Cuando era niño solía ser castigado con frecuencia porque escalaba árboles o hacía cosas de niños. Al menos así aprendería, a qué todo lo que hacía siempre estaba mal, que debía quedarme callado, quieto.sin revelar nada.

Ningún llanto, ningún sentimiento de amor. Nada, que me hiciera ver débil. Mi padre, un hombre de clase alta con buena fortuna de familia adinerada, claro. Era alguien recto, que también me hacía ser recto a temprana edad.

—¡¡¡Te dije que no lo hicieras!!!– exclamó—¡¡AHORA LEVANTA LOS PEDAZOS!!

Me grito a causa de que con la intención de ayudar a mi querida madre, un plato sin querer resbaló y cayó haciéndose pedazos en la losa del suelo. Di un salto, y al saber lo que me aguardaba trate de reprimir cualquier sollozo. La mujer que me había criado, había puesto en mi todo valor, educación y gota de sudor para hacerme de valía y un buen niño. Pero nunca amor. Eso fue duro. Muy duro.

Recojo los pedazos en un jarrón, soy consciente de que lo que hice estuvo mal,tratar de ayudar está mal, no debí volver a hacerlo.

—¡Te está prohibido tocar cualquier plato, taza o objeto de la cocina!–, exclama—¡¿Entendido mocoso!?.

Sus gritos son duros, como agujas en la piel, y cada vez que me grita sus facciones se vuelven grotescas.
Junto todos los trozos que es posible juntar, hasta que no queda nada. Y una fina línea de sangre me atraviesa la muñeca.

Mi padre me mira furioso, tampoco me toca, y creo que nunca jamás lo ah hecho, al menos que sea para darme un golpe. Y estoy paralizado con el jarrón en la mano, debo pensar que hacer a continuación. Así que desaparezco de su vista, porque al parecer mi presencia le agobia.

—¡AAAHHHHH!.

Me incorporo gritando, estoy sudando, gotas de sudor me corren por la espalda. Sudor frío. Tengo las manos hechas un puño, y la garganta seca. Me levanto a por un vaso de agua al grifo de la cocina. El piso está helado, y me topo con la trampa de oso desactivada. La agarro y la lanzo fuera de la ventana, para luego cerrar los postigos.

Respiro, y trato de calmarme. Me duermo en la mesa de la cocina nuevamente.