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Capítulo 8

Después de varias horas, encontramos por fin un refugio de la lluvia, era una pequeña cueva que se escondía debajo de las amplias raíces de un enorme árbol. Al menos estaba seco aquí adentro.

Estaba por anochecer, el ocaso estaba empezando y nosotros estábamos empapados.

La cueva tenía alrededor de dos metros cuadrados de superficie y uno y medio de altura. No había manera de encender fuego, adentro no había nada que nos ayudara con la tarea y afuera todo estaba mojado.

Tiramos las mantas al frío y duro suelo para descansar. Hacia frío y, por supuesto se sentía más al llevar la mojada ropa encima.

Me quité la ropa y la dejé a un lado, cerca del la pared rocosa de la cueva. Saqué unos pantalones secos de mi mochila de cuero y me los puse. Los demás estaban cambiando su ropa también, lo supe por el ruido que hacía la tela. Y yo estaba jodidamente cansado, solo quería dormir. Pero había algo molestando mi mente, como si olvidará algo.

Sentí una intensa mirada en mi espalda, giré la cabeza para ver y me encontré con unos intensos ojos negros. Mayckel. Ah, sí, eso era lo que olvidaba. Su herida. Y él estaba nervioso, si la forma en que miraba alternativamente entre los chicos y yo significaba algo.

Me arrodillé en el suelo junto a mi mochila para buscar las gasas y alcohol para limpiar la zona. Ninguno de los demás me estaba prestando atención, pues estaban muy ocupados intentando quitarse la ropa mojada y descansar, excepto por Mayckel, claro.

El chico se había cambiado los pantalones por unos secos, pero seguía con la camisa mojada puesta ¿Por qué es así? ¿Es consiente de que si ellos lo supieran todo sería más fácil?

Al menos tuvo la decencia de lucir avergonzado.

Suspiré con cansancio y lo miré directamente, él me miró también, pero no dijo nada. Sabía que quería esperar a que Friedhelm y Kai se durmieran para que haga cualquier cosa que tenga que hacer.

Kai estaba tumbado con la mirada fija en el techo de la cueva y Friedhelm estaba sentado de espaldas a nosotros intentando sacarse las botas húmedas.

Finalmente, Mayckel se dió la vuelta, dejando su costado derecho fuera de la vista. La venda se llenó de sangre y tenía un color ligeramente marrón a causa de la lluvia. Se quitó la camisa húmeda y se puso una seca.

No pasó mucho tiempo antes de que alguien dijera algo.

—Esta noche no podremos contar las estrellas —dijo Kai.

—¿Contábamos estrellas? —preguntó Friedhelm.

—Tu y yo lo hacíamos —contestó Kai.

—Agh —se quejó Friedhelm—, ¿Tenías que decirlo así? Sonó asqueroso.

—Tu mente es asquerosa —contestó Kai.

—Sí lo dijiste de manera asquerosa —intervine.

Mayckel se miraba, como menos, impaciente.

Kai no se callaba, porqué es Kai y Kai nunca se calla cuando tiene la oportunidad de hablar —o cree que necesita llenar el silencio—. Habló con Friedhelm sobre constelaciones durante media hora antes de finalmente dormirse los dos.

El herido casi no tuvo interacción esa noche con nosotros y estoy casi seguro de que se ha dormido hace rato.

Me levanté con cuidado y tomé las cosas que había preparado previamente, caminé siendo lo más cuidadoso posible hasta el cuerpo acostado de Mayckel.

Su respiración era profunda y lenta, deduje que se había dormido. Me arrodillé a su lado derecho y puse las cosas sobre el espacio vacío sobre la manta antes de tocar su hombro para despertarlo.

—Mayckel —susurré.

Se movió sobre su lado izquierdo e hizo un ruidito con la garganta, creo que incluso murmuró algo como «qué mierda quieres» pero no estaba seguro.

Moví su hombro nuevamente con un poco más de fuerza. Tal vez debí detenerme a pensar en su posible reacción antes de hacerlo, porque cuando abrió los ojos estuve seguro de que iba a gritar. Tuve que poner la palma de mi mano en su boca antes de que un solo ruido escapase.

No había mucha luz, pero la poca que se colaba por la entrada de la cueva,  proveniente de la luna en el cielo, me hizo ver sus ojos aterrorizados.

Oh, claro. Él no sabía quién era, así que intenté explicarlo.

—Soy Arven... ¡Ay!

Ese hijo de perra me acababa de morder la palma de la mano. Yo intentaba ayudarlo y él me mordía.

—¿Arven? —susurró—. ¡No sabía que eras tú!

—No sabía que eras tú —me burlé con amargura.

—¿Qué demonios estabas haciendo despertándome mientras me cubrías la boca? —reclamó en un susurro.

—Estoy intentando... Carajo, sólo cállate —le dije—. Necesito que te quites la camisa.

Ladeó la cabeza antes de responder.

—Pero, Arven, yo no soy tan silencioso, se van a despertar —susurró en un hilo de voz.

—¿Por qué...? —me ruborice cuando entendí lo que él estaba tratando de decir—. ¿Qué tienes en la cabeza, Mayckel? Necesito revisar la venda.

—Oh, es eso —murmuró avergonzado.

Se levantó la prenda y la sostuvo por encima de su pecho, dejando la venda que cubría la herida a la vista

Miré con detenimiento y, con cuidado clínico, le retiré la gasa que le había puesto la noche anterior. No pude evitar notar la manera en que los músculos de su abdomen tendían a contraerse con cada roce de mis dedos.

Limpié las manchas de sangre seca con cuidado y con un poco de algodón y alcohol volví a desinfectar, escuché un pequeño jadeo cuando el algodón tocó la piel sensible, levantó su mano izquierda y ahogó cualquier sonido en ella, su cuerpo completo se tensó bajo mi tacto y, por un momento, me sentí ligeramente culpable por dos cosas:

La primera es el hecho de que Mayckel haya sido herido de tal manera por nuestra causa, aunque probablemente más por la mía, no me dejaba en paz, creí que tal vez si no lo hubiéramos 'acogido' él estaría bien y a salvo, porque aunque me negara a verlo, la persona que hizo eso, sea quien sea, va a regresar; porque no obtuvo lo que buscaba esa noche a causa de Mayckel. Así que, o vuelve a buscar lo que sea que buscaba o vuelve a terminar con Mayckel.

La segunda es que mientras Mayckel se retorcía del dolor mientras yo lo limpiaba, mi retorcida mente pensó en otro escenario, otra situación y otros motivos para su inquietud.

A pesar de la lluvia y la suciedad, la herida estaba bien. No había indicios de una infección y, si mañana no llovía, sanaría rápido y quedaría solo una pequeña cicatriz.

Estaba vendando nuevamente su torso cuando por fin relajó los músculos y su respiración se niveló.

—Gracias —dijo de la nada.

—¿Por qué? —le pregunté.

—Por esto. Por ayudarme.

—Supongo que es lo menos que puedo hacer —dije distraído—. Después de todo, nosotros te metimos en esto.

—¿Qué están buscando de verdad? —preguntó después de quedarse varios minutos en silencio.

—No creo que debas saberlo.

—¿Por qué no?

—Porque es un asunto confidencial de la Corona y, probablemente, ocasionará pánico colectivo si se llega a revelar —contesté automáticamente.

—Pánico —se burló—. ¿Crees que aún puedo entrar en pánico, Arven? Un lunático intento sacarme los intestinos ayer y tú piensas que me voy a asustar si me dices lo que está pasando.

Era verdad. Lo miré en silencio mientras ponía un poco de desinfectante en otro recipiente.

—Un arco —dije—. Eso es lo que buscamos.

—¿Un arco?

—Sí. Es algo como un arma mitológica y probablemente no exista, pero son la única opción que hay para darle un futuro al reino —le dije—. Creo... creo que quién te atacó esa noche fue alguien que está buscando lo mismo que nosotros y es la principal razón de que esto empezara. Es un mago, dicen. También dicen que creció en estos bosques y que busca someter a Fhrianew y tomar el trono.

Mayckel me miró con curiosidad y confusión.

—¿Cómo es él?

—No lo sé, probablemente nadie lo sabe. No sabemos cómo luce ni cómo actúa, no sabemos si es hombre o mujer, ni siquiera sabemos su edad.

—¿Cuáles son las demás?

—¿Las demás qué?

—Las demás armas. Dijiste que son la única opción para el reino.

¿Yo dije eso?

—Una espada —pronuncié lentamente— y un escudo —puse el recipiente con desinfectante en su mano—. Toma esto, es alcohol y algo más, es para que desinfectes la herida si yo no puedo hacerlo.

—Un arco, una espada y un escudo —saboreó las palabras tanto como pudo, como si al pronunciarlas de aquella manera les sacaría más información de la que ya tenía—. Son en realidad dos armas, un escudo no es un arma, es una protección —dijo—. Y supongo que debe ser complicado manejar una espada y un arco al mismo tiempo, debe de haber un dato que te estás perdiendo.

—¿Cuál? —le pregunté intrigado.

—No sé, déjame pensar —murmuró, sus ojos negros bailando al rededor de la cueva y mi cara, hasta que brillaron—. Necesitas algo más.

—¿Qué?

—Mencionaste dos armas y un escudo. A menudo las espadas van acompañadas por escudos. Los arqueros no los usan, solo flechas y el arco... ¿Las flechas están con el arco? ¿O tienes que buscarlas? ¿Debes hacerlas?

—Mayckel...

—Oh, ya sé. Necesitas otra persona, para poder manejar ambas armas... Sí, un componente. Necesitas un componente.

—Las armas solo pueden ser portadas por alguien bastante poderoso —susurré.

—¿Alguien cómo...? ¿Tú? ¿Eres muy poderoso? —sus ojos brillaron con curiosidad y asombro.

Me sonrojé.

—Eh, sí, supongo que sí.

—Oh... ¿Y el mago oscuro es así de poderoso también?

—Tal vez más.

—Y es el malo, ¿no?

—Tal vez. Digo, si buscas someter a un reino completo y robar la corona, entonces supongo que sí, es el malo.

—Es así de blanco y negro, ¿Eh? —suspiró—. No hay colores cuando se trata de la supervivencia.

—Y seguirá siendo blanco y negro hasta que sepamos quién es quién.

Se tensó de nuevo.

—¿Qué sucede? —le pregunté.

—Hay alguien ahí —susurró aún más bajo de lo que ya lo hacía—. En la entrada de la cueva, pero no voltees.

Hice lo que pude para mantener mi respiración tranquila y mis latidos normales.

—Manten tu respiración estable —le susurré.

—Es él —dijo.

No pude evitar voltear a ver. Allí, parado en la entrada de la cueva, estaba una silueta alta, no se distinguía mucho, pero llevaba una gabardina de cuero y un puto sombrero. Amigo, era aterrador.

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