Capítulo 2
Estábamos en los campos de entrenamiento. Los magos estaban conjurando una barrera protectora para proteger a los espectadores. Los reyes y el príncipe estaban más atrás, debajo de la sombra de la línea de fresnos que separaban el castillo y el campo. Los aprendices estábamos cerca de nuestros mentores, observando.
Y el sol estaba allá arriba, dispuesto a asar nuestras pelotas.
El campo era una extensión de dos kilómetros de largo por uno de ancho, no había más que césped, objetivos y obstáculos para el entrenamiento de los caballeros. El castillo estaba al norte, la ciudad de Rales al oeste, por el sur y el este se extendían los bosques de Mik y eran tan grandes que abarcaban la tercera parte de todo el territorio de Fhrianew. Más allá, en el norte estaban los grandes picos de montañas y cañones nevados, poca gente vivía ahí. Más al oeste estaban las granjas y cultivos que ayudaban a mantener a flote al país, carne, huevos, maíz, frijol, trigo, avena; todo venía del oeste. Habían ciudades y pueblos repartidos por todo Fhrianew, pero eran pequeños, pocos y alejados entre sí.
—Vas a ganar —dijo Kai a mi espalda.
Lo miré. Tenía una toalla, que los dioses sabrán de dónde sacó, en el hombro.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Soy tu entrenador —respondió.
—Tenemos un asunto serio aquí —dije.
Rodó los ojos.
—Que haya un mago loco ahí afuera intentando partirnos el culo a todos no es motivo para amargarnos.
—Por cierto —dije—, ¿Qué hacías ahí? Nunca formas parte de las reuniones.
—No lo sé, un guardia llegó a mí diciendo que se necesitaba de mi importante... —lo miré fijamente—. Está bien, solo me dijo que se requería mi presencia en la reunión.
—¿Friedhelm te ha dicho algo? Parece preocupado.
—No lo ví antes de la reunión, después de su arranque nocturno —respondió.
—Espero que esto sea para nada —mencioné—, porque todo eso de las tres armas mitológicas y el Gran Mago De La Oscuridad suena bastante preocupante.
—Arven, eres fuerte —dijo con sinceridad—, yo confío en ti, sé que serás tú. Y yo no te dejaré sólo. Confía en ti, pateales el culo a esos ojetes y demuestra que eres más que un twink.
—No soy un...
—Por supuesto eso es lo único que oíste —se quejó—. Solo no dudes, ¿sí? Eres más fuerte que ellos.
—Ahora puedo creer que eres mi entrenador —dije y sonrió—. Confío en mí, pero también confío en ti y si me dices que puedo hacer esto, entonces puedo hacerlo.
Asintió y se alejó cuando vio a Hansel acercarse.
—¿Desde cuándo lo sabías? —pregunté en un susurro cuando estuvo lo suficientemente cerca.
—Me enteré cuando llego el rumor —contestó—. Pero no podía compartirlo contigo porque se suponía que era un asunto confidencial de la Corona. Además saberlo te habría dado ventaja sobre los otros aprendices.
—¿Qué tan peligroso es? —pregunté.
—¿El mago oscuro? —asentí—. Peligroso es una palabra muy suave para describirlo, Arven. Creció en la oscuridad, la oscuridad lo crío.
—¿Cuánto saben de él?
—No mucho —respondió y su mirada se suavizó—. Solo sabemos que es poderoso como nadie en siglos, tal vez incluso milenios, que busca someter a Fhrianew, usurpar el trono y extender su dominio más allá de las fronteras. No sabemos su sexo, ni su edad, ni su nombre. Puede ser una señora llamada Kity, un anciano llamado Federico o un adolescente llamado Luis.
—Dominar el mundo —dije. Hansel asintió lentamente.
—Te aconsejaría que dejaras que los otros chicos te ganasen, pero eso probablemente traería la destrucción al reino —dijo negando con la cabeza—. No confíes en nadie a partir de ahora. Recuerda que la desconfianza es tu mayor aliada.
—¿Cuánto falta para que la barrera esté lista?
—Unos minutos, Schilling está terminando —dijo—. No dudes con ellos, porque ellos no dudarán contigo.
Después de eso se fue y se reunió con el resto de magos y la monarquía.
Miré a los demás aprendices.
Smeru Zaen; con su estúpido vestidito rosa con flores rojas y un listón del mismo color en la cintura, su cabello rojo estaba perfectamente peinado y atado en un moño en su nuca y el rostro limpio de cualquier maquillaje. Era muy femenina por fuera, pero por dentro era una perra que no conocía la compasión y que muy probablemente me rompería el cuello a penas empezará la pelea. También era poderosa, y probablemente sí me patearía el trasero ahí adentro. Nos despreciabamos mutuamente.
Gil D'vane; con un traje de tres piezas, idiota, ¿Quién llevaba traje a un combate? El pelo rubio peinado hacía atrás y su típica mirada azul de aburrimiento, yo estaba convencido de que él usaba drogas. Era un engreído y eso muchas veces lo arruinaba, porque siempre se confiaba en el último momento y perdía. Fingía desprecio hacia mí, pero una vez me hizo una mamada que ni los mismísimos dioses sabían cómo hacer.
Owen Mars; pantalones y camisa de combate, alguien ha estado aprendiendo, pelo castaño desordenado, lentes circulares, ojos verdes, metro ochenta de altura y sus estúpidas pecas en las mejillas. Puede que yo le haya hecho una paja debajo de la mesa mientras estábamos en una reunión importante el mes pasado. Amigo, él era caliente y no lo iba a discutir con nadie.
Marissa Laion; era el tipo de mujer que te provocaba miedo y una erección al mismo tiempo, pero nunca le digas eso, te matará si lo haces. Ella siempre llevaba ropa de combate, su largo pelo azabache trenzado caía por su hombro izquierdo, sus ojos grises determinados rodeados de largas y rizadas pestañas, sus cejas perfectamente delineadas le daban un aire de dominio y seguridad. Quería que ella me ahorcara, probablemente lo haría, una vez metí mi cara entre sus muslos mientras estaba atado, no preguntes.
Y luego estaba yo. Era un maldito promiscuo de clóset. Tenía los ojos y el cabello grises. Amigo, ¿Quién tiene el pelo gris? De hecho, Gil terminó chupando mi pene porque decía que no era posible que mi vello púbico también fuese gris, así que una cosa llevo a la otra. Yo no era tan alto cómo él u Owen, incluso Marissa era un poco más alta que yo. Yo estaba algo definido, porque Friedhelm y Kai me obligaban continuamente a hacer ejercicio. Alguien me dijo una vez que yo era tan caliente y apetitoso como un bollo recién salido del horno, no, yo tampoco sé cómo es que eso era un alago seductor. La mayoría de gente a menudo quería meterse en mis pantalones y eso era extraño, sólo podía confiar en aquellos que no lo habían intentado, y esos eran Friedhelm y Kai, porque eran completamente heterosexuales, había pensado yo, pero resulta que Owen es heterosexual y yo de alguna manera puse mi mano en su pene.
Entre Smeru y yo siempre habíamos llevado un ventaja considerable de poder en comparación con los demás.
Owen, Marissa y Gil estaban juntos, a diez metros a mi izquierda, hablando entre ellos. Gil me miró, luego miró a Smeru y volvió hacía los otros dos. Esos hijos de puta estaban tramando algo. Marissa los miraba con su expresión que, ahora sabía, no estaba determinada a reflejar nada. O están hablando de mi polla, manos y boca o estaban planeando unirse para derrotarnos a Smeru y a mí. Votaba por lo último.
Miré a Smeru, quien ya me miraba a mí. Estaba a mi derecha, a unos dos metros. Me sostuvo la mirada y sonrió con malicia. Leí sus labios; patético. Lancé una mirada hacia Owen y los demás. Yo no era tan patético como ellos, que intentaban unir fuerzas para derrotarnos.
Finalmente camino hacia a mí.
—Van a ir por ti primero —dijo—. Eso me dará tiempo a mí.
—¿Tiempo para qué? —pregunté.
—Si te atacan todos al mismo tiempo, los tendré a los tres reunidos en un solo punto —dijo y su sonrisa se ensanchó—. Un buen golpe los puede derribar.
—¿Pensaste en todo eso en menos de treinta minutos? —pregunté sorprendido.
—¿Me vas a decir que no has estado pensando en una forma de ganar? —preguntó.
—De hecho —dije—, ni siquiera estaba pensando en eso.
Rodó los ojos.
—Ni siquiera sé por qué me sorprende. Solo manténlos entretenidos, podré reunir mi magia más fácil si me concentro.
—¿Por qué te ayudaría? —pregunté sonriendo—. Eso no me beneficia en nada.
—Lo sabes tan bien como yo —dijo mirándome a los ojos, violeta a gris—. Una vez que ellos estén fuera...
—¿Qué? —pregunté.
Se acercó, bastante. Su pecho rozó el mío y sus labios estaban demasiado cerca de mi oído. Su aliento choco contra mi piel, su perfume fresco y frutal invadió mi naríz.
Los otros tres nos estaban mirando con expresiones confundidas. Ni siquiera me quiero imaginar la imagen que estábamos dando.
—La verdadera batalla será entre tú y yo —susurró—. Ellos son solo el calentamiento.
Se alejó de nuevo.
—¿No estás siendo demasiado confiada? —pregunté—, ¿Descartandolos así de rápido?
—Incluso ellos lo saben, Arven —dijo mirándolos de reojo—. Míralos, uniéndose y tramando en nuestra contra. Pero apuesto, que no irán por ambos al mismo tiempo, no pueden.
Schilling terminó con la barrera y nos miró a todos. Extendió la mano y señaló el círculo protegido.
—¿Hace cuanto fue su última pelea experimental? —preguntó cuando todos nos acercamos
Hansel tuvo que escucharlo, a pesar de la distancia entre él y nosotros, porque empezó a caminar en nuestra dirección. Schilling lo sintió, pero levantó la mano y Hansel se detuvo. Era una prueba, no podíamos contar con ellos para esto, Schilling estaba a cargo.
—Cuatro meses —contestó Marissa.
—Tengo entendido que hace un mes tuvieron una reunión ustedes cinco y los magos, ¿Qué temas abordaron?
Owen se atragantó. Todos lo miramos.
—¿Joven Mars? ¿Tiene algo que decir?
—Ah, sí eh... —tartamudeó lanzando miradas nerviosas del suelo a mí, de mí a Schilling, de regreso a mí y luego al suelo. Se veía tan adorable y caliente—. Los temas fueron...
—Owen no presto atención a la reunión —escupió Gil —, porque estaba muy ocupado jodiendo la mano de Arven.
Me atraganté entonces. Todos me miraron.
Schilling se veía confundido. Owen se veía avergonzado. Marissa se veía cómo si se estuviera arrepintiendo de cada una de las desiciones que la llevaron hasta aquí. Gil se veía molesto. Smeru no podía parecer más aburrida.
—Resultaste ser una puta —agregó mirándome—. Primero conmigo, luego fuiste a Marissa, después pajeaste a Owen quién, cabe resaltar, es hetero, y ahora estas seduciendo a Smeru.
Dije: —¿Qué?
—¿Cómo sabes todo eso? —dijo Marissa con el ceño fruncido.
—¿Smeru y Arven no tenían una relación? —preguntó Schilling.
—¿Qué? —dijimos todos.
—Todo el tiempo molestándose el uno al otro —dijo—. Creí que significaba algo.
—Eso es asqueroso —dijo Smeru—. Nos toleramos, en el mejor de los casos.
—Hace unos minutos parecían tolerarse bastante —insistió Gil.
—¿En serio soy la única que se pregunta cómo es que Gil tiene conocimiento de, al parecer, toda la vida sexual de Arven? —preguntó Marissa.
—Es verdad —dije mirando a Gil—. Amigo, ¿Me has estado espiando?
—Olvídense de eso —intervino Schilling—. Ya habrá tiempo para discutir el libertinaje de Wailing, ahora centremos nuestra atención en lo que es importante.
—Eres espeluznante y raro —Marissa le murmuró a Gil.
—¡Los quiero a los cinco ahí adentro! —exclamó Schilling—. Nada de reclamos y no maten a nadie.
Todos obedecimos porque no parecía que Schilling quisiera seguir chismeando.
—¡Empiecen! —gritó cuando apenas habíamos cruzado la línea por lo que, obviamente, no me esperaba el golpe en la mejilla que me mando directo al suelo.
Un golpe. Con puño.
—Esto no va a funcionar —dijo alguien.
—Funcionará aún menos si hay celos de por medio —murmuró Owen.
—¡D'vane! —gritó Schilling—. El contacto físico está estrictamente prohibido.
Me levanté y sacudí mis pantalones. Estúpido Gil.
Cómo sospechaba, Owen, Marissa y Gil se reunieron, alejados. Y me estaban mirando, justo cómo dijo Smeru.
El primer ataque vino de Owen. Esos hijos de puta claramente hicieron un plan bastante estructurado en menos de media hora. Lo esquivé, apenas. Una bola de fuego verde se estrelló contra la barrera invisible, el calor rozó mi rostro. Volteé justo a tiempo para ver a Marissa lanzarme una onda de choque, pero no para esquivarla. Volví al suelo, mis manos y rodillas se lastimaron por el impacto.
—Maldición —murmuré.
Me levanté solo para ser derribado una vez más.
—¡Arven! —gritó Kai—. ¡Levántate!
Lo hice.
Los tres estaban posicionados a mi alrededor, no había ningún escape y no había ningún punto ciego en mí para ellos.
Gil estaba reuniendo una gran cantidad de magia a su alrededor ¿Estaba siquiera pensando? Parecía tener toda la intención de asesinarme. Una pequeña luz roja se reunió en su palma, me miró con un extraño brillo en sus ojos. No creí que lo hiciera, sin embargo...
Recuerda que la desconfianza es tu mayor aliada.
Reuní mi magia, la oculté y la preparé.
El hijo de puta me lo lanzó.
No me habría sorprendido si simplemente lo hubiese esquivado, pero lo atrapé, mi palma extendida verticalmente, la pequeña bola de luz levitando contra ella. Y lo sentí. Gil estaba dejando que sus emociones lo dominarán. No sabía si eran celos o un sentimiento de traición, pero su ataque estaba destinado a calcinarme vivo.
Jadeó cuando detuve la bola roja, esta luchó contra mi resistencia pero la contuve. Yo también estaba sorprendido y bastante seguro de que se reflejaba en mi rostro.
Una luz azul parpadeó, miré a Marissa, tenía una bola de fuego muy similar a la que Owen me había lanzado hace un momento.
Maldita sea.
No pude pensar en otra cosa que en lanzarle el ataque de Gil. Sus ojos se ampliaron cuando las luces chocaron y lucharon contra la fuerza de la otra. Eventualmente, el rojo se apoderó del azul, se hizo más grande y aumento la velocidad hacia Marissa.
Un segundo estaba viendo a Marissa esquivar una bola de fuego roja y al otro estaba sobre mí estómago en el suelo. Otra onda de choque.
Miré a mi al rededor desde mi posición, sobre mi espalda en el suelo. Gil ayudaba a Marissa a levantarse, Owen estaba parado a su lado. Smeru estaba lo más alejada posible de nosotros.
La verdadera batalla será entre tú y yo.
Yo estaría cansado, pero era verdad. La verdadera batalla sería entre Smeru y yo. Y todos eran conscientes de ello.
Me levanté de nuevo.
Miré a Smeru, me miró también. Asintió con la cabeza y me preparé. Sería inesperado para ellos, sabían que Smeru y yo éramos cualquier cosa menos amigos, por lo que no esperarían que nos ayudarámos mutuamente.
Mi magia ondulo a mi alrededor, ellos lo sintieron también y reafirmaron su postura de ataque y defensa.
Pusieron sus palmas al frente y tres pequeños destellos de luz de diferentes colores empezaron a arremolinarse juntos. Un ataque combinado.
Verde, azul y rojo dando vueltas entre sí, casi mareandome. No lo pensé mucho cuando decidí usar un hechizo de absorción y otro de retención, eso le daría el tiempo suficiente a Smeru.
Absorción para su ataque.
Retención para su magia.
Nunca usé esos hechizos en nuestras prácticas. Ellos pensaban que unidos serían lo suficientemente fuertes para derrotarnos, por eso se concentraron en lanzar bolas de fuego y no en conjurar hechizos más potentes.
Arrogancia.
Era un defecto que ningún mago podría tener si quería lograr grandes cosas.
Lanzaron el ataque, pero perdió fuerza a medida que avanzaba porque absorbí el poder de él. Entre los colores de sus magias se entremezclaron también el gris y el cían, pero eran apenas ligeras líneas. Ellos no lo sintieron. No lo vieron. No me moví, tampoco hablé. Solo pensé. Miré la bola de fuego en movimiento fijamente.
Friedhelm gritó mi nombre.
Smeru gritó:—¡Arven, muévete, maldita sea!
No lo hice. Me quedé ahí, parado con la espalda recta y la mirada fija en al ataque.
Chocó contra mi pecho y se desvaneció con pequeñas y pulsantes motas de luz, como gotas de agua escurriendose de mí.
Alguien dijo:—Mierda.
Entonces retuve y ellos jadearon cuando sintieron que su magia se anclaba firmemente bajo la mía.
—Santas bolas de mierda —murmuró Owen con los ojos vidriosos.
Antes de que pensara en un hechizo para sacarlos del combate una enredadera rosada con toques lila emergió del suelo bajo sus pies y los atrapó justo en su lugar.
—¡Hijos de puta! —exclamó Gil, quien aparentemente tomó descontrol para el desayuno.
Todos, excepto Schilling, miraron alternativamente entre Smeru y yo. Inesperado. Obviamente nadie esperaba algo así, no cuando a menudo nos deseamos la muerte el uno al otro.
—¡Laion, Mars y D'vane! ¡Están fuera! —gritó Schilling.
Smeru los liberó y ellos caminaron fuera de la arena de combate, una vez que estuvieron fuera los liberé también.
Smeru me miró y yo la miré a ella.
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