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9. Legado

Jangmi tocó con delicadeza la puerta de la sala de profesores y varias voces desde el interior le dieron permiso para pasar. En cuanto entró, hizo una reverencia a todos los profesores que se encontraban ahí, quienes la miraban con inquietud hasta que se dirigió a la mesa del profesor Asahi.

—¿A qué debo la visita, Seon?

—Es... Sobre el club de música.

—Hamasaki me contó que has decidido estudiar pociones —dijo con cierta tristeza en su voz.

—Sí, pero quería pedirle que me dejara seguir en el club.

—¿Cómo? —Asahi se mostró evidentemente inquieto.

—Bueno... No quiero dejar de cantar en un escenario jamás. Adoro hacerlo.

—Creo que tus aprendices quedarán un poco sorprendidas si te quedas.

—No pienso acaparar mi posición actual por otros tres años —se excusó con una sonrisa—. Alguien más será elegida este año como siempre se hace. Simplemente quiero seguir cantando.

—En ese caso, no veo problema —sonrió—. Y ya que tocas ese tema, ya va siendo momento de elegir a tu sucesora.

—Ambas tienen mucho potencial...—dijo pensativa— No creo ser capaz de elegir una.

—Generalmente es así. Saya se lo pensó bastante, pero llevaba con eso desde antes de iniciar el curso. Uchiyama no tenía más opciones, pero Saya se lo merecía.

—Ya veo... Tampoco tengo tanto tiempo como me gustaría para pensarlo.

—Hasta el viernes como mínimo, para ser exactos.

—Maldición, estoy jodida.

Asahi y otros profesores rieron con sus palabras.

Ambas tenían una voz preciosa a su manera: Ogawa tenía una voz ligera y el falsete le salía de manera casi natural desde un principio, y Sakuragi tenía bastante potencia. Las cualidades de ambas la estaban poniendo en aprietos.

—¿Y si las pongo a prueba?

—¿Qué tienes en mente?

—No solo me refiero a la técnica. También deben saber enseñarle a alguien... Yo misma debo hacerlo, y me gustaría que aquella que siga después sea capaz de llevar esa carga. No sería mucho tiempo... Tal vez una semana o dos, pero sin decirles nada.

—No es una mala idea. Voy a pensarlo.

—Gracias, profesor.

—También ya es momento de que elijas la contraseña.

—Tampoco había pensado en eso... ¿Puede ser en coreano?

—Si es fácil de pronunciar para todos, no debería ser problema.

—Entonces Dalnim.

—¿Tiene algo especial?

—Es la diosa luna en Corea... Y de ahí viene el nombre de mi madre y el resto de mi familia.

—Que poético —intervino Arai con admiración.

—Me parece una buena contraseña.

—¿Por qué siempre usan los nombres de los dioses como contraseñas? —cuestionó Fukuda.

—Porque así nos protegen.

Después de hablar con Asahi, Jangmi bajó las escaleras y salió del palacio cuando la campana empezaba a retumbar para anunciar el fin del receso.

Por el camino hacia el estanque se fue encontrando con sus compañeros, quienes también caminaban hacia su clase de Manejo de los Elementos. El año anterior todos habían iniciado su segundo elemento con pocos avances. Aoki les había dicho que sería más complicado al estar acostumbrados al primero, y era por eso que debían elegir uno que se complementara de manera armónica.

Aquellos que eligieron el aire, optaron por continuar con el agua al ser un elemento calmado. Jangmi tomó el camino inverso, y eligió el aire por la misma lógica de Kou y Kiyoshi, mientras Ryuko siguió con la tierra.

Las clases solían ser muy tranquilas, buscando profundamente la concentración para hacerse uno con aquel elemento meditando, y, a veces, podían hacer lo que querían, siempre y cuando involucrara uno de los elementos. Eso daba lugar a juegos interesantes que usaban para practicar.

Kou sacó de su mochila una pelota pintada para un juego que ella y Kiyoshi habían inventado: Era, en esencia, parecido al Quidditch. Ambos se paraban en una portería formada por árboles de cerezo, evitando que el otro anotara mientras ellos trataban de hacerlo con ráfagas de aire. Solían turnarse entre los tres e intercambiaban con quien perdía para practicar ese elemento juntos, mientras quien estaba fuera practicaba la hidroquinesis. Tambien hacían competencias de barquitos de papel en el estanque, en las que no solo debían darle velocidad a la corriente, sino que debían evitar a los peces Koi.

Por su parte, Ryuko había tomado cierta afición por hacer construcciones con tierra, así que estaba sentada a la sombra de un cerezo haciendo estructuras más elaboradas que las del año anterior. Ya habían visto un ryokan sencillo, y al parecer, ahora intentaba imitar el palacio de la escuela.

Jangmi disfrutaba jugando con el agua. Llevaba tiempo pensando cómo podría meter los pies en el estanque tat y como lo hacía en el mar de vez en cuando, pero la presencia de los peces koi se lo impedía. Esos animales saltaban con solo rozar la superficie en busca de comida, y, aunque sabía que no le harían daño, quería evitar que atacaran indiscriminadamente sus pies.

Una idea se encendió en su cabeza de repente, y empezó a andar alrededor del estanque en busca de todos y cada uno de los peces

—¿Qué mierda haces? —preguntó Ryuko cuando la vio correr hacia un pez que acababa de saltar.

Sin decir nada, simplemente separó una buena cantidad de agua en una burbuja que elevó en el aire, arrastrando consigo al pez.

Repitió el proceso varias veces hasta que todos los peces se encontraron en una enorme burbuja de agua suspendida en el aire, donde nadaban a gusto sin enterarse de lo que había ocurrido. Con una sola mano se quitó las sandalias que llevaba para el uniforme, y corrió en el agua sin importarle una mierda mojar el borde del kimono, siempre sosteniendo el agua sobre su cabeza para que no llovieran peces.

Sus compañeros de clase se unieron a ella un rato después, sin que el profesor les impidiera nada, chapoteando y mojándose entre todos hasta que Ryuko corrió hacia Jangmi con tal de hacerla caer al agua.

El empujón le hizo perder la concentración, y los peces cayeron de regreso al estanque junto al resto del agua. Los cuatro quedaron empapados de pies a cabeza.

El profesor Aoki reía a carcajadas desde la sombra de un cerezo, donde había estado meditando hasta hacía poco tiempo. Junto a él, el señor Matsubara los observaba con una mezcla de reproche, asombro y furia, sin poder creer lo que habían hecho ni que su profesor no les dijera nada.

—Seguramente se quejará sobre esto por años —rió Ryuko en voz baja.

—O lo usarán en los anuncios del banquete —dijo Kou.

—"No los alimenten, o empezarán a volar para comerlos" —se burló Jangmi.

En cuanto los peces se recuperaron de la sorpresa de la caída, fueron capaces de caer en cuenta que había cuatro chicos en el agua. En un parpadeo, empezaron a saltar sobre ellos en busca de comida.

Mientras intentaban salir de ahí con esfuerzo por la resistencia del agua y el ataque de los peces, vieron una sonrisa de satisfacción asomarse en la cara del celador.

—De acuerdo... Empezaremos en un momento —anunció Jangmi a la decena de chicos que esperaban en el pasillo—. Los llamaré en orden. Pueden regresar a sus viviendas en cuanto terminen. Rompanse una pierna —terminó con una sonrisa antes de analizar la lista, asombrándose por el primer nombre—. Hirai Tsuki.

Una joven pequeña con los ojos grandes se acercó a ella con timidez, cargando en su espalda un shamisen bastante más grande que su propio cuerpo. La saludó con una reverencia y una sonrisa discreta antes de entrar a la sala de ensayo.

Ryuko abrió los ojos con sorpresa al verla, intentando volver a la calma que debía tener para calificar a los aspirantes. La niña sacó el shamisen de la tela que lo protegía, y empezó a afinarlo con destreza y rapidez, sacando la lengua de una manera adorable.

—Inicia cuando gustes —indicó el profesor Asahi.

Ella asintió, y tras mover los dedos un poco para calentarlos, empezó a tocar de una manera prodigiosa. En un momento de la canción, fue necesario que la tonalidad cambiara, y simplemente deslizó la clavija con precisión milimétrica hasta encontrar el tono adecuado en un parpadeo y continuar tocando como si nada hubiera pasado.

Se despidió de ellos con una reverencia educada y una sonrisa de satisfacción, envolviendo de nuevo su shamisen antes de salir.

—Es tu sobrina ¿No es así, Hirai? —preguntó Asahi.

—Sí, señor. Es la hija de mi hermano Kanto.

—Creo que su habilidad dejará más que claro que ese no es el motivo de que esté en el club.

El resto de audiciones no fueron tan llamativas, salvo la de un chico que entró sin instrumento alguno, y cuando Ryuko le preguntó, simplemente empezó a cantar con una voz extrañamente grave para su edad.

—Barítono...—susurraron Jangmi y Asahi en cuanto el chico salió.

La cantidad de aspirantes parecía aumentar con los años, y eso derivó en que tardaran más tiempo en acabar. El cielo ya estaba oscuro, así que indicaron a los demás que la limpieza se haría al día siguiente.

Tras organizar la sala de ensayo que habían usado, los tres salieron para ir a la cena. Ambas se despidieron de la geisha del tapiz con respeto, y la mujer les correspondió la reverencia.

—¡Vaya! —exclamó Asahi—. Estarás feliz con esto ¿no es así Kiku?

Ella asintió con el rostro levemente escondido tras el abanico, moviéndolo con suavidad.

—Son un encanto —murmuró.

—¿Ese es su nombre? —preguntó Ryuko.

—Jamás lo dice, pero sí. Su nombre es Kiku.

—Es un nombre bonito —dijo Jangmi—. Los nombres de flores son lindos.

Ryuko se rió y le dio un codazo antes de salir.

Durante la cena, los ánimos se notaron diferentes en la mesa de los profesores, la cual podían ver con bastante más claridad debido a la posición de su mesa ese año. Generalmente, en esa mesa reinaba la seriedad y el silencio, con simples interrupciones para pedir algo desde el otro lado o comentar un asunto con brevedad, al punto en que la cena parecía una extensión de sus trabajos, pero esa noche, todos los profesores charlaban alegremente sobre algo que no llegaban a escuchar por sobre los murmullos de los estudiantes de especialidad, quienes se sentaban más cerca que ellos.

—¿Qué creen que ocurre? —preguntó Taro.

—No creo que debas meterse en sus vidas —dijo Ryuko—. Déjalos disfrutar. Ya les robamos demasiada paz por estar aquí.

—Algo se está cociendo ahí, y yo lo voy a descubrir —sentenció.

Los cambios que se habían ido dando desde el año anterior, y que a todos les había resultado un fastidio, se habían estado integrando de manera diferente a la que se esperaba. Aquellas modificaciones podían ir desde lo más sencillo, como evitar el uso de kimonos o el cambio de calzado; hasta todo el sistema de evaluación y la jerarquía de la escuela.

Las vestimentas de diario de la mayoría habían pasado de usar el kimono de la manera más correcta posible a permitir que las chicas más mayores abrieran más la espalda de la prenda, o que lo mantuvieran abierto con un vestido occidental abajo.

La costumbre de cambiarse de calzado se mantuvo, sobre todo en las estaciones más frías, cuando la lluvia amenazaba con complicar sus labores de aseo en el hogar o el frío congelaba los dedos de sus pies al no sentarse sobre ellos con el cambio de mobiliario.

Estados Unidos intentó que ningún alumno tuviera más poder que otro, sin embargo, a todos les resultó imposible dejar de llamar "sempai" a sus mayores, aunque se hizo más común ver amistades cercanas entre alumnos de diferentes años.

Los primeros exámenes del año fueron en julio. Según sus profesores, sería una preparación para el examen que les esperaba a final del año escolar y que definiría su futuro.

Las preguntas eran notablemente más complejas, y había muchas más que en los años previos. Las pruebas prácticas se les hicieron un largo sufrimiento que demostraba su falta de práctica real para asumir ese examen, y, aun así, ellos mismos se sorprendieron con sus resultados.

Aparentemente, los profesores decidieron compensar sus esfuerzos pese a la dificultad con una buena nota pese a la oposición de Mary Baker, elevándoles el ánimo a todos sin dejar de recalcar que el examen de nivel sería mucho más difícil, y que no podían descuidarse, o quedarían condenados al desempleo.

Decidieron redoblar sus esfuerzos en clase con tal de prepararse, pero se encontraron con la extraña calma de sus profesores al no mandarles tarea para el verano ni exigirles demasiado la última semana de clase, en la cual tuvieron estudio independiente en algunas asignaturas como Pociones, Encantamientos e Historia, donde sólo debían leer, hacer unos pocos ejercicios prácticos y entregar un informe antes de las vacaciones.

—¿Qué creen que les haya pasado? —preguntó Taro en la cena—. Jamás nos han dejado solos para que no nos matemos, y ahora de repente tenemos tres horas de estudio independiente.

—Aquí hay algo extraño —agregó Nana.

—La profesora Fukuda está en Okuninushi —informó Junko en un susurro.

—¿Qué le pasó?

—Parece que un Ushi-oni la atacó.

—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Taro con asombro al no estar enterado. Al resto también les extrañaba que el chismoso de la clase no tuviera la primicia.

—He pasado mucho tiempo con la señora Kondo. Simplemente lo mencionó.

—¿Ella está bien? —preguntó Yuki con preocupación.

—Bueno, eso no lo sé.

—¿Cómo apareció eso en la escuela? —cuestionó Nana.

—No lo saben. Lo encontraron en el armario de pociones, o eso dicen por ahí. El aula estuvo cerrada un par de días por el desastre ¿recuerdan?

—¿Creen que a la profesora Hamasaki le ocurrió lo mismo? Es su área ¿no? —especuló Taro—. Además... siempre está con el profesor Asahi.

—Ahí vas con lo mismo otra vez —se quejó Ryuko.

—No importa eso ahora. Sea por lo que sea, esos dos son como un Kappa y el agua. No sería descabellado que estuvieran juntos en ese momento.

—Solo espero que no sea nada grave.

—¿Tan malo es un Ushi-oni? —preguntó Jihyun.

—Ellos comen humanos —aclaró Jangmi—. Solo nos queda esperar que todos estén bien.

—Al menos pueden tomarse su tiempo en las vacaciones —agregó Junko.

—No me imagino lo que hubiera pasado si nosotros hubiéramos encontrado ese bicho —dijo Nana.

—Tú ni siquiera llegarías a Okuninushi —comentó Taro.

Ella hizo mala cara, pero Taro la ignoró al sacar de su mochila el periódico del día, que había dejado pospuesto hasta la cena para poder dedicarse a estudiar todo el día.

—¿Dicen algo del tribunal? —preguntó Jangmi.

—Parece que todavía están con el tema del ataque a Pearl Harbor —dijo leyendo unas líneas—. Si siguen así, esto se va a extender demasiado.

—Ya se ha extendido demasiado —dijo Jihyun—. Tenían supuesto que no durara más de seis meses.

—¿Y eso quiere decir algo?

—Bueno... puede que la situación aquí sea más compleja que en Europa o...

—O ¿Qué?

—O que quieran hacer las cosas mejor que en Nuremberg.

—¿Qué es eso de Nure... Nuremu...? —preguntó Kiyoshi

—Nuremberg. Es donde juzgaron a los nazis... Los alemanes —aclaró ante la confusión del chico.

—¿Qué pasó ahí?

—Absoluciones. No creo que quieran repetir eso aquí —explicó y bajó el tono—. Creo que los crímenes vienen siendo muy similares: Invasión de territorios, esclavitud y trabajos forzosos, genocidio... Pero creo que es más complejo porque no quieren envolver al emperador en esto.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Ryuko.

—Es que... Se supone que todos siguen sus órdenes ¿no? —dijo con un leve tono de miedo—. Esté o no involucrado, si lo juzgan tendrán a todo Japón en su contra ¿no es así? Ya hubo un intento de golpe de estado cuando la guerra acabó, y lo único que garantiza que no suceda de nuevo es que el emperador se mantenga al margen de todo.

—Es obvio ¿Qué harían ustedes si quisieran matar a sus líderes?

—Ryuko, eso ya lo hicieron.

—Ah, ¿sí? —dijo con las mejillas rojas de golpe.

Los dos coreanos asintieron con pesar, y ella bajó la mirada con pena, pidiéndoles disculpas en silencio.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Taro con curiosidad.

—La última emperatriz de Corea fue asesinada por un general de la armada de Japón. Lo absolvieron por falta de pruebas, aunque había dos testigos, y uno de ellos era extranjero.

—No puede ser...

—Ella había solicitado apoyo de Rusia y China para evitar una invasión —continuó Jihyun—. Era un impedimento, y la asesinaron. También parece que envenenaron al emperador. No creo que lo tomen en consideración en el juicio, ya que ocurrió hace mucho tiempo.

—Ojalá los ejecuten a todos —dijo Jangmi con seriedad.

Todos la observaron con sorpresa, pero ella no dijo nada más en el resto de la cena.

Aparte de Sachiko, ninguno sabía nada de lo que había vivido su familia. Ni siquiera se había atrevido a contárselo a Jihyun. Minho y ella compartían levemente la opinión sobre los crímenes de Japón en su país, pero aquello no salía del papel. Ambos deseaban una retribución, más que justicia, por todo lo que habían pasado, no solo ellos como individuos, sino el país entero.

Jihyun era más calmado que ambos al respecto, a la espera de una justicia que Jangmi y Minho dudaban que un montón de jueces extranjeros pudieran darles. Se habían incluido jueces de los Países Bajos, Estados Unidos, Filipinas y China, pero se habían olvidado de aquella colonia que había sido oprimida por más de treinta años.

Habían pasado tantas cosas que resultaba increíble que nadie las viera más allá del mar. Los tres solo esperaban que no quedara impune y en silencio.

❀Ushi-oni: un yokai que tiene rasgos de toro (cuernos y cara) y seis patas parecidas a las de una araña. Son muy temibles, pues les gusta comer humanos.

Próximo capítulo: 2023-06-11

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