九 Cuatro elementos
A la mañana siguiente, Jangmi volvió a levantarse absurdamente temprano, como todas aquellas veces que estaba nerviosa por algo, con la carta de su madre arrugada todavía en su pecho. Al observar el reloj en su pared, determinó que no tenía sentido intentar dormir más.
Se arregló despacio y en silencio, recogió su cabello en una trenza para estar cómoda durante el día y salió con el uniforme ya puesto a la sala cuando la campana empezó a sonar para que todos se despertaran. Ahí seguía Ryuko, echada sobre un libro abierto en la mesa mientras dormía sin que la campana la alterara.
Desde el pasillo ya oía los usuales quejidos de los demás al despertarse muy temprano sin haber dormido casi nada por estudiar. Con delicadeza se acercó hasta la chica y le dio unos suaves toques en el hombro para despertarla antes de que cualquier otro la viera dormida en la sala.
—Ryuko... —llamó en un susurro.
—Okasan... déjame dormir un rato más...
Ella hizo un sonido de protesta y se removió buscando seguir durmiendo. Resultaba sorprendentemente tierna así. Jangmi subió la intensidad de sus toques sin excederse hasta que Ryuko por fin despertó poniendo cara de fastidio y de no entender nada.
—Ryuko, ya sonó la campana.
—Gracias, Hanako —dijo mientras se levantaba y se estiraba para terminar de despertarse. Jangmi no pudo evitar poner cara de sorpresa—. Debo verme del asco... ¿por qué tienes esa cara?
—Es la primera vez que te escucho un "gracias", solo eso. —Se levantó un poco avergonzada.
—No seas exagerada. —dijo tras chasquear la lengua, y se fue de la sala con gesto de fastidio y pereza.
Jangmi solo sonrió. Era evidente que Ryuko no era simplemente la chica cruel que todos pensaban que era.
花
La semana pasó en silencio. Todos se la pasaban entre exámenes y estudiar después de cada uno a tal punto que, en la noche, tras estudiar de nuevo, solo querían irse a dormir para repetir la rutina el resto de la semana.
El jueves, a diferencia del resto de los días de exámenes, cada quien se dispersó de acuerdo a la asignatura optativa a la cual debieran rendir.
Después de desayunar, Jangmi se dirigió hasta el estanque del jardín donde los esperaba el profesor Aoki para el examen de manejo de los elementos.
Los magos podían invocar ciertos elementos con sus varitas, lo cual era una gran ayuda en algunos casos, pero otra cosa distinta era dominarlos con sus manos tal y como se llevaba haciendo durante siglos en ese lado del mundo.
Ryuko, Kiyoshi, Sachiko y Kou llegaron junto a ella hasta el borde del estanque, donde había una pequeña fogata frente a la cual estaba sentado profesor.
—Bienvenidos, jóvenes —anunció con calma y alegría—. No se preocupen por el examen de hoy, será acorde al nivel en el que están. Cada uno debe hacer un leve control del elemento que eligieron al inicio del curso y que hemos repasado desde entonces, así que ¿Quién quiere empezar?
Nadie dijo nada. Habían practicado durante las clases, pero no era que se sintieran completamente preparados. El profesor no borró su sonrisa, pero se notó levemente decepcionado.
—Entonces los llamaré por lista. A ver... —dijo mientras revisaba un rollo de papiro con la lista de la clase— Hidaka. Vas tú primero y se prepara Hirai. Después van Minami, Sen y Yamada.
Aquellos que mencionó primero tragaron saliva por el miedo a fracasar, mientras los últimos respiraron aliviados por unos simples instantes de tranquilidad. Kiyoshi avanzó hasta donde se encontraba el profesor con notables nervios.
—Bien, muchacho. Recuérdame qué elemento escogiste para empezar.
—Aire, señor.
—Excelente. Levanten la mano aquellos que también lo hayan elegido.
Solo Kou levantó la mano. La chica estaba igual de nerviosa, con las manos temblándole.
Durante ese primer año debían aprender un solo elemento, siendo libres de aprender un segundo el siguiente año cuando dominaran el primero, pero con ciertas limitaciones en su elección: Debían ser elementos complementarios. No podían aprender agua y luego fuego, así que ya todos tenían su segundo elemento elegido desde esa instrucción.
—A la señorita Minami le servirá observar con atención. En esta parte de la montaña no corre viento, pero deben girar este molinito ustedes mismos ¿Alguna pregunta?
Ambos negaron con la cabeza. El profesor le dio la indicación y Kiyoshi empezó a concentrarse. Movió las manos como un abanico con delicadeza, llamando al viento hasta que logró concentrar ese elemento para impulsarlo hacia el molinito. El aparato giró a una velocidad considerable hasta detenerse un minuto más tarde con los aplausos del profesor.
—Espléndido, muchacho ¡Espléndido! No dudo que el próximo año consigas tu segundo elemento —dijo con felicidad mientras le daba unas palmadas en la espalda a Kiyoshi—. Seguimos con Hirai.
Ryuko avanzó a paso seguro hasta la fogata. Era la única que había elegido el fuego y que había podido manejarlo. Según el profesor, ella tenía el carácter y temple necesarios para eso. Aoki generó un pequeño remolino de aire que apagó la fogata al eliminar el oxígeno.
—Bien, había olvidado apagar los resultados del sexto curso —se disculpó con su usual sonrisa y Ryuko lo miró incrédula— Una parte indispensable del fuego es su creación. —explicó mientras sacaba un pequeño plato de metal de debajo de la mesa—. Debe generar una chispa para encender este aceite.
Ryuko tragó saliva de nuevo, pero se acercó a la mesa y respiró hondo. Tardó un rato, pero al final sacó una pequeña llamarada de entre sus manos y el plato dorado brilló con su fuego. Sus ojos chispearon por la alegría y sonrió con los aplausos del profesor y el resto de sus compañeros.
Aoki le dio la indicación a Kou de que siguiera y ella lo hizo, y aunque el viento que generó no fue tan fuerte, el profesor quedó satisfecho.
—Muy bien Minami. Ahora Sen.
Jangmi se acercó mientras respiraba lentamente. Si quería lograrlo debía estar calmada. El profesor la llevó hasta el borde del estanque poniendo su mano en su espalda para conducirla hasta allá con una copa dorada en su otra mano.
—De acuerdo, Sen, llena la copa. Es sencillo.
Le dio razón en su cabeza. Había esperado algo como levantar una columna de agua desde el estanque o hacer nadar a los peces koi en el aire, pero eso era mil veces más sencillo.
Respiró hondo, colocó sus manos en posición e hizo que su mente sintiera el agua correr entre sus dedos. Tras un rato logró separar un poco de agua del estanque hasta dejarla en el interior de la copa, derramando un poco en el proceso. Sonrió con satisfacción y el profesor aplaudió.
Sachiko fue la siguiente, siendo la única que había elegido geoquinesis. Debía levantar una columna de tierra pequeña. Sus esfuerzos dieron un pequeño montículo que llegaba apenas a sus tobillos y de poca firmeza, siendo la única con una calificación baja.
—Venga, Sachi, lo vas a hacer bien la próxima vez —le dijo Jangmi para consolarla mientras caminaban hacia el comedor.
—Soy un fracaso.
—Al menos pudiste sacar algo —dijo Kou para alentarla—. Mi hermano mayor no pudo con ninguno de los elementos que intentó.
—¿En serio?
—Sí, no te imaginas como se puso. Se retiró de la clase a mitad de quinto.
—Entonces supongo que soy afortunada.
Llegaron a la puerta principal y todos se cambiaron de calzado, encontrándose con sus demás compañeros en la mesa del comedor. Esperaron sentados hasta que entró el director Katayama y Minho les dio la señal para que se pusieran de pie e hicieran una reverencia. El hombre no tardó mucho en indicarles que se sentaran y empezaran a comer.
—¿Cómo les fue? —preguntó Minho a quienes estudiaban Manejo de Elementos.
—Solo Sachi sacó mala nota —respondió Jangmi a modo de broma.
—A veces me arrepiento de elegir la tierra.
—Puedes hablar con el profesor y cambiar.
—Voy a tratar de mejorar un poco antes de rendirme con eso —finalizó haciendo un pronunciado puchero.
—¡Hey! —dijo Taro en un susurro aireado, haciéndoles una seña a todos para que se acercaran lo máximo posible— Dilo, Nana.
—¿Se han fijado que la profesora Hamasaki siempre está junto al profesor Asahi?
Todos se giraron a mirarlos a ambos, unos con más disimulo que otros, observándolos un buen rato hasta que sus miradas llamaron la atención de los dos, quienes giraron a verlos. Apartaron la vista rápidamente e intentaron disimular que los estuvieran observando.
—¿Esos dos no se odian? —preguntó Ryuko.
—A veces lo parece —respondió Minho.
—Pero sus mesas también están juntas en la sala de profesores —agregó Jangmi
—Y el salón de historia queda junto al de pociones desde que empezaron a trabajar, según mi hermano —mencionó Kou.
—¿No es raro? Hasta a veces pareciera que se quieren matar —continuó Nana
—Ella a él más que al revés — dijo Sachiko.
—Yo creo que son pareja —concluyó Taro.
Todos giraron a mirarlo con incredulidad a la espera de que fuera una broma y se echaron a reír sin control, llamando la atención de todos los alumnos y profesores. A pesar de sus risas, el chico seguía con cara de estar completamente convencido del asunto.
—¿Hablas en serio? —se burló Ryuko— ¿De verdad crees que se aguanten el uno al otro más allá del ámbito profesional?
—No lo creo, estoy seguro, Ryu.
—Esos dos serán pareja el día que los peces vuelen —sentenció Ryuko en un susurro.
—¿Por qué lo dices, Ryu?
—Porque esos dos son como agua y fuego. Si los juntas, se destruyen ¡Y yo te voy a destruir a ti si no dejas de llamarme así, infeliz!
Ryuko alzó tanto la voz que la profesora Hamasaki se levantó de su lugar, y desde la mesa, le gritó que hiciera silencio, provocando que Ryuko se pusiera roja.
—Ya vas a ver, Ryuko, que las cosas no siempre son lo que aparentan. —dijo Taro.
Una nueva semana empezó tras los exámenes, y con ella un suspenso que crecía con cada día que las notas de la mayoría de asignaturas no eran reveladas. Igual que con los resultados del club, todos estaban ansiosos con los resultados, solo que esa vez la incertidumbre se contagió a todos los alumnos.
Por más que ya estaban libres de una carga, les quedaba pendiente sacar una buena calificación para cumplir los estándares de la escuela, de sus familias y obtener el mejor promedio de todos.
Ese asunto mantenía a los de cuarto año más preocupados que el resto. Después del fin de semana, se definiría el resultado de la apuesta, que no solo interesaba a quienes la habían hecho, sino que todo el grupo resultaría afectado. Si Ryuko ganaba, incluso respirar les sería imposible.
El lunes llegó, y durante el desayuno, la profesora Hamasaki observó con atención un papiro que, ellos sospechaban, tenía sus calificaciones, sobre todo porque, de tanto en tanto, levantaba la vista del papel para verlos a ellos.
Por fortuna, y para aliviar ese suspenso, la primera clase de la semana siempre era con su tutora, así que tendrían los resultados en breve, pero eso no evitó que el desayuno se sintiera como plomo en el estómago por los nervios que tenían todos.
La campana sonó, y al salir del comedor, echaron a correr por la escalera de caracol hasta llegar al salón de pociones, marcaron su nombre en el tablero y esperaron de manera organizada a que la profesora subiera.
La mujer los observó con extrañeza, ya que jamás se habían portado así, y abrió la puerta corredera para dejarlos pasar. Todos se sentaron en sus lugares y la miraron expectantes. Ella siguió con una cara de extrañeza cuando la saludaron de manera formal pero efusiva, como niños pequeños que saludan a su profesor favorito.
—Buenos días —respondió—. Ustedes ya saben lo que es esto —señaló al rollo de papiro y todos se abstuvieron de responder—. Antes de darles las calificaciones y que se descontrolen, debemos tratar un tema importante. —Nadie pudo ocultar su inquietud—. Hasta ahora han disfrutado del festival de otoño sin mover ni un dedo, pero a partir del cuarto curso deben ayudar a prepararlo.
No era lo que esperaban, pero aun así los sorprendía de manera positiva. A todos les gustaba el festival: la comida, los actos culturales, el ambiente festivo y que tenían un día libre de clases. Organizar algo en él sería interesante.
—Este año solo deben colaborar con un puesto de comida —continuó—. ¿Tienen alguna idea?
—¡Yakisoba! —soltó Sachiko
—Eso ya lo hacen los de sexto, Sachi —señaló Taro.
—Ramen —dijo Junko.
—Ambas cosas son fideos. Tenemos que ser más originales —exclamó Minho.
—Podemos intentar con Sushi de pescado —dijo Kou.
—¿De dónde vamos a sacar el pescado? ¿Quieres comerte a los peces koi del estanque? —cuestionó Nana.
—Estamos en una isla. Podemos pescarlos —señaló Taro.
—Yo puedo ayudar con eso —dijo Jangmi.
—¿Has pescado antes? —preguntó Minho con incredulidad.
—Mis tíos ayudan a un pescador de la ciudad. Voy con ellos de vez en cuando. Habría que pescarlos en la mañana.
—¿No tardarán mucho? Digo, si los sacan uno por uno ¿No sería más fácil que nuestros padres los compraran? —preguntó Nana.
—Con una red se pesca más rápido. Yo puedo traer una.
—¿Quiénes irían a eso? —cuestionó la profesora— Además de Sen y yo.
—¿Usted? —preguntó Jangmi asombrada.
—Debo vigilarlos si van a estar en el mar. Así que ¿Quién va?
Minho y Taro levantaron la mano. Acordaron que Junko y Kou prepararían la comida y los demás se encargarían de las decoraciones, y así dieron por terminado el tema para pasar con el que de verdad los tenía a todos en el borde del asiento.
—Ahora, sobre las calificaciones —dijo su profesora mientras desenrollaba el papiro y sacaba otros más de debajo de la mesa con ayuda de su varita—. No me queda más que felicitarlos. Su promedio fue el mejor de toda la escuela.
Todos gritaron de alegría, menos Ryuko y Nana, quienes pusieron cara de no creerlo. Jangmi armó un corillo con sus amigos y se pusieron a saltar como locos, Taro se subió a la mesa para celebrar con un caldero como tambor y los demás gritaron con más disimulo desde el suelo hasta que la profesora los reprendió.
—¡Calma! Les pido que esperen hasta el final de la jornada para celebrar en lugar de portarse como monos desquiciados.
Los ánimos se calmaron poco a poco, y cuando todos estuvieron sentados, la profesora le entregó a cada uno un papiro con sus calificaciones individuales. En cuanto lo abrieron, los uniformes de Ryuko y, más sorprendentemente, de Minho se volvieron dorados.
Los demás empezaron a aplaudir para felicitarlos por obtener las mejores notas en todas las asignaturas, y al salir de la clase, no había alumno que no girara a mirarlos por el color de sus kimonos, que se conservarían así hasta el invierno.
El resto del día transcurrió con total normalidad, al menos hasta que llegaron a la vivienda después de los clubes y las cosas se empezaron a poner raras.
Se sentaron en la sala mientras hervían la tetera para tomar un té de celebración y para calentarse por el frío que dejaba la lluvia, cuando Ryuko se paró frente a Minho con una cara distinta a cualquiera que le hubiera hecho antes.
—Sagara, lamento haberte cuestionado tanto durante todo este tiempo. Eres una persona muy capaz y estoy arrepentida de cómo te he tratado.
La boca de todos se abrió cuando hizo una profunda reverencia frente a él. Fue un largo minuto de silencio en el que se mantuvieron hasta que ella se levantó y Minho consiguió salir de la sorpresa.
—Bueno... No me lo esperaba, pero acepto tu disculpa.
Le extendió una mano y ella se la estrechó con timidez, yendo hacia su cuarto casi de inmediato cuando la soltó.
—¿Qué está pasando últimamente? —exclamó Jangmi.
—¿De qué hablas? —preguntó Jihyun.
—Pues Ryuko ya se ha disculpado dos veces este año, que es más de lo que lo ha hecho en cuatro años de escuela. Además, tú y yo entramos a clubes que requerían prueba, Minho es el representante de nuestra clase, y esta clase acaba de obtener el mejor promedio de la escuela —explicó—. O se alinearon los astros o no me explico.
—Las cosas están cambiando, Jangmi —sentenció Minho con un suspiro de esperanza—. Y va a seguir así.
Se levantó para ir hacia su cuarto con una amplia sonrisa. Al rato salió vestido con un yukata para el baño, cargando una toalla y jabones, silbando Arirang con alegría, dejándoles más que claro a dónde se dirigía.
—¿Va a celebrar su logro en el baño? —preguntó Sachiko con extrañeza.
—Déjalo. No hay que molestarlo en un buen rato —exclamó Taro.
Algunos rieron, pero Sachiko siguió igual de confundida.
El resto de la tarde se la pasaron bebiendo té verde juntos, haciendo bromas y jugando un torneo interno de igo en la sala. Hasta que la campana del final del día sonó, nadie se dio cuenta del paso del tiempo, y fue Jangmi quien se percató de una situación extraña cuando le escribía a su madre tras perder el torneo, y tuvo un mal presentimiento. Sin más se levantó de la mesa y caminó hasta la puerta, deteniéndose con la voz de Taro.
—¿A dónde vas, Hana?
—Minho no ha vuelto.
—¡Ya te dije que no hay que molestarlo en un rato! —continuó con la broma.
—Ya pasaron varias horas. Él no es de regresar tan tarde —Rodó los ojos, sin ganas de seguirle el chiste.
Taro hizo un gesto de "déjenla ser" con la mano y ella salió de la casa sin preocuparse por marcar su nombre en el tablero. Tenía el presentimiento de que algo andaba mal. Minho era de los que siempre le insistía en llegar a la casa temprano para evitar problemas, así que no era normal que se tardara tanto en el Onsen, además ¿cuánto tiempo llevaba fuera? ¿Dos horas? ¿De verdad necesitaba dos horas para hacer lo que fuese que estuviera haciendo?
Llegó hasta las escaleras de la entrada, y entonces vio un bulto frente a la puerta entre la oscuridad de la noche. Era normal que algún fisgón quedara atrapado en el suelo cuando la madera se abría si trataba de espiar en el baño del sexo opuesto, pero generalmente gritaban por ayuda o los ocupantes del Onsen se daban cuenta al salir, quedando libre y con un pequeño castigo en poco tiempo.
Corrió escaleras arriba con el corazón desbocado hasta encontrarse a su mejor amigo inconsciente en el suelo. Al verlo ensangrentado, no pudo evitar gritar.
❀El igo es un juego tradicional parecido a las damas.
Dato de interés: Muchos nombres femeninos terminan con la sílaba –Ko (子), lo cual se nota en cuatro de las chicas de esta clase (Hanako, Sachiko, Ryuko y Junko). Se debe a que este kanji significa "niña".
Próximo capítulo: 2022-04-24
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