
1 | El concurso
¡Llego tarde! ¡Llego tarde!
Corro, desenfrenada, por las calles del centro de Sevilla, tratando de esquivar a las personas que se cruzan en mi camino. Algunos me otorgan una mirada de desconcierto, otros con notable fastidio porque puedo provocar un accidente. No obstante, los ignoro porque hay un argumento razonable que defiende mi posición: estoy a punto de llegar tarde a mi trabajo y sus malas caras no evitarán la llamada de atención que me dará Eduardo, mi jefe.
Normalizo el paso cuando estoy a dos tiendas de llegar. Me tomo un momento para suavizar mi respiración y retomar mi ritmo cardiaco, el cual he acelerado por correr unas cuantas cuadras.
Me arreglo el cabello e ingreso como si fuera otra clienta más. Sin mirar a nadie, camino hasta el almacén donde nos reunimos con mis compañeros para dejar nuestras cosas antes de empezar las labores.
Empecé a trabajar en la cafetería La Esperanza para pagar mis estudios de la universidad. Sin embargo, después de haberme graduado hace unos meses, necesito seguir trabajando para poder ayudar a mamá a pagar las facturas del apartamento donde vivimos.
Dejo mi mochila en mi casillero y lo cierro, poniendo como medida de seguridad un pequeño candado rosa que siempre traigo conmigo. Me coloco el delantal negro que combina muy bien con el uniforme de la cafetería (un polo blanco que tiene detalles verdes en los bordes de las mangas y el cuello) y antes de salir, meto todo mi cabello dentro del gorrito de redecilla que usamos por protocolo.
—¡Toti! —Andrés entra en el almacén, tomando una expresión de alivio al verme.
Mi nombre es Celeste, pero mis padres y amigos cercanos me llaman Toti. La historia de aquel apodo se remonta a mi niñez, de manera específica a los años en que mis padres adoptaron un gato al que llamaron Toto. Claro que mi lenguaje no tan desarrollado de ese entonces, me llevaba a decirle «Toti» y eso enterneció a todos, por lo que terminó quedándose como una muestra de cariño al tratarme.
Andrés continúa hablándome:
—¡Qué bueno que llegas, mujer! Eduardo ha preguntado por ti y le he mencionado que estás ocupada en el baño porque estás... en tus días.
Golpeo mi frente con la palma de la mano en tanto que reprimo una risita.
Andrés es mi mejor amigo aquí en España. Lo conocí en la universidad cuando compartimos una mesa en la cafetería de aquella institución. Desde esa tarde, coincidimos varias veces e iniciamos una amistad que ha perdurado hasta hoy. Y es que amo a Andrés —a quien también llamo Andy—, porque tiene una personalidad muy peculiar. Es él quien se encarga de alegrar mis días con su locura.
—Vale —musito en medio de un suspiro—. Me demoré un poco porque tenía que mandar unos datos a la editorial.
Su rostro cambia de expresión enseguida.
—Y bien... ¿Cómo te fue? —pregunta.
Le muestro una sonrisa de oreja a oreja y me cubro la boca para darle suspenso al asunto.
—¡Soy finalista!
Sin dar señales de haber procesado el momento, me abraza fuerte y le correspondo el abrazo con la misma emoción mientras giramos, dando saltitos como unos eufóricos adolescentes que han escapado victoriosos de alguna travesura.
—Saliendo de aquí, pasamos por tu casa y luego vamos a mi apartamento para arreglarnos e ir a la premiación —propongo y él asiente.
—Vale, vale. ¡Qué emoción! No puedo esperar.
Estoy participando de un concurso de escritura que ha organizado la Editorial Arnez, una de las muchas editoriales que hay aquí en Sevilla, pero la única que ha abierto un concurso que me cayó a pelo. Justo acababa de terminar de escribir y editar mi segunda novela que he publicado en Wattpad y, luego de enterarme de que se habían abierto las inscripciones, pasé casi dos semanas haciendo un proceso de revisión de partes que ya no me agradaban y algunos errores ortográficos que cometí como toda principiante. Y decidí enviarla. Desde ese entonces, han pasado tres meses y ayer dieron los nombres de las historias finalistas.
Una de ellas, es la mía.
Hoy, a las nueve de la noche, se llevará a cabo la premiación en el auditorio de la editorial. Allí anunciarán los resultados y debemos estar presentes los cinco finalistas con nuestros acompañantes. Si en caso no hubiese quedado finalista del concurso, igual tenía en mente asistir a la premiación como espectadora, porque tengo muchas ganas de conocer el interior de la editorial.
—Celeste, un café con vainilla para la mesa cuatro —anuncia Eduardo, el chef pastelero que está a cargo del local.
—Vale, enseguida. —Tomo la taza de café que coloca en la ventanilla e inicio mi recorrido hacia la mesa que me ha indicado.
Camino a paso seguro entre la clientela que aún está buscando un lugar donde ubicarse para consumir. Ser mesera aquí no es un empleo en el que puedas ganar mucho dinero, pero con lo poco que me alcanza para sustentar también mis gastos personales. Algunas veces ayudo a Eduardo en la cocina, solo en ocasiones en las que el público aumenta y necesita una mano. Sin embargo, la mayoría de veces soy una mesera más. Por algo se empieza, ¿no?
—¡Señorita! —Una señora alza la mano para obtener mi atención.
—Un momento, por favor —le respondo desde el otro lado de la cafetería, lista para dejar el café en la mesa cuatro. No obstante, en un momento de distracción, choco con el cuerpo de un hombre, haciendo que la taza de café tambalee sobre el plato y termine derramando un poco del contenido sobre la camisa blanca que trae puesta. Sostengo la taza antes de que caiga al suelo y se estrelle contra el mismo—. ¡L-lo siento... mucho!
—Mi camisa... —Lo oigo musitar. Se queda inmóvil como una estatua de piedra, aparentemente desconcertado por lo que acaba de ocurrir.
Entonces, decido llevar mis ojos a su rostro. Sus peculiares ojos color verde atrapan los míos de inmediato y se me hace imposible no poder dejar de mirar al guapísimo chico que tengo enfrente de mí. De manera tosca, quito mi mirada de la suya, preguntándome de dónde he sacado las fuerzas suficientes para hacerlo. Su mirada intimida.
Bastante.
—P-perdón, de verdad... lo lamento —expreso al borde de las lágrimas, idealizando una escena donde me despiden de este trabajo y pierdo el único ingreso económico que tengo.
—No. Tranquila, no pasa nada. —Me hace un gesto con las manos para que me calme. Saca del bolsillo de su pantalón un iPhone y marca el número de alguien. Se lleva el celular al oído y aprovecho en darle una revisada rápida: lleva un pantalón de vestir azul noche, la camisa blanca que ahora tiene una mancha considerable de café a la altura del abdomen, gracias a mi torpeza. En el brazo sostiene el saco del traje—. Sí, ya me encuentro aquí. Vale, lo espero. Adiós.
Cuelga y me da una mirada rápida. Esquivo la suya para no aumentar mis nervios.
—¿Alguien le traerá ropa limpia? —pregunto aún avergonzada, ahogándome de culpa en mi interior.
Niega con la cabeza, de lo más calmado.
—Tengo una reunión de trabajo en unos minutos. Por suerte, siempre cargo ropa limpia en mi camioneta.
—Oh.
Frunzo el ceño mientras pienso en qué podría trabajar. Cara de abogado no tiene, y menos de médico. De seguro es uno de esos empresarios pijos que abundan en la ciudad.
—¿Hay algún lugar donde pueda cambiarme? —Regresa su mirada hacia mí y trato de procesar de manera calmada su pregunta.
—El baño —respondo con un gesto obvio.
Me da una mirada apenada.
—¿Otro sitio que no sea el baño? —Observa hacia los lados—. ¿Dónde se cambian ustedes? Los que laboran aquí.
—En un almacén, pero los clientes no pueden entrar ahí.
—Solo será un momento. —Me suplica con la mirada e intento negarme de nuevo; no obstante, sus hermosos ojos me tienen a su merced y termino aceptando su petición.
Solo espero no meterme en problemas por esto.
Abandona el local y no demora más de un par de minutos en retornar con una bolsa de tela gris en mano, como de esas donde vienen guardadas las casacas. El ojiverde posa su mirada sobre mí y me hace una señal con las cejas para que lo guíe.
—Vale, sígame —ordeno, haciéndole un gesto con la mano.
Comienzo a caminar hacia el almacén, seguida de él con una actitud firme, pues presiento que tengo sus ojos verdes recorriendo mi espalda, como un río que sigue su cause hasta desembocar en el mar. Llegamos al almacén y cuando él ingresa, cierro la puerta por precaución, para que nadie del personal nos vea.
Se empieza a desabrochar la camisa manchada y no sé en dónde meter mi cabeza para no verlo. ¿Será muy grosero de mi parte salir y dejarlo solo?
—Había venido muy presentable —dice rompiendo el incómodo silencio que se había formado desde que entramos. Regreso la mirada hacia donde está y veo cómo la camisa se desliza entre sus brazos, ofreciéndome una vista VIP a su musculosa espalda.
¡Joder! ¡Qué cuerpo!
Siento la sangre subir hacia mi cara cuando se gira para buscar la bolsa donde está su camisa limpia y me da una mirada rápida. Mis ojos bajan a sus trabajados brazos que se mueven al abrir los botones de la prenda y vuelvo a analizarlo de pies a cabeza de forma rápida: es alto, muy alto. Debe medir 1.90 m. aproximadamente.
Doy media vuelta y camino hacia donde están un montón de cajas vacías, fingiendo buscar algo para no quedarme como boba mirándolo todo el rato. Las ordeno, una encima de otra para que queden bien distribuidas y tras dejar pasar unos considerables minutos, giro con algo de temor hacia donde está el ojiverde. Termina de arreglarse el nudo de la corbata de una manera sexi y se acerca para pedirme que le abra la puerta.
—Está olvidando su camisa —informo, señalando la prenda manchada que ha dejado sobre una caja.
—Puedo comprarme una nueva. —Se encoge de hombros y hago un mohín como respuesta.
Salimos del almacén, ahora yo detrás de él y se me hace difícil dejar de mirar su manera elegante y sexi de caminar. Le llego casi a la altura de los hombros y su cuerpo cubre completamente el mío, lo cual hace que no pueda ver nada del resto del pasillo. Bajo mis ojos hacia su... ¡Madre mía! Ya quisiera yo tener esas nalgas bien formadas.
Se vuelve hacia mí y aparto de inmediato la mirada de su trasero antes de que me pille.
—¿Podría atenderme, por favor?
—Claro, ¿qué va a pedir? —pregunto cuando estamos llegando a una de las mesas vacías donde toma asiento.
—Un Flat White —indica, revisando su celular—. Solo eso, gracias.
Asiento anotando su pedido en mi libreta. Luego regreso a la cocina para informar que aún no he entregado el café de la mesa cuatro y me responsabilizo a pagarlo de mi sueldo. Me sirven otra taza y esta vez si llega a su destino sin ningún tipo de percance. Vuelvo por el Flat White del Adonis que aguarda en la mesa siete y espero a que Eduardo termine de realizar el diseño.
Cuando retorno con la bebida, noto que ahora está acompañado de un señor muy formal. Con amabilidad, dejo la taza en su lado de la mesa.
—Gracias —dice sin mirarme y agradezco que no lo haga. Aunque la Celeste empoderada que llevo dentro, desea que sí.
—No es nada —contesto con un poco de timidez antes de preguntarle a su acompañante—: Usted... ¿Desea ordenar algo?
—No, gracias. Solo estaré unos minutos.
—Vale. —Dispongo a retirarme, no sin antes volverme para disculparme una vez más con el chico—. Bueno, me retiro. Perdón de nuevo por el percance. Espero regrese pronto.
«¿De verdad quiero eso?», inquiero en mi cabeza, pues siento que sonó como un ruego. No quiero que, por mi torpeza, este lugar pierda clientes.
—Gracias, lo haré pronto —responde y le da un sorbo a su taza.
Al regresar a la cocina, me siento rara porque me invade como una sensación de nostalgia al ver que se está acercando a pagar a caja, lo que significa que está por retirarse. Suelto un suspiro y prometo ser más cuidadosa la próxima vez. No puedo permitirme seguir teniendo este tipo de accidentes en el trabajo.
«Debiste haberle pedido su número con la excusa de devolverle la camisa limpia y planchada», dice una voz frustrada en mi cabeza. Demasiado tarde. Ya se ha ido y ha dejado la...
¡La camisa!
Como alma que lleva el diablo, corro al almacén y busco la camisa con la mancha dentro de la bolsa. Se encuentra en el mismo punto que la dejó. Saco la prenda para examinar la mancha de café que le he causado. Es algo grande. En un principio era considerable, sin embargo, parece haberse esparcido al momento en que él se movió. Y es ahora donde agradezco que no fue la taza completa, de lo contrario, le habría quemado el torso.
Como toda chica curiosa, dirijo la prenda hacia mis fosas nasales para explorar el olor del perfume.
Huele delicioso, a perfume caro.
Una fragancia muy exquisita. Cierro mis ojos y disfruto del aroma que tiene impregnado la camisa. Juraría que también se mezcla con el olor de un gel corporal, pero, por la unión de ambos olores, me es difícil comparar.
«¿No quieres pasarle la lengua también?», interviene mi subconsciente cortando el solemne momento.
De pronto, alguien abre la puerta del almacén de golpe y me separo de inmediato para guardar la prenda en su bolsa. Adquiero una actitud normal para no levantar sospechas y para mi buena suerte, es Andrés.
—¿Qué haces aquí? —inquiere, dejando unas cajitas de brownies sobre la repisa que hay en la pared.
—No sabes lo que me acaba de pasar. Por distraída le manché la camisa a un cliente —confieso, apenada.
—Cierto, entraste con un chaval aquí.
Mi ceño se frunce de manera automática.
—¿Nos viste?
—Sí.
—¡Qué vergüenza! —exclamo y dejo la camisa dentro de la bolsa—. Menos mal comprendió que fue un accidente. Cualquier otro tío hubiese empezado a gritarme como loco.
Hago un gesto dramático y Andy sonríe.
—Se ve que es un caballero. —Alza las cejas de manera coqueta—. Tiene clase y... es guapo, ¿no?
—Y luce como otro de esos pijos engreídos —comento, intentando cambiar de tema. Ya conozco cómo es mi mejor amigo de intenso cuando se trata de chicos.
Sin embargo, solo agrega:
—Bueno, bueno, me lo cuentas luego. Ahora debemos trabajar porque el lugar está rebalsando de gente.
—¡Apúrate! ¡Tenemos que ser puntuales! —refunfuña Andrés mientras busco mi cartera nueva por alguna parte de mi habitación.
Es un clásico de mí: que las cosas se me pierdan a última hora.
—¡Celeste y su mala costumbre de tener las cosas por cualquier lado! —me regaña mi madre desde el umbral de la puerta.
—¡Ya recordé! —Hago un gesto de manos para que se tranquilicen y camino en dirección a uno de los cajones de mi armario donde recuerdo haber visto la maldita cartera por última vez—. ¡Aquí está!
Saco el accesorio de la bolsa que lo protege y cierro el cajón. Ambos se miran antes de rodar los ojos y soltar un suspiro. Debo confesar que yo también lo hago, pero de alivio.
—Vale, ¿ya no te falta nada más? —interroga Andrés.
—Creo que no. ¡Andando!
Doy pasos inseguros y me sujeto del brazo de mi amigo. No estoy acostumbrada a caminar con tacones, pues siempre he usado zapatillas y las únicas veces que los probaba, era cuando jugaba de pequeña a ponerme los de mamá. Me doy una última revisada en el espejo del pasillo antes de despedirme de mi madre para partir hacia la editorial. Me hubiese gustado que mamá me acompañe esta noche, pero tiene que terminar documentos del trabajo y la entiendo. Ella labora desde años como secretaria de una abogada.
Por otro lado, papá se encuentra realizando un trabajo en Madrid. Él es arquitecto y trabaja para una constructora muy conocida en la ciudad, por lo que estará ausente durante tres meses hasta que culminen con la obra que están ejecutando en la capital.
Esperamos a que el taxi que hemos pedido llegue y nos recoja. Durante el camino a la editorial, Andrés extiende su brazo por detrás de mis hombros y me abraza para calmarme cuando se da cuenta de que estoy siendo consumida por mis nervios. Estoy satisfecha de saber que he llegado a ser finalista, posiblemente entre cientos de historias que han sido enviadas.
Como toda joven insegura, me entran las dudas de no saber si mi libro está bien escrito, si hay fallas ortográficas y gramaticales que el corrector de Internet pudo haber pasado y quizá eso haya desmotivado a los jueces a descalificar mi libro en la ronda final.
«¡No seas negativa!», me regaño, dándome un golpe mental por pensar así. Y tengo razón, esta es la noche que estuve esperando por meses.
Mi noche.
Al salir del taxi, tenemos enfrente a quizá uno de los edificios más grandes de Sevilla: la Editorial Arnez. Miro a mi amigo que me envía sus buenas vibras a través de una sonrisa de boca cerrada y comenzamos a caminar con dirección a la puerta de cristal, donde espera un guardaespaldas vestido de traje negro y lentes del mismo color. Nos detenemos delante de él.
—Buenas tardes —saludo—, soy finalista del concurso de escritura.
El hombre me da una mirada rápida por detrás de sus lentes y saca un bolígrafo dorado del interior de su impecable traje.
—Buenas noches, señorita. Me brindan sus nombres, por favor —solicita.
—Celeste Serván y Andrés Macías.
Se hace a un lado y con un amable gesto de mano, nos invita a pasar.
—Utilicen en el ascensor, el auditorio se encuentra en el piso veinte.
—Gracias —respondemos ambos al unísono.
La recepción del primer piso de la editorial es muy lujosa. Las paredes son de color blancas y los mostradores son de mármol. Del techo, cuelga un hermoso candelabro que alumbra el salón junto a unas farolas que reposan en la pared y que admiramos mientras caminamos hasta el ascensor.
Estoy hecha un manojo de nervios desde que salimos del taxi y aprovecho en mirarme en las paredes del ascensor. Llevo un outfit compuesto de una blusa blanca de encaje, un pantalón palazzo color palo rosa y tacones del mismo color.
Las puertas se abren y dejan a nuestra vista el hermoso auditorio de la editorial. Entramos muy emocionados y subimos las escalerillas mientras buscamos una ubicación cerca del escenario. Todo es tan elegante. Los asientos son cómodos y hasta creo que tienen un olor agradable impregnado en la tela que los cubre. Miro a todas partes, observando a las personas que también buscan un asiento. Hay periodistas y corresponsales de los medios más conocidos de la ciudad y del país.
La gente sigue llegando en la próxima media hora hasta que las luces se prenden y suena la música a todo volumen. Un hombre vestido muy elegante como todos los que hemos visto hasta ahora, ingresa al escenario y toma el micrófono para iniciar:
—¡Buenas noches a todos! Sean bienvenidos a la noche de premiación de la 6° edición del Concurso de Escritura que organiza la Editorial Arnez. En donde premiamos a las mejores historias que han sido creadas por nuestros escritores sevillanos y del resto de España. Como ya saben, premiamos por categoría y esta noche hay diez. —La gente aplaude y el presentador sonríe desde el podio en el que se encuentra ubicado—. Los autores de las historias ganadoras, tendrán como premio la publicación de su libro en físico. Esta noche, en primer lugar, queremos ceder la palabra a nuestro director general, Arián Arnez.
Uno de los hombres que también se encuentra en el escenario, se acerca al presentador y le susurra algo al oído. Él hace un gesto apenado y continúa con su animación:
—Bueno, nuestro director aún no está presente por motivos laborales, sin embargo, no quiero hacerles esperar más, así que... ¡Damos inicio con nuestra primera categoría!
Y empiezan esta gran noche con la categoría de Novela infantil, donde dan por ganadora a una profesora de Educación Inicial con su novela El duendecillo del puente de Triana. Ella sube al escenario con las manos en el pecho como si hubiese ganado el mismísimo Oscar, saludando al presentador y luego a otro señor que está al lado del primero. Le entregan una estatuilla de vidrio como trofeo.
La ganadora da su breve discurso de agradecimiento con su trofeo en mano y el aplauso de los asistentes se hace presente de nuevo en todo el auditorio. La mujer baja del escenario mientras el presentador anuncia a los finalistas de la segunda categoría.
Las siguientes categorías mencionadas son: Ficción, Novela Juvenil, Paranormal, Fantasía, Misterio y Aventura. Cada una de ellas es premiada con los autores de los libros que han ganado el primer lugar y que representarán a los géneros como imagen de la editorial durante un año.
—Ahora sí, me informan que ya llegó el director de la editorial —informa el presentador y unas chicas que están a nuestro lado empiezan a murmurar emocionadas, como si acabaran de anunciar la llegada del mismísimo Shawn Mendes—. Tendrá el grato honor de premiar al ganador o ganadora de la última categoría de la noche. Muy bien, ¡demos la bienvenida a Arián Arnez!
La gente comienza a aplaudir mientras regreso la mirada al escenario.
Y como si el universo y Dios se pusieran de acuerdo para colocar la cereza al pastel esta noche, veo cómo el Adonis, a quien que hace unas horas le manché la camisa en la cafetería, es el personaje que acaban de presentar.
Aprieto con fuerza el brazo de Andy porque no puedo mantenerme de pie a causa de los nervios. Él me observa y al ver que no despego los ojos del frente, mira en esa dirección para averiguar lo que sucede.
—¿Él no es...? —pregunta y lo interrumpo, asintiendo más nerviosa que nunca—. Cálmate, ¿vale? Estamos rodeados de muchas personas, así que no podrá notarte. Además, estás maquillada y con el cabello planchado.
De alguna u otra manera sus palabras me reconfortan, y tomo una buena bocanada de aire para luego expulsarlo de forma suave.
Cuando vuelvo a mirar al escenario, una parte de mí se alegra porque puedo analizarlo mejor desde mi asiento, sin preocuparme de que me vea. Ya no lleva el traje de esta tarde. Ahora trae puesto un terno guinda con una corbata negra. Sus ojos verdes recorren el público a la vez que se posiciona en el podio para brindar sus palabras:
—Buenas noches, sean todos bienvenidos. Primero, quiero pedir perdón por mi demora. A veces, como cabeza de esta organización, participo de reuniones que pueden tomar más tiempo de lo previsto. Espero su comprensión. Este concurso de escritura es uno de los eventos más importante que organiza nuestra editorial, en donde brindamos la oportunidad a los escritores de nuestra ciudad y nuestro país para que presenten sus mejores historias. Muchas gracias por participar. Asimismo, quiero agradecer a los jueces que han tenido una ardua y detallada labor de leer cada una de sus propuestas que ustedes han enviado. Fueron un aproximado de doscientas. —Tiene las manos apoyadas a los lados del podio y su postura demuestra la seguridad con la que habla y el poder de transmitir su discurso a todos los asistentes que lo escuchamos con atención—. Muchas gracias por confiar en nosotros, felicito a los ya flamantes ganadores y deseo mucha suerte a los finalistas de esta última categoría. Gracias.
El presentador regresa al podio y da unos golpecitos al micrófono para saber si está encendido.
—Fueron las palabras de nuestro querido director general, Arián Arnez. —Le da una mirada cómplice al ojiverde—. ¿Están listos para saber el nombre del ganador o ganadora de esta última categoría?
Todo el auditorio responde con un «sí» y los nervios ya están bailando en mi cuerpo como si fueran danzantes hawaianos. Mi mejor amigo me abraza de lado y acaricia mi hombro cuando el presentador recibe el sobre que lleva dentro los resultados.
—Suerte, Toti —me dice al oído.
—Gracias, amigo —respondo con el hilo de voz que me queda.
De pronto, todo se desarrolla en cámara lenta como en las películas de suspenso. El presentador mira muy emotivo a todo el auditorio mientras abre el sobre y lee el nombre.
—Muy bien... el tercer lugar en la categoría Romance, es para... —Hace una pausa para mirarnos—. El tercer lugar es para... ¡Entre el amor y el odio de Karla García!
—¡Este tío me va a provocar un ataque si no anuncia el primer puesto ahora! —expresa Andrés, aplaudiendo a la ganadora del tercer puesto.
—¡Enhorabuena, Karla García! —reitera y vuelve a dirigir su mirada al sobre—. El segundo lugar es para... ¡Canciones para Sara de Pablo Mérida!
Los aplausos se vuelven a hacer presentes por todo el auditorio y mi corazón martilla mi pecho de una manera agresiva. Estoy muy nerviosa. Solo queda un cupo en el que podría estar yo o uno de los dos finalistas que no han mencionado.
Los periodistas alistan sus cámaras fotográficas porque esta es una de las categorías más importantes de la noche.
—Y el primer lugar es para... —Mira a todo el auditorio para darle el toque de suspenso que amerita la noche. Andrés tiene los dedos cruzados a la altura del pecho a la expectativa de que el presentador diga de una vez el nombre del ganador—. El primer lugar es para... ¡Mis noches con Mr. Johnson de Celeste Serván!
El jodido grito de mi mejor amigo se debe haber escuchado en todo el auditorio.
Me llevo las manos a las mejillas como muestra de mi perplejidad.
¿Gané?
¡¿Gané?!
Sí, sí.
¡¡¡Gané!!!
Andy me saca del trance en el que había entrado mi cuerpo con un afectuoso abrazo mientras me zarandea, emocionado. Todos están mirándome sonrientes a la vez que aplauden, invitándome a moverme hacia el escenario. Andrés comienza a caminar a mi lado, con su mano puesta sobre mi espalda y se separa de mí, aplaudiendo como todos los demás cuando llegamos a las escalerillas que dan a la subida al escenario. Las fuertes luces que iluminan este espacio me dan de manera directa al rostro y se me dificulta mirar a la gente que aún sigue aplaudiendo desde sus asientos.
El presentador se acerca, sonriente, para felicitarme con un abrazo.
—¡Enhorabuena, Celeste Serván! —habla a través del micrófono.
Volteo hacia donde están los demás representantes de la editorial y mis piernas se convierten en gelatina cuando veo que Arián «Tallado por los dioses» Arnez, se está acercando con el premio en su mano derecha. Me entrega la estatuilla de cristal que tiene forma de un libro abierto mientras le agradezco, asintiendo con la cabeza. Pone su mano en mi cintura y me da un beso en cada mejilla como saludo.
«¡Sé fuerte!», me ordeno a mí misma cuando siento que mi cuerpo se estremece al sentir su tacto.
Se separa de mí y sus ojos verdes atrapan los míos en una esfera mágica sin salida. Su ceño se frunce y analiza con la mirada cada centímetro de mi rostro.
¡Oh, Dios! Ya me reconoció.
—Señorita Serván, algunas palabras, por favor —agrega el presentador, invitándome al podio y sé que esta es mi oportunidad para escapar de Ojitos bonitos.
-----
Estoy de vuelta con esta historia. Si has llegado hasta aquí y terminaste de leer el capítulo, déjame decirte: ¡GRACIAS! Guarda esta historia en tu biblioteca y sigue esperando mis actualizaciones. Estaré actualizando poco a poco por motivos de estudio.
De nuevo, gracias por darme la oportunidad. ❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro