Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. AUNQUE ME LLEVE TODA UNA VIDA

—¿Qué tal? —levanto mi rostro para poder mirarla.

El sudor en su frente y su cuerpo temblando me indican que está todavía extasiada. Ella también me fija con la vista y me acerco para darle otro beso, pero quedamos interrumpidos por la llamada entrante de mi teléfono.

¡Diablos!

Me pongo de pie con cuidado y contesto deprisa.

—Brian —escucho la voz nerviosa de Jackson.

—Habla —contesto rudo...

—¿Qué estás haciendo Brian? Esto era lo que menos me esperaba de ti: huir —dice este burlón.

—Necesitaba tiempo para organizarme, seguro que te lo han dicho ya. Dejé instrucciones —añado—. ¿Qué quieres, Jack? —pregunto enojado por la manera en la que este me habla. Mientras tanto, mis ojos se encuentran con los de Aylin.

Estamos los dos agitados y en este momento ella permanece sentada en el sillón que hay enfrente, intentando recuperar la respiración. Está completamente desnuda, lleva nada más que las botas y las medias desgarradas. La piel de su abdomen y pecho está enrojecida, y sus labios también se ven irritados por todos los besos desenfrenados que nos hemos dado. Delante de mí tengo la prueba física de nuestra locura, nuestra dulce locura. Seguro que yo me veo igual de trastornado que ella. Estoy fascinado con lo que acaba de pasar hace unos minutos y solo espero que ella también sienta lo mismo que yo y no vuelva a arrepentirse por dejarse llevar.

No le puedo quitar la vista a esta mujer, es más, me relamo los labios y verla así desnuda delante de mí, me produce un escalofrío. Faltaría que se abriera de piernas un poco... y estaré encima de ella en menos de lo que canta un gallo.

—¿Estás ahí?

—¡Hoy mismo hablamos! —hablo serio, intentando mantener la compostura.

¡Joder! No necesito ningún maldito sermón por parte de nadie del clan, menos por parte de Jack.

—Más te vale Brian, ¡todos te estamos esperando! ¿En serio, como cojones se te ha ocurrido hacer eso y desaparecer?

¿Qué pretende este gilipollas?, pienso en mi mente.

Por su culpa estoy en esta mierda hasta el cuello, pero por supuesto, nunca se lo tuve en cuenta al consentido de la familia. Fui a por todas para salvarlo de las garras de Gambino, ¿y eso por qué? Porque defendería a mi familia y a mi clan a capa y espada. Y no necesito ningún reconocimiento, ¡maldita sea! Pero sí, exijo respeto. Le soltaría un par de cosas en su puta cara ahora mismo, pero no. Es mejor hablar cuando lleguemos. No quiero asustar a Aylin en este momento con un enfrentamiento por teléfono.

—¡No me jodas, Jack! Esta misma tarde hablamos, ya le he dicho a Liam que os quiero reunidos. Es urgente.

—¿Es que has vuelto? —lo escucho hablar y carraspea—. ¿Estás en Boston?

—Estamos de camino.

Este no contesta y entonces aprovecho y le cuelgo. Estoy hasta las narices de todo y de todos.

Clavo mi codo en la pequeña mesa que hay al lado, al mismo tiempo que agacho un poco la cabeza. Suelto el maldito móvil en la mesa y levanto mi vista.

—¿Quién era? —me pregunta Aylin y veo cómo se abraza a ella misma y empieza a acariciarse la piel de los brazos.

—Era mi hermano. ¿Tienes frío? —digo y aumenta la intensidad en mi voz.

—Qué más da eso ahora. No te ha importado mucho cuando me has despedazado el vestido —murmura y me aparta la cabeza con soberbia.

No.... ¡por Zeus! Otra vez está a la defensiva y no, no lo permitiré. No sé si tengo las fuerzas necesarias para seguir luchando con ella.

—Aylin, no hagas esto. No después de lo que acabamos de compartir, por favor —le ruego en voz baja.

Coloco mis codos en mis rodillas y me inclino un poco sobre ella. Cojo sus manos entre las mías. Mis dedos rozan los suyos y finalmente, enlazamos nuestras manos.

—Mírame... —habla esta y frunce los labios como una niña pequeña—. Parece que he caído en manos de un animal... —agacha la cabeza y se mira las piernas, haciendo un gesto de indignación.

