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003.あさ En la mañana

[HyungWon]

¿Alguna vez han sentido que flotan, que pierden la noción de lo que les rodea, que oyen voces pero no las identifican? Así me sentía yo, tambaleándome por las paredes de la casa de Tae. Vivía en una nebulosa feliz, con aroma a humo y gusto a licor. Como ya les dije, yo siempre fui un desastre. De esos que las madres intentan ocultar, creyendo que con una hora de sermones donde me condenaban al infierno cada vez que hablaba, me iban a corregir. La verdad, hoy me cuestiono por qué me rebelaba tanto. No tenía razones para esa rebeldía absurda. Mi madre siempre me dio libertad para hacer lo que quisiera. Siempre fui popular, desde el jardín hasta la universidad. Todos admiraban mi aspecto, halagaban mi rostro, mi nariz, mi estatura, mis labios. Tuve los mejores amigos que uno pudiera llegar a desear... Lo tenía todo. Quizás solo era estúpido. Bueno, siendo sincero conmigo mismo, aún lo soy. Siempre lo supe. Pero me estoy desviando del tema principal. Lo que recuerdo de esa noche, luego de la nebulosa que les hablé más arriba, fue que aún no habíamos puesto un pie adentro de la casa cuando ya teníamos un vaso en la mano. Esos vasos rojos de plástico que vendían en todos lados por monedas. Era más fácil y evitaba que los inadaptados de la universidad acabaran en la sala de urgencias con las manos cortadas. Recuerdo haber bailado demasiado hasta caer rendido en unos de los sillones, recuerdo haber besado a HyunWoo contra alguna de las paredes de la casa de Tae, haberme metido a la piscina, haber cantado a todo pulmón y hasta ahí llega mi memoria.

[15:00 p.m]

Lo próximo que recuerdo es al hermoso ángel que estaba inclinado a mi lado abofeteándome en la cara.

—Hey, hey —balbuceé abriendo los ojos. El ángel de cabello platinado me miraba desconcertado—. Al menos invítame un café —dije riendo mientras me incorporaba algo desorientado.

—¿Estás bien? Estaba a dos minutos de llamar a una ambulancia —dijo visiblemente preocupado.

Me rasqué la cabeza y me cubrí los ojos del sol. La cabeza me daba vueltas. Miré el reloj, eran las tres de la tarde.

—Tengo el sueño pesado —dije intentando levantarme del piso. El hermoso chico me agarró antes de que cayera de boca al piso—. Gracias.

—Más que dormido parecías desmayado —dijo pasando un brazo por mi cintura.

—Debo haberme tropezado. ¿También estabas en la de Tae? No te ví. Créeme que me acordaría de ti —dije ahora ya parado sobre mis dos piernas. Miré al chico y reprimí un silbido de admiración. Por supuesto que lo recordaría. Nadie que se vea así de bien pasaría desapercibido en mi radar.

—¿Tae? —preguntó mirando alrededor—. ¿Vives por aquí?

—Bueno, no estoy muy lejos de casa, pero para ir caminando es una distancia considerable. Me trajo HyunWoo. —A todo esto, ¿HyunWoo se había ido sin mí? Idiota.

—Bueno, no sé de qué hablas, pero me alegra saber que sigues vivo. Cuando te vi tirado boca abajo creí que habías tenido un accidente.

—Deberías haber revisado mi celular. El número de mi mamá está como marcado de emergencia.

—¿Celular? —Otra vez me echaba esa mirada perdida. Ya empezaba a temer que semejante bombón estuviera mal de la cabeza. Lo miré con más detalle, se veía que el chico era de alguna de esas tribus urbanas hipster que usan ropa vintage porque todo en su vestimenta apestaba a viejo. No porque oliera mal, todo lo contrario, olía a bosque; fresco y masculino, pero su ropa no era la más moderna. Vestía un jean claro, de esos rígidos con la botamanga arremangada, una playera de una banda que tenía al menos sesenta años de antigüedad con las mangas cortadas, unos tenis tipo botitas de colores y una gorra de baseball. De todas maneras, con ese look arcaico se veía muy bien, así que decidí pasar por alto su pobre sentido de la moda y le sonreí.

—Oye —dije mirando alrededor. No tenía la menor idea de dónde estaba—. Emm, ¿en dónde estamos?

—Gwangjin-gu —respondió frunciendo el ceño. —¿Eres de por aquí cerca? Te puedo acompañar si quieres.

¿¿¿Gwangjin-gu??? ¿Cómo demonios había ido a parar allí? Iba a tener que tomar el metro o pedir un taxi. Estaba en otro distrito.

—Primero necesito un café —dije palpando mis bolsillos en busca de mi billetera—. ¿Hay alguna cafetería cerca? —Miré de nuevo a ver si encontraba algo que me resultara familiar en el lugar, pero no pude reconocer nada de lo que me rodeaba.

—Las cafeterías son algo caras, pero puedo ofrecerte jugo de frutas. Vivo aquí cerca.

Asentí, deseoso de tomar algo ya que mi boca estaba seca de tanto alcohol que había ingerido en la madrugada.

Caminamos las pocas calles que lo separaban de su casa y entramos. Y la mandíbula se me fue al suelo. Su casa era como entrar a un túnel del tiempo.

Toda la decoración de la casa era retro. Lindo, pero antiguo. Increíble. Debían de tomarse muy en serio la onda vintage.

—Me gusta tu casa —dije pasando la mano por el empapelado color durazno—. Tiene estilo.

Levantó una ceja y miró alrededor.

—Gracias, supongo. Mi mamá adoraría escuchar eso.

Con una sonrisa caminó hacia la cocina y abrió la nevera. Había visto una igual en casa de los abuelos de Kihyun.

Sacó una jarra de vidrio con jugo y sirvió en dos vasos.

—Ah, soy Hoseok —dijo. Me sorprendí al darme cuenta que aún no nos habíamos presentado.

—Cierto, em, soy HyungWon.

Me sentía extraño. Todo parecía fuera de lugar. Los muebles, los sofás, hasta las fotos tenían ese aire antiguo. Era todo tan raro pero a la vez, fascinante. Aunque no más fascinante que mi nuevo amigo. Pude notar que era apenas más bajo que yo, aunque de cuerpo musculoso. Pero lo que más llamaba la atención era su piel. Era muy blanca. Sus labios eran llenos y rosados, sus dientes parejos y blancos, como pequeñas perlas, sus ojos color café eran muy amables en contraste con ese cuerpo de gladiador. En resumen, el chico era una preciosura. Cómo un chico así había pasado desapercibido para mí era un misterio. Me jactaba de conocer a todos los bombones de Seúl y sin embargo ahí estaba Hoseok, una pared de metro ochenta de puro músculo y cara de bebé.

—Ahora dime —dijo apoyándose en la mesa de la sala con los brazos cruzados. Sus bíceps tensaron la tela de su playera—. ¿Cómo es que llegaste a quedar inconsciente?

—Ya te dije. Fui a una fiesta anoche, tomé de más. Y luego me despertaste. ¿Qué edad tienes?

—Veintiuno. ¿Tú?

—Veinte. Debería llamarte hyung.

—No hay problema por eso, no le doy importancia a esas cosas. Entonces, HyungWon, ¿quieres llamar a tu casa o algo?

Cierto. Mi casa. Debería llamar a mi madre.

—Claro —rebusqué en el bolsillo, pero no pude encontrar mi teléfono—. Creo que lo dejé en la casa de Tae.

—El teléfono está en la cocina, iré a refrescarme la cara —señaló la cocina y le agradecí.

Ok. Estaba en problemas. El dichoso teléfono era un aparato de disco. ¿Cómo se usaba eso? Recordaba haber visto un video en Youtube sobre aparatos de los '80, pero no estaba seguro de poder usarlo bien. Descolgué el tubo y escuché el tono. Bien, HyungWon, no puede ser tan difícil. Ahora, ¿cuál era el teléfono de mi mamá? ¡Diablos! Intenté marcar al mío, pero una voz robótica de mujer me decía que ese número no existía. Desistí al tercer intento, esas máquinas prehistóricas eran demasiado para mi y mi cerebro de pan.

Para cuando Hoseok regresó yo estaba esperándolo en la sala.

—¿Pudiste comunicarte? —preguntó. Tenía puesta una playera blanca con el logo de otra banda.

—No, debe estar ocupada.

—¿Quieres asearte? Puedo prestarte alguna playera. Los jeans te los debo, eres muy delgado y los míos probablemente te bailen.

—Yo... no sé. Creo que estoy abusando de tu hospitalidad, si me indicas cómo llegar al metro, no te molestaría más.

—No me molestas. No tengo mucho que hacer en un sábado y mi padre no volverá hasta la noche.

Al final terminé aceptando porque me sentía todo pegajoso y acalorado. Me enseñó dónde estaban las cosas en el baño y me dio una playera que por el tamaño debía de quedarle chica. Judas Priest. Bien, este chico se llevaría bien con mi mamá.

Agarré un tarro de shampoo que por la marca debía ser extranjera ya que nunca había oído hablar de ella, pero mientras cumpliera su función yo estaba satisfecho. Salí del baño con la energía renovada y encontré a Hoseok poniéndose unos guantes de jardinería y un delantal. Se veía fenomenal aún vestido como un abuelo.

—¿Más fresco? —preguntó cuando me vio entrar a la sala secándome el pelo.

—Sí, gracias. ¿Qué haces?

—Tengo que terminar unas cosas en el jardín, ¿quieres acompañarme? —preguntó sonriendo.

Bueno, ¿cómo iba a negarme a semejante muñeco?

—Seguro.

Salimos al patio y dimos la vuelta para entrar al jardín. Nunca había visto algo tan colorido.

—Wow, tienes un montón de flores, hyung...

—Mi mamá amaba las flores —dijo. Pude notar un dejo de tristeza en su voz—. Así que ahora que ella no está, yo me encargo de cuidarlas.

—¿Tu mamá...?

Asintió.

—Falleció hace dos años.

—Oh, lo siento mucho —dije.

—Gracias. Ahora veamos, ¿por dónde empiezo?

Miré las diferentes flores que había y me sentí rápidamente atraído por unas hermosas rosas castañas. Las favoritas de mi mamá.

—Mi mamá moriría de envidia si viera estas rosas —me acerqué y las olí—. Son sus favoritas.

—Eran las favoritas de mi mamá también —dijo parándose a mi lado—. Podemos empezar por aquí entonces.

El baño que había tomado había sido totalmente en vano ya que a la media hora ya tenía la cara sucia de tierra y las manos enredadas en hierbas y raíces. Hoseok se reía de mi torpeza en la jardinería y yo me burlaba de su poco conocimiento de la música actual.

—En serio, no puedes seguir escuchando esta música de abuelos —dije mientras movía la tierra con mis manos.

—No son tan viejos, además, ¿qué clase de nombre es The Weekend? Eso si suena a viejo.

—No puedo creer que no conozcas a The Weekend. Vives dentro de un huevo.

Rio por mi comentario y yo me reí de su risa escandalosa. Era muy lindo.

La tarde pasó volando y cuando quise darme cuenta ya eran casi las siete de la tarde.

—Qué reloj más raro —comentó señalando mi muñeca.

—Lo es —dije— me lo regaló mi amigo Chang, estaba en rebaja.

—Oh, ya veo. Es extraño, pero lindo. Me gusta. ¿Quieres algo de tomar?

—Agua estaría bien.

—Bien, ahora vuelvo —dijo saliendo del jardín.

Sonreí satisfecho con todo lo que habíamos avanzado. Debería volver a visitarlo y ayudarlo con las plantas. Miré mi muñeca de nuevo y vi que había ensuciado el reloj con tierra. Lo froté contra mi pantalón y…

Domingo 09 de Junio 10:45 a m

Cuando abrí los ojos estaba en el patio de Tae y la cabeza me daba vueltas.

—Hey, entra a la casa, no vas a dormir en el patio.

Miré al costado y vi a Jooheon sentado a mi lado y a Kihyun roncando en una reposera al lado de la pileta. Y entonces miré el reloj. Eran casi las once de la mañana. Y había tenido el sueño más extraño de mi vida. Me senté y me refregué los ojos. Caminé como pude y me metí en el baño. ¡Y casi me caigo de traste cuando vi que tenía puesta la playera de Judas Priest!


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