El horror detrás de la metáfora (Contenido sensible)
Este microrrelato visual, desde el título, desde la portada y en cada palabra, es una metáfora de una de las mayores torturas que puedo imaginar: la mutilación genital femenina.
Hace tiempo, meses, años casi, escribí un poema sobre esto —parece cosa del destino que mis poemas se terminen convirtiendo en algo más—, así que dejaré que mi 'yo' del pasado repita sus palabras, pues después de leerme de nuevo, no sabría qué más añadir que no dijera ya:
Placer impuro
Mujer impura,
mujer sucia,
tiene al mismísimo diablo
entre sus piernas.
Eliminar la impureza
solo se logra eliminando
la fuente misma del pecado,
transformando en infierno
lo que debería ser cielo,
quitando el goce,
anulando el placer,
para que no ose
buscarlo
cuando el marido
no esté a su lado.
Extirpar
la lujuria y el deseo
del cuerpo
de la mujer,
amputar
con cuchillas oxidadas
el origen del placer
femenino,
cerrar con goznes
hechos de espinas afiladas
las que deberían ser
las puertas al paraíso.
Una mujer pura,
limpia, debe haber sido mutilada;
si ahí abajo aún está intacta,
es impura,
sucia,
y será por todos tratada
como una puta.
***
No sé por dónde empezar, pero lo haré por el principio, empezaré por el momento en que descubrí la existencia de esta práctica.
Recuerdo escucharlo en una noticia en la radio cuando tendría alrededor de diez o doce años, no sé, pero o bien no lo entendí o no me impactó como luego lo hizo.
Hace ya unos tres años (ahora más, unos cinco) fue cuando supe exactamente en qué consistía. Estaba en clase, de lengua para ser más precisos, y no me preguntéis cómo (mi profesor era de los que empiezan hablando de la poesía de Lorca y acaba contándote lo que hacen sus vecinos alemanes del lugar donde veranea, tal cual) pero el profesor empezó a hablar de los eunucos (hombres castrados, por si alguien no conoce el término) y luego mencionó la ablación. Explicó las condiciones de higiene inexistente en las que se realizaba, los instrumentos utilizados... Me impresionó tanto que terminé perdiendo el conocimiento, cayendo sobre mi compañero de mesa que, para más inri, tenía ese brazo escayolado. Lo siguiente que recuerdo es despertar tirada en el suelo con dos compañeros levantándome las piernas y el rostro del profesor que con dificultad logré enfocar.
Apenas unos meses después, volví a marearme perdiendo otra vez el conocimiento por el mismo motivo. En esa ocasión fue en clase de inglés, el profesor preguntó por nuestra película favorita y una compañera respondió "Flores del desierto". El profesor explicó el argumento de la película, la mutilación genital femenina sufrida por la modelo africana Waris Dirie, y todo lo que suponía eso para una mujer y terminó por decirnos que por culpa de ello, las mujeres no sienten nada de placer, no más que una caricia en la mejilla. Cuando volví en mí, vi el rostro de mi profesor de lengua (que pasaba por el pasillo en ese momento o algo así).
Después de estos dos mareos, se creó una especie de "alarma social" en lo que a mí y la mención de cualquier cosa que implique sangre se refiere, pero ese no es el punto ahora mismo.
Poco a poco yo me fui enfrentando al "trauma" que suponía para mí escuchar algo sobre la ablación. Comencé a leer (poco a poco como acabo de decir) el artículo de la Wikipedia que trataba sobre ello, vi algunos vídeos que explicaban en qué consistía la ablación y hasta llegué a ver la película "Flores del desierto". Y así llegamos hasta el día de hoy, cuando escribo un poema sobre ello, después incluso de haber escrito una redacción para la clase de Filosofía en la que debíamos tratar alguna práctica cultural que fuera en contra de los derechos humanos (sobre todo los de las mujeres y niñas) o de los animales... y yo decidí investigar más sobre este tema.
Y ahora quiero compartir con quién sea que está leyendo esto mis conocimientos sobre la mutilación genital femenina para que sea consciente de la brutalidad que representa esta práctica cultural que desgraciadamente todavía se realiza, sobre todo en países del África negra. De todos modos, os animo a buscar más información por vuestra cuenta.
Esta práctica cultural que, contrariamente a lo que se pueda creer, no tiene relación con la religión islámica, se realiza por tradición. Una tradición es algo que todo el mundo a tu alrededor hace y, si tú no lo haces, serás tachado de bicho raro. O como una puta en este caso. Explico esto: una mujer con sus órganos sexuales intactos no tiene posibilidad de encontrar un marido que se case con ella por tener ese "defecto". Esta es la razón de que la ablación siga haciéndose, es más, cada vez se hace a edades más tempranas (a niñas pequeñas incluso).
El procedimiento es... brutal, una barbaridad, no hay otra forma de describirlo. Entre varias mujeres, sujetan las piernas de la niña y una de ellas, con una cuchilla o algo igual de rudimentario, corta el clítoris. Sí, lo digo así, de golpe, sin la anestesia de la que también carecen esas niñas.
Pero lo del clítoris es lo "menos brutal" (no diré más suave porque no hay comillas suficientes para ello), la forma de ablación más brutal se denomina infibulación y consiste en quitar el clítoris, los labios menores y mayores, y coser los labios de la vulva que queda cerrada salvo por un pequeño orificio para menstruar y orinar. Así de bestia es, sí. Pero esto no es todo. Exacto, queda mucho más aparte de las consecuencias inmediatas (hemorragias, infecciones, muerte...) de la ablación. Por ejemplo, en la noche de bodas, el marido corta los puntos que cierran la vulva con una navaja y penetra a la mujer de golpe. No puedo ni quiero imaginar el dolor.
Reconozco que me está costando escribir esto; no era tan difícil por medio de metáforas.
Algo más que he leído sobre la ablación es que se vuelve a coser a la mujer si el marido se va de viaje con el fin de evitar que le sea infiel. Por supuesto que no le sería infiel, ¿para qué? si tener relaciones sexuales no es placentero, la mujer no siente más que dolor, nada de placer para una mujer mutilada.
Si alguien aún no lo había notado esta práctica no es sino un método machista (de lo peor que puede existir, muchísimo más grave que, yo que sé, el lenguaje inclusivo, por ejemplo) para someter a la mujer. Otra práctica cultural atroz que, gracias a Dios, ya está dejando de practicarse, son los pies de loto. Buscad imágenes o en qué consiste si aún os queda estómago después de todo lo que acabáis de leer.
Bueno, creo que esto es todo lo que quería compartir sobre el tema. Espero haberos concienciado sobre esta terrible realidad que sufren millones de mujeres y niñas (recuerdo una cifra cercana a los cien millones) por el simple hecho de haber nacido en el lugar equivocado con el cuerpo equivocado.
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Ahora, habiendo eliminado el nudo en mi garganta tras leerme otra vez, permitidme ampliar la información, con un artículo de Amnistía Internacional y el testimonio de quien ha sufrido este horror:
Artículo escrito por Manu Mediavilla, colaborador de Amnistía Internacional (5 de febrero de 2016)
Considerada "una forma de tortura" por Amnistía Internacional, la mutilación genital femenina alcanza a 120-140 millones de niñas y mujeres en 29 países, y 3 millones más están en riesgo cada año.
"Recuerdo mucho dolor", cuenta una mujer de origen subsahariano residente en España que con 5 años fue sometida en su país a mutilación genital, una práctica consistente en la extirpación parcial o total de los órganos genitales femeninos. "Recuerdo mucho dolor, sangre y gritos", coincide otra que pasó a los 10 años por esa traumática experiencia, considerada por Amnistía Internacional una forma de tortura que viola gravemente los derechos humanos de las mujeres y niñas. "Recuerdo que lloré", añade una tercera que tenía entonces 14 años.
Testimonios estremecedores que, en el Día Internacional de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina (MGF) que se celebra este sábado 6 de febrero, le sirven a Amnistía Internacional para recordar a los Estados su obligación de prevenir y enfrentar esa práctica.
Testimonios que se completan con otros de activistas contra la MGF que brotan de la propia experiencia. Como el de Ifrah Ahmed, que buscó asilo en Irlanda para escapar de la guerra en su Somalia natal y ahora se dedica en cuerpo y alma a luchar contra esa violación de derechos humanos: “Es horrible. Es mental, emocional y físicamente doloroso, y desearía que no me hubiera ocurrido. Lo que me sucedió no puede dar marcha atrás, no puede desaparecer. El dolor permanecerá siempre”. O como el de la ginecóloga nigeriana Olayinka Aina Koso-Thomas, que ha sido testigo de ese sufrimiento durante su trabajo médico en hospitales de Sierra Leona: “Es imposible describir el horror de esta práctica".
Organismos de Naciones Unidas estiman que entre 120 y 140 millones de las niñas y mujeres de todo el mundo (92 millones en África) han sufrido MGF, y otros 3 millones corren el riesgo de sumarse cada año a la lista. La práctica alcanza a 29 países, sobre todo africanos, aunque también se registra en regiones de Oriente Medio, Asia y América Latina. El problema también aparece en poblaciones emigrantes de países desarrollados, y en Europa se calcula que hay 500.000 víctimas de MGF y que 180.000 más están en riesgo cada año, sobre todo cuando regresan de vacaciones a sus lugares de origen. Los países europeos con más población femenina procedente de países donde tal práctica es frecuente son el Reino Unido, Italia, Francia, Alemania, Irlanda, Holanda, Suecia y Bélgica.
Lejos de aportar beneficio alguno a la salud de las mujeres y niñas, la MGF resulta dañina y peligrosa. Al extirpar tejido genital sano, entorpece la función natural del organismo femenino y provoca de inmediato complicaciones –dolor intenso, hemorragias, shock, retención de orina, llagas y lesiones genitales, infecciones urinarias– que en algunos casos puede incluso causar la muerte. A largo plazo, las consecuencias también pueden ser graves: disminución del placer sexual, dolor crónico, trastorno de estrés postraumático, infecciones vesicales y urinarias recurrentes, quistes, dificultades en el parto –con mayor riesgo de mortalidad materna y del recién nacido– y esterilidad. Además, aumentan las posibilidades de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo para corregir el sellado o estrechamiento de la apertura vaginal y permitir así las relaciones sexuales y el parto; a veces se vuelve a cerrar, incluso tras dar a luz, lo que obliga a aperturas y cierres sucesivos, con el consiguiente mayor riesgo para la mujer.
Aunque la MGF no tiene justificación médica, muchas veces la realizan profesionales de la medicina (18% de los casos y hasta el 74% en algunos países), lo que puede dificultar indirectamente el abandono de esa práctica al extender la impresión de que se lleva a cabo con mayor seguridad. La realidad es que el escenario más habitual está dominado por la falta de condiciones higiénicas, la ausencia de anestesia y el uso frecuente de 'herramientas peligrosas' como cuchillas de afeitar o simples vidrios.
La lucha para acabar con la mutilación genital femenina no es fácil por la complejidad de sus causas, en las que se mezclan factores culturales, religiosos y sociales, tanto en el ámbito familiar como comunitario. Como tradición que se repite de generación en generación, origina una presión sociofamiliar que puede desembocar incluso en castigos físicos por 'deshonrar' a la familia. A menudo es considerada parte importante de la buena crianza de la niña y de su preparación para la vida adulta y el matrimonio, asentada en arraigadas creencias sobre el comportamiento sexual 'adecuado' y sobre los procedimientos relacionados con la virginidad prematrimonial y la fidelidad matrimonial. Muchas comunidades creen que la MGF reduce la libido femenina y 'ayuda' a la mujer a resistirse a los actos sexuales 'ilícitos'.
En cuanto al trasfondo religioso, no hay textos de ninguna creencia que prescriban esa práctica. Los propios líderes religiosos mantienen diferentes posiciones, y mientras algunos la fomentan, otros la consideran irrelevante para su fe y otros participan activamente en su eliminación. De todos modos, en el ámbito local hay líderes comunitarios y religiosos, 'cortadores' e incluso personal médico que contribuyen en mayor o menor medida a que se mantenga. Además, al fuerte peso de la tradición cultural se añade su adopción reciente en algunas comunidades, unas veces por imitación de tradiciones de grupos vecinos y otras como parte de un movimiento más amplio de resurgimiento religioso o tradicional.
El argumento de la tradición suele 'adornarse' con tonos festivos. Pero los testimonios de las mujeres y niñas dejan claro que la MGF no es en ningún caso una fiesta, sino esa "forma de tortura" que denuncia Amnistía Internacional: "Me sujetaron fuerte y utilizaron hojas de cuchilla", recuerda de su traumática experiencia a los 5 años una subsahariana residente en España. "Me ataron y sujetaron entre cuatro personas, yo gritaba porque tenía mucho dolor", cuenta otra que la sufrió dos veces –a los 18 meses y a los 8 años– porque la primera "no quedó bien". Y otra completa sus dolorosos recuerdos: "Recuerdo que me taparon la cabeza con un pañuelo para no ver nada y fui andando con otras mujeres hasta un campo; me llevaron cantando haciendo palmas, me engañaron diciéndome que íbamos a comer cosas que me gustaban. Una vez allí me ataron y sujetaron entre varias mujeres, me desnudaron. Recuerdo mucho dolor, sangre y gritos"...
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