La primera carta
WEEEEEE ARE THE CHAMPIONS, MY FRIEEEEENS, WEEEEE ARE THE CAMPIOOONS-
AL FIIIIN MI FABRULLOSO DÌA HA LLEGADO.
Sin màs, solo queda esclarecer: Escrito creado sin fines de lucro.
Los personajes no son mìos.
Universo alterno.
Advertencias conforme avance la historia.
Y ya.
La primera carta
Nueve horas con diez minutos y treinta cuatro segundos.
Dio un parpadeo, hastiado del ruido de la sala y los murmullos atràs de èl. Aunque,sonriò por ligeros segundos, sintiendo los ojos del escenario enfocarse en èl. Presumiò de la atenciòn a su compañera con una pose prepotente al cruzarse de las piernas.
Los escuchaba a los lejos, las voces se volvìan tan suaves y claras como campanas.
Estaban hablan de èl.
De su caso, de como saliò en los periódicos, ya estaba atrapado. El criminal màs buscado de San Fransokyo yacerìa tras la reja.
Cerrò los ojos, concentràndose en una danza de violín que posiblemente hubiera podido estar tocando esta noche para èl, pero, esto no se harìa realidad. Quizà pasaría la noche en un frìa y dura cama de celda de prisión. La simple idea le hizo torcer los labios sin sentirse a gusto de pensar que su pulcro y encantador traje iba a perecer en la suciedad de la cárcel.
Dio una mirada a la carcasa elegante de su abogada, y el como ella se adentraba poco a poco en la lectura de sus alegatos.
Èl se hubiera asomado de no ser que no le interesaba ni la mitad de lo que su compañera estaba ensayando.
Le faltaba interés, decìa su maestro.
Èl simplemente pensaba ya que ahora no tenìa que perder, no tenìa porquè preocuparse nuevamente.
Nueve horas con once minutos y diez segundos.
Ahora era el centro de atenciòn y todos los ojos estaban sobre èl. Los encargados de sala, los guardias, las unidades de investigación, incluso parte del jurado que estaba detràs de èl. Se sintiò el àngel bajado del cielo, uno caìdo, si lo examinaba a fondo, un àngel sin alas por todo lo que perdiò hasta ahora.
Un patètico àngel sin alas, y sin fama.
Le estaban quitando su corona, su reinado y sus cartas.
¿La gente lo seguiría viendo igual?
El pensaba que si, las miradas seguían en èl, el escenario avanzaba y se mantenìa como el centro de atenciòn.
Aunque no sentìa del todo el control.
Nueve horas con doce minutos y veinte segundos.
Jamás había pensado que la existencia de su vida se correría de forma tan lenta.
Gruñò, debìa ser un delito hacerlo esperar tanto por un maldito juicio.
Bienvenido a los juicios pùblicos, decian los ojos rojos de su socia a un lado.
Tenía la tentación de caerse contra la madera y poder recostarse para dormir cómodo. Claro, que no lo haría. No estaba en el lugar, y podía jurar que si lo realizaba su pequeña estudiante lo asesinaría frente al juez.
Con aburrimiento soltó un bufido, escuchando el chistado de la morena que hacía en su defensa, el rodó los ojos y la pateó sutilemente aburrido, recibiendo un taconazo que lo molestò e hizo berrinchear, le bajarìa el sueldo por ésta osadía.
Tamborileó los dedos con lentitud, un sentimiento sin culpa mientras fruncía el ceño ante la espera. El tiempo pasaba y la sala atrás de él se iba llenando màs que hace unos minutos, logró ver de reojo a su antigua jefa, a sus compañeros quienes saludó con un descarado ademán de mano.
Juraba que aún si los lentes podían reconocerlo como tal.
También a lo lejos, la fiscal Victoria relucía imponente sobre el escritorio añejo de la corte, revisando una y otra vez los expedientes y parte de su carpeta judicial. Grabándose sus argumentos que usaría contra su defensa, él le dio un vistazo a su abogada personal quien no se despegaba del celular, frunció los ceños pensando en que si fue buena idea ponerla a ella como la que alegarà su inocencia.
