18 | Ava no se lo merece
Sé que ayer no subí capítulo, pero me fue imposible actualizar. Hoy he sacado un hueco y he logrado terminar de escribirlo.
Espero que os guste 💚
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—¿No te estarás arrepintiendo ahora, verdad? Ava no se lo merece, no puedes dejarme sola en esto.
Eve contempló a Coraline. Parecía perdida en su mundo, como si estuviera con los pies en la tierra pero su mente se hallara en otra parte distinta. No supo qué responder. Por una parte sentía que el plan no tenía sentido, que era una completa locura y que debían detenerse ahora que estaban a tiempo, pero por otro lado pensaba en Ava, en cuánto la echaba de menos y eso le impulsaba a seguir apoyando a Coraline.
—No lo sé, Cora, sabes que estoy contigo en todo, pero...
Coraline dejó de remover el pequeño cuenco de cristal que contenía una mezcla de distintas hierbas aromáticas. Ahora sus ojos se posaban en Eve, y su mirada pareció congelar por completo a esta, pues vio como le costaba tragar. Sentía que estaba siendo traicionada por su propia hermana.
—Te estás arrepintiendo. —No fue una pregunta, porque era consciente de los pensamientos de Eve en cuanto vio sus ojos. Se estaba rindiendo.
—Sabes que Ava era muy importante para mí, que al igual que tú quiero traerla de regreso, pero creo que hay límites que no se pueden cruzar. —No necesitó aclarar a qué se refería, ya que Coraline entendió a la perfección lo que su hermana quiso decir con eso.
—¿Te importa la vida de Annabelle Leblanc? ¡Por culpa de esa familia nuestra hermana ha muerto! Ellos le arrebataron la vida a Ava y no les importó en lo más mínimo. —Coraline estaba fuera de sí. Su paciencia se estaba agotando al ver que Eve se apartaba de ella.
—¿Te estás escuchando, Cora? ¡Es una completa locura lo que estás diciendo!
Coraline soltó el cuenco con tal fuerza que este terminó rompiéndose. Los cristales ahora se hallaban esparcidos por toda la encimera. Eve se acercó hasta su hermana para ayudar a limpiar el desastre, pero esta se lo impidió apartándola de un manotazo.
—No necesito tu ayuda. Ahora vete de mi vista —ordenó sin dirigirle la mirada. Pero Eve no necesitó ver a Coraline para saber que estaba muy enfadada, y que lo mejor en esos momentos era darle su espacio y alejarse.
—Espero que cambies de opinión respecto a todo lo que hemos hablado.
No obtuvo ninguna respuesta por su parte, así que salió de la cocina y se dirigió a su habitación. Tan solo deseaba que Coraline entrara en razón y se diera cuenta de que seguir adelante con el plan les iba a traer problemas.
Se pasó las manos por el pantalón buscando eliminar el sudor. Jamás había estado tan nerviosa en su vida, pero ahora, parada enfrente de la casa de los Leblanc, sentía que el aire no le llegaba a los pulmones. Después de la conversación que mantuvo con su abuela, se animó a recuperar su amistad con Annabelle, aunque temía que esta no quisiera lo mismo.
Tomó un poco de aire, y sacando fuerzas de voluntad desde lo más profundo de su ser, tocó el timbre. Tardaron un par de minutos en abrir la puerta, y a punto estuvo de darse la vuelta e irse de allí si no fuera porque la persona que se encontraba justo al otro lado era la mismísima Annabelle.
Observó su gesto y vio cierta confusión en él. Por un momento sintió como no era capaz de pronunciar ninguna palabra, como si el miedo le hubiese paralizado por completo. Fue Annabelle quien rompió el hielo.
—¿Qué haces aquí, Elisa?
Venga, Elisa. No seas una cobarde ahora.
—Yo... Quería hablar contigo. Quiero arreglar las cosas.
—Annabelle, ¿quién es? —La voz de Annette se escuchó del fondo de la casa. Elisa dio un paso para atrás cuando comprendió que Annabelle no se encontraba sola en casa. Siempre le había producido cierto respeto la tía de su amiga y saber que en esos momentos estaba en la casa, no le causaba ninguna tranquilidad, todo lo contrario, se sentía cohibida por su presencia.
—Creo que mejor será que me vaya... —empezó a decir, pero Annabelle le interrumpió.
—No, espera —La tomó del brazo impidiendo así que echara a andar—. Yo también quiero hablar contigo. Me gustaría arreglar las cosas.
Elisa había deseado que Annabelle quisiera arreglar las cosas con ella y poder así retomar su amistad, aunque por dentro todavía temía el momento en que esta se enterara de lo que estaba dispuesta a hacer, tan solo esperaba que llegado ese día, la joven comprendiera que lo había hecho para salvar su vida.
—¿Seguro que es un buen momento? —Elisa echó un vistazo al interior de la casa, a lo lejos se topó con la mirada para nada amigable de Annette Leblanc.
—Claro, pasa. —Se echó a un lado para permitir el paso de Elisa y luego cerró la puerta. Era el momento de aclarar las cosas.
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