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Capítulo 10

—¡Arven! —exclamó alguien por encima de mí.

—¿Qué le pasa?

—No lo sé, está inconciente, ¿Tú le hiciste algo?

—¿Algo como qué?

—Mhng —me quejé.

Siento un peso increíble en la cabeza.

—¡Se está moviendo!

—¿Pue... deshh callar... teee? —intenté decir.

—¿Qué dice? ¿Se rompió?

—Creo que quiere que te calles.

—¡Cállate tú! No, mejor no lo hagas y dinos que le hiciste.

—¡No le hice nada!

—¿Arven? ¿Te encuentras bien? ¡Por los dioses, creo que tiene fiebre! —dijo la voz más calmada.

—A buena hora dejó de llover. Pero le dijimos que se iba a resfriar ¿Lo sacaste de la cueva anoche?

—No ¿Por qué asumes que yo le hice algo?

Abrí los ojos. Me encontraba en la cueva y afuera ya no llovía. Tenía ropa seca puesta y ya no había naranja.

—¿Qué? —pregunté.

—¡Ay, miren la perra, digo, Arven se despertó! —dijo Kai.

—¿Qué demonios? —me quejé—, ¿qué me hicieron?

Fried y Kai miraron a Mayckel con la cara llena de acusación.

—¡Yo no hice nada! —exclamó Mayckel, exasperado.

—¿Pueden callarse? —pedí.

—No —dijeron al unísono.

—Mierda.

—Sí, mierda, amigo mío —Friedhelm asintió—. De todas formas, ¿a dónde fueron anoche ustedes dos? Y no se hagan pendejos.

Anoche, anoche, ¿Qué hicimos anoche?

Esperamos a que se durmieran, limpié la herida de Mayckel, hablamos, la silueta en la entrada de la cueva, Mayckel intentando ser un héroe estúpido sin sentido de la auto-preservación, yo siguiéndolo porque ya fue herido una vez por mi causa (indirectamente), él intentando meterse en mis pantalones, el chico innegablemente idéntico a mí...

Me senté de golpe, el dolor de cabeza se disipó de pronto. Mi respiración se agitó ¿Qué pasó después de que el chico se apareciera? No recuerdo más que los colores.

No.

—¡¿Dónde está?! —exclamé.

—¿Quién? —dijo Fried con seriedad.

—El mago —dije—, ¿cómo se llamaba...?

—Ilian —aportó Mayckel con una mueca— Engel.

—Ilian Engel —Friedhelm repitió—. ¿Y cómo conocieron a este Ilian Engel? Si se puede saber.

Ay, mierda. No les dijimos nada.

—Anoche estaba ahí —reveló Mayckel, lanzándome una mirada de disculpas—. Y lo seguimos, pero no lo encontrábamos y después se apareció de la nada y nos dijo su nombre y que estábamos estorbando en su camino. Y después todo fue oscuridad.

—¿Ustedes dos salieron anoche cuando aún llovía? —preguntó Kai con una expresión burlona en el rostro—. Qué romántico.

—No es el momento, Kai —intervino el príncipe y luego volvió su mirada a Mayckel—. ¿Los atacó?

—¿Sí? Quiero decir, eso parece, pero realmente no estoy muy seguro.

Nos quedamos callados, solo escuchando nuestras respiraciones.

—No —dije llevándome las manos al cabello, como si eso me ayudara a recordar—. Yo vi... los colores.

—Ah, sí —dijo Friedhelm—. La magia tiene colores, pero solo los pueden ver aquellos que tienen magia. ¿Qué colores viste?

Palidecí.

—Había blanco y negro —revelé—. Y pensé que era extraordinario, porque nunca vi una magia así, era como todo y nada. Lo bueno y lo malo. Neutral. Pero también había naranja —y mi voz se volvió casi como un hilo—. Nunca antes oí hablar de un mago que pudiese moverse sobre más de dos colores. El mío es el cían y el gris, pero él era más.

Levanté el rostro y los miré, consiente de que mis ojos estaban anormalmente grandes. Tenía miedo.

—Pensé que el límite eran dos —murmuró Kai.

—Yo también —le aseguré—. Es por eso que no entiendo. Mierda, si este chico se mueve en tres colores significa que estábamos equivocados. Debería ser mucho más poderoso de lo que imaginamos. Más poderoso que yo.

—Pero —habló Mayckel—, ¿Por qué no nos mató?

Mi sangre se heló en mis venas. También me lo estaba preguntando.

—¿Qué? —dijo Friedhelm.

—Él dijo que nos quería matar...

—¡No lo dijo así! —hasta yo me sorprendí de mi arrebato.

—¿Cómo lo dijo? —preguntó el príncipe con tono neutral.

—Dijo que debía hacerlo y que, de hecho, no quería hacerlo.

Me miraron con una expresion rara en sus rostros. Mayckel suspiró y después se quedó quieto, pensé que tal vez el mago, Ilian, habría vuelto, pero no, pareció recordar algo porque inmediatamente me miró y supe que lo que saliera de su boca a continuación no me iba a gustar.

Y así fue.

—Te olvidas algo —me dijo.

—¿Qué? —suspiré.

—Bueno, está un poco borroso —se rascó la nuca—, pero recuerdo algunas cosas con mucha precisión.

—No me digas —se burló Kai.

—¿Qué es? —Friedhelm lo apuró.

—El mago —dijo—. Cómo lucía.

Ay, no. Puse mi rostro en mis manos y suspiré. Ese era un dato que me hubiera gustado olvidar. Enserio, el universo se levantó aburrido un día y simplemente decidió que el villano más grande de Fhrianew (y probablemente del continente) y el héroe (no he hecho absolutamente nada heroico, y sin embargo eso no impidió que me lanzarán al precipicio) se parecieran tanto físicamente que podrían pasar por hermanos. Levanté la cara y los miré, ellos ya estaban mirándome.

—Era idéntico a Arven —dijo, casi en un hilo—. En serio, idéntico. Era como una versión suya con el pelo largo.

Friedhelm empezó a abrir la boca para decir algo cuando me levanté del suelo y decidí no quería escuchar nada respecto a la apariencia del enemigo.

—¿Por qué seguimos aquí? —les dije—. Tenemos que irnos. El mago está buscando lo mismo que nosotros, probablemente lleve una ventaja enorme ahora.

—Arven...

—No perdamos más el tiempo.

—Hablaremos de esto —advirtió Friedhelm y Kai asintió—. Solo espera y verás.

—Cuando menos lo esperes —secundó Kai—. Cuando ya no lo recuerdes. Ni siquiera tendrás tiempo para pensar en alguna excusa.

Tragué saliva.

Recogimos nuestras pertenencias y nos marchamos de la cueva.

•••

Kai y Friedhelm decidieron aplicarnos la ley del hielo a Mayckel y a mí. Caminaban frente a nosotros, Kai llevaba un mapa en las manos. Nos lanzaban miradas furtivas de vez en cuando y después volvían la vista al frente y murmuraban.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Mayckel.

Me pregunté cómo podía pasar de ser alguien con apariencia de lo más inocente al maldito loco de anoche. Me costara o no admitirlo, estaba agradecido por la aparición de Ilian, porque de no ser por él, habría tomado a Mayckel ahí mismo y ahora me estaría arrepintiendo.

—Sí —le respondí—, ¿Por qué la pregunta?

—No parece que lo vayan a dejar pasar —mencionó mirando a mis amigos.

—Oh, créeme, no lo harán. Tal vez les lleve hasta el anochecer, cuando podamos detenernos, pero seguro que abordarán el tema —asintió como si estuviera completamente de acuerdo con eso—. Pero van a buscar venganza. Contra ambos. Tal vez les lleve un día, tal vez un mes. Tal vez un año o una década, pero la tendrán. Cuando dijeron que sería cuando menos lo espere, hablaban en serio.

—Un mes, un año o una década —repitió.

—Sí, amigo.

—¿Crees que seguiré con ustedes dentro de ese lapso de tiempo? —preguntó en un susurro.

Y eso... eso me tomó desprevenido. No lo había pensado en absoluto, lo conocíamos hace días y yo ya lo había dado por sentado.

—Tal vez —dije—, ¿quién sabe? Y aún si no lo estuvieras, te buscarán. Siempre podemos volver al bosque.

—¿Parezco un niño del bosque?

—Sí. Aunque descartaría lo de niño —se sonrojó intensamente.

—Supongo que tiene sentido —acotó—. Yo crecí en estos bosques, aunque ahora estoy demasiado lejos de casa.

Eso llamó mi atención. Lo miré con asombro.

—¿Dónde?

—Maderos —murmuró—. Está más al oeste dentro del bosque, veinte kilómetros al sudeste de Shien. Es un lugar muy... acogedor.

—Eso es... demasiado al fondo del bosque —dije.

—Y sin embargo, no lo suficiente —hizo una señal con su mano para señalar a nuestro al rededor.

—¿Qué les pasó a tus padres? —le pregunté, pero de inmediato me arrepentí—. Perdona, no tienes que contestar eso.

—Me abandonaron —dijo con simpleza—. Cuando tenía cuatro años. No... no me acuerdo mucho, solo que me consideraron un error, curioso cómo lo vieron hasta que tuve cuatro años —se río, pero no sonaba divertido—. Un hombre me encontró, se llama Carlo, Carlo Stein. Él me crío, él fue como mi padre. Me quiso más que mis padres, y apenas era un niño, tenía apenas diecinueve años. No lo digo muy a menudo, pero lo quiero bastante, es mi padre-amigo-hermano y no cambiaría eso por nada.

—¿Por qué nos dijiste que eras huérfano? —le pregunté confundido.

—¿Por qué lo dices tú?

—Porque lo soy —le dije—. Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años —hice una mueca ante la ironía de las cosas—. Desde entonces vivo en el castillo, al cuidado de Hansel más que nadie.

—¿Qué hay de tu madre? —preguntó y sentí que el bosque aguantaba la respiración.

Friedhelm y Kai también estaban escuchando, no estaban lo suficientemente lejos y nosotros no estábamos hablando lo suficientemente bajo. Nunca hablé de ese tema con nadie y nadie nunca preguntó.

—No lo sé —respondí—. Nunca la conocí. Me abandonó cuando tenía solo unos meses de nacido. Se dio cuenta a tiempo, supongo.

—Y sin embargo asumes que está muerta.

—No dije eso.

—Pero dices que eres huérfano.

—No sé dónde está ella, ni si vive. Pero el único padre que conocí murió frente a mí —espeté—. Ella no es mi madre. Sí, me dio la vida, pero nada más. No es nadie.

—Lo mismo para mí —dijo—. Ya no los recuerdo, y ya no los necesito. Podría decir que murieron para mí en el momento en el que me dejaron en medio del maldito bosque, pero mentiría. Los odié, aún siendo tan joven, los odié y no puedo asegurar que ya no lo haga, pero dejé de considerarlos mis padres hace años.

—¿Qué hay del hombre que te cuidó?

—Carlo viaja mucho, la última vez que lo vi fue hace meses. Supongo que nunca lo he visto completamente como un padre porque tengo miedo. Miedo a que me abandone también.

Tanta información que ignoré, antes y ahora. No me daría cuenta hasta que fuera muy tarde. Ojalá no hubiera sido tan ciego.

•••

[NOTA DEL AUTOR: ¿Vieron el mini spoiler que les dejé en "Cuando Los Ángeles Vuelen"? ¿Quién es esa mujer?

No se olviden de votar y comentar pues me alientan a seguir escribiendo:)

Pd: pueden seguirme en instagram como mc_books60.]

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