12._Enfermero
Bills llegó a la casa de Mary de la manera acostumbrada. De noche, cuando nadie podía verlo, y entró por la ventana. Whiss se disponía a marcharse, pero se detuvo. Su señor siempre quería estar solo con "su chica" como él la llamaba y él no tenía intención de hacer de mal tercio. Solía volver tres días después para llevar al dios de regreso a su mundo, a su dimensión. Sin embargo, aquella jornada algo llamó la atención del ángel. La casa estaba demasiado silenciosa y oscura. Si bien Mary era una persona callada la música suave, las luces de navidad y los aromas a galletas o infusiones siempre inundaban la casa. En esa oportunidad todo estaba demasiado quieto, inoloro, callado. Bills también lo notó, pero no dijo nada así que Whiss, motivado por su intuición le preguntó si no había olvidado el dispositivo que él le había dado para llamarlo en caso de querer volver antes o después del plazo señalado.
-Lo tengo conmigo- contestó Bills tocando el listón que envolvía su cintura- Ya puedes irte, Whiss- le señaló al ver que su ángel se estaba tardando en partir.
Su asistente se despidió y partió volando hacia el cielo. Bills cerró la ventana corrediza y avanzó por el estrecho pasillo hacia la habitación de Mary. Era posible que estuviera durmiendo, sin embargo, encontrar la puerta del baño abierta y al llegar al cuarto ver ropa en el piso le advirtió que algo estaba pasando con ella. Mary estaba tendida boca arriba en la cama. Tenía puesto un pijama muy corto, de esos que se ponía cuando hacia demasiado calor, mas el clima no estaba tan cálido como para que llevara ese atuendo. Las piernas, brazos y rostro siempre pálidos de la mujer estaban un tanto rosa y brillantes, ella sudaba. Respiraba un poco agitada y aunque parecía estar dormida no lo estaba. Al sentir la presencia de alguien en la habitación giro la cabeza hacia la puerta viendo al dios parado a su lado. Él la miraba un poco extrañado, ella le sonrió.
-¿Y a tí qué te pasa?- le preguntó inclinandose un poco hacia ella. Era la primera vez que la veía así.
-Estoy enferma- le respondió Mary y su voz se oyó un poco graciosa según Bills.
-Eso se aprecia a simple vista. Lo que quiero saber es qué es lo que tienes.
-Una enfermedad- le contestó la mujer sonriendo divertida.
Bills puso la manos en sus caderas e hizo un gesto como de intriga, aunque más tenía que ver con un cuestionamiento silencioso.
-Tú nunca pierdes tu extraño sentido del humor- le comentó mientras ella se sentaba en el borde de la cama. Sus movimientos eran lentos, pero de pronto se puso de pie, lo empujó hacia un lado y salió corriendo hacia el baño cubriéndose la boca.
Bills se quedó en el cuarto, pero su agudo oído le permitió oír que ella estaba vomitando. Hizo un gesto leve de asco y cruzó los brazos esperando que ella volviera, pero se estaba tardando demasiado por lo que acabó yendo hacia allá. Desde la puerta del baño observó a Mary de rodillas frente al retrete. La mujer se sostenía el vientre con una mano, mientras la otra la tenía sujeta a la manilla del estanque. Su cabello caía cubriéndole el rostro y su cuerpo hacia un movimiento brusco cada vez que su estómago se contraía intentando expulsar lo que quedaba allí, pero solo salía un líquido amargo desagradable que también le escurrió por la nariz. Un leve quejido escapaba de la boca de Mary cada vez que su abdomen se apretaba. Bills no podía verlo, pero abundantes lágrimas caían de sus ojos.
-Tengo una migraña- le dijo apenas y levantando un rostro lloroso, sucio y tan descompuesto que impresionó un poco al dios.
Muchos veces ella dijo estar enferma y aunque en esas ocasiones se veía decaída, se quejaba de algún dolor jamás lució tan mal como en ese momento.
-¿Me ayudas?- le dijo- Durmiendo un rato se me pasará- agregó Mary poniéndose de pie.
-Lavate la cara y las manos, pareces una niña de preescolar- le contestó Bills antes de ir hacia ella. Pocas veces esa mujer le solicito ayuda de forma tan directa.
Mary caminó hacia el lavado para limpiarse un poco. Se seco con una pequeña toalla, pero antes de que pudiera sujetarse de Bills, para volver a su habitación, regreso al retrete a vomitar. Unos diez minutos más tarde el dios la llevó de regreso a su cuarto, aunque le tocó cargarla. Ella no veía bien, le fue obvio al verla dar unos pasos. Y no estaba equivocado. Cuando Mary tenía esos fuertes episodios de migraña, su vista se hacía borrosa. Incluso podía llegar a desmayarse. Bills la dejó acostada en la cama, donde ella tiró las almohadas al piso para poder descansar cómodamente.
-Solo tengo que dormir un par de horas y me sentiré mejor- le dijo mientras le daba la espalda- ¿Te importaría apagar la luz? Me molesta cuando tengo migraña. Tampoco me agradan los olores fuertes. Solo... necesito dormir.
-¿Qué vas a dormir? ¿Y qué se supone que haré yo solo en esta casa?- le preguntó el dios a quien tener que verla dormir no le hacía ni una gracia, sin embargo, al verla tomar una posición casi fetal y sujetarse la cabeza como si comprimiendola disminuyera el dolor, se calló- Estaré abajo- le dijo, pero antes de salir la miró de reojo.
