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5. Sospechoso

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Era un martes cualquiera del mes de Febrero, al menos eso creía yo en ese momento. Salí de una junta casi interminable, tenía el tiempo justo para ir a dejar mi auto al departamento, tomar mi maleta y dirigirme al aeropuerto. El tráfico estaba imposible, había habido un accidente de tres coches y bloqueaban dos carriles de la avenida, yo miraba desesperado el reloj, cuando finalmente llegamos, le pagué al taxista y le dije que guardara el cambio. Corrí por los pasillos del aeropuerto y al llegar al mostrador me dijeron que el avión estaba por despegar y que ya no podía abordar. Suspiré frustrado, no me quedaba más que comprar un boleto para otro día, en eso estaba cuando mi iPhone sonó.

– Hola papá – respondí al reconocer su número.

– Hola hijo, ¿cómo estás?

– Bien, ¿y tú?

– También, hijo te llamo para pedirte un favor, ¿sigues en Daegu?

– Sí, perdí el avión y creo que no hay vuelos para mañana, ¿qué necesitas?

– ¿Recuerdas a Antonella?, una de las chicas que ayudamos en la fundación, que tiene cáncer de estómago en fase terminal.

– Sí, es una chica de veinte años, ¿no?, de origen italiano.

– La misma, ¿sabes?, nunca ha viajado y tiene la ilusión de estar hospedada en un hotel de lujo, en una habitación con jacuzzi y pensé que podríamos hacerle realidad ese sueño en su ciudad natal y ese es el favor que quiero pedirte, que le consigas una habitación en el Hotel Renaissance por unos días para ella, su mamá y su enfermera.

– Por supuesto papá, pásame su dirección y yo mismo paso por ellas para llevarlas.

– Gracias JiMin, ahora te la envío por mensaje.

– No tienes nada que agradecer, sabes que me gusta apoyar en lo que se pueda, ahora mismo llamo para reservar una suite.

– Vale, y entonces, ¿cuándo vienes?

– Yo creo que hasta el fin de semana, quería tomarme unos días libres, pero ya que perdí el avión aprovecharé para visitar a Antonella y hacer otras cosas.

– Bueno, cuídate mucho hijo y de nuevo gracias.

– Ni lo menciones, salúdame a mi mamá y dile que los veo el viernes.

– Hasta el viernes entonces.

Salí del aeropuerto, tomé un taxi y le di la dirección de mi departamento. Llamé al hotel y pedí que reservaran una de las suites presidenciales a nombre de Antonella Vitali y les dije que yo cubriría los gastos. Recibí el mensaje de mi padre con la dirección de ella y después de pasar por mi auto me dirigí hacia allá.

Su mamá me abrió la puerta, me recibió con un gran abrazo, mi padre ya le había llamado por teléfono para darle la noticia, me dijo que éramos unos ángeles y yo le sonreí, mi padre sí lo era y, en dado caso que yo lo fuera, tenía las alas quemadas. Terminé por entrar a la casa y saludé a Antonella que estaba sentada en el sofá, con una sonrisa en su pálida cara y la cabeza cubierta por un turbante para cubrir la calvicie a causa de las quimioterapias, le di un abrazo y la ayudé a levantarse. La encaminé al auto y después de que subió, me regresé por las dos maletas y las metí en el maletero, en tanto su mamá y su enfermera subían también.

Me puse en marcha y manejé a una velocidad bastante lenta para mi gusto, normal para la mayoría de la gente y minutos después me encontraba estacionándome frente al Hotel Renaissance, de inmediato nos abrieron las puertas del coche para bajar, saqué las maletas y el botones las metió al lobby. Yo mismo me dirigí a la recepción por la tarjeta de la habitación y las acompañé hasta ahí, volvieron a agradecerme el gesto y les prometí que regresaría a verlas los días que estuvieran ahí.

Salí del ascensor y saqué mi iPhone para llamar a Chaeyoung, le pregunté que si estaba disponible para cenar y me dijo que sí, que justo estaba a dos calles del hotel, así que entré al restaurante y la esperé en la mesa de siempre. La noté algo extraña cuando entró y me saludó, me sonrió, pero sus ojos lucían apagados.

– ¿Otra vez discutiste con Jay? – pregunté mientras le arrimaba la silla para que se sentará.

– No... bueno, sí, dice que el negocio va mal, que hay pérdidas en lugar de ganancias – suspiró frustrada – cada vez está más frío conmigo, hace meses que no me toca JiMin, siempre está cansado, tiene sueño, se siente agripado, llega en la madrugada... casi estoy segura que anda con alguien más.

– ¿Y qué esperas para dejarlo Chaeyoung?, el tipo es un abusivo, está viviendo en tu departamento, tú fuiste la que puso el capital para la cafetería y el desgraciado todavía se atreve a cometer la canallada de estarte engañando, no hay pérdidas en el negocio, hay desvío de fondos, que es muy diferente, seguro se está gastando el dinero con ella.

– No es seguro JiMin, sólo son sospechas mías – se llevó una mano a cabeza y la deslizó por su cabello para luego recargar su mentón en ella – lo mandé investigar.

– ¿Qué hiciste qué? – pregunté sorprendido.

– Lo que oíste, contraté un detective para que lo siguiera y en esta semana me entrega su reporte.

– Y sigues invirtiendo dinero en él – le reproché moviendo la cabeza negativamente.

– JiMin, por favor, hablemos de otra cosa, ¿sí?, necesito distraerme y no deprimirme más.

Pedimos la cena y le estuve platicando de la junta de en la mañana. Chaeyoung casi se había vuelto experta en negocios a causa de mis conversaciones que escuchaba sin chistar y hasta me hacía preguntas, incluso me acompañaba a algunas cenas importantes. Dos horas se pasaron volando y luego la acompañé al estacionamiento, le di un gran abrazo y una vez que arrancó su coche caminé hacia el mío.

Acababa de quitarle la alarma cuando el otro móvil sonó, lo saqué del abrigo y era un número que no tenía registrado, seguro se trataba de alguien nuevo, la verdad no tenía muchas ganas de responder, pero había sido un día agotador y sería una buena forma de liberar el estrés, así que finalmente sí lo hice.

– Hola – dije y me respondió el silencio, pero pude escuchar perfectamente su respiración, un tanto agitada y sonreí.

– Hola – lo intenté una vez más, acentuando la sensualidad

– ¿Estás libre esta noche? – soltó de forma arrebatada, nervioso, casi pude jurar que se había mordido el labio inferior.

– Sí, ¿en dónde nos vemos? – respondí mientras se me escapaba una sonrisa por su actitud poco común.

No lo sé, tú dime – no era la respuesta que esperaba, siempre me indicaban un sitio.

– ¿Te queda cerca el Hotel Renaissance? – ya estaba yo ahí y siempre tenía una habitación exclusiva para mí, aunque jamás la había usado para ese fin.

– Como a veinte minutos – dijo titubeante.

– Te veo en el lobby en media hora, ¿te parece bien? – propuse mientras caminaba hacia ahí.

Sí, claro.

– ¿Cómo te reconozco?

– Mido como 1.77, cabello rojo y lacio, ojos marrones, piel un poco canela y traigo un pantalón negro y una playera blanca, y yo, ¿cómo te reconozco a ti? – comprobé que en definitiva era nuevo en esto, me dio demasiados detalles que jamás me daban.

– Simplemente lo sabrás, en media hora te veo – contesté y le colgué.

Volví a ponerle la alarma a mi coche y en tanto caminaba a los ascensores pensaba en lo nada común que había sido esa llamada, la actitud del chico, sus preguntas y sus respuestas, no había sido el típico hombre seductor, quizá ese era su juego. Caminé a la recepción y pedí la tarjeta, luego me senté en uno de los sillones del lobby y tomé un periódico, había algo extraño ahí, así que lo miraría y ya después decidiría si me acercaba a él o no.

Aproximadamente 25 minutos después cruzó la puerta, la descripción encajaba perfecto, pero jamás me dijo lo lindo que era, estaba discretamente peinado, nada presuntuoso, encima de la playera blanca un abrigo negro sencillo y se veía sumamente nervioso. Me dediqué a observarlo unos minutos, jugaba con sus manos mientras recorría el lobby de un lado a otro, sin notar mi presencia, miraba al suelo, dudoso, me hubiera encantado saber lo que cruzaba por su mente, entonces decidí acercarme.

– ¿Estás libre esta noche? – susurré en su oído y noté como se tensaba.

Respondió moviendo la cabeza afirmativamente y volteó, se sorprendió al verme y, a pesar de lo nervioso que estaba, noté como se ruborizaba, en ese momento supe que él no era como los demás, no entendía como dio conmigo, no era de mi clase, eso se le notaba, era un chico sencillo, común y muy hermoso. Le tendí mi brazo caballerosamente y lo tomó, sentí el temblor de su mano. Lo dirigí a los ascensores, una vez que entramos lo miré de reojo, él miraba el suelo, estaba más que nervioso, seguro era la primera vez en toda su vida que hacía algo así, ¿por qué lo estaría haciendo? me pregunté. Caminamos por el pasillo hasta la habitación, le cedí el paso y entré detrás de él encendiendo la luz.

– ¿Cómo me contactaste? – pregunté inusualmente, pero desde la llamada todo había sido un poco extraño.

– Un... amigo me dio tu número – respondió no muy seguro, no supe si creerle.

– ¿Te explicó las reglas? – inquirí aunque adivinaba la respuesta.

– No... sólo me dijo la clave – contestó girándose.

– Bien, regla número uno: no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla número dos: no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en realidad, ¿entendido? – expliqué minuciosamente, pero como estaba nervioso decidí guardarme la tercera regla para después.

– Sí, no nombres, no preguntas personales.

Me acerqué a él y le quité el abrigo, comencé a acariciarle suavemente uno de sus brazos con el dorso de mi mano, dándole confianza. Cerró los ojos y entonces acaricié su otro brazo con mis dedos, veía como subía y bajaba su pecho por su acelerada respiración. Lo tomé por la cintura y le fui besando el cuello de a poco, él colocó sus manos sobre mi torso y las subió hasta mi cuello, un fuerte suspiro se le escapó, yo deslicé las mías por su espalda para quitar su playera lentamente, acariciando su tersa piel. Su aroma era exquisito, subí dándole cortos besos en su mentón y lo besé delicadamente, pero él me respondió un tanto desesperado uniendo su lengua a la mía para rozarlas. Su sabor era único.

Sentí como me quitó el abrigo y comenzó a desabrochar mi camisa en tanto yo bajaba su pantalón. Él separó sus manos para terminar de quitárselo por completo, con nuestras bocas unidas, después me quitó la camisa y la tiró al suelo. Rompí el beso para colocar mis labios sobre su hombro y besárselo mientras acariciaba su erección, besé uno de sus pezones suavemente, succionándolos de vez en cuando en tanto acariciaba el otro, él tenía sus dedos entre mis cabellos y jadeaba con cada toque.

Después fui subiendo por su cuello hasta volver a besarlo en los labios más apasionadamente que instantes antes, haciéndolo caminar hacia la cama. Una vez ahí, lo coloqué encima y me subí en el, dispuesto a que disfrutara como quizá no lo había hecho antes. Volví a besarle el cuello, presionándolo ligeramente con mis labios, luego bajé por en medio de sus pezones, pasé por su abdomen y me detuve en su ombligo en tanto mis manos bajaban su única prenda que le quedaba.

Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi lengua en su masculinidad, lo fui recorriendo, saboreándolo, concentrado en hacerlo vibrar, mi lengua viajo a agujero y llegué a todos y cada uno de sus rincones. Cuando sentí que estaba a punto de terminar sustituí mi lengua por dos dedos y lo miré cuando llego al orgasmo y lleno su abdomen con su esencia. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su grito casi fue ensordecedor.

Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de vuelta a la cama, me tendí sobre él y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta llegar a la pelvis que fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que lo excitaría de nuevo.

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en él y el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus pezones alternadamente mientras él me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que él. Sentía que tan apretado estaba, aprisionando más mi miembro para lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.

La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr aquel maravilloso éxtasis que alcancé instantes antes que él, que me apretó fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre él, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

– ¿Te vas ya? – preguntó cuando me vio levantarme de la cama.

– Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – respondí antes de entrar al baño.

– Espera... tú... – exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.

– Regla número tres: no lazos afectivos.

Abrí el grifo, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura. Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en él era diferente, su forma de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que él había dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la cintura.
Lo vi acostado boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me acerqué a la cama y lo miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su ceño se frunció.

– Sí, ya sé que nunca tienes tiempo – exclamó dormido.

Me pregunté con quien estaría soñando y salí de la habitación.

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Antonella que estaba muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación.

Cuando salí de ahí, Chaeyoung me llamó a mi iPhone, estaba llorando desconsolada, así que de inmediato subí a mi coche y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro movil, mi amiga estaba primero, antes que cualquier noche de pasión. En cuanto me abrió la puerta se lanzó a mis brazos.

– ¿Qué paso? – pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.

– Jay se fue, sólo me dejó una nota – apenas y pudo responder entre el llanto tan intenso.

– Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.

– Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me engañaba.

– Maldito, pero te juro que esto no se va a quedar así, lo voy a buscar y voy a hacer que se arrepienta.

La llevé al sillón y ahí nos sentamos, la seguí abrazando mientras seguía llorando, en la mesa de centro vi que tenía un folder abierto con muchos papeles y fotos, tomé una y mis ojos se abrieron como platos, no pude creer con quien lo tomaron besándose al salir de un hotel, no podía ser eso cierto.

Holaaaaa, estaba muy muy aburridaaaaaaaaa en mi casa y estar encerrada en un cuarto sin nadie no es muy cool que digamos.
Espero les gusten los capítulos.
Apartir de ahora todo será contado desde la perspectiva de JiMin

les dejo una foto de HoSeok bomnito porque me gusta y 👉🏻👈🏻

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