Pero mierda, su socia batía a cada uno de sus bufetes de abogados sin pena.
Escuchó el mover de las hojas y él se sorprendió de ver que ya la fiscal de oficina iba a la mitad.
Dio un pequeño escrutinio al montòn de hojas engargoladas, rellenas de notas, pruebas, dictamentes, testificaciones y acuses en su contra. El acusado chifló con cierto recelo y orgullo al ver expediente que solamente estaba dedicada a su caso.
Se preguntó si todas esas pruebas las hubiesen podido obtener de no ser por la ayuda de Koemi.
Por supuesto que no, fueron demasiado idiotas que incluso tardaron meses en darse cuenta de su farsa.
Incluyendo el lindo oficial de buen trasero.
En el fondo, èl se sintió orgulloso de haber burlado a todo un cuerpo policial.
Principalmente al que era el mejor sexo de su vida.
Ah, Miguel, de sòlo pensar en èl, sonrìe, recuerda todo de èl, su cuerpo, sus brazos y su rudeza empotràndolo contra la pared.
Esos penetrantes ojos cafès y ese sudor que baña su cuerpo.
Disfrutò del silencioso escalofrìo que rodò contra su espalda
Sintió la penetrante mirada de su sargento quemarle y él apostada que de no ser por los oficiales que hacían custodia detrás de él, ella le hubiese tirado el zapato y lo lanzado a su dirección por andar teniendo pensamientos indecorosos, pero, ¿pueden culparlo?.
Pensó, ¿cuántas veces la Sargento Imelda lo detuvo de esa situación? Millones.
De pronto, los recuerdos navegaron en silencio a la par que sus dedos daban golpecitos a la madera. Marco, y sus chistes malos. Mamá Imelda y sus regaños. Oscar y Felipe con sus palabras cruzadas que no le dieron tregua a entender. Victoria y sus aburridas clases de leyes.
Él, y su inmaculado papel de perito de informática.
Y Miguel, el oficial Miguel, ¿seguirá enojado con él?
El sólo recuerdo lo hizo gruñir con fastidio, no debería estar enojado, ¿verdad? al final del día estaba cumpliendo lo que fue parte de su palabra.
Al fin lo había atrapado.
Pero, de haber sabido que desperdiciaría horas en esta sala de audiencia jamás se hubiese entregado. Refunfuñado, volvió a azotar el palo de la mesa con su costoso zapato de diseñador.
—Guarda silencio. —regañó su mano derecha a un lado, recogiéndose el mechón del cabello haciéndola ver mas elegante.
El pensò que de no ser homosexual y disfrutar del trasero del oficial Rivera, ella pudo ser su esposa.
Làstima que tambièn se encontraba casada, y con su otro socio.
Le pareciò irònico que pensarà eso, siendo èl, èl que los obligò a comprometerse.
—No puedo, estoy aburrido —defendió su postura, recargando la espalda en la mesa, balanceándose en la silla de un movimiento a otro atrayendo la atención y èl pensò que si la sargento Imelda pudiera atravesar la lìnea de guardias lo hubiese jalado de las orejas como cierto familiar.
El nostálgico recuerdo lo hizo sonreìr.
—Si viendo las series de policías era aburrido, imagínate vivirlo en carne propia —alegò — no puedo creer que todo se desahogue aquí, mierda, ¿de verdad a la gente le pagan por venir aquí?
La chica rodó los ojos, enfurecida de escucharlo quejarse como un niño pequeño.
Y, en la sala principal la puerta de entrada se brincó por otro lado, por el rabillo del ojo vio a una hermosa chica pasar. Lentes, falda elegante y un saco negro para vestir, cara seria y ojos tan profundos. El imputado la criticó en su mente, pero se deshizo del sentimiento de superioridad, pensando en si eso le ayudaría para su persona.
La persona, a quién, reconoció como el encargado de sala caminó imponente por el silencio del pasillo hasta el estrado, se colocó detrás del micrófono y con una voz que retumbó en sus oídos, él, supo que su juicio había dado inicio.