Mary dijo que le molestaba la luz. Él apagó la lámpara, pero le pareció que desde la calle entraba demasiada luminosidad. Las cortinas de la ventana no bloqueaban la suficiente luz para dejar la habitación a oscuras. Chasqueo los dedos y enseguida los focos de alumbrado público estallaron en pedazos. Sintiéndose orgulloso de haberse tomado esa molestia avanzó hacia el corredor, pero justo en ese momento escuchó la estridente música que pusieron los vecinos de Mary. La gente de aquella casa se había reunido con unos amigos, poniendo música para animar el ambiente, pero a Bills no le gusto para nada el escándalo y terminó con él de la misma forma que con los focos. Un tanto preocupado volvió hacia la cama, mas la mujer estaba dormida.
Después de verla un rato Bills pensó que le haría bien perder un poco de calor, sin embargo, Mary estaba bastante desabrigada. Se rascó el costado de la frente con una de sus garras, como pensando, y volvió al baño. Con la mirada buscó algo que le sirviera y encontró una toalla pequeña que humedecio en el lavado, la exprimió con cuidado y fue hacia la habitación de Mary con el trapito en la mano. De manera delicada le limpió el sudor del rostro, de los brazos y el pecho. Pudo ver como el contacto frío aliviaba a la mujer. Su semblante se relajaba, lo que le resultó satisfactorio.
Al ver como Mary dormía más relaja, Bills subió de un brinco a la cama para sentarse, a lo jefe indio, suavemente a su costado y cruzando los brazos quedarsele viendo. Ella dormía pacíficamente. Casi le provocó envidia verla descansar así, aunque también le provocó otra cosa: un poco de risa. Le picó la mejilla derecha con una de sus garras, algo que solía despertarla debido al dueño ligero que tenía, pero no la despertó lo que fue otro indicio de lo mal que estaba Mary. No era raro que Bills pasará largas horas quieto, mas esa noche su posición y disposición fue motivada por la necesidad de vigilar el sueño de la mujer. Ella dijo que necesitaba dormir y él se aseguraría de que así fuera, aun si eso implicaba espantar a los pájaros que comenzaron a cantar al alba.
Al abrir los ojos Mary se encontró cubierta por una manta de lana gruesa que ella mantenía en el sofá de la sala. Tenía el vago recuerdo de que Bills había llegado, pero no estaba en el cuarto. El dolor de cabeza había desaparecido, pero tenía un mal sabor de boca por lo que se puso su bata y pantuflas para ir al baño a refrescarse un poco, mas el olor a comida la hizo bajar a la cocina. Allí estaba Bills comiendo una tostada. Él la vio y la saludo de muy buen ánimo haciendo que ella fuera a verle.
-¿Cómo te sientes?- le preguntó al tenerla a su lado.
-Mucho mejor- respondió Mary viendo el abundante desayuno dispuesto en la mesa.
-Pense que tendrías hambre al despertar. Anoche tu estómago debió quedar vacio- le dijo el dios antes de morder su tostada.
-Sí...- murmuró Mary- ¿Dónde está Whiss?
-¿Whiss? ¿Qué va estar haciendo Whiss aquí? Él sabe que me gusta estar a solas contigo...
Mary sabía eso, pero es que Bills nunca hubiera podido hacer un desayuno tan elaborado y menos cuidando que los alimentos fueran ligeros para su estómago, como refrescantes para su ánimo. Sin embargo, lo más destacable de toda la situación era el que Bills no estuviera presumiendo de lo que quería aparentar él había hecho. Mary recordaba que le ayudó cuando estuvo en el baño y también recordaba haberlo visto junto ella, en la cama, velando su sueño.
-Come antes de que se enfríe- le pidió Bills apartando la silla de la mesa para que ella se sentará. Fue un gesto poco delicado, pero amoroso a juicio de la mujer- ¿Estás segura de que estás bien?- le preguntó acercando su rostro al de ella como si hubiera querido darle una lamida.
-Sí, las migrañas son así. Me pasa de vez en cuando.
-¿Migraña? ¿No es eso un dolor de cabeza?
-Sí, eso es...
-Casi parecía que te hubieran envenenado ¿Estás segura de que solo te dolía la cabeza y no comiste algún alimento extraño como esas cosas saladas y aceitosas que me diste la otra vez? ¿No habrás comido algo con chocolate?- le cuestionó Bills con su tono de inquisidor.
Mary lo miró un poco confundida, luego soltó una risa clara y fresca.
-¿El señor Bills está preocupado por mí? Eso es adorable- le dijo, la mujer, descansando su costado en el de él para apoyar la cabeza en su hombro- Gracias por cuidarme anoche- agregó de manera más amorosa y dándole un beso en la mejilla.
-¿Me pase la noche en vela y solo vas a darme eso? Tú no lo notaste por estar dormida, pero me tocó acallar a los escandalosos de tus vecinos, Mary.
Mary lo escuchó hablar con ese tono de reproche de niño que quiere una recompensa. Al él enroscar la cola entorno a su cintura, la muchacha deslizó sus dedos por ella de tal manera que le provocó cosquillas al dios.
-Mejor come. Todavía estás bien pálida- le dijo el dios cruzando las piernas.
-Ese es mi color natural, Bills.
-Come y vuelve a descansar- le reitero y él se volcó a la comida mientras ella se sonreía y el ángel en el pasillo hacia su más silenciosa retirada.
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