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4. Apoyo

—¿Qué demonios te pasó? —interrogó Ryuko.

—Algo llamado inspiración, señorita Hirai —se burló con cansancio sin ser consciente de lo que decía.

—¿De qué hablas?

—Nada. Solo necesitaba hablar algo con el profesor Asahi.

—¡Pasaste tres putos días sin salir ni siquiera a comer! ¿Acaso dormiste?

—No es la primera vez que me pasa.

—Estás loca —dijo mientras la empujaba por el hombro para que entrara a la casa.

La llevó hasta su habitación entre empujones y quejas de lo imprudente que era, de cómo los había preocupado a todos y lo loca que estaba. El resto de sus compañeros las observaban con preocupación, reclamaban al igual que Ryuko y la regañaban por descuidarse. Ryuko sacó unas galletas de su baúl y le dejó la caja en frente sin decir nada más.

—No tengo ape...

—Ni se te ocurra decirlo, idiota. La cena ya pasó, y esto será algo, al menos hasta mañana. Come.

La mirada de Ryuko le dejaba clarísimo que, si no comía, no saldría de ahí, y al día siguiente tendría que aguantársela dándole bocados, así que empezó a comer algunas galletas.

—Itadakimasu... —dijo antes del primer bocado para agradecer.

—¿Qué estuviste haciendo todos estos días?

—Bueno... te lo diré si sale bien. Nadie necesita enterarse de mis fracasos.

—Entonces escribiste algo.

—¿Cómo lo...?

—Dijiste que fue inspiración ¿escribiste una canción para el festival?

—Mierda...

—No le voy a decir a nadie.

—No para el festival... pero sí la voy a cantar —habló rápidamente—. Bueno, la quiero cantar, ya depende del profesor... No la pensé para eso, pero necesito cantarla por algo que prometí...

—Jangmi, cálmate.

—Lo siento... estoy agotada.

—Más te vale dormir esta noche.

—Ryuko...

—Si no lo haces voy a ir a la enfermería por poción para no soñar, así tenga que robarla.

—¿Crees que la señora Kondo me dé una poción si se lo pido?

—Solo si tienes un buen motivo.

—No sé ni cómo explicarlo.

—Solo dilo y ya. Si le das muchas vueltas te vas a enredar.

Asintió entendiendo el consejo, con el plan de dejar ese asunto hasta ahí y hablar con la señora Kondo al día siguiente, pero Ryuko la miró con cierta insistencia, dándole a entender que quería saber qué pasaba.

—Bueno... No sé si llamarlos pesadillas. No me asustan, simplemente me entristecen.

—Tiene que ver con...

—Sí.

—Te voy a acompañar a la enfermería a que hables con ella.

—Gracias, Ryuko.

—No hay de qué. Termina de comer y descansa. Pareces un yurei. Y te vas a quedar aquí esta noche para asegurarme de que dormiste.

Al día siguiente, la enfermera le envió una carta a su madre pidiendo autorización para darle la poción. Jangmi supuso que tardaría más de lo que deseaba debido a la intervención en el correo, por lo cual debería aguantar unas noches más.

Durante el fin de semana había descuidado sus demás obligaciones, que reventaron el lunes en turnos de limpieza, tareas de la escuela acumuladas y prácticas con Saya, quien al aparecer no sabía que había compuesto algo y seguía revisando Arirang como si nada.

Tarde esa noche, permaneció en la sala de estar para intentar terminar a tiempo los deberes de Defensa contra las Artes Oscuras, tal y como habían cambiado el nombre a la asignatura, que consistía en un ensayo sobre los espíritus protectores y Omyondo.

Las cosas en la escuela cambiaban gradualmente. Empezó con el nombre de las asignaturas, y siguió con el cambio del mobiliario. Hasta el año anterior, las mesas de las aulas estaban a la altura de la postura seiza, pero un día encontraron una mesa alta y una silla similar, que a todos les resultó incómoda por la poca capacidad de movimiento y lo difícil que era alcanzar el pincel si se caía. Al poco tiempo, Mary Baker empezó a sugerirle a las alumnas de una forma pasiva agresiva que usaran un vestido en lugar de kimonos en sus días libres, pero no le daba mucho resultado. Se ensañó sobre todo con Ryuko, que seguía desafiándola con fuerza sin dar señales de ceder pronto.

—Es insoportable —se quejó Ryuko tras un enfrentamiento con la mujer.

—¿No crees que sería mejor ceder? —dijo Jangmi.

—¡Ni loca! Odio esos vestidos.

—Te verías linda en uno —sugirió Jangmi.

—No fastidies —Chasqueó la lengua.

—Te puedo prestar uno.

—Ni te molestes.

Todos regresaron a la vivienda tras terminar sus actividades extracurriculares y después de la cena cerca de las ocho. Como solían hacer, cada quien se sentó en una mesa con sus respectivos amigos, pero, al igual que todo, la disposición de los grupos también había cambiado.

Taro kiyoshi y Kou se sentaban juntos cerca a la estufa al ser quienes más bebían té, mientras Junko y Yuki compartían una mesa cerca al patio para disfrutar de la brisa en primavera. Nana se sentaba sola junto a la radio de Taro cuando no estaba en su habitación, lo que era lo más habitual. Ryuko y Jihyun se ubicaban en una mesa alejada, cerca de la esquina donde Jangmi se recluía.

La sala se fue vaciando al pasar de las horas, pero Jangmi tenía muchas cosas acumuladas, así que decidió quedarse un rato más para que su cerebro entendiera que debía terminar todo aquello para poder cambiar de sitio. Suspiró con cansancio, bebiendo la quinta taza de la tercera tetera de una infusión. Si la poción no tenía efecto, repetiría ese tipo de día maratónico con tal de darse un empujón para dormir un par de horas.

—¿No vas a dormir, Nuná? —preguntó Jihyun desde la puerta del patio.

—Tengo mucho acumulado —El chico puso cara de preocupación—. Voy a intentarlo en cuanto termine.

—¿Puedo acompañarte?

Asintió extrañada y él se sentó frente a ella en la esquina de la sala de estar, quedándose en silencio mientras escribía los kanji que recordaba.

—Me recuerda los viejos tiempos —dijo Jihyun señalando una mesa.

—¿De qué hablas?

—Cuando los cuatros nos sentábamos ahí.

Le respondió con una sonrisa triste y continuó con su trabajo, evitando continuar con ese tema, así como evitaba sentarse en esa mesa pese a estar incómoda en el suelo. Jihyun hizo un ademán hacia la tetera y ella le respondió con otro, dándole permiso para que se sirviera. Él invocó una de las tazas desde la cocina y la llenó de la infusión. Ambos continuaron en silencio un largo rato.

—¿Ella te dijo algo... de las varitas? —preguntó de nuevo.

—No —dijo suspirando y bajando la cabeza.

—Me escribió que ya tenía las maderas y que los núcleos se le estaban haciendo complicados.

—Ya veo.

—También me dijo que enviaría todo en cuanto pud...

—Jihyun, para. Por favor.

Su súplica salió de sus labios más fuerte de lo que hubiera querido. El chico se encogió ante su reacción, y ella bajó la cabeza al haberlo atacado sin querer.

—Lo siento —se excusó el chico con timidez—. Solo quería decir que era una gran persona.

—No hay necesidad de que me lo recuerdes.

—Pensaba que tal vez necesitarías eso.

—Lo recuerdo todos los días —dijo conteniendo las lágrimas—. Recuerdo el día en que lo supe... Y... ¿Por qué, Jihyun? ¿Por qué mierda ocurrió eso?

Finalmente estalló en un nuevo mar de lágrimas, cubriéndose la cara con las manos para tratar de ocultarlo. El chico estaba un poco perdido al principio, sin saber qué hacer, hasta que se acercó lentamente para abrazarla.

Sintió como algunos de sus compañeros se acercaron por la puerta debido al ruido, quedándose estáticos al verlos. Jihyun les hizo una seña para que se fueran.

—Yo también la extraño, Jangmi —En esas pocas palabras Jangmi sintió como él también contenía las ganas de llorar—. Era de las pocas personas en quienes podía confiar. —Ella siguió llorando en su hombro, y él empezó a acariciarle la espalda—. Puede que ya no esté, pero... No la entierres en tu mente ¿sí?

Jamás quiso hacerlo, pero cualquier mención a su nombre le partía el corazón. Simplemente asintió con la cara oculta en su hombro, donde permaneció un largo rato hasta dejar de llorar.

—Lo siento.

—No te disculpes, Nuná. Deberías ir a dormir.

—Debería intentar acabar con esto antes o Arai me va a asesinar mañana.

—Déjame ayudarte.

La tarde del miércoles, todos se sentaron en la sala de estar para hacer sus deberes. Jangmi se sentó por primera vez en mucho tiempo con Jihyun en la misma mesa de siempre, acompañados por Ryuko. Había pasado todos esos meses sentada en un rincón, escribiendo como podía sobre sus rodillas o el suelo para evitar aquello, pero algo había cambiado tras hablar con Jihyun. El mundo empezaba a verse distinto.

La radio estaba encendida en la programación de música que había antes del informativo en la emisora mágica tal y como correspondía al horario acordado.

—Ryuko ¿cómo se escribe Vapor en japonés?

La chica hizo los trazos con la varita en el aire, dejando suspendidos dos kanji brillantes.

蒸気

—¿Cómo se escribe en coreano? —preguntó con curiosidad.

Jangmi usó el mismo encantamiento para escribirlo, dejando su hangul justo al lado de los kanji de Ryuko.

증기

—No entiendo cómo lo leen.

—Mira. Se escribe por sílabas, que son las letras apiladas. Se lee de arriba abajo cuando no hay vocales verticales. Cuando las hay, se lee empezando por arriba, luego la vocal y la letra de abajo, que puede ser una vocal también.

—Se ve complicado.

—Yo lo que no entiendo es cómo son capaces de leer cuarenta mil kanji, además del hiragana y el katakana. Nosotros solo tenemos veintiséis letras —se quejó en burla.

Ryuko se rió antes de seguir con sus propias tareas, y un rato más tarde, el informativo inició.

—Cerca de un año después de la explosión de la bomba atómica, los efectos secundarios empiezan a notarse en la comunidad mahonai —empezó la periodista—. Se han registrado decenas de casos de supervivientes que han desarrollado enfermedades y han fallecido aún pese a haber superado la explosión.

—¿Qué mierda? —dijo Taro.

—Los expertos analizan la posibilidad de que sean producto de la radiación. A la fecha, no se han presentado casos en la comunidad mágica.

—Que asqueroso —se quejó Nana.

—¿Qué dices? —preguntó Taro, bajando el volumen de la radio.

—Esa gente que estuvo ahí ese día —explicó—. No sabemos lo que pasa con esa bomba y aun así siguen andando por ahí sin saber si algo le hacen a los demás con esa mierda de radia...

—¡¿Quieres callarte de una vez?! —gritó Ryuko.

—Es la verdad, Ryu. Quién sabe si le peguen algo de eso a sus hijos...

—¡Tú no me vuelvas a llamar así en tu vida, pedazo de malcriada!

—¿Acaso dije algo malo?

—¡¿Acaso piensas antes de hablar?! ¡¿Siquiera piensas?!

Nana se puso de pie para marcharse, y Ryuko la imitó para impedir que se fuera.

—No he dicho nada contra ti para que me estés tratando así, Ryuko.

—¿No escuchaste lo que dijiste hace un rato?

—A ver si te refresco la memoria ¡Tú te quedaste en la escuela! Además, vives en Kioto, donde te recuerdo que no cayó ni una sola bomba en toda la guerra.

Ryuko se acercó de manera amenazadora a Nana, como un gato a punto de atacar a un ratón. Todos se quedaron en silencio. Taro apartó la radio de la mesa en la que estaba para portegerse.

—Nunca escuchas nada, a menos que te interese ¿no es así? —dijo con un tono calmado, pero lleno de rabia—. Nunca sabes nada ¿recuerdas en qué trabajaba mi padre? Seguramente no. Jamás prestaste atención cuando te contaba sobre él ¿No escuchaste que despidieron al jefe de los Yoake? Claro que no, porque no es el ministro y no tiene hijos solteros ahora ¿No escuchaste la noticia del yurei en Nagasaki?

—¿Qué estás diciendo?

—¡Que mi padre estuvo ahí ese día! Si me ha pegado algo, también te lo he pegado a ti, porque hasta hace unos días, no dejabas de intentar pegarte a mí como una maldita sanguijuela.

Nana abrió mucho los ojos. Las manos le temblaban con miedo por haber enojado al dragón que era Ryuko cuando se enfadaba. El resto permanecía callado, con miedo a que cualquier suspiro redirigiera esa ira contra ellos.

—No lo sabía...

—Nunca sabes nada, o no te importa. Cuando murió mi hermano fue igual. Solo te dolía porque no pudiste casarte con él ¿no es así? A los pocos días lo olvidaste.

—Ryuko, lo siento.

—Jamás aprendes, Nana.

—Te prometo que...

—Te voy a ser sincera: Eres una persona desagradable. No vuelvas a hablarme.

Ryuko se sentó de nuevo junto a Jangmi, y Nana se quedó de pie un largo rato, perdida por las palabras de Ryuko, hasta que decidió irse a su habitación.

—¿Él... está bien? —dijo Jangmi en un susurro.

—Tuvo muchas quemaduras que los mahonai no trataron bien en Nagasaki. Cuando fuimos a buscarlo, los médicos decían que "estaba delirando" sobre magia y un yurei —explicó con tristeza—. No aceptaron tratarlo en el hospital Okuninushi... Ya no puede mover el lado izquierdo del cuerpo.

—Lo siento mucho, Ryuko.

—Gracias, Jangmi.

Taro agitó la mano para callar a quienes hablaban y seguir escuchando las noticias.

—Tras casi un año de intriga, se ha anunciado la fecha de las próximas elecciones para el cargo de Ministro de Magia, que se llevarán a cabo el día cuatro de agosto. Los candidatos están todavía pendientes de ser anunciados, pero se sospecha que Mori Reiji hará el intento de permanecer en el cargo.

—¿Se quiere atornillar o qué le pasa? —se quejó Taro.

—Ha tenido una buena gestión —dijo Jihyun—. No dudo que será reelecto.

—No suena muy democrático...

—En otras noticias del mundo no mágico —continuó el informativo—, el próximo tres de agosto se constituirá el Tribunal Penal Militar del Lejano Oriente con el fin de juzgar los crímenes de guerra cometidos en la Segunda Guerra Mundial. Más detalles serán revelados a medida que avance el juicio, que tendrá lugar en Tokio, y los coreanos exigen una disculpa de los gobernantes de Japón por la anexión y los supuestos crímenes de guerra cometidos...

Unos golpes a la puerta los arrancaron de esa noticia. Ryuko se levantó de inmediato a abrir, y al correrla, abrió los ojos con sorpresa.

—Buenas noches a todos —saludó el profesor Asahi—. Lamento molestar tan tarde.

—Bienvenido, profesor —dijo haciendo una reverencia— ¿En qué le puedo ayudar?

—¿Está la señorita Seon?

—¡Jangmi!

Ella levantó la vista de su tarea de pociones con sorpresa. Ryuko hizo pasar al profesor, haciéndole un gesto a sus compañeros para que salieran de ahí de inmediato. Taro hizo caso omiso hasta que ella apagó la radio y lo sacó de las orejas.

Jangmi se apresuró a llenar de nuevo la tetera con magia y preparar un té rápidamente.

—No sabía qué hacía hidroquinesis —dijo el profesor con sorpresa.

—Todavía estoy aprendiendo —respondió con una sonrisa— ¿A qué debo su visita?

—Tengo una propuesta, Seon, pero antes debo decir que me llena de orgullo que hayas aprendido a componer tan bien.

—Gracias, profesor —hizo una inclinación mientras caminaba hacia la mesa donde estaba el profesor, llevando la tetera y una taza limpia— ¿Eso... significa que va a aceptar esa canción?

—A eso va mi propuesta. La canción está bien, pero siento que está algo plana, sin ofender.

—Claro que no ofende —dijo mientras servía el té—. Es la primera vez que lo hago.

—Me gustaría ayudarte con los matices y la técnica vocal para que salga lo mejor posible.

—Muchas gracias.

—Además de pedirte que me permitas hacer el acompañamiento instrumental.

—E-estaría encantada.

—Y no sé si te moleste traducirla.

—Pensé que podría cantarla en coreano... —dijo algo decepcionada.

—Claro que puedes. Solo que hay algo... un sentimiento que me transmite, pero no entiendo lo que quieres decir con la letra. Lo que quiero es que todos podamos entender ese mensaje.

—Haré lo que pueda.

—Excelente —dio un sorbo al té un tanto pensativo—. Si tuviera que adivinar, diría que la compusiste para alguien.

Jangmi se atragantó un poco con el té, tosiendo levemente para tratar de no ahogarse con la bebida caliente. El profesor la miró divertido.

—Esas son las mejores composiciones, Seon. Cuando hay un motivo detrás, puede llegar a ser arte puro. Supongo que es alguien muy especial.

—Lo que más me duele es que jamás podrá escucharla.

—Así que es eso.

—Tenía que sacarlo. Y esa fue la mejor manera que encontré de hacerlo.

—Pues me alegra que lo hayas logrado. Es la primera vez que una solista se presenta con una canción propia.

—¿En serio? —preguntó incrédula.

—Narita fue quien más se acercó. Muchas esperan que compongan para ellas. Hay otras que eligen una canción especial, y hasta hace unos años era música tradicional. Siempre quise que alguna compusiera, o que hiciera algo nuevo. Muchas gracias, Seon.

—N-no hay de qué.

—Hablaré con Narita. Empezaremos a ensayar después de las vacaciones.

—De acuerdo.

—Hasta entonces —se despidió—. Muchas gracias por el té.

En cuanto el profesor Asahi salió de la vivienda, Jangmi saltó por la alegría como no lo había hecho en una eternidad. Era un momento que no había imaginado llegar a ver.

La puerta del patio se abrió de repente, y quienes habían estado en la sala de estar antes de la visita del profesor entraron corriendo hacia ella, abrazándola entre todos y celebrando con entusiasmo.

—¿Escucharon todo? —cuestionó Jangmi incrédula.

—Cada palabra —afirmó Taro— ¡Pero el secreto está a salvo conmigo...! ¡No me pises, Ryu!

—Lo siento... ¡Felicidades Jangmi!

Después de la pequeña celebración, Jangmi regresó a su habitación. Su madre había respondido a la carta de la señora Kondo de manera afirmativa, y ese día había recibido los frascos para el resto de la semana. La enfermera esperaba que fuera responsable con ellos y que no abusara, pero la idea de tomar una cantidad considerable y dormir varios días la estaba tentando después de una larga semana.

Con esa carta, llegó una más personal para ella. No podía molestarse con su madre por estar preocupada, pero las palabras de aliento empezaban a fastidiarla. Ella misma ya estaba intentando salir de ese agujero, pero cada cosa que la hacía recordarla y la manera injusta en que murió la hacía caer de nuevo.

Esas pociones serían un paso adelante.

Se sentó en la mesa de su habitación para responderle a su madre, tratando de controlar sus palabras para no poner nada comprometedor que retuviera la carta o le diera problemas.

Querida Omoni.

Si te soy sincera, no estoy bien, pero siento que he estado peor antes.

He vuelto a cantar, y los chicos me han celebrado varias veces unas pocas sonrisas que me salen de verdad.

Te juro que lo intento, pero todo lo que hay aquí me la recuerda sin querer. No pensé que sería tan complicado volver.

Por un momento consideró darle de una vez por todas la noticia de que Nana había renunciado al club y ahora ella era la principal, pero no encontró las palabras para hacerlo, en su lugar, recordó lo que le había dicho Dalhyun años atrás.

"No encontré cómo decírtelo en una carta. El día que te suceda algo así, me vas a entender"

—Maldito seas, tío.

Terminó la carta con novedades ordinarias, dándole razón a Dalhyun. No había manera de decirles aquello por ese medio. Lo haría durante las vacaciones... Ya vería como.

El fin de semana era el único momento en que la mayoría de alumnos se podían dar un respiro. La falta de clases les daba tiempo para cumplir con otras obligaciones a elección o pasar el tiempo en el jardín.

Los profesores habían bajado la carga académica por sugerencia de Mary Baker, aunque a todos les parecía más bien una orden. A ella le parecía que la cantidad de trabajos era desorbitada, en comparación con el sistema educativo de su país, y pensaba que era una explotación a los alumnos, así que desde ese momento los profesores no podían asignar más de tres tareas en una semana.

Si bien los más jóvenes habían celebrado la decisión, los mayores y profesores sentían que eso estaría retrasando su aprendizaje, y reclamaron sin mucho éxito.

Ryuko obligó a Jangmi a salir de su habitación el domingo para que pasara un rato al sol y dejara de estar tan pálida. Contrario a lo que muchos hacían, Jangmi evitaba los días soleados. Simplemente no le gustaba ver el cielo tan azul.

Las dos se sentaron cerca al estanque de los peces Koi. Ryuko había sacado el shamisen para practicar un poco, mientras Jangmi empezaba la traducción de la canción para hacer algo en la tarde.

Ryuko usaba un kimono amarillo lleno de flores con un obi blanco. Ambas cosas hacían que ese pequeño espacio que ocupaban resultara más brillante bajo la luz del sol. Jangmi no había puesto mucho esfuerzo en vestirse esa mañana. Solo se había puesto una camisa blanca y un pantalón gris ya que había planeado quedarse en su habitación todo el día, y solo salir a comer un poco para que Ryuko no la colgara, pero había terminado en el jardín en contra de su voluntad.

—¿Ya sabes qué vas a tocar para el festival, Ryuko?

—Todos lo saben hace meses, Jangmi. Tú eres la única que acaba de decidir —se burló.

—Ya tenía Arirang.

—Bueno, pues has perdido unos cuantos meses de práctica.

—Entonces déjame ir a mi habitación a ensayar.

—Ni loca, tú te quedas aquí. Termina primero esa traducción que te pidió Asahi.

Jangmi se burló de Ryuko chasqueando la lengua como ella solía hacer, así que Ryuko la empujó con fuerza hasta tirarla al suelo.

—Espero que no sea una pelea, o voy a decirle a su tutora que las castigue —dijo una voz tras ellas.

Saya llegó con gesto serio hasta ellas, vestida con un kimono de color melocotón. Jangmi se incorporó y ambas se inclinaron para saludar a su sempai con respeto, pero la chica se echó a reír por la seriedad con la que estaban actuando y se sentó junto a ellas.

—No me tomen tan en serio, solo las quiero fastidiar un poco ¿Cómo va todo?

—Estar tan desocupadas es extraño. Siento que debería estar haciendo algo —djio Ryuko

—Estamos acostumbrados a la sobrecarga. Disfrutenlo mientras puedan. Cuando esa mujer se vaya muchos cambios también lo harán.

—¿Por qué estás segura? —preguntó Jangmi.

—Los mahonai trataron de modernizarse con la restauración Meiji, pero no todos obedecieron. Ya ves que seguimos teniendo muchas cosas del siglo pasado. El cambio no puede imponerse... Y hablando de...

Saya señaló hacia la puerta del palacio, de donde salía la profesora Hamasaki, perseguida de cerca por Mary Baker, quien parecía insistir en algo que ellas ya intuían.

—¿Creen que le dice que se corte el cabello o que se ponga un vestido? —dijo Ryuko.

—Creo que son ambas cosas.

Sin mucha paciencia, Hamasaki siguió su camino tras lanzarle una mirada fulminante a la mujer extranjera, quien se detuvo en el camino para observar a los estudiantes. Su vista se detuvo en las tres, quienes intentaron disimular que la estuvieran viendo de antes, pero parecía que sus intentos habían fracasado, pues empezó a acercarse desde el otro lado del estanque.

—Ryuko Hirai y Saya Narita... —La mujer las observó, negando con la cabeza y agitando una pluma en su mano sobre una pequeña libreta. Ambas chicas se mostraron confundidas por el cambio de orden en sus nombres—. Tal vez deba sugerirles a sus padres que les compren ropa más adecuada para la escuela.

—No entiendo dónde está el problema —repuso Saya.

—Bueno, no entiendo por qué usarían algo fácil de abrir por el frente.

Jangmi abrió los ojos por lo inesperado de esas palabras y observó a las dos chicas. Ryuko tenía los ojos encendidos por la ira, y estaba a punto de reventar una de las cuerdas del shamisen por la fuerza con la que la aplastaba, mientras Saya permanecía impasible, con una sonrisa tranquila. Mary Baker las observaba con un gesto de superioridad.

—No entiendo por qué quiere que usemos algo tan corto —Tras esas palabras de Saya, la sonrisa de la mujer se borró.

Se limitó a anotar un par de cosas en la libreta con rabia antes de observar a Jangmi de arriba abajo.

—Al menos usted usa ropa occidental, pero procure que sea adecuada para su género.

Sin permitir que dijeran nada más, se retiró. La cuerda del shamisen de Ryuko se rompió bajo tanta tensión.

—Espero que esa vieja insoportable se largue cuanto antes.

—Déjala —rió Saya, con la vista todavía fija en la mujer—. Todavía podemos sacarla más de sus casillas, y eso planeamos hacer.

❀Itadakimasu: Significa "Recibiré". Es una manera de decir "Buen provecho" y agradecer por la comida.

❀Omyondo: Ritual de invocación de espíritus protectores. Tradicional de Japón.

Próximo capítulo: 2023-03-26

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