Algo dentro de mí se desborda. Es un cúmulo de sensaciones reprimidas e ignorados a lo largo de las eras. Estoy dotado de sentidos agudos que me permiten experimentar todo de manera profunda, real y sobrecogedora, sin embargo, nada puedo hacer con eso. Es tan estrecho el margen de mis respuestas como es amplio mi pensamiento.

Emasculadas fueron de mí las pasiones, sin embargo, se me doto de sentimientos ¿Y para qué? Era ese el más grande sin sentido de la existencia. De joven, pues alguna vez lo fui, mi juicio a menudo lidiaba una contienda salvaje con este corazón rebosante de sentimientos que como un océano se precipitaba a la tierra sin tocar más que la arena. La áspera arena de la rivera entre mi conciencia y de mi deber.

Pero mucho hace de aquel tiempo en que atribulado entre mis pensamientos y deseos me cuestionaba el orden primordial de las cosas. Ahora todo está en resulto. Ahora entiendo el porque de cada cosa, excepto el que hacer con todo lo que llevo por dentro. No hablo de las cosas oscuras que a veces me atormentan, sino de las otras. De esas cosas blancas que van perdiendo la luz como unas luciérnagas moribunda en la oscuridad de la noche ¿Qué hago con todo eso? ¿A quién entrego todo lo bueno que siento, que pienso? No debería tener deseos, ni complacerme de ninguna forma. Puedo lidiar con ello, sin embargo, lo que aquí, aquí adentro, se desborda... se derrama más allá de mí.

Mi austera e impávida fachada es una compuerta dura e inescrutable. Pero adentro todo es blando, aunque no dúctil como mi perpetúa sonrisa. Se derraman de mí tantos sentimientos y blancos anhelos que en las ocasiones en que la fatiga de la monotonía me abraza, siento me estoy ahogando. Deseo tengo, a ratos, de una genuina compañía. De otro ser que sienta como yo siento está necesidad no de ser amado, sino de ser comprendido. Y entiendo que la comprensión nace del amor, mas el amor que yo puedo sentir escapa de una categoría. Es demasiado amplio y a la vez tan reservado que asfixia. Pero no hay nadie más que experimente la soledad como yo tengo que vivirla. Mis hijos tienen a sus hermanos. Yo estoy solo. Solo y ahogandome en mi mismo.

Pero hace un tiempo llegó al mundo inferior una criatura que puede llegar a ser parecida a mí en ese aspecto. La trajo el dios del universo siete. La sacó de un cosmos más allá de estos cosmos y la llevó a vivir con él. La observé por precaución durante un tiempo. Temí fuera un ser con alguna facultad peligrosa, pero resultó solo una mujer. La mujer más sola de esta existencia. Si el dios de la destrucción desapareciera, ella quedaría a la deriva. Perdida entre mundos en los que siempre sería una extraña. Es la forastera por excelencia, todavía más que mi estirpe. Ella no a nacido aquí. El único apego de pertenecía que tiene es ese dios. Su único arraigo a estos mundos es él. Sin importar el planeta que pise su juicio será ecuánime. Libre de intereses, libre de simpatías o prejuicios. Ante ella habrá siempre un nuevo y desconocido escenario que puede parecerle familiar mas nunca igual a otro. Terminaría experimentando la monotonía sin nadie que pudiera entender el abismo en que la soledad absoluta la ha sumergido.

Sin embargo, es mortal. Posee las libertades que yo no. Y su corazón es libre de soltar sus emociones lo que me lleva a preguntarme ¿De él no estar más ese amor que la trajo aquí a dónde irá a parar? ¿Se desbordara de su corazón sumergiendo su alma hasta quitarle el aliento o bien se  petrificara para no agitarse más causando dolor? ¿Ella que ha ido más allá del mundo tendrá un lugar seguro donde permanecer hasta que la muerte la rescate de su soledad? Porque estará sola. Si lo pierde a él, lo perdera todo. Y no deseo soltar sobre ella la miseria de la ausencia de ese dios, pero quisiera tener esas respuestas y admito, sin sentirme orgulloso de ello, que me tienta pararme en ese escenario.

Esa criatura tiene mi atención. No anhelo de ella sentimientos, mas si su compañía. La he visto un par de veces, pero no he podido hablarle. No he querido hacerlo. Es impropio de mí algo así, pero su tiempo es breve y pronto ella parecerá. Habré, entonces, perdido la oportunidad de encontrar la comprensión. Me siento solo con estas sensaciones tan vastas. Tan solo que no puedo contener más todo lo que llevo dentro por mi cuenta. Requiero de alguien en quien descargar lo que para mí se ha vuelto insoportablemente pesado. Si no lo hago temo se deforme bajo la presión constante que es mi existencia y eso no solo sería trágico, también puede llevarme a la vesania.

Por eso he venido a este mundo. Quiero verla y excusas para ello ni siquiera tengo que darle a este dios arrodillado a mis pies. Veo en sus ojos la intriga que le ha sembrado mi presencia y todavía más mi insólita petición. Pero obedeciendo mi designio Whiss a ido por ella y por fin la trae ante mí.

-Buen día, señorita Mary- le digo como le hablaría a cualquier otro ser.

-Buen día- me responde con cierta timidez. Bills la mira de reojo y ella a él- Whiss dice que me está buscando...

-Así es- le digo y me acerco pasando junto a ese dios que no imagina las intenciones que guardo para con ella, pero que celoso me observa apartar de su lado aquello que tanto aprecia- Necesito que me acompañe, por favor...

-¿Acompañarlo? ¿A dónde? ¿Por qué?- pregunta confundida, un poco temerosa.

-Lo sabrá cuando lleguemos allí- le respondo. Es desconfiada. Lo sé y también es muy perspicaz al igual que Bills que me ve queriendo decir algo, mas sé que se quedará exactamente donde está, sin decir nada- Por favor- insisto y le extiendo mi mano.

Ella mira a Whiss en busca de una respuesta, pero él no sabe nada y aunque lo supiera también se quedaría callado. No pueden evitar que tome a la mujer para mí, un momento. Sin embargo, sus temores son infundados.

Al fin sujeta mi mano con incertidumbre, como yo también lo hago aunque a diferencia suya puedo ocultarlo. Siempre puedo esconder lo que pienso, lo que siento y lo que tramo.

Fin.