셋. Desesperanza
Su grito inundó la casa justo en el momento en que Jihyun entró.
El chico corrió por el pasillo sin siquiera quitarse los zapatos mojados en el genkan. Un goral coreano salió de su varita, y corrió hasta el yurei que aprisionaba a Jangmi por el cuello en el pasillo del jardín al borde de la pasarela. Ella intentaba apartar al alma en pena empujándola por el rostro, pero los brazos de ese ser parecían ser infinitas cuerdas que, sin importar lo que hiciera, rodeaban su cuello.
El animal embistió al espectro con sus cuernos, enviándolo a través de la pared en un halo de oscuridad.
—¡Jangmi!
Ella estaba petrificada en el suelo, respiraba agitada y con dificultad, temblando y con lágrimas que se confundían con las gotas de la lluvia que seguía cayendo. Solo reaccionó cuando Jihyun se acercó a ella para ayudarla a que se levantara. Se lanzó a abrazarlo con fuerza, llenando su ropa del agua de lluvia que estaba impregnada en su vestido.
—Gracias... Yo n-no pude.
—Ya pasó.
Jihyun ayudó a levantarse y ambos entraron a la habitación, tratando de encender la luz en vano. Conjuró con su varita una pequeña llama sobre un plato en la mesa. La luz azul de la varita solo podría meterlos en problemas si la señora llegaba, y ese fuego se podría hacer pasar fácilmente por una vela o una lámpara de aceite.
Jangmi se cambió de ropa detrás del biombo, y secó el vestido con la varita tras recuperarla, sentándose de nuevo junto a su amigo en la mesa.
—¿Estás bien? —le preguntó Jihyun.
—Creo que más allá del susto no pasó nada.
—¿Qué le pasó a tu patronus?
Bajó la mirada y se quedó callada. Era vergonzoso poder conjurarlo solo en clase o en el examen y no lograrlo cuando su propia vida peligraba.
—No pudiste conjurarlo —concluyó.
—¿Qué recuerdo usas, Jihyun? —preguntó con tristeza.
—El día que nació Jiseo. Siempre quise un hermano, así que me hizo muy feliz que llegara.
—Tú sabes que ella está bien. Yo no tengo idea de cómo está mi familia.
Jihyun entendió a lo que se refería, y simplemente guardó silencio. Desde el exterior escucharon a la anciana maldecir la lluvia, lo vieja que estaba para todo, el corte de luz y a aquel que no se quitó los zapatos al entrar.
—¿Cómo estuvo el trabajo?
—Encontré a muchos extranjeros que pedían mi apoyo en Corea con las traducciones para la comunidad mágica.
—Lástima que jamás fuiste el mejor en inglés.
—De hecho... tuvieron que traducirme lo que decían a japonés.
—Debió ser divertido.
—No es gracioso. Lo que nos enseñaron no basta para la vida real.
—Si te hubieras dedicado más a eso no tendrías problemas ahora. No entiendo por qué no añadiste esa asignatura en la especialidad.
—Supongo que nunca se deja de aprender.
—Of course not! You can keep practicing...
—Stop it. Voy a tener que llevarte de traductora.
—Ya tengo trabajo.
—Solo no explotes ningún caldero mañana ¿sí?
—Con todo, creo que es lo mejor que me puede pasar.
—Jangmi...
—Era broma. Te lo prometo.
Ambos dejaron sus cosas para el día siguiente listas frente a la puerta y acomodaron los futones en el suelo para dormir. Jangmi dejó colgado en el biombo el vestido blanco que usaría al día siguiente. Cuando terminó de preparar las cosas que llevaría al hospital Okuninushi, un escalofrío recorrió su cuerpo al ver la prenda que acababa de colgar. Parecía un fantasma flotando en la mitad de la habitación, así que terminó por cambiarlo por un pantalón negro y una camisa azul.
Jihyun ya estaba cubriéndose con la colcha cuando Jangmi se sentó frente a él en el futón.
—¿Pasa algo?
—¿Recuerdas que Arai dijera que un yurei podía hablar?
—No recuerdo ni la mitad de los yokai que nos enseñó, eran demasiados —dijo mientras se levantaba— ¿Por qué la pregunta? ¿Ese bicho te dijo algo?
—A lo mejor fue mi imaginación...
—¿Qué escuchaste?
—Pues... Que no voy a salir de aquí, y que jamás veré a mi familia de nuevo.
—No me digas que se te olvidó que Arai dijo que buscan quitar la felicidad.
—De todas maneras, no es como que tenga mucha en este momento...
—No tienes por qué creerle, Nuná. Es solo un yurei. No pueden predecir el futuro.
—Tal vez tengas razón.
Jangmi se empezó a levantar para intentar dormir un poco, pero Jihyun la detuvo al agarrarla por la muñeca.
—Siéntate. Creo que necesitas un hechizo estimulante.
—No te preocupes, ya estoy mejor. Fue solo un yurei.
—No lo digo solo por el yurei.
Tras observarlo a los ojos por un rato, Jangmi finalmente cedió ante la mirada insistente de Jihyun. El chico alcanzó la varita que reposaba al lado de su lecho e hizo un par de movimientos ondulatorios que imitaban una sonrisa.
—Solo no te pases con eso. No quiero una risa histérica que dure hasta mañana.
—Voy a intentarlo.
花
Al día siguiente, Jangmi se levantó al ver por las puertas de papel cómo el cielo empezaba a tornarse azul con la salida del sol. Al no haber pisado jamás el hospital mágico, había decidido levantarse más temprano para caminar hasta el lugar que Ryuko le indicó en el centro de la ciudad. A partir de ese día y conociendo el lugar al que iba, podría aparecer frente a su lugar de trabajo tras tramitar la licencia esa tarde.
Antes de irse despertó a Jihyun para que no se le hiciera tarde para su propio trabajo y se puso en marcha hacia Okuninushi.
El hospital se encontraba tras la fachada de una vieja casa de té destartalada, en un callejón estrecho, oscuro y poco transitado. Estando frente a la puerta de madera, lo único que se veía medianamente firme en la construcción, Jangmi se agachó hasta el pomo, que tenía forma de una liebre, y susurró a sus oídos.
—Mi nombre es Seon Jangmi. Hoy empiezo a trabajar como pocionera.
La liebre pegó un salto y la puerta se abrió lo suficiente para que pudiera pasar.
La cantidad de personas heridas o enfermas habían aumentado en los últimos años, por lo cual el Hospital Okuninushi había requerido a todos los medimagos en servicio, encargando el suministro de pociones a personas especializadas en eso para dar abasto.
A esa hora los pasillos permanecían casi vacíos, con solo uno que otro medimago pasando revisión a sus pacientes para empezar el turno de ese día. En la carta que había recibido del hospital tras aceptar la vacante se le había indicado que debía bajar al primer sótano y esperar a que el jefe le diera las indicaciones, así que caminó hasta la escalera.
El pasillo al que llegó parecía estar mal iluminado aun cuando sus paredes eran blancas como el papel. Un pequeño letrero indicaba que el laboratorio se encontraba a hacia la derecha, terminando en una puerta con una pequeña ventanilla.
Pese a que no había llegado la hora indicada en su contrato, ya había algunas personas moviéndose en el interior del laboratorio, preparando los calderos y frascos que usarían a lo largo del día. Jangmi se acercó hasta allí y golpeó el cristal con los nudillos para llamar la atención de alguien.
Un hombre de unos sesenta años con el cabello cano largo recogido en una coleta baja abrió la ventanilla y la miró con inquietud.
—Buenos días, soy Seon Jangmi. Estoy buscando al señor Goshima.
—La estaba esperando, señorita —dijo el hombre, quien cerró el cristal y abrió la puerta para dejarla pasar. Ella se inclinó para saludar a su jefe, quien le respondió inclinando solo la cabeza—. Bienvenida al laboratorio de pociones. El horario dice que se inicia a las ocho, pero debe llegar antes para preparar los materiales del día, así que este es un buen inicio. Los calderos ya deben estar calientes a las ocho. Las pociones que hará le serán asignadas al iniciar el turno. Todos los materiales los encontrará en la despensa de allá. —Con su mano extendida señaló hacia una habitación continua, en la que había cientos de frascos, cajas y macetas con plantas—. No puede mantener conversaciones con el resto del personal durante las horas laborales para evitar confusiones de ingredientes y sus cantidades. Le recomiendo que trabaje en silencio. Su puesto de trabajo es el número 22. Debe mantenerlo limpio y en condiciones. Ahí encontrará su bata y la asignación del día ¿entendió todo?
—Sí, señor.
—Excelente. No dude en preguntarme cualquier cosa.
—Muchas gracias.
Jangmi le agradeció con una inclinación y se apresuró a preparar su puesto de trabajo, donde pasaría todo el día preparando una gran cantidad de poción reabastecedora de sangre para la mayoría de pacientes bajo la mirada atenta de su jefe, quien pasaba entre los mesones cada cierto tiempo para verificar que el proceso era el adecuado.
A la mitad de la jornada hubo una humareda que redujo la visibilidad del resto de trabajadores hasta que algunos alcanzaron sus varitas y eliminaron la nube que no pudo escapar de la habitación cerrada, que se mantenía hermética para evitar inconvenientes de salud pública o romper el nuevo estatuto internacional del secreto.
El día pasó en un total silencio, que solo se interrumpió al medio día cuando Goshima encendió la radio para escuchar el informativo, en el que se hablaba de la recuperación económica de Japón tras la guerra, uno que otro suceso nacional y la misma información se siempre en Corea: La guerra seguía, y no parecía dar señales de acabar pronto.
Una campanita de un reloj de pared indicó la hora del almuerzo. Algunos permanecieron unos cuantos minutos de más con tal de terminar algún paso de la poción que preparaban para que no se arruinara en su ausencia, o se dedicaron a embotellar lo que ya tenían para cumplir con el encargo. Ella aprovechó la hora para ir hasta el ministerio y tramitar la licencia de aparición.
Si bien las asignaciones se daban al inicio del día, Jangmi vio como llegaban pájaros de origami hasta el cristal en repetidas ocasiones. Goshima los abría y asignaba en silencio un encargo de emergencia a alguno de los pocioneros más expertos.
Al ser su primer día, Jangmi quedó libre de las horas extras. Se despidió educadamente de sus compañeros de trabajo con una inclinación y de su jefe en la entrada.
Su espalda le dolía por la falta de apoyo al estar sentada en una butaca tantas horas, o caminando hacia el almacén de ingredientes.
Cuando entró a la casa pudo ver a Jihyun en la cocina, preparando la cena de ambos al haber sido el primero en llegar. Estaba ojeroso, y la camisa que le había quedado a medida hacía meses cuando estaban en la escuela ahora parecía arrancada por una Datsue-ba. Con todo lo que estaba ocurriendo en su país, empezaba a preguntarse por cuánto tiempo estarían así y si podrían soportarlo.
花
Para ambos coreanos la rutina empezó a establecerse. Los días pasaban de manera tan similar que sólo notaban el tiempo cuando escuchaban las novedades de la guerra en la radio.
Un nuevo día de trabajo terminó para Jangmi. Habiendo acabado su periodo de prueba, ya debía empezar a cumplir con las horas extras, al igual que Jihyun, a quien solían pedirle más tiempo dedicado a la colaboración entre ambos países en ese momento tan difícil.
Jangmi entró en la pensión y se dirigió a su habitación. Tras haber estado un mes trabajando había podido alquilar la habitación contigua a la de Jihyun, un poco más grande para poder recibir a Jiseo en las vacaciones de invierno. Por cuestiones de espacio pasaban sus ratos libres en la nueva habitación en lugar de estar apretados en la anterior.
Estando en el interior, arrojó su bolso a un lado y se tiró sobre el futón para descansar la espalda un breve instante, pero se levantó de inmediato para ir a la cocina a poner a hervir el arroz y preparar el pescado que comerían esa noche y como almuerzo al día siguiente.
Decidió esperar a Jihyun para cenar juntos, pero el tiempo fue pasando, así que supuso que debió quedarse a hacer horas extras y se adelantó para que la comida no se enfriara. Un mechón de cabello se le deslizó por sobre el hombro y cayó sobre el arroz, y Jangmi vio de nuevo ese color más claro, opaco y seco que mostraba su desesperanza.
Con el estómago lleno, se dirigió al ofuro sin preocuparse por llevar el agua, ya que podía conjurarla con su varita y encender el fuego para calentarla ahí mismo. Tras lavarse el cuerpo y el cabello con el agua que salía de su varita, se metió en el agua caliente y empezó a sacar esferas de agua que hizo volar con sus manos a lo largo de la habitación como solía hacer en la escuela o en casa, solo que esa vez no tenía a Sachiko o a su madre para hacer que las bolas de agua les cayeran en la cabeza.
Suspiró agotada y se deslizó dentro del agua caliente con los ojos cerrados. El líquido llenó sus oídos y no permitió que ningún sonido llegara a ella. Estando sumergida mantuvo la respiración hasta empezar a sentir el reflejo de respirar, pero permaneció bajo el agua, preguntandose se así sería la verdadera paz.
¿Cómo podría conseguirla? Tal vez la había tenido antes de existir.
Un fuerte golpe regresó a Jangmi al presente. Se irguió de golpe en el agua, que se regó por los bordes de la bañera.
Dió una gran bocanada de aire, interrumpida por una leve tos por el agua que se había colado en sus pulmones. A través del papel de la puerta pudo ver la silueta de Jihyun.
—Nuná ¿Estás bien? —preguntó desde la puerta.
—Sí, no te preocupes... —dijo, un poco desorientada ¿En qué había estado pensando?
—¿Estás segura?
—Te lo juro. La cena ya está en la estufa, solo tienes que calentarla.
Gracias a la sombra que proyectaba vio como Jihyun permanecía de pie un largo rato, dudando en alejarse de ahí. Jangmi temió que se hubiera dado cuenta de algo que ni ella acababa de entender, pero terminó por retirarse.
Su cabeza siguió llenándose de pensamientos y preguntas, tanto que empezó a dolerle. Pensó en su madre y en el resto de su familia. Tomar la decisión de quedarse en Kioto ya le había costado ¿y había resultado tan fácil sopesar la idea de abandonar la vida?
Sin muchas fuerzas se estiró hasta alcanzar la varita, e hizo el movimiento ondulatorio necesario para acompañar un susurrado encantamiento aislante del sonido para llorar tranquila.
❀En Japón las horas extras de un trabajador se manejan de manera distinta a otros países. Si bien ningún trabajador está obligado a hacerlas por ley, se espera que las haga (si en la empresa existen las horas extras) por compromiso con la empresa. Algunos contratos incluyen el asunto.
❀La liebre de la puerta viene de una leyenda en la que Okuninushi ayudó a una liebre despellejada a aliviar su dolor. Mientras que sus hermanos engañaron a la liebre para que se lavara con agua de mar, Okuninushi le aconsejó el agua de río. La liebre lo bendijo para que se casara con la princesa Yakami.
Próximo Capítulo : 2023-08-27
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