6. Respiración
Las clases de inglés habían empezado a impartirse desde el primer día desde su regreso. Todos los alumnos estaban en el mismo nivel en realidad, pero las clases se separaban para mantener un orden.
Mary Baker se presentaba de tanto en tanto en las aulas para supervisar el progreso de los alumnos bajo los ojos de un profesor que MACUSA había enviado, y sonreía satisfecha simplemente al verlos balbucear cualquier palabra.
—Es más difícil de lo que pensaba —Se quejó Ryuko cuando salieron de clase.
—Al menos tienen una cantidad razonable de letras —dijo Jangmi, y la chica chasqueó la lengua con fastidio y una sonrisa.
Ambas bajaron la escalera con calma, se cambiaron el calzado y empezaron a andar hacia el teatro cuando la campana del fin de las clases terminaba de repicar. Ryuko entró a una de las salas de ensayo, donde sus pupilos hacían un ruido desastroso con sus instrumentos, que se detuvo en cuanto la vieron.
Jangmi siguió su camino hasta la sala de ensayo que el profesor Asahi le había indicado, ya que había acordado con Arai que dejarían la más grande para el grupo de teatro. Al entrar, encontró la única presencia del piano, acomodado junto a la ventana. Se acercó con curiosidad al instrumento, tocando un par de notas sin entender cómo funcionaba.
Decidió dejarlo de lado y ponerse a calentar antes de que llegara el profesor, cuya tardanza le dio suficiente tiempo para revisar la partitura a la que había hecho caso omiso todo el verano y hacer algunos ejercicios de voz mixta.
Solo se detuvo cuando la puerta se abrió.
—Buenas tardes, Seon. Lamento la tardanza.
—No hay problema —dijo con una inclinación.
—Supongo que ya has ensayado.
—No del todo —se excusó— Tuve... ciertos problemas en casa.
—Entiendo ¿Pudiste revisarla?
—Sí, señor. Y tengo un pequeño problema. No sé hacer falsete.
—Le había dicho a Narita que te lo enseñara el año pasado —dijo con cierta sorpresa.
—Preferí que empezáramos con la voz mixta, y con lo que pasó, no alcancé a aprender.
—De acuerdo. Entonces empezaremos con eso —dijo mientras se sentaba en el banquito del piano— Esta es una técnica que requiere de mucho más aire que la voz de cabeza, aunque sea más ligera. Necesitas tener un control total del falsete para que salga bien y no se corte abruptamente ¿Qué tal te ha ido con los ejercicios de respiración?
—Respiro en dos, sostengo uno y exhalo en diez.
—Nada mal —felicitó— Para aprenderlo, debes hacer un sonido muy parecido a un suspiro de amor. Intenta imitarlo.
—Creo que me va a quedar difícil —respondió riéndose un poco.
—Entonces intenta con un bostezo, o la manera en la que hablas cuando cuentas un secreto.
Intentó hacerlo de esa manera y le costó horrores al principio. Era extraño y le costaba mantenerlo sin que se cortara, pero tras un largo rato consiguió que ese sonido aireado tan extraño se cortara de manera orgánica.
—Ahora debes vocalizar con ese sonido.
De manera extraña, Asahi conocía la nota alta que le era más cómoda para los ejercicios de técnica vocal, tocándola en el piano mientras ella vocalizaba las escalas con ciertas sílabas durante un par de minutos.
—Bien hecho —la felicitó con una sonrisa—. Practícalo a diario por no más de cinco minutos y verás cómo avanzas con eso. Intentaremos que la cantes con falsete en un par de semanas. Por ahora intenta cantar con las técnicas que ya dominas.
—Sí, señor.
—Ahora quiero que escuches la melodía que compuse para tu canción.
Se sentó en el suelo ilusionada. En manos del profesor, ese instrumento tan raro sonaba como música de los dioses incluso en las pocas vocalizaciones en las que el piano le había indicado las notas.
A medida que la música inundaba la sala, ella cantaba en su cabeza, imaginando cómo quedarían ambas partes juntas sin dejar de atender a la melodía. Las notas eran sencillas. Incluso los acordes sonaban discretos, pero adecuados en todo momento. Cuando aumentaba la intensidad de la canción, potenciaban ese clímax sin llegar a resaltar sobre la voz que sonaba en su cabeza.
—Es preciosa... —se le escapó en un susurro.
—Lo es por la melodía principal. Esto es solo un complemento.
—Me gustaría intentar cantarla con eso.
—De acuerdo, pero no hagas los falsetes por ahora.
—Sí, señor.
Pese a su indicación, Jangmi hizo el leve intento de un falsete en el primer coro de la canción. No salió tan mal como había esperado de sí misma, pese a que se había cortado en mal momento, pudo iniciarlo sin problema. Conociendo ya su falla, decidió no hacer el resto que estaban indicados en la partitura y dejarlos para el momento en que ya dominara el registro.
Al regresar a la vivienda después de la cena, quería encerrarse a mejorar su respiración al cantar, pero una montaña de pergaminos la obligó a sentarse junto a los demás en la sala de estar para terminar sus deberes. Decidió matar dos pájaros de un tiro, y sus compañeros no dejaban de lanzar miradas extrañas por la manera en la que estaba respirando.
—Chicos, mañana empezarán a vender el periódico en la escuela —anunció Kou en cuanto entró.
—¿Quién lo va a vender? —preguntó Taro.
—El señor Matsubara se encargará de eso. Mañana solo hablen con él si quieren la edición semanal y él las dejará en la puerta.
—¿Para qué lo quieres si ya tienes la radio? —cuestionó Ryuko.
—Entre más medios de información, mejor —dijo Taro— ¿Tú vas a comprarlo?
—Claro que sí. Quiero saber qué pasa con esa mierda de los juicios, y no podemos estar todo el día pegados a la radio.
—Tú lo has dicho, Ryu.
Ryuko chasqueó la lengua y volvió a su trabajo de Criaturas mágicas. Sentado junto a ella, Jihyun despegó la vista de un libro de historia de Corea con un gesto de inquietud.
—¿Vas a comprarlo, Jangmi?
—No puedo. Mi familia no me puede mandar dinero.
Él asintió, volviendo a su lectura por un momento antes de repetir esa mirada.
—¿Qué te pasa? —preguntó Jangmi.
—¿Tu familia vendrá el día del festival?
—Si pudieran, seguro que sí.
—Entonces lo van a hacer —intervino Ryuko.
—¿Por qué lo dices?
—La familia de la nueva vocalista principal siempre viene. Incluso la escuela y el ministerio colaboran para que viajen hasta acá.
—El único problema es que tienen una prohibición de salida de la península, y ambos gobiernos no se llevan muy bien que digamos.
—Estoy segura de que vendrán.
—Eso espero.
—¡Con un demonio! Lo que me faltaba —maldijo Junko.
—¿Y a ti qué te pasa? —preguntó Taro.
—Necesito un voluntario para mi tarea de adivinación.
—¿Qué piensas hacer?
—Piromancia, pero necesito alguien que esté dispuesto.
—Yo lo hago —dijo Jangmi.
—¿Segura?
—Ya fui sujeto de pruebas de alguien, así que no me importa.
Junko le sonrió y sacó de su mochila un par de huesos similares a una escápula. Todos abrieron los ojos con horror, miedo y sorpresa.
—¡¿De dónde carajos salió eso?! —gritó Taro.
—Ni yo quiero saberlo. La profesora me los dio. —Con el hueso en la mano, empezó a buscar con algo con la mirada por toda la habitación—¿Qué pasó con los fósforos?
—Alguien los guardó en la estufa y, como no los encontramos, les pedimos un par a la casa del caballo —dijo Taro con burla—. No le dijimos a los profesores y siguen creyendo que tenemos la caja que, se supone, debería durarnos hasta el próximo mes.
—¿Cómo la encendemos entonces sin fósforo?
—Con un dragón. —rió.
La chica quedó confundida hasta que Ryuko se empezó a reír también, caminando hacia la puerta del patio.
—No es buena idea encender fuego mágico adentro —dijo sin más al abrir la puerta.
En el patio acomodaron una buena cantidad de ramitas para que Ryuko encendiera una pequeña fogata. Junko le dio el hueso a Jangmi, quien lo recibió con un poco de extrañeza. La chica se sentó frente a la hoguera, y Jangmi la imitó, haciéndolo justo en frente.
—Tira el hueso —indicó.
