7. Mil Grullas
Días después de la planeación, los miembros de los clubs de artes en la escuela se reunieron en el teatro pasa el usual ensayo grupal, esta vez acompañados por Mary Baker, y todo iba relativamente bien hasta la presentación del grupo de baile, que decidió usar el maquillaje y vestuario en la práctica para completar su acto.
—¿Por qué están maquilladas así? —señaló la mujer con incomodidad.
—¿A qué se refiere?
—Como mujeres indecentes.
Pese a que susurró, aquella comparativa se escuchó en toda la sala. Asahi suspiró para llenarse de paciencia y responder debidamente.
—Es un maquillaje tradicional que usan los artistas —observó a las chicas y les dio permiso para que iniciaran su actuación—. Que ustedes quieran corromperlo es otra cosa diferente.
Saya y Jangmi, que estaban sentadas justo detrás, contuvieron la risa con esfuerzo, golpeándose entre sí para que no se les escapara una carcajada fuera de lugar.
La señora Baker hacía comentarios sobre las voces de diferentes alumnos, resaltando que la entonación que tenían no era la debida y que no se creía como podían haber aceptado a ciertas personas en el club.
—¿Qué hay de ella? ¿No va a practicar hoy? —inquirió al ver que Jangmi no había hecho nada ese día.
—Ella es la solista del club de música.
—¿Y?
—Sus ensayos son privados.
Asahi no le dio más explicaciones y agradeció a todos por su trabajo antes de dejarlos ir a cenar.
El trajín de los preparativos inició realmente la semana antes con la construcción de los treinta y siete puestos a lo largo del camino principal y la creación de las decoraciones blancas.
Habían elegido hacer origami de molinos de viento para colgarlos en las ramas desnudas de los árboles, faroles chochín que flotaran sobre el camino y tiras de luz que se enrollaran en los árboles. El día en que colocaron todo estaba nublado, y las decoraciones no hacían nada para mejorar el ambiente desabrido de la escuela con el palacio de nefrita blanca en el fondo, los jardines sin flores, los árboles sin hojas y el cielo gris en el fondo.
—¿De quién fue la idea? —cuestionó Hamasaki al ver a sus alumnos.
—De una persona que no conoce el otoño de Japón —respondió Ryuko con desagrado mientras le colgaba varios molinitos con su varita.
—Espero que ese día no llueva.
—Será mejor que sí —soltó Taro, y todos lo fulminaron con la mirada—. Era una broma.
Los chicos de sexto estaban sentados en el comedor redactando cartas de invitación a las diferentes personalidades que debían asistir, además de los invitados especiales de MACUSA y los vendedores que habían arrendado un puesto para su mercancía.
Tanto las cartas como los sobres tenían el mismo color blanco con dibujos de molinos de viento para seguir con la temática del evento, aunque no les gustara. Habían decidido aceptarlo a su manera.
—¿Creen que funcionará? —preguntó Jihyun.
—Vamos a hacer que funcione —dijo Taro con una sonrisa.
幸
Como meses atrás, Jangmi se revolvía en el futón sin poder dormir por la cantidad de cosas que la abrumaban.
El día estaba por llegar, y de no ser por las reglas de la escuela y la insistencia del profesor, de Ryuko y de Jihyun, estaría ensayando toda la noche por el miedo de equivocarse con tantos ojos sobre ella. Además de los nervios que ya cargaba, la maldita intervención del correo había complicado que su familia pudiera asistir, y ella no estaba segura de que pudieran acompañarla ese día. Había ido al templo de la escuela para pedirle a los dioses que todo saliera bien.
Estaba inquieta, y el reloj ya indicaba que el amanecer se acercaba. En silencio salió hasta el patio para tratar de despejarse hasta que llegara el momento de ponerse en marcha para todo lo que ocurriría ese día, y decidió ahorrarles el trabajo a sus compañeros al sacar en silencio todas las vasijas del agujero que Ryuko había hecho en el suelo con geoquinesis. Sin poder contenerse del todo, abrió una de ellas y robó un poco de Kimchi.
—Creo que aprendí bien, Halmeonim —susurró antes de taparla de nuevo.
—No te lo estarás robando ¿O sí? —cuestionó Taro desde la puerta de su habitación.
—¡Mierda! ¡Casi me das un infarto! —exclamó en un susurro aireado—. Ya bastante tengo con lo que tengo para que me mates del susto.
—Venga, Jangmi. Todo va a salir bien —le animó hablando bajito.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Algo me dice que así será. Solo haz lo tuyo —le animó con una sonrisa que se le contagió.
—Gracias.
—¿Por qué hacen tanto ruido? —se quejó Ryuko desde el otro lado.
—La encontré robando el kimuchi.
—Es Kimchi, Taro —corrigió—. Solo estaba probándolo.
—Si descubrimos que falta demasiado, te lo vamos a cobrar entre to...
—Ryu, no la atormentes, que bastante tiene ya.
—¿Estás angustiada?
—¡¿Por qué hacen ruido tan temprano?! —gritó Nana, generando diversos quejidos desde todas las habitaciones de los que continuaban durmiendo y acababa de despertar.
Jangmi se encogió por el grito mientras Taro ponía los ojos en blanco y Ryuko chasqueaba la lengua con fastidio, entrando de nuevo a su cuarto para ponerse en marcha.
El día anterior ya habían montado el puesto, y lo que faltaba era preparar la comida. Le indicó a Kou cómo separar el kimchi para envolverlo en el arroz antes de arreglarse ella misma. Sencillamente se cambió del camisón al uniforme a la vez que ponía todo junto lo que usaría más tarde. Ni por un momento se había planteado usar un kimono ese día.
Con lentitud levantó la tela que cubría el pequeño espejo de su habitación para ver el reflejo que llevaba queriendo ignorar más de un año. Era el mismo fondo de siempre, y la misma persona, solo que con un mejor aspecto, ya fuera por la poción para no soñar que había terminado por dejar o porque el tiempo había pasado, pero había algo distinto. No era la ausencia de las ojeras, ni que el brillo de su cabello había regresado. Era algo que no distinguía.
Se permitió sonreír para estar un poco tranquila, y con la misma expresión empezó a empacar en un pañuelo lo que debía llevar al teatro sin que nada se desordenara.
—Jangmi, ya debemos ir a cumplir el turno.
Ryuko abrió la puerta sin más, encontrándola con una sonrisa que le generó cierta sorpresa y alegría a la vez. Se acercó a ella con los brazos abiertos hasta atraparla en un abrazo inesperado.
—Me alegra verte así —explicó.
—Creo que ya es momento de ver los colores del mundo de nuevo.
—Ya era hora.
Desde el camino flanqueado por puestos de comida se podía apreciar que ese año recibieron a más personas de lo normal. El tiempo había pasado, y todos querían dar paso a ese nuevo comienzo, dejando que la tristeza se fuera con las hojas de otoño para renacer en la primavera con el deshielo. Las familias ya empezaban a recuperarse, a reconstruir sus hogares y a vivir de nuevo, aunque las decoraciones no ayudaban en ese momento.
Era una imagen agradable. Ver a los niños correr con cometas de papel, a los magos haciendo trucos con fuegos artificiales y a todos sonriendo después de tanto tiempo... era algo increíble.
Ese año, los asistentes al festival variaron entre brujas y magos del común, muchos más funcionarios del ministerio de lo usual, extranjeros curiosos y geishas mágicas que se paseaban por ahí con sus clientes para entretenerlos y traducir para ellos.
—¿Qué es eso del kimchi? —preguntó una de ellas, acercando a un hombre de cabello canoso y escaso, con una túnica occidental de color azul que resaltaba sus ojos.
—Es una comida coreana —explicó Ryuko, siendo traducida por la mujer—. Es una combinación excelente que vino de una compañera de clase.
—This is adorable —dijo el hombre con una sonrisa—. Two of this, onegaishimasu.
Antes de que la geisha dijera algo, Jangmi sirvió dos de ellos recordando las lecciones de inglés que habían tenido, y al momento de entregarlo, el hombre le dijo algo que no pudo entender.
—Él pregunta si tú eres esa chica coreana.
—Yes, sir. I am —dijo con cierta duda y una pronunciación pasable que aquel mago aplaudió antes de decir otra cosa.
—Le alegra ver los cambios en la escuela. Los rumores han llegado hasta su país.
—Dígale que no se pierda la presentación de esta tarde —intervino Ryuko con efusividad—. No se arrepentirá de verla.
La geisha le transmitió el mensaje y el extranjero le hizo una seña con los pulgares arriba que interpretaron como una respuesta positiva por la sonrisa carismática que les dedicó.
Al rato llegaron Taro y Yuki para cubrirlas en la siguiente hora, con lo cual ambas los pusieron al corriente con las cuentas y el inventario hasta que una voz conocida hizo una pregunta en japonés al chico que estaba más cerca al mostrador.
—Disculpe ¿Sabe dónde puedo encontrar a Seon Jangmi? —preguntó Dalhyun.
—¡Tío! —exclamó en coreano antes de lanzarse a abrazarlo.
Ver tan solo a uno de sus familiares mató la angustia que llevaba sintiendo varios días. La perspectiva de no tenerlos cerca ese día le había aterrado desde el momento en que sus comunicaciones se cortaron y no se pudo concretar nada. Con unas leves lágrimas en los ojos, abrazó a su tío con fuerza, como si pudiera desaparecer si lo soltara.
—Mucho gusto, señor Seon —saludó Taro haciendo una reverencia—. Mi nombre es Kobayashi Taro, soy compañero de su hija.
Dalhyun abrió mucho los ojos, mirándola con incredulidad mientras ella se aguantaba la risa, tratando de decidir si odiaba o adoraba esa diferencia de idioma entre ella y sus compañeros por esos momentos tan extraños que pasaban por culpa de eso.
—Chicos, les presento a mi tío Seon Dalhyun —anunció en japonés.
A Taro se le puso la cara roja y trató pasar la pena con una mano rascándose la nuca con una risa nerviosa sin saber bien qué decir. Ryuko se partió de la risa desde adentro, y Yuki trató de disimular de manera educada.
—¿Dónde están los demás? —preguntó en coreano a su tío.
—Dalmi está con Sunhee en la playa solucionando cosas del embarazo, y creo que Dalson y papá están por aquí. Ya llegarán... ¿Cómo es eso de que mezclaron kimchi con sushi? —exclamó como si cometieran un sacrilegio.
—Es como comer arroz con kimchi —tranquilizó— ¿Cómo llegaron hasta aquí? Y si Sunhee vino ¿Puede verlo todo?
—Llegamos en un dragón del ministerio. Creo que es más rápido que esos pajarracos que mandan por ti —aclaró—. Alguien nos dijo que si se mojaba la cabeza en agua de Kappa podría verlo, y parece que funcionó.
—¿Y cómo está?
—Mareada —respondió ella misma desde atrás.
Jangmi se giró con rapidez para abrazarla a ella y a su madre, tratando de ser delicada con la barriga ya notoria de Sunhee. Dalmi la llenó de besos, como siempre hacía, ante la vista de todos. Ryuko las miraba con ternura hasta que Jangmi pudo presentarlas de manera breve, pues la misma chica la apresuró para prepararse, pero hubo un bullicio que las detuvo cuando solo habían dado un par de pasos.
Un cohete de pirotecnia se alzó en el cielo nublado con un fuerte silbido desde el campanario. El estallido de color blanco se reflejó en las nubes hasta que un tono rojizo se apoderó del origen de la explosión, difuminándose hasta volverse rosa.
—Ya era hora. Se estaban tardando —dijo Taro.
