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22 | No todo gira alrededor de ti

Durante los siguientes tres días no tengo noticias sobre Arián. Le escribo en el chat de WhatsApp y no recibe los mensajes. Le llamo a su número de celular y me manda directo al buzón de voz. La única información que tengo de él es que su última conexión en las redes sociales fue la noche del cumpleaños de Guzmán.

«Mierda, ¿qué le habrá sucedido?», me pregunto mientras termino de ordenar mi habitación, pues en unos minutos haré una transmisión en vivo desde mi cuenta de Instagram para darles la noticia a mis lectores sobre la publicación de mi libro.

Suelto un suspiro e ingreso al chat por quinta vez en lo que va de la mañana. No le han cargado mis mensajes y, por ende, la fecha de la última conexión sigue siendo la misma.

Mi preocupación se ha acrecentado a medida que han transcurrido los días. «Vale, no seas negativa. Quizá se le ha malogrado el celular o se le ha perdido», me digo, intentando calmar la ansiedad que me genera el no saber nada de él porque no quiero que influya en mis emociones ahora que voy a transmitir en vivo. Bien. Dejaré esto para después, por el momento mis pensamientos están puestos en la noticia de la publicación del libro y, si Arián no se conecta hasta esta tarde, iré a buscarlo a la editorial.

Le echo un vistazo rápido a mi habitación para asegurarme de que se encuentre ordenada porque hoy será el fondo perfecto para mi transmisión. Inhalo, exhalo y entro a Instagram, pero antes, limpio la cámara con el borde de mi polo. Le doy a «iniciar» y espero que haya una cantidad considerable de espectadores para saludar.

—Hola, hermosos, ¿cómo va su día? —Sonrío con la boca cerrada, estoy algo nerviosa por saber sus respuestas y puede que se note en mi expresión. En menos de un minuto ya tengo un mil conectados, joder—. No saben lo emocionada que estoy de poder contarles la noticia que he estado guardando desde hace semanas. Tengo miles de sentimientos encontrados porque para mí este logro significa un paso más en mi camino como autora de Wattpad. Todo el esfuerzo que hicimos juntos ha dado resultados. Y digo «juntos» porque esto también es gracias a ustedes, por sus votos, por sus comentarios positivos y palabras motivadoras que siempre me dejan en mis redes. Solo tengo palabras de agradecimiento para mi querida familia que son los lectores. Los amo mucho.

No quería llorar, pero es imposible no hacerlo porque estoy con los sentimientos a flor de piel, así que de manera disimulada me limpio una lágrima, respiro y antes de continuar decido leer algunos comentarios que cargan en la pantalla.


¡Diosa! <3


¡Te queremos, Celeste! <3


¡Qué emoción!


Mis teorías son: segunda parte de Mis noches con Mr. Johnson o el libro sale en físico.


¡¿Se imaginan que salga en físico?! :o


Sonrío por sus aciertos.

—Vale, creo que ya fue suficiente suspenso... ¡Llegó el momento de anunciarlo! Graben pantalla si es posible porque este momento va a ser uno de los más importantes de todo el año. —Hago redoble de tambores con mis manos sobre la madera del escritorio y adopto una posición erguida en mi asiento—. ¡Mis noches con Mr. Johnson ha ganado un premio literario y será publicado en físico!

Me llevo las manos a las mejillas para soportar la emoción que desbordo. Sé que la transmisión a veces tiene retrasos y por eso espero unos segundos a que carguen los comentarios recientes.


¡¿Qué?!


¡¡¡Oh, por Dios!!! <3


¡A ahorrar se ha dicho!


¿Estará disponible para Latinoamérica?


¡Necesito tener en mis manos esa joya! :)


¡Felicidades, reina! Te lo mereces <3


Todos los comentarios llenan mis expectativas y no me queda más que agradecerles por tanto cariño y apoyo.

—La publicación será con la Editorial Arnez. No puedo darles muchos detalles, pero voy a mencionarles algo breve. Hace unos días me reuní con la ilustradora que está a cargo de la portada y dentro de poco la estaremos anunciando junto con la editorial. De verdad, no saben lo grato que es para mí tener mi primer bebé en físico. Es un sueño hecho realidad. —Sonrío por última vez y tomo mi celular entre mis manos para despedirme—. Bien, este en vivo era solo para anunciarles la publicación de Mis noches con Mr. Johnson. Gracias por tomarse un pequeño momento en su día y haberme acompañado. No se olviden que este fin de semana hay una nueva actualización de Plan LA. Los quiero mucho, ¡adiós!

Termino la transmisión, la guardo y cierro el Instagram antes de que las notificaciones empiecen a bombardearme. Los lectores ya han empezado a etiquetarme en las publicaciones, felicitándome por la publicación del libro. Por un momento, he logrado sacar a Arián de mis pensamientos. No obstante, en cuanto abro el WhatsApp, veo que nuestro chat sigue igual, con una palomita marcada y sin novedades de él. «Bien, tendré que ir a la editorial después del trabajo», pienso a la vez que guardo mi celular en el bolsillo de mi pantalón.

Apago el horno cuando suena la alarma que he programado en el celular, pues se ha cumplido el tiempo de cocción de los cupcakes. Espero que se enfríen y los retiro con ayuda de unos guantes de cocina para evitar quemarme. Los dejo sobre una base de madera y preparo los materiales para decorarlos y tenerlos listo antes de que llegue el cliente a recogerlos. Ahora estamos haciendo pedidos de bocaditos por cantidad para eventos o reuniones y, en esta ocasión, una señora ha ordenado una docena de cupcakes.

Durante toda la tarde he estado mirando impaciente la hora en mi celular, a la espera de que el reloj marque las nueve de la noche y, cuando acaba mi turno, realizo el mismo protocolo antes de salir de la cafetería. Pero primero paso por la oficina de Paula para despedirme de ella.

—Gracias, cielo, te espero mañana —dice desde su escritorio. Asiento y me despido con la mano mientras abandono su oficina.

Salgo de la cafetería con el propósito de tomar un taxi para que me lleve directo a la Editorial Arnez, pero concluyo que no será necesario cuando noto que un par de ojos verdes me reciben junto a una conocida camioneta que está estacionada al lado de la vereda. No está vestido de manera formal, lo que me lleva a pensar que ha salido antes del trabajo. Bufo y no le sonrío porque he quedado algo sorprendida.

A veces, siento que es un poco desesperante el hecho de no saber de él por varios días y que luego aparezca de lo más normal, sin escribirme o avisar. Es la segunda vez que sucede y no quiero parecer una persona egoísta al incomodarme por su ausencia porque sé que él también tiene una vida al igual que yo. Pero tengo la sensación de que le ocurre algo y no me quiere decir.

—¿No piensas saludarme? —pregunta con una ceja elevada y una sonrisa expectante. Sin dudarlo, acorto la distancia y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.

—Joder, no sabes lo mucho que te he extrañado estos días —confieso, descansando mi cabeza sobre su pecho y siento que deposita un beso sobre mi cabello.

—Yo también te he extrañado, Gomita.

—¿Sucedió algo? ¿Por qué no he sabido de ti en tres días?

—Tuve mucho trabajo y no me di el tiempo de coger el móvil.

Me separo de él y levanto la mirada.

—¿Seguro? —Asiente mirándome con extrañeza—. No sé por qué presiento que te sucede algo y no quieres contármelo. ¿Estás enfermo? ¿Es eso? Mira, sabes que puedes...

—No me sucede nada —interrumpe, encogiéndose de hombros. Una sonrisa nerviosa aparece sobre sus labios y ríe, como si mis palabras le hubiesen causado algún tipo de gracia—. Y no estoy enfermo, ¿por qué piensas que estoy enfermo?

—Porque es raro que una persona no se conecte al celular durante tres días.

—Se me acabó la pila del móvil y no he tenido tiempo de cargarla por el exceso de trabajo que he tenido. No le veo nada raro a eso —explica y antes de que yo pueda responderle, cambia de tema—: ¿Qué tal tu día?

Acaricia mi mejilla con su dedo pulgar. Doy por hecho que no quiere seguir hablando de lo otro, así que decido no insistir en el tema.

—Estuvo tranquilo. —Caminamos hasta la puerta del asiento del copiloto—. Gracias —agrego de manera educada cuando la abre y hace un gesto con la mano para que ingrese. Le doy un beso rápido antes de ingresar a la camioneta—. De verdad, te extrañé, Bizcochito.

Mis palabras provocan que las comisuras de sus labios se curven hacia arriba, formando una dulce sonrisa en su rostro.

—Prometo compensar todo este tiempo perdido —susurra sobre mis labios y me besa de vuelta—. ¿Sabes? Estoy pensando pasar un fin de semana en Montellano, mi familia tiene una casa de campo allí y estoy seguro de que te va a gustar. ¿Me acompañas?

—Lo pensaré, ¿vale?

—Vale. —Me roba un beso corto.

Durante el camino a casa, enciende la radio y pone la emisora que reproduce canciones de rock y pop en inglés. Reprimo una sonrisa al caer en la cuenta de que ya reconozco algunos temas de Nirvana, Pearl Jam y The Strokes, en especial «Last Nite» de esta última banda, la misma que he oído antes en una película de Netflix. Debo admitir que, a pesar de que sus gustos musicales son diferentes a los míos, me agradan bastante estas canciones y hasta he agregado a Nirvana a mi playlist.

Desvío la mirada hacia la ventana para admirar las calles sevillanas, iluminadas por los faroles y las luces de los coches que transitan a estas horas de la noche. Suspiro en silencio y me sumerjo en mis pensamientos, pues soy consciente de que estas próximas semanas serán algo agotadoras y satisfactorias a la vez. Estaré preparando los pedidos para la cafetería y enfocada completamente en la edición del manuscrito. Ayer Tomás me pasó una copia del borrador, junto a las nuevas escenas que ha propuesto para que aporten a la trama. Algunas no me convencen porque siento que no van con la personalidad de mis personajes y le he pedido que planifiquemos unas nuevas. Soy perfeccionista en lo que hago y este primer libro tiene que salir lo mejor posible.

También se contactó con Sofía, la ilustradora, quien se está encargando de diseñar vectores que irán en el pie de página y las separaciones con elementos que representen la esencia de los protagonistas. Me estoy preparando para pasar horas frente a la pantalla de la computadora, corrigiendo y releyendo capítulo por capítulo. Hasta creo que llegaré a arrepentirme por haberlos escrito tan largos.

Para cuando llegamos a Triana, la noche nos muestra un cielo despejado, con una luna decreciente, reflejándose en el río Guadalquivir. Arián estaciona su camioneta a un lado de la calle, sale del vehículo y me uno a él para ingresar juntos a mi edificio. Me toma de la mano antes de llevársela a los labios y besarle el dorso. ¡Dios! ¡Este gesto! Este maldito gesto solo hace que mis sentimientos por él se acrecienten y me pregunte si aún quedan más chicos en este mundo que demuestren afecto de la misma manera en que lo hace Arián. Es inevitable no sentir esas mariposas es el estómago e imaginarme caminando en medio de corazones que flotan por el pasillo del segundo piso.

Meto las llaves en la cerradura, abro la puerta y ambos ingresamos dándonos un beso corto en los labios. Noto que mamá aún no ha llegado porque todo el apartamento está en penumbras y lo único que nos ampara es la luz que proviene de los faroles de la calle y que se filtra por las ventanas. Enciendo la luz y dejo a Arián en la sala mientras voy a mi habitación en busca de mi laptop para mostrarle las ilustraciones de mis personajes que ha realizado una lectora mía para su cuenta de Instagram. Intento prender el dispositivo, pero no tiene batería, así que salgo de mi habitación con el cargador colgando de mi brazo. Arián, quien ahora está sentado en el sofá, revisando su móvil, se pone de pie y me ayuda antes de que me tropiece con el cable.

