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Lola

                                                                                                                                          Por patri_new

Lola Luna Chomnalez era una chica que en noviembre de 2014 había cumplido 15 años, les había pedido a sus padres, Diego y Adriana, que la llevasen a conocer New York para celebrarlo. El viaje estaba planeado para más adelante. Mientras, la jovencita se conformó con viajar sola por primera vez, a Uruguay, a visitar a sus padrinos y pasar con ellos el fin de año. 

Llegó a la localidad donde éstos vivían, a doscientos sesenta kilómetros al este de Montevideo, en el departamento de Rocha, el 26 de diciembre, feliz de visitar a su madrina, Claudia Fernández, su esposo, el chef Hernán Tuzinkevich y los hijos de la pareja. Eran un matrimonio joven con el que Lola se llevaba de maravillas. Hernán y su papá eran amigos desde hace muchos años. Ambos eran cocineros. 

La abuela de Lola, Beatriz Chomnalez, es considerada una de las mejores cocineras argentinas y un referente local en la gastronomía francesa y la pastelería. Ella le inculcó a su hijo el amor por la cocina aunque, contaría luego con infinita tristeza, no había tenido el mismo éxito con su nieta. Lola quería ser acróbata. Y psicoanalista.

El domingo veintiocho, la niña decidió ir a dar una vuelta por la playa y a eso de las catorce horas emprendió una caminata por la zona de Barra de Valizas hacia el balneario Aguas Dulces.

Las horas comenzaron a transcurrir y la adolescente no regresaba. Había llevado únicamente una mochila con un toallón, una botella de agua, un libro y algo de plata. Estaba vestida con un pantalón corto y una bikini. Como la señal en el lugar era muy baja, decidió no llevar su celular, por lo que sus familiares no tuvieron como ubicarla una vez que notaron que su ausencia se estaba prolongando demasiado. 

Estaba desaparecida.

Cuando Claudia, su esposo y sus hijos, después de buscarla infructuosamente por largo rato, decidieron hacer la denuncia policial, los efectivos les indicaron que la jovencita, seguramente, se había perdido. No era una zona violenta, no había historial de secuestros ni nada similar, solo había habido un robo menor muchos años atrás.

De todos modos la buscaron. Y Claudia y Hernán llamaron a Buenos Aires.

Los padres de Lola viajaron a Uruguay de inmediato con la firme esperanza de que su hija se hubiera desorientado y extraviado al intentar el regreso. Durante horas pegaron su fotografía por todo Puerto Valizas y recibieron ilusionados cada llamado telefónico que les anunciaba, erróneamente, un posible avistamiento de la niña. Pero las horas pasaban y Lola no aparecía.

El lunes comenzó una búsqueda de rastrillaje aéreo, terrestre y marino por toda la zona, que incluyó perros, helicópteros y lanchas.

Luego de un primer día sin resultados, el martes se encontraron dos prendas que de inmediato fueron descartadas como pertenencias de Lola. Sin embargo, a eso de las diecinueve llegó lo peor. A unos tres kilómetros del lugar del que había partido, en una zona de dunas entre Valizas y Aguas Dulces, semienterrado en la arena, se halló su cuerpo. En un principio se dijo que había sido abusada sexualmente, luego la autopsia lo descartó.

Lola era virgen y así murió. Al menos eso no le quitaron.

Tenía cortes de cuchillo de mesa en los brazos y en el cuello pero su muerte se produjo por asfixia, le enterraron la cabeza en la arena y se ahogó con ella.

Dos semanas después encontraron su mochila a veinte metros de donde se había hallado el cuerpo, dentro estaba el toallón, con unas manchas de sangre que, se determinó, no eran de Lola. A partir de ahí, un ADN desconocido podría haber dado con el asesino, pero no fue así. Más de cuarenta personas fueron indagadas y analizadas (entre ellos su familia y sus padrinos junto con sus hijos, por supuesto), pero ninguno coincidió con la muestra encontrada y fueron descartados, uno por uno.

La abuela de Lola rompió el silencio unos meses más tarde, sostuvo que no tenía trato con los padrinos de la chiquita pero que su hijo mantenía una amistad de veinte años con Claudia Fernández y su esposo. «Sé que son gente conflictuada y que se llevaban muy mal —dijo—. La última vez que los vi fue el 4 de noviembre, en el cumpleaños de 15 de Lola. Claudia había aumentado veinticinco kilos y no se la veía feliz al lado de él (por Hernán Tuzinkevich). Y Lola era una belleza».

Adriana, madre de Lola declaró que ni Claudia ni su marido volvieron a ponerse en contacto con ellos tras la muerte de la niña. «Eramos amigos y nunca más nos llamaron»,  dijo a la prensa.

Cuatro años y cuatro meses después del crimen, la Justicia argentina presentó su propia investigación para colaborar con Uruguay en el esclarecimiento del caso, cuyo expediente no tuvo movimientos ni novedades en los últimos tiempos.

Las nuevas teorías e hipótesis del hecho realizadas por licenciados en criminalística y criminólogos argentinos fueron llevadas a la fiscalía de Rocha por los padres de Lola. En persona y junto a su abogado, Juan Williman, presentaron una voluminosa carpeta que podría generar diferentes medidas de prueba e importantes novedades.

«Los asesinos de mi hija están entre Valizas y Aguas Dulces. Estamos convencidos de que este año se da, este año vamos a tener las novedades que tanto esperamos», afirmó Adriana Belmonte tras reunirse con el fiscal del caso. Para ella, «no es una sola persona la que cometió el crimen» y según el análisis del expediente, el homicidio lo habrían cometido al menos dos sujetos.

«En estos últimos tiempos comenzamos a ver todo desde otra perspectiva y gracias a la predisposición del fiscal Jorge Vaz, pudimos acercar nuestra opinión y el trabajo que hicimos en Argentina. Tenemos una luz de esperanza y vamos a seguir luchando para encontrar a los asesinos de Lola», dijo Diego Chomnalez en la puerta de la fiscalía.

La causa, plasmada en un expediente que tiene 10 cuerpos con 35 mil fojas, sufrió varios hechos inéditos e insólitos en lo que va de la investigación, como por ejemplo los constantes cambios de fiscales y jueces a cargo. Ese fue uno de los grandes inconvenientes que hizo que estuviera casi siempre en foja cero. En total, ya son cuatro fiscales los que pasaron por el caso y cinco magistrados, algunos de ellos renunciaron, otros se jubilaron y el resto fueron removidos a otras dependencias de la Justicia uruguaya.

El otro problema que tuvieron que padecer los padres de Lola y su abogado, fue la paupérrima investigación realizada desde el comienzo, lo que derivó en una gran cantidad de sospechosos que tuvieron que ir a declarar al juzgado de Rocha. Fueron cerca de cuarenta las personas indagadas que en algún momento quedaron en la mira de la Policía pero el ADN se encargó de liberar a cada uno de ellos. Es que los detectives solo tenían como prueba clave y fundamental la mancha de sangre encontrada en la toalla que Lola llevaba en su mochila al momento de ser asesinada. Ese rastro genético hallado no coincide con ninguno de los sospechosos que figuraban en el expediente.

En los últimos días (mayo de 2019) se pidió el procesamiento como «coautor de homicidio agravado», con prisión incluída, de Ángel Moreira Marín, alias «El Cachila», un artesano y cuidacoches que reconoció haber estado con la víctima el veintiocho de diciembre de 2014 y que ya había estado preso por el caso pero que se había liberado por falta de méritos. El ADN había dado negativo.

En su declaración, el Cachila contó que se encontró con la adolescente, mientras ella caminaba desde Barra Valizas hacia Aguas Dulces y él, en sentido contrario. Cuando se cruzaron, quiso venderle «estampitas del amor», iniciaron un diálogo en el que la adolescente le contó de dónde era y le dijo que estaba saliendo con un chico. El hombre dijo (y ya lo había dicho en anterior indagatoria) que luego la chica se desvaneció.

«Le tomé el pulso y me asusté —señaló— . Corrí y me tomé el ómnibus para Montevideo». El fiscal explicó en rueda de prensa: «Se trató de una indagatoria en la que también participó una semióloga. Entre otras cosas, la perito logró determinar que el sospechoso, cuando hablaba de cosas que no le generaban preocupación, tenía un lenguaje no verbal cómodo y cuando se le preguntaban cosas relativas al homicidio tenía gestos restrictivos, hacía ademanes, y movimientos corporales. Eso complicó su situación».

«Siento que estamos cerca de conocer la verdad», declaró el fiscal.

Eso esperamos todos. Porque ya pasaron cinco años y medio y seguimos en la nada. Está claro que fue una muerte sin sentido alguno. Si bien ninguna muerte lo tiene, por lo general siempre se encuentra alguna insana explicación: se mata por venganza, por dinero, por sexo... Pero ¿por qué mataron a Lola? La asesinaron porque sí. 

O eso parece. 

Tenía solamente quince años.


Fuentes.

Wikipedia.org/Caso_LolaChomnalez

La Nación: A tres años de su muerte ¿qué pasó con Lola Chomnalez?

Infonews: Quién es la famosa abuela de Lola Chomnalez.

Minuto Uno: La familia de Lola apunta contra los padrinos.

TN Policiales: Los padres de Lola entregan informe a la justicia uruguaya y se reactiva la causa.

Perfil: Cómo fueron las últimas horas de Lola Chomnalez.

Clarín policiales: Se reactiva el caso Lola Chomnalez.

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