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2. Nuevo comienzo

La abuela empeoraba y cada vez comía menos, y lo poco que comía lo vomitaba sin poder retenerlo. Lo que había empezado como un leve malestar escaló demasiado rápido a algo que estaba acabando con ella poco a poco.

Jangmi cedió parte de sus ahorros a su abuelo para poder pagar al médico de la ciudad junto a lo que pudieron reunir. Lograron completar el valor con una ayuda de la familia de Sunhee.

En la noche estaba de nuevo sentada en el pasillo, pero esta vez junto a los demás miembros de la familia a excepción del abuelo, quien estaba dentro de la habitación junto al médico. Todos esperaban con angustia alguna novedad, pero ya llevaban un buen rato dentro.

Dalhyun abrazaba a su esposa, Dalson se tronaba los dedos de tanto en tanto, y Dalmi se mordía las uñas con nerviosismo.

Después de un rato que pareció interminable, ambos hombres salieron de la habitación y los que estaban en el pasillo se pusieron de pie como un resorte. Su abuelo permanecía con una expresión triste.

—Abeoji... —dijo Dalmi para romper el silencio.

—Les sugeriría que pasáramos a la sala —respondió el médico.

Hicieron caso y se sentaron a la mesa. Dalmi le hizo una seña a Jangmi para que le pasara la tetera que había dejado al fuego desde que el doctor había llegado para tenerla lista justo para ese momento. La chica la dejó en la mesa con siete tazas y se sentó junto a su madre ante la mirada perpleja del doctor.

—Preferiría... darles la noticia sin la niña presente.

Jangmi los miró a todos esperando que le respondieran al doctor que ella debía estar ahí, pero todos mantenían la vista en la mesa o en el abuelo.

—Pequeña, haz el favor de salir —pidió.

—Harabeonim...

—Jangmi, por favor.

Terminó obedeciendo. Salió al pasillo cerrando la puerta tras de sí y caminado hasta la habitación. Tras cerrar la puerta, intentó usar su metamorfomagia de manera distinta a lo usual, y a la cual no estaba acostumbrada: aumentó el tamaño de sus orejas para poder escuchar mejor lo que decían, pero no empezaron a hablar hasta que ella llegó a su habitación.

Aun con ese cambio físico, no podía escuchar bien. Frustrada por el secretismo, cerró la puerta con más fuerza de lo que su oído pudo soportar.

Intentó pasar el dolor por un momento, regresó sus oídos a su tamaño normal y deslizó la puerta con suavidad para que su familia no escuchara nada.

El patio estaba oscuro, así que aprovechó a agacharse y gatear lo más rápida y silenciosamente que pudo hasta instalarse junto a la puerta, bien escondida por una pared de madera y con la oreja pegada a la puerta.

—...es tan rara que no hay un tratamiento en este país...—escuchó la voz del doctor.

"Mierda."

—¿Qué es lo que tiene?

"Hable ya, maldita sea."

—Se trata de un tumor en el estómago. Eso es lo que no la deja comer ni retener los alimentos.

Jangmi podía imaginar las expresiones de todos en ese momento porque seguro ella misma tenía una cara de horror y tristeza. No había imaginado que pudiera ser tan grave.

—¿Hay algo que se pueda hacer? —preguntó Dalmi.

—Lo siento mucho. Solo es cuestión de tiempo. Ya está muy avanzado, y es un tipo de tumor que se expande a otros sitios. Si no es el hambre, será la metástasis. Lo siento mucho

Las lágrimas se le empezaron a derramar cuando su abuelo se despidió del doctor y pudo escuchar la puerta cerrarse, afirmándole así que no podían salvarla. No era una bruja, y aquello era demasiado grave para que pudieran hacer nada.

El sonido de la puerta abriéndose hizo que se levantara como un resorte. Su abuelo la miró impactado, de la cabeza a los pies, notando las manchas de tierra en la falda del hanbok y sus lágrimas.

—De una manera u otra me iba a enterar ¿no es así?

Su cara pasó de la sorpresa a la comprensión, acercándose a ella para rodearla con sus brazos. Jangmi pudo sentir como su abuelo temblaba, llorando como ella jamás lo había visto.

El señor Park Suho logró conseguirles el permiso pocos días después. Sus contactos con el gobierno ruso y su pertenencia al club de música le procuraron una buena imagen, con lo cual el permiso fue expedido sin problema, aunque en la familia se olían segundas intenciones en todo aquello. La carta que había escrito fue enviada de inmediato con un sello que le aseguraba un paso rápido por la frontera.

No tuvieron tiempo para ir a Inari Roji, y Hahoe no había regresado al estado previo a la anexión a Japón. La escasez de material mágico en la península era habitual incluso en los años del imperio, ya que debían ir siempre a Inari Roji para conseguirlo, y no siempre era posible. Después de su independencia, se había vuelto más difícil conseguir algunos ingredientes para pociones y varitas, así que se abstuvieron de ir y se limitaron a comprar el papel y la tinta en el pueblo, esperando que el resto de material mágico que había comprado el año anterior le alcanzara.

Empacó todo en el baúl donde ya tenía el resto de cosas. No se había esforzado en sacar muchas de ellas. Sus libros, el caldero y frascos de pociones permanecían en el fondo sobre el uniforme doblado. Recordaba haberlo limpiado el día antes de irse a casa, así que ni se molestó en sacarlo.

Esa vez no olvidó nada. El paiño llegó a la hora de siempre, saliendo de Hungnam con el retraso habitual producto de la despedida de su familia.

—No te saltes comidas, Jangmi, por favor —dijo Dalmi mientras la abrazaba, con la voz ahogada por el leve llanto—. Duerme y toma las cosas con calma.

—Omoni...

—Promételo, Jangmi. Cuídate y no te dejes decaer.

—Lo voy a intentar.

Volar sobre el mar resultó extraño. Ya no se veían los cientos de navíos de la armada imperial, solo unos cuantos barcos de carga y de transporte civil. Aquella bandera del sol naciente ya no ondeaba en ningún lado, consumida por la derrota en su ocaso.

"¿A qué costo?"

Tantas personas que murieron para acabar de una vez aquella guerra que ya estaba perdida desde hacía años. Solo para que Estados Unidos pudiera mostrar su fuerza y superioridad a un país que estaba casi acabado.

El paiño voló sobre las montañas de Hiroshima, y desde aquella altura, podía ver la ciudad en plena reconstrucción. Al regresar a casa el año anterior vio el desierto de cenizas en el que se había convertido aquella ciudad que había visitado antes. Le dolía verlo. Si así habían terminado edificios enteros... No quería ni pensar en nada más.

Cerró los ojos hasta que sintió la sal del mar en el aire. Ese era el tramo más largo y aburrido, sin nada para ver más que las corrientes y olas bajo ella por horas. Usualmente cantaba para pasar el rato, pero no tenía ánimo para eso. Ver Hiroshima le había causado un nudo en la garganta.

Bajó del ave con el cuerpo adolorido cuando éste aterrizó en la arena. La profesora Hamasaki la observó con una notoria sorpresa.

—Seon Jangmi —dijo mientras la anotaba en la lista y ella abría los ojos con sorpresa por escuchar ese nombre por primera vez en ese lugar de parte de alguien ajeno a su círculo cercano—. Es la primera vez en todos sus años de escuela que llega a tiempo.

—Pensaba que había salido tarde.

—Parece que el ave se esforzó mucho esta vez.

Jangmi pudo ver cómo detrás de Hamasaki estaba parado Jihyun, con cara de pocos amigos. El chico la saludó con la mano y ella le devolvió el gesto con desconcierto.

—El director Katayama los espera en su oficina —informó la profesora—. La contraseña es "Mochi de cerezo".

Hizo una reverencia y empezó a arrastrar su baúl por la arena, acto que Jihyun imitó, hasta que la profesora los detuvo.

—El señor Matsubara los llevará. Apresúrense.

Ambos se observaron con duda, pero al final obedecieron. Subieron la pendiente hasta la entrada del palacio y se quitaron los zapatos en silencio hasta que las dudas fueron demasiadas.

—¿Qué crees que nos quieran decir, Nuná? —preguntó Jihyun.

—No tengo idea... ¿desde cuándo me llamas así?

—¿Te molesta?

—Para nada.

—¿Crees que estamos en problemas?

—Si fuera Minho te creería... Por cierto ¿dónde está?

—¿No lo sabes? —respondió negando con la cabeza, un poco asustada—. Decidió no volver a la escuela

—¡¿Qué?!

—Me escribió hace unas semanas. Dijo que te había estado escribiendo y no respondías.

—Mierda... el gobierno interviene el correo. Tu carta la dejaron pasar porque... bueno... no había nada comprometedor, pero ya sabes cómo es Minho ¡Maldición! Recuérdame que le escriba más tarde.

Él asintió, y continuaron su camino por las escaleras hasta posicionarse frente al jarrón kitsugi en el último piso.

—¿Qué crees que sea? —preguntó Jihyun de nuevo.

—No tengo ni la más mínima idea... Mochi de cerezo.

Detrás del jarrón se abrió una pequeña puertita que ella ya había cruzado antes. Los alumnos de primer año podían pasar sin problema, pero a medida que crecían, había que inclinarse.

Ambos lo hicieron, y entraron en una oficina decorada por varias pinturas tradicionales que se movían, con pájaros y dragones volando en los lienzos.

—Buenas tardes, jóvenes.

Ambos le hicieron una reverencia al director, quien les hizo una señal para que se sentaran frente a él y les sirvió un par de tazas de té.

—Es una frase un poco típica, pero seguro deben estarse preguntando por qué los he llamado —ambos asintieron—. Esta escuela seguía las directrices del ministerio, que a su vez se adaptaba al gobierno mahonai. He de decir que eso no nos quita la responsabilidad de nuestras acciones. Por lo cual quiero reiterar mis disculpas a ustedes y a sus familias, de manera personal y representando a la institución.

—Señor director, no hay necesidad...

—Sí que la hay, señorita Seon. Una disculpa puede hacer la diferencia entre el rencor y el perdón —dijo antes de dar un sorbo a su té, y ellos bebieron igualmente—. Muchos de sus compatriotas optaron por la primera opción pese a la disculpa en la carta, pero ustedes nos han dado una oportunidad. Queremos que vean que su decisión no ha sido errada.

De debajo de la mesa, sacó un paquete envuelto en papel, poniéndolo frente a Jangmi con parsimonia.

—Tengo entendido que su país revisa la correspondencia. —Ella asintió—. Tomé el atrevimiento de retener este paquete del ministerio hasta que usted misma pudiera reclamarlo.

—¿Qué es?

—Una nueva constitución mágica de Japón —explicó Jihyun—. Y-yo también tengo una... A-a mí no me revisan el correo.

—El capítulo que puede interesarles más son las políticas de educación y políticas internacionales —indicó el director—. Como breve resumen, desde ahora, podrán usar sus verdaderos nombres con libertad y los profesores deben llamarlos por dicho nombre. Dejarán de llevar los bordes blancos en su uniforme y podrán usar su idioma en cualquier momento sin castigo alguno. En el libro hay más cosas detalladas, pero creo que estas son las que más les conciernen.

—Muchas gracias, director.

—Al contrario. Gracias a ustedes por darle a la escuela una nueva oportunidad pese a los errores que se cometieron.

Jihyun se levantó y Jangmi hizo el ademán de imitarlo, pero algo la retuvo en su lugar.

—Director ¿le puedo hacer una pregunta?

—Por supuesto. Señor Lee, sea tan amable de esperar a la señorita Seon afuera.

El chico salió un momento después, y Jangmi tomó la tetera para llenar las tazas de ambos nuevamente.

—Quiere preguntarme por qué seguimos aquí —concluyó el hombre.

—¿Usted puede leer la mente? —preguntó desconcertada.

—No, pero a mi edad uno empieza a entender a las personas.

—Entonces respóndame, por favor.

—Las razones del ministerio son bastantes: Los jóvenes magos deben aprender a manejar sus poderes por el bien de todos, los que ya van avanzados no pueden dejar de avanzar, y MACUSA nos apoya lo suficiente para no dejar más desempleados pasando hambre en este país. Personalmente, creo que, si la comunidad mágica hubiera intervenido en la guerra, no tendríamos tanta suerte.

—Pero el país está en crisis... Hay gente que sufre de hambre, que ni siquiera tienen un hogar... Mucha gente murió... ¿por qué nosotros seguimos como si nada mientras los demás sufren?

—¿Acaso si su voz se quiebra dejará de cantar para siempre?

—No, pero...

—No podemos detener nuestras vidas por un momento de sufrimiento. Las muertes nos duelen, sí. Pero hay que seguir avanzando. Ellos así lo querrían. Tal y como dicen en el teatro: El espectáculo debe continuar.

Ambos se quedaron paralizados en el momento en que llegaron a la vivienda de su curso. Todo estaba igual excepto dos cosas: Las tablillas con sus nombres.

—Vaya... Se lo tomaron en serio —suspiró Jihyun.

—Imagínate que no lo hubieran hecho. Los hubiera mandado a la mierda, te lo juro.

Jangmi sintió una oleada de satisfacción al girar esa tablilla con su nombre escrito en hangul. Ni siquiera se habría atrevido a verlo en katakana todos esos años. Dos coreanos entre siete japoneses. Abrieron la puerta tras quitarse los zapatos, y todos los ojos de sus compañeros se posaron en ellos con sorpresa.

—Buenas tardes —saludaron al unísono en japonés.

Algunos respondieron con notoria timidez. Jangmi miró a Jihyun extrañada, y caminó sin más hacia su habitación. Llevó el baúl que había encontrado en la terraza a su cuarto con pereza. Debía desempacar varias cosas antes de encontrar su uniforme para el banquete de bienvenida.

Los libros se acumularon en la mesa, y la ropa de diario quedó tirada por toda la habitación hasta que dio solo con el obi. Suspiró frustrada hasta sacar su varita del bolsillo de su pantalón.

—Accio.

Un trozo de tela llegó hasta su mano. Tiró con cuidado para que no se rompiera con cualquier cosa mal puesta en el baúl. Al lograr sacarlo por completo, no pudo evitar sorprenderse por la ausencia de esos bordes blancos en las mangas y el cuello que tanto la habían caracterizado en contra de su voluntad por años.

Se vistió con prisa y soltó su cabello de la pequeña moña que tenía para cepillarlo con un poco de esfuerzo por los nudos que iban formándose. Una buena maraña quedó atrapada en el cepillo de madera.

Puso en orden las cosas con un movimiento de varita, y salió a la carrera, con sus zapatos de interior en una mano, cuando la profesora Hamasaki ya abría la puerta principal.

Al caminar hacia el palacio, notó por primera vez un nuevo cambio en la escuela. El grupo de primer año se veía notablemente dividido por sus uniformes.

Quienes habían iniciado el año anterior y deberían estar en segundo año llevaban el típico kimono, pero aquellos que acababan de entrar usaban algo completamente distinto.

Las chicas llevaban una falda hasta debajo de la rodilla de color negro mientras los chicos usaban un pantalón del mismo color, con unas medias blancas y zapatos café, del mismo color del chaleco de cuello cruzado que iba sobre una camisa blanca. Todos llevaban una capa de color rosa con unas mangas iguales al kimono, pero cuyo cuello tenía una tela que recordaba a los marineros occidentales.

—¿Por qué tienen un uniforme distinto? —preguntó a su amigo en coreano.

—Es parte de la reforma. Para modernizar un poco la escuela. Van a cambiar el uniforme gradualmente.

—Eso veo... ¿Algo más que deba saber, señor experto en la reforma? —preguntó con burla.

—Pues... Para empezar, ya no es el Concejo Supremo de Magia del Imperio de Japón, ahora se llama Ministerio de Magia de Japón, y tiene más representantes en el parlamento. El plan es que la escuela sea pública en unos años si la situación mejora. Creo que ya sabes que el sistema va a cambiar el próximo año para adaptarnos a occidente, y pues hace un año que se prometen elecciones para ministro, pero no hay nada todavía.

—¿Entonces cómo se organizó todo este cambio? ¿Solo los estadounidenses decidieron?

—No, Mori Reiji sigue siendo Ministro provisional.

—¿En serio?

—Supongo que conoce al gobierno y conoce al pueblo. No lo iban a echar de la nada, hubieran quedado como dictadores. Creo que esperan que las cosas de los mahonai se organicen un poco para proceder.

—¿Crees que pueda pasar igual en Corea?

—Ya está pasando igual. Siempre esperan a que los mahonai hagan y deshagan.

En una procesión por orden de edad descendente llegaron los alumnos de la escuela al vestíbulo. Jangmi no pudo evitar sonreír al ver su nombre nuevamente en la gaveta de sus zapatos, confirmándole, para bien o para mal, que esos cambios no eran un sueño.

—¡Toshio! —llamó, de manera alegre, un chico desde la puerta principal.

Ambos se giraron a ver a Aikawa, quien se acercó con una sonrisa hasta Jihyun, tan sorprendido como sonrojado.

—Capitán...

—¿Cómo estás? No sabía si regresarías.

—Bueno... no quería quedarme sin estudiar.

—Me alegra verte... por cierto ¿Cuál es tu nombre real? No quiero seguir llamándote Toshio y que te sientas incómodo.

—Jihyun. Lee Jihyun.

—¿Seguirás en el equipo, Jihyun?

—Claro que sí.

—Perfecto. Nos veremos después.

Se retiró con una gran sonrisa hacia su grupo, que ya iba entrando al comedor.

El director Katayama entró tras un par de minutos al comedor, acompañado de una mujer extranjera, de cabello rubio y ojos grises, llevando un vestido occidental de color vino tinto. Tras hacer una reverencia, muchos se quedaron embobados viéndola. Jamás habían visto a alguien así.

—Buenas noches, jóvenes —saludó el director—. Ciertamente es un gusto y un honor verlos de nuevo en este lugar. Como algunos ya sabrán, el gobierno Mágico de Estados Unidos ha brindado apoyo a la comunidad mágica estos últimos meses, y es por eso que el día de hoy nos acompaña la señora Mary Baker.

El director hizo una leve inclinación hacia la mujer, quien le correspondió con una sonrisa antes de levantarse de la mesa.

—La señora Baker fue enviada por MACUSA para supervisar la reestructuración y sus resultados este año en la escuela —aclaró el director—. Agradecemos profundamente su trabajo, señora.

Ella agradeció al director Katayama con una inclinación, dejándoles claro que podía entenderlos. El hombre la invitó a que diera unas palabras para los estudiantes, y lo hizo en un japonés tan fluido que los dejó a todos con la barbilla en el suelo.

—Ciertamente hay mucho que hacer para que la escuela se acople adecuadamente al resto del mundo mágico —inició con una sonrisa—. El aislamiento en el que ha vivido su país ha traído consecuencias en el desarrollo de ciertas áreas, que conseguiremos poner al nivel de los demás países si todos nos esforzamos por conseguirlo. El cambio está por llegar a la escuela.

El director Katayama aplaudió por respeto, y el resto de asistentes lo hicieron sin muchas ganas por la idea de adaptarse a las exigencias de los otros países. Mary Baker volvió a su asiento con la misma sonrisa, y sus ojos se pasearon entre todos los alumnos.

—Para aquellos que no hayan querido dedicarle el tiempo a leer la nueva constitución mágica, deben saber de manera imperativa las nuevas normas que refieren a su educación —continuó el director. Algunos soltaron un suspiro de frustración, sabiendo que ese discurso de bienvenida se extendería más de lo usual y, por tanto, la cena tardaría en llegar—. Para empezar, el hasta ahora conocido Examen Imperial de Magia ha sido reformado para cumplir con los estándares mundiales, y a partir de ahora será llamado Examen de Magia Ordinaria.

<<El próximo año notarán que algunas asignaturas cambiarán de nombre, haciéndolas homólogas del sistema internacional. Y, por último, pero no menos importante, está la situación de nuestros alumnos extranjeros.

<<Nuestras acciones los han hecho a un lado desde hace más de treinta años, y un cambio es necesario. Debo advertirles que cualquier discriminación a cualquier alumno, sin importar su procedencia, será castigada. Espero no tener que repetir esta advertencia.

<<A partir de este año, cualquier alumno que lo desee podrá adquirir el periódico Nihon no Kitsune, y estará permitido que los estudiantes hagan uso de la radio en sus horas libres.

El discurso terminó con los avisos de siempre, dándoles permiso para comer al fin.

—Se tomaron muy en serio la disculpa... —dijo Jihyun en coreano, poniendo cara de asustado al darse cuenta del idioma que había usado frente a todos.

Sus compañeros los miraron con cierta extrañeza, pero más allá de eso, no pasó nada.

—Eso parece —respondió Jangmi.

—Me pareció raro que me llamaran Lee Jihyun aquí. —dijo entre risas.

—Sí, es ciertamente extraño —dijo con la boca llena de fideos.

—¿Crees que ellos también lo hagan? —señaló a sus compañeros con un gesto discreto.

—Creo que ni siquiera saben nuestros nombres reales... Aunque... Ahora que lo pienso, creo que los hemos usado frente a ellos, pero dudo que los recuerden.

—¿Cómo fueron las vacaciones, Hana? —preguntó Taro y Ryuko le dio un codazo.

—En lo que cabe... todo fue bien ¿Y ustedes?

—Lo mismo.

—Para mí, igual —secundó Ryuko.

—Yo lo pasé fatal —dijo Nana—. Se supone que íbamos a ir a Osaka en diciembre, pero mi padre tuvo que viajar a Sapporo por algo del ministerio y me quedé encerrada en casa.

Ryuko cerró los puños para contener la rabia mientras el resto intentaba ignorar aquel comentario. Continuaron comiendo en silencio, con breves intervenciones para pedir que giraran el plato para alcanzar un condimento.

Todo era distinto, pero ninguno lo había terminado de asimilar. No sabían si aquel cambio afectaría su manera de interactuar con otros, si debían comportarse igual o cambiar absolutamente todo.

Al terminar la cena, todos regresaron a su vivienda. Jangmi bostezó, todavía agotada por el viaje, con los músculos de la espalda doloridos, así que decidió ir al Onsen antes de que iniciara el toque de queda. Caminaba hacia su habitación en busca de sus cosas cuando alguien los llamó, a ella y a Jihyun, desde la sala.

—¿Por qué están aquí? —preguntó Nana con brusquedad.

—¿Perdona? —contestó Jangmi en un tono similar.

—¿Por qué decidieron regresar? —cuestionó—. Hiroshi no regresó ¿Por qué ustedes sí?

—Si tanto te molesta, ignorarnos y ya está —finalizó mientras continuaba su camino.

—Hanako... —llamó Taro—. Yo tengo la misma duda... ¡No lo tomes a mal! Es que...

—Después de todo lo que pasaron en la escuela... —intervino Ryuko—... incluso nosotros llegamos a tratarlos mal... ¿por qué volvieron?

Jangmi se paralizó, preguntándose exactamente lo mismo. No se había detenido ni un segundo a pensarlo hasta ese momento. Tenía por sentado que había vuelto porque quería estudiar, pero no era una razón fuerte para hacerlo.