Finas gotas de agua cayeron desde el cielo con suavidad, mojando todos los objetos a su paso. Las tiras de luz se vieron invadidas por el color de los cerezos, y los molinillos se transformaron con el agua para convertirse en esas flores hechas de papel. La multitud exclamó por el asombro cuando los alumnos de helioquinesis e hidroquinesis consiguieron que la nube que cubría la escuela se abriera para dejar paso al sol.
Un par de cohetes más se dispararon al cielo y dibujaron en un rosa intenso las palabras "nueva primavera" en tres idiomas diferentes, acompañado por el caballo y la cabra que identificaban la casa de los responsables. Los aplausos de impresión se apoderaron de la isla. Los chicos de sexto se chocaron las manos, satisfechos por haber conseguido su propósito. La señora Baker se debatía entre la sorpresa y la furia.
Ryuko le jaló del kimono y ambas corrieron por el camino de tierra hasta la vivienda, y entraron sin marcar su nombre por las prisas. Jangmi solo agarró el paquete que había preparado y corrió a encontrarse con Ryuko a la salida, tropezando con Nana en el proceso.
—Fíjate por dónde vas, idiota coreana —se quejó la chica.
—Lo siento, niña malcriada —respondió sin más y corrió hacia la puerta.
Ryuko le hizo una señal para que se apurara, y ambas llegaron a la carrera al teatro, atravesando los pétalos de papel que caían por el camino y que retomaban el vuelo para repetir el ciclo.
Poniendo una mano en la nuca de Ryuko, Jangmi le obligó a saludar a la geisha en el tapiz antes de decir la contraseña con la respiración agitada.
En el interior, varios estaban agitados y nerviosos, caminando de un lado a otro mientras se arreglaban o ultimaban algún detalle.
—¡Ahí estás! —exclamó Asahi, con alivio al verla— ¿Estás lista?
—No. Me muero por los nervios.
—Todo saldrá bien. Anda a prepararte.
Hizo una reverencia y corrió hacia el vestidor de mujeres. Los espejos estaban descubiertos mientras todas se arreglaban a la luz de faroles flotantes. Jangmi dejó su paquete frente a un espejo para desenvolverlo, tarea que se le hizo casi imposible por el temblor de sus manos.
—No pensé que me sentiría así —dijo a Ryuko.
—¿Sabes el kanji de "persona''?
—¿Qué tiene que ver mi escritura del japonés en esto?
—Dibújalo en tu mano con un dedo y trágatelo antes de salir. No sé cómo, pero ayuda.
Aceptó el consejo, pero no era una solución para el momento. Maldijo cuando no pudo desatar el nudo que le había hecho al pañuelo, así que Ryuko se lanzara a ayudarla.
—Vas a ver que todo sale bien.
—¿Y si no?
—Pues habrás dado lo mejor de ti. Ahora deja de quejarte y vístete ¿O voy a tener que hacerlo yo?
Jangmi se quedó inmóvil, y entonces Ryuko sacó su ropa del pañuelo.
—Vaya ¿Es tradicional? —preguntó.
Jangmi asintió con los nervios incrementando al ver el hanbok de color azul cielo en la chima, llena de camelias blancas. Tenía otros, pero ese color tenía algo especial para ella ese día.
Ryuko amenazó con desatarle el obi, con lo cual Jangmi le arrancó el hanbok de las manos y se cambió de ropa ella sola. Tener el cabello castaño se le había hecho raro desde el principio. Jamás lo había querido, y había llegado el momento de cambiar eso.
Agitó la melena corta para hacerla llegar hasta sus rodillas, regresándole en el proceso el color negro que tanto le pertenecía. Cepilló el cabello con suavidad mientras calentaba la voz. Había decidido dejarlo suelto, y lo necesitaba en las mejores condiciones para eso.
Vio en el reflejo a sus dos aprendices detenerse abruptamente al verla con su cabello como antes, con un aspecto radiante que no podía ser opacado por los nervios. Jangmi les hizo un gesto que notaron por el espejo para que dejaran de hacer el tonto y se apresuraran a prepararse. Ambas se inclinaron y siguieron su camino.
—Ya las tienes bien amaestradas —dijo Ryuko.
—No tanto como tú a los tuyos.
—Rómpete una pierna, Jangmi.
—Tú también, Ryuko.
Se dieron un abrazo rápido antes de que la chica saliera a preparar a su grupo para la presentación en conjunto que habían montado. Jangmi aprovechó ese tiempo para enrollarse la bufanda blanca al cuello y ponerse el broche de rosa que le había regalado Sachiko en el cabello.
—Ojalá ambos estuvieran aquí —murmuró para sí misma antes de reunirse con los demás tras bambalinas.
El profesor Arai terminó de darle indicaciones al grupo de teatro para usar las máscaras y se acercó al frente, esperando a que Asahi saliera del vestuario.
El murmullo de la multitud ya empezaba a oírse más fuerte de lo que había esperado, aumentando esa sensación ya conocida en el estómago. Respiró esperando tranquilizarse, cerrando los ojos para meterse en su cabeza por un momento, pero el incremento del ruido en las tribunas la mantenía atada a la realidad.
Asahi salió del vestuario usando un traje de color blanco inmaculado por completo. Arai lo vio con sorpresa, pues siempre usaba un kimono negro bastante más sencillo. Nadie sabía qué era lo que tenían planeado.
—Este año las cosas han cambiado —empezó con solemnidad, cambiando su discurso de siempre por primera vez en años—. Las cosas que han ocurrido fueron tremendamente inesperadas, tal y como es la vida. No hay nada asegurado, pero ese miedo de que las cosas salgan diferente a lo planeado no puede detenernos. Recuerden que el espectáculo debe continuar, y den lo mejor de sí.
Todos aplaudieron con ganas por ese discurso tan diferente a los anteriores. Incluso era probable que los escucharan desde fuera, pero no importaba. Era lo que todos necesitaban.
—Rómpanse una pierna —dijo Arai antes de estrellar dos pedernales en el hombro de Asahi para que la presentación del festival empezara.
La música que llegaba hasta sus oídos, tanto del baile como del teatro y los instrumentales, aumentaba nota a nota los nervios que sentía. De manera inconsciente se paró en un lugar desde el cual podía ver todo lo que ocurría en el escenario sin que el público llegara a verla.
Las manos le temblaban por el miedo al ver a Saya regresar del escenario tras su presentación con una enorme sonrisa, abrazando a Chiba con cariño y agradecimiento. Ryuko pasó al escenario con Ibashi para un dueto de Shamisén y koto, y después seguiría ella para cerrar el espectáculo.
Saya se acercó a ella tras recibir una ronda de aplausos de todos los artistas ese día, posando una mano en su hombro con suavidad para tranquilizarla.
—Una nunca se imagina estar ahí ¿verdad? —preguntó.
—Yo si lo hacía, pero era tan imposible que no me costaba nada soñar.
—¿Sientes que es un sueño?
—Sí, pero ni siquiera quiero que me pellizques para despertar.
—Pero es real, Jangmi. Lo lograste.
Sonrió con notablesnervios. Era verdad, lo había conseguido, y haría que ese momento fuera el mejor de su vida hasta ese momento. Los brazos de Saya pasaron a rodearla confuerza para darle una oleada de ánimos.
Ryuko terminó de tocar y los aplausos estallaron. Ambos intérpretes hicieron una reverencia para agradecer al público y salieron del escenario para que tras bambalinas los recibieran las felicitaciones de los demás artistas de la escuela. La chica corrió hasta Jangmi y la abrazó con fuerza.
—Lo hiciste genial, Ryuko.
—Y ahora es tu turno de hacerlo mejor.
Jangmi asintió con toda la firmeza que pudo y se quitó la bufanda en el momento en que Asahi pasaba de nuevo al escenario y anunciaba el acto.
—Este es el momento de revelar a un nuevo talento como siempre se hace, pero este día es especial —anunció—. Hoy, por primera vez, una cantante coreana será la vocalista principal.
Algunas exclamaciones de asombro llegaron a sus oídos, incrementando los nervios. Incluso para ella había sido algo inesperado y repentino, y había una parte que no terminaba de creérselo, pero ahí estaba.
—"Contratiempos" es una palabra suave para todo lo que pasó en esta escuela, y, aun con eso, se deleitarán hoy con su voz —finalizó—. Demos la bienvenida a Seon Jangmi.
Algunos aplausos se sintieron más que otros. Jangmi supuso que se trataba de sus compañeros de clase y su familia, dándole ánimos sin importar nada.
Arai se apresuró a chocar los pedernales sobre su hombro para que pudiera salir. Le hizo caso al consejo de Ryuko, y dibujó el kanji de "persona" en la palma de su mano con el dedo índice temblando. Los nervios desaparecieron de inmediato. Caminó con paso firme hasta el centro del escenario.
El profesor Asahi permaneció ahí para la sorpresa de todos, pues jamás lo había hecho. Sacó su varita del bolsillo interior de su traje y con un movimiento, el enorme piano apareció junto a ellos. Jangmi sacó su propia varita del jeogori, y con ella encendió unos faroles que se encontraban detrás de la tela del fondo del escenario. Las luces bajaron en el frente.
En el público pudo ver a su madre sentada en la primera fila con los ojos brillando por la felicidad, sujetando la mano de su abuelo y junto a sus tíos. Más al fondo, y casi imperceptibles por la oscuridad de las tribunas, se encontraban sus compañeros de clase, a quienes la profesora Hamasaki reñía para que se sentaran y dejaran de hacer el tonto aplaudiendo como locos.
Entre el público distinguió las siluetas del director Katayama, sentado junto al Ministro de magia y quien ella suponía era el presidente de MACUSA, un hombre que sobresalía por su estatura junto al anciano director.
Asahi se sentó en el banquito del piano y preparó su partitura para empezar a tocar. Ella había optado por cantar de memoria. Conocía esa canción como su propio nombre, y tener que fijarse en la partitura podía hacer que se volcara solo en la técnica y dejara de lado lo que le importaba en ese momento.
Tomo aire profundamente por última vez, y, sin poder retrasarlo más tiempo, asintió a su profesor para darle la señal de que estaba lista.
En aquellas largas telas apareció el nombre que le había dado a la canción, tanto en hangul como en kanji. Era el motivo que le había dado a la melodía que hasta entonces no había tenido una razón para existir: Mil grullas.
Volvió a tomar aire, y empezó a cantar.
Mi vida estaba contigo.
Me dolió continuar
Logró ver como algunas de las personas se acomodaban en sus asientos sin saber bien porqué, aunque no importaba ya.
Temo tener que despedirme
Estoy evitando hacerlo.
Ni siquiera estás aquí
Todavía me duele.
Uno a uno, los kanjis que traducían sus palabras en coreano se trazaban como escritos a mano en las telas. Los ojos del público iban de un lado a otro para leerlos la última vez que vio hacia el frente. En ese momento sintió la necesidad de cerrar los ojos y solo pensar en ella.
Nuestra amistad, nuestros recuerdos
Todo terminó.
"No terminará hasta que yo muera" pensó.
Los recuerdos que compartimos
Los llevaré conmigo.
Las manos le dejaron de temblar paulatinamente, y los nervios que sentía ya no le aterraban más. Era igual que su primera vez ahí, y por más que siguieran presionando su estómago, la llenaban de fuerza y de vida.
El coro cambiaba cada vez que lo cantaba. Primero era cantado en falsete, luego con voz de pecho, y el último tenía una letra distinta con voz mixta, pasando del más fuerte al más ligero.
Haré mil grullas
si así puedo ver tu sonrisa otra vez
Brillando con el sol
Junto al azul del mar y el cielo
"Si pudiera volver el tiempo atrás, lo haría para que te quedaras conmigo ese verano"
El verano me entristece
Era una estación alegre
hasta el momento en que te fuiste.
La música del piano se intensificó a medida que se acercaba a la parte más difícil, pero también la que más le gustaba. La haría especial para ella, para cumplir su promesa. Una promesa que no había tomado tan en serio al principio, pero que había tomado fuerza al igual que ella misma.
Habían pasado tanto juntas, y Sachiko la había apoyado en cada paso. Que cumpliera con una pequeña promesa de la escuela era lo mínimo que podía hacer por ella.
Si te viera de nuevo
incluso si me escuchas ahora
Solo quiero decirte:
La garganta amenazaba con cerrarse para llorar. Había conseguido estar ahí, y quería dedicárselo a ella. Cuando su voz llegó al punto más fuerte, conjuró las mil grullas de origami que había hecho esos meses.
Cumpliré mi promesa
aunque no estés aquí para verlo.
Mi palabra hacia ti es sagrada
Tanto como nuestro tiempo juntas.
Contaré cada segundo que no estés conmigo
Haré mil grullas por cada uno
Hasta verte de nuevo
Así sea en mi siguiente vida.
Sus pulmones se esforzaron para dar abasto a su voz mixta y al paso hacia el falsete. Los pájaros de papel aletearon fuera del escenario por sobre las cabezas del público, quienes los observaban asombrados hasta que se desvanecieron entre motas de luz al terminarse la canción.
Jangmi finalmente abrió los ojos cuando la última nota del piano dejó de sonar, dejando un silencio armónico que fue interrumpido de inmediato por un estallido de aplausos y gritos de emoción de sus familiares acompañados por Taro desde unas filas más atrás.
Los faroles de las tribunas se encendieron, con lo que pudo ver a todas las personas aplaudiendo de pie, muchos con lágrimas saltándose de los ojos, incluido el director de la escuela.
Su madre gritaba "esa es mi hija", sacudiendo a su abuelo por un brazo. Sunhee permanecía sentada, pero aplaudía muy animada al igual que el resto de la familia.
Se fijó en sus compañeros, quienes hacían una barra con su nombre mientras saltaban subidos en los banquitos. La profesora Hamasaki no se esforzó en tratar de calmarlos, pues estaba muy ocupada tratando de que las lágrimas no se le escaparan.
Sonrió como jamás lo había hecho antes de hacer una reverencia, con lágrimas de felicidad amenazando con escaparse y rodar por sus mejillas.
Desde atrás, pudo sentir los aplausos de sus compañeros justo antes de que el profesor Asahi le entregara un precioso ramo de rosas del mismo color de los cerezos que las acompañaban.
En otras circunstancias, ver al ministro Mori le habría causado escalofríos, pero estaba tan feliz que aquel comentario de hacía tantos años quedaba eclipsado por los aplausos que continuaban y las flores que tenía entre sus manos, además del montón que algunas personas habían conjurado y lanzaban hacia el escenario.
El hombre subió acompañado del presidente de MACUSA, y un fotógrafo de Nihon no Kitsune justo detrás. Ambos políticos se acercaron a los dos profesores, estrechando sus manos y saludándola a ella con una reverencia respetuosa.
—Sus presentaciones no dejan de asombrarme, señores —felicitó Mori con una sonrisa antes de dirigirse específicamente a ella—. Creo que ya le habrán reiterado un montón de disculpas este año, señorita. Sin embargo, espero que tome con sinceridad la mía. Me complace ver que el verdadero talento es tomado en cuenta antes que nombres o procedencias.
No pudo decir nada. Simplemente se dio a entender con una reverencia y estrechó la mano del presidente de MACUSA cuando saludó también a sus profesores antes de que el destello de la cámara capturara ese momento.
❀La canción en la que me he basado todo este tiempo es Trying to say goodbye de Yountoven. Moonbyul hizo un cover que me hizo llorar sin llegar a entender la letra, y decidí usarlo. Obviamente cambié la letra un poco para esta historia.
Los invito a que la escuchen (sobretodo el cover de Byul)
Próximo capítulo: 2023-05-14
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