—Gracias —digo cuando hemos llegado a la mesa y desenredo el cargador para conectarlo al interruptor más cercano.

El sonido del timbre resuena por todo el apartamento, cortando el poco silencio que aún manteníamos desde que llegamos.

—Yo voy —ofrece el ojiverde y se encamina hacia la puerta.

—Sí, por favor —acepto mientras enciendo mi laptop—. Quizá es Guz.

—¿Guz alcanza el timbre? —pregunta con diversión y suelto una risita.

—Lo había olvidado. Quizá es mamá.

Coloco mi contraseña para iniciar la sesión y espero a que la persona que ha llegado diga una palabra para saber de quién se trata. No obstante, el silencio me hace volver la mirada hacia la puerta. Quito las manos de la computadora y me pongo de pie en cuanto veo que Tomás y Arián se están observando con recelo bajo el umbral. «Hora de intervenir», dice una voz en mi cabeza al recordar la incómoda vez anterior en que coincidieron estos dos.

—Señor Arnez. —Asiente en forma de saludo.

—Hola —responde el contrario, también con un asentimiento de cabeza.

—¡Hey, Tomás! —Me acerco con una sonrisa para cortar ese momento de tensión que se está empezando a crear entre ellos.

—No era tu madre —agrega Arián en un tono irónico, enarcando una ceja.

—Eh, veo que están ocupados. Creo que mejor regreso después.

—¡No, hombre! Ya estás aquí, pasa. —Lo saludo con un abrazo ante la mirada atenta del señorito Arnez—. Adelante, estás en tu casa.

—Te tengo una sorpresa para ti. No podía esperar para mostrártela. —Se quita la mochila que trae en la espalda.

—¿En serio? Ves, y así quieres irte. —Ruedo los ojos con diversión y le hago un gesto con la cabeza—. Vamos a la mesa. —Comienzo a caminar seguida de Tomás hacia el comedor, pero antes, me vuelvo para buscar a Arián con la mirada e invitarlo a que se una a nosotros. Observo que se ha quedado sentado en uno de los sofás de la sala—. Arián, ven, no te quedes ahí.

—Estoy cómodo aquí, gracias —responde, dándome una gélida mirada y me recorre una extraña sensación en el pecho al percibir que sus ojos solo me transmiten decepción y luego me ignoran.

Trago saliva y alterno la mirada entre los dos. Esta horrible sensación aumenta cuando observo por el rabillo del ojo que Tomás baja la cabeza y desvía la vista hacia otra parte. Ahora no me cabe duda de que existen diferencias entre ambos; algo debió haber ocurrido antes de que yo los conociera y que no es de mi incumbencia, pero la verdad es que empiezo a sentirme mal por tener que lidiar con todo esto y más en mi propia casa. Por más que quiero fingir que no me he percatado de las actitudes que adquieren al estar cerca, no puedo. Es obvio que se están ignorando, es obvio que no están cómodos el uno con el otro en una misma habitación.

—A ver, ¡ya basta! —Levanto la voz y me llevo las manos al rostro para intentar calmar mi repentino enfado. No quiero que el cansancio y el estrés me jueguen una mala pasada y termine hiriendo a alguien.

—¿Estás bien? —pregunta Arián, poniéndose de pie.

—¡No! ¡No lo estoy, Arián! —Miro a ambos que se han quedado perplejos y atemorizados por la reacción que he tenido—. Dejen de comportarse como unos capullos. ¿Qué les sucede?

—¿De qué hablas, Celeste? —vuelve a inquirir el ojiverde y suelto un bufido.

—¿Pasa algo entre ustedes? ¿Por qué se ponen así de incómodos cuando coinciden?

—No pasa nada—asegura el editor con nerviosismo en su voz.

—Así es. No pasa nada —confirma Arián, asintiendo varias veces.

—No les creo.

Se encoge de hombros.

—Lo mejor será que me vaya —dice Tomás, iniciando el camino hacia la puerta, pero lo detengo, tomándolo del brazo.