Así lo hizo, y tras un rato, entre el crepitar del fuego y la madera consumiéndose, llegó un crujido distinto que hizo que todos pegaran un salto. Junko le pidió a Kiyoshi que apagara el fuego con una ráfaga de aire, y cuando quedaron a oscuras, sacó el hueso de las cenizas con su varita, dejándolo suspendido sobre la fogata extinta, cuya luz fue reemplazada por las varitas de todos.
Empezó a revisar los quiebres con mucha concentración ante la vista de todos, aunque, al ser novata en ese tipo de adivinación, atinó a atraer su libro con magia desde la sala.
—Bien, parece que vas a tener unos buenos años, Jangmi —afirmó señalando cierta fisura que parecía más recta que las demás—. Pero veo que no van a durar mucho. Vas a quedar atrapada en un sitio indeseado por lo que te va a parecer una eternidad, que solo notarás cuando aquello termine. Aun así, veo cosas grandes en tu futuro por culpa de eso.
—Espero que eso último sea verdad... ¿A qué te refieres con atrapada?
—Puede ser cualquier cosa: Un trabajo, una relación, el lugar donde vives. Ya sabes que esto no es muy detallado.
—A veces quisiera que fuera más concreto.
—¿Quieres que te diga que vas a morir después de que nazca tu tercer bisnieto?
—Tampoco hace falta tanto, Junko.
—De todas maneras, somos nosotros quienes controlamos nuestro futuro ¿no es así? Ahora que lo sabes, haz lo que puedas para que sea bueno.
花
Las personas agolpadas en los pasillos y las escaleras creaban una marea humana que se desplazaba de manera organizada a su destino, como una corriente en un río.
Desde pequeños debían acostumbrarse a andar en orden para no hacerle difícil la vida a los demás estudiantes y miembros de la escuela. Si bajaban la escalera, debían usar la que estaba a la izquierda en relación a la entrada, y para subir, la derecha. Si no iban con prisa, debían subir pegados al lado izquierdo de la escalera para dejar el otro lado despejado en caso de una emergencia o para facilitar las cosas a quienes debían subir o bajar más pisos y lo hacían con afán.
Jangmi y sus compañeros corrían desde el séptimo piso hasta el segundo, chocándose un poco con los hombros de aquellos que bajaban con más calma, a quienes pedían disculpas de manera apresurada. Mary Baker los riñó desde el descanso del quinto piso, pero no le prestaron atención y siguieron su camino.
Llegaron hasta el piso indicado, y a la distancia, vieron como las tablillas cambiaban, en cuanto a cantidad y nombres, a medida que se acercaban.
El profesor Asahi abrió la puerta cuando Taro, quien iba justo al frente de todos, giró su tablilla. A medida que marcaban su asistencia, entraban de inmediato al aula, se sentaban en los lugares que siempre ocupaban y sacaban sus libros para abrirlos en el último lugar en el que quedaron.
—Hoy no los van a necesitar —advirtió Asahi.
Algunos los cerraron con lentitud, sin creerse que no necesitaran un libro en esa asignatura, mientras otros azotaron la tapa con felicidad al no tener que leer ese día.
—El tema del que hablaremos hoy no está incluido en el programa todavía, pero considero necesario que ustedes lo sepan debido a que dos de sus compañeros forman parte de ese tema.
Asahi observó a Jangmi por un momento, y luego a Jihyun, quien estaba sentado al fondo del salón, recluido en una esquina. Su cabello tomó un suave tono rojizo que los demás pasaron por alto.
—Lee ¿Sería tan amable de cambiar de lugar con la señorita Minami por hoy?, y Seon ¿Podría cambiar con Uchiyama?
Jihyun se levantó con torpeza, y se sentó junto a Jangmi con la cara como un tomate.
—¿Qué crees que sea? —preguntó susurrándole en coreano.
—Ya me voy haciendo una idea...
—Los ubiqué a ambos al frente porque, desafortunadamente, no soy un experto en la historia de su país. No es algo que enseñen todavía, y mucho menos en mis tiempos de estudiante, así que necesito ayuda de ambos para no desinformar a sus compañeros. Espero no les moleste.
—No, señor.
—Muchas gracias —Con su varita conjuró una tiza para que escribiera el nombre del país de ambos en kanji antes de mirarlos— ¿Alguno de ustedes quisiera escribir en hangul?
Jihyun se encogió en su asiento, y Jangmi levantó la mano un poco vacilante. Asahi le entregó la tiza con una sonrisa, y ella escribió Joseon en el pizarrón con la mejor caligrafía que pudo usar.
—Ese nombre viene de la dinastía Joseon, una familia real que gobernó la península entre 1392 y 1897. Fue durante esta época que se desarrolló el alfabeto que pueden ver aquí, llamado hangul.
La gran mayoría tomaban nota apresurados, sin otra oportunidad de consultar más allá de los apuntes que tomaran ese día.
—El fin de la dinastía llegó con la muerte de la reina Min, y más tarde, con la del emperador Gojon.
—¿Por qué acabó? —preguntó Yuki alzando la mano— ¿No tuvieron descendencia?
—Seon ¿Le gustaría responder?
—Sí. Con la reina Min tuvo un hijo, y otros tres con sus concubinas.
—¿Qué pasó con ellos? —continuó el chico.
—Sujon, el hijo del emperador Gojong murió sin descendencia, y los demás no tienen derecho al trono por más que sigan vivos —explicó.
—La época que nos interesa el día de hoy, es la anexión de Corea al Imperio —continuó Asahi—. Esto empieza con la insistencia de Japón de expandir su territorio y la negativa de los reyes, quienes apoyaron a Rusia en la guerra ruso-japonesa. Corea no tenía fuerza militar o económica, cosa que Japón aprovechó para que el ministro firmara el tratado de anexión.
—Ese cobarde... —susurró Jihyun.
—¿Le gustaría explicarnos por qué, señor Lee?
Él se puso rojo, pero, aun así, se acomodó en su lugar para hablar.
—R-robó el sello del rey, y con eso firmó el tratado. No lograron convencer al emperador Gojong para que firmara, así que lo hizo por su cuenta.
—Tenía entendido que fue el emperador quien los entregó —dijo Nana.
—No fue una anexión legítima —secundó Jangmi—. Fue una conspiración.
—¿Cómo estás segura de eso, Hanako? No tienes pruebas.
En el aula se hizo el silencio. Jangmi apretó los puños cuando escuchó ese nombre de nuevo, pero ni siquiera le dio la satisfacción a Nana de mirarla a los ojos. El profesor permanecía en su escritorio, observando el debate con atención.
—Ustedes tienen un papel con un sello que cualquiera pudo haber agarrado, mientras todos conocemos la insistencia de su ministro para la anexión.
—Viene a ser lo mismo.
—Ese traidor nos entregó.
—Y te aseguro que no les fue tan mal después de eso.
—¡¿A ti qué te pasa?!
—Bueno, Japón les garantizó la seguridad que no tenían, además de un gobierno menos derrochador que el de esos reyes.
—¡Los militares no estaban ahí para protegernos! ¿Qué crees que le ocurrió a mi tío por hablar en coreano en una plaza? ¡Lo golpearon!
—Venga, Hanako, habrá hecho algo más.
—¡Ni siquiera pude usar mi nombre aquí por años!
—Nadie te dijo que no...
—De hecho, sí: la profesora Hamasaki, el director Katayama y toda la escuela ¡Tú sigues llamándome así!
—Ese nombre me gusta más. El otro no suena bien.
—Pedazo de...
—Cálmense las dos —pidió Asahi—. Me gustaría que Lee nos contara esas prohibiciones y las consecuencias de la anexión para los magos en especial.
—B-bueno... No podíamos usar hanbok en espacios públicos, ni hablar en coreano frente a japoneses... más o menos lo mismo que los mahonai.
—¿Entonces por qué hablaban así en la escuela? —cuestionó Nana—. Era molesto.
—Ustedes jamás nos delataron —respondió el chico—. Pudieron haberlo hecho.
—De hecho, eso sí ocurrió —intervino Jangmi de nuevo— ¿Recuerdas qué pasó cuando delataste a Minho? ¿O cuándo me delataste a mí?
—Continúe, señor Lee —pidió Asahi.
—Cualquier muestra de nacionalismo coreano estaba penada. A varios autores los encarcelaron por escribir en coreano —hizo una pausa, y Jangmi tomó la ventaja.
—Necesitábamos un permiso de aparición del ministerio para ir a cualquier lado. En algún momento nos obligaron a dejar nuestros nombres y usar japoneses.
—En las escuelas no enseñaban en coreano, estaba prohibido el taekwondo, la música en coreano... Querían asimilarnos a la cultura japonesa eliminando la nuestra —continuó Jihyun.
—Como ven, son represiones que el imperio impuso a la gente de Corea y que nosotros extendimos a nuestra comunidad...
—No es todo, profesor —dijo Jangmi con seriedad, y Asahi le dio permiso para continuar—. En las fábricas de Hiroshima había esclavos coreanos. A muchas mujeres las secuestraron con malas intenciones.
—¿Y a ti te consta? —preguntó Nana.
—Te aseguro que me gustaría no saberlo de la manera en que lo sé.
—¿Qué manera es esa?
—Katayama —interrumpió Asahi—. La idea de permitir que intervengan es hacerlo con respeto. Ya vivimos demasiadas hostilidades, y espero que puedan aprender del pasado —hizo una pausa para escrutarlos a todos, y ellos asintieron—. Ahora, me gustaría preguntarles ¿Cómo aprendieron coreano y japonés?
—Mis padres me enviaron a la escuela, y me enseñaron coreano en casa —respondió Jihyun.
—Mi madre me enseñó a hablar japonés, pero yo aprendí a escribir aquí —dijo Jangmi—. El coreano me lo enseñó mi abuelo en casa ya que no fui a la escuela.
—Seon ¿Por qué no fuiste a la escuela?
—No había una primaria como aquí, y por muchas razones no pude venir desde antes... De todas maneras, no podía controlar la metamorfomagia, y eso podría romper la ley imperial del secreto si iba a la escuela de la ciudad.
—Los coreanos no podíamos asistir a la primaria en Mahoutokoro —explicó Jihyun—. Yo fui a una escuela mahonai.
—Antes había otro estudiante coreano en esta clase ¿no es así?
—Park Minho —dijeron ambos.
—¿Saben el estatus de sangre de su familia?
—Sus padres son mahonai —respondió Jangmi—. Su padre habla japonés básico, y él no fue a la escuela, así que tampoco hablaba japonés antes de venir.
—Como ven, sus compañeros tuvieron un montón de dificultades por ser de un lugar distinto. Ahora las cosas van cambiando, pero falta mucho camino que recorrer. —Observó a Nana por un momento más que al resto—. No dudo que conseguirán ser diferentes a quienes les hicimos el mal. Después de todo, conocer la historia es entender los errores para no volver a cometerlos.
花
El viento frío que anunciaba el inicio del otoño golpeaba con fuerza las ventanas de la sala de ensayo. El resto estaban vacías los fines de semana, y habían dejado la puerta abierta sin más al no estar molestando a nadie.
El silencio reinaba cuando la música del piano se detenía y ella dejaba de cantar hasta que volvían a empezar de nuevo. Estaba a la mitad del tercer coro cuando el profesor Asahi le hizo un gesto para que se detuviera.
—¿Crees poder cantar esa parte con voz mixta? —preguntó.
—Voy a intentarlo.
—Entonces retomemos desde ahí. Un par de compases antes.
Revisó la partitura en el atril rápidamente y luego asintió con la cabeza. Inició en el lugar indicado, con unas notas más suaves e intentando potenciar la voz a cada momento a medida en que el tono subía. Respiraba lo suficiente para no quedarse sin aire hasta el momento en que llegó el falsete. Cambiar tan de repente el registro hizo que la voz se le quebrara en el cambio de nota tan brusco que debía hacer junto a eso.
—Lo siento... Sigue siendo complicado.
—Con la práctica terminará saliendo bien —le animó—. Es difícil pasar de un registro potente a uno más ligero. Usa la misma cantidad de aire y solo asegúrate de que tus cuerdas vocales no se toquen en esa nota.
Aun con un poco de vergüenza y el cabello levemente enrojecido, asintió entendiendo la indicación mientras intentaba relajarse y pasar la pena para volver a intentarlo.
—Vamos de nuevo desde ahí.
—Me gustaría hacerlo desde el principio para ver si puedo con todo.
—De acuerdo, pero siente la música. Saca todo lo que quieres decir.
Volvió a asentir, tomándose unos segundos de más antes de dar la señal de que estaba lista. No había querido implicar sus sentimientos y el verdadero motivo de la canción durante sus ensayos para evitar reaccionar de una manera inesperada, tal vez llorando o cantando mal hasta lastimarse la garganta. Eso sería complicado.
Empezó a cantar con suavidad, sintiendo la falta de su amiga en cada nota. Le costó llegar al primer coro, pero decidió seguir adelante. Era mejor soltarlo todo en ese ensayo antes de que su voz y su corazón se quebraran con el público.
Estar tan concentrada en sus sentimientos no se fijó tanto en la técnica, cerrando los ojos y sintiendo la música que ya estaba tatuada en su mente. No tuvo necesidad de ver la partitura para saber en qué momento usar qué matiz o cuando era recomendable respirar, y, de alguna manera, llegó hasta el final sin problemas.
Bajó la mirada sin saber cómo sentirse. Era liberador cantar con sentimiento, y se sentía más ligera, pero era extraño. Como si empezara a decir adiós de verdad.
—Canta precioso ¿verdad, señorita Sakuragi? —preguntó Asahi, viendo hacia la puerta con una sonrisa.
Jangmi giró la cabeza con sorpresa y el cabello de un rojo intenso al ver a la chica con la boca y los ojos muy abiertos, asintiendo con lentitud para responder a la pregunta del profesor.
—¿Pasa algo? —preguntó de nuevo.
—Emm... Esto... La profesora Hamasaki me manda a buscar a Seon sempai... la necesita con urgencia en su vivienda.
—Anda. No querrás hacerla enojar —advirtió el profesor.
Jangmi le dio razón y empezó a recoger sus cosas, juntando las hojas de la manera más organizada posible mientras intentaba enrollarse su bufanda de color negro al cuello con prisas. Agradeció a su profesor por el tiempo de ensayo con una inclinación antes de irse, seguida muy de cerca por la chica que el año anterior le había sacado canas en cada ensayo.
Había ido tomando la costumbre de despedirse de la geisha del tapiz debido a la frecuencia con la que entraba, así que, al atravesar la tela por una esquina, se giró ante la mirada perpleja de Sakuragi para hacerle una reverencia rápida a la mujer, quien le correspondió con elegancia.
—¿Todos debemos hacer eso? —preguntó la chica.
—Me pareció descortés no despedirme de ella. Siempre está ahí, cuidando que no entren intrusos y todos la pasan de largo.
—E-empezaré a hacerlo desde ahora —afirmó con cierta timidez antes de volver a hablar—. S-sempai... yo... lamento haberla tratado mal cuando empecé a practicar.
—Está en el pasado. No importa ya.
—No la había escuchado cantar antes. E-el festival pasado no entré al teatro... Lo lamento mucho.
—Como ya te dije, no pasa nada.
—Puede reprenderme si quiere.
—Entonces no lo voy a hacer. Fue solo un malentendido y ya. Te perdono y espero que le estés prestando más atención a Saya.
—Sí, sempai.
—Bien. Sigue así y nos veremos después.
La chica le hizo una reverencia antes de que acelerara el paso para llegar a su vivienda, marcando con rapidez su llegada en el tablero mientras se quitaba los zapatos.
—Lamento la tardanza —se disculpó al entrar, sentándose de inmediato junto a Jihyun en la larga mesa que formaban todas las mesitas juntas en el centro de la sala.
—Ya era hora —dijo la profesora Hamasaki antes de exponer lo que tenía que decir—. Debido a todos los cambios que ha pasado la escuela, no consideré prudente cargarlos con muchas responsabilidades, pero viendo la inminencia del festival, no podemos esperar más tiempo ni ignorar el deber que tienen ese día.
—¿Habla del puesto de comida, profesora? —concluyó Jihyun.
—Exactamente eso, señor Lee. Supongo que ya no tenemos la posibilidad de conseguir la red de pesca de la familia Seon por esos bloqueos en la correspondencia.
—No estoy segura que dejen pasar la red —dijo Jangmi—. Una carta de Jihyun fue retenida por más de una semana, así que no puedo asegurar nada.
—Será mejor no arriesgarnos con eso ¿Alguien tiene otra idea?
—Pues... el sushi como tal es la manera en la que se envuelve el arroz —empezó Junko—, así que podemos agregar alguna otra cosa en lugar del pescado.
—¿Alguna propuesta?
—Kimchi —dijeron Jangmi y Jihyun al unísono.
—¿Qué es eso? —preguntó Ryuko.
—Son verduras fermentadas en sal —explicó Jihyun—. Son picantes, pero quedan muy bien con el arroz. Es tradicional de Corea.
—¿Alguno de ustedes sabe prepararlo? —preguntó la profesora.
—Mi abuela me enseñó —respondió Jangmi—. Deberíamos empezar a hacerlo pronto para que esté listo el día del festival.
—¿Por qué? Falta más de un mes —preguntó Junko.
—Necesita mínimo un mes para fermentar. Debemos hacer un sótano de kimchi para que mantenga la temperatura, conseguir coles blancas, sal y pimiento... Y unas jarras.
—Creo que tienen todo en la cocina.
—Entonces empezaremos a hacerlo mañana.
花
Estar en quinto año los obligaba a participar de manera más activa en la organización del festival junto a los estudiantes de sexto año. Una tarde después de clases, todos los alumnos empezaron la planeación de las decoraciones y distribución de todo lo que debían disponer los diferentes puestos, tanto de alumnos como de visitantes. Se recluyeron en un salón, acompañados por Mary Baker, debatiendo guiados por un dibujo casi inentendible de la isla que el representante de sexto año había hecho en la pizarra.
—Bien... Además de los tres puestos de la escuela, tenemos otros treintaicinco de particulares.
—Siempre ponen esos primero, y la gente no apoya a los alumnos por eso —dijo Saya—. Sugiero que esos tres puestos de la escuela estén junto a la playa para que sean los primeros en ser vistos.
Todos apoyaron la idea, y tres cuadrados se dibujaron en la pizarra.
—Espera ¿Vamos a usar las medidas de siempre para separarlos?
—Este año son más... ¿deberíamos cambiarla?
Varios chicos de ambos cursos voltearon el pizarrón para hacer el cálculo de separación entre los puestos, y Mary Baker se acercó a supervisar que todo quedara correcto.
—Wait a minute ¿Están usando centímetros? —preguntó desconcertada.
—No, señora. Son Shakus.
—¿Cha what? Nonono, usen pies y pulgadas, es más sencillo.
Todos se miraron con duda, hasta que un chico coreano de sexto se levantó a ayudarles. Tardaron más de lo normal, pero consiguieron la distribución un poco después del atardecer.
—Ahora... las decoraciones. Hay que cambiar el color este año de nuevo.
—¿Qué tal el color de los cerezos? Sería como una nueva primavera para la escuela.
A casi todos les agradó la idea, excepto a la señora Baker.
—Va a parecer que el festival lo organizaron solo chicas pequeñas —se quejó—. Piensen en otros colores... ¿Qué tal el blanco? Es elegante
—Ese color no es bueno, señora... —intervino Ryuko—. Es la muerte para nosotros.
—Vendrá más gente de todo el mundo, donde la muerte es negra. El blanco quedará precioso si hace sol ese día con las hojas en los árboles.
—Estaremos en pleno otoño, dudo que haga sol —susurró Jangmi a Jihyun en coreano.
—¿Decías algo, jovencita? —inquirió la mujer.
—No... solo hablaba con mi amigo en coreano...
—Habla en un idioma que yo pueda entender —interrumpió, y Jangmi la observó con desconcierto—. Usen el blanco, y no olviden que los letreros deben estar en inglés.
La señora Baker concluyó y salió del salón sin que les diera la posibilidad de refutarla.
❀El ejercicio de respiración que hace Jangmi es, como pueden suponer, para aprender a controlar la cantidad de aire utilizada y que las frases no se corten. Es útil en canto, instrumentos de viento y narración, ya sea televisiva o radial (yo lo aprendí para lo último). Empieza con tomar una buena cantidad de aire en cuatro tiempos/segundos, sostener dos y exhalar en ocho. La idea es respirar en menos tiempo, sostener poco y permanecer más tiempo exhalando. Puede variar para mejorar la resistencia.
❀El Shaku, medida tradicional, equivale a 30,3 cm, mientras el Pie equivale a 30,48 cm. Es una diferencia mínima.
Próximo capítulo: 2023-04-23
.
.
.
Capítulo Extra: "Contralto"
Disponible en "Hanto" el 2023-04-23
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro