando un descanso, y en cuanto lo tenía, sus pensamientos no la dejaban lograrlo, maquinando ideas tercas que exigían ser plasmadas antes de desaparecer.
Usando su varita, atrajo una hoja en blanco y una pluma, dispuesta a pasar varias horas en el mismo lugar.
El resto del mundo podía esperar por una última canción.
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