—¿No piensan explicarme lo que pasa?

—Eso no te incumbe, Celeste —espeta Arián con exasperación, acariciándose el entrecejo.

—Ah, entonces, ¿sí ocurrió algo entre ustedes?

—Celeste, basta...

—¿Basta qué? Arián, solo...

—Celeste...

—No ignores mi...

—¡Celeste, suficiente!

Silencio.

—¡Que estemos saliendo no te da el derecho de escabullirte en mi puta vida! —grita, irritado. Su mandíbula se ha tensado y una vena se marca en su frente.

—Perdón, yo solo...

—¿Solo qué? ¿Intentabas ayudar? —Finge una risa y niega con la cabeza. Sus ojos se han humedecido y el dolor que denotan es innegable—. No necesito escarbar en mi pasado solo para saciar la curiosidad de alguien. ¿Acaso no te das cuenta de lo egoísta que puedes llegar a ser a veces? No todo gira alrededor de ti. No siempre serás el foco de atención...

—¡¿Qué demonios estás hablando?! —interrumpo.

—Hablo de que tienes que aprender a respetar la privacidad de los demás y no insistir en saber algo de lo que no quiero hablar, ¡joder! —Suelta una bocanada de aire como si lo hubiese estado reteniendo los últimos diez segundos.

—¡Respeto tu privacidad!

—¡No! Si respetaras mi privacidad no estarías preguntando a cada momento qué es lo que pasó.

Me da una última mirada y camina hacia la puerta para marcharse.

—¡Arián! —lo llamo, pero hace caso omiso y Tomás me detiene con un gesto para que lo deje ir. El portazo que da me provoca un respingo.

—Te sugiero que mejor hablen cuando se haya calmado. Quizá está un poco estresado por el trabajo.

Asiento y finjo una sonrisa de boca cerrada.

—Sí, parece que no ha tenido una buena semana. —Hago un mohín—. Y perdón por el mal momento que te he hecho pasar, no fue mi intención.

—Ya no pensemos en eso mejor. —Se encoge de hombros—. ¿Te parece si te muestro la sorpresa?

—Claro, vamos.

Hago acopio de todas mis fuerzas para volver a mostrar una sonrisa de boca cerrada, la cual se me hace muy difícil de esbozar cuando estoy pasando por un momento de tensión. Podría jurar que hasta me tiembla el labio. No. Me tiembla todo el cuerpo porque la discusión que acabo de tener con Arián me ha puesto los nervios de punta.

Le invito a Tomás a tomar asiento a mi lado. Él se quita la mochila y saca del interior una laptop que coloca sobre la mesa. Inicia sesión, colocando su contraseña y, de manera instantánea, la pantalla se desbloquea, mostrando una carpeta que tiene por nombre «Mis noches con Mr. Johnson».

—No vas a creer lo hermosa que ha quedado. —Hace clic dos veces en un archivo JPG y se abre una imagen que reconozco al momento—. ¡Sorpresa! Es la portada terminada. ¿No es mona?

—Sí, está muy mona. —Asiento, mirando la imagen que proyecta la pantalla.

Mis ojos recorren cada detalle que tiene la ilustración, el rostro de los personajes, la fuente de la letra en el título y en mi nombre, pero no soy capaz de apreciarlo. De hecho, no estoy prestando atención a lo que me está explicando Tomás en este momento porque mis pensamientos están en otro lado.

En él.

Y es que, se supone que este día debía ser uno de los mejores de mi vida. La revelación de la portada de mi primer libro es algo que idealicé desde que supe que los autores en Wattpad tenían la oportunidad de publicar en físico. Desde el momento en que anunciaron a Mis noches con Mr. Johnson como ganador de un concurso editorial. No obstante, ahora solo tengo cabeza para pensar en cómo Arián se enfureció e irritado empezó a decir que era una persona egoísta por querer saber qué es lo que había pasado entre Tomás y él.

¿De verdad me comporté como una egoísta? 


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Qué fuerte estuvo eso, je, je, je.

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