—Siendo las nueve con quince —declaró ella, aclarando la garganta para llamar la atención del acusado, quién asintió, odiando la hora en la que lo obligaron a asistir, hubiese faltado de no ser porque la chica lo sacó prácticamente de la cama — del Dia primero de marzo del dos mil dieciocho nos encontramos presentes en la sala de audiencias número; 5 de la corte de justicia de San Fransokyo, con el fin de llevar a cabo una audiencia intermedia, dentro de la carpeta judicial con el numero 279837/2018 iniciada en contra de acusado, por hechos constitutivos de los siguientes delitos...
Y de pronto, la voz ya no sonó firme, sonó lenta, aburrida, arrollándola como el sentimiento de una nana. El acusado recargó la cabeza en el hombro de la morena, dando un bostezo que lo hizo ser regañado por la secretaria del juez.
—Acusado por favor preste atención —declarò ella con su aburrida voz Severa, èl se levantò con lentitud, hacièndola desesperar, pero ella continuò con lo anterior proclamado —Audiencia que será presidida por honorable Juez de San Fransokyo.
El morocho logró conectar como su abogada le metía un golpe para despertarse, la observó levantarse junto a todos los demás, el simplemente permaneció atado a su silla. Negándose a mostrar algo de respeto por ese viejo barbón que ya habìa comprado muchas veces información y sentencias en favor de su gente. Pensó en la ironía de saber que el servidor que tantas veces juró estar de su lado y de su familia, ahora sería quién lo condenará.
Claro, no podìa culparlo. Su lealtad siempre se inclinara por la bolsa de dinero màs pesada.
No le afectó en lo más mínimo este hecho, era parte de su mundo y ya sabía nadar en este fango.
Su mirada rojiza guió todo paso del tipo en toga hasta sentarse en el asiento principal, abriò el expendiente delante de èl, tosió para llamar la atención de los presentes y sujetó el martillo de sus lados. contò tres veces en su cabeza como lo golpeaba contra la mesa.
—Sean las 9:30 se inicia la audiencia.
Vio de reojo como Victoria se elevaba de su silla, colocando las manos sobre la mesa y apreciando el ligero tono brilloso de sus uñas, el sujeto a proceso pensó que ésto era más entretenido que la serie de televisiòn.
—Agente del ministerio público de la unidad número tres especializada en investigación de delitos de delincuencia organizada —comenzó, una voz tranquila que a él le hacía recordar viejos tiempos —Buenas tardes su señoría.
El morocho, hastiado de tanta presentación recargó su cabeza contra la madera y los brazos esposados sirvieron de colchón inmediato. Aburriéndose por las presentaciones, que sabia que era necesarias en el lado legal, aunque jamàs fue su fuerte dentro de este campo, su fuerte siempre fueron los negocios y el tràfico de la informaciòn, insistìa, en que no debiò entregarse de haber pensado que todo esto tardarìa millones de años luz.
Aún tenía una reunión de negocios con cierta parte de San Fransokyo. De nuevo, el toser del viejo jurado le hizo elevar la aburrida cabeza, sonriendo divertido al ver que lo evitaba con la mirada.
El procesado lo sabía, era incapaz de mirarlo, le tenía miedo, como la mayoría de presente a excepción de ese curiosa unidad que decidió llevarse su caso.
Eso de alguna manera, le entregò cierto estado de control.
—Vamos a darle comienzo a esta audiencia, como ya se señaló audiencia intermedia. Primeramente, debo preguntar a las partes si hay una posibilidad de un mecanismo de aceleración o que bien se desee desahogar la audiencia intermedia.
—Deseamos que se desahogue la audiencia intermedia —declaró Victoria rápida, sin momento a tregua.
—¿Què es un mecanismo de aceleración? —preguntò a un lado.
—Son convenios que se se realiza entre la victima y el acusado para llegar a un acuerdo y asì terminar lo màs pronto posible el juicio —le explicò ella.
—Quiero uno —con tal de que su martirio lento acabase, èl era capaz de dialogar con algùn mediador de fondo como tanto vio a Victoria hacer.
—Se necesita de la voluntad de ambas partes. Eres el criminal màs buscado de San Fransokyo, ese derecho no algo que se te va a atribuir, ni siquiera tienes derecho a fianza.
—¿Es por que vendo informaciòn? Es un negocio tan justo como los otros.
El destacado del crimen rodò los ojos, por supuesto que no querían llegar a ningún trato. Esperaron años para poder hundirlo en prisión, no iban a dar tregua a ningún convenio o mecanismo que le facilitara la sentencia.
Malditos policías tan justos y rencorosos.
—Estamos de acuerdo —mascullò su defensa.
—Bien, se trata de un delito grave —empezó, hojeando la copia de la carpeta con la lentitud mientras el acusado arqueaba la ceja, pensando precisamente en que catalogaba como grave, ¿ser el causante de millones de muertes al facilitar la información? ¿O vender y traficar armas màs poderosas que las del ejercito?
Una cuestiòn muy interesante.
— Previamente vamos a escuchar al ministerio público sobre los hechos marcados en la acusación, le pido al acusado que preste atención —regañó de reojo al ver que el imputado comenzaba a cabecear suavemente contra la silla —sobre lo que vaya mencionar el fiscal, todo esto con la intención para aclarar alguna acusación por parte de la defensa y que usted entienda este hecho, ¿tiene algo que declarar?
—Muchas cosas.
El juez omitió ese tono altanero y le dio un reojo a las sección de pruebas, analizándolas lentamente, paseando minuciosamente por el nombre escrito en el expediente.
Le dio un suave intercalado a las letras en negro:
Delito por: Delicuencia organizada
Ministerio publico: Victoria Rivera.
Parte acusada: Royal Flush.
—¿El Ministerio público necesita alguna intervención? —inquirió éste, dándole una mirada fría a Victoria, ésta, simplemente cerró la carpeta para declarar
— Cómo lo he manifestado dentro de la carpeta de prueba, su señorías, todo se pretende desahogar durante la etapa del juicio —masculló de nuevo, el incriminado rodó los ojos ante tanto aburrimiento —Nos queremos reservar para la etapa del juicio.
El juez ante una mirada rápida, dio un asentimiento a victoria.
—Bien, con respecto a los hechos que puso en materia de acusación, sólo desprende lo que se encuentra dentro de esta carpeta, ¿ministerio público? Va a manifestar algo para darle el ejercicio de contradicción al defensor.
—Así es, su señoría.
Un carraspeo leve le hizo cuestionarse a si el juez se encontraba enfermo o simplemente le estaba dando alguna señal.
—Bien, le hago de conocimiento que su acusación sólo se dispone de estas pruebas previamente establecidas.
—Me gustaría mencionar que en los hechos el acusado se encuentra el tráfico ilegal de información, el asesinato de dos testigos claves, la alteración de datos personales, el tráfico de influencias, secuestro, terrorismo, tráfico de armas, procedencia ilícita, falsificación y alteración de la moneda —prosiguió de no ser por el silbido sorprendido de la parte denunciada.
—¿En serio se me acusa por todo eso?
Victoria lo chistò molesta.
El juez golpeó severamente contra la mesa, ordenando un silencio incómodo que no dio a mayor proceso, puesto qué, èl continuaba divagando en la lista interminable de delitos y multiplicando dentro de su mente, pensando en sus posibles años de cárcel, ¿tambièn le darìan una penal capital? ¿Pena de muerte? ¿què serìa?
— ¿El defensor necesita hacer una manifestación?
— No, su señoría.
—¿Alguna mención por parte del defensor en cuanto al caso o se reserva para la parte del juicio?
—Así es su señoría, nos reservamos para la parte del juicio.
Después de aquello, el imputado observò como el juez habia dirigido su vieja mirada a victoria, preguntándole suavemente y en un tono màs comprensivo del que se había dirigido a èl.
— ¿Ministerio público?
— No, ninguna. Sólo lo que había manifestado.
El servidor publico dio una mirada de nuevo a la carpeta, ante la expectativa y silenciosa mirada de sus partes, un silencio sepulcral domeñaba en la sala de de la audiencia. El, por màs tranquilo que se presentaba, se encontraba nervioso, sus dedos jugando entre sus nudillos tatuados para darse una respuesta.
Para distraerse, se perdiò en la tinta de sus nudillos estirados y, apreciò en silencio su propia escalera real marcada con tinta en su piel.
—Doy por entendido que tanto el ministerio público como la defensa están por enterados del escrito de acusación y de contestación por cada una de las partes —les dio una mirada de reojo a las partes.
El se estaba aburriendo, de verdad que le estaban saliendo raíces en la punta de sus zapatos.
—Así es —aclaró Victoria.
—Correcto —mencionaron a un lado.
El se preguntó si se trataba de la citación que había llegado ese día por parte de Miguel.
— Bien —satisfecho de que la audiencia intermedia avanzará, dio una regordeta sonrisa para darle golpes a la mesa —entonces, me permito preguntarles, ¿alguna mención especifica por hacer?
Victoria de inmediato negò, pidiendo la palabra que fue otorgado tras un martillo severo del juez de sala, asintiendo suavemente para atraer la atención de hasta un adormilado acusado.
—No hay ninguno. Y no se llego a uno por parte de la defensa.
—Usted está de acuerdo con esto —su voz potente y tranquila se dirigió al sujeto con las esposas —le explico brevemente el inicio de acuerdos probatorios de las partes es para que eso no sea punto de debate durante la etapa del juicio, ¿sigue en total de acuerdo con ésto?
Èl, simplemente le dio una sonrisa socorrona, desesperando al juez.
— Quedando esto claro, el defensor tiene el uso de la voz, ¿alguna de las pruebas ofertadas por el ministerio público, serán materia de exclusión? —comenzó, atrayendo la atención de su abogada quién simplemente negó
—No.
—Dejando en claro lo anterior, procederé a puntualizarlas para registro en esta audiencia.
Por fin, después de unos segundos, èl se perdió entre los murmullos de la gente. La presentación de los testigos, los dictamentes, las pruebas encontradas y las testificaciones que había, para eso era su tan gorda carpeta de investigación, pensó que el trabajo de victoria era más aburrido que el de Miguel. Eso no podía negarlo.
Luego, la grave pero firme voz del juez le llamó la atención, atrayendo la atención del morocho quién levantó la vista.
—¿La parte acusada desea hacer alguna manifestación? —preguntó firmemente —Acusado, ¿se te concede el uso de la palabra?
—Me limitaré a decir que yo no hubiera caído preso de no ser por las nalgas de ese lindo policía —declaró, la defensa a su lado lo pisoteó para hacerlo callar por tal estupidez.
El juez omitió aquellas palabras, y simplemente arqueò una ceja suave.
—¿Cómo se declara ante estos hechos suscritos en su contra? —pregunto el juez, volviendo a retumbar el sonido del martillo —, ¿desea declararse inocente? —preguntò, con una sonrisa siniestra que al fin que emergía de esos viejos labios.
El silencio fue reinado por un momento, y , èl entendió, a tràves de la sonrisa, a tràves de la mirada corrompida que existìa bajo esos lentes y ojos cansados.
El era inocente, lo podìa leer en las palabras escondidas de ese juez.
Parece que esa amable donación a su hija fue bastante para hacerle considerar que los alegatos de su defensa eran mejores.
Y, ese sobre en su oficina parecía màs convincente que el expediente bien formado de Victoria.
Èl sonrió, gatuno, preciso, y sin miedo, añadió con una firmeza que fue su misma sentencia.
Nunca cae, èl no puede caer.
Se levanta como siempre, sintièndose el dueño de mundo y que podìa volver a comprar a quièn quisiera.
Sintiò que de nuevo el mundo temblaba bajo sus pies al alzarse de su silla, el jadeo del magistrado le hace volver a recuperarse de su autoridad, de nuevo lo percibiò. Estaba tomando el control y esa corona volvìa a estar sobre su cabeza.
—Yo en lo personal, me considero inocente.
Notas de la autora.
Me limitarè a decir: Creen sus teorìas a partir de aquì.
Espero les haya gustado este capitulo -las lovea-
¡Gracias por leer!
FELIZ AÑO NUEVO PERROS, LES DESEA LA KELLEN Y LES MANDO UN BESO EN EL PEZÒN QUE ESTÀ MUY CERCA DEL CORAZÒN <3
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