—No lo sé —dijo tras pensárselo un rato—. Tal vez no quería que el gobierno del norte me enviara a Rusia, tal vez no quería hacer que esos años se fueran a la basura... tal vez este lugar es lo último que pueda recordármela... —hizo una pausa, mirando al suelo y suspirando con tristeza—. No lo sé.

—Yo... —inició Jihyun—. Corea no tiene nada. Ni ministerio, ni varitas... nada. Tal vez seré solo un pequeño aporte, pero aprender aquí tal vez haga la diferencia allá.

—¿Están enojados con nosotros? —preguntó Junko.

—No —respondieron a la vez.

Se miraron entre ellos, dudando qué hacer con esa respuesta o con cualquier otra posible. Fue Ryuko la primera en acercarse a ambos, inclinándose de rodillas en el suelo ante la mirada perpleja de algunos compañeros, quienes la siguieron después. Nana fue la única que siguió en su lugar, poniendo los ojos en blanco.

—¿Qué hacemos? ¿los perdonamos? —preguntó Jangmi en coreano a Jihyun a modo de broma.

—No lo sé ¿deberíamos?

—¿Qué están diciendo? —preguntó Taro a Ryuko en un susurro.

—¿Crees que hablo coreano?

—Es un idioma bonito —dijo Jangmi en japonés—. Deberían intentar aprenderlo.

—¿Crees que puedan, Nuná? —Cuestionó Jihyun en coreano.

—Creo que es mil veces más sencillo que su idioma.

—Son crueles —se quejó Ryuko.

—Diría que es un ojo por ojo, pero esto no durará cinco años —respondió Jangmi.

—¿Entonces nos perdonan? —preguntó Taro.

—Claro que sí ¿Verdad, Nuná? —dijo Jihyun.

Los chicos se miraron entre sí al levantarse, sin saber muy bien qué decir.

—Esto... Toshio ¿Cómo acabas de llamar a Hana?

—Nuná.

—¿Ese es tu nombre coreano?

Jangmi quería echarse a reír, pero se contuvo para no hacer sentir mal a su compañero. Se acercó a sus compañeros y se inclinó con formalidad, como si acabaran de conocerse.

—Mi nombre es Seon Jangmi.

—¿Por qué él te llama así?

—Es lo mismo que Onee-san

—¡¿Son hermanos?!

—No seas idiota ¿recuerdas que usaramos el mismo apellido? —se burló Jangmi, acercando a Jihyun al resto—. Señoras y señores, el nombre de este joven es Lee Jihyun.

—¿Tú... ¿Conocías el nombre de Hiroshi? —preguntó Ryuko.

—Park Minho... ¡Mierda! Tengo que escribirle.

Apreciado Park Minho nim.

Espero que su persona sea capaz de perdonar la tardanza en responder cualquier misiva que pudiera haber enviado a mi residencia, pues debido a la invasión de los rusos a mi país, la existencia de estas no fue de mi conocimiento hasta que un amigo mutuo lo comentó al comunicarme su deserción de la escuela. Mi mente siente curiosidad por el motivo.

Es extraño que no estés aquí. Hay muchas cosas que han cambiado.

En cuanto llegué, la profesora Hamasaki me ha llamado Seon Jangmi, y las tablillas tenían nuestros nombres en hangul. Al momento de sacar mi uniforme del baúl, noté por primera vez que esos bordes blancos ya no estaban. Es asombroso.

Honestamente no sé cómo sentirme con todo. Son muchas cosas en poco tiempo, y no estás aquí para hablarlas.

Espero poder molestarlo pronto con mis problemas de aritmancia.

Con cariño, Seon Jangmi.

❀El nombre del examen fue tomado de la traducción al japonés de Ordinary Wizarding Level en el canon oficial: Fukuro Futsu Mahou Reberu Shiken - Exámenes de niveles de magia ordinaria OWL. (Fukuro=Owl=Búho)

Próximo capítulo: 2023-02-26

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