—Es muy fácil que uno se convierta en un animal cuando te tiene cerca —le aprieto más las manos y le sonrío divertido—. Les pediré que traigan tu maleta y podrás vestirte, tranquila.

—¡Ah, qué sorpresa! —su irritación se amplifica y habla con burla—. Pues pensaba que me pasearía por ahí en cueros.

Creo que le ha faltado añadir un "¿no te jodes?", pienso confuso, aunque divertido por su réplica.

—No sería mala idea —la molesto a propósito y noto cómo esta pone una mueca.

Me levanto de mi silla y ella también se pone de píe.

—¿Te arrepientes? —le pregunto suave y empiezo a acariciarle los brazos. La miro temeroso. Confieso que temo su respuesta, es más... temo que me vuelva a decir que me odia y que me prohíba volver a tocarla.

—No, Alex. Solo que... —suspira agobiada y evade mi mirada.

—A ver.... —suelto un bufido— ven aquí...

Me siento en mi sillón y tiro un poco de ella, de modo que hago que se siente sobre mis rodillas. Rodeo su cintura con mis brazos y le beso el hombro. Extiendo una mano y cojo su vestido gris roto, que se encuentra cerca; enseguida se lo echo por encima y la tapo con delicadeza. Ella no protesta, solamente se queda pensando en algo y se echa un poco para atrás. Noto su espalda pegándose a mi pecho y, al volver a ver mi móvil sobre la pequeña mesa, recuerdo que debo mirar la hora. Liam me ha preguntado antes en un mensaje cuándo llegaba.

—Aviso que quedan aproximadamente veinte minutos para aterrizar —hablo decidido y la miro—. Debemos aclarar esto, Aylin... y espero que salgamos de este avión cogidos de la mano, y no enfrentados.

—¿Y por qué saldrías cogido de la mano conmigo, Alex? —me pregunta con serenidad y su mirada atenta me vigila.

Pregunta trampa. Aclaro mi voz y aprieto más mis dedos sobre ella. Estoy entendiendo por dónde van los tiros.

—Eres la única mujer con la que iría de la mano y... lo cierto es que no soportaría que me siguieras torturando con tu indiferencia, como has hecho estos días atrás —suelto un fuerte suspiro.

—¿Qué somos? —la escucho preguntar con voz calmada.

¡Joder! Pregunta trampa número dos.

Evalúo en mi mente... ¿qué somos, qué mierda somos? Yo lo único que sé es que me pone a mil, necesito estar enganchado a ella todo el día y también sé que no puedo vivir sin ella.

—Somos lo que tú quieras que seamos —me escucho hablar a mí mismo con media voz y espero que no vuelva a fastidiarla. Sus ojos denotan incredulidad y entonces, aprieta mi mano con sus dedos.

—Lo que yo quiero es algo imposible —dice deprisa, con voz rota.

Un breve silencio se cierne entre nosotros. Miro el suelo al mismo tiempo que aprieto más la tela del vestido sobre su cuerpo. Levanto mi vista enseguida y cojo aire.

—Nada es imposible, ¿sabes? —hablo muy seguro de mis palabras.

—Alex, no quiero que me mientas y me hagas ilusiones. La semana pasada no decías lo mismo. de hecho, hasta hace poco me dejaste claro que no me podías ofrecer nada más.

Hundo mi cabeza en su cuello. Necesito sentir su aroma y entonces beso su piel sedosa.

—La semana pasada nada era igual —murmuro.

—¿Puedo saber qué ha cambiado para ti?

De repente, empiezo a temblar y hasta me cuesta controlarme. Yo, Brian Alexander Woods. El que se supone que tenía que ser un hombre de acero, como decía mi padre y un jodido guerrero implacable y sin corazón, como decía mi padrastro, Jonathan Woods.

—Me cuesta mucho hablar de mí y de lo que me pasa —replico acobardado y espero que ella no insista.

—Esto no funciona así. Siempre va a haber un abismo entre nosotros si no haces un esfuerzo —me desaprueba y noto que me habla con dulzura. Me acaricia las mejillas.

En el fondo tiene razón, teníamos pendiente esta charla.

—Me di cuenta de lo mucho que te necesito —levanto mi mirada y le acaricio la pierna—. Y sé que tú a mí también me necesitas, aunque quieras reprimirlo.

—¿Cuándo te diste cuenta? —me pregunta con suavidad, muy receptiva con nuestra conversación.

Aylin está completamente tranquila ahora mismo y siento que se abraza más a mí. Esto hace que no me dé tanto miedo a hablar y que me abra un poco más con ella, aunque no me sienta del todo cómodo. Pero es o esto... o perderla de nuevo.

—Aquel día que te fuiste de mi ático llorando. No pude soportar no saber de ti, que no me cogieras el teléfono... y después verte en la fiesta y saber que no iba a volver a tenerte entre mis brazos. Eso hizo plantearme que quiera algo más que una simple aventura.

—¿No me estás mintiendio? —abre un poco sus ojos, bastante sorprendida.

—Te aseguro que no.

—¿Comprendes que me dolió lo que pasó aquel día? ¿Qué quisieras compartirme con otro hombre? Alex... —baja su vista y aparta un poco su cara—. Yo me entregué a ti, solo a ti.

—Lo sé —suspiro—. Fui un idiota.

—¿De verdad pensabas que lo iba a hacer con otro? —pregunta consternada y su cara es de puro asco.

—Es a lo que he estado acostumbrado toda la vida—carraspeo—. Acostarme con mujeres y que después estas accedan a todo por tal de complacerme.

—Me dijiste que yo era diferente. Entonces... te estás contradiciendo.

—No niego que contigo tenía mis dudas. Te veía tan pura... —le digo con un hilo de voz—. No tenía nada claro que estuvieras preparada y para demostrártelo, fue lo que hice. Te puse a prueba.

—Arriesgándote a que todo salga mal y que me rompas el corazón. Arriesgándote a que yo me enfade contigo.

—No, no es así —le digo con voz tartamuda. Me siento un imbécil ahora mismo—. Yo no sabía que eso podía pasar porque no sabía que me amabas.

Noto cómo sus mejillas se ruborizan y entonces tensiono mis mandíbulas, al caer en la cuenta de que se lo he vuelto a recordar.

—Perdón.

—No pasa nada —la escucho decir y acaricio su espalda

—En mi mente, veía lo nuestro como una aventura sexual. Pensaba que, a unas malas, me dirías que no aceptas y que seguiríamos teniendo sexo como hasta ese momento, ¿entiendes? No pensé que renunciarías a mí.

—Entiendo —murmura esta.

—¿Podrás perdonarme? —le pregunto y vuelvo a dejar caer mis labios sobre su hombro. Beso un poco su cuello y me siento muy emocionado.

No me contesta, su mirada está un tanto perdida.

—Alex... ¿por qué eres tan cambiante?

—¿A qué te refieres? —la miro embobado.

—En algunos momentos disfruto mucho hablando contigo, como está pasando ahora. Me hablas abiertamente y no te cuesta razonar, pero en otros... en otros momentos eres demasiado arrogante, mandón, egoísta, posesivo y eso hace que me entre miedo y quiera alejarme de mí, ¿comprendes?

—Ohhh, vaya —exclamo sorprendido—¿no se te olvida nada? .... —me quedo quieto por un instante y pienso en todo lo que me ha dicho. Son demasiados puntos negativos.

—Creo que no.

—¡Menos mal! —finjo un bufido de alivio. —No sé... Es como si algo me empujara a tomar lo que me corresponde por las buenas o por las malas. Sé que a veces me vuelvo cruel y terco, pero no tengo otra explicación. Simplemente soy así.

—¿Y de verdad no crees que tu comportamiento conmigo es tóxico y que nuestra relación en sí es demasiado tóxica a veces? —continúa hablando y frunce el ceño.

Me estremezco cuando escucho de su propia boca lo que realmente piensa de mí y de lo nuestro.

—A mí no me ha parecido que fuera tóxico lo que hemos vivido hoy aquí.

—¡Funcionamos bien solo en la cama, Alex! —exclama perturbada —¡Pero el sexo no lo es todo!

—¿Y todo lo demás? Aylin, te conté cosas que nadie sabe.

—Y yo a ti —replica esta velozmente.

—¿Lo ves?

—Aun así... también me ocultaste cosas, ¿comprendes? ¿Cómo podré vivir con ello?

—No volveré a hablar del tema de Álympos, te lo he explicado ya muchas veces —replico tozudo y un tanto molesto.

—¡No estoy hablando de eso! Estoy hablando de que no te mostraste conmigo cómo tú verdaderamente eres.

Aprieto un poco mis labios. Estamos yendo por el buen camino y no quiero estropearlo, le esclareceré todas las dudas si será necesario.

—¿Qué debo hacer para que vuelvas a confiar en mí?

—¿Confiar? —inhala el aire con fuerza—. Se te olvida algo importante.

—¿Qué?

—¿Ves ese vaso de cristal que hay sobre la mesa? —comenta y señala con la cabeza mi copa de whisky.

—Sí —la miro desconcertado.

—Imagínate que de repente lo tiras al suelo. Se hará pedazos. Nunca jamás volverá a su forma inicial —continúa—. Estará roto.

Ya sé a dónde quiere llegar. Su tono suena demasiado serio y estoy empezando a temer que nada volverá a ser como antes. Me está diciendo que nunca más volverá a confiar en mí.

—¿Y si te prometo que lo reconstruiré? —mi respiración se dispara por los nervios y la estrecho más a mi pecho—. Haré que ese vaso vuelva a ser como antes, Aylin. Aunque me lleve toda una vida...

Ella solamente suspira y se abraza más a mí.

—Dame una oportunidad —le digo con decisión, intentando relajar el ambiente.

—Y si te diera esa oportunidad... —continúa hablando— ¿de qué manera reconstruiremos ese vaso? —pregunta pensativa, mientras noto sus dedos sobre la parte alta de mi espalda—. ¿Obligándome a vivir contigo en el Templo en contra de mi voluntad? ¿Presionándome para acostarme contigo como lo has hecho hasta ahora?

Pestañeo.

—Me estás diciendo que después de lo que acaba de pasar, ¿no has aprendido nada? —pregunto deprisa, un tanto asombrado.

—¿Qué se supone que debía aprender?

—Que hacer caso a tu cabeza te hace infeliz. Esa era la lección —digo determinante—. Si no hubiésemos apagado ese fuego que sentimos cuando estamos cerca, ahora mismo no estaríamos aquí abrazados, hablando con tanta confianza. Lo que hemos hecho ha sido dar un paso para que esto funcione.

—¿Y por qué esto funcionaría?

—Porque tú y yo nos adoramos. Porque nos volvemos locos cuando estamos uno cerca del otro —la interrumpo.

Vuelve a suspirar con fuerza.

—Alex... déjame corregirte —dice perturbada y su mirada se vuelve opaca—. Tú eres un hombre casado, rodeado de mujeres, dueño de una casa de orgías y prostitución, narcotraficante y ... ¿se me olvida algo? —habla muy tosca y se lleva un dedo al labio, pensativa.

—No lo veas de esa manera.

—No me interrumpas, por favor —susurra— Y yo soy tu alumna, con la que te obsesionaste y que convertiste en tu amante y... prisionera. ¿De qué nos sirve adorarnos en estas circunstancias?

—¡Mírame! —le ordeno, ya que tiene la vista fija en un punto y sus ojos están enrojecidos.

Unas gotas de sudor se resbalan sobre mi frente.

—Aylin, ¡mírame, demonios! —le insisto y sacudo sus brazos.

Ella vuelve a posar su mirada decepcionada sobre mí.

—Están en marcha los papeles de divorcio de Lorraine y no he estado con ninguna otra mujer desde que te conocí, ¿eso te sirve de algo? —bramo en su oído y observo sus facciones.

Permanece callada y mi frustración aumenta considerablemente. ¡Maldita sea! No hay manera de convencerla. Ni diciéndole la jodida verdad.

—No hay nada que te pueda convencer de que digo la verdad, ¿así es? —le digo desesperado y rendido. Siento que estoy al borde de la locura como ella me siga huyendo y rechazando.

—Las palabras se las lleva el viento, Alex —contesta y unas lágrimas se deslizan sobre sus mejillas.

¡Oh nooo! ¡Mierda!

—No me hagas esto... —bufo trastornado— ¿qué necesitas que haga para que vuelvas a confiar en mí? —rodeo su espalda con mis brazos desnudos y la pego más a mí.

Siento que se me corta la respiración. Es como si yo sintiera su dolor en mi pecho, ¿es eso normal? Ahora mismo tengo cara de idiota. Nunca me he bajado tanto los pantalones por una mujer. De hecho, nunca me los he bajado, porque ninguna me ha importado tanto.

Aylin no dice nada de momento, solamente escucho un suspiro al mismo tiempo que noto la calidez de sus lágrimas cayendo sobre mi hombro. Entonces rodea mi cuello con sus brazos, sin levantar la cabeza, únicamente escucho su voz.

—Necesito que me ayudes a recuperar mi vida.

—Dime qué quieres que haga, pequeña —le digo deprisa y me estremezco ante tal imagen.

—Quiero que me dejes volver a la residencia —su voz suena entrecortada por el llanto.

Aprieto mi mejilla sobre su rostro húmedo.

¡Diablos! ¿Qué debo hacer? ¿Qué mierda debo hacer? Hacer caso a mi mente perturbada que me dice que es una maldita estupidez ponerla en peligro o.... a mi jodido corazón que late deprisa cada vez que la veo sufrir?

—Vale, volverás a la residencia —le contesto con suavidad, barajando la posibilidad de dejarla dormir ahí, aunque sea unas noches y después llevarla de vuelta conmigo.

Al escuchar mis palabras, eleva su cabeza y me mira desconfiada.

—¿Lo harás de verdad?

—Sí —le contesto poco convencido—. Si eso es lo que te hará feliz...

—¡Me haría muy feliz! —exclama esta y me planta un beso en la boca.

Sonreímos los dos.

—Pero deberás cumplir con tus obligaciones en el Álympos. Recuerda que no podrás hablar con nadie sobre lo que ha pasado y siempre irás acompañada de nuestros hombres.

—Gracias —responde y se me llena el pecho de alegría al ver de nuevo ese brillo en sus ojos.

Rozo de nuevo mis labios con los suyos en un beso cariñoso y me enciendo cuando noto la calidez de su boca y la manera tan apasionada de pegar sus labios a los míos en estos momentos.

—Señorita Vega... me parece que vamos a aterrizar ya. De lo contrario, no perdería la oportunidad de tumbarla de nuevo sobre ese sillón —beso uno de sus pechos e intento desesperadamente tranquilizarme y no dar rienda suelta a mis instintos.

—Lo que me parece es que deberíamos vestirnos ya, señor —sonríe contenta—. ¿O quiere que todos los tripulantes se enteren de lo que acaba de pasar?

Me divierte su comentario, pero a la vez pienso que los tripulantes de mi jet están ya acostumbrados a mi estilo de vida y a los gemidos de todas las mujeres que han pasado por estos sillones. Pero con ella ha sido diferente...

—Pues yo pienso que no hay nada que esconder, seguro que nos han escuchado hasta en Boston por tu culpa —le empiezo a hacer cosquillas sobre su abdomen y pechos y su risa invade el avión.

Me encanta verla así, riéndose a carcajadas. Es tan bella.

—¡Vaya! —me sonríe traviesa—. ¿Ahora me echas la culpa a mí, cuando el mayor exhibicionista eres tú? —dice pícara, intentando librarse de mis manos y ponerse de pie.

Después, me tira en la cara su vestido hecho pedazos y se da la vuelta.

—¿Te he dicho alguna vez que me encanta tu culo?

Me paso la lengua por los labios y jadeo tras admirar las curvas de su cuerpo y esas botas que le quedan terriblemente sexys.

—¿Tienes amnesia o algo así profesor o... debería llamarte Ares?

—¿Cuál prefieres?

—No sé... —contesta esta y se lleva un dedo a su mentón, pensativa— al profesor se le dan bien las cosquillas.

—Y a Ares se le da bien castigar —añado sugerente y alzo una ceja.

—Prefiero al profesor —dice contenta y me guiña el ojo— aunque... no me importará que me castigues de vez en cuando.

Se agacha, recoge mi jersey verde oscuro del suelo y me lo lanza para vestirme.

Ahmmmmmm... eso promete. Sí, señor. Lo que acaba de decir promete mucho, pienso emocionado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro