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36 | Segunda oportunidad

Dos meses después

Quizá ya lo he dicho antes, pero la sonrisa de un niño es algo que no cambiaría por todo el oro del mundo. La sonrisa de un niño es sincera y puede llegar a ser tan satisfactoria cuando la razón de esa sonrisa, eres tú. Esto es justo lo que pienso ahora, al ver a Guzmán ser entrevistado por la investigadora de la Comisión de Protección de Menores.

Luego de que Arián presentó la solicitud para pedir la tutela del pequeño, el secretario de la comisión programó una audiencia, la misma que se estará llevando a cabo en tres días. Para ello, durante estos meses que está durando el procedimiento, el ojiverde ha tenido múltiples visitas de la investigadora, tanto en su apartamento (para ver las condiciones en las que vive), como en el centro de acogida ante nuestra presencia. Su trabajo es muy tedioso, pues tiene que averiguar los datos más mínimos sobre el pequeño para poder concluir el informe que presentará el día de la audiencia.

Por su parte, Guzmán ya se ha adaptado al centro de acogida y no llora cuando nos despedimos de él, a diferencia de las primeras veces. La felicidad que irradia Guz al saber que queremos adoptarlo, es suficiente para sentirnos conformes con lo que venimos haciendo. La señorita que trabaja aquí comenta que todas las tardes nos esperaba religiosamente con su Mickey Mouse bajo el brazo porque sabe que a las cuatro en punto estamos llegando. No ha pasado un solo día en que no hayamos venido a visitarlo, pues eso es un punto a favor para Arián si desea conseguir la tutela.

—Gracias, Guzmán, eso ha sido todo. Ahora ya puedes jugar con Arián y la señorita Celeste —le dice la investigadora.

El pequeño da un brinco, contento, antes de acercarse a nosotros. Sin embargo, ella no se marcha, sino que se queda de pie a un lado, observando la interacción que Arián tiene con Guzmán y comienza a tomar apuntes en la libreta que ha venido utilizando durante este par de meses. Asimismo, debo comentar que es una mujer muy amable, lo que ha ayudado a que el trato en todo momento sea asertivo.

Al terminar nuestro horario de visitas en el centro de acogida, la investigadora se despide de nosotros y nos informa que hasta aquí ha llegado la fase del procedimiento administrativo y que, a partir de mañana, redactará el informe que presentará ante el juez, por lo que nos desea mucha suerte en la próxima audiencia.

Ya todos los pasos están terminados y solo nos queda confiar en que la decisión de la comisión será a favor nuestro. Arián ha hecho todo lo que ha estado al alcance de sus manos y tanto mi familia y yo lo hemos apoyado de manera incondicional, en todo momento, porque queremos mucho a Guz y deseamos tenerlo de vuelta.

—Todo saldrá bien, ya verás —menciona mi novio, acercándose para darme un abrazo reconfortante. Asiento a la vez que descanso mi cabeza sobre su pecho, como siempre lo hago para sentirme segura.

—Estoy convencida de que así será —respondo, satisfecha al saber que hemos jugado todas nuestras cartas—. Gracias por todo, Bizcochito.

—No tienes nada que agradecer. Sabes que estimo mucho a Guz y siempre voy a protegerlo como a ti. —Besa mi frente antes de acariciar mi espalda con su mano.

Suelto un largo suspiro.

—Es hora de volver a casa. Tengo que prepararme para mañana.

Mañana es el concurso de pastelería y tengo que alistar todos los implementos que voy a necesitar llevar hacia la plaza Nueva, donde se realizará el evento. Siendo sincera, no me encuentro nerviosa y espero que mañana tampoco, pues soy consciente de lo mucho que me he preparado durante este par de meses para hacer una buena presentación.

De pronto, un sentimiento de nostalgia me invade cuando recuerdo que La Estrella cerró hace más de un mes debido a que las ventas no lograron aumentar en las últimas semanas que estuvimos atendiendo. Desde entonces, he estado desempleada al igual que mis demás compañeros —con quienes aún mantengo comunicación—, sin embargo, apenas finalice el concurso de pastelería, saldré a buscar un nuevo trabajo.

—Ha llegado tu momento de brillar. Sea cual sea el resultado, sabes que estoy muy orgulloso de ti, Gomita. Para mí, ya eres la mejor pastelera de la ciudad y de toda España.

Me pongo de puntitas para atrapar su rostro entre mis manos y darle un beso corto antes de caminar hacia su camioneta.

Al día siguiente, luego de visitar a Guz —en un horario diferente, solo por hoy— en la casa de reposo, Arián me ayuda a traer mis cosas a la plaza Nueva, donde están instalados los puestos para cada participante con su respectivo nombre. A pesar de que no quería tenerlos, mis nervios se hacen presentes en cuanto el lugar se empieza a llenar de espectadores, pero decido manejarlos para hacer acopio de toda la seguridad que necesito esta tarde.

Los demás concursantes llegan durante los próximos minutos y, para mi sorpresa, uno de ellos es Eduardo, mi excompañero de la cafetería La Esperanza. Una sonrisa divertida se forma sobre mis labios al pensar en lo irónica que es la vida, pues me vuelvo a encontrar con la persona que hace unos meses me dio la espalda, pero ahora estamos a punto de medirnos de igual a igual en este evento. Aquí seremos medidos por la misma vara y no habrá peso de preferencia como la última vez que pisamos el mismo lugar.

Por otro lado, me es imposible no chillar y dar un brinco, emocionada, cuando veo que Sebastián, María, Valeria y Paula también han venido a alentarme. Me alegra saber que, a pesar de que ya no trabajamos juntos en La Estrella, aún mantenemos el apoyo que alguna vez nos brindamos. Además, están muy orgullosos de mí por este gran paso que acabo de dar. Para presentarse a este concurso, hay que tener una valentía del tamaño de la Torre del Oro.

Arián me da un beso de la buena suerte antes de ir a tomar su lugar junto a mi padre y Andy. Mamá no ha podido venir por su trabajo; no obstante, se ha tomado unos minutos para enviarme un mensaje y desearme las mejores de la suerte en la competición. Eso es más que suficiente para saber que también tengo su energía presente conmigo.

Un hombre delgado y calvo, vestido de manera formal, toma la palabra cuando todo el público se ha ubicado en su respectivo asiento.

—Muy buenas tardes a todos, sean bienvenidos a la 25° edición del Concurso de Pastelería, organizado por el Ayuntamiento de Sevilla. Esta tarde, un prestigioso jurado calificador tendrá la difícil labor de elegir al mejor pastelero de la ciudad a partir de las propuestas que nuestros concursantes nos mostrarán. Para ello, tendrán el lapso de dos horas por si desean darle los toques finales o corregir algunos detalles del pastel que van a presentar. ¿Están listos?

—¡Sí! —responde el público a una sola voz.

—Pues, ¡comencemos!

El tiempo empieza a correr y mientras nosotros avanzamos, los organizadores brindan sus palabras de agradecimiento y todo el protocolo que estamos acostumbrados a escuchar en estos tipos de eventos. Si bien es cierto, decorar un pastel conlleva tiempo, es por eso que, en las reglas del concurso nos indicaron que ya teníamos que venir con la base horneada y decorada en su totalidad.

La propuesta que yo he creado, es un pastel que tiene como base el diseño del tronco de un árbol, cuya copa es de hojas doradas, como un árbol mágico sacado de un cuento de hadas. Sobre la copa, se alza una torre de cupcackes que custodian en la punta a un pequeño niño que está sentado con su peluche de Mickey Mouse bajo el brazo. Sí, ese niño es Guz. Dije que él sería mi principal motivación y la inspiración para el concurso y he querido demostrarlo a través del pastel que he diseñado.

En la parte posterior del pastel, he moldeado una taza inclinada que se está derramando y de ella caen lentejas de chocolates, formando una cascada de colores. Decidí que esto representaría la manera como Arián y yo nos conocimos aquella tarde en que le derramé café en la camisa. Él es una de las personas importantes en mi vida y no podía dejarlo fuera de esta dedicatoria de mi pastel.

Cada detalle del diseño está muy bien detallado. Desde el tronco y las hojas doradas del árbol, hasta el muñeco del pequeño Guz. Todo esto ha sido preparado con mucha minuciosidad para que se vea la dedicación y el esfuerzo que ha conllevado el pastel, ya que en este concurso van a evaluar tres aspectos fundamentales: diseño, textura y sabor.

Un par de horas más tarde, el presentador nos anuncia que ha concluido el tiempo y debemos guardar todas las herramientas. Sobre la mesa, solo debe estar nuestro pastel terminado y expuesto. Suelto un largo suspiro, aprovechando que los nervios se han disipado al sentirme segura de que he hecho un buen trabajo.

Mientras espero a que pase el jurado, llevo mis ojos hacia donde se encuentran Andy, Arián y papá. Ellos me saludan con besos al aire y movimientos de manos. Sonrío y decido responderles, mandándole besos al aire también y Arián hace ademán de atrapar uno y guardarlo en su corazón. Cómo no enternecerme ante ese gesto, si cosas como esas solo reafirma lo enamorado que está de mí.

«Mi Ojitos bonitos».

Cuando el jurado llega a mi mesa, muestro mi mejor sonrisa. Quiero mostrarme tal como soy en la entrevista y no fingir para agradarles. Me preguntan sobre la preparación y el diseño del pastel y empiezo a explicarles el procedimiento, los materiales y los detalles que he aplicado. Y sobre la inspiración que tuve, por supuesto. Logro argumentar todo antes de que terminen los tres minutos que dura su paso por cada mesa.

Ahora solo queda esperar los resultados finales.

El suspenso del momento me hace evocar la noche del concurso de escritura, cuando Andy y yo éramos consumidos por nuestros nervios gracias al presentador de la editorial que tardaba en decir los resultados. No obstante, ahora mi mejor amigo me mira desde metros más allá y puedo leer un «suerte, Toti», que sale de sus labios, tal como lo hizo aquella noche.

Mis nervios se hacen presentes cuando me anuncian como una de las tres finalistas, junto a Eduardo y a otro chico llamado Roberto Mendoza. Este último queda en tercer lugar y solo quedamos mi excompañero y yo en medio de la feria que se ha formado en la plaza.

—El ganador o ganadora se hará acreedor de un premio de 35, 000 euros y un reconocimiento por parte del Ayuntamiento de Sevilla —manifiesta el presentador del concurso, señalando el cheque gigante que carga un miembro del jurado—. Bien, tenemos a Eduardo Baltazar y a Celeste Serván. El nombre de la persona que voy a mencionar es la que ha obtenido el segundo lugar. Por consiguiente, la persona que no menciono será la ganadora. Mucha suerte a ambos.

—Suerte —le digo a Eduardo con una sonrisa de boca cerrada.

No me importa que se haya portado mal conmigo, no le guardo rencor. Una verdadera ganadora siempre se muestra humilde y agradecida. La vida me ha traído hasta este momento y me siento más que dichosa.

—Suerte, Celeste —contesta con un asentimiento de cabeza.

Inhalo una larga bocanada de aire y cierro los ojos a la espera de los resultados. Los segundos pasan, el aplauso de los asistentes cesa y la respiración del presentador se oye a través del micrófono. Está a punto de hablar.

—El segundo lugar es para... —Trago saliva sin abrir los ojos, preparándome para, sea cual sea el resultado, sentirme una ganadora porque he llegado hasta este punto de la competencia. He dado todo de mí y he confiado en mi talento sin importar la experiencia que tengo en la carrera. Durante este tiempo he pasado por diversas pruebas y me he antepuesto a la mayoría de... —. ¡El segundo lugar es para Eduardo Baltazar!

Me llevo las manos a la boca mientras escucho a lo lejos el grito que suelta mi mejor amigo.

—¡Enhorabuena, Celeste Serván! ¡Eres la mejor pastelera de Sevilla!

Mi cuerpo entra en modo automático, pues todo pasa mientras estoy ensimismada y, cuando vuelvo a la realidad, ya tengo el cheque en la mano y una medalla colgando de mi cuello. Los aplausos se hacen presentes de nuevo y dirijo mis ojos hacia donde están mis tres chicos: mi padre, mi novio y mi mejor amigo. No puedo evitar reír cuando veo que Arián se seca las lágrimas de manera disimulada a la vez que Andy está zarandeando a mi padre, como a un muñeco de trapo.

Al terminar el evento, ellos se acercan y uno a uno me abrazan con suma emotividad. Papá empieza a sollozar con la cabeza sobre mi hombro y yo le acaricio la espalda, sintiéndome afortunada de tenerlo aquí conmigo para disfrutar juntos de mi logro. Este es nuestro momento de padre e hija, ya que la vez pasada por motivos de trabajo no pudo darme ese abrazo. Pero no importa. Ya lo ha compensado.

—¿Y bien? ¿Qué piensas hacer ahora que eres la mejor pastelera de la ciudad? —quiere saber Andy. Él sostiene mi cheque y lo acaricia con total solemnidad, como si se tratase de un bebé.

Alterno la mirada entre los tres y esbozo una sonrisa de oreja a oreja. Siempre dicen que uno regresa a donde fue feliz y, en todo Sevilla, hay un lugar que necesita de mí para brillar de nuevo. Aquella cafetería que me abrió sus puertas cuando yo necesitaba una segunda oportunidad para volver a empezar. Ahora, soy yo la que quiere retribuirle esa segunda oportunidad.

—Hablaré con Paula. Quiero comprar el local y reabrir La Estrella —confieso en medio de un suspiro—. Y tengo un plan perfecto para recuperar la clientela que teníamos.

El día que todos hemos estado esperando, ha llegado. Arián, Andy, mi familia, la madre de Arián y yo nos presentamos puntuales a la sala para ser partícipes de la audiencia donde la Comisión de Protección de Menores emitirá su decisión con respecto a la tutela de Guzmán.

A diferencia del concurso de pastelería, hoy sí me encuentro nerviosa por saber el resultado de esta audiencia. Sin embargo, estoy confiada de que todo saldrá de la mejor manera y Gus podrá volver con nosotros. Mamá siempre dice que las cosas que se hacen con amor y para un bien, traen consigo los mejores éxitos. Y concuerdo con ella, por ello, cuando salimos de casa, pasamos por la capilla de mi barrio para orar antes de venir aquí. Tener a Dios de nuestro lado es muy importante.

Nos ponemos de pie al momento que el juez ingresa a la sala y decido darle una mirada rápida a mi novio para ver cómo se encuentra. Por suerte, su expresión serena se mantiene en su rostro y, para afianzar esa tranquilidad en él, tomo su mano. Arián me devuelve la mirada con una sonrisa de boca cerrada y entrelaza nuestros dedos antes de llevar mi mano a sus labios y besar el dorso. Sonrío también y regreso la mirada al frente para depositar toda mi atención en las autoridades que presiden la sala, imagino que deben ser parte de la comisión.

El juez ocupa su respectivo lugar y se acerca al micrófono para ponerlo a su altura.

—Muy buenos días a todos los presentes. Habiéndose verificado la presencia de las partes y siendo las 02:30 de la tarde de hoy, veintitrés de diciembre del presente año, doy por iniciada esta audiencia.

Después de pedirnos que nos mantengamos en silencio, el secretario del juez procede a leer el caso, donde se hace mención del motivo por el cual estamos todos reunidos aquí: solicitar que se le nombre al ojiverde como tutor de Guzmán. A continuación, la investigadora que nos estuvo acompañando durante estos dos meses, hace entrega del informe final al secretario señor juez para que haga lectura del documento. Todos escuchamos atentos la narración, donde se manifiesta que ella ha realizado una minuciosa investigación por cada parte implicada.

El primer punto trata sobre la visita al apartamento del tutor propuesto (Arián), el cual describe como un espacio seguro y apropiado, pues cuenta con los servicios básicos, habitaciones en perfecto estado, al igual que los muebles. También, cuenta con el servicio de un ama de llaves que puede atender al pequeño mientras su tutor se encuentre laborando.

Del mismo modo, el segundo punto habla sobre la investigación de los antecedentes de Arián y a su posición económica, la cual es un plus a su favor por ser un hombre que vive solo y tiene un trabajo estable. Sin embargo, la investigación continúa por el lado de salud y, en su historial médico del hospital, aparece el diagnóstico de la depresión y los primeros tratamientos que recibió durante su adolescencia. No obstante, como siguió tratándose en un consultorio particular, en el informe ya no figuran más datos sobre eso, lo que me alivia porque al ser una persona depresiva podría ser considerado como un tutor no apto para Guzmán.

En dicho documento también se manifiestan los testimonios de los vecinos de mi edificio, quienes afirmaron que el pequeño no era bien atendido por sus padres y cuando no era cuidado por la vecina de enfrente —la misma que es la novia del tutor propuesto, o sea yo—, permanecía encerrado en su apartamento hasta que llegara alguno de sus progenitores.

Asimismo, Rocío, la madre de Guzmán, fue notificada sobre esta audiencia y la investigadora se reunió con ella luego de que la comisión solicitó una visita al director del centro penitenciario como parte del proceso. La madre de Guzmán está de acuerdo en que Arián sea el tutor de Guzmán durante el tiempo que ella continúe en prisión, pues su hijo en varias oportunidades le habló sobre el ojiverde y el peluche de Mickey Mouse que le había regalado para su cumpleaños.

Por último, y no menos importante, se lee sobre la entrevista con el pequeño Guzmán y nuestras visitas diarias al centro de acogida. La investigadora describe en su informe que la relación con el menor en todo momento fue muy espontánea y adecuada, pues Guzmán se sentía cómodo con nuestra presencia y todo el tiempo estuvo de acuerdo con la idea de empezar una nueva vida con Arián.

Una vez terminada la lectura del informe de la investigadora, el juez indica que se tomará un receso para que la sala pueda brindar el veredicto final. Todos nos mantenemos en nuestros lugares y mi mano vuelve a buscar la de Arián como soporte a este momento en que mis nervios están a flor de piel. Inhalo una larga bocanada de aire cuando los miembros de la comisión retornan a sus posiciones y el juez se prepara para continuar la audiencia.

—Habiéndose leído el informe que ha realizado nuestra institución, en el que se mencionan los antecedentes del tutor propuesto, sus condiciones económicas, contexto social, la opinión de la madre y del propio menor, la Comisión de Protección de Menores ha decidido finalmente nombrar como tutor del menor Guzmán Torres a Arián Arnez, quien a partir de este momento será el encargado de alimentar, vestir, alojar, salvaguardar y proteger al menor que tendrá bajo su custodia, como también apoyar en su crecimiento físico, crecimiento emocional, brindarle atención sanitaria, educación y necesidades especiales que requiera...

Me vuelvo hacia Arián y lo abrazo de lado mientras terminamos de escuchar las recomendaciones que dicta el juez. No soy capaz de retener unas cuantas lágrimas de felicidad porque todo ha salido como esperábamos. Arián es el nuevo tutor de Guzmán y, al fin, tendremos de nuevo al pequeño con nosotros.

Cuando abandonamos la sala, todos se toman un tiempo para felicitar al ojiverde por el logro, en especial su madre, quien está muy emocionada y bromea con que Guz será su nuevo nieto y que lo engreirá hasta cansarlo. Arián finge ponerse celoso, cosa que me enternece mucho.

—Tú seguirás siendo mi engreído —le aseguro a la vez que le pellizco una mejilla con dulzura.

—Ves, mamá, aprende de Celeste.

Aurora niega con diversión.

—Ya tuviste muchos momentos conmigo, ahora le toca a Guz —responde ella, levantando las manos en señal de inocencia—. Estoy segura de que él va a traer mucha felicidad a tu vida, Ari. No puedo estar más emocionada por ti. Dios ha puesto a ese angelito en tu camino.

—Gracias, mamá. Estaremos esperando tus visitas, eh.

—Desde luego. Ofrezco mis servicios de niñera, también. —Ambos reímos.

—Ahora que Arián es el tutor de Guz, ¿puedo tener la habitación de Celeste y convertirla en un búnker apocalíptico? —inquiere Andy.

Las sonrisas que tienen mis padres, se esfuman en un dos por tres.

—¿Qué? —Papá me mira, preocupado—. ¿Te irás a vivir con Arián?

—¿Con qué permiso? —sigue mamá con la misma expresión alarmada.

—No, no me iré de la casa —manifiesto, haciendo un gesto para que se calmen.

—Tampoco es que me incomode la idea. —Arián me sonríe, tímido.

—Pues, no está mal, pero ¿te parece si lo conversamos dentro de diez años? —Él rueda los ojos y tomo sus mejillas entre mis manos para darle un beso en la barbilla. Me da un poco de vergüenza besarlo delante de nuestros padres.

—Diez años es mucho tiempo. Calculo que en unos cinco ya serás la señora Arnez —me dice antes de acercarse a mi oído para luego susurrarme—: Y en diez años ya le habremos fabricado un hermano a Guz.

Me sonrojo ante las miradas risueñas de mis padres, Aurora y Andrés. Este último nos ofrece una mirada pervertida como la del niño del Oxxo.

Una hora más tarde, Arián y yo nos encontramos en el centro de acogida para recoger a Guzmán. La trabajadora social nos lo entrega vestido con la misma ropa que lo trajeron aquella noche porque, al parecer, la que ha estado usando durante estos meses, se quedará aquí. Lo único que se lleva es su peluche de Mickey Mouse que el señorito Arnez le regaló para su cumpleaños.

—¿Crees que podamos venir a visitar a Emilio después? —pregunta, mirándome con un brillo nostálgico en los ojos. Emilio es un amiguito que ha hecho en el centro.

Acaricio su cabello y asiento con una sonrisa en los labios.

—Claro que sí, Guz. Vendremos a verlo cuando desees.

—¡Sí! Vendré a verlo con muchos juguetes.

—Por supuesto.

Arián termina de firmar los documentos de salida y se acerca hacia donde estamos. Se coloca de cuclillas frente al pequeño.

—Y bien, ¿estás listo para ir a tu nuevo hogar, Guz? —formula y el menor asiente antes de ponerse de pie.

—Sí, ¿ya podemos irnos?

El ojiverde me da una mirada satisfecha y yo asiento, mordiéndome los labios para no echarme a llorar. He estado muy sensible desde que salimos de la audiencia.

—Creo que fueron más de cien las veces que hiciste esa pregunta durante todo este tiempo y al fin puedo responder que sí. Ya podemos irnos, Guz.

—¡Sí! —Da un brinquito y toma la mano de Arián—. ¿Tendré una habitación para mí solo?

—Así es, pero hoy dormirás conmigo. Mañana, a primera hora iremos a comprarte una cama y las demás cosas para tu habitación, ¿te parece?

Guz asiente ante la propuesta de su nuevo tutor.

—¿Puedo tener un perro? —vuelve a interrogarle.

—Si te portas bien, lo consideraré.

—¿Y mi habitación puede ser de Mickey Mouse?

—Claro que sí, la decoraremos a tu gusto.

—¿Y podré ver la televisión cuando desee?

—También.

—Y, a la hora que lleguemos, ¿le podemos pedir a Katterine que nos prepare panqueques?

—Por supuesto.

—¿Y podemos ir a ver el árbol de Navidad que hay en el centro? Lo vi por televisión ayer.

—Iremos mañana y le diremos a Celeste que nos acompañe, ¿vale?

—¡Sí!

—Yo encantada de acompañarlos —menciono, acariciándole el cabello con dulzura. Él me sonríe como respuesta.

—¿Y podemos comprar una hamburguesa en el camino? —continúa su interrogatorio.

—¿Solo una? —pregunta Arián, levantándole las cejas de manera graciosa.

—No, dos o tres... ¡Hasta que explotemos!

Los tres reímos.

—Vale, te compraré todas las que quieras.

Antes de abandonar el lugar, me despido de la recepcionista con un movimiento de manos. Afuera, los autos que transitan por la calle iluminan nuestros rostros cuando nos detenemos en la vereda. El cielo de invierno ya empieza a tornarse de un color anaranjado y termino poniéndome de cuclillas para cerrar la cremallera de la casaca de Guzmán porque está corriendo viento. Luego reanudamos el paso para ir al centro de Sevilla y cenar junto a nuestro engreído.

«Desde pequeño siempre quise formar una familia y cuidar de ella».

Una sonrisa cómplice se dibuja sobre mis labios al darme cuenta de que uno de los anhelos del ojiverde se acaba de cumplir, pues ahora ya tiene una familia.

Guzmán es su nueva familia.

Asimismo, la vida le está dando una nueva oportunidad a Guz para que pueda tener una familia que lo aprecie y cuide de él. Estoy segura de que va a crecer lleno de mucho amor, atención y valores. Mi enano se ha ganado el corazón de Arián, Aurora y Katherine.

Disminuyo mis pasos y saco el celular del bolsillo de mi pantalón para tomar una foto de ellos dos. La cámara hace la captura en el momento en que Arián se vuelve para mirarme. Me encojo de hombros antes de darle una revisada rápida a la toma. Guzmán sale de espaldas, caminando con su peluche de Mickey Mouse bajo el brazo y tomado de la mano del ojiverde, quien ha salido perfecto, ofreciendo una mirada casual que me roba un suspiro como la primera vez que lo vi en la cafetería. 


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Colorín colorado... 

No, mentira, aún falta el epílogo